PINTURA BARROCA DIEGO DE SILVA Y VELAZQUEZ.

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PINTURA BARROCA
DIEGO DE SILVA
Y
VELAZQUEZ.
Historia del Arte
Mayo del 2008
INDICE
Portada Pág. 1
à ndice
Pintura del siglo XVII
El siglo de oro
Los Austrias Menores
La Contrarreforma
CaracterÃ−sticas de la pintura
Etapas de la vida de Velázquez
Formación
1er viaje a Madrid
2o viaje a Madrid
1er viaje a Italia
Regreso a España
2o viaje a Italia
Etapa final
Comentario de “Las lanzas”
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PINTURA S. XVII
El siglo de oro de las artes
El siglo XVII es por excelencia el Siglo de Oro de la pintura española, y en él florecieron la mayor parte
de las escuelas artÃ−sticas nacionales. Su clientela eclesiástica y conventual promoverá aparatosos lienzos
de altar, en los que triunfa la gloria de los santos, representados de forma naturalista y con efectos de luz. El
predominio del tenebrismo naturalista de influencia italiana habÃ−a empezado con El Escorial. El siglo XVII
es de un gran esplendor, debido a que permite deshacerse de las ataduras provenientes de la Edad Media. El
Renacimiento del siglo XVI es la puerta de entrada para que en los 100 años que corrieron de 1600 a 1700,
la sociedad pudiese zafarse del viejo molde que implantaba métodos rÃ−gidos de comportamiento y
actuación especialmente impuestos por la Iglesia.
Al romper estos viejos moldes se permitió salirse de la rigidez de las estructuras lineales e imprimir nuevas
formas de movimiento especialmente en el campo de las artes como podrÃ−an ser la pintura, escultura y
arquitectura. Este adelanto de imprimir movimiento y el paso de lo estático a lo dinámico se contempla
como el estilo barroco, que es un estilo moderno que deja atrás al manierismo del siglo precedente.
El Barroco es el arte nacido a finales del siglo XVI que abarca el siglo XVII y parte del siglo XVIII, contrasta
con el racionalismo y el clasicismo renacentista que significaba equilibrio y simetrÃ−a. Sin embargo propone
nuevos valores estéticos en los que predomina el movimiento con la utilización de las formas curva, de lo
cóncavo y lo convexo, para crear sus formas. Representan el realismo en sus representaciones, les gusta lo
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teatral y lo escénico.
El objetivo del artista barroco es representar la realidad de forma que exalten los sentimientos para emocionar
al espectador. La obra de arte se presenta como una escena teatral.
La mayorÃ−a de la pintura española es de tema religioso. La iglesia encargó a los artistas obras que
despertasen la fe y los grandes principios católicos. Además es la época de la pintura de Corte; monarcas
y nobles encargan retratos a los pintores.
Destacan José Rivera y Francisco Zurbaran, en la primera mitad del siglo. Participan de las preocupaciones
de los pintores barrocos, tratamiento de la luz, usan colores calidos, naturalismo y complejas composiciones.
Bartolomé Esteban Murillo supo captar con realismo el ambiente de la picaresca infantil. El autor mas
importante de este estilo, considerado hoy en dÃ−a uno de los mejores pintores de la historia, es Diego de
Silva y Velásquez.
El reinado de los Austrias Menores.
La principal innovación en el funcionamiento del sistema polÃ−tico de la monarquÃ−a española en el
siglo XVII fueron los validos. Los validos son personajes, miembros de la aristocracia, en los que el rey
depositaba su total confianza. El monarca se desentendÃ−a de las labores de gobierno y el valido tomaba las
principales decisiones.
Dos razones explican su aparición: las labores de gobierno eran cada vez más complejas y los monarcas
españoles del siglo XVII, los Austrias Menores, no destacaron por su espÃ−ritu laborioso. No fueron un
fenómeno exclusivamente español. Figuras similares aparecieron en otras monarquÃ−as europeas.
Los validos gobernaron al margen del sistema institucional de la monarquÃ−a, al margen de los Consejos. En
su lugar, como órganos de asesoramiento, crearon Juntas reducidas compuestas por sus propios partidarios.
El nuevo sistema significó un aumento de la corrupción. Los validos aprovecharon su poder para conseguir
cargos, pensiones y mercedes para sus familiares y partidarios.
La Contrarreforma Católica.
La renovación de la Iglesia tras el Concilio de Trento encontró en los artistas barrocos de la Europa
católica los propagandistas ideales del nuevo espÃ−ritu. La representación de milagros, entre otros asuntos,
debÃ−a suscitar en los fieles la fe y la piedad. Todo lo divino se rodeaba de esplendor.
En el siglo XVI en Alemania hubo un cisma dentro de la Iglesia católica que dio lugar a la fundación de la
religión protestante, que con el tiempo se subdividió en varias iglesias. A este movimiento que quebrantó
la unidad de la Iglesia católica se le llama Reforma. La respuesta que dio la Iglesia de Roma a la Reforma se
le conoce como Contrarreforma católica, que se inició hacia 1570 y duró cerca de cien años.
Con la Contrarreforma católica, la Iglesia se dedicó a reafirmar su doctrina, defender sus tradiciones y
reformar sus costumbres para defenderse de los protestantes. Para ello, tomó varias acciones como no
permitir más corrupción entre los miembros del clero, fundó nuevas órdenes religiosas para fortalecer a
la institución, etc. Entre las manifestaciones culturales de la Contrarreforma católica en Europa estuvo el
desarrollo del estilo barroco en el arte. El arte barroco, principalmente en pintura y escultura, tuvo como
función difundir el credo católico entre la gente común. Su intención fue introducir al fiel a los misterios
de la fe a través de los sentidos y mostrarle la gloria celestial a la cual podÃ−a aspirar.
Pintura realista y naturalista.
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La pintura barroca se aleja del elitismo manierista en busca de una expresión más didáctica. Es una
pintura realista, naturalista, que dota al cuadro de contenido sugerente, formas ensoñadoras, poesÃ−a y
evocación de lo antiguo, exceptuando los interiores holandeses. Las obras barrocas están dotadas de un
profundo naturalismo. El pintor barroco plasma la realidad tal y como la ve, con sus lÃ−mites imprecisos, sus
formas que salen y entran, los objetos de primer plano intrascendentes, los escorzos y las posturas violentas, y
las composiciones diagonales que dan a la obra gran dinamismo.
Diego de Silva y Velásquez (1599-1660).
Velázquez nació en la andaluza ciudad de Sevilla, en el año 1599. De madre con orÃ−genes sevillanos, y
de padre con orÃ−genes portugueses, su talento afloró a edad muy temprana. A los once años Velázquez
comienza un duro aprendizaje en el taller de Francisco de Herrera el Viejo, un conocido pintor en la Sevilla
del siglo XVII. Debido a desavenencias entre tutor y discÃ−pulo, Velázquez decidió marcharse al año,
pasando a las manos de Francisco Pacheco, pintor de estilo manierista. TranscurrirÃ−an siete años (1617)
hasta que un joven Diego Velázquez, con dieciocho años cumplidos, se instalase como pintor
independiente, tras examinarse en el gremio de pintores de su ciudad natal.
Francisco Pacheco ejerció gran influencia sobre Diego Velázquez, no sólo pictórica, sino, en mayor
grado, cultural y literaria, ya que el maestro Francisco Pacheco era un gran conocedor, como buen hombre
erudito de su época, de la literatura clásica. Sus numerosos contactos e influencias fueron vitales para
lograr el ascenso de Diego Velázquez a la corte española.
A los diecinueve años, Velázquez ya era un pintor independiente y casado (con la hija de su maestro,
Francisco Pacheco) que se dedicarÃ−a, en los seis años siguientes (1618-1623) a elaborar encargos
religiosos y escenas de corte costumbrista, desarrollando la técnica del claroscuro, influido principalmente
por el naturalismo de Caravaggio. La obra clave de esta época es “El aguador de Sevilla” (1620), en la que
el claroscuro intencionado por el autor se muestra con una maestrÃ−a excepcional. Durante estos primeros
años obtiene bastante éxito con su pintura, lo que le permite adquirir dos casas destinadas a alquiler.
A consecuencia del cambio de reinado que habÃ−a tenido lugar por aquellas fechas, en el que Felipe IV
sucede a su padre, Felipe III, toda la corte real, que durante el reinado de Felipe III habÃ−a estado inundada
de nobles castellanos, cambia de fisonomÃ−a, surgiendo como principal figura real el Conde-Duque de
Olivares. à ste, oriundo de AndalucÃ−a, abogó por que la corte estuviera integrada mayoritariamente de
andaluces. Considerando Diego de Velázquez que ésta podrÃ−a ser una oportunidad idónea para
conseguir un puesto de pintor en la corte real madrileña, viajó a Madrid, de donde, tras una primera
tentativa, regresó con las manos vacÃ−as.
En 1623, con la intercesión de Juan de Fonseca, uno de los andaluces en la corte de Felipe IV, FranciscoÂ
Pacheco lograra del Conde-Duque de Olivares una orden de presentación en Madrid para que Velázquez
pintase al monarca. No cabe duda de que el retrato de Velázquez fue magistral, pues constituyó el aval que
le aseguró la tan ansiada presencia indefinida en la corte real. Obtiene el tÃ−tulo de Pintor del Rey Felipe
IV, gran amante de la pintura. A partir de ese momento, empieza su ascenso en la Corte española,
realizando interesantes retratos del rey y su famoso cuadro “Los Borrachos”.
Pero todavÃ−a estarÃ−a por llegar el hecho que marcó para siempre la vida artÃ−stica del genial pintor: en
1628, Rubens, pintor de la escuela flamenca, visita Madrid y, de la mano de Velázquez, visita el monasterio
de El Escorial y accede a la pinacoteca real y al conocimiento de los grandes pintores renacentistas italianos,
especialmente Tiziano, que fue uno de los pintores favoritos de Carlos I y que tanta influencia ejerció en la
pintura de Velázquez. Para continuar su formación, Rubéns aconseja a Velázquez que visite Italia, que
no se centre únicamente en el influjo español, y que indague en la pictórica renacentista, para poder dar
un giro completo a su carrera.
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Diego Velázquez siguió las indicaciones de Rubens y partió del Puerto de Barcelona con un buen salario
en sus bolsillos, el 10 de agosto de 1629. Esto marcarÃ−a un antes y un después en la vida artÃ−stica de de
Diego Velázquez, pues no se concebÃ−a, en pleno siglo XVII, que un pintor no acudiera a Italia como parte
de su formación. Velázquez llegó a Génova el 23 de agosto de 1629, desde donde empezó una gira
por los principales estados italianos, hasta llegar a Roma, donde se alojarÃ−a, en un principio, en el Palacio
Vaticano, bajo la protección del Cardenal Barberini, aunque, posteriormente quiso trasladarse a Villa
Médicis, donde pintarÃ−a sus famosas Vistas de la Villa Médicis. AllÃ−, Velázquez entró en
contacto directo con la teorÃ−a y la práctica del arte italiano de su tiempo y de su esplendoroso pasado, y
realiza su segundo aprendizaje al estudiar las obras de Tiziano, Tintoretto, Miguel Ôngel, Rafael y Leonardo.
Y asÃ−, Velázquez pudo medir su conocimiento anatómico, realizando obras como “La fragua de
Vulcano”. Seguramente bajo la influencia del clasicismo temprano, con referencias a la estatuaria clásica.
También realiza “La túnica de José”, con mención a Guido Reni. Tras caer enfermo, Diego
Velázquez decidió marcharse de Roma para ir a Nápoles. AllÃ− Velázquez conoció a personalidades
como la reina de HungrÃ−a MarÃ−a de Austria, a quien retrató (1630), o al gran estandarte de la pintura
española en Italia, José de Ribera.
Con el retrato de MarÃ−a de Austria, Velázquez culmina una etapa artÃ−stica (1623-1631) que estarÃ−a
marcada por la sencillez y la elegancia en su pintura.
En 1631, Velázquez regreso a España y recibe el encargo de retratar al prÃ−ncipe Baltasar Carlos, que
habÃ−a nacido durante su estancia en el extranjero. Quizás sea este encargo el que haga al mundo
artÃ−stico ver el cambio que habÃ−a experimentado la pintura de Diego Velázquez, que ya no es tenebrista:
se iluminan los ambientes, se llenan de modernidad las figuras y las escenas, y la libertad artÃ−stica se hace
más patente que nunca. El color se aviva, renace y surge intenso.
La década de 1630 es de gran importancia para el pintor, que recibe interesantes encargos para el Palacio
del Buen Retiro como “Las Lanzas” y para la Torre de la Parada, como los retratos de caza. Su pintura se hace
más colorista destacando sus excelentes retratos, el de MartÃ−nez Montañés o La Dama del Abanico,
obras mitológicas como “La Venus del Espejo” o escenas religiosas como el “Cristo Crucificado”.
Paralelamente a la carrera de pintor, Velázquez desarrollará una importante labor como cortesano,
obteniendo varios cargos: Ayudante de Cámara durante 9 años, que supone los favores reales, dado que se
convierte en una de las personas más próximas al monarca. Esta carrera cortesana le restará tiempo a su
faceta de pintor, lo que motiva que su producción artÃ−stica sea, desgraciadamente, más limitada.
Por otra parte, tras este nombramiento, se suceden una serie de desgracias en la corte y en las proximidades
del monarca: caÃ−da del poder del valido del rey, el Conde-Duque de Olivares (que habÃ−a sido protector
suyo), la muerte de la reina Isabel en 1644, la muerte de su suegro y maestro Francisco Pacheco, el 27 de
noviembre de ese mismo año, y la defunción del prÃ−ncipe Baltasar Carlos, a los 17 años de edad.
Tras todos estos sucesos, Diego Velázquez, consternado, decide irse en 1648 a Italia por segunda vez, como
embajador y artista español, ya que llevaba entre sus manos misiones oficiales, y también por motivos
personales, buscando el reconocimiento social que en Italia que desde el Renacimiento se les negaba a los
artistas en España. Tras salir de Málaga, Diego Velázquez llega a Génova el 21 de enero de 1649. De
nuevo Velázquez realiza un recorrido por los principales estados italianos, aunque en dos etapas: la
primera, que llega hasta Venecia, donde adquiere obras de Veronés y Tintoretto para el monarca español;
y la segunda, que llega hasta Roma, tras pasar por Nápoles, donde se reencuentra con Ribera. En Roma
retrata al pontÃ−fice Inocencio X, obra en la que, utilizando como medio el contraste de luces, consigue
llenar de expresividad todo el cuadro. Hay teorÃ−as que adjudican la famosa “Venus del Espejo” a esta etapa
en Italia. El tema de la Venus ya habÃ−a sido tratado en multitud de versiones por dos de los maestros que
más influencia tuvieron en la pintura velazqueña: Tiziano y Rubens. La Venus de Diego Velázquez
aporta al género una nueva variante: la diosa se encuentra de espaldas y muestra su rostro al espectador en
un espejo.
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Se puede observar que, desde que Velázquez desembarcara en Génova, y tal como le ocurriera en su
primer viaje, vuelve a transformar su estilo pictórico, dotándole de la luz que tanta ausencia habÃ−a tenido,
mediante la cual exagera la perspectiva y llega a conseguir la perspectiva aérea. Estas transformaciones
estarÃ−an vigentes hasta el fin de sus dÃ−as.
Diego Velázquez regresó a España en 1651, dos años después de su partida, con obras de arte
compradas para Felipe IV. Tras su regreso, Felipe IV lo nombra Aposentador Real, cargo que le quita gran
cantidad de tiempo para desarrollar su labor pictórica. No obstante, es en la etapa final de su pintura cuando
alcanza su máximo desarrollo y realiza sus dos obras maestras: “La familia de Felipe IV” o “Las Meninas”
(1656) y “La fábula de Aracné”, conocida popularmente como “Las Hilanderas”.
Estos últimos años de la vida del pintor estarán marcados por su obsesión de conseguir el hábito de la
Orden de Santiago, que suponÃ−a el ennoblecimiento de su familia, la cual le fue concedida en 1959. Por ello
se incluye la cruz de Santiago al cuadro de “Las Meninas” después de haberlo terminado. Diego
RodrÃ−guez de Silva y Velázquez murió en Madrid el 6 de agosto de 1660, tras haber padecido una larga
enfermedad. Velázquez fue enterrado al dÃ−a siguiente con todos los honores de la Orden de Santiago en la
iglesia de San Juan Bautista. Su mujer, Juana Pacheco, murió siete dÃ−as después.
La rendición de Breda.
Obra pictórica de carácter civil y estilo barroco español. Es un óleo sobre lienzo cuyo autor es Diego de
Silva y Velásquez, y titulada “ La rendición de Breda ” o “ Las lanzas ”. Actualmente se encuentra en el
Museo del Prado de Madrid.
El cuadro representa un hecho histórico sucedido durante las guerras religiosas contra los protestantes en los
PaÃ−ses Bajos.
Se muestra a ambos ejércitos, uno frente al otro, el español a nuestra derecha y el holandés a la
izquierda. Ambos ejércitos portan ropas y armas distintas. Mientras los españoles van armados con
lanzas, el ejércitos de Flandes posee picas y fusiles.
Casi todo el espacio esta ocupado por sendos ejércitos, excepto la parte superior izquierda, donde se
muestra un paisaje que dota de lejanÃ−a al cuadro.
En la obra, el gobernador holandés, Justino Nassau, entrega las llaves de la ciudad al general español,
Ambrosio de Spinola, mientras realiza una reverencia, y este ultimo le expresa lo innecesario de esa acción,
mediante la colocación de su mano sobre el hombro del gobernador holandés. Intenta exiliar la idea de
guerra, sangre, muerte, etc., que solo se intuye en la columna de humo que surge en segundo plano. Para ello,
muestra a ambos ejecitos en actitud conciliadora y pacifica, evitando al ganador orgulloso y engreÃ−do, y al
perdedor humillado.
Velázquez emplea el realismo en este obra, visible en el naturalismo de los personajes, en la colocación de
algunas lanzas torcidas, en el caballo situado de espaldas al espectador, hecho insólito ya que lo mas
resaltado de dicho caballo es el trasero ,etc.
El autor quiere hacer participe al espectador en la escena, por lo que sitúa algunos personajes de espaldas, y a
otros mirando al espectador, lo que da la sensación de ser parte de la acción representada.
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