2A EXPRESO Domingo 5 de Julio de 2009 ANA ENCONTRÓ SU PERDICIÓN EN EL CRYSTAL Trueque q mortal Él se fue, me durmió con una de las Él se fue, mecuando durmió escuché con una que dosis, yo me desperté de las dosis, yo meladesperté cuando me estaban tumbando puerta, era una escuché que me estaban tumbando redada de policías, fui a dar hasta la AFI, la puerta, era una redada fui a llegaron con patrullas y comodesipolicías, fuera una dar hasta AFI, llegaronme con patrullas delincuente, melaesculcaron, esposaron y como sia fuera una delincuente” y me llevaron la comandancia y me Ana, adicta al crystal trasladaron a la AFI” Por Zorayda Gallegos [email protected] ¿SABÍAS QUE... Ana Adicta al crystal El 1 de agosto de 2008 fue publicada esta historia premiada por la Sociedad Interamericana de Prensa. NO TIENE TUBERCULOSIS SIMULACRO PERFECTO Jorge Hernández, quien estuvo durante varios días en El Mundito, es atendido en el Hospital General y presenta desnutrición. 3B SORPRENDEN EN EL CERESO Autoridades realizaron un ensayo de incendio en las instalaciones de la planta eléctrica Guaymas II y todo resultó con buena respuesta. 6B Autoridades realizaron un cateo sorpresa a los internos del Centro de Rehabilitación y decomisaron varios celulares. 4B HERMOSILLO Sección B E X P R E S O Viernes 1 de Agosto de 2008 Editora: Myrna Alonso Coeditor: Allan de la Rosa Coeditor gráfico: Ernesto Rodríguez Correo: [email protected] ANA ENCONTRÓ SU PERDICIÓN EN EL CRYSTAL Trueque“ mortal Esta joven de Huatabampo tiene una segunda oportunidad con su rehabilitación Él se fue, me durmió con una de las dosis, yo me desperté cuando escuché que me estaban tumbando la puerta, era una redada de policías, fui a dar hasta la AFI, llegaron con patrullas y como si fuera una delincuente, me esculcaron, me esposaron y me llevaron a la comandancia y me trasladaron a la AFI” Por Zorayda Gallegos [email protected] Las armas estaban regadas por toda la casa: en la mesa, en los sillones, en la cama. Junto a ellas, unos fajos de dólares, celulares, las cartas de un juego de barajas y cinco tarros de cerveza espumosa que se desbordaban con cada golpe sobre el mueble. Un conjunto norteño animaba la fiesta. Alrededor de la mesa, cinco sujetos se disputaban una partida. Sentados sobre sus sillas, mientras bebían un sorbo de cerveza, con la otra mano aventaban las cartas: corazones, diamantes y tréboles. Y pagaban con dólares. Billetes de 50, de 100. No menos. Ellos tenían varias características en común: eran altos, jóvenes y atractivos. Vestían ropa vaquera: sombrero, botas y cinto piteado. Poco serios y muy depravados. Ahí, platicaban de mujeres, de dinero, de ganado, de ranchos. Discutían por cargamentos, peleaban terrenos, apostaban carros y hablaban por celular. Gritaban, daban instrucciones, se enojaban, reían y así volvían al juego. Música, fiesta, euforia y en el fondo de la habitación: Ana, en silencio. Sentada en una silla. Con una camisola, una bota puesta, sin ropa interior y mucho miedo. Ahí, asimilaba los efectos de una dosis de crystal mezclada con alcohol, que había consumido unas horas atrás. En ese letargo, sintió la punta de algo desafiante en su nuca que se escabullía entre su cabello mal arreglado y desteñido. Volvió la mirada hacia atrás y sobre su hombro estaban esos ojos lujuriosos, de pupilas grandes y vacías. Esos ojos de furia de uno de los sujetos que la habían llevado esa noche a la casa. El hombre presumía en su mano derecha una pistola calibre 38. Decisivo e intimidante comenzó a recorrer el cuello de Ana con el arma. Rozó su cabello, sus labios, sus mejillas y se desplazó a sus senos. Ahí, apretó contra su pecho la punta de la pistola y ella reaccionó con un grito, con miedo, con una grosería. -Estás loco, ¿qué te pasa cabrón? Con arma en mano, el hombre la tiró al piso y ahí le recordó los motivos por los que estaba esa noche en ese rancho, de madrugada, sola, con puros hombres, semidesnuda y drogada. -Mira, pinche vieja, aquí tú vas hacer lo que nosotros queramos, si no te vamos a matar porque nosotros te compramos y eres de nosotros, le gritó. Ana Adicta al crystal ¿SABÍAS QUE... “ Teníamos una semana en ese hotel, después de esa semana mi novio desarrolló la celotipia, empezó con celos, alucinaciones, que yo estaba con otro hombre, a él se le perdieron unas Teníamos una cosas y me echó lasemana culpa. en ese hotel, despuésade esa semana Me comenzó golpear con mi novio desarrolló celotipia, empezó los puños, la me daba contra la con celos, yoyestaba pared.alucinaciones, Me destrozó laque ropa con otro hombre, a él se le perdieron me fracturó la nariz” Ana, adicta al crystal unas cosas y me echó la culpa” “ Ana, adicta al crystal bitual un poco temerosa pero muy drogada. Ese día recorrió con corrales llenos de ganado, cuatro camionetas blindados afuera y a los alrededores sólo inmensidad. Un silencio inmenso como la sierra que rodeaba el lugar. La fiesta comenzó desde las 9:00 de la mañana y se terminó en la media noche, cuando Ana se retractó del trato hecho. Estaba dispuesta a devolver los 400 dólares que le pagarían por ser complaciente esa noche con los cinco hombres. Uno por uno. El trato lo rompió, cuando uno de ellos, apodado el “chico bolas” se acercó a hacer válido el trueque con una pistola calibre 38 en mano y le ofreció 300 dólares más por invitar a otro de sus amigos. Ella se negó, pero los hombres se pusieron violentos. -Quieras o no, tú vas hacer lo que nosotros queramos -le advirtió. 9 de la mañana y se terminó en la medianoche, cuando Ana se Cerró los ojos, apretó las manos a la silla donde estaba sentada y dejó que la tocaran. Ellos reían, consumían droga, la maldecían, la insultaban y tomaban cerveza. La punta de la pistola calibre 38 seguía recorriendo su cuerpo. Tosca, intimidante y desafiante. Pero Blanca la paró en seco. Por miedo, por asco, por repulsión. Ella no soportó, salió de esa casa corriendo y después de correr y correr, llegó a un camino de terracería con el sol a cuestas, sin la única bota que llevaba puesta y con los pies destrozados por las espinas. Ahí, encontró a un automovilista que por un puño de dólares la llevó hasta Huatabampo. Porque Ana es de Huatabampo, municipio de tierra caliente, que colinda al sur con Sinaloa, territorio de narcos. Ahí vivía en una humilde vivienda que su madre sostenía con el dinero que ganaba limpiando casas y que ella se gastaba comprando droga. Su relación con su madre nunca fue la mejor. Ella siempre se quejaba porque los pesos que ganaba no le alcanzaban y las deudas le sobraban. Entre ese cúmulo de resentimientos, Ana se dedicaba a estudiar. Estaba en tercer semestre de preparatoria, pero tenía pocas amigas y se sentía sola. Además, cada día crecía su depresión porque aumentaba de peso y su ropa no le quedaba. Así, a los 17 años, la joven dejó sus estudios cuando una amiga le ofreció una dosis explosiva, con la que en un inicio perdió kilos, y en cuatro años la hizo perder familia, desertar en la escuela, truncar sus sueños y por unos meses perder su libertad. Dice que su madre nunca la vio a los ojos: no se dio cuenta de las ojeras que enmarcaba esas pupilas, que comenzaron a lucir pequeñas y hundidas. Pasaron tres años para que la mujer un día la encontrara en las peores condiciones. “Llegaba drogada a mi casa y no se daba cuenta, ella misma se cegaba, a veces no llegaba, no dormía por las noches y mi mamá se hacía la tontita, al siguiente día llegaba con la ropa desgarrada, toda amanecida, sucia y tampoco decía nada”, comenta. ••••• La primera vez que su madre lloró con Ana, fue cuando la encontró en unos departamentos. Estaba sucia, intoxicada y con la ropa rota. Se paró frente a ella y desde abajo, donde estaba tirada en el suelo, la joven la miraba, como implorando ayuda. “Me invadí de vergüenza, La relación con su madre nunca fue la mejor. Ella siempre se quejaba porque los pesos que ganaba no le alcanzaban y las deudas le sobraban. Entre ese cúmulo de resentimientos, Ana se dedicaba a estudiar. Estaba en tercer semestre de prepa, pero tenía pocas amigas y se sentía sola. Además, cada día crecía su depresión porque aumentaba de peso y su ropa no le quedaba. Así, a los 17 años, la joven dejó sus estudios cuando una amiga le ofreció una dosis explosiva, con la que en un inicio perdió kilos, y en cuatro años la hizo perder su familia, desertar en la escuela, truncar sus sueños y por unos meses perder su libertad. Dice que su madre nunca la vio a los ojos: no se dio cuenta de las ojeras que enmarcaban sus pupilas, que comenzaron a lucir pequeñas y hundidas. Pasaron tres años para que la mujer un día la encontrara en las peores condiciones. Sufrimiento en familia La primera vez que su madre lloró con ella, fue cuando la encontró en unos departamentos. Estaba sucia, intoxicada y con la ropa rota. Se paró frente a ella y desde abajo, donde estaba tirada en el suelo, la joven la miraba, como implorando ayuda. “Me invadí de vergüenza, la vi sufriendo, llorando, muy angustiada. Me vio, me abrazó, me dijo que si necesitaba ayuda estaba dispuesta a ayudarme”, recuerda. Así fue como llegó a un centro de rehabilitación en Huatabampo, donde estuvo un mes y medio hasta que un día, cuando salió a vender dulcesitos a la calle, el vicio la traicionó y compró droga. Así, volvió al centro, donde se drogó hasta que mejor escapó. No regresó a su casa, se fue a la calle, a delinquir: en las plazas, en los bancos, en los supermercados. Hasta que encontró otra forma de obtener dinero: la prostitución. La segunda vez que entró a un centro fue nuevamente por su mamá. Esta vez, sólo duró una semana y volvió a escapar. Regresó a su casa donde estuvo un par de días sin probar ninguna droga, hasta que su novio comenzó a visitarla y a darle crystal, su mayor debilidad. “ Tras la libertad Teníamos una semana en ese hotel, después de esa semana mi novio desarrolló la celotipia, empezó con celos, alucinaciones, que yo estaba con otro hombre, a él se le perdieron unas cosas y me echó la culpa. Me comenzó a golpear con los puños, me daba contra la pared. Me destrozó la ropa y me fracturó la nariz” Ana, adicta al crystal Una mala decisión Ese día Ana había llegado desde temprano a un rancho en los alrededores de Álamos. Un vendedor de damas la había contactado en Hutabampo con un grupo de hombres que buscaban una mujer que los divirtiera por una noche. Ellos miraron fotografías de varias chicas y escogieron a la muchacha. Y así fue como llegó ese día a los alrededores del pueblo: tal vez porque los hombres se impresionaron por su juventud o quizás por su maldita suerte, comenta ahora. Ana llegó en su estado ha- Alán Rodríguez / EXPRESO Las armas estaban regadas por toda la casa: en la mesa, en los sillones, en la cama. Junto a ellas, unas fajas de dólares, celulares, las cartas de un juego de barajas y cinco tarros de cerveza espumosa, que se desbordaban con cada golpe sobre el mueble. Un conjunto norteño animaba la fiesta. Alrededor de la mesa cinco sujetos ses disputaban un juego. Sentados da. sobre sus sillas, mientras bebían enun sorbo de cerveza, con la otra eza, mano aventaban las cartas: ncolas razones, diamantes y tréboles. ntes Y pagaban con dólares. Billedótes de cincuenta, de cien. No . No menos. Todos tenían características cteen común: eran altos, jóvenes y ltos, no muy atractivos. Vestían ropa tían vaquera: sombrero, botas y cinotas to piteado. Poco serios y muy os y depravados. Ahí, platicaban de mujeres,s,de de dinero, de ganado, de ranchos. hos. Discutían por cargamentos, tos, peleaban terrenos, apostaban ban carros y hablaban por celular. ular. Gritaban, daban instrucciones, nes, se enojaban, reían y así volvían vían al juego. Música, fiesta, euforia yyen en el fondo de la habitación: Ana, Ana, en silencio. Sentada en unaasisilla. Con una camisola, una bota bota puesta, sin ropa interior y mumucho miedo. Ahí, asimilabaalos los efectos de una dosis de crystal ystal mezclada con alcohol, que haabía bía consumido unas horas atrás. s. Sustancia que comenzaba a propunvocar otros efectos. nuca bello En ese letargo, sintió la punta olvió de algo desafiante en su nuca e su que se escabullía entre su cabeuriollo mal arreglado y desteñido. cías. Volvió la mirada hacia atrás y e los sobre su hombro, estaban esos o esa ojos lujuriosos, de pupilas grandes y vacías. Esos ojos de furia su de uno de los sujetos que la n hacabían llevado una noche de septiembre a esa casa. coEl hombre presumía en su Ana mano derecha una pistola ca, sus libre 38. lazó Decisivo e intimidante comenzó a recorrer el cuellontra de ola y Ana con el arma. Rozó su cabello, sus labios, sus mejillas y con se desplazó a sus senos. Ahí, aprecató contra su pecho la puntaa de la pistola y ella reaccionó: con omun grito, con miedo. Con una ordó grosería. -Estás loco, qué te pasa taba camabrón –le espetó la joven. omCon arma en mano, el homda. bre la tiró al piso y ahí le recordó uí tú los motivos por los que estaba queesa noche en ese rancho, de maatar drugada, sola, con puros hommos bres, semidesnuda y drogada. -Mira pinche vieja, aquí tú vas hacer lo que nosotros queramos, sino te vamos a matar desporque nosotros te compramos y eres de nosotros -le gritó. n los ven••••• Ese día Ana había llegado desde temprano a un rancho en los alrededores de Álamos. Un vendedor de damas la había contactado en Huatabampo con un grupo de hombres que buscaban una mujer que los divirtiera por una noche. Ellos miraron fotografías de varias chicas y escogieron a la muchacha. Tal vez fue el azar, su belleza o su maldita suerte, comenta ahora. Y así fue como llegó ese día a los alrededores del pueblo en su estado habitual: un poco temerosa, pero muy drogada. Ese día recorrió veredas, atravesó brechas y llegó hasta ese punto. A la sierra, donde hacía frío, pero ella sentía calor, donde los narcotraficantes habían llegado a esconderse y ella a venderse. Después de varias horas de camino llegó a la guarida de sus compradores: un rancho, PREMIO SIP Alán Rodríguez / EXPRESO ““ Esta joven de Huatabampo tiene una segunda oportunidad con su rehabilitación bitual un poco temerosa pero muy drogada. Ese día recorrió veredas, atravesó brechas y llegó hasta ese punto. A la sierra, donde hacía frío,pero ella sentía calor, donde los narcotraficantes habían llegado a esconderse y ella a venderse. Después de varias horas de camino llegó a la guarida de sus compradores: un rancho, con corrales llenos de ganado, cuatro camionetas blindadas afuera y a los alrededores sólo inmensidad. La fiesta comenzó desde las 9 de la mañana y se terminó en la medianoche, cuando Ana se retractó del trato hecho. Estaba dispuesta a devolver los 400 dólares que le pagarían por ser complaciente esa noche con los cinco hombres. Uno por uno. El trato lo rompió cuando uno de ellos, apodado “el Chico Bolas”, se acercó para hacer válido el trueque con una pistola calibre 38 en mano y le ofreció 300 dólares más por invitar a otro de sus amigos. Ella se negó, y los hombres se pusieron violentos. -Quieras o no, tú vas hacer lo que nosotros queramos, le advirtió. Cerró los ojos, apretó las manos a la silla donde estaba sentada y dejó que la tocaran. Ellos reían, consumían droga, la maldecían, la insultaban y tomaban cerveza. El escape Ella no soportó, salió de la casa corriendo y después de correr y correr, llegó a un camino de terracería con el sol a cuestas y con la única bota que llevaba puesta. Con los pies destrozados por las espinas; ahí, encontró a un automovilista que por un puño de dólares la llevó hasta Huatabampo. Porque Ana es de Huatabampo, municipio de tierra caliente, que colinda al sur con Sinaloa, territorio de narcos. Ahí vivía en una humilde vivienda que su madre sostenía con el dinero que ganaba limpiando casas y que ella se gastaba comprando droga. Ahora que está en recuperación un sueño la persigue en las noches: está nuevamente en una habitación, sola, consumiendo crystal, desgarrando las ventanas para salir de ahí. Se desespera, grita, se aruña, llora, y de pronto despierta con miedo. Se da cuenta de que ahora no está en la calle, tirada, desprotegida, intoxicada ni golpeada, pero es una desesperación que no puede contener: que oprime su pecho porque se siente nuevamente angustiada, desesperada, fatigada. Ana llegó al albergue después de permanecer detenida por portación de armas y droga. La detuvieron cuando estaba sola en un hotel en Huatabampo. Ahí la había abandonado su novio con la droga que él vendía y con las armas que utilizaba para protegerse. Los policías le contaron que fue su novio quien la denunció y ella lo comprobó unos días después cuando él fue a burlarse y revelarle los motivos por los cuales había hecho eso. Con esa confesión ella tomó una decisión: recuperarse. Después de que se comprobó que las armas no eran de ella, le ofrecieron hospicio en un albergue, donde ahora está en recuperación. un centenar de artistas repintará la ‘East Side Gallery’, el mayor tramo del Muro de Berlín que sigue en pie, y que tras la reunificación quedó decorado con grafitis, como el famoso Beso fraterno entre Leonid Bresnev y Erich Honecker? la vi sufriendo, llorando, muy angustiada. Me vio, me abrazó, me dijo que si necesitaba ayuda estaba dispuesta a ayudarme”, recuerda. Así fue como llegó a un centro de rehabilitación en Huatabampo, donde estuvo un mes y medio hasta que un día, cuando salió a vender dulcecitos a la calle, el vició la traicionó y compró droga. Así, volvió al centro, donde se drogó hasta que mejor escapó. No regresó a su casa, se fue a la calle, a delinquir: en las plazas, en los bancos, en los supermercados. Hasta que encontró otra forma de obtener dinero: la prostitución. La segunda vez que entró a un centro fue nuevamente por su mamá, cuando la encontró en aquel departamento: sucia y con las esperanzas rotas. Esta vez, sólo duró una semana y volvió a escapar. Regresó a su casa, donde estuvo un par de días sin probar ninguna droga, hasta que su novio comenzó a visitarla y a darle cristal, su mayor debilidad. Ahora está en recuperación, pero un sueño la persigue en las noches: está nuevamente en una habitación, sola, consumiendo crystal, desgarrando las ventanas para salir de ahí. Se desespera, grita, se aruña, llora, y de pronto despierta: con miedo. Se da cuenta que ahora no está en la calle, tirada, desprotegida, intoxicada ni golpeada, pero es una desesperación que no puede contener: que oprime su pecho porque se siente nuevamente angustiada, desesperada, fatigada. ••••• Ana llegó al albergue después de permanecer detenida por portación de armas y droga. La detuvieron cuando estaba sola en un hotel en Huatabampo. Ahí la había abandonado su novio con la droga que el vendía y con las armas que utilizaba para protegerse. “Teníamos una semana en ese hotel, después de esa semana mi novio desarrolló la celotipia, empezó con celos, alucinaciones, que yo estaba con otro hombre, a él se le perdieron unas cosas y me echó la culpa. Me comenzó a golpear con los puños, me daba contra la pared. Me destrozó la ropa y me fracturó la nariz. “Él se fue, me durmió con una de las dosis, yo me desperté cuando escuché que me estaban tumbando la puerta, era una redada de policías, fui a dar hasta la AFI, llegaron con patrullas y como si fuera una delincuente, me esculcaron, me esposaron y me llevaron a la comandancia y me trasladaron a la AFI”, relata. Los policías le contaron que fue su novio quien la denunció y ella lo comprobó unos días después cuando él fue a burlarse y revelarle los motivos por los cuales había hecho eso. Con esa confesión ella tomó una decisión: recuperarse. Después de que se comprobó que las armas no eran de ella, le ofrecieron hospicio en un albergue, donde ahora está en recuperación. Lo último que supo de su novio es que se estaba drogando más que nunca, que dejó a su familia, a sus hijos y está con la pareja por la cual la dejó: un hombre, joven. Muy joven. el crystal es una variedad de anfetamina altamente tóxica. Tiene la textura salitrosa de un polvo blanco, similar a la cocaína, y quienes la consumen lo hacen inhalándola, fumándola y a veces inyectándose?