20 TRIBUNA BOLETÍN FUNDACIÓN BBVA N.º 16 - I/2009 J. L .G.ª Fierro, J. M. Campos, M. López Granados, M. A. Peña, S. Rojas y P. Terreros Departamento de Estructura y Reactividad del Instituto de Catálisis y Petroleoquímica, CSIC (Madrid) Catálisis para energía limpia y química sostenible N uestro planeta es un entorno prácticamente cerrado, con recursos naturales limitados e incapaz de soportar durante largo tiempo un consumo que crece de forma exponencial. El uso racional de estos recursos que proporcione a los ciudadanos lo necesario para subsistir y progresar sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras es el objetivo del desarrollo sostenible. Hasta ahora la energía, el agua y los alimentos se han considerado casi ilimitados y su acceso solamente dependería de la capacidad tecnológica para extraerlos y utilizarlos. Además, el uso indiscriminado de los combustibles fósiles en los países industrializados ha traído consigo el deterioro progresivo del entorno natural. El concepto de desarrollo sostenible y energía limpia ha calado profundamente en todos los estratos de nuestra sociedad. Numerosos estudios reconocen que es necesario desarrollar nuevas tecnologías que permitan afrontar los retos a los que se enfrenta la sociedad actual, y especialmente en el área de química sostenible y energía limpia. Es en este punto donde la catálisis desempeña un papel primordial, en cuanto que permite alcanzar estos objetivos en un entorno de desarrollo sostenible. Los nuevos procesos energéticos y químicos deben apoyarse en la catálisis, puesto que el empleo de catalizadores altamente selectivos minimiza las necesidades energéticas y ayuda a reducir, o incluso eliminar, el impacto medioambiental de los subproductos obtenidos. Por otra parte, los recientes avances científico-técnicos han mostrado que las tecnologías catalíticas pueden dar lugar a nuevos procesos para la obtención de energía limpia y nuevas rutas químicas que permitirán que la industria química sea sostenible. Conscientes de la relevancia que tiene este concepto para el desarrollo armónico de nuestro planeta, hemos organizado el Simposio Internacional Catalysis for Clean Energy and Sustainable Chemistry, con asistencia de expertos nacionales e internacionales en la distintas áreas. En este foro se han debatido los avances recientes, se han planteado estrategias y se han perfilado opciones de futuro que ofrecen las nuevas tecnologías en varias direcciones: la producción de combustibles alternativos a los convencionales de origen fósil, principalmente hidrógeno; la utilización de la materia vegetal (celulósica) como materia prima renovable en los procesos de fabricación de biocombustibles y productos químicos; y la generación de electricidad mediante celdas de combustible. Evidentemente, la tecnología catalítica es el sustrato que subyace en todas ellas. En cuanto a los combustibles alternativos, el hidrógeno se considera la energía más atrac- tiva para un futuro próximo debido a que su combustión no es contaminante. El hidrógeno cuando se combina con el oxígeno del aire libera la energía química almacenada generando solamente vapor de agua. Además, puede almacenarse como gas a presión, como líquido en tanques, o distribuirse mediante gasoductos, por lo que se intuye que puede reemplazar al gas natural a medio-largo plazo. La tecnología convencional de producción de hidrógeno utiliza el gas natural como materia prima. Si bien esta tecnología es la más económica, y por ello está implantada en la industria, tiene como desventaja la emisión de grandes cantidades de dióxido de carbono durante el proceso de producción. Obviamente, las mayores oportunidades de producción de hidrógeno las ofrecen los precursores no fósiles, es decir, fotocatálisis, ciclos de reducción y oxidación con óxidos metálicos y biomasa, donde se esperan los mayores cambios. El atractivo del hidrógeno es aún mayor cuando se utiliza como combustible en las celdas de combustible. En estos dispositivos se convierte la energía química almacenada en la molécula H2 en energía eléctrica, mediante un proceso que no está sometido al ciclo de Carnot. Por esta razón, la eficiencia energética resulta entre dos y tres veces superior a la de un motor térmico. Teniendo en cuenta esta particularidad, la transformación de distintos precursores de origen fósil y, aún mejor, la utilización de energías renovables en la producción de H2 que pueda convertirse después en electricidad mediante las celdas de combustible ofrece una ventaja notable. El funcionamiento de las pilas de combustible es similar en todos los casos. El combustible, idealmente el hidrógeno, se alimenta en un electrodo donde se oxida generando electrones e iones (protones en el caso del hidrógeno). Los electrones se conducen hacia el cátodo por un circuito eléctrico, generando así una corriente eléctrica que se puede utilizar para producir un trabajo. En el cátodo, estos se combinan con los protones –que viajan a través de un electrolito– y con oxígeno, generando agua. Así, en una celda de combustible de membrana polimérica en la que se alimente hidrógeno y oxígeno, se obtendrá una corriente eléctrica y agua como el único subproducto. Cabe señalar el hecho de que es posible obtener energía a partir del hidrógeno mediante otros dispositivos, pero los más eficientes y limpios para este proceso son las celdas de combustible. Aunque la tecnología de las celdas de combustible aplicada a sectores tales como dispositivos portátiles y automoción se encuentra aún en fase de investigación y/o prototipo, la empresa Honda ha anunciado recientemente la comercialización de un vehículo, el FCX Clarity, alimentado por hidrógeno y propulsado por una celda de combustible de membrana polimérica. En la actualidad, cuando las reservas probadas de petróleo empiezan a declinar, y cuando la demanda energética de las economías emergentes crece progresivamente, es imperativo desarrollar procesos económicos y eficientes en términos energéticos capaces de producir combustibles y productos químicos por vías sostenibles. A este respecto, la biomasa es la única fuente sostenible. Los biocombustibles producen menor cantidad de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) que los combustibles fósiles. En el documento The Roadmap for Biomass Technologies, elaborado por una comisión de veintiséis expertos procedentes de la industria, el mundo académico y distintas agencias gubernamentales, se ha establecido que para 2030 un 20% de los combustibles de transporte y un 25% de los productos químicos utilizados en la industria procederán de la biomasa. La percepción actual es que los biocombustibles no podrán sustituir totalmente a los combustibles fósiles, pero sí complementarlos en forma de diferentes mezclas con el fin de reducir la dependencia respecto del petróleo, a diferencia de otras alternativas que son excluyentes (por ejemplo, los gases licuados del petróleo) y necesitan cierta duplicación del sistema motor. En el mismo sentido, los biocombustibles pueden utilizar la misma red logística de distribución que los combustibles fósiles. Además, uno de los principales impulsos del actual desarrollo de los biocombustibles está relacionado con sus características medioambientales y, en especial, con el hecho de que son la medida de mayor efecto, si no la única, para disminuir las emisiones del sector del transporte y reducir su incidencia sobre el cambio climático. Por ello, muchas compañías del sector de la energía, incluyendo las tradicionales del petróleo y químicas, han empezado a desarrollar tecnologías e infraestructuras para producir biocombustible y productos químicos derivados de los residuos vegetales. Estas direcciones de avance y conocimiento se en­globan bajo un mismo epígrafe de biorrefinería. Los biocarburantes líquidos, como únicos sustitutos directos del petróleo en el transporte, tienen una elevada prioridad política bien justificada. Además, el crecimiento constante en el sector del transporte no ha permitido aún la estabilización de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), a pesar de los considerables esfuerzos realizados por la industria. Los biocombustibles son una forma cara de reducir las emisiones GEI, pero dentro del transporte son una de las dos únicas medidas que tienen posibilidades razonables de lograrlo en un grado significativo en el futuro inmediato.