La ventana indiscreta - Virtualia - Escuela de la Orientación Lacaniana

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Octubre / Noviembre - 2008
MISCELÁNEAS
La ventana indiscreta [*]
Blanca Sánchez [**]
La autora se pregunta cuales son los sujetos que se asoman a y por estas ventanas que se abren
en la actualidad. Los blogs como los fotologs son lugares en donde se encuentran las personas,
donde constituyen lazos, aunque sean virtuales. Las autobiografías modernas tienen la misma
presentación que los dichos y los sujetos que llegan a nuestros consultorios, sobre todo los de
las generaciones más jóvenes. Lejos estamos de la novela familiar del neurótico de la que se
puede desprender su mito individual; los sujetos llegan trayendo relatos fragmentados de una
vida, instantáneas de sucesos padecidos, actuaciones en un desesperado llamado al Otro, todo
sin pasado, solo instantes presentes, imágenes que se suceden como en un videoclip.
Otra pregunta que se plantea es de qué inconsciente servirnos para poder llegar a los sujetos
hipervisibles que resultan de la nueva temporalidad y de la nueva estructura de ficción.
La ventana indiscreta es el título de un film de Alfred Hitchcock que, a mi gusto, anticipa uno de los fenómenos sobre
los que quisiera detenerme hoy. No solamente porque ilustra el goce de la mirada por el que el espectador goza, en
realidad, de “ser mirado”, del apresamiento de la imagen, sino también porque nos habla del show de la intimidad.
Comienza con unas persianas de bambú que se levantan dejando al descubierto el escenario, al modo de los telones de los teatros.
Cuando el partenaire femenino del film “ Grace Kelly” decide cerrarlos en determinado momento, lo hace acompañando
el gesto con la frase “Se terminó el show”. Jeff “James Stewart” , un fotógrafo acostumbrado a mirar el mundo desde
el teleobjetivo de su cámara, ahora postrado por un yeso que le impide salir al exterior, abre su ventana a las ventanas
de las intimidades de sus vecinos e ilustra, como le dice Stella “la mujer del seguro social que lo cuida”, cómo “nos
hemos convertido en una raza de perversos mirones”. Desprovisto de su gadget, solo puede procurarse el marco de
una ventana que le permite ver parcialmente la intimidad de los otros. El tiempo transcurre, ilustrado con el reloj
pulsera, marcando el devenir de los sucesos. Pero, hay que aclarar, que los otros no muestran su intimidad sino que
nuestro protagonista, podríamos decir, “abre sus ventanas”.
Hoy, infinidad de otras ventanas se abren ante la mirada de quienes quieran ser capturados por ellas; las abren
aquellos que exponen todos los detalles de su vida privada en un blog o en un fotolog. Se trata de las nuevas ventanas
indiscretas de nuestro tiempo. O “como el título del libro de Paula Sibilia” de La intimidad como espectáculo.
Si bien los diarios íntimos, las autobiografías, el intercambio epistolar han existido siempre, el surgimiento de los
medios de comunicación masivos basados en las tecnologías electrónicas (e-mail, Internet, chat, Messenger, foros de
chat) contribuyeron a que la intimidad se espectacularice y a que la división fuertemente marcada entre lo público
y lo privado, entre ficción y no ficción, se desdibuje. Los usos confesionales de Internet, desde la publicación de los
diarios íntimos hasta los blogs y los fotologs “serían manifestaciones renovadas de los viejos géneros autobiográficos”.
[1] ¿Qué es lo que los renueva? Si el régimen de fines del siglo XIX y principios del XX se caracterizaba por una
degradación del ser a favor del tener, por la posibilidad de acumulación de objetos, en el estado actual de la vida
social ocurre un deslizamiento del tener al parecer.[2] Los avances tecnológicos en los que se privilegia la mirada,
más el consumo exacerbado y la publicidad, se conjugan dando como resultado una cultura de las apariencias, del
espectáculo y de la visibilidad.
Lo que diferencia las clásicas cartas y los diarios íntimos, de los chats y los blogs de hoy, es su espectacularización y la
pérdida de la intimidad, su particular temporalidad y el tipo de subjetividad que se asocia a ellos.
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El estilo de lo que puede leerse en ellos se nutre de la cultura de la información y toma de ella sus características,
en detrimento de la narración. En primer lugar, la omnipresencia del presente. Todo es relatado a la velocidad del
instante y la simultaneidad; el pasado pierde su estatuto y con él, la retrospectiva; el futuro se bloquea, sin la idea del
fluir del tiempo. En las imágenes fotográficas de lo cotidiano, o en las confesiones de los blogs, se “exhiben pegados
unos después de otros retratos instantáneos de momentos presentes de la vida que van pasando, pero que no se
articulan ni sedimentan para constituir un pasado a la vieja usanza”.[3]
Además de breves, tienen que ser “reales” o por lo menos parecer serlo; ¿autoficciones engañosas o relatos no ficticios?
Poco importa; podríamos decir desde el psicoanálisis, que no por ello dejan de ser ficciones, un tipo particular de
ficción. La estructura de ficción siempre será insuficiente para poder abarcar lo real, que con Lacan leemos como la
ausencia de relación sexual. Sin embargo, algunas ficciones, lejos de proponerse suturar o velar ese vacío, denuncian
su imposibilidad de poder abordarlo. O incluso, como las novelas modernas, tienen la dignidad de “hacernos ver lo
que hay de irreductible”.[4] En las nuevas ventanas y sus ficciones, por el contrario, el sexo, está por todas partes,
pero el irreductible que hay entre el objeto de amor, de deseo y de goce “al decir de Mónica Torres” no aparece por
ningún lado.
Sin embargo, lo que las confesiones de finales de siglo pasado y las de hoy tienen en común es que, como toda carta
“hay un destinatario del mensaje del que uno se sirve sólo para escribirse a sí mismo, para satisfacer ese autismo
del goce apresado por las redes del significante y de la comunicación misma”.[5] En el hecho de escribir “esas cartas
a uno mismo” se esconde una satisfacción autista, sin Otro, a la que se suma el goce de la mirada planetarizada en
todas las pantallas que nos acompañan.
¿Y los sujetos que se asoman a y por esas nuevas ventanas? El “imperio de los sentidos” hace de ellos sujetos que
cada vez más responden a la lógica de la visibilidad y de la exteriorización. Se trata siempre de ganar el instante de la
celebridad, aunque sea por un video casero en You Tube. Hay un hiperdesarrollo del ego y de la imagen; el cuerpo se
transforma también en un objeto de diseño que hay que modelar para que sea “bien visto”. Fundamentalmente, no
hay vergüenza, todo puede ser mostrado. En eso, bien distinto de La ventana indiscreta que abrimos al comienzo…
De esta descripción de los modos en que la intimidad se exhibe, hay dos cuestiones que nos interesan. En primer
lugar, el hecho de que los blogs y los fotologs sean “lugares” en donde “se encuentran” las personas, constituyen lazos,
aunque virtuales. Son, además, los preferidos de los adolescentes para armar identificaciones, ya sea imaginarias o
sostenidas por los modos de gozar, con los cuales hacer comunidades. Una adolescente estaba “confundida” porque
un “flog” gustaba de ella, que es una “blackie”. Aclaremos: el flog es el que se viste con chupines, zapatillas botitas,
le gusta la música electrónica, se hace “la planchita”; pero sobre todo tiene su propio fotolog, está pendiente de
contar los comentarios que recibe y acumula. Un blackie, en cambio, no se viste con chupines, le gusta la cumbia
villera, o el reageton, y no tiene fotolog, por lo tanto, no puede entrar al mismo mundo que el flog. Dejemos de lado
este apartheid-tecnológico entre los que acceden y los que no, y detengámonos en el modo en que para ese sujeto
se presenta el enigma de la diferencia, social sí, pero también sexual. ¿Cómo ese puede gustar de ella? ¿Cómo ese
puede ser hombre si parece otra cosa? Para otra adolescente, los consejos y el foro en una página de pro Ana y pro
Mía (anorexia y bulimia), así como sus nuevos contactos de chat, le ofrecían material de sobra para identificarse a la
enfermedad materna. Y ni hablemos de los encuentros de pareja, que en muchos casos favorecen la elección por la
vía fantasmática, permitiéndole a un sujeto estar con “una que sea confiable”, porque se queda chateando las noches
del fin de semana, en lugar de salir con las amigas; como él, que tampoco sale…
En segundo lugar, lo que los blogs, los fotologs y las autobiografías modernas publican, tiene la misma presentación que
los dichos y los sujetos que llegan a nuestros consultorios, sobre todo los de las generaciones más jóvenes. Lejos estamos
de la novela familiar del neurótico de la que se puede desprender su mito individual; los sujetos llegan trayendo relatos
fragmentados de una vida, instantáneas de sucesos padecidos “o las más de las veces actuaciones en un desesperado
llamado al Otro” todo sin pasado, solo instantes presentes, imágenes que se suceden como en un videoclip.
En estos tiempos de caída de los significantes Amos que orientaban y permitían la construcción de un saber, ¿será
necesario que el analista los recomponga para que el sujeto pueda construir sus propias ficciones, para, desde el
porvenir, cambiar –y por qué no construir” una novela familiar, un pasado?
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La estructura de ficción y el saber inconsciente parecieran haber caído en desuso, a favor de la pura información y
de la búsqueda de lo real a veces por las vías de la violencia más extrema y de los goces más exacerbados. Ya no
cuenta la verdad como estrucutura de ficción, sólo su varidad, las verdades variables sobre el goce. Evidentemente, el
inconsciente freudiano, ya no es el nuestro. El inconsciente como saber, ¿está a la altura de los tiempos que corren?
Miller nos demuestra el modo por el cual Lacan, hacia el final de su enseñanza, se suelta de la mano de Freud
para orientarse con Joyce, pues ha sido Joyce “quien despertó a Lacan del sueño que todavía tenía en relación al
inconsciente como discurso del Otro, que es un sueño freudiano”.[6] ¿Será la pista de Joyce la que nos permita el
esfuerzo de poesía necesario para estar a la altura de nuestro tiempo? Ricardo Piglia sostiene que Joyce incorporó
en su escritura elementos “que hoy encontramos en el mundo digital como algo popularizado…”, hizo un uso del
lenguaje y de la narración “que está muy cerca de las experiencias múltiples de las máquinas actuales”. [7]
“La reformulación del inconsciente” que Mónica Torres lee en Miller, siguiendo a Lacan, ¿será lo que nos permita
abordar las nuevas presentaciones de las ficciones de los sujetos? Mónica ha sabido transmitirnos la idea de dos
niveles del inconsciente: como discurso del Otro, ligado al desciframiento y a la idea de destino, y un inconsciente
real que se relaciona con el azar y que se capta con la una-equivocación, en lo que “escapa a la comprensión” (…)
“se trata del equívoco que el inconsciente produce antes de darle un sentido”.[8] Para poder llegar a los sujetos
hipervisibles que resultan de la nueva temporalidad y de la nueva estructura de ficción, a esos que se asoman a las
ventanas indiscretas, ¿habrá que ser más joyceanos que freudianos?
El predominio del cuerpo y su imagen y su feroz exhibición, hoy tal vez solo puedan ser abordados siguiendo la
noción que Lacan construye con Joyce: el ego, que es narcisista y tiene su fundamento en que somos idénticos a un
cuerpo que tiene una imagen, pasiones y sentimientos. En el seminario de Miller “Piezas sueltas” leemos que “existe
una subjetividad que podría atraparse con mayor precisión a partir de los acontecimientos propios del cuerpo más
que a partir de los acontecimientos históricos”. Es decir, proponer una distancia respecto de esa “pesadilla de la
historia”, distancia que ya se ha producido, para centrar la operación analítica en la relación del decir con el cuerpo,
en las pulsiones.[9]
Aunque, después de todo, un análisis siempre conduce al despertar de la pesadilla de la historia y de la condena de
las ficciones, ¿sirviéndose o no de ellas? Eso será a verificar en cada caso.
* Trabajo presentado en las XVII Jornadas Anuales de la Sección Córdoba, junio de 2008.
** Blanca Sánchez es psicoanalista, miembro de la Escuela de la Orientación Lacaniana (EOL) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis
(AMP).
1- Ídem. pág. 101.
2- Ídem, pág. 99.
3- Ídem., pág. 161.
4- Torres, M., “Lo irreductible y el amor como fracaso del destino”, publicación de la clase del seminario de investigación del Instituto Clínico de
Bs. As. “El fracaso del inconsciente es el amor al síntoma” (2007), Enlaces13, Grama Bs. As., 2008, pág. 12.
5- Miller, J.-A., Los signos del goce, Paidós, Bs. As., 1999, pág. 294.
6- Torres M., “Lo irreductible y el amor como fracaso del destino”, op.cit.
7- “Leer y escribir en red”, entrevista a Ricardo Piglia por Patricia Somoza, ADN Cultura, La nación, Bs. As., Sábado 19 de abril de 2008, pág. 5 y
6.
8- Torres, M., “Una reformulación del inconsciente”, Enlaces 12, Grama, Bs. As, 2007.
9- Miller, J.-A., Curso de la orientación lacaniana, 2004-2005, “Piezas sueltas”, inédito.
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