La promesa de Fourvière Myra Niland

Anuncio
“La promesa de Fourvière”
Hna. Myra Niland SM, Extracto de “Fecundidad Escondida – La vida y espiritualidad de JeanneMarie Chavoin Fundadora de la congregación de las Hermanas Maristas (1786-1858)”, Capítulo 4 y 5,
traducción al español, México, 2004.
Antes de que la mayoría de ellos dejaran el seminario para iniciar su actividad pastoral, el
pequeño grupo se comprometió a trabajar por la fundación de la Congregación de los Maristas.
Doce de ellos firmaron un documento oficial que se conoce como “La Promesa”48. El 23 de julio
de 1816, el día siguiente a su ordenación, los aspirantes Maristas subieron a la colina donde
está el santuario mariano de Fourvière49 y ahí, se consagraron a María y pusieron su proyecto
bajo su protección50. La redacción de la promesa nos muestra lo que pensaba el grupo y los
ideales a los que consagraban sus vidas:
Nosotros, los suscritos, deseando trabajar juntos para la mayor
gloria de Dios y el honor de María, madre de Nuestro Señor Jesucristo,
afirmamos y declaramos nuestra sincera intención y firme voluntad de
consagrarnos lo más pronto posible, a fundar una congregación pía de
Maristas. Por consiguiente en cuanto somos capaces, irrevocablemente
dedicamos todo lo que somos y todo lo que poseemos a través del
presente acto y con nuestras firmas a la Sociedad de la Santísima
Virgen María. Tomamos este compromiso, no movidos por un fervor
juvenil, ni a la ligera, ni por algún motivo humano, ni esperando ningún
beneficio material, sino seriamente después de haber reflexionado, de
haber pedido consejo y juzgado todo esto ante Dios; lo hacemos
únicamente para la mayor gloria de Dios y el honor de María, Madre de
Nuestro Señor Jesucristo. Prometemos soportar sufrimientos,
dificultades y, si fuera necesario torturas, porque todo lo podemos en
Aquél que nos conforta, Nuestro Señor Jesucristo, Por medio de este
acto prometemos fidelidad a él, en el seno de Nuestra Santísima Madre,
la Iglesia Católica Romana, adhiriéndonos con todas nuestras fuerzas a
la suprema Cabeza, el Pontífice Romano, y a nuestro Excelentísimo
Señor Obispo, para que seamos buenos ministros de Jesucristo,
alimentados por los principios de la fe y por la sana doctrina que por la
gracia de él hemos seguido... Prometemos solemnemente darnos y dar
todo lo que poseemos, en todas las maneras posibles para la salvación
de las almas en el augustísimo nombre de la Virgen María y su
protección. Todo esto lo sometemos al sabio juicio de nuestros
superiores.51
Aunque el texto nos muestra el juvenil fervor y el celo del grupo, también se respira un
cierto espíritu de solemnidad. Esos jóvenes, fuertes en su fe en Cristo, nos dan la impresión de
estar preparados para iniciativas radicales, dentro de la estructura de la práctica de la existente
Iglesia. Hemos de notar que ni aquí, ni en sus orígenes, el proyecto estuvo ligado a una
apostolado particular. En esto es muy diferente a las otras muchísimas congregaciones
fundadas en el primer cuarto del siglo XIX. Fue después que se fueron desarrollando el
apostolado de la educación, trabajos caritativos o las misiones.52 En una generosa y valiente
declaración estos doce clérigos, como respuesta a los deseos de María, prometieron darse
ellos mismos y todo lo que tenían para salvar las almas “por todos los medios posibles”.
La Promesa también nos muestra la percepción que tenían esos jóvenes sobre la
Iglesia a la que iban a servir. Como Jeanne Marie, está fuertemente marcada por el periodo
turbulento que vivieron, ya que todos ellos conocen, directa o indirectamente, que los obispos y
sacerdotes fueron encarcelados, guillotinados o exiliados a causa de su fe, y que la Iglesia fue
severamente herida por el cisma constitucional. En aquellas circunstancias, ¿qué se podría
prometer para compartir la preocupación de María por la Iglesia? ¿Tendrían, como lo hicieron
muchos católicos franceses de su tiempo que combatir el espíritu revolucionario y tratar de
construir una sociedad opuesta a esos principios? ¿O tomarían la posición de los liberales
católicos que escogieron entrar en el espíritu del siglo para llegar a Dios y hacer el bien a la
humanidad? Las palabras del P. Colin dichas más tarde nos revelan que ninguna de esas ideas
eran apropiadas para la Sociedad que María había llamado a la existencia. Los primeros
Maristas no se regocijaron mucho con la nueva era que estaba surgiendo pues se daban
cuenta de los peligros y limitaciones que traía. Entonces, sin ninguna complacencia por lo que
estaba emergiendo y parece ser, sin ningún pesar por lo que ya estaba muerto, como Jeanne
Marie Chavoin en Coutouvre, contemplaron la gran necesidad de la gente a su alrededor.
Mientras que otros filosofaban a favor o en contra del “nuevo mundo”, ellos actuarían
“bajo el más augusto nombre de María y con su protección”. Lucharían por un nuevo mundo
inspirado en el Evangelio y su fuerza sería el espíritu de María. En plena solidaridad con su
tiempo, estaban dispuestos a curar las heridas causadas por la Revolución y enfocar sus
energías a ayudar a la Iglesia para resucitar a la nueva vida.
Esta solemne y libre Promesa marcó el nacimiento de la Sociedad de María, la cual
antes sólo había sido un proyecto. Diecisiete años más tarde, cuando Colin hablaba con el
Arzobispo de Pins, el administrador apostólico de Lyon, recordaba este evento: “En Lyon, a los
pies de Nuestra Señora de Fourvière, la pequeña Sociedad comenzó a existir”53.
Sueños y Responsabilidades
El 23 de julio de 1816, doce hombres se comprometieron en la colina de Fourvière a
fundar la congregación de los Maristas. A pesar de la seriedad y la profunda sinceridad del
acto, nadie podía garantizar que tuviera éxito. La historia nos muestra que a menudo los más
generosos sueños, alimentados y nutridos dentro de las paredes de los seminarios o
noviciados, pronto empiezan a convertirse en recuerdos nostálgicos al enfrentarse al diario
trajín del ministerio. Por eso no nos sorprende constatar que la mayoría de quienes firmaron la
Promesa de Fourvière no perseveraron en el proyecto después de que se dispersaron en las
parroquias. Hubo principalmente dos factores que estuvieron en contra de ellos. Primero, las
parroquias a las que fueron asignadas54 estaban muy distantes unas de otras en la larga
diócesis de Francia, y, segundo, la administración arquidiocesana de Lyon no estaba a favor de
la creación de nuevas sociedades de religiosos56. Que el proyecto Marista con sus varias
ramas, haya visto la luz se debe a ciertos individuos que fueron capaces de responsabilizarse
por llevarla a cabo. Ellos fueron Marcelino Champagnat, Jeanne Marie Chavoin y Juan Claudio
Colin.
Inmediatamente después de la ordenación, Champagnat fue enviado a la parroquia de
La Valla, un pequeño poblado en las montañas del distrito de Pilat en el departamento de Loire.
Y ya para el 2 de enero de 1817, ya había reunido a los primeros Hermanos Maristas. En el
mismo departamento, Courveille fue enviado al curato de Verrières y trabajó impetuosamente,
ahí fundó la Tercera Orden, 57 y en los siguientes años algunas Hermanas en Rive-de-Gier.58
Los problemas causados por su divisiva naturaleza pronto lo guiaron a cambiarse a una
pequeña parroquia de Epercieux en el valle de Forez y trasladó su pequeño grupo de
Hermanas a St-Clair-du Rhone al otra lado de las montañas de Pilat en la diócesis de Grenoble
y como esa área estaba afuera de la arquidiócesis de Lyon, la comunidad tenía garantizada
una existencia autónoma.59
Juan Claudio Colin fue designado al curato de su hermano carnal Pedro, quien era
párroco de Cerdon en el departamento de Ain, situado a la mitad del camino entre Lyon y
Génova. Era muy reticente para hablar sobre la Promesa de Fourvière y esperó un año para
contarle a su hermano sobre el proyecto de la Sociedad de María. Sin embargo, Pedro
respondió inmediatamente de forma muy positiva, Hizo una copia de la Promesa60 para
guardarla para sí e hizo su propio compromiso al proyecto Marista61. En una carta a sus
colegas al fin de su vida, Juan Claudio recuerda este evento: “Después de una madura
consideración y una oración ferviente, mi amado hermano acepto unírseme y desde ese
momento trabajamos juntos en la pavimentación del camino para realizar el Proyecto”.62 Dicho
episodio nos recuerda la descripción de San Juan de cómo Andrés le dice a su hermano Simón
que habían encontrado al Mesías.63 También podemos encontrar en Pedro Colin, y el inmediato
contacto que realizó con dos feligreses de la parroquia de Coutouvre64 un eco de Felipe muy
entusiasmado al encontrar a Natanael y contarle sobre Jesús. Como hemos anotado
anteriormente, la carta de Pedro unió la historia de Jeanne Marie con el proyecto de la
Sociedad de María.
Pocos días después de su primera y breve visita a Cerdon a finales de 1817, Jeanne
Marie, inició junto con Marie Jotillon en el largo y arduo camino “para empezar la Sociedad de
la Bendita Virgen.” 65 Pero tuvieron que pasar seis años antes de que la comunidad,
propiamente hablando, empezara a existir en Cerdon. Sin embargo, es en este largo periodo
donde encontramos lo necesario para investigar los eventos que fueron decisivos para el futuro
de toda la Sociedad. No ha quedado ningún vestigio de las conversaciones que sostuvieron a
finales de 1817, Jeanne Marie Chavoin con Juan Claudio Colin y su hermano Pedro en su
primera visita a Cerdon.
Aunque, no hay ningún documento escrito que nos narre la conversación que
sostuvieron Jeanne Marie con Juan Claudio Colin y su hermano Pedro en su primera entrevista
en Cerdon a finales de 1817, creemos que fue un episodio tan importante, que nos da la clave
para pensar que su presentimiento sobre su vida de misión estaba ahí; justo como Juan
Claudio vio reflejadas sus ideas en el proyecto de Courveille y por ello lo atrajo
inmediatamente, así también Jeanne Marie reconoció su propio ideal en la Sociedad de María
presentada por los dos hermanos Colin.
Notas
48.
OM, doc 591#9
49.
Fourvière, siempre fue un lugar de peregrinación, donde los reyes, su corte y otros grupos iban muy a menudo en procesión
50.
OM, doc 750#6
51.
OM, doc 50 =Keel, doc 145
52.
Aubert, ‘The Awakening o Catholic Vitalilty’ p. 212-2214; 191-198
53.
OM, doc 271#1
54.
OM 1,pp. 227-258
55.
En el concordato de 1801 los límites de la diócesis de Lyon abrazaban los departamentos de Rhone, Loire y Ain
56.
OM, doc 762
57.
OM, doc 105#1
58.
OM, doc 55, 56, 61,63
59.
J. Coste, Lectures, p37-38
60.
Cuatro copias de la Promesa han sobrevivido todas ellas escritas por pedro Colin
61.
OM, doc 623#5 y nota 2
62.
OM, doc 827#5
63.
Jn 1,40-42 Véase The Marist Story (2) the Cerdon Experience
64.
IMJ, p. 167 En 1810, Pedro fue ordenado sacerdote junto con Jean Philibert Lefranc. Fue nombrado cura de Coutouvre y ahí permaneció
cuatro años sin ningún salario
65.
RMJ, doc 101#7
Descargar