Dichoso Romero “El papa lo va a beatificar porque ha encontrado en él un hombre de Dios” Monseñor Ricardo Urioste M onseñor Urioste es presidente de la Fundación Romero. Es probablemente el sacerdote que mejor conoció a Monseñor Romero durante sus tres años de arzobispo. Pocas semanas después del asesinato de Rutilio Grande, junto con el padre César Jérez que entonces era provincial de los Jesuitas, le acompañó a Roma para ver al Papa Pablo VI. He aquí una entrevista publicada en la revista Orientación el 3 de mayo, ligeramente editada y abreviada. ¿Cuál fue la relación personal que tuvo usted con Mons. Romero? La primera vez que tuve contacto con él fue cuando, estando yo en Roma de 1948 a 1951, recibí una carta de él. Yo no le conocía y estoy seguro que él tampoco me conocía a mí, y me pedía un artículo sobre la declaración del dogma de la Asunción de la Virgen al cielo, que había sido decretado el año 1950 por el Papa Pío XII. Yo le envíe el artículo, y nunca supe si lo publicó o no, ni le pregunté jamás si le había llegado. Ese fue mi primer contacto con Monseñor. Naturalmente, siendo él parte de la Diócesis de San Miguel durante 20 años por lo menos, y yo de la Arquidiócesis de San Salvador, no nos veíamos prácticamente nunca, hasta que un día el Obispo de San Miguel, Mons. Lorenzo Graciano, me invitó a ir a dar una plática a los sacerdotes de su diócesis, y ahí estaba el padre Romero. Una vez que terminó la plática, el Obispo me invitó a tomar un café a algún lugar, y yo busqué al padre Romero porque ya me llamaba la atención su labor en San Miguel como pastor, como predicador, como confesor, como amigo de los pobres. Entonces fui a platicar con él y en algún momento yo le dije: “Me ha gustado mucho el discurso del Papa a los Obispos latinoamericanos sobre la cuestión social”. Y él me dijo: “el Papa no ha hablado sobre la cuestión social, el Papa ha hablado sobre esto, esto y esto”. “Gracias padre Romero”, le dije y me fui a leer mis revistas. Él tenía toda la razón, yo estaba equivocado. Fue el sacerdote y el obispo que más conoció el magisterio de la iglesia. Estaba prendido de lo que 18 decía Roma siempre, y en algún momento llegó a decir: “el Magisterio de la Iglesia es mi criterio de actuación”. Creo que ahora tampoco hay nadie que conozca tanto al Magisterio de la Iglesia como lo conoció Monseñor Romero en su tiempo. ¿De qué manera considera usted que influyó Mons. Romero en su época? Influyó muchísimo ciertamente, y todavía sigue influyendo. Creo que él simplemente siguió tres características de Jesús en los Evangelios. Primero, su búsqueda de la oración con el Padre Dios. ¿Por qué necesita la oración si es Dios? Porque sabe que su Padre es una persona distinta de Él, con quien tiene que dialogar e intercambiar. La segunda es su predicación del Reino de Dios, que le trajo tan malas consecuencias. Lo acusaron de mil cosas. Lean si no, el capítulo 23 de San Lucas. Y la tercera característica de Jesús es su cercanía con los pobres. Si leemos el evangelio, vamos a encontrar que Jesús anda con ciegos, con cojos, con tullidos, con leprosos, con sordos, con gente en mala posición económica, y que da de comer a los hambrientos. Ese es el Jesús que el Evangelio nos presenta. Y estas son las mismas actitudes que Monseñor Romero tuvo en su vida. Un gran hombre de oración. En sus apuntes espirituales cuando estaba todavía en Roma dice: “Señor, Tú eres todo y yo soy nada, pero con tu todo y mi nada vamos a hacer mucho”. Y las homilías que tuvo aquí en San Salvador, 256 veces habla de la oración. Y dice: “en el corazón de cada persona hay una Dichoso Romero pequeña celda donde Dios para y baja a conversar con el hombre y tenemos audiencia con Dios cada vez que queramos”. Y luego da una definición de oración que a mí me gusta mucho. Dice: “la oración es la cumbre de la perfección humana”. En la oración nos perfeccionamos porque delante de Dios no podemos señalarlo, y tenemos que aceptar nuestros errores, nuestros yerros, nuestras faltas y poder ir saliendo de ellas. Así que es esto lo que Monseñor hace y predica: el Reino de Dios. Así que ahí es también él acusado de político, de marxista, de comunista, de todo lo que quieran. Y yo me digo ¿quién es el que ha estudiado más la figura de Romero? Roma lo ha tenido diez años allá, sus libros, sus homilías, sus escritos, todo; y lo han ido leyendo sílaba por sílaba, página por página, y no han descubierto nada de eso, ni que era marxista, ni que era comunista, ni que era político. Si hubieran encontrado algunos rasgos de eso no lo habrían beatificado. Sin embargo el Papa lo va a beatificar porque ha encontrado en él un hombre de Dios, un hombre de Iglesia y un hombre para el pueblo. Monseñor Romero es el salvadoreño más internacional. ¿Qué tiene la figura de Monseñor que ha llegado a miles o millones de corazones a nivel internacional? Pienso que su primer paso en ese sentido es su amor a la verdad. Jesús nos dijo: “La verdad os hará libres”, y él se sintió siempre muy libre para decir la verdad de lo que estaba viendo, de lo que estaba aconteciendo en el país. Recordemos que era una época en que todavía no había un procurador de los derechos humanos en el país, no existía. Él fue el primer procurador de derechos humanos, que él vio como derechos divinos porque estaba pidiendo respetar la vida de los asesinados, de los torturados, de los perseguidos, y esto es parte del Evangelio. Eso es también odium fidei, atacar eso, esos valores éticos, valores morales del Evangelio. Es también tener odio a la fe, porque la fe no es solamente decir “Creo en Dios Padre, creo en el Hijo, creo en el Espíritu Santo”, la fe involucra también otros valores humanos, éticos, que Monseñor Romero defendió al defender la vida de tantísimas personas que estaban siendo asesinadas en ese momento. Esto es lo que repercute al exterior también, donde ven cómo este hombre está alzando su voz, la única voz que hablaba en ese tiempo. Nadie más se atrevía a decir esas cosas por miedo a ser asesinado. Y él sin embargo afronta todos esos peligros y sigue adelante en su obra. ¿Qué representa para nuestra Iglesia salvadoreña y latinoamericana esta beatificación? Creo que lo que nos quiere decir es que sigamos los pasos de Jesús y sigamos los pasos de Monseñor Romero, decir la verdad, no tener temor de decir la verdad, amparar a los más pobres, que fue lo que Monseñor Romero hizo. Todos sabemos que aquí en el país tenemos una gran cantidad de pobres que necesitan de nuestra ayuda y de nuestro consuelo. Sabemos que usted tuvo una relación muy cercana con Monseñor Romero, sobre todo cuando fue su Vicario General. ¿Cómo fue la relación entre Vicario y Obispo? Simplemente de una cercanía de trabajo. Estábamos constantemente en comunicación por los diversos sucesos que ocurrían en ese tiempo. Lo acompañé en una de las dos veces que fue a Roma, siendo ya obispo. No se me olvida que llegamos allá a las 8:00 de la mañana. Yo sin dormir en el avión, porque nunca puedo dormir en los aviones. Llegamos a la casa del clero, donde nos hospedábamos. Estaba en mi cuarto y él en el suyo. Yo estaba desempacando y haciendo mi cama para acostarme a dormir, cuando alguien tocó mi puerta. Abrí y era Monseñor Romero, y me dijo: “¿no quiere que vayamos a dar una caminadita?” “Cómo no Monseñor, con gusto”. Salimos y él se dirigió hacia la Basílica de San Pedro, estábamos cerca de ahí. Entró a la Basílica, la atravesó y al llegar al altar de la confesión se arrodilló y yo me arrodillé también con él. Después de cuatro o cinco minutos yo me levanté y lo vi a él en una tan profunda oración que yo me dije: “a este hombre hay que seguirlo, porque él está siguiendo a Dios”. Ahí es donde Monseñor Romero se formó como Monseñor Romero, en la oración. Fue Dios quien le llevó hacia esos caminos. Alguna gente que venía de fuera me preguntaba siempre después de su muerte: “¿es verdad Monseñor Urioste que Monseñor Romero fue manipulado por un grupo de izquierda, por un grupo de sacerdotes o por quién sabe quién?”. Y yo les decía siempre: “sí, fue manipulado. Lo manipuló Dios, quien hizo con él lo que le dio la gana. Él fue el único que lo manipuló”. ¿Personalmente alguna vez le consultó o le comentó algún problema personal como obispo, o algún problema de la diócesis, o del ambiente social tenso que se vivía? Recuerdo una oportunidad que estábamos en Roma. Él había sido citado por el Cardenal Sebastian Baggio, él solo, a su oficina. Y en la noche me enseñó la carta que él había escrito. Yo encontré que el último párrafo era un poco fuerte, un poco duro, y le dije: “Monseñor, me parece que ese párrafo quizá tendría que enmendarlo porque me parece que está muy fuerte”. Y él lo hizo con toda humildad, lo cambió. En ese el momento tuve gran cercanía con él, al preguntarme cosas de esa naturaleza. 19 Dichoso Romero ¿Cuál cree que es el legado más importante que deja Monseñor Romero a nuestra Iglesia? Creo que en medio de la plática ya he referido alguna de esas cosas que yo creo que fueron fundamentales en su vida y repito lo que ya dije antes. Una de ellas es su fuerte oración con Dios consultándole qué debería hacer. En segundo lugar, su valentía al decir la verdad ante los hechos, aunque sabía que iba a tener una respuesta negativa de parte de mucha gente. Algunas veces nosotros clérigos nos callamos y no decimos nada. Y él tuvo la osadía de no callar. Acuérdate cómo Isaías habla de los perros mudos, y dice que algunos de los profetas son perros mudos, que no dicen lo que deberían y no hablan de lo que deberían hablar. Esa es la herencia que Monseñor nos dejó. Ante una realidad actual en nuestro país de violencia, tristeza, desesperanza, de mucho miedo de las familias, jóvenes, madres. ¿Cuáles serían las palabras de Monseñor Romero ante esta situación tan dura para nosotros? Creo que Monseñor Romero invitaría siempre a tener esperanza, a entre todos lograr tener esa esperanza, y tener después en cuenta esa realidad. Y comprendería el dolor de mucha gente, trataría de aliviarlos, pero poniendo siempre ese aspecto de la esperanza en Dios que está siempre con nosotros. Y que como dice nuestra gente: “solo Dios con uno”. Arte en el Centro Monseñor Romero “Muerte y resurrección de Monseñor Romero” pintura de Benjamín Cañas, en su obra muestra las variadas reacciones: dudas, preguntas y ternura. 20 “Cuadro de Monseñor Romero con un disparo en el corazón. Disparo de los militares el 16 de noviembre de 1989”.