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Dominicos | Orden de Predicadores
Homilías
Ciclo
A
XXI Domingo del tiempo ordinario
24/08/2014
Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.
Introducción Necesariamente tenemos que preguntarnos qué nos dice a nosotros el texto del evangelio de Mateo que leemos hoy.
Podemos seguir interpretándolo como nos enseñaron hasta ahora: que es la confirmación de que el Papa es el sucesor de Pedro, y de
que éste recibe de Jesús todos los poderes; mejor dicho, todo el poder. Pero nada más ajeno al texto de Mateo y, desde luego, nada
más inconveniente para el Reino de Dios y para los cristianos de hoy. Esos aparentes privilegios que se conceden a Pedro, en realidad
no son tales. El servicio a Jesús Mesías, Hijo de Dios, que el apóstol acaba de confesar, conlleva preocuparse de los pobres, de las
viudas que no tienen protección, de los enfermos, de los niños –totalmente desvalidos en aquella época–, de los huérfanos, de los
excluidos. Y esta preocupación, además de compasión, era una crítica contra los poderosos de entonces, y, lógicamente, también
contra los de ahora. Por eso, ser servidores de ese reino de Dios que Jesús implantó, lleva a estar expuesto continuamente a
persecuciones de todo tipo. Pedro, que es alabado por confesar a Jesús como Mesías, a renglón seguido es tildado como un Satanás
porque el mesianismo que él creía y esperaba era el del poder, no el del servicio y del consiguiente sufrimiento. Y Jesús de ninguna
manera pasaba por eso.
Baldomero López Carrera
Laico Dominico
Lecturas
Lectura del libro de Isaías 22, 19-23
Así dice el Señor a Sobná, mayordomo de palacio:
«Te echaré de tu puesto, te destituiré de tu cargo.
Aquel día, llamaré a mi siervo, a Eliacín, hijo de Elcías:
le vestiré tu túnica, le ceñiré tu banda, le daré tus poderes;
será padre para los habitantes de Jerusalén, para el pueblo de Judá.
Colgaré de su hombro la llave del palacio de David:
lo que él abra nadie lo cerrará, lo que él cierre nadie lo abrirá.
Lo hincaré como un clavo en sitio firme,
dará un trono glorioso a la casa paterna.»
Sal 137, 1-2a. 2bc-3. 6 y 8bc R. Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos.
Te doy gracias, Señor, de todo corazón;
delante de los ángeles tañeré para ti,
me postraré hacia tu santuario,
daré gracias a tu nombre. R.
Por tu misericordia y tu lealtad,
porque tu promesa supera a tu fama;
cuando te invoqué, me escuchaste,
Acreciste el valor en mi alma. R.
El Señor es sublime, se fija en el humilde,
y de lejos conoce al soberbio.
Señor, tu misericordia es eterna,
no abandones la obra de tus manos. R.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 11, 33-36
¡Qué abismo de generosidad, de sabiduría y de conocimiento, el de Dios! ¡Qué insondables sus decisiones y qué irrastreables sus
caminos!
¿Quién conoció la mente del Señor? ¿Quién fue su consejero? ¿Quién le ha dado primero, para que él le devuelva?
Él es el origen, gula y meta del universo. A él la gloria por los siglos. Amén.
Lectura del santo evangelio según san Mateo 16, 13-20
En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos:
- «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?»
Ellos contestaron:
- «Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas.»
Él les preguntó:
- «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»
Simón Pedro tomó la palabra y dijo:
- «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.»
Jesús le respondió:
-«¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo.
Ahora te digo yo:
Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará.
Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra, quedará
desatado en el cielo.»
Y les mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías.
Comentario bíblico
Primera lectura: (Isaías 22, 19-23)
Marco: El contexto general es el de un oráculo contra Jerusalén después de la liberación de la ciudad en el año 701, que puso fin a la
campaña de Senaquerib. Isaías, que había anunciado esta liberación, protesta con preocupación contra el regocijo exagerado que ha
suscitado y recuerda que el castigo sigue amenazando. La lectura de hoy es el único oráculo que Isaías dirige a una persona particular.
La presencia de Eliacín en la liturgia de la palabra de hoy se justifica porque hay un paralelo entre él y la figura de Pedro, así como
entre sus respectivas misiones.
Reflexiones
1ª) ¡Dios dispone libremente de sus colaboradores!
Llamaré a mi siervo, a Eliacín, hijo de Elcías: le vestiré tu túnica, le ceñiré la banda y le daré tus poderes. La Escritura nos informa de
este proceder libre de Dios. Quizá el caso más llamativo sea el de Saúl y David (1Sm 9,16). Rechazado Saúl, Dios elige a David: Yahvé
se ha buscado un hombre según su corazón, al que ha designado caudillo de su pueblo (1Sm 13,13-14). Dios se reserva siempre la
elección de aquellas personas que mejor puedan colaborar en su proyecto de salvación ya determinado y decidido porque sólo así se
garantiza la eficacia de su actuación en la historia.
Y este proceder recorre todo el itinerario salvífico que nos transmite la Escritura. La presencia de los signos o símbolos que describen
la personalidad y las funciones del elegido para esa tarea o misión tiene su significación: la túnica es característica de los sacerdotes,
de los mandatarios cualificados de alto nivel y, más tarde, la característica de los rabinos ordenados y capacitados para ejercer su
tarea; la banda que portaban los reyes; y los poderes concretos que se les conceden y que se especifican a continuación. Todo ello
indica que se trata de una persona de alto nivel en la corte y del que depende la realización y ejecución de muchos asuntos.
2ª) ¡Confianza de Dios en sus colaboradores!
Colgaré a su hombro la llave del palacio de David: lo que él abra nadie lo cerrará, lo que el cierre nadie lo abrirá... Este gesto, en la
mentalidad antigua, era significativo. La entrega de las llaves sólo se hacía al hombre de mayor confianza de una casa, en este caso
del rey. Entregar las llaves de palacio es nombrarle algo así como primer ministro. En la Escritura encontramos un caso que podría
ilustrar esta figura singular: cuando el faraón encarga y entrega a José los máximos poderes para que dirija los asuntos de su reino.
Abrir y cerrar las puertas de la casa del rey era una función que ejercían los visires egipcios, cuyo equivalente en Israel es el maestro
de palacio. Todo es entregado en manos de este personaje sobre cuyos hombros recae la responsabilidad de palacio y de los asuntos
que se resuelven en el palacio. Podía ilustrar esta personalidad la historia de Ester con las figuras de Amán y luego Mardoqueo. La
expresión «hincarlo como un clavo» indica la estabilidad y permanencia en su nuevo ministerio y tarea. Permanecerá firme contra todos
los embates de las corrientes. Su firmeza y su estabilidad redundarán en beneficio del pueblo a cuyo servicio ha sido puesto.
Segunda lectura: (Romanos 11,33-36)
Marco: Seguimos proclamando el capítulo 11 de la carta de San Pablo a los romanos. Con este fragmento que proclamamos hoy
termina este bloque tan intenso que abarca los capítulos 9-11. Todo este conjunto culmina en coherencia con todo el desarrollo del
pensamiento por una parte y, por otra, con la grandeza del corazón del Pablo manifestada en todo su ministerio.
Reflexiones
1ª) ¡Los pensamientos y proyectos de Dios superan por todas partes a los hombres!
¡Qué abismo de generosidad, de sabiduría, y de conocimiento el de Dios! ¡Qué insondables sus decisiones y qué irrastreables sus
caminos! En medio de sus debates y sufrimientos, Pablo prorrumpe en estas exclamaciones de admiración y adoración. Ante la
evidencia de los hechos que parecen contradecir las promesas de Dios, Pablo recurre y se apoya en su profunda convicción de que la
historia está dirigida por el propio Dios que es fiel, misericordioso y todopoderoso.
Dios ha dirigido y dirige la historia de su propio pueblo con sabiduría y providencia. ¡Qué sabemos los hombres frente a Dios! Es la
exclamación de un hombre maduro en la fe y que ha ahondado en el misterio salvador de Cristo que manifiesta y realiza definitivamente
el proyecto salvador de Dios. Parece que el destino de todo un pueblo, no importa si muy numeroso o no, que había sido llamado y
destinado para ser signo de salvación y de bendición para todas las naciones, ahora insiste en cerrarse definitivamente. Pero no es así.
Hay una esperanza para ese pueblo como hay una esperanza para la Iglesia y para toda la humanidad en medio de la cual se
desarrolló la historia salvífica en el plano de la promesa y que ha acontecido también en el plano del cumplimiento. ¡Dios no ha pedido
consejo a los hombres para decidir su proyecto y para realizarlo, aunque sí ha querido contar con su colaboración para llevarlo
adelante!. No pidió consejo para decidir la encarnación, pero sí pidió colaboración para realizarla del modo que había pensado. Hoy
como siempre Dios sigue dirigiendo los destinos del mundo y de la Iglesia.
2ª) ¡En el punto de arranque, en el camino y en la meta está Dios!
Él es el origen, guía y meta del universo. A él la gloria por los siglos. Nada precedió a Dios. Todo arranca de Él. Nada ni nadie influyó en
Él ni le pudo inspirar este plan. Sólo Él, en la intimidad de su naturaleza una y en comunión y diálogo que escapa a nuestra percepción
humana (de no ser que Él mismo quiera revelarlo), ha tomado o, mejor, han tomado esta decisión irrevocable sobre el destino de Israel,
tema inmediato de la consideración de Pablo. Él está en medio. Jesús lo encarnó y concretó cuando nos dijo que Él era el camino, la
verdad y la vida y que nadie podía ir al Padre sino por Él.
Las expresiones utilizadas por Pablo son consoladoras para la humanidad, garantizan la certeza del destino y la seguridad del camino a
seguir para conseguirlo. Sólo una mirada a ese Dios que se revela como misericordioso para todos, que nos ha encerrado a todos en el
pecado para tener misericordia de todos, puede garantizar el acceso a la meta final. Y Jesús se hace presente en la comunión como el
único que nos asegura y permite tener acceso al Padre. Los hombres y mujeres de nuestro tiempo, con tantos anhelos de
humanización, encontrarán en estas palabras de Pablo un faro luminoso y una energía eficaz para la consecución de los proyectos que
albergan en su corazón.
Evangelio: (Mateo 16,13-20)
Marco: El contexto es una serie de relatos que Mateo ha organizado en este conjunto narrativo que precede al discurso comunitario. El
tema podría titularse: la Iglesia, primicia del reino de los cielos. El episodio se encuentra también en Marcos y Lucas. Esto quiere decir
que Mateo lo ha tomado de Marcos, redactado con anterioridad. En Marcos supone el final y comienzo de un camino presentado de una
manera más coherente y clara (3,6; 6,6; 8,27ss). Mateo conserva la confesión de Pedro pero enmarcada en un contexto diferente. En
todo caso, este episodio es entendido como central en la vida y ministerio de Jesús por todos los evangelistas. Supone un punto de
llegada importante en el reconocimiento de su misión por los discípulos y, a la vez, un punto de partida ascendente en su camino hacia
la cruz y la gloria.
Reflexiones
1ª) ¡Jesús pregunta sobre la opinión que la gente tiene de él!
¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?... ¿Quién tiene interés en estas preguntas? ¿Fue Jesús realmente el que planteó estas
preguntas a los discípulos? O, dicho de otra manera, ¿tenía Jesús algún interés en saber lo que las gentes opinaban de él? ¿Para
qué? ¿Fue acaso la comunidad cristiana la que se encuentra con estas preguntas y respuestas? En todo caso, la figura de Jesús ha
suscitado siempre preguntas y muy profundas. El relato evangélico está sembrado oportunamente de estas preguntas sobre Jesús. De
tal manera que bien podríamos decir que tanto el evangelio de Marcos como el de Juan penden y se estructuran sobre esta pregunta
fundamental ¿Quién es Jesús? ¿Quién es este hombre que dice ser Hijo de Dios? En todo caso es curioso observar que todas las
respuestas corresponden a las esperanzas de Israel.
Y vosotros ¿quién decís que soy yo? Simón Pedro tomó la palabra y dijo: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. Jesús quiere saber
dónde se encuentran sus discípulos en la comprensión de su persona y de su misión. Es delicado leer una página de los relatos
evangélicos que hoy tenemos entre manos porque se entrecruzan tres planos armónicamente expresados en el texto, pero que suscitan
no pocas dificultades para su comprensión. Mateo escribe para una comunidad que cree ya en la realidad mesiánica y divina de Jesús.
El propio Mateo comparte esta convicción. Pero esto ha supuesto un proceso lento que arranca especialmente de la Pascua y del don
del Espíritu. ¿Qué confesó Pedro en el momento en que Jesús le pregunta en Cesarea de Felipe? Una respuesta que desborda sus
esperanzas mesiánicas. Israel espera la llegada de un Mesías con determinadas características.
En ese Mesías cree Pedro quien, además, pudo pertenecer a algún movimiento de liberación por medios más o menos violentos. Pedro,
de modo solemne, haciendo de portavoz de sus compañeros declara y afirma la realidad mesiánica de Jesús. El Mesías procedía de la
dinastía real davídica. El rey en Israel era considerado como hijo adoptivo de Dios de modo singular por ser el encargado de dirigir los
destinos de su pueblo. Pero la respuesta de Pedro alcanza más lejos, al menos en el modo como lo expresa Mateo.
Esta realidad que desborda la comprensión judía del Mesías es el reconocimiento de que es realmente el Hijo de Dios de un modo
único, singular e irrepetible. Así lo cree Mateo. La respuesta de Pedro que hoy leemos alcanza a la misión y a la naturaleza misma de
Jesús como Mesías e Hijo de Dios. Hoy somos invitados, en medio de nuestras dudas y búsquedas, a dar el salto necesario que,
partiendo de la humanidad de Jesús, alcance a su verdadera naturaleza y que fundamenta realmente la esperanza de la humanidad. Es
un don gratuito que ha que desarrollarlo con la reflexión, la adoración, la oración y la experiencia.
2ª) ¡La confesión de Pedro es objeto de una bienaventuranza!
¿Dichoso tú, Simón!. Pedro espera un Mesías político-nacional que libere a Israel de las manos de los romanos y en definitiva de todos
sus enemigos para siempre erigiendo un trono en Jerusalén y desde él dominar sobre todas las naciones de la tierra. Para ello se
esperaba un Mesías invencible militarmente, un conquistador como nunca había aparecido en la tierra. Y Pedro ha vivido esta
esperanza en su patria galilea donde los movimientos revolucionaros de liberación emergían de cuando en cuando en aquellos años.
Al reconocer en Jesús otra perspectiva nueva, es señal inequívoca de que en Pedro se ha producido una presencia especial del
Espíritu. Y eso es lo que declara Jesús como una bienaventuranza: que el Padre (que es quien da el Espíritu) ha iluminado a Pedro
para descubrir en la humildad visible del profeta de Nazaret al enviado especial y definitivo de Dios. Pero esta segunda parte es fruto de
la experiencia pascual. Este acto de fe merece una congratulación especial por parte de Jesús.
Pedro, testigo cualificado de la fe pascual, es proclamado dichoso porque supo superar el escándalo de la encarnación en la
humillación para elevarse a los planes más altos de Dios en la historia de la salvación. Hoy como ayer es necesario superar los
obstáculos y dificultades para alcanzar el verdadero proyecto de Dios sobre los hombres. Es necesario que la Iglesia y cada uno de los
creyentes asumamos la confesión de fe de Pedro y la actualicemos constantemente.
3ª) ¡La gran promesa de Jesús a la Iglesia a través de Pedro!
Te daré las llaves del reino de los Cielos... Dos cosas promete Jesús a la Iglesia por medio de Pedro: en primer lugar, sobre la
confesión de Pedro se edifica la Iglesia. Pedro ha confesado que Jesús es el verdadero y definitivo enviado del Padre para la salvación
del mundo (Mesías) y es el verdadero y real Hijo de Dios. Esta es la roca sobre la que se edifica la Iglesia. Pedro ha sido el portavoz, el
que hace de instrumento del Padre. Y esta roca firme –Jesús y la fe en Jesús– es el cimiento de la Iglesia que desecharon los
arquitectos. Esta Iglesia permanecerá para siempre. Una Iglesia que comienza su andadura en la tierra y se prolonga eternamente en el
cielo en la ciudad celeste habitada por gentes procedentes de todo el mundo (Ap 7,9s).
En segundo lugar, la entrega de las llaves que simbolizaban que Jesús nombra y declara solemnemente que Pedro es el vizir del reino
de los Cielos, el plenipotenciario elegido por Jesús. Conviene recordar que más tarde esta misión fundamental es ampliada, según el
propio relato mateano, a todo el grupo apostólico (Mt 18,18). Siguiendo el pensamiento rabínico, en el que se utiliza la misma imagen
para describir y definir la autoridad universal del sanedrín, quiere decir que la autoridad de Pedro no tiene fronteras.
Los rabinos decían que el sanedrín gozaba del privilegio de atar y desatar en materias jurídicas y religiosas en todo el mundo. Pedro
recibe una autoridad que se extiende por todo el mundo y es válida para toda la Iglesia. No es fácil a los hombres y mujeres de nuestro
tiempo aceptar la autoridad universal de la Iglesia en las materias que le corresponden.
La credibilidad de la Iglesia que, en los planes de Jesús, es la continuadora de su misión en el mundo, es necesaria. Necesitamos
urgentemente todos los discípulos de Jesús en todos los planos y tareas realizar un cambio profundo a fin de que la Iglesia sea un
instrumento de salvación y no un obstáculo para la experiencia y vivencia de la fe en Jesús y en el Evangelio.
Fr. Gerardo Sánchez Mielgo
Convento de Santo Domingo. Torrent (Valencia)
Este comentario está incluido en el libro: La Palabra fuente de vida. Ciclo A. Editorial San Esteban, Salamanca 2004.
Iª Lectura: Isaías (22,19-23): La autoridad de la justicia
I.1. La Iª Lectura se refiere probablemente a una serie de acontecimientos políticos y de la corte del rey Ezequías, que tienen conexión,
de alguna manera, con el momento en que Senaquerib, emperador de Asiria, invadió la tierra santa (701 a. C.). Jerusalén estuvo a
punto de caer, pero algo sucedió que impidió la conquista de la ciudad de Sión. Se han dado distintas opiniones al respecto, siendo la
más probable una rebelión de Babilonia… y esto era más urgente que la caída de Jerusalén. El profeta Isaías siempre entendió que eso
se debía a la acción de Dios que conduce todos los momentos de la historia. El pueblo, sin embargo, parece que se lo agradeció más al
rey que a Dios. Todo esto se cuenta en 2Re 18-20. El reino quedó totalmente destruido, aunque Jerusalén no cayera en manos asirias.
I.2. En este oráculo de hoy, bajo el simbolismo de las llaves, que aparecerá en el evangelio, se quiere mostrar la actuación de Dios con
el secretario Sobná, hombre rico y ambicioso, que se estaba construyendo un mausoleo que escandaliza al profeta frente a la situación
de tributos, injusticias y pobreza que vive el pueblo. El profeta anuncia su destitución por Eliaquín, el mayordomo, que debía ser un
hombre más consecuente con la situación posbélica.
I.3. El oráculo lo dice todo: un padre para el pueblo y en sus manos estarán las llaves del reino de David; era el hombre de confianza
que necesitaba Ezequías en aquellos momentos, quien fue un rey reformador. Con las llaves se cierra y se abre. Será un administrador
de justicia para un pueblo destrozado, donde los pobres son más pobres y los ricos más ricos. Esa es la situación que debe cambiar.
Quien tiene las llaves, debe saber que es el administrador de Dios. Y que no tiene derecho a coartar libertades ni a permitir miserias.
II.ª Lectura: Romanos (11,33-36): Himno a la Sabiduría
II.1. El c. 11 de Romanos termina con un maravilloso himno a la sabiduría divina. Viene a cerrar los cc. 9-11, en los que el apóstol se ha
planteado en profundidad el misterio del pueblo de Israel, su destino, su futuro. Y esto lo hace porque a través de toda la carta ha
venido hablando de un pueblo nuevo, de una comunidad nueva, que no se fundamenta en otra cosa que en la fe en Jesucristo, quien
ha dado su vida por toda la humanidad. Pero Pablo era judío, su raza no era determinante, pero en la lectura que hace del Antiguo
Testamento lo ve como el pueblo que recibió las promesas de Dios, con un papel histórico y teológico que no se puede olvidar. Con
este himno, Pablo concluye la parte doctrinal de la carta a los Romanos, y deja en manos del misterio de Dios, de su divina sabiduría, el
destino de su pueblo por el que siente una cierta fascinación.
II.2. Algunos apuntan a que Rom 11,33-36 sería el himno conclusivo de la parte doctrinal de la carta (Rom 1-11). Pero no debemos
olvidar la famosa y discutida doxología de Rom 16,25-27, también en forma de himno, que algunos manuscritos desplazan a Rom 14,23
o a Rom 15,33 y que ha dado lugar a la polémica sobre la autenticidad de Rom 16. ¿Pertenece Rom 16 a la carta dirigida a los
Romanos? No es necesario entrar en esa discusión crítica de manuscritos. Podemos suponer, pues, que piezas como éstas se creaban
o recreaban en las comunidades paulinas, para la liturgia, en las que no falta cierta influencia del judaísmo helenista. Pablo, por su
parte, las aprovecha en momentos bien señalados para cerrar o rematar ciertas ideas decisivas. Este es uno de ellos, porque debemos
estar de acuerdo que Rom 9-11 es una sección reflexionada y de largo alcance.
II.3. El himno pone de manifiesto algo que debemos tener muy presente. Desde luego, es un himno a Dios y nos recuerda mucho lo que
podemos leer en el libro de Job (35,7;41,1-3), es decir, la impotencia del hombre frente al misterioso designio de la historia que no la
podemos abarcar en profundidad, por muy alto que haya volado la humanidad. Encontrarse con Dios es “un misterio” y nadie puede
exigirle algo, porque nadie le ha dado nada. Al contrario, todo lo hemos recibido de Él. Y resuena explícitamente la grandeza de la
fidelidad de Dios al hombre, a la humanidad entera, no solamente a Israel.
II.4. En Rom 9-11 ni Israel ni los paganos, que ahora forman parte del proyecto salvador, son los verdaderos protagonistas de las
afirmaciones y de los argumentos que se ponen sobre la mesa. Consideramos que el verdadero protagonista es Dios que quiere salvar
a todos los hombres sin que eso sea faltar a su fidelidad a la alianza con Israel. Pero su fidelidad salvadora con Israel forma parte de
este mismo proyecto. De ahí que este himno final venga a ponerse en el centro de todo esta acción salvadora de Dios como una
decisión de su sabiduría. Tanto los paganos como Israel deben admirar la sabiduría divina. Las preguntas sapienciales de los vv. 3435, inspiradas en dos textos de la Escritura (Is 40,13; Job 41,3) son suficientemente elocuentes al respecto. Nadie puede ni debe
discutir la soberana libertad de Dios para salvar a todos los hombres y a Israel. Los pueblos han sido llamados a la salvación porque
Dios lo quiere así. Israel será salvado, porque Dios así lo ha decidido.
Evangelio: Mateo (16,13-20): Confesión de fe viva y verdadera
III.1. El evangelio de hoy es uno de los textos más específicos de la teología de este evangelista. El simbolismo de las llaves, de atar y
desatar, se aplica ahora a Pedro, el apóstol que habría de negar a Jesús. ¿De dónde nacen estas palabras, cuyo fondo arameo es
innegable? Mc 8,27-29 no contiene las palabras sobre las llaves, lo cual resulta ciertamente extraño. Mateo nos ofrece una verdadera
confesión de fe de Pedro en sentido pospascual y unas palabras de Jesús otorgándole un poder precisamente por esa confesión de fe.
Por lo tanto, ese poder, en lo que se refiere a la comunidad de Mateo, tiene que ver con una promesa y función en la Iglesia. Este es
uno de los textos más discutidos en torno al «primado» de Pedro y sus sucesores.
III.2. El texto de la confesión mesiánica de Pedro nos ofrece una de las lecturas más discutidas de la exégesis de Mateo. En su probable
fuente, Mc 8,27ss, la confesión es de otro tono y, además, no están presentes las palabras sobre el “primado”. Es evidente que la
tradición “católica” ha hecho un tipo de lectura que viene marcada por la sucesión apostólica de Pedro. Es, desde luego, de valor
histórico que Simón, uno de los Doce, recibió el sobrenombre o apodo de Kefa (en arameo; kephas, en griego) y que sería traducido
como Petros en griego, que significa “roca”. El que haya sido en este momento o en otro todo lo que se explica del sobrenombre en
Mateo, no es relevante históricamente (pudo ser en otro momento cf Jn 1,42; Mt 4,18; 10,2), pero sí es significativo. Pedro pudo recibir
este sobrenombre del mismo Jesús y haber sido llamado de esa manera durante su ministerio. Se seguirá discutiendo si las palabras de
Jesús sobre la “piedra” se refieren a la persona de Pedro, o a la confesión que Pedro proclama (no olvidemos que es una confesión
pospascual en toda regla). Pero aquí se funda, en la tradición católica, el primado y la misma “infalibilidad” papal. Pero ¿de qué valdría
la "infalibilidad" si solamente se tiene en cuenta lo doctrinal?, porque la doctrina cambia con el tiempo en expresiones y en comprensión.
Esta "vexata quaestio" no debería ser el fondo del texto de Mateo, sino precisamente la necesidad que tenemos de vivir en la
"comunión" de la fe que nos salva, más que en la afinidad doctrinal. La Iglesia, pues, no se fundamenta sobre la doctrina, sino sobre la
fe de Pedro, que es un misterio de confianza (emunah) en la palabra de Jesús, quien nos ha revelado la salvación de Dios. Ni el mismo
Pedro sería nada sin la confesión de su fe en Cristo e Hijo de Dios (con todo lo que ello implica), ni la Iglesia tendría sentido sin el Cristo
e Hijo de Dios confesado por Pedro. Pedro, por ello, no está situado por encima de la Iglesia, sino que recibe esa misión y lleva a cabo
ese servicio en el seno de la misma comunidad a la que sirve con la confesión de su fe.
III.3. El texto de Mt 16,13-20 es campo de batalla entre católicos y protestantes y no lo debemos ignorar. Todavía en ello debemos
tener grandes expectativas ecuménicas, con la esperanza de los pasos que hemos de dar con las respectivas interpretaciones que
corresponden a las “tradiciones” cristianas de unos y de otros. Los católicos siempre interpretarán que “piedra” (petra) se refiere a
Pedro (petros); los protestantes afirmarán que petra, por ser femenino, no se refiere a Pedro, sino a la confesión anterior: “tu eres el
Cristo, el Hijo del Dios vivo”. ¿Qué nos está permitido interpretar exegéticamente? La verdad es que las dos cosas son posibles. Pero
hay muchos problemas por medio: ¿es una tradición unitaria? ¿son dos tradiciones unidas por el redactor de Mateo? Todas estas
cosas quedan para un análisis crítico-literario-exegético de envergadura. En principio, nos parece más razonable interpretar que “sobre
esta roca” ha de referirse a la confesión que Pedro acaba de pronunciar. Vendría a ser como decir que Simón recibe un nombre nuevo
Petros, porque ha hecho una confesión decisiva y fundamental sobre la que ha de construirse (petra) la Iglesia.
III.4. Cada evangelista ha redactado la confesión de Pedro según sus preocupaciones teológicas y eclesiales. Las de Mateo están bien
claras por el conjunto del texto de hoy. El problema, pues, sería si las palabras laudatorias de Jesús, después de la confesión de Pedro,
son del mismo Jesús o de la Iglesia primitiva. Esto, desde luego, tiene divididos a los especialistas, aunque es más coherente pensar
que la Iglesia posterior necesitó reivindicar la figura de Pedro como testigo cualificado y como “primero” entre los Doce. No deberíamos
exagerar, como se hace frecuentemente, sobre los arameismos de las palabras laudatorias de Jesús, como si estas nos llevaran
directamente a las mismas palabras de Jesús. De hecho, otros autores dan a entender que la construcción griega de estas palabras es
más armónica de lo que parece; que no hay tanto arameismo en las mismas y que estamos ante la teología de un autor (en este caso
Mateo) más que ante una “profecía” del Jesús histórico. Y eso sin entrar en la discusión, hoy no tan relevante, de si las palabras del “tu
es petrus” son una interpolación posterior como defienden algunos especialistas.
III.5. Estas palabras, pues, significan que Pedro ha de ser el defensor de la Iglesia contra todas las asechanzas a las que está y estará
sometida. La pregunta es ¿dónde está fundamentada la Iglesia, en Pedro o en Cristo? En Cristo, claro está (cf 1Cor 3,11; Ef 2,20), y es
eso lo que confiesa Pedro en el evangelio de Mateo. Por lo mismo, no se puede echar sobre las espaldas del pescador de Galilea todo
el peso de la Iglesia, el nuevo pueblo de Dios que ha ganado Cristo con su vida, con su entrega y su resurrección. Y otro tanto habría
que decir de los sucesores de Pedro. De la misma manera, pues, la metáfora de “atar y desatar” se ha de interpretar en este tenor de
defensa de la comunidad, del nuevo pueblo, de la Iglesia. Porque no debemos olvidar que esa misma metáfora la usará después Mt
18,15-20 para aplicarla a los responsables de la comunidad ante el pecado de los que son recalcitrantes y rompen la comunión.
III.6. En definitiva, el texto de Mateo, la fuerza del “tu es petrus” no debe hacernos olvidar que Pedro fue elegido por Jesús no para ser
Papa, que es una institución posterior, reafirmada con la “infalibilidad” doctrinal, sino al servicio de la salvación de los hombres; aunque
será inevitable tenerlo en cuenta en la historia de la interpretación del papado. Pero no podemos echar encima del texto de Mateo más
de lo que dice y de lo que afirma; sin olvidar, además, la Iglesia o comunidad en la que aparece, una comunidad judeo-cristiana que
necesitó de transformaciones muy radicales en confrontación con el judaísmo tradicional. Desde luego, los seguidores de Jesús que
aceptamos el evangelio tenemos como “roca” de salvación la confesión de fe que hace Pedro. Pero no es la confesión de un hombre
solitario y cargado de responsabilidad personal para “atar y desatar”, porque tiene las “llaves” del Reino de los cielos. Es la confesión
de una Iglesia a la que él representa. Porque la salvación de cada uno de los cristianos o de cualquier hombre o mujer, no dependen
de Pedro tampoco, sino de la gracia y la misericordia de Dios, revelada en Jesucristo, y a quien Pedro confiesa.
Fray Miguel de Burgos Núñez
Lector y Doctor en Teología. Licenciado en Sagrada Escritura
Este comentario está incluido en el libro: Sedientos de su Palabra. Comentarios bíblicos a las lecturas de la liturgia dominical. Ciclos A, B y C.
Editorial San Esteban, Salamanca 2009.
Pautas
Cesarea de Filipo está íntimamente ligada al poder imperial de Roma.
La localización de la escena en la región de Cesarea de Filipo no es un dato intrascendente para ver el alcance de lo que se nos narra
en el texto evangélico. Todo en Cesarea, empezando por el hombre, hablaba del poderío militar, económico, político e ideológico de
Roma y de su emperador. El César de Roma ostentaba los títulos de Divino, Hijo de Dios, Dios, Dios de Dios, Señor, Redentor,
Liberador y Salvador del mundo. De ahí que, cuando Pedro confiesa y aplica eso mismo a Jesús, está cometiendo una alta traición al
emperador; para el evangelista, es claramente una sustitución del reino de Roma por el reino de Dios. Si la actuación romana dirigida
por el divino Augusto traía la paz mediante la guerra, la violencia y la victoria, la actuación cristiana encarnada en el divino Jesús traía la
paz mediante la justicia.
¿Quién dice la gente y quién decís vosotros que soy yo?
Los discípulos enumeran los personajes que la gente asocia con Jesús. Los cuatro señalados sitúan a Jesús en la tradición profética,
que se caracterizó por el rechazo al sufrimiento del pueblo y a los poderes que lo originaban. Los profetas, al ha¬blar de un mundo
alternativo al que su pueblo vivía, siempre resultaban incómodos para las elites. Jesús era visto por la gente en esa línea profética de
rechazo al poder, que en aquellos momentos venía de Roma.
Pedro es portavoz porque tiene una vinculación especial con Jesús.
Pedro reitera la confe¬sión que todos los discípulos hicieron ya en la barca después del mi¬lagro de Jesús caminando sobre el agua.
De igual modo, no sólo Pedro, sino todos los discípulos habían sido felicitados ya antes por Jesús. Pedro es portavoz de los discípulos.
Pero, además, la figura histórica singular de Pedro viene a concretar al¬go que, para Mateo, debe ser un rasgo permanente de la
Iglesia: su vinculación a Jesús. Pedro es fundamental para la Iglesia porque está unido a Jesús, que sí es el fundamental. Vinculación
ciertamente ambivalente, porque Pedro confiesa a Jesús como Mesías e Hijo de Dios, pero lo entiende como poderoso, no como
sufriente; como otros discípulos, no es capaz de velar en Getsemaní; reniega de Jesús con un juramento y, arrepentido, llora
amargamente. Este es Pedro al que Jesús sostiene, y que se nos aparece como el prototipo de discípulo de Jesús.
No se puede entender el diálogo entre Jesús y Pedro sin la conexión que tiene con la profecía de la pasión
que le sigue.
Los tres evangelios sinópticos sitúan inmediatamente después de la confesión de Pedro el primer anuncio de la pasión. La predicción
que hace Jesús de su pasión señala el verdadero alcance del tipo de Mesías que Pedro acaba de confesar. La protesta de Pedro ante
las palabras de Jesús sobre la nece¬sidad de su pasión es una prueba de que, al confesar la mesianidad de Jesús, Pedro deja ver que
su idea del Mesías es más bien como la de todos los demás discípulos: totalmente judía, de poder, motivo que le vale una dura repulsa
de labios de Jesús.
Pedro es una roca en tanto que esta roca encarna la fe y no el poder.
Jesús edificará su Iglesia sobre Pedro en cuanto que ha confesado públicamente a Jesús de Nazaret. Así pues, en las palabras de
Jesús hacia Pedro hay una alabanza y una promesa referidas, no tanto a su persona, como a su actitud de fe. Dice santo Tomás que
Cristo es el fundamento de la iglesia por sí mismo, y que Pedro lo es sólo en tanto que confesó a Cristo. La exigencia para ser
congregado en la iglesia de Jesús, por tanto, no es otra que el tener la misma fe que confesó Simón en Cesarea. Y esta comunidad de
Jesús prevalecerá mientras sea inquebrantable nuestra fe en él. Pedro, que es felicitado por su fe, inmediatamente pasa a ser llamado
Satanás por Jesús, porque entendía el mesianismo como poder. A este Pedro–Satanás, Jesús no lo hubiera considerado como una
roca para fundamentar su Iglesia.
El atar y el desatar del buen pastor.
La expresión atar y desatar designaba entre los judíos de la época la potestad para interpretar la ley de Moisés con autoridad. Según
eso, Jesús confiere a Pedro la autoridad para interpretar las exigencias del Reino de Dios según las palabras y actuaciones de Jesús –
buen pastor–, y adaptarlas a nuevas necesidades y situaciones. Pedro no está recibiendo de Jesús un poder absoluto sobre la
disciplina, como si fuera un emperador romano o un rey. La misión que reciben él y los apóstoles es exponer la voluntad de Dios a la luz
de Jesús para conducir a los hombres al reino de los cielos. Y en estas enseñanzas de Jesús no cabe la autoridad monárquica para
Pedro, que si quiere ser el primero, ha de ser el servidor.
Las puertas del Hades no podrán contra una comunidad empeñada en dar vida.
El Hades –o el infierno– es el reino de la muerte. Hay una interpretación que ve en la frase de Jesús una promesa a los miembros de la
Iglesia de su futura resurrección. Pero aquí, más que una promesa, posiblemente se trate de un encargo que hace Jesús a los
discípulos de luchar y vencer a los destructivos poderes del reino de la muerte. Como lo hizo él. La muerte es la destrucción de todo lo
que tiene vida. Pero la vida humana no es monolítica y uniforme, sino que se ramifica en muchos y diferenciados ámbitos vitales. Lo
mismo hay que decir de la muerte: no existe la muerte en general, sino muchas muertes: en cada ámbito vital se produce un tipo de
muerte específico y apropiado. Hay muerte en la negación de la vida biológica, pero también en la destrucción o deterioro de la vida
psíquica, la vida sensitiva, la vida económica, la vida del conocimiento, la vida de la justicia, la vida de las relaciones con Dios, la vida de
la belleza, la vida del juego y la vida de las relaciones sociales. La pobreza es muerte; la ignorancia, también; las injusticias y el odio
entre hermanos, entre vecinos o entre razas, también. ¡Vaya si el creyente en el Reino de vida de Jesús de Nazaret tiene variedad de
campos de muerte humana donde luchar para erradicarlos! Entonces sí que las puertas de la muerte no podrán contra una comunidad
de Jesús que esté empeñada en poner vida allí donde haya muerte.
La interpretación de este texto por el papado romano.
El Obispo de Roma se autodenomina el sucesor de Pedro. En la cúpula de la basílica de San Pedro de Roma pueden leerse, sobre
fondo dorado, las palabras de Mateo: «Yo te digo que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no
prevalecerán contra ella». Es todo un sím¬bolo. Sin embargo, hoy gran parte de los exégetas más prestigiosos –también los católicos–
está de acuerdo en que «del Pedro de la Biblia al papa de la ciudad eterna sólo se puede pasar dando un salto cualitativo». Mateo no
está pensando en la escena de Cesarea en una sucesión explícita en el ministerio de Pedro. Los factores que llevaron, entre los siglos
II-IV, a la formación de la primacía romana en la Iglesia fueron muy diversos: Roma era ca¬pital del imperio; la comunidad era numerosa
y relevante por su actividad caritativa; era un centro importante de la ortodoxia; contaba con unos fundadores apostólicos y con
sepulcros de apóstoles, en particular el sepulcro de Pedro. Más tarde, la estructura política del imperio favoreció en la Iglesia, y
demandó de ella unas estructuras jerárquicas y una cúspide monárquica. Por eso el camino del pa¬pado desde un ministerio de
soberanía a un ministerio de servicio es, dada su historia, especialmente arduo.
Cualquiera que sea el ministerio conferido a Pedro, lo que sí está fuera de toda duda es que ha de entenderse y ejercerse según el
Evangelio, y que hay que medirlo con este Evangelio. Remite siempre al mensaje de Jesús, que, con su palabra y con su obrar, se
dirigió de manera prefe¬rente a los pobres, y estuvo entre aquellas gentes no como el que manda, sino como quien sirve.
Baldomero López Carrera
Laico Dominico
Infantil
XXI Domingo del tiempo ordinario - 24 de agosto de 2014
Evangelio
En aquel tiempo llegó Jesús a la región de Cesarea de Filipo y preguntaba a sus discípulos: - ¿Quién dice la gente que es el Hijo del
hombre?. Ellos le contestaron: - Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas. El les preguntó: - Y
vosotros, ¿quién decís que soy yo? Simón Pedro tomó la palabra y dijo: - Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. Jesús le respondió: ¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora
te digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del Reino de
los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo. Y les mandó a
los discípulos que no dijeses a nadie que él era el Mesías.
Explicación
Estando en la región de Cesarea, preguntó Jesús a los apóstoles "¿Quién dice la gente que soy yo? ¿y vosotros quién decís que
soy?". Entonces Pedro le dijo: "Tú eres el Mesías". Jesús felicitó a Pedro y le nombró jefe de la Iglesia. Luego les ordenó que no dijeran
a nadie que él era el Mesías
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