I'Arnor eiicar c:s viu: si'ls priits y'ls aiicells plorcii lo nostre cor somrin. ;Que hi fa que ccl hi terro s'oinpleiliii de tristos, si'iis lliurn ij'cixil guerra lo nostre iiimeils niiior? Gosim; la vida es hrcua y '1s goigs inoit dolsos soii: goséni aymada meiia liiis <i olvidarns del nioli. Las portas beti taiicadas, diiis ta caii1bi.a soiets, que 'n viliga11dc ventadas teinpestas, neus y írets! .i- Mario Ferré. (Estudio de s u s obras paétieasl Despiiés dc «'l'ernezas y flores», publicó las «F&buliis» y !os «.:\ges de! alma,). Las uF<:bulas>)todas ellas est6n escritas con uaturalidad; la moraleja se despr2ride 10gic~nientede lo que el poeta sntiriza 6 eosalza; y, ~ l g u n a sde ellas: e s t h tan bien sentidas y las adornati tal elevaci6n de pensairiientos que iio diidi, las tomara por siiyas el misino Lafoistaiue. Las bcllez~isde «Ayes del alman dieron faina de poeta B Caifipoamor, pues, vales son sus versos de inspirsdos,(liie pocos ios aveiitaj¿iis en Uiiidez, eii liarmonia y en dulziira. Entre las muchas poesias qne fdrmau el libro, descuellau las dos Odas & la reina Cristina. la una escrita al partir para su destierro, y la otra A su regreso. Ambas de correcta versificación. con elevados couceptos y dignas de ser citadas por modelo; pues se identifica tanto el poeta con lo que escribe, que Elido puer pasiones, los seutida 1legmse.i expresar m ~ j o las mienlos todos. Para que el lectop pueda saborea; uiia vez m8s alguna de sus bellezas, copio las estrofss que Por su grandeza acuden 6 mi memoria. coino evocadas por mi amor al poeta. EU la oda primera es notab!e la siguiente invocación: Lleva en paz esa nave, aura gentil que hacia el. Oriente vuelas que iiunca en ponipa grave A tu infiujo suave otra m8s rica aparejó sus velas. En la misma; es preciosa la siguieiite estrofa en que el poeta domitiado por la ira y si desprecio recrimina B los espai~oiescon una feliz esclamación, que Casise ideiitifica con el epifonema: - En buen l1or:i coi? s;ili;r solemnices cii or$i;i p!;iceiitcr;i tu crin~inal11:ii:atia: igloria al lerjii de Espana que el pecho hil-id de uiia iirfeliz cordcrn! De ln seguriíla «dri es iri:igiiifica la sexta esiroili. rii que el poeta dice: Ko pide11sangre, no, i n s iioblcs alm:is de inuertos defeniorcs: el mkrlil- de una Reina exige p;iIrii;is; el Iiéroe de L I I ~ ; dama ~ c-sigc llores. Esto es de poeta grande, chmri 10 es iii sigiiie~itc: Quc no hay gloria cn cl iiluiido in;is cuiiiplid::~ qiicsw, c11;1! vos, Seiiorn, el génia del orgullo, si.veiicid;r; el ;iirg(%l dcl perdón, si veiicedoi-u No puede espresarse eii mrnos versos la magiiaitimidad de una lieiua. Es nofali~lisiiiiatatnbiéii la oda intitulnd,i 1 la Cartuja de Borgos),. Es ksta iiiirr 1)rllisiri~as l t i r : ~;i la lióci,tnd, del día, hecha toila eil rcrsos cr,mo iistos: Sou tambiau iudrecadoraii de coiisigiial.~ey ~rieerüe las siguientes: aEl jnicio fiiiain, «El altna eu pena» (problema filosófico), la eliist,oia «.1mi madre»> y la ~Epiztoln.riecral6gica» >t don 1,iiis GonzAles Bi,abo. En las dos obras cine acabarno* de estiicliar 6 sea en las ,<FBbulas»y «Ayes del aliiiao Cavzpoa7?zor es y a ~ntisC<c?>zponrizor. Deja los pormenores de detalle para cievarse B las sublimidsdes de la idea. Alguna de las poesías de «Ayes del alma» es ya iiua verdadera doloya, y eii todo el libro, Ciiniponmor se muestra como nn fil6sofo que disciirre en verso, pero siempre riaturnl, siempre inspirado, jugando coi1 la rima, y a perfecta ya imperfecta, y jamAs vencido por la fuerza del consonante. En estos dos libros, Campoamor es el preludio de aquel Campoamor qiie inAs tarde en sus «Doloras», parece hacer jiiegos iiialabares con las profundas seutnncias del divino libro de Tomis de Iiempen; y en ellos demuestra ser un gran poeta qiie escribe, ~leváridosede lo real (> lo abstrscto, según le dicta el corazón, y que iiste no le dicta sino bellezas, pues, si c6mo dice Balmes: «Del coraz6n sale todo; es uiia arpa soherbia que despide toda clase de sonidos desde el Isorrendo estrbpito de las cavernas infernales, hasta la mis delicada harmonia de las regiooes cele.?tesn, el corazhu de Campoamor no di6 al mundo si no la eterna harmonia y s u bondad; &yc6mo no, si toda su filosofía era esta: «Se bueno, y te sentarás L! la diestra de Dios Padre!)) 4 Wyneken y Segimon. (Coil~;1ill~ll~l~.}