Guía 29

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GUÍA No. 29
TERCERA SEMANA (III)
JUICIO DE JESUS ANTE EL TRIBUNAL CIVIL
REFLEXIONES PREVIAS
San Ignacio propone los misterios de la Pasión de Jesús, como hemos comentado,
en forma de un itinerario, que va jalonando dinámicamente los diversos episodios,
“desde”…”hasta”, con el fin de propiciar una contemplación que permita seguir paso a
paso a Jesús, acompañándolo en su camino pascual.
Los puntos que se indicaron en el ejercicio de la Cena, que es como un patrón para
todas las contemplaciones siguientes, son especialmente apropiados para acompañar el
camino de Jesús: ver las personas, oír lo que hablan, mirar y considerar lo que hacen y
reflectir para sacar algún provecho. En cada uno de los misterios la reflexión se
concentrará en tres aspectos: lo que padece en la humanidad o quiere padecer; la divinidad
que se esconde y deja padecer la humanidad tan crudelísimamente; y todo esto lo padece
por mis pecados (EE 195-197).
Los pasos que propone el texto son:
1) «De los misterios hechos desde la casa de Caifás hasta la de Pilato» (EE 293)
2) «De los misterios hechos desde casa de Pilato hasta la de Herodes» (EE 294)
3) “De los misterios hechos desde casa de Herodes hasta la de Pilato» (EE 295)
FIN QUE SE PRETENDE
Tomar conciencia de que en el juicio contra Jesús se retrata la capacidad que
tenemos los hombres para no aceptar a Dios cuando no coincide con la imagen que
nos hemos formado de él, y de negarlo en la vida de sus hijos que buscan la paz del
Reino, fruto de la justicia.
Comprender que, aunque Jesús no fue un político, sino un hombre religioso,
aceptado por muchos como el Profeta que anunciaba la cercanía del Reinado de Dios
-los cielos nuevos y la nueva tierra donde habita la justicia-, su mensaje tenía unas
consecuencias políticas y sociales que resultaban incómodas e incompatibles para las
autoridades. En nombre del orden social vigente, consideraron a Jesús religiosamente
blasfemo y políticamente subversivo, y tomaron la decisión de eliminarlo.
«Inquieta su anuncio de un reinado de Dios caracterizado por la abolición de todo dominio
del hombre sobre el hombre, por la comunión y participación de bienes (algunos lo llaman
el «comunismo cristiano»), por la renuncia a la búsqueda de prestigios y honores. Su
valoración y solidaridad con los pecadores, con los pobres y con los marginados sociales
(leprosos, publicanos, prostitutas...) resulta detonante para los poderes constituidos.
Denuncia, sin concesiones, los valores dominantes en la sociedad: la acumulación del rico
que se cierra a la necesidad del pobre, el consumismo hedonista del que atesora para el
disfrute; la afirmación del poder absoluto del Estado sobre la voluntad de Dios...Provoca
con su confraternización con la gente sencilla y su desprecio por los honores y símbolos de
poder mundano…Todo eso es demasiado para instituciones, grupos y poderes dominantes
de la sociedad, que deciden quitarlo de en medio...; si los hombres se abren a su mensaje,
no tienen más remedio que cambiar la sociedad, en la medida en que sus ciudadanos
configuren su conducta según las directrices del evangelio»1.
Ponderemos la actitud de Jesús en el juicio. Apenas habla. Asume su destino por
mantenerse fiel al proyecto de su Padre en un mundo que utiliza lo religioso, lo político y
lo económico para justificar un ordenamiento injusto. Se le acusa de blasfemo, pero se le
ajusticia como subversivo en un juicio inicuo.
Penetrar en el conocimiento interno del Jesús que San Ignacio contempla en la
tercera Semana: «el mansueto Señor», pobre y lleno de oprobios», «estimado por vano y
loco» (cf Tercera manera de humildad), para desear identificarnos con él:
«Como los mundanos que siguen al mundo, aman y buscan con tanta diligencia honores,
fama y estimación de mucho nombre en la tierra, como el mundo les enseña; así los que
van en espíritu y siguen de veras a Cristo nuestro Señor, aman y desean intensamente todo
lo contrario; es a saber, vestirse de la misma vestidura y librea de su Señor por su debido
amor y reverencia... desean pasar injurias, falsos testimonios, afrentas, y ser tenidos y
estimados por locos... por desear parecer y imitar en alguna manera a nuestro Criador y
Señor, Jesucristo... como sea la vía que lleva a los hombres a la vida» 2
GRACIA QUE SE QUIERE ALCANZAR
«Dolor, sentimiento y confusión, porque por mis pecados va el Señor a la
pasión» (EE 193). Afectos que se desprenden de una inmensa gratitud con quien nos
demostró el amor que nos tiene, desprendiéndose de su vida por nosotros cuando aún
éramos pecadores (cf Ro 5, 8).
Demandar también «dolor con Cristo doloroso, quebranto con Cristo quebrantado,
lágrimas, pena interna de tanta pena que Cristo pasó por mi» (EE 203). Es la ineludible
solidaridad con el Amigo que nos llama a estar donde él está, a compartir su vida y su
1
CASTILLO, JOSE M. - ESTRADA, JUAN A., S.J., ¿Por qué mataron a Jesús?, en «El Proyecto de Jesús»,
Ediciones Sígueme, 1985, pp. 665-66.
2
Const., Examen, 101.
destino, comprometidos con él «bajo el estandarte de la cruz en la lucha crucial de nuestro
tiempo: la lucha por la fe y la lucha por la justicia que la misma fe exige»3.
Para disponernos a alcanzar esta doble actitud, que solamente su gracia nos
concede -«todo es don y gracia» (EE 322)-, San Ignacio recomienda «comenzar con mucha
fuerza y esforzarme a doler, tristar y llorar» (EE 195)...«no procurando de traer
pensamientos alegres, aunque buenos y santos... mas antes induciendo a mí mismo a dolor
y a pena y quebranto, trayendo en memoria frecuente los trabajos, fatigas y dolores de
Cristo nuestro Señor que pasó desde el punto que nasció hasta el misterio de la pasión en
que al presente me hallo» (EE 206).
TEXTO IGNACIANO

Primera comparecencia ante Pilato
El texto utiliza los relatos de Mateo (c. 27), Lucas (c. 23), y Marcos (c. 15). Llama
la atención que para este interrogatorio San Ignacio no acude a Juan en el episodio central
de la pasión para este evangelista: la indagación acerca de la realeza de Jesús (18, 28-40).
San Ignacio, que abre la segunda Semana con la contemplación del llamamiento del Rey
eternal, la prolonga con la meditación de Dos Banderas -donde el sumo y verdadero
capitán envía a sus siervos y amigos por todo el mundo a atraer a los hombres a «la vida
verdadera» -, al culminarla no hace contemplar al rey que ha nacido y ha venido al mundo
para dar testimonio de la verdad. Este episodio queda un poco a la sombra, se menciona
sólo de pasada. Su intención en este paso es otra. Prefiere contemplar -con el evangelio de
Mateo- la figura de Jesús solo y silencioso, del mansueto Señor, ante las acusaciones
formuladas a Pilato: «mientras los jefes de los sacerdotes y los ancianos lo acusaban, Jesús
no respondía nada» (Mt 27, 12); y a las preguntas del mismo gobernador, «no le contestó ni
una sola palabra; de manera que el gobernador se quedó muy extrañado» (Mt 27, 14).
Lo que Ignacio propone aquí para la consideración es: que «lo llevan, toda la
multitud de los judíos, a Pilato y delante de él lo acusan, diciendo “a éste habemos hallado
que echaba a perder a nuestro pueblo y vedaba pagar tributo a César”»; que Pilato lo
examina una y otra vez, mas no logra convencerse de que fuera culpable; que trata de
liberarlo, pero: «le fue preferido Barrabás, ladrón” (EE. 293). El ladrón preferido al
inocente y el Jesús pobre y lleno de oprobios, ocupan la contemplación de Ignacio.

Pilato envía a Jesús galileo a Herodes
Texto exclusivo de Lucas (23, 6-12) que Ignacio selecciona y hace tema de un
entero ejercicio, porque aquí Jesús es «tenido por vano y loco» y podemos contemplarlo
como modelo: «por desear parecer e imitar en alguna manera a nuestro Creador y Señor
Jesucristo, vistiéndose de su vestidura y librea…»4.
3
4
CG 32, d. 2, 2
Const., 101.
«Herodes, curioso, le preguntó largamente, y él ninguna cosa le respondía, aunque
los escribas y sumos sacerdotes le acusaban constantemente. Herodes lo despreció con su
ejército, vistiéndole con una veste blanca» (EE 294).
Lucas habla de un «manto espléndido, para burlarse de él»; un vestido brillante,
vestido de gala, como el que llevaban los príncipes. Herodes quiere mofarse de las
pretensiones de Jesús a la realeza, según el comentario de la Biblia de Jerusalén.

Segunda comparecencia ante Pilato
De nuevo se utilizan los textos de Mateo, Lucas y Marcos. Y, ahora sí, el trozo de
Juan (19, 1-6), que tiene puntos muy conmovedores para la contemplación del Jesús pobre
y humilde: los azotes, la corona de espinas, las bofetadas, el manto color púrpura. Y el
chantaje de las autoridades: «si sueltas a ése, no eres amigo del César. Todo el que se hace
rey se declara contra el emperador», palabras que asestan el último golpe y precipitan la
decisión de Pilato de entregar a Jesús.
Contemplemos sobre todo la doble presentación de Jesús que hace Pilato:
«MIREN AL HOMBRE» («Ecce homo»)
«Probablemente en el plano histórico se ve en estas palabras un cierto sentido de
compasión para con Jesús: “he aquí este pobre hombre, ese hombre al que se le tiene tanto
miedo”. O tal vez, según otros, no siendo Pilatos un hombre compasivo, hay en ellas más
bien un sentido de desprecio para con los judíos: “he aquí al hombre que se quiere eliminar
como peligroso, como violento”. Sin embargo, en el plano teológico, que es el de Juan, que
siempre filtra los hechos a través de la meditación, es claro que estas palabras tienen un
sentido más profundo. En efecto, Jesús no es llamado “hombre” del mismo modo como
cuando lo presentan la primera vez a Pilatos, que sale y dice: “¿De qué acusan a este
hombre?” (18, 29), sino que se lo llama en el sentido total ho anthropos: “he aquí al
hombre”. Y esta frase se la aplican a aquel hombre que esta ahí presente, al hombre que
lleva la corona, la púrpura y a quien en el mismo trozo se le dice “el que se hace pasar por
Hijo de Dios”. Por tanto, probablemente... hay aquí una alusión al título de “Hijo del
hombre”: he aquí al hombre que ha sido anunciado, al hombre que debía venir, el
que...evoca el poder judicial y real del Mesías... Juan contempla en la humillación de Cristo
el signo del poder misterioso del Hijo del hombre presente sobre la tierra... ahora él está
aquí y ejerce, desde el interior de esta situación de ignominia, su poder de juicio sobre la
humanidad»5.
Sin embargo, en este comentario, el Cardenal Martini piensa más en la teología de
Juan que en la Pasión según San Ignacio, para quien «la divinidad se esconde».
5
MARTINI, CARLO MARIA., S.J., «El Evangelio de San Juan», Ejercicios espirituales sobre San Juan,
Ediciones Paulinas, Bogotá, 1986, pp.129-130.
Un texto más cercano a esta consideración ignaciana, es el cuarto Canto del Siervo
sufriente, en Isaías:
«El Señor quiso que su siervo creciera como planta tierna que hunde sus raíces en la tierra
seca. No tenía belleza ni esplendor, su aspecto no tenía nada atrayente; los hombres lo
despreciaban y lo rechazaban. Era un hombre lleno de dolor, acostumbrado al sufrimiento.
Como a alguien que no merece ser visto, lo despreciamos, no lo tuvimos en cuenta. Y sin
embargo él estaba cargado con nuestros sufrimientos, estaba soportando nuestros propios
dolores. Nosotros pensamos que Dios lo había herido, que lo había castigado y humillado.
Pero fue traspasado a causa de nuestra rebeldía, fue atormentado a causa de nuestras
6
maldades; el castigo que sufrió nos trajo la paz, por sus heridas alcanzamos la salud» .
¡He ahí al hombre, que desde su oprobio nos muestra «la vida verdadera».
«AHÍ TIENEN A SU REY»
Con estas palabras, Pilato presenta a Jesús como rey de burlas. Los soldados
trenzan la corona y se la ponen en la cabeza. Lo visten con un manto de púrpura y le
gritan: «¡salud, rey de los judíos!». Pilato les pregunta: «¿A vuestro rey voy a crucificar?».
Los sumos sacerdotes responden: «No tenemos más rey que el César».
Contemplémoslo con su «vestidura y librea, vestida por nuestro mayor provecho
espiritual», objeto de «injurias, falsos testimonios, afrentas, tenido y estimado por loco».
Es el rey cuyo llamamiento hemos recibido para militar con él y como él, bajo el estandarte
de la cruz: «en nuestra Compañía, distinguida con el nombre de Jesús, para servir
solamente al Señor y a su esposa, la Iglesia bajo el Romano Pontífice, para emplearnos en
la defensa y propagación de la fe y el provecho de las almas en la vida y doctrina cristiana»
(Fórmula del Instituto). Es aquel que reinó desde la cruz («Regnavit a ligno Deus»). ¿Qué
debo yo hacer y padecer por él?
Los puntos propuestos para la contemplación son:
- «Herodes lo torna a enviar a Pilato, por lo cual son hechos amigos, que antes
estaban enemigos
- Tomó a Jesús Pilato, y azotólo
- Los soldados hicieron una corona de espinas, y pusiéronla sobre su cabeza, y
vistiéronlo de púrpura, y venían a él y decían: “Dios te salve, rey de los judíos”; y
dábanle bofetadas
- Lo sacó fuera en presencia de todos: «salió, pues, Jesús fuera, coronado de
espinas y vestido de grana; y díjoles Pilato: “He aquí el hombre”» (EE 295).
Viene aquí muy bien el coloquio de la primera Semana (EE 53): «imaginando a
Cristo nuestro Señor delante y puesto en cruz, hacer un coloquio: cómo de Criador es
venido a hacerse hombre, y de vida eterna a muerte temporal, y así a morir por mis
pecados. Otro tanto, mirando a mí mismo, lo que he hecho por Cristo, [lo que debo hacer y
6
Is 53, 2-5.
padecer] por Cristo; y así, viéndole tal… discurrir por lo que se ofreciere».

Sugerencias para una contemplación sobre Jesús-rey
Como comentamos antes, San Ignacio no invita explícitamente al ejercitante a
detenerse en la contemplación de Jesús acusado e interrogado por Pilato acerca de su
realeza. Sin embargo, pensando que se ajusta al fin que se pretende en los Ejercicios,
proponemos esta contemplación de hondo sentido ignaciano, sobre un paso de Jesús que en
el Evangelio de Juan es un episodio dirigido a ilustrar y celebrar la realeza del Señor.
Sugerimos los siguientes puntos:
1. Lo acusan de proclamarse rey: inculpación netamente política para conmover al
gobernador, insensible ante el cargo religioso de blasfemia: «hemos encontrado a este
hombre alborotando a nuestra nación. Dice que no debemos pagar impuestos al emperador,
y además afirma que él es el Mesías, el Rey» (Lc 23, 2-3).
2. Jesús se declara rey ante Pilato: a la pregunta del Procurador, Jesús responde
distinguiendo claramente su reinado de los reinados de este mundo, levantados sobre las
riquezas, el prestigio, las armas, el poder…Sí, es rey. El reinado de su Padre ha irrumpido
en este mundo: «el reino de Dios ya está entre ustedes» (Lc 17, 21) Pero no es su reino
como los de este mundo. «Pilato volvió a entrar en el palacio, llamó a Jesús y le preguntó: “¿Eres tú el Rey de los judíos?” Jesús le dijo: “¿Eso lo preguntas tú por tu cuenta, o porque
otros te lo han dicho de mí?” Le contestó Pilato: “¿Acaso yo soy judío? Los de tu nación y
los jefes de los sacerdotes son los que te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?”. Jesús le
contestó: “mi reino no es de este mundo. Si lo fuera, tendría gente a mi servicio que
pelearía para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi reino no es de aquí” (Jn 18,
33-36).
3. Un reino de la verdad: vuelve a interrogar Pilato: “¿Así que tú eres rey?”
Contestó Jesús; “tú lo has dicho: soy rey. Yo nací y vine al mundo para decir lo que es la
verdad. Y todos los que pertenecen a la verdad, me escuchan” (Jn 18, 37-38). Pero Pilato ya
no escuchaba. Jesús ha venido para mostrar «la vida verdadera» (EE 139), contra la mentira
del mundo: codicia de riquezas, vano honor, crecida soberbia. La vida verdadera consiste
en conocer personalmente al Padre y a Jesucristo, a quien él ha enviado (Jn 17, 3).
Conocer al Padre es practicar la justicia (cf Jer 22, 15-16).
4. La farsa de la coronación: «los soldados trenzaron una corona de espinas, la
pusieron en la cabeza de Jesús y lo vistieron con una capa de color rojo oscuro. Luego se
acercaron a él, diciendo: “¡Viva el Rey de los judíos!”. Y le pegaban en la cara» (Jn 19, 24). Escena real, teñida de vergüenza, ignominia y burla.
5. «¡Ahí tienen a su rey»: Pilato buscaba la manera de dejarlo libre, pero los judíos
le gritaron: «¡si lo dejas libre, no eres amigo del emperador! ¡Cualquiera que se hace rey, es
enemigo del emperador!» (Jn 19, 12). Al oír aquellas palabras, Pilato sacó fuera a Jesús, se
sentó en el tribunal (algunos traducen: sentó a Jesús en el tribunal), y dijo a los judíos: “¡ahí
tienen a su rey”. Pero ellos se pusieron a dar gritos: “¡Fuera! ¡Fuera! ¡Crucifícalo!”. Pilato
les preguntó: “¿Acaso voy a crucificar a su rey?” Y los jefes de los sacerdotes le
contestaron: “¡nosotros no tenemos más rey que el emperador!”» (Jn 19, 13-16).
6. Jesús promete su reino a los que le siguen: «ustedes han estado siempre conmigo
en mis pruebas. Por eso, yo les doy un reino, como mi Padre me lo dio a mí, y ustedes
comerán y beberán a mi mesa en mi reino, y se sentarán en tronos para juzgar a las doce
tribus de Israel» (Lc 22, 28-30). Esta misma promesa la formula San Ignacio: «quien
quisiere venir conmigo ha de trabajar conmigo [ha de ser contento de comer como yo, y así
de beber y vestir, etc.; asimismo ha de trabajar conmigo en el día y vigilar en la noche],
porque siguiéndome en la pena, también me siga en la gloria» (EE 93 y 95).
7. El título de la cruz: Pilato escribió un letrero que decía: «Jesús de Nazaret, Rey
de los judíos», y lo mandó poner sobre la cruz. Los jefes de los sacerdotes judíos dijeron a
Pilato: no escribas: “Rey de los judíos”, sino escribe: “El que dice ser Rey de los judíos”.
Pero Pilato les contestó: “Lo que he escrito, escrito lo dejo”» (Jn 19, 19-22).
8. El buen ladrón recibe las primicias del reino: al borde de su fracaso definitivo,
tras una vida desordenada y arruinada, uno de los criminales que estaba colgado, le pide a
Jesús un recuerdo cuando comience a reinar; y al solidarizarse y asociarse de alguna
manera con Jesús agonizante, a quien considera inocente, este hombre, «siguiéndolo en la
pena», escucha de labios de Jesús la espléndida promesa de «seguirlo en la gloria» (Lc 23,
39-43).
FUENTES DE ORACION PARA LA SEMANA
Ro 5, 6ss: así demuestra Dios el amor que nos tiene
Ef 2, 1-10: Dios, rico en misericordia, por el inmenso amor que nos tuvo, cuando
estábamos muertos por las culpas, nos dio vida con Cristo
2 Co 4, 7-11: dondequiera que vamos, llevamos siempre en nuestro cuerpo el suplicio de
Jesús, para que también su vida se muestre en nosotros
Is 52, 13-53; 12: cuarto cántico del Siervo.
SUGERENCIAS PARA DISTRIBUIR LA SEMANA
1) De Caifás a Pilato: primera comparecencia (EE 293)
2) De Pilato a Herodes (EE 294)
3) De Herodes a Pilato: Segunda comparecencia (EE 295)
4) Contemplación sobre la realeza de Jesús propuesta en esta Guía
5) Contemplación de toda la pasión hasta el punto en que me hallo (EE 206)
6) Aplicación de sentidos sobre el juicio ante el tribunal civil.
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