Los intereses de los países sudamericanos Las diferencias entre los

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Los intereses de los países sudamericanos
Alan Fairlie
Profesor de Economía de la PUCP
Octubre, 2005
Síntesis: Los países sudamericanos tienen diferentes prioridades, y eso lo reflejan en su proceso de
integración a la CSN. Por ello hay que saber cuáles son los intereses de cada país para buscar una
convergencia que nos lleve a la conformación de un real bloque internacional. En ese contexto, las
instituciones ya existentes – como la CAN y el Mercosur- desempeñarán un rol fundamental para
sustentar el proyecto y hallar soluciones a los posibles conflictos.
Las diferencias entre los países andinos también se manifiestan en las prioridades de la
integración sudamericana en sus respectivas agendas. Por ello es importante revisar cuáles
son sus intereses y ver cómo estos se ajustan a una real integración regional. En el presente
artículo, haré una revisión de tales prioridades, específicamente con lo relacionado al
proyecto de la Comunidad Sudamericana de Naciones, así como analizaré el rol que la
Comunidad Andina (CAN) y el Mercado Común del Sur (Mercosur) desempeñan en este
proyecto de integración.
Venezuela ha buscado y está implementando una alianza estratégica con Brasil y un
acercamiento con Argentina y el Mercosur, en base a no sólo obras de infraestructura y
proyectos en el sector energético. También, en la búsqueda de la creación de espacios y
contrapesos mayores en la perspectiva de un mundo multipolar.
Venezuela presenta una propuesta de integración bolivariana (ALBA), que se contrapone a
los acuerdos meramente comerciales o a los auspiciados en los tratados de libre comercio
bilaterales impulsados por EEUU. En esa perspectiva, la Comunidad Sudamericana de
Naciones tiene para ellos una gran prioridad, y se plantea como alternativa a otras zonas de
libre comercio con EEUU o a nivel hemisférico en el ALCA.
Simultáneamente, Colombia y Perú -y en menor grado Ecuador (con la futura adhesión de
Bolivia)-, negocian un Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos. Al mismo
tiempo, han suscrito la Declaración del Cuzco de la Comunidad Sudamericana de
Naciones, propiciado la convergencia de la Comunidad Andina y el Mercosur, y están
convencidos de la necesidad de la implementación de infraestructura a través del IIRSA, la
integración energética, fronteriza, en el espacio sudamericano.
Para estos países, serían perfectamente compatibles ambos procesos: los TLC con Estados
Unidos y Europa, y la Comunidad Sudamericana de Naciones, desde una perspectiva de
regionalismo abierto. Al mismo tiempo, Venezuela y Colombia han reactivado el G-3 con
México, y Bolivia tiene como socios comerciales muy importantes a los miembros del
Mercosur, a pesar que a la CAN exporta sus productos de mayor valor agregado
(especialmente al Perú). Esto contrasta notablemente con el escaso peso relativo que el
comercio con Mercosur tiene para Colombia y Perú, por ejemplo.
La gran interrogante es si todos estos procesos son convergentes, y si permitirán la eventual
profundización de la Comunidad Andina (y de la Comunidad Sudamericana de Naciones)
o si está en riesgo la propia viabilidad futura del acuerdo subregional.
Países como Perú y Bolivia tienen una vecindad geográfica con Brasil que se está
fortaleciendo con el inicio y/o continuación de importantes obras de infraestructura.
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Ambos países quieren jugar un rol de bisagra entre la CAN y el Mercosur, como
facilitadores de la construcción de corredores bioceánicos y la proyección regional al AsiaPacífico. Existe un importante potencial de desarrollo regional fronterizo entre estos países.
Un liderazgo de Brasil, parece funcional a sus intereses nacionales.
En Colombia hay mayor reticencia. Les interesa el proyecto de Comunidad Sudamericana
de Naciones, siempre y cuando el liderazgo brasilero no sea excluyente o entre en conflicto
con sus aspiraciones geopolíticas en Centroamérica y el Caribe o su articulación con
México. No están presentes los elementos articuladores que sus vecinos andinos tienen con
el Brasil (por lo menos en la misma intensidad).
En el caso venezolano, la integración bolivariana es un componente ideológico central de
su propuesta, así como su cercanía a países como Brasil, Argentina, y ahora Uruguay. La
articulación con Brasil va más allá de la cuestión energética, y es compatible con sus
intereses nacionales, aun cuando comparta con Colombia el interés de proyección geoestratégica en el Caribe y Centroamérica.
La Amazonía es otro eje articulador, donde los países andinos y el Brasil tienen una
soberanía que quieren mantener. Es un tema estratégico de la mayor importancia, asociado
a la biodiversidad y las reservas de agua dulce. Aquí hay un elemento de tensión con los
intentos de internacionalización de este espacio, así como la explotación de sus riquezas
impulsada infructuosamente – hasta el momento – por Estados Unidos.
La articulación energética en torno al petróleo y el gas, es otra posibilidad. Sin embargo,
aquí hay algunos conflictos potenciales. Una alternativa es la articulación peruano-boliviana
y la creación de polos energéticos con industrialización del gas y su exportación,
combinando el desarrollo del mercado interno con el mercado externo. Otro es el que
prioriza la exportación hacia México o países deficitarios del área, especialmente Chile, lo
que puede entrar en contradicción con el desarrollo de los mercados internos de los países
exportadores, dadas las reservas actualmente existentes.
Chile necesita urgentemente gas y agua para su región norte, pero tiene conflictos
pendientes con Bolivia (salida al mar) y Perú (delimitación marítima). Estos problemas
podrían resolverse en el contexto de una estrategia integral de integración sudamericana.
Pero, salidas parciales que sólo beneficien a alguna de las partes involucradas, pueden ser el
caldo de cultivo para un escalamiento de conflictos a nivel estatal en el futuro. Más aún,
considerando que la importante adquisición de armas que viene realizando Chile en los
últimos años y que proyecta hacer en el futuro, genera un desequilibrio estratégico con sus
vecinos.
También hay una preocupación por una eventual “absorción” de la CAN por el Mercosur.
Pero, ya se aprobó que recíprocamente los países del Mercosur también se asociarán a la
CAN, lo cual por lo menos en la forma resuelve ese problema.
Otro tema central es el de las asimetrías y la distribución de los beneficios de la integración.
Los países más pequeños del Mercosur, han tenido resistencia al proceso de convergencia
con la CAN, por temor a perder sus márgenes de preferencia y el trato diferenciado que
han tenido con sus socios mayores regionales. Con la decisión tomada en la última Cumbre
Presidencial del Mercosur de crear un fondo estructural del US$ 100 millones destinados a
estos países, se comienza a establecer un mecanismo que responde (por lo menos como
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gesto) a esas demandas concretas y si se perfecciona, puede
convergencia en el espacio sudamericano.
allanar el camino de
Otra dimensión del problema tiene que ver con el predominio económico o político que
tendría en su construcción la Comunidad Sudamericana. El comercio con Mercosur para
los andinos (a excepción de Bolivia) es marginal, y mantiene un saldo comercial deficitario
con este bloque. Es previsible que el acuerdo de libre comercio y las obras de
infraestructura en curso, generen un incremento significativo de los flujos intrarregionales.
La disyuntiva es si este crecimiento se dará a partir del fortalecimiento de cada bloque
subregional, o de la creación de ejes bilaterales de comercio. O si la consolidación de los
instrumentos estratégicos presentes en el proyecto sudamericano, se da a costa de un
debilitamiento del Mercosur (como han señalado críticas argentinas al Brasil). También
puede ocurrir que se intente consolidar el espacio sudamericano como una proyección del
Mercosur, incluido su marco institucional, lo cual tendría limitaciones y serias críticas por
parte de los socios andinos.
La dimensión política sería fundamental en la construcción de este espacio sudamericano, si
logra coordinar posiciones y tener una voz en los diversos foros internacionales. Esto
supone que se manejen adecuadamente las contradicciones internas que hemos señalado
anteriormente. Pero, también implicaría replantear el rol que tienen instancias como la del
Grupo de Río, y algunas Cumbres y diálogos presidenciales actualmente existentes.
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