Francia en las "Novelas contemporáneas" de Galdós

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FRANCIA EN LAS «NOVELAS CONTEMPORÁNEAS» DE GALDÓS
FRANCISCO CAUDET
Sin Francia difícilmente se explican muchas de las manifestaciones artísticas y literarias que tuvieron lugar en esta p a r t e de los
Pirineos a lo largo del siglo xix —lo que, dicho sea de paso, se podría
aplicar igualmente a otros países europeos—. Francia se convirtió
en el siglo pasado, como nadie se atrevería a discutir, en u n refer e n t e cultural de enorme trascendencia. El examen de sólo u n a p a r t e
de la producción novelística de Galdós, sus «Novelas contemporáneas», nos va a servir de índice de ese protagonismo francés en el
c a m p o específico de la p r o s a novelesca.
Hay indicios de que Galdós ya conocía la o b r a de Balzac antes de
su p r i m e r viaje, en el verano de 1867, a París. De cualquier m o d o ,
en sus Memorias de un desmemoriado,
recordaba h a b e r c o m p r a d o
en los quais del Sena, d u r a n t e esa visita, u n o s tomitos de Balzac.
Uno de entre ellos, el de Eugenia Grandet, así lo r e c o r d a b a en sus
Memorias, le impresionó de u n m o d o m u y particular. 1 Pero hay que
destacar asimismo —algo q u e se suele a m e n u d o p a s a r p o r a l t o — el
impacto que le produjo la lectura del «Avant-propos» a La Comedie
humaine. Ese texto lo utilizó p a r a exponer su concepción de la
novela, en 1870, en «Observaciones sobre la novela c o n t e m p o r á n e a
en España», y años después, en 1897, en «La sociedad presente como
m a t e r i a novelable.» Me ocuparía demasiado tiempo empezar a h o r a
a cotejar esos tres textos, pero del cotejo saldrían n u m e r o s a s concordancias. 2 Balzac, en fin, había dejado en Galdós u n a huella tan
d u r a d e r a como significativa.
E n otro lugar, en u n trabajo comparativo entre
L'Éducation
sentimentale
y El doctor Centeno, he estudiado con algún detalle
la influencia de Flaubert en Galdós. 3
1. Benito Pérez Galdós, Memorias de un desmemoriado en Obras completas, Madrid, Aguilar, 1982, n i , p. 1431.
2. Estos dos escritos están recogidos en Benito Pérez Galdós. Ensayos
de crítica literaria, ed. Laureano Bonet, Barcelona, Peninsula, 1972.
3. Véase Robert Ricard, «Galdós devant Flaubert et Alphonse Daudet» en
165
L a influencia d e Zola, t a n t o e n el c a s o d e G a l d ó s c o m o e n el d e
o t r o s n o v e l i s t a s e s p a ñ o l e s d e l a época, 4 es l a q u e s e h a s o l i d o consid e r a r , e s p e c i a l m e n t e a p a r t i r d e l a t r a d u c c i ó n a l e s p a ñ o l , e n 1880,
d e L'Assommoir
y d e Nana,6 l a m á s decisiva. F u e e n t o n c e s c u a n d o
G a l d ó s c o n s i g u i ó c o n La desheredada
(1881), n o v e l a q u e i n a u g u r ó
el ciclo d e las « N o v e l a s c o n t e m p o r á n e a s » y es u n a d e l a s o b r a s m á s
r e p r e s e n t a t i v a s del n a t u r a l i s m o e s p a ñ o l , « s a l v a r — e n p a l a b r a s d e
S e r g i o B e s e r — a la n a r r a t i v a c a s t e l l a n a del c a m i n o s i n s a l i d a d e la
novela "tendenciosa"».6
H a y e n el c a p . 2 d e La desheredada
u n p a s a j e e n el q u e G a l d ó s
p a r e c í a e s t a r q u e r i e n d o t e s t i m o n i a r su r e c i é n c o n t r a í d a d e u d a c o n
el n a t u r a l i s m o f r a n c é s . M e refiero a l p a s a j e e n el q u e I s i d o r a se
d i r i g í a a c a s a d e s u t í a y, d e p r o n t o , fijó s u m i r a d a e n u n r i a c h u e l o
q u e r e c u e r d a a los « r u i s s e a u x » q u e , c a r g a d o s d e s e m e j a n t e s i m b o lismo premonitorio, aparecen, de m a n e r a recurrente, en
L'Assommoir:
«Y siguiendo [Isidora Rufete] en su m a n í a de recargar las cosas, como viera c o r r e r p o r la calle-zanja aguas n a d a claras, que
e r a n los residuos de varias industrias tintóreas, al p u n t o le
pareció que p o r allí se despeñaban arrojuelos de sangre, vinagre y betún, j u n t o con u n licor verde que sin d u d a iba a form a r ríos de veneno. Alzóse con cuidosa m a n o las faldas y avanzó venciendo su repugnancia.» 7
Galdós et ses romans, París, Centre de Recherches de l'Institut d'Études Hispaniques, 1969, pp. 35-50; y Francisco Caudet, «El doctor Centeno: la "educación sentimental" de Galdós» en Festschrift en honor del Profesor Brucé
W. Wardropper, en prensa.
4. Véase Francisco Caudet, «La querella naturalista: España contra Francia» en Yvan Lissorgues, éd., Realismo y naturalismo en España en la segunda mitad del siglo XIX, Barcelona, Anthropos, 1988, pp. 58-74.
5. Walter T. Pattison en El naturalismo español, Madrid, Gredos, 1965,
p. 151, señalaba que en 1880: «Dos versiones diferentes de L'Assommoir y
traducciones de Nana y Una página de amor dan una fuerte dosis de naturalismo "puro" a los españoles y el escándalo es grandísimo.»
6. Leopoldo Alas. Teoría y práctica de la novela, ed. Sergio Beser, Barcelona, Laia, 1972, p. 104. Galdós reconoció, en varias ocasiones, la deuda
literaria que habían contraído él y otros novelistas de su generación con Zola
y el naturalismo francés. Pero, más de una vez, le traicionó el prurito nacionalista. Así, en el prólogo a La Regenta, en donde regateaba la importancia
de esa deuda, diciendo que «todo lo esencial del naturalismo lo teníamos en
casa desde tiempos remotos. [...] Recibimos, pues, con mermas y adiciones (y
no nos asustemos del símil comercial) la mercancía que habíamos exportado,
y casi desconocíamos la sangre nuestra y el aliento del alma española que
aquel ser literario conservaba después de las alteraciones ocasionadas en el
viaje. Francia, con su poder incontrastable, nos imponía una reforma de
nuestra propia obra, sin saber que era nuestra...». Véase Francisco Caudet, «La
querella naturalista: España contra Francia», art. cit., pp. 66-67.
7. Benito Pérez Galdós, La desheredada, Madrid, Alianza, 1980, p. 38.
166
Habría que detenerse igualmente en lo que supuso para Galdós,
en sus años de juventud, la lectura de los grandes folletinistas franceses. Abundan, ya en sus primeros escritos, las referencias a Federico Soulié, a 8Ponson du Terrai!, a las «sangrientas páginas de
Víctor Hugo»... Sabido es que Galdós mantuvo siempre una relación conflictiva con el folletín, pues le repelía y atraía a la vez.
Pero, de todos modos, utilizó su técnica continuamente. Cada vez
que en muchas de sus narraciones necesitaba introducir tensión
dramática, enredos, situaciones disparatadas, echó mano de Ido del
Sagrario, a quien se le había secado el cerebro por haber escrito
tantos folletines sin ingerir otra alimentación que no fuera alubias.
El folletín tuvo en la novela galdosiana —lo señaló con su habitual
perspicacia Montesinos—, una función estructural parecida a la que
los libros de caballerías tuvieron en El Quijote. Por un lado, Galdós
y Cervantes estaban, respectivamente, en contra del folletín y de
los libros de caballerías, pero, por otro lado, se sirvieron de ellos
a placer, porque «una ficción vertiginosa que mantuviera en
vilo
9
al lector y lo dejara sin aliento, era perfectamente legítima».
El folletín francés, a pesar de haberlo Galdós —como decía yo
antes— denostado en numerosas ocasiones, funcionó como una constante estructural en la novela galdosiana. El folletín fue uno de
los inter textos que mejor ayudan a definir la concepción, tanto desde una perspectiva teórica como práctica, que Galdós tuvo de la
novela. Maxi, hacia el final de Fortunata y Jacinta, confesaba recordar «los disparates» que se le habían ocurrido durante la crisis que
sufrió cuando le abandonó su esposa, «como
se recuerdan los de
10
las novelas que uno ha leído de niño...» Galdós se reprochaba, de
esta manera, el haber puesto tanto «disparate» en la novela, algo
más propio de un autor de folletines. Por eso, también en esos capítulos finales de Fortunata y Jacinta, Ido del Sagrario 11
aparece defendiendo la necesidad en la vida de la lógica y del orden. Esto venía a
significar, en téirninos narrativos, que había llegado el momento de
que el novelista de veras, es decir Galdós (que era supuestamente la
antítesis del folletinista Ido del Sagrario, que tenía una «mente
tísica» y desvariaba), tomase en su lugar el control de la narración. Los «disparates» a la usanza folletinesca tenían, por tanto, que
dejar paso a una narración en la que debía imponerse un orden y
8. Véase H. Chonon Berkowitz, «The Youthful Writings of Pérez Galdós»
Hispanic Review I (1933), p. 105.
9. José F. Montesinos, «Galdós en busca de la novela» ínsula 202 (1963),
página 1.
10. Benito Pérez Galdós, Fortunata y Jacinta, Madrid, Cátedra, 1983,
vol. i, p . 462.
11. Hacia el final de Fortunata y Jacinta, op. cit., vol H, p. 421, Ido del
Sagrario se ha transformado en una persona «sensata», pues hace afirmaciones como ésta: «Total, que yo digo siempre: "Lógica, liberales", y de aquí no
me saca nadie.»
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u n a lógica, necesarios p a r a p o n e r p u n t o final a la historia de las
dos casadas que Galdós se h a b í a propuesto n a r r a r . El folletín había
cumplido su función de mecanismo, digamos, «accesorio». Pero, con
todo, h a b í a desempeñado u n a función imprescindible, la de ser u n
m o t o r n a r r a t i v o sin el que la acción difícilmente h u b i e r a alzado el
vuelo, se hubiera puesto en movimiento. ¿Acaso no fue Ido del Sagrario quien, en los capítulos iniciales de Fortunata y Jacinta, se
inventó la historia del «falso Pitusín», de p u r a cepa folletinesca, con
la que empezó el primer conato de acción en la novela?
Pasando a otros temas, m e detendré a continuación en algunos
aspectos m á s puntuales de la recepción de Francia y lo francés
en las «Novelas contemporáneas». El conocimiento de la lengua
francesa era p a r a la burguesía —hay numerosas referencias a ello
en las novelas galdosianas de este ciclo—, u n requisito indispensable
p a r a la educación de sus hijas. 12 Lo consideraban, p o r lo menos, algo
tan necesario como el que aprendieran a tocar el piano. La cocina
francesa era admirada, sobre todo p o r ser de b u e n gusto celebrar
en público sus virtudes, p e r o a b u n d a b a n quienes en privado defendían la superioridad de la cocina nacional. A ello se refirió Galdós
varias veces en clave de h u m o r . Don Santiago Alonso-Quijano le
daba a Isidora Rufete, en La desheredada, estos consejos culinarios
que debía tener muy presentes c u a n d o heredase el m a r q u e s a d o de
los Aransis:
«Mucho te hablaría de tu cocina, si mi mal me diera espacio
para ello. Solamente te diré que pues la moda quiere que el arte
francés, con sus invenciones, en que entran el gusto y la forma,
prevalezca sobre nuestra cocina nacional, no te dejes vencer del
patriotismo, tratando de restablecer usos culinarios que están
ya vencidos. Adopta la cocina francesa, toma un buen jefe y
provéete de cuanto la moda y la especulación traen de remotos
países. Pero has de saber que es de buen gusto el no condenar
en absoluto nuestras sabrosas comidas; y, así, no hay cosa de
más chispa que sorprender un día a tus convidados con un plato
de salmorejo manchego, bien cargado de pimienta o con un estofado de la tierra, bien espeso y oloroso. Esto, hecho a tiempo
y tras una exhibición hábil de fruslerías francesas, no sólo no te
será vituperado, sino que te valdrá grandes alabanzas.» "
12. En La de Bringas, ed. de Alda y Carlos Blanco, Madrid, Cátedra, 1983,
pp. 94-97, Benito Pérez Galdós utiliza, en un diálogo en forma teatral, una
serie de palabras francesas, porque faltaban en el vocabulario español, y
dice: «Los términos franceses que matizaban este coloquio se despejaban del
tejido de nuestra lengua; pero aunque sea clavándolos con alfileres, los be
de sujetar para que el exótico idioma de los trapos no pierda su genialidad
castiza: citar tal vez esas palabras.» No puedo detenerme aquí, por problemas de espacio, en las numerosas palabras y expresiones francesas que aparecen constantemente en las «Novelas contemporáneas». Son tan abuntantes
que merecerían ser estudiadas como un tema aparte.
13. La desheredada, op. cit., p . 240.
168
Torquemada, que debido a su imparable ascenso social se vio
obligado a tener u n cocinero francés, sintió hacia el final de su vida
u n a enternecedora necesidad de comerse u n plato de judías que,
dicho e n t r e paréntesis, fue la puntilla que le r e m a t ó . Antes de que
se lo sirvieran, sentado a la mesa de u n a humilde taberna, le explicaba al t a b e r n e r o :
«Por de pronto las judiltas, y veremos lo que dice el estómago,
que de seguro ha de agradecerme este alimento tan nutritivo y
tan... francote. Porque yo tengo para mí, Matías, que todo el condimento español y madrileño neto cae mejor en los estómagos
que las mil y mil porquerías que hace mi cocinero francés, capaces14de quitarle la salud al caballo de bronce de la plaza Mayor.»
E n las «Novelas contemporáneas» a b u n d a n las alusiones a personajes históricos franceses, lo que hace suponer que los lectores
—en definitiva escribía Galdós p a r a la burguesía y la clase media—,
tenían cierta familiarización con personajes y episodios de la historia de Francia. Isidora Rufete, en La desheredada, d u r a n t e su paso
p o r la cárcel, sobre t o d o los p r i m e r o s días, se encariñó «con el
bonito papel de María Antonieta en la Conserjería». 15 A Rosalía, en
La de Bringas, se le ocurrió que ella h u b i e r a sido p a r a Pez, de haberse casado con él, lo que Josefina p a r a Napoleón, quien sin ella
«no h u b i e r a sido n a d a . . . » 1 6 A Mauricia la Dura, en Fortunata y Jacinta, se la c o m p a r a físicamente con Napoleón, con cuya historia se
establece, a través de u n o s cuadros, u n curioso paralelismo. La herm a n a de Mauricia tenia colgados u n o s grabados «que n a d a tenían
de español..., las batallas de Napoleón I, reproducidas de los u n
tiempo célebres cuadros de Horacio Vernet y el b a r ó n Gros. ¿Quién
no h a visto —se p r e g u n t a b a Galdós— el Napoleón en Eylau, y en
Jena, el Bonaparte en Areola, la Apoteosis de Austerlitz y la Despedida de Fontainebleau?»
Pues bien, en el lecho de m u e r t e , «la Dura
completaba la historia aquella expuesta en las paredes: era el Napoleón en Santa Helena».17 E n Misericordia, la siguiente conversación entre la pareja formada p o r el «galán marchito» Frasquito y
la «protocursi» Obdulia a p u n t a a que las m u c h a s referencias en
las «Novelas contemporáneas» a personajes históricos franceses
—como, en general, las m u c h a s referencias a Francia— se explican
p o r la cursilería de la sociedad madrileña de la Restauración. Aunque Frasquito «no había dado la vuelta al mundo», satisface la curiosidad de Obdulia p o r los viajes, pues
14. Benito Pérez Galdós, Las novelas de Torquemada, Madrid, Alianza
Editorial, 1982, p. 589.
15. La desheredada, op. cit., p. 415.
16. La de Brincas, op. cit., p. 129.
17. Fortunata y Jacinta, op. cit., vol. u, pp. 174-175.
169
«¡Había estado en París!, y p a r a u n elegante esto quizás bastaba.
¡ P a r í s ! ¿Y c ó m o e r a P a r í s ? Y O b d u l i a d e v o r a b a c o n l o s o j o s al
n a r r a d o r , cuando éste refería con hiperbólicos a r r a n q u e s las
maravillas d e la gran ciudad, n a d a menos q u e en los esplendoros o s t i e m p o s d e l s e g u n d o I m p e r i o . ¡Ah! ¡La e m p e r a t r i z E u g e n i a ,
los C a m p o s Elíseos, los bulevares, Notre-Dame, Palais Royal...,
y p a r a q u e en la descripción e n t r a r a todo, Mabille, las loretas!...
P o n t e n o e s t u v o m á s q u e m e s y m e d i o , v i v i e n d o c o n g r a n econ o m í a y a p r o v e c h a n d o m u y b i e n el t i e m p o , d í a y n o c h e , p a r a
q u e n o s e le q u e d a r a n a d a p o r ver.» 18
Comparaba Galdós m á s adelante la h e r m o s u r a de Obdulia con
la d e la e m p e r a t r i z Eugenia, «ese p r o t o t i p o d e elegancia, d e h e r m o sura, d e distinción...» Y c o m o O b d u l i a p r o t e s t a s e , le replicaba Frasquito:
« N o d i g o m á s q u e lo q u e s i e n t o . E s a m u j e r ideal n o se m e
h a o l v i d a d o d e s d e q u e l a vi e n P a r í s , p a s e a n d o e n el Bois c o n
el E m p e r a d o r . L a h e v i s t o m i l v e c e s d e s p u é s , c u a n d o flaneo solito p o r e s a s c a l l e s s o ñ a n d o d e s p i e r t o , o c u a n d o m e e n t r a el inl9
s o m n i o , e n c e r r a d o l a s h o r a s m u e r t a s en mis habitaciones.»
E n El abuelo
es a c u s a d a la n u e r a del c o n d e d e Albrit d e derroc h a r la fortuna h e r e d a d a de éste, y u n personaje recuerda: «Ya lo
d i j o L u i s X V (estropeando
el francés):
" A p r e m u à , le diluch."»20
La lengua francesa se convierte e n u n vehículo n o sólo p a r a ent r a r e n c o n t a c t o c o n la c u l t u r a francesa sino a d e m á s c o n la d e otros
p a í s e s . J u a n P a b l o R u b í n , e n Fortunata
y Jacinta,
entabla una rocambolesca discusión con Pedernero, u n «teólogo contrabandista», quien,
ni corto ni perezoso:
«En dos o tres días refrescó sus lecturas, rehízo su erudición
d e s c o m p u e s t a e n los v i a j e s y e n l a v i d a d e l i b e r t i n o , y b i e n p r e p a r a d o a c u d i ó a l t o r n e o a q u e el o t r o l e r e t a b a c o n s a b i d u r í a s
d e t e r c e r a m a n o , a p r e n d i d a e n l o s lib r i t o s f r a n c e s e s d e c i e n c i a
p o p u l a r a t r e i n t a c é n t i m o s e l t o m o . » 21
A Maxi, c u a n d o c o n o c i ó a F o r t u n a t a y el a m o r le d i o
« a q u e l l a s a c u d i d a e n t r ó l e el g u s t o p o r l a s g r a n d e s c r e a c i o n e s lit e r a r i a s , q u e s e e m b e b e c í a l e y é n d o l a s . D e v o r ó el Fausto y l o s
p o e m a s de H e i n e , c o n la p a r t i c u l a r i d a d de q u e la lengua franc e s a , q u e a n t e s le e s t o r b a b a , s e le h i z o p r o n t o fácil». 22
18.
p . 728.
19.
20.
p . 808.
21.
22.
170
Benito Pérez Galdós, Misericordia
Ibid., p . 731.
Benito Pérez Galdós, El abuelo
Fortunata y Jacinta,
Ibid., p p . 493-494.
en Obras completas,
en Obras
op. cit., vol. H , p . 31.
completas,
op. cit., vol. i l l ,
op. cit., vol. m ,
E n Lo prohibido,
u n tal Carrillo:
« G u s t a b a d e t r a b a j a r y d e l e e r a u t o r e s i n g l e s e s t r a d u c i d o s al
f r a n c é s , p o r q u e e r a d e los q u e se e n t u s i a s m a n c o n l a s i n s t i t u ciones británicas, creyendo q u e las v a m o s a i m i t a r de sopetón
y a ampliarlas aquí en menos que canta un gallo.»a
Francia, para la burguesía, evocaba a m e n u d o u n a amalgama de
cosas t a n t e m i d a s p o r ellos c o m o la Revolución, la C o m u n a , el rep u b l i c a n i s m o o e l l i b e r t i n a j e . D o n F l o r e n c i o M o r a l e s , e n El
doctor
Centeno,
a l a r m a d o p o r e l a t e í s m o , Za d e m a g o g i a y o t r o s m a l e s q u e
sufren los p a í s e s c o m o F r a n c i a , q u e n o s a b e n h e r m a n a r «la l i b e r t a d
con la religión», a r r e m e t e c o n t r a los «estudiantejos q u e leen libros
f r a n c h u t e s » . 2 4 D o n F r a n c i s c o d e B r i n g a s , e n La de Bringas,
teme que
su hijo se contagie del «virus revolucionario» q u e se h a b í a e x t e n d i d o
p o r E s p a ñ a — h a y u n a clara alusión a los p r o l e g ó m e n o s de la revolución d e s e p t i e m b r e d e 1868—, p o r q u e «los h o r r o r e s d e la Revolución francesa van a ser saínetes en comparación de las tragedias q u e
aquí tendremos»,25 C u a n d o los contertulios de los S a n t a Cruz se
e n t e r a n d e q u e h a b í a a b d i c a d o A m a d e o I, i n t u y e n q u e i b a a proclam a r s e la República, y u n tal Aparisi se a p r e s t a a denunciar: «El
golpe viene de fuera. E s t o lo veía yo venir. Francia...» B
Pero la cosa n o acaba aquí. Porque Francia — y de m o d o m u y
particular P a r í s — era t a m b i é n p a r a la burguesía u n lugar de perdic i ó n . E l d o c t o r A l e j a n d r o M i q u i s l e d i c e a I s i d o r a R u f e t e , e n La
desheredada:
« I s i d o r a , al n a c e r t e e q u i v o c a s t e d e p a t r i a . D e b i s t e n a c e r e n
Francia. E r e s d e m a s i a d o grande, eres u n genio, y n o cabes aquí.
¿ Q u i e r e s el ú l t i m o c o n s e j o ? P u e s v e t e a P a r í s . A q u í t e d e g r a d a r á s d e m a s i a d o . A q u í n o l a s g a s t a m o s d e t a n t o l u j o c o m o tú.» ^
23. Benito Pérez Galdós, Lo prohibido, ed, de José F . Montesinos, Madrid,
Castalia, 1971, p . 103.
24. Benito Pérez Galdós, El doctor Centeno, Madrid, Alianza Editorial,
1985, p . 268.
25. La de Bringas, op. cit., p . 268.
26. Fortunata y Jacinta, op. cit., vol. i, p . 76. E n Fortunata y Jacinta, il,
p p . 419-420, los contertulios del café Gallo hablaban, a veces, de política y de
«la Revolución francesa, época funesta en que, según el c o b r a d o r municipal,
h a b í a n sido guillotinadas muchas almas». A lo q u e respondió Izquierdo con
«disparates... acerca del Pronunciamiento
de Francia». El h u m o r galdosiano
podía ser m u y corrosivo. Se b u r l a b a Galdós de esta visión española de la Historia francesa, p o r q u e , como c o n t r a p a r t i d a , según R a y m o n d Carr, España,
1808-1939, Barcelona, Grijalbo, 1969, p . 334: «Sagasta, el jefe del gobierno liberal, observaba a m a r g a m e n t e q u e en el extranjero a u n general q u e n o resp e t a r a la p r i m a c í a del gobierno civil n o se le l l a m a b a m a l general, sino general español.»
27. La desheredada, op. cit., p . 279.
171
La m a m á d e Juanito Santa Cruz siente u n m i e d o terrible cuando
s e e n t e r a d e q u e s u h i j o v a a h a c e r el viaje d e fin d e e s t u d i o s a
París. El motivo era que según se había enterado:
«allá hilaban m u y fino en esto de explotar las debilidades hum a n a s , y que Madrid era, c o m p a r a d o en esta m a t e r i a con París
de Francia, u n lugar de abstinencia y mortificación». 28
Así e s q u e :
«Primero se le ocurrió encargar m u c h a s misas al c u r a de
San Ginés, y n o pareciéndole esto bastante, discurrió m a n d a r pon e r de Manifiesto la Divina Majestad todo el tiempo que el niflo
estuviese en París.» w
Juanito quiere tranquilizar a Jacinta, que se había imaginado a
F o r t u n a t a c o m o « u n m o n s t r u o d e s e d u c c i o n e s » . Y é s t e le a s e v e r a :
«Esta casa de perdidas que en Francia t a n t o abunda, como si
hubiera allí escuela p a r a formarlas, apenas existe en España,
donde son contadas... todavía, se entiende, p o r q u e ello al fin tiene q u e venir, como h a n venido los ferrocarriles.» M
L a p e r s p e c t i v a d e F r a n c i a y l o f r a n c é s es t o t a l m e n t e d i f e r e n t e
c u a n d o n o s h a l l a m o s c o n p e r s o n a j e s q u e n o h a b í a n c o n s e g u i d o integrarse e n el sistema, apareciendo entonces u n rechazo de E s p a ñ a y
lo español, lo que era u n a m a n e r a de n o aceptar o de rechazar su
n e f a s t o s i n o . F r a n c i a , y a veces t a m b i é n I n g l a t e r r a , s e c o n v i e r t e n
en naciones de las que éstos hubieran deseado formar parte. Por u n
l a d o , h a y u n a d u r a c r í t i c a d e E s p a ñ a y d e lo e s p a ñ o l y, p o r o t r o ,
se e n s a l z a a e s o s d o s p a í s e s , F r a n c i a e I n g l a t e r r a .
E n Tormento,
l a n o v e l a d e l ciclo e n l a q u e F r a n c i a t i e n e u n m a y o r p r o t a g o n i s m o , califica G a l d ó s a M a d r i d d e « c a p i t a l b u r o c r á t i c a
donde hay personas que h a n hecho brillantes carreras p o r saber
h a c e r s e e l lazo d e l a corbata», 3 1 c o n v i r t i e n d o e n s u c o n t r a p u n t o
i d e a l a l a c i u d a d d e B u r d e o s . Allí A g u s t í n y A m p a r o , q u e s e v e n
o b l i g a d o s a h u i r d e l o s c o n v e n c i o n a l i s m o s y p r e s i o n e s sociales d e la
c a p i t a l d e l R e i n o , e n c u e n t r a n el e s p a c i o i d ó n e o d o n d e l l e v a r u n a v i d a
28. Fortunata y Jacinta, op. cit., vol. i, p. 114.
29. Ibid., vol. I, p. 114.
30. Ibid., vol. II, p . 62. Y en Lo prohibido, op. cit., p. 308: «Lo que digo
(le espeta José María de Guzman), estás hecha una parisiense...» «Y a mí no
me llamas tú (le replica Eloísa) parisiense; ya sé lo que quieres significar
con esos motes. Esperaba de ti consideración por lo menos.» Y más adelante, p . 310: «Te encuentro muy francesa...» «iDale!... Me enfada eso más que
si me dijeras una mala palabra. Si quieres decir la mala palabra, suéltala,
ten valor, ponme la cara como un tomate, pero no me insultes con rodeos.»
31. Benito Pérez Galdós, Tormento, Madrid, Alianza Editorial, 1984, p. 35.
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digna y libre. 32 D o n C a r l o s d e T a r s i s , e n El caballero
encantado,
d i s c u t e d e t e a t r o c o n R a m i r i t o y , s i n p o d e r c o n t e n e r s u i r r i t a c i ó n , le
espeta:
«Toda n u e s t r a l i t e r a t u r a d r a m á t i c a es esencialmente latosa,
t o d a convencional, encogida, sin médula pasional, cuando no es
grosera y desquiciada. C o m p a r a este a r t e , siempre a b o r t a d o , con
la d r a m á t i c a francesa, r e b o s a n t e de vida y pasión. Las compañías extranjeras n o s enseñan la r u i n d a d de n u e s t r o a r t e , la cual
se manifiesta en el éxito de las traducciones, hoy con los autores exquisitos que se llaman Donnay, Berstein, Mirbeau, Lavedan, Feydeau, como lo fue hace años con las o b r a s de Scribe,
p r i m e r o , y luego de Sardou. Yo soy en esto m u y radical, m u y antipatriota, y lo digo sin ningún r e p a r o , añadiendo, amigos míos,
q u e el t e a t r o clásico, con su Lope y su Tirso, m e carga también,
y siempre que voy a u n a función de esta clase llevo la mala idea
de descabezar u n sueño en m i butaca. Una o b r a del t e a t r o clásico se titula como debieran titularse todas: La vida es sueño.
Digo y repito con pleno convencimiento que n o t e n e m o s teat r o , como no tenemos agricultura, c o m o n o t e n e m o s política ni
hacienda. Todo esto es aquí p u r a m e n t e nominal, figurado, o b r a
de m o n o s de imitación o histriones que n o saben su papel. Aquí
n o hay nada. Cuanto veis es bisutería p r o c e d e n t e de saldos extranjeros.» M
C u a n d o d o n C a r l o s se e n t e r a d e q u e e s t a b a p r á c t i c a m e n t e a r r u i nado, dice:
«Si esto sigue así, t a m b i é n yo t e n d r é q u e emigrar. E n cualq u i e r p a r t e se está m e j o r que en España, q u e no es m á s q u e u n a
pecera. Somos aquí m u c h o s pececillos p a r a t a n poca agua.» M
F e d e r i c o R u i z , e n El doctor Centeno, c u l p a b a a E s p a ñ a d e s u
f r a c a s o c o m o a u t o r t e a t r a l , p o r q u e «si él h u b i e r a n a c i d o e n o t r o
país, se dedicaría s e g u r a m e n t e al t e a t r o ; ¡pero aquí...i E n Francia
h a b r í a g a n a d o diez o d o c e m i l d u r o s c o n u n a s o l a o b r a . E n E s p a ñ a ,
t o d o e s miseria». 3 5 T a m b i é n I d o del S a g r a r i o s e c o n s i d e r a b a u n esc r i t o r f r u s t r a d o p o r h a b e r n a c i d o e n E s p a ñ a . I d o le d i c e a J u a n i t o :
«En este país, Sr. D. J u a n i t o , no se protege a las letras. Yo
que h e sido profesor de p r i m e r a enseñanza, yo q u e h e escrito
o b r a s de a m e n a literatura tengo q u e dedicarme a c o r r e r publi32. Véase Tormento, op. cit., pp. 38-41.
33. Benito Pérez Galdós, El caballero encantado en Obras
completas,
op. cit., vol. m , p. 1022.
34. Ibid., p. 1017.
35. Benito Pérez Galdós, El doctor Centeno, Madrid, Alianza Editorial,
1985, p. 31L
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caciones para llevar un pedazo de pan a mis hijos... Todos me
lo dicen: si yo hubiera nacido en Francia, ya tendría hotel.»36
Sin e m b a r g o , u n a mujer como Aurora, en Fortunata y Jacinta,
consigue estar al frente de u n a tienda de ropa blanca en Madrid,
p o r q u e había vivido muchos años en Francia y allí había adquirido
«hábitos independientes y m u c h o tino mercantil.» "
E n Las novelas de Torquemada hay u n diálogo sabrosísimo entre
Fidela y el advenedizo y tacaño Torquemeda, que voy a utilizar como
corolario a mi intervención. E n clave de h u m o r , entre b r o m a s y ver a s , como a c o s t u m b r a b a hacer Galdós, este diálogo compendia de
m a n e r a ejemplar la percepción de Francia y lo francés en la época
de las «Novelas contemporáneas». No hace falta que añada comentario alguno, pues el diálogo es b a s t a n t e elocuente:
«—¡Hombre, qué cosas dices...! —manifestó Fidela con dulce
severidad y blando mimo—. Francisco, por Dios... Mira, tontín,
con el viaje a París matamos dos pájaros de un tiro.
»—Llevamos a Rafael a que le vea Charcot. [Un médico.]
»—Si no hiciera más que verle... Pues con mandarle en retrato.
»—Digo que curaremos a Rafael, y de paso verás tú París, que
no lo has visto.
»—Ni falta que hace.
»—¿Que no? ¿Te parece que no es demasiado tener que decir, he visto más que Madrid... y Villafranca del Bierzo? No te
hagas el zafio, que no lo eres. ¡París! Si tú lo vieras se ensancharía
el círculo de tus ideas.
»—El círculo demis ideas —dijo Torquemada, recogiendo con
avidez la frase y quedó encasillada en su archivo de locuciones— no es ninguna manga, estrecha para que nadie me
la ensanche. Cada uno en su círculo, y Dios en el de todos.» x
36. Fortunata y Jacinta, op. cit., vol. i, p. 299.
37. Ibid., vol. il, p. 217.
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