Errores congénitos del metabolismo con crisis epilépticas en

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ERRORES CONGÉNITOS DEL METABOLISMO
Errores congénitos del metabolismo con crisis epilépticas
en los primeros años de vida
J. Campistol
CONGENITAL ERRORS OF METABOLISM WITH EPILEPTIC SEIZURES DURING THE FIRST YEARS OF LIFE
Summary. Objective. In this paper we review the main aetiologies of metabolic origin which cause epilepsy in children aged
between 1 and 10 years. Development. There are many aetiological causes of convulsive seizures. Seizures and epilepsies due
to congenital errors of metabolism are a minority but should be known. Their identification is not easy although at present there
is a wide range of diagnostic methods to confirm the diagnosis when this is suspected. In this review we have only considered the
congenital errors of metabolism which start between the ages of 12 months and 10 years, with convulsive seizures. We have divided
the conditions into two subgroups depending on whether epilepsy was one of the main symptoms or only part of a set of neurological
symptoms and signs. Finally we establish the possible diagnoses of congenital errors of metabolism with seizures occurring in this
age group. Conclusions. In neuropaediatrics the paediatrician and epileptolgist must be aware of congenital errors of metabolism
as being responsible for epilepsy , especially in cases of drug-resistant epilepsy or when accompanied by other systemic features,
neurological deterioration or unexplained biochemical alterations. [REV NEUROL 2002; 35 (Supl 1): S3-20]
Key words. Children. Congenital errors of metabolism. Diagnostic protocol. Epilepsy.
INTRODUCCIÓN
La identificación de una crisis convulsiva carece generalmente de
dificultad, mayores dudas surgen en el momento de clasificarla y
muy especialmente en la investigación etiológica. Es frecuente
que las convulsiones sean una manifestación de una enfermedad
sistémica. Procesos como infecciones del sistema nervioso central, patología estructural intracraneal, enfermedades degenerativas, enfermedades sistémicas o incluso trastornos hidroelectrolíticos pueden ser responsables de la aparición de crisis convulsivas
en mayor o menor intensidad o preponderancia [1]. Algunas son
fácilmente identificables y tratables como la hiponatremia, hipoglucemia, meningitis o intoxicación por drogas. A menudo el
tratamiento adecuado permite controlar definitivamente las crisis
sin que reaparezcan.
Las convulsiones pueden también tener una base genética,
como la epilepsia mioclónica juvenil, las convulsiones neonatales familiares benignas o las convulsiones febriles. Encefalopatías estáticas secundarias a infecciones congénitas, daño cerebral
perinatal, accidentes vasculares cerebrales o traumatismos también pueden presentar como manifestación principal la epilepsia,
entre otros signos y síntomas neurológicos [2].
Sin embargo, existen otras muchas causas de crisis convulsivas
cuya identificación no es tan fácil y, en general, mediante un simple
interrogatorio no pueden sospecharse. Queda como siempre el cajón
de sastre de las epilepsias idiopáticas, cuya incidencia se está reduciendo con la aplicación de nuevas técnicas de neuroimagen, estudios moleculares o con los nuevos exámenes neurometabólicos [3-5].
Dentro del grupo de epilepsias secundarias está el gran grupo
de los errores congénitos del metabolismo (ECM). Sus primeras
descripciones datan de principios del siglo pasado, sin embargo
Recibido: 25.03.02. Aceptado: 27.03.02.
Servicio de Neurología. Unitat Integrada de Pediatria Hospital Sant Joan de
Déu-Clínic. Universitat de Barcelona. Barcelona, España.
Correspondencia: Dr. Jaume Campistol. Servei de Neurologia. Hospital Sant
Joan de Déu. Passeig Sant Joan de Déu, 2. E-08950 Esplugues de Ll., Barcelona.
E-mail: [email protected]
 2002, REVISTA DE NEUROLOGÍA
REV NEUROL 2002; 35 (Supl 1): S3-S20
los progresos en los últimos años han sido notables y se han
incrementado enormemente el número de nuevos ECM [5,6].
Sigue considerándose excepcional que el origen de una epilepsia sea un ECM. Sin embargo, del total de ECM conocidos en
la actualidad, aproximadamente unos 450, entre el 40 y el 60%,
pueden manifestar en algún momento de su evolución crisis convulsivas aisladas o una verdadera epilepsia. La incidencia de estos
trastornos es baja (1:5.000 recién nacidos vivos), sin embargo
hoy en día se diagnostican y tratan más precozmente con lo que
aumenta su supervivencia y, por tanto, sus posibilidades de desarrollar a lo largo de los años complicaciones neurológicas. El 25%
de los ECM se manifiestan ya en el período neonatal [7] y más del
90% se pueden expresar antes del final de la pubertad. Corresponde pues al pediatra, y muy especialmente al neuropediatra, el
conocer estos trastornos, intentar establecer la relación entre la
epilepsia que manifiesta el paciente y un posible ECM. Ante la
mínima sospecha de ECM deberá buscarlos, identificarlos y proceder al tratamiento oportuno. En algunos casos el tratamiento no
pasa por el empleo de fármacos antiepilépticos (FAE). Serán
precisos otros medios como el empleo de cofactores, piridoxina,
biotina, ácido folínico o una dieta especial, para tratar y controlar
las manifestaciones del ECM [5,8].
Fisiopatología
Los mecanismos por lo cuales se producen las crisis convulsivas
en los ECM, entre otras muchas manifestaciones clínicas, son
variados. Lógicamente las neuronas y las células gliales dependen
de un adecuado suministro de energía para su normal funcionamiento. Es de sobras conocido que mínimos cambios en su normal
funcionamiento pueden dar lugar a manifestaciones diversas y,
entre ellas, las crisis convulsivas. Se han implicado como factores
favorecedores de las crisis convulsivas en los ECM las alteraciones
en la membrana neuronal, las alteraciones en el funcionamiento
de la bomba de sodio potasio, defectos energéticos, alteraciones
en los neurotransmisores o en las concentraciones de determinados aminoácidos en el líquido cefalorraquídeo entre otros mecanismos, algunos aún poco conocidos (Tabla I) [8-10].
Lógicamente en esta revisión no podemos hablar de todos y
cada uno de los 450 ECM conocidos, y que en un momento u otro
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Tabla I. Mecanismos de producción de convulsiones en los errores congénitos del metabolismo.
Tabla II. Errores congénitos del metabolismo (ECM) con crisis convulsivas
en niños de 1-10 años.
Defecto suministro energía
ECM que presentan crisis convulsivas como una de las manifestaciones
predominantes
Alteraciones de la integridad de la membrana neuronal
Trastornos iónicos intraextracelular
Alteraciones de la bomba Na+/K+
Alteración de la permeabilidad de la membrana
Desequilibrio de los neurotransmisores
Desequilibrio de los aminoácidos
Alteraciones en el transporte de moléculas
Cúmulo de polímeros
Alteración de las características eléctricas de los circuitos neuronales
Desequilibrios hidroelectrolíticos
1. Enfermedades neurodegenerativas
Enfermedad de Alpers
Ceroidolipofuscinosis
2. Trastornos de los metales
Enfermedad de Menkes
Déficit de sulfito oxidasa
3. Enfermedades lisosomales
GM1
GM2
Leucodistrofia de Krabbe
Enfermedad de Schindler
de su evolución pueden manifestar crisis convulsivas. Nos hemos
limitado a las crisis convulsivas que pueden manifestarse en los
primeros años de vida secundarias a los ECM.
En una anterior revisión analizamos los ECM implicados en
los síndromes epilépticos del período neonatal y de los primeros
meses de vida (síndrome de Ohtahara, EM precoz de Aicardi,
síndrome de West) [7]. Tampoco analizaremos los convulsiones
que se manifiestan en niños mayores y adolescentes debidas a
ECM, incluidas principalmente dentro de las epilepsias mioclónicas progresivas, por corresponder mayoritariamente a un grupo
de edad diferente y a su vez muy numeroso, que requeriría prácticamente otro capítulo. Así pues, nos limitaremos a los ECM que
pueden manifestar crisis convulsivas en el período comprendido
entre los 12 meses y los 10 años de vida aproximadamente.
La distinción entre ECM y enfermedades degenerativas es
algo arbitraria, se solapan a menudo. El clásico término ‘degenerativas’ esconde en realidad la ignorancia sobre la verdadera causa de la mayoría de ellas, si bien su carácter habitualmente genético, la evolución progresiva y su semejanza con enfermedades de
origen metabólico bien establecido hacen sospechar un ECM
[2,5]. El listado de ECM que pueden manifestar convulsiones-epilepsia es muy numeroso y hemos establecido una clasificación absolutamente arbitraria en ECM que presentan crisis
convulsivas como una de las manifestaciones principales y ECM
que se pueden presentar con convulsiones asociadas a otras manifestaciones neurológicas o extraneurológicas más preponderantes (Tabla II). A su vez, al tratar un ECM nos centraremos
solamente en aquellas formas o subtipos que puedan manifestar
epilepsia.
GRUPO A: ECM QUE PRESENTAN CRISIS
CONVULSIVAS COMO UNA DE LAS
MANIFESTACIONES PREDOMINANTES
Enfermedades neurodegenerativas
Constituyen un amplio grupo de encefalopatías progresivas, de
tipo familiar, con afectación grave y progresiva del sistema nervioso, que cursan con signos y síntomas neurológicos y que suelen
abocar a un grado variable de incapacidad o incluso la muerte. El
carácter hereditario es bien conocido en alguna de ellas y de más
S4
4. Defectos congénitos de la glicosilación
5. Metabolismo intermediario
Mitocondriales: síndrome de Kearn-Sayre, MELAS, MERRF,
déficit de fumarasa
Transporte de glucosa
Hiperglicinemia no cetósica
Trastorno de purinas y pirimidinas
Defectos de los neurotransmisores
ECM que presentan crisis convulsivas como una manifestación más
1. Enfermedades lisosomales
Niemann-Pick
Gaucher
LDM
MPS
Glicoproteinosis
Fucosidosis
Sialidosis
2. Peroxisomales
ADL-X
3. Metabolismo intermediario
Aminoacidopatías: PKU, ciclo urea, leucinosis, homocistinuria,
histidinemia, hiperprolinemia, HHH
Acidurias orgánicas
Déficit vitamínicos
difícil interpretación en otras. Los progresos en el conocimiento de
la enzimología y especialmente de la biología molecular van aclarando el terreno en este grupo de enfermedades, sacándolas del
‘cajón de sastre’ donde estaban ubicadas, para encuadrarlas mejor
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ERRORES CONGÉNITOS DEL METABOLISMO
Figura 1. Enfermedad de Alpers. RM craneal en T 1. Atrofia corticosubcortical difusa con pérdida de volumen de la sustancia gris y blanca.
como encefalopatías genéticas progresivas metabólicas, algunas
de ellas aún sin una base bioquímica sólida [1-3].
La clínica de estas afecciones, presidida por el deterioro mental y la afectación neurológica progresiva, no siempre presenta
características específicas para sentar un diagnóstico exacto; otras
veces es más difícil definir el cuadro clínico. Las convulsiones y
la demencia se consideran más características de la afectación de
la sustancia gris, mientras que la espasticidad y la ataxia lo serían
de la sustancia blanca, pero a menudo coexisten demencia progresiva, convulsiones, ataxia, trastornos del tono y motricidad,
defectos sensoriales, alteraciones retinianas e incluso afectación
extraneurológica [3].
Poliodistrofia cerebral progresiva o síndrome de Alpers
El síndrome de Alpers es un trastorno de carácter multisistémico
y de presentación infrecuente, caracterizado por la afectación de
la sustancia gris cerebral y del hígado, conocida también como
‘poliodistrofia infantil progresiva o distrofia glioneuronal espongiforme’. El comienzo de esta enfermedad ocurre generalmente
antes de los 2 años de edad. Las convulsiones y el retraso del
desarrollo aparecen de forma insidiosa en un niño que muestra un
desarrollo y adquisición de funciones algo lento. La presencia de
mioclonías y la epilepsia parcial continua pueden sugerir el diagnóstico. La microcefalia progresiva y la ceguera son hallazgos
frecuentes; esta última puede deberse a atrofia óptica, o bien a la
afectación cortical occipital. La espasticidad y el fallecimiento
antes de los 5 años constituyen la evolución natural de la enfermedad. Entre los exámenes complementarios el EEG está siem-
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pre alterado con actividad paroxística multifocal. El electrorretinograma (ERG) no suele mostrar alteraciones mientras que los
PEV están gravemente afectados. Asimismo puede existir hiperproteinorraquia y signos de disfunción hepática, que si bien pueden ser mínimos o estar ausentes al inicio de la enfermedad se
hacen más patentes en el curso de la misma. Desde el punto de
vista neurorradiológico son constantes los signos de atrofia cerebral progresiva de predominio en sustancia gris, sin grandes cambios de señal en sustancia blanca (Fig. 1) [4,10].
Los hallazgos histopatológicos constituyen una ayuda diagnóstica. El SNC se constata una grave pérdida neuronal, cambios
espongiformes y proliferación astrocitaria. Se ha podido comprobar cierta predilección por la corteza occipital. Los cambios histológicos hepáticos incluyen esteatosis microvesicular, proliferación de los conductos biliares, inflamación focal, fibrosis periportal y necrosis celular. El diagnóstico, siempre difícil, se basa
en la ausencia de una patología previa que justifique el cuadro, los
antecedentes familiares y los datos clínicos de regresión psicomotriz, una epilepsia rebelde asociada o no a hepatopatía y una
neuroimagen compatible. Raras veces se recurre a la biopsia cerebral para el diagnóstico.
La etiología del síndrome de Alpers continúa siendo una incógnita. Se ha podido comprobar una clara incidencia familiar,
sugiriéndose un patrón de herencia autosómico recesivo. Han
sido referidos en la bibliografía diversos trastornos metabólicos
como déficit de la cadena respiratoria mitocondrial (complejos I
y IV), déficit de PDH y trastornos del ciclo del ácido cítrico. Estas
anomalías se detectan mayormente en tejido hepático que en músculo [11]. Debe tenerse presente también la posible toxicidad de
la medicación antiepiléptica, en especial el valproato, en la etiología de la disfunción hepática que aparece en el curso de la
enfermedad, si bien ha quedado establecido en diferentes publicaciones la afectación primaria del hígado. El tratamiento es sintomático de la epilepsia (procurando evitar el valproato sódico),
del deterioro neurológico y especialmente el consejo genético.
Ceroidolipofuscinosis
Son encefalopatías progresivas, conocidas también como enfermedad de Batten, de herencia autosómica recesiva, caracterizadas
por el cúmulo intra y extracerebral de un material ceroidelipofuscinófilo. Se trata de un grupo heterogéneo de enfermedades, con distintos genes implicados y expresividad clínica variada. Se distinguen
cuatro formas distintas según la edad de aparición, clínica, exámenes complementarios y biología molecular. En la forma infantil el
defecto se localiza en el cromosoma 1p33-p35, en la forma infantil
tardía en el cromosoma 11p15, en la variante infantil tardía en el
cromosoma 13q12, en la forma juvenil se localiza en cromosoma
16p12 y, finalmente, en la forma del adulto no se ha identificado el
gen (Tabla II). Se han comunicado formas atípicas de la enfermedad con evolución más tórpida. La distribución de estas enfermedades es universal, si bien el tipo infantil precoz predomina en
Finlandia. Son afecciones raras con una incidencia comprendida
entre 1/50.000 y 1/100.000 [1,3,6,12].
Cursan con epilepsia rebelde y progresiva acompañada de un
deterioro intelectual más o menos rápido y afectación visual con
retinitis pigmentaria precoz. El diagnóstico se basa en la clínica,
EEG (desorganización del trazado de base, complejos de puntaonda lenta), los potenciales evocados visuales (Fig. 2) y muy
especialmente el ERG, con abolición progresiva de las respuestas
(Fig. 3) [1,4,12], la presencia de linfocitos vacuolados en sangre
periférica y sobre todo por la existencia de inclusiones en la piel,
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conjuntiva o apéndice cecal, autofluorescentes y apreciables con la microscopía
electrónica (Tabla III). No existe un cúmulo específico para cada subtipo; se han
descrito algunos cuadros atípicos de evolución lenta, de aparición posiblemente
tardía (enfermedad de Kufs) con crisis epilépticas, mioclonías y deterioro intelectual.
En ellos solamente la biopsia apendicular
y rectal visualiza inclusiones anómalas. La
TC/RM suelen demostrar atrofia progresiva del vermis cerebeloso y cortical especialmente [4,12]. La patogenia es desconocida y se sospecha una alteración lisosomal del metabolismo de los ácidos grasos
no saturados o menos probablemente de
las glucoproteínas; se ha demostrado en
algún caso el defecto enzimático (Tabla III).
No existe tratamiento definitivo, se ha propuesto el tratamiento con antioxidantes con
pobres resultados; para la epilepsia suelen
ser más eficaces el valproato sódico, clonacepam, lamotrigina, valproato más clonacepam y lamotrigina más clonacepam.
En general, la carbamacepina y la fenitoína
pueden exacerbar las convulsiones y se
deben evitar. Se postula una selección del
FAE según el tipo de crisis y la fisiopatología de las neuronas afectadas por las diferentes mutaciones. Para el cuadro distónico se ha empleado con relativo éxito el
trihidroxifenidrilo. Se está trabajando en
terapia enzimática sustitutiva y reemplazamiento enzimático, con algunos resultados preliminares bastante esperanzadores
[12]. Es posible el diagnóstico prenatal en
la forma infantil, infantil tardía y juvenil.
En algunos casos (forma infantil) puede
realizarse estudio de portadores.
Trastornos de los metales
Enfermedad de Menkes
Figura 2. A la izquierda, potenciales evocados visuales (PEV) por flash normal, y a la derecha, PEV
de una paciente con lipofuscinosis ceroidea, donde se evidencia una respuesta anómala de alto
voltaje al estímulo visual en córtex occipital.
Figura 3. Electrorretinograma de un paciente con lipofuscinosis ceroidea –abolición de la respuesta–
Se trata de una enfermedad ligada al cro- (derecha), comparado con un electrorretinograma normal de la misma edad (izquierda).
mosoma X resultado de un defecto en la
absorción del cobre. Con ello las enzimas dependientes del cobre
(citocromo c oxidasa, entre otras) muestran una actividad enzimática deficiente, y repercuten negativamente en la producción
de energía. Se inicia en los primeros meses de vida, pero puede
empezar más tardíamente, a partir del primer año. No siempre se
manifiesta la enfermedad con convulsiones neonatales o con un
síndrome de West [1,3,7]. Suelen iniciar crisis mioclónicas, que
pueden evolucionar a espasmos infantiles, crisis parciales o generalizadas. Otra característica de la enfermedad son las anomalías
del cabello, que se vuelve ensortijado, quebradizo y adquiere una
coloración grisácea [13]. Con un simple examen del cabello mediante microscopio se demuestra pili torti, tricorrexis y moniletrix, hallazgos muy sugestivos de esta enfermedad y fácilmente
evidenciables. El trazado electroencefalográfico traduce paroxismos multifocales (Figs. 3 y 4) y el diagnóstico se confirma con la
Figura 4. EEG de un paciente de 5 años con enfermedad de Menkes, tratado
disminución plasmática de cobre y ceruloplasmina. El gen alte- con sulfato de cobre. Actividad de base irregular y desorganizada. Anomalías
rado es una ATPasa transportadora de cobre y se localiza en paroxísticas casi continuas bilaterales y asíncronas de muy alto voltaje.
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ERRORES CONGÉNITOS DEL METABOLISMO
Tabla III. Ceroidolipofuscinosis que comienzan antes de los 10 años.
Ceroidolipofuscinosis infantiles
Infantil
(Hagberg-Santavuori)
NCL1
Infantil-tardía
(Jansky-Bielchowsky)
NCL2
Variante
infantil-tardía
NCL5
Juvenil
(Spielmeyer-Vogt)
NCL3
Edad de inicio
8-18 meses
2-4 años
5-7 años
4-7 años
Primeras manifestaciones
Hipotonía
Regresión psicomotriz
Excitabilidad autismo
Epilepsia
Deterioro
Regresión psicomotriz
Déficit visual
Ataxia
Déficit visual
Trast. psiquiátricos
Microcefalia
+
+/–
–
–
Déficit visual
++ (precoz)
++ (precoz)
++
+++
Epilepsia
+/-
+++
+
++ (tardía)
Mioclonías
++ (precoz)
++
+ (tardía)
+/–
Ataxia
+
++
++
++
Semiología extrapiramidal
+
+
+ (disartria)
+
Exitus
3-10 años
5-15 años
15-20 años
20 años
Deterioro intelectual
++
+++
++
+ (tardío)
Retinopatía
++, no pigmentaria
++, no pigmentaria
++, no pigmentaria
++, pigmentaria
EEG
Tendencia hacia
el aplanamiento
Punta-onda lenta,
ondas lentas
Aumenta con +/– ELI
Punta-onda lenta,
ondas lentas
Aumenta con +/– ELI
Punta-onda lenta,
ondas lentas
Linfocitos vacuolados
–
–
–
++
Biopsia piel, conjuntiva,
apéndice cecal
Inclusiones curvilíneas
y formas granulosas
Inclusiones curvilíneas
Inclusiones curvilíneas
Formas granulosas
Déficit enzimático
PPT 1
TPP 1
Desconocido
Desconocido
Genética. Localización cromosómica
1p 32
11 p 15
13 q 12
16 p 12
PPT1: palmitoil-proteína tioesterasa 1; TPP1: tripeptidil-peptidasa 1.
Xq12-q13. El tratamiento con histidinato de cobre puede mejorar
algo el pronóstico, especialmente en las primeras fases de la enfermedad [14].
una acidosis láctica, con aciduria fumárica muy característica. No
existe tratamiento específico de la enfermedad.
Enfermedades mitocondriales
Las enfermedades mitocondriales debidas a defectos del ADN
mitocondrial (ADNmt) y del ADN nuclear (ADNn) se pueden
presentar con manifestaciones multisistémicas que incluyen síntomas neurológicos. Dentro de éstos, las convulsiones no constituyen el síntoma principal [1,15-17]. La mayoría de las citopatías mitocondriales no suelen presentar convulsiones como
manifestación común y solamente cuatro tienen como una de sus
características clínicas la epilepsia. Predominan en la segunda
década de la vida (MERRF, MELAS y Kearns-Sayre), por lo que
no las trataremos en este capítulo. Todas ellas son debidas a defectos del ADNmt [8,19,20]. La otra enfermedad es el déficit de
fumarasa (fumarasa hidratasa; enzima del ciclo de Krebs, codificada por ADNn), que puede presentarse a cualquier edad, especialmente en edades tempranas, con una epilepsia rebelde en forma
de crisis parciales, espasmos infantiles y mioclonías. El trazado
electroencefalográfico muestra anomalías multifocales y complejos punta-onda. La neuroimagen puede en algunos casos demostrar alteraciones estructurales del sistema nervioso de origen
prenatal y desde el punto de vista bioquímico es frecuente hallar
Existe un grupo de enfermedades debidas a una incapacidad
genética para sintetizar las enzimas indispensables para la degradación de las macromoléculas. Estas enzimas se hallan localizadas en el lisosoma y su déficit trae como consecuencia el
cúmulo intralisosomial de un conjunto de sustancias, muchas
de las cuales serán perjudiciales para la célula y darán lugar a
diferentes enfermedades denominadas lisosomiales. Actualmente se conocen unas 50 enfermedades dentro de este grupo, aun
cuando su incidencia es escasa. Algunas son muy raras como la
aspartil glucosaminuria (prevalencia de 0,047 por 100.000 recién nacidos); otras son más frecuentes, como la gangliosidosis
GM2 (prevalencia de 0,41 por 100.000 recién nacidos) [21].
Suelen presentarse como encefalopatías progresivas, con inicio
en diferentes edades de la vida. En muchas de ellas se asocia un
deterioro mental y motor junto a crisis convulsivas y visceromegalia. Algunas comportan una mayor afectación motora y en
otras la afectación es mayoritariamente cognitiva. La progresión de la enfermedad es muy variable y el empeoramiento suele
ponerse en evidencia tras cuadros infecciosos respiratorios o
digestivos [1,3,8].
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Enfermedades lisosomales
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Se deben sospechar estas enfermedades en función de los
hallazgos clínicos, radiológicos y neurofisiológicos, pero son los
datos bioquímicos los que nos permitirán identificar el déficit
enzimático correspondiente. Es importante el diagnóstico precoz
de estos trastornos para establecer un pronóstico, un consejo
genético, ofrecer la posibilidad de un diagnóstico prenatal (a
excepción de las enfermedades de Salla) y especialmente para
intentar una terapia que hoy en día, en fase aún experimental, pasa
por el tratamiento enzimático sustitutivo, el trasplante de médula
ósea alogénica, el trasplante hepático e incluso la implantación de
células epiteliales amnióticas. Sin embargo, hasta el momento
ninguna de estas técnicas ha dado lugar a mejorías espectaculares
y muchas de ellas se encuentran en estadio muy inicial [22].
Tabla IV. Enfermedades que pueden presentar mancha rojo cereza en
mácula.
Gangliosidosis GM2 (Tay-Sachs, Sandhoff)
Gangliosidosis GM1 infantil
Esfingomielinosis (Niemann-Pick tipo A)
Sialidosis I (cherry-red spot myoclonus)
Sialidosis II
Leucodistrofia metacromática
Galactosialidosis
Gangliosidosis GM1
Es debida a un déficit de la enzima lisosomial beta-galactosidasa.
Se trata de una enfermedad hereditaria, autosómica recesiva (prevalencia de 0,23 por 100.000 recién nacidos) [21]. Existen diferentes formas de presentación de la enfermedad, si bien la forma
infantil o tipo I es con mucho la más común. En ella la sintomatología aparece al nacer, con disnea, infecciones de las vías aéreas
superiores, succión débil, junto a una hipotonía y escasa actividad
espontánea. El fenotipo va adquiriendo rasgos más toscos, con
orejas de implantación baja, hipertrofia de encías, macroglosia e
infiltración cutánea con edema subcutáneo, que se traduce con un
tacto especial de la piel. Lentamente se va instaurando una hepatomegalia y en la mitad de los casos se demuestra la presencia de
una mancha rojo cereza en la retina. Suelen aparecer anomalías
radiológicas con disóstosis múltiple de predominio en cuerpos
vertebrales, huesos largos, pelvis y silla turca [1,3,5]. El deterioro
neurológico es evidente con una tetraparesia espástica grave, crisis epilépticas (mioclónicas especialmente) e hiperacusia, para
posteriormente evolucionar hacia un estado de rigidez de descerebración con ceguera y sordera añadidas. Suelen fallecer estos
pacientes antes de los 2 años por problemas respiratorios [1,3,5].
En la forma juvenil o tipo 2 el inicio es más tardío (6-20
meses), con aparición de hipotonía axial, regresión motora e intelectual, y desconexión ambiental progresiva que evoluciona
hacia una tetraparesia espástica y un estado vegetativo. A diferencia de la anterior forma no existen rasgos toscos, visceromegalia
ni mancha rojo cereza, y las anomalías radiológicas son menos
marcadas localizándose especialmente en la columna lumbar
(L1 -L2 ) [23].
El diagnóstico se basa en la clínica, los hallazgos radiológicos, oftalmológicos y neurofisiológicos; en las dos formas se
pueden hallar células espumosas en la médula ósea muy características. La sobrecarga en gangliósidos en los lisosomas en una
muestra de piel o conjuntiva evidencia la presencia de cuerpos
membranosos citoplasmáticos que adoptan el aspecto de cebra al
microscopio electrónico. Los gangliósidos se acumulan especialmente en el cerebro e hígado. El patrón anormal de excreción de
oligosacáridos puede ser un dato bioquímico orientativo. La confirmación se efectúa mediante la determinación de la actividad de
la beta-galactosidasa en leucocitos o fibroblastos, que está muy
disminuida o ausente.
El diagnóstico prenatal es posible en estas enfermedades y no
existen alternativas terapéuticas eficaces en la actualidad [22,24].
Gangliosidosis GM2
Se trata de un grupo de enfermedades lisosomiales debidas al cúmulo
del gangliósido GM2, especialmente en el cerebro y el hígado.
S8
La enfermedad de Tay-Sachs es la de mayor incidencia dentro
de las gangliosidosis (1:2.000 en judíos ashkenazis) (prevalencia
en la población general 0,41 por 100.000 recién nacidos) [21]. Es
debida al déficit de hexosaminidasa A, mientras que la otra enfermedad de este grupo (Sandhoff) es debida al déficit de hexosaminidasa A y B.
La enfermedad de Tay-Sachs empieza entre los 3 y 6 meses
de vida con hipotonía, pérdida de las adquisiciones y desconexión
progresiva. La alteración del tono evoluciona hacia una hipertonía con tetraparesia espástica grave, amaurosis y megacefalia. En
el 95% de los pacientes se puede observar una mancha rojo cereza
en la región macular; otro hallazgo bastante característico es la
presencia de clonías audiógenas (muy espectaculares) ante el mínimo ruido. Las crisis convulsivas suelen manifestarse a partir de
los 12 meses de vida (Tabla IV), inicialmente en forma de crisis
sutiles, parciales complejas o en forma de ausencias o crisis predominantes mioclónicas, cada vez más frecuentes y rebeldes a la
medicación. El trazado electroencefalográfico puede mostrar
paroxismos multifocales.
Alrededor de los 3 años sobreviene la muerte debido a infecciones intercurrentes. Los estudios anatomopatológicos ponen
de manifiesto una sobrecarga lipídica en las neuronas del córtex
(responsables de la megacefalia progresiva), en el sistema nervioso autónomo y en los plexos nerviosos del tubo digestivo. Pueden
evidenciarse por microscopio electrónico, en fibroblastos y células endoteliales, la presencia de cuerpos membranosos lamelares
compuestos por gangliósidos. La forma juvenil se inicia a los 2-6
años con ataxia, trastornos del lenguaje, deterioro intelectual,
distonías y espasticidad progresiva junto a crisis convulsivas de
tipo mioclónico, focales o clonías audiógenas; en esta forma es
mucho más frecuente la atrofia óptica que la mancha rojo cereza.
La enfermedad de Sandhoff por déficit de hexosaminidasa A y
B es menos frecuente (prevalencia de 0,23 por 100.000 recién nacidos). Se presenta como un cuadro clínico superponible a la enfermedad de Tay-Sachs, si bien la afectación visceral es más evidente [24].
La afectación neurológica y la evolución final son similares [23].
Se han descrito formas de Sandhoff juvenil con inicio a los
3-5 años con un síndrome cerebeloso progresivo, deterioro intelectual, convulsiones y signos piramidales. Algunos presentan
mancha rojo cereza. Existe una gangliosidosis GM2 por deficiencia de la proteína activadora de la hexosamisidasa, que se manifiesta por un cuadro semejante al de la enfermedad de Tay-Sachs.
En todas estas enfermedades la herencia es autosómica recesiva, se ha localizado el genHEXA en el cromosoma 15q23-q24.
El diagnóstico se confirma también mediante la determinación de
la actividad de la hexosaminidasa A y B en leucocitos o fibroblas-
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ERRORES CONGÉNITOS DEL METABOLISMO
tos. No existe terapia eficaz a pesar del trasplante de médula ósea
y es posible el diagnóstico prenatal [5,23,24].
Leucodistrofias
Leucodistrofia de Krabbe
La leucodistrofia de células globoides o enfermedad de Krabbe es
debida al déficit de la enzima beta-galactocerebrosidasa y se hereda con carácter autosómico recesivo [25]. Se presenta bajo dos
formas que corresponden a mutantes alélicas diferentes. Se ha
localizado el gen(GALC)en el cromosoma 14q31; existen múltiples mutaciones del gen, de las cuales cinco son comunes en casi
el 65% de los pacientes [22,25,26].
La forma infantil precoz suele iniciarse alrededor de los 4
meses (1-12 meses), con aumento progresivo del tono muscular,
deterioro global, signos piramidales y arreflexia. Aparecen espasmos tónicos desencadenados por estímulos variados. La epilepsia suele empezar tempranamente, incluso con espasmos infantiles, o en fases más avanzadas en forma de mioclonías o sobresaltos. Es muy característico de la enfermedad la irritabilidad extrema
que presentan estos pacientes junto al estancamiento pondoestatural, del perímetro craneal y la atrofia óptica. Contribuyen a la sospecha diagnóstica una disminución de la velocidad de conducción
motora y la existencia de una hiperproteinorraquia. La baja actividad de la enzima beta-galactocerebrosidasa en leucocitos o fibroblastos es confirmativa de la enfermedad [1,26-28].
Los estudios anatomopatológicos demuestran la desmielinización en el plano del centro semioval y de los oligodendrocitos,
con presencia de macrófagos de origen mesodérmico multinucleado que acumulan en su interior galactocerebrósido y que se denominan células globoides, que han dado nombre a la enfermedad
[28,29]. En el nervio periférico no suelen encontrarse células globoides pero en cambio aparecen cambios degenerativos axonales,
fibrosis endoneural y cúmulo de histiocitos. No existe tratamiento para la enfermedad y es posible el diagnóstico prenatal [30].
Enfermedad de Schindler
Se conoce que la causa etiológica de esta enfermedad es el déficit
lisosomial de alfa-N-acetilgalactosaminidasa. El cuadro clínico se
inicia alrededor de los 8 m eses con regresión, epilepsia mioclónica
o incluso con crisis tonicoclónicas generalizadas, ceguera cortical y
visceromegalia [31,32]. El trazado electroencefalográfico demuestra la presencia de complejos punta-onda multifocales. Los pacientes
contraen una grave hipotonía con hiperreflexia, espasticidad y atrofia óptica. El cuadro recuerda al de la distrofia neuroaxonal de Seitelberger. No existe tratamiento y el diagnóstico se confirma en leucocitos o fibroblastos. La enfermedad se hereda con carácter
autosómico recesivo y es p osible el diagnóstico prenatal [31,33].
Déficit de biotinidasa
El déficit de biotinidasa, también denominado déficit múltiple de
carboxilasas, se puede presentar de dos formas [34]. La forma
precoz empieza en el período neonatal, y la forma de inicio algo
más tardío se caracteriza por un inicio a partir de los primeros
meses de vida, con un cuadro de crisis generalizadas tonicoclónicas, focales o mioclonías multifocales refractarias a los tratamientos antiepilépticos habituales [35]. El trazado electroencefalográfico muestra un patrón de puntas multifocales o en ocasiones
de salvas-supresión. El diagnóstico se basará en la sospecha clínica, las determinaciones analíticas con acidosis láctica y un patrón
anormal de ácidos orgánicos en orina [36]. Cuando no se sospecha y trata con rapidez la enfermedad se produce un rápido dete-
REV NEUROL 2002; 35 (Supl 1): S3-S20
rioro neurológico con déficit auditivo asociado [24,37]. Por ello,
ante la mínima duda, deberemos recoger muestras de sangre y
orina e iniciar aun sin diagnóstico el tratamiento con 20 mg de
biotina por vía oral. La confirmación de la enfermedad se efectúa
mediante la determinación en suero de la actividad de la biotinidasa. El genBTD se ha localizado en el cromosoma 3p25 [38]. La
respuesta al tratamiento con biotina oral es espectacular y los
pacientes, con el suplemento vitamínico, pueden mantenerse
asintomáticos toda la vida [39].
Déficit de transporte de glucosa
Se trata de un síndrome descrito recientemente, que se inicia en el
período de lactante con crisis mioclónicas o generalizadas, ausencias
atípicas o estados confusionales. Se afecta el desarrollo psicomotor,
el lenguaje y aparecen problemas de comportamiento, junto a
microcefalia. El hallazgo más común es una disminución de la
concentración de glucosa en líquido cefalorraquídeo (LCR), con
valores normales en plasma. El trazado electroencefalográfico puede
ser normal en las primeras etapas y rápidamente se altera con presencia de anomalías punta-onda generalizadas o puntas multifocales.
Puede manifestarse también con crisis focales. El diagnóstico se
efectúa con los datos clínicos y bioquímicos y mediante el estudio
del transporte de glucosa en hematíes, recientemente se ha localizado el gen responsable de la enfermedad. Las crisis son refractarias a los FAE pero pueden mejorar con la dieta cetógena [40].
Deficiencia de sulfito oxidasa
Entre las alteraciones del metabolismo de los aminoácidos sulfurados hay que citar el defecto de sulfito oxidasa, que puede presentarse
aislado o combinado (debidos a una deficiencia de una pterina específica dependiente de molibdeno) [1]. Se diagnostica por la elevación
de sulfito en orina y el cúmulo de aminoácidos sulfurados, particularmente S-sulfocisteína en plasma y orina. Es una enfermedad hereditaria autosómica recesiva, con una frecuencia de presentación
muy baja; sin embargo, muestra síntomas neurológicos graves en su
formaneonatalconconvulsionesrebeldesenausenciadeantecedentes y trazado electroencefalográfico de salvas-supresión.
Existe una forma de inicio más tardío con cuadros repetidos de
pseudoencefalitis y hemiparesia, junto a la afectación extrapiramidal, crisis convulsivas de tipo atónico y luxación del cristalino [1,3,5].
El mecanismo patogénico no se conoce bien, pero se ha demostrado que el sulfito es muy tóxico para el sistema nervioso y
que posee propiedades neuroexcitadoras notables. No existe un
tratamiento específico para disminuir la concentración de sulfito;
se ha ensayado dextrometorfano con resultados dispares [5].
Hiperglicinemia no cetósica
La hiperglicinemia no cetósica es causada por un defecto de actividad del sistema de degradación de la glicina, complejo multienzimático presente en hígado y cerebro pero no en fibroblastos [2].
Existen dos formas de presentación: la forma neonatal y otra de
inicio tardío. La forma tardía se presenta después de un período
neonatal normal y a partir de los 6-12 meses aparece retraso del
desarrollo en la primera infancia, epilepsia o problemas intelectuales
[1,5,41]. Existe una forma de inicio más tardío con afectación cognitiva, delirio, corea, parálisis de la mirada vertical y crisis convulsivas. Por último, se ha descrito una forma de inicio tardío con diplejía espástica, atrofia óptica, sin afectación cognitiva ni epilepsia.
Se diagnostica la enfermedad por el aumento de glicina en
plasma y particularmente en líquido cefalorraquídeo (LCR), de
forma que la relación de las concentraciones de glicina en LCR
S9
J. CAMPISTOL
y en plasma (valor de referencia: 0,02) puede estar incrementada
más de 10 veces en los pacientes afectos. Es la única forma de
poder llegar al diagnóstico, y ante la mínima sospecha de la forma
tardía de esta entidad deberemos proceder a la cuantificación de
aminoácidos en plasma y en LCR [42]. El análisis de ácidos
orgánicos en orina es necesario para el diagnóstico diferencial
con las hiperglicinemias cetósicas (acidurias orgánicas), en las
que el aumento de glicina plasmática (normal en LCR) se produce
por inhibición del sistema de degradación hepático de la glicina
a causa del cúmulo de ácidos orgánicos tóxicos (acidurias propiónica, metilmalónica, isovalérica, tratamiento con VPA) [1,5].
El tratamiento pasa por la disminución de la concentración
plasmática de glicina mediante restricción proteica, reducción de
la ingesta de glicina y serina, benzoato para favorecer la eliminación renal y exsanguinotransfusión. También se han empleado
estricnina, dextrometorfano, diacepam, suplementos de metionina o colina con pobres resultados. El diagnóstico enzimático se
realiza en biopsia hepática y el diagnóstico prenatal es posible en
biopsia de corion (no en amniocitos), y también mediante la valoración de la relación glicina/serina en líquido amniótico [41,42].
Síndrome de glicoproteínas deficientes en carbohidratos
Los defectos congénitos de la glicosilación (CDG) son un grupo de
enfermedades genéticas de reciente conocimiento, causadas por
diversos trastornos en la biosíntesis o procesamiento de glicoproteínas. En ellos un amplio número de glicoproteínas que incluye
proteínas séricas, enzimas lisosomales y glicoproteínas de membrana muestran estructuras y funciones anómalas. Todo ello explicaría las manifestaciones multisistémicas de este grupo de enfermedades. La transferrina es la glicoproteína más ampliamente
utilizada para la detección de los síndromes CDG, pudiéndose
estudiar las isoformas por isoelectroenfoque o por inmunoturbidimetría [1-3,42]. Los síndromes CDG tipo Ia son los más frecuentes
y mejor conocidos. Periódicamente se están descubriendo nuevos
síndromes relacionados con la glicosilación de las proteínas del
organismo que tiene lugar en el retículo endoplásmico y en el
aparato de Golgi. Es interesante señalar que en la forma de CDG
tipo Ia los pacientes pueden presentar ya en el período neonatal
accidentes vasculares cerebrales isquémicos o hemorrágicos y
desarrollar posteriormente epilepsia. Sin embargo, existen otras
formas del síndrome, que aparte de un notable retraso psicomotor,
hipotonía, microcefalia y trastornos de coagulación, pueden presentar síndrome de West con mala respuesta terapéutica. Lógicamente, frente a un paciente con síndrome de West y retraso psicomotor, hipotonía y microcefalia deberemos pensar en otras causas
mucho más frecuentes, pero en ausencia de antecedentes claros de
agresión sobre el sistema nervioso o ante la mínima duda es relativamente sencillo determinar la disialotransferrina en suero. Pueden aparecer también alteraciones de la coagulación y disminución
de la ceruloplasmina [5,7,8]. En muchas de estas formas no se
conoce bien el defecto enzimático ni genético y en estos casos se
prefiere denominarlas CDG-x. Mejor conocida es la forma CDG
Ib, debida al déficit de fosfomanomutasa (PMM), cuyo gen se ha
cartografiado en 22q13 y que no suele cursar con epilepsia.
Alteraciones del metabolismo de las purinas y pirimidinas
El conocimiento de este grupo de enfermedades se inicia a partir
de la descripción del síndrome de Lesch-Nyhan. Su diagnóstico
se basa en el estudio de metabolitos en orina por HPLC-espectrometría de masas. Muchas de estas enfermedades pueden dar lugar
a convulsiones en los primeros años de vida, y destaca el mismo
S 10
síndrome de Lesch-Nyhan, la forma grave del déficit de adenilosuccinasa, el déficit de dihidropirimidina deshidrogenasa o de
dihidropirimidasa y finalmente el déficit de beta-alanina alfacetoglutarato aminotransferasa [5,42]. Pueden asociar microcefalia, retraso mental, autismo, ataxia, afectación hepática y renal (litiasis) y alteraciones inmunológicas, entre otras variadas
manifestaciones.
Trastornos de los neurotransmisores
Las alteraciones del metabolismo monoaminérgico no suelen
cursar con epilepsia como síntoma principal excepto en las anomalías del metabolismo de las biopterinas y en la aciduria N-acetilaspártica. Los trastornos del metabolismo de los neurotransmisores aminoacidérgicos incluyen la hiperglicinemia no cetósica
tratada en otro apartado.
Por último cabe citar los errores innatos del metabolismo del
GABA, que incluyen el déficit de glutamato descarboxilasa (convulsiones sensibles a piridoxina), de GABA transaminasa (convulsiones rebeldes, hipotonía, retraso mental, coreoatetosis y elevación del GABA en LCR) y succínico semialdehído deshidrogenasa o aciduria 4-hidroxibutírica [1,3,59].
GRUPO B: ECM QUE PUEDEN
MANIFESTAR EPILEPSIA
Hemos establecido este segundo subgrupo de ECM en los cuales
las convulsiones no son el síntoma más frecuente. Se trata de
ECM que en algún momento de su evolución pueden manifestar
entre otros síntomas neurológicos convulsiones o una verdadera
epilepsia (Tabla II).
Enfermedades lisosomales
Enfermedad de Niemann-Pick
Esta enfermedad es debida al cúmulo de esfingomielina en diferentes tejidos. Su heterogeneidad clínica es notable ya que se han
descrito hasta cinco subtipos.
El fenotipo C de la enfermedad suele empezar más allá de los
5 años con ataxia, distonía, deterioro neurológico con signos piramidales, oftalmoplejía supranuclear vertical y epilepsia, que se
hace más rebelde a partir de la segunda década de la vida [43].
Muchos de los pacientes afectos tienen antecedentes de ictericia
colostática prolongada en el período neonatal y primeros meses
de vida asociada a visceromegalia. La sobrecarga de esfingomielina es moderada y el déficit de esfingomielinasa sólo se evidencia en el 80% de los casos en fibroblastos [5,43].
En las tres formas descritas de la enfermedad existen células
de depósito en la médula ósea, que nos pueden ayudar al diagnóstico [44,45].
El déficit enzimático para el tipo C no es conocido y en las
células cultivadas se detectan alteraciones específicas del metabolismo del colesterol exógeno [46]. Se han descrito dos genes implicados en la enfermedad. El más común es elNPC1 localizado en
18q11-q12, que corresponde al 95% de los pacientes afectos, y el
gen NPC2, localizado en 14q24.3 en el 5% restante. Es posible el
diagnóstico prenatal por técnicas de biología molecular [46-48].
Enfermedad de Gaucher
Junto a la GM2 es una de las esfingolipidosis de presentación más
frecuente (l:2.000 en los judíos ashkenazis), si bien es menos
frecuente en otras etnias (prevalencia de 1,16 por 100.000 nacimientos) [21].
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ERRORES CONGÉNITOS DEL METABOLISMO
Es debida al déficit de la actividad de la beta-glucocerebrosidasa y se presenta bajo tres tipos distintos [49].
El tipo II o forma neuronopática aguda afecta principalmente
a lactantes de 4-8 meses y se inicia con hipotonía axial que se
convierte en poco tiempo en una hipertonía de miembros, con
visceromegalia enorme (a expensas del bazo especialmente) y
epilepsia de difícil control. El cuadro evoluciona con rapidez y los
pacientes fallecen antes de los 2 años de vida [49].
El tipo III tiene una clínica muy heterogénea, afecta a niños
mayores y adolescentes. Se presenta con visceromegalia, lento
deterioro intelectual, y signos cerebelosos y extrapiramidales,
además de una epilepsia rebelde. Es característico de esta forma
la apraxia oculomotriz y la parálisis de la mirada vertical. Son
frecuentes las deformidades esqueléticas y las fracturas espontáneas. El cuadro se complica con la afectación respiratoria y hemorragias debidas a trombocitopenia por hiperesplenismo [50].
El diagnóstico se sospecha por la forma clínica de presentación, la elevación de las fosfatasas ácidas en suero y por la presencia en médula ósea de las células espumosas de Gaucher; se confirma el déficit enzimático en leucocitos o fibroblastos. Son posibles la detección de heterocigotos y el diagnóstico prenatal. No
existe tratamiento específico, pero es importante vigilar el hiperesplenismo, la epilepsia y prevenir las fracturas óseas. Se debería
posponer el mayor tiempo posible la esplenectomía pues al extirpar el bazo aumenta el depósito de galactocerebrósido en esqueleto, hígado y pulmón, con lo que la enfermedad progresa aún
más rápidamente [1,5,8].
Leucodistrofia metacromática
El déficit de arilsulfatasa A en los lisosomas da lugar a un cúmulo
de sulfátidos con alteración del metabolismo de la mielina y a una
enfermedad denominada leucodistrofia metacromática.
Existen dos formas de presentación. La forma infantil tardía,
que es la más frecuente (1:40.000) [21], suele comenzar una vez
adquirida la marcha, entre los 12 y 24 meses, con un trastorno
progresivo de la deambulación, hipotonía y arreflexia, para desarrollar posteriormente una clara espasticidad de predominio en
miembros inferiores. Posteriormente aparece un deterioro intelectual, atrofia óptica, irritabilidad con dolor a la manipulación de
las piernas y dificultades de alimentación [51]. El cuadro progresa con rapidez hacia una tetraparesia, epilepsia con crisis focales,
anomalías electroencefalográficas inespecíficas y estado vegetativo; el fallecimiento se produce entre los 3 y 7 años [52].
La forma juvenil suele iniciarse entre los 4 y 15 años con
disminución del rendimiento escolar junto a trastorno progresivo de la deambulación, con caídas frecuentes, crisis focales,
regresión del lenguaje y aparición de signos piramidales y arreflexia. El cuadro tiene una progresión más lenta que en la forma
infantil [53].
En ambas formas se encuentra una disminución de la velocidad
de conducción motora e hiperproteinorraquia. Los exámenes neurorradiológicos suelen ser poco específicos hasta muy avanzada la
enfermedad, en que se pueden apreciar imágenes TC/RM de atrofia
y desmielinización especialmente en centro semioval [51].
El diagnóstico se confirma en cultivo de fibroblastos o leucocitos al demostrar una baja actividad de la enzima arilsulfatasa A.
Sin embargo, existen formas de la enfermedad con actividad normal in vitro de la enzima y que son debidas a un déficit de la
proteína activadora. En ocasiones es difícil determinar la diferencia entre homo y heterocigotos para la enfermedad por el solapamiento de valores de la arilsulfatasa A.
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Se trata de enfermedades con herencia autosómica recesiva.
Es posible el diagnóstico prenatal por técnicas enzimáticas o
moleculares [1,5,8].
Mucopolisacaridosis
El defecto de actividad de las enzimas que intervienen en el catabolismo de los mucopolisacáridos (dermatán sulfato, heparán
sulfato o keratán sulfato) da lugar a un grupo de enfermedades
lisosomiales denominadas mucopolisacaridosis (MPS). Se han
descrito siete formas principales, cuatro de las cuales se acompañan indefectiblemente de retraso mental. Pocas formas de MPS
suelen manifestar epilepsia: la enfermedad de Sanfilippo en sus
diferentes subtipos y la enfermedad de Hurler (prevalencia de
0,71 por 100.000 recién nacidos) [21], de la que hemos descrito
recientemente una observación con inicio de la enfermedad en
forma de epilepsia tipo síndrome de West [7,54]. La prevalencia
de la enfermedad es de 0,36 por 100.000 recién nacidos [21].
La enfermedad de Sanfilippo es la forma de mucopolisacaridosis con más variantes (cuatro subtipos: A, B, C y D), y que a su
vez condiciona un mayor déficit intelectual. Por el contrario, los
rasgos dismórficos tan característicos de este grupo de enfermedades pueden ser mínimos o no existir. En más de la mitad de los
pacientes afectos se manifiestan crisis convulsivas generalizadas,
sin un patrón electroencefalográfico característico. Desde el punto de vista clínico es difícil distinguir las cuatro formas. Todas
ellas cursan con grave deterioro intelectual, rasgos dismórficos,
visceromegalia y sin opacidades corneales. Los pacientes afectos
suelen fallecer alrededor de la segunda década de la vida y no
existe tratamiento específico, si bien se está trabajando en trasplante
de médula ósea y en terapia génica. En todas ellas se encuentra en
orina heparán sulfato y solamente el déficit enzimático nos permitirá diferenciar los cuatro subtipos [56].
Todas las MPS se heredan con carácter autosómico recesivo,
excepto la enfermedad de Hunter (recesiva ligada al sexo). No
existe tratamiento específico para ninguna de ellas y sí paliativos
en función de algunas de las complicaciones asociadas. El trasplante de médula ósea en edades tempranas puede ser una opción
terapéutica en algunas formas. Otra futura vía de solución podría
residir en la terapia génica a nivel de médula ósea [1,5,56].
Glicoproteinosis
Las glicoproteínas están constituidas por péptidos enlazados con
los oligosacáridos. Están distribuidos por todo el organismo y
predominan especialmente en el sistema nervioso. Las alteraciones en el catabolismo de estas sustancias debidas a un déficit
enzimático dan lugar a su acumulación en los tejidos y a la excreción de oligosacáridos en orina. Son enfermedades poco frecuentes y se heredan con carácter autosómico recesivo.
Fucosidosis
Existen dos formas de presentación, I y II. La forma tipo I empieza
antes del año con deterioro neurológico progresivo, fenotipo hurleriano, hipotonía en las fases iniciales que evoluciona hacia una
hipertonía con posterior rigidez de descorticación, epilepsia, cardiomegalia, disóstosis múltiple y estancamiento pondoestatural.
Suelen fallecer por cuadros respiratorios antes de los 6 años.
En ambas formas existe un cúmulo de glucolípidos en hígado,
piel y linfocitos. Las concentraciones de cloro y sodio están elevadas en el sudor en la forma tipo I. El funcionalismo de la vesícula biliar se afecta progresivamente y el diagnóstico se confirma
en leucocitos/fibroblastos al hallar disminuida la actividad de la
S 11
J. CAMPISTOL
alfa-fucosidasa. El gen responsable de la enfermedad FUCA se ha
localizado en 2q 24-q32 [50,55,56].
Sialidosis
Debido al déficit de la enzima alfa-neuraminidasa se produce esta
enfermedad con muy diferente expresividad clínica. Se han descrito dos formas, tipo I y II. La prevalencia estimada es de 0,02 por
100.000 recién nacidos [21].
La sialidosis tipo I o síndrome mioclono-mancha rojo cereza
inicia los síntomas a partir de los 8 años, con disminución progresiva de la agudeza visual, mioclonías generalizadas desencadenadas por estímulos acústicos y afectación de la marcha [58-60].
Suele aparecer una neuropatía periférica desmielinizante, opacidades en cristalino y la característica mancha de color rojo cereza
en la retina (Tabla IV). No hay afectación intelectual. Pueden
aparecer también crisis epilépticas generalizadas y afectación renal
[56]. El trazado electroencefalográfico demuestra una notable
lentificación del ritmo de base.
La sialidosis tipo II, también conocida por mucolipidosis tipo
I, se presenta con un fenotipo hurleriano, mioclonías, disminución progresiva de la agudeza visual, mancha rojo cereza en retina, retraso mental, visceromegalia y anomalías esqueléticas. La
forma infantil se inicia antes de los 10 meses mientras que la
forma juvenil tiene un curso más lento [56].
Enfermedades peroxisomales
Constituyen un grupo de enfermedades genéticas, recientemente identificadas, en las cuales es deficiente la formación o la
función del peroxisoma. Éste es un órgano intracelular limitado
por una sola membrana, desprovista de ADN y presente en todas
las células de los mamíferos y de las plantas [58]. Predominan
en el hígado y riñón. En el sistema nervioso central son particularmente abundantes en la glia, células de Schwann, neuronas
corticales y células de Purkinje. Sus funciones bioquímicas son
numerosas y aún mal conocidas; entre éstas destacan especialmente: biosíntesis de plasmalógenos, beta-oxidación de los
ácidos grasos de cadena muy larga, oxidación del ácido fitánico,
degradación del ácido pipecólico, síntesis de ácidos biliares, respiración peroxisomal y síntesis de colesterol y dolicoles [61,62].
Las enfermedades del peroxisoma han sido objeto de diversas
clasificaciones en función de los datos disponibles en cada momento. Nos limitaremos a las enfermedades del peroxisoma que
pueden manifestar convulsiones en pacientes de 1-10 años.
Adrenoleucodistrofia ligada al cromosoma X
Es una de las más frecuentes enfermedades degenerativas del
SNC. Su forma de presentación es muy variada, incluso dentro de
una misma familia [61].
En la forma infantil, la más frecuente, el deterioro se inicia
entre los 4 y 8 años de vida, con disminución del rendimiento
escolar y de la memoria seguidos de trastornos de la marcha, del
lenguaje y dificultades en la deglución. Es frecuente la afectación
sensorial. El cuadro progresa con aparición de crisis convulsivas
(que en ocasiones pueden ser el primer síntoma de la enfermedad); predominan las crisis generalizadas, focales o incluso el
estado de mal epiléptico. El trazado electroencefalográfico evidencia la presencia de ondas lentas hipervoltadas. Se instaura un
síndrome cerebeloso y piramidal; los pacientes suelen fallecer en
2-4 años después del inicio de los síntomas [62,63].
El diagnóstico bioquímico se basa en el estudio de los ácidos
grasos de cadena muy larga en plasma o fibroblastos. En la ma-
S 12
Figura 5. RM en T 2 de un paciente de 11 años con ADL-X. Afectación de
la sustancia blanca de predominio occipital.
yoría de estos pacientes se demuestra una disminución de la respuesta del cortisol plasmático al ACTH. En la mitad de los casos
puede aparecer una hiperproteinorraquia oligoclonal. Los exámenes neurorradiológicos confirman la desmielinización de predominio parietoccipital y en centro semioval. Mediante TC puede visualizarse una mayor captación del contraste que traduciría
la presencia de la reacción inflamatoria [61,62]. La RM craneal
demuestra la afectación de la sustancia blanca (Fig. 5) [4].
Los estudios familiares sistemáticos han demostrado una variable expresividad intrafamiliar de la enfermedad, con casos presintomáticos, y por el contrario, familiares con el déficit bioquímico evidente y totalmente asintomáticos [63,64]. No existe tratamiento eficaz y solamente el trasplante de médula ósea en fases
muy precoces puede ser una alternativa [61,63].
Kemp revisó las mutaciones en la adrenoleucodistrofia ligada al
cromosoma X y no halló correlación entre genotipo y fenotipo [64].
En heterocigotos obligados la determinación de ácidos grasos de
cadena muy larga dio falsos negativos, los análisis mutacionales son
los únicos disponibles para la identificación de heterocigotos [64].
Aminoacidopatías
Lógicamente en este capítulo no podemos referirnos a todos los
ECM de los aminoácidos que en un momento u otro de su evolución puedan presentar crisis epilépticas. Por ello nos limitaremos
a los que tienen una mayor incidencia y repercusión sobre el
sistema nervioso.
Fenilcetonuria
La hiperfenilalaninemia es causada por la deficiencia de la enzima fenilalanina hidroxilasa hepática, que transforma la fenilala-
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ERRORES CONGÉNITOS DEL METABOLISMO
Figura 6. EEG de un paciente de 3 años con fenilcetonuria. En sueño se
evidencia la presencia de descargas generalizadas de elevado voltaje, sin
clínica acompañante.
nina en tirosina. Cuando el bloqueo enzimático es suficientemente importante se producen metabolitos alternativos, como el ácido fenilacético, que confiere a la orina un olor peculiar a moho/
ratón, y el ácido fenilpirúvico, que reacciona con el cloruro férrico dando un color verde característico (prueba de Fölling). Fue
este autor quien describió por primera vez la enfermedad en 1934,
denominándola ‘idiocia fenilpirúvica’, aunque posteriormente
fue denominada fenilcetonuria (PKU), y como tal se la conoce en
la actualidad [65]. Al principio solamente se consideraba la PKU,
pero existen otras causas menos comunes de hiperfenilalaninemia, cuyo diagnóstico diferencial hay que considerar, ya que de
él depende el tratamiento y el pronóstico [66-69].
La hiperfenilalaninemia causada por mutaciones en el gen
que codifica la fenilalanina 4-monoxigenasa representa un amplio espectro de fenotipos metabólicos debido a la posible combinación de un elevado número de mutaciones alélicas. La forma
grave o fenilcetonuria clásica no tratada causa retraso mental y
motor graves junto a epilepsia [65,67,68].
Estos trastornos se ponen de manifiesto a partir de los 6-8
meses de vida, por lo que actualmente en un gran número de
paises existen programas de detección precoz en el período neonatal aplicables a toda la población, que permiten el diagnóstico
y el tratamiento precoz, indispensable y efectivo para evitar la
aparición de los síntomas. La PKU clásica no diagnosticada y no
tratada cursa con un retraso mental progresivo, microcefalia,
epilepsia, eccema y rasgos psicóticos en forma de hiperactividad,
tendencias destructivas, automutilaciones, impulsividad, ataques
incontrolados de agresividad y aislamiento social [8]. Los pacientes presentan epilepsia generalizada (25% de casos) o síndrome de West, junto con anomalías en el EEG (70-95%), rasgos
físicos característicos y olor corporal especial. Los estudios patológicos en estos pacientes demuestran una alteración en la mielinización, con microcefalia y atrofia cerebral [65].
Por su parte, los niños tratados tempranamente siguen una evolución normal, con un cociente intelectual (CI) en los límites de la
normalidad, pero algo inferior a los hermanos sanos o grupos control, y con pequeñas dificultades en los aprendizajes, hiperactividad, trastornos del sueño, torpeza motriz e incluso anomalías electroencefalográficas (Fig. 6) así como epilepsia en algún caso excepcional [66,67,69]. Cuando no siguen una dieta estricta y por
tanto las cifras plasmáticas de Phe se elevan, manifiestan síntomas
REV NEUROL 2002; 35 (Supl 1): S3-S20
neurológicos en forma de hiperactividad, problemas de comportamiento y finalmente deterioro neurológico; también pueden aparecer en la RM craneal imágenes de aumento de señal en T 2 en la
sustancia blanca periventricular, que desaparecen en unos meses
después de reanudar la dieta. Esta elevada concentración de Phe en
el sistema nervioso central también puede evidenciarse mediante
RME, siempre que las cifras de Phe sean superiores a 900µmol/L.
El tratamiento de la PKU es para toda la vida y se basa en la
reducción del aporte de alimentos que contienen fenilalanina, junto
a suplementos de tirosina y de carnitina si fuera preciso. La interrupción del tratamiento hacia los 8-10 años conduce a una disminución
del CI en 6 puntos, junto a problemas de carácter y comportamiento
en forma de agitación, trastornos del sueño y temblores [65,69,70].
Finalmente, existe una variante de hiperfenilalaninemia, que
no responde al tratamiento restrictivo en Phe. Se trata de un trastorno del metabolismo de la tetrahidrobiopterina, cofactor que
interviene en la hidroxilación de la Phe, tirosina y triptófano
[71,72]. Su defecto puede estar en la síntesis o en el proceso de
reciclaje de la BH4 . Los pacientes afectos (1% de los casos con
PKU) manifiestan, a pesar de un adecuado tratamiento, síntomas
de deterioro neurológico debido al déficit de neurotransmisores
(catecolaminas y serotonina) [72]. La clínica puede ya iniciarse
en los primeros meses de vida con microcefalia, retraso del desarrollo y deterioro neurológico progresivo, con dificultad respiratoria, parkinsonismo, mioclono, corea, distonía, signos piramidales, epilepsia rebelde (espasmos infantiles o epilepsia generalizada) e hipertermia. En estos casos el tratamiento se basa en la
restricción dietética junto a los suplementos en levodopa, 5 hidroxitriptófano y en ocasiones ácido folínico [73,74].
La confirmación del defecto de la actividad enzimática de
fenilalanina hidroxilasa sólo es posible en biopsia hepática. Se ha
localizado el gen que codifica la enzima en el cromosoma 12
(12q22-q24), sin embargo las mutaciones encontradas son muy
numerosas (más de 300) [73,74]. El análisis molecular permite
conocer mejor el genotipo y establecer correlaciones con el fenotipo, el diagnóstico prenatal y la detección de portadores
[67,68,73,74]. La deficiencia de dihidropteridina reductasa puede determinarse mediante la valoración de la actividad enzimática en eritrocitos, fibroblastos y linfocitos.
Defectos del ciclo de la urea y alteraciones
relacionadas causantes de hiperamonemia
La alteración de la ureagénesis, tanto por enzimopatías del ciclo
de la urea como por otras causas secundarias que interfieren en
este proceso, provoca una hiperamonemia. Es importante el diagnóstico bioquímico diferencial de las alteraciones causantes de
hiperamonemia ya que éste no puede realizarse desde el punto de
vista clínico ni por la gravedad de la hiperamonemia, sino únicamente en función de los metabolitos acumulados o excretados en
fluidos biológicos antes del tratamiento. El análisis de metabolitos se puede llevar a cabo rápidamente; evita la realización de
biopsias hepáticas, que pueden ser fatales en pacientes con hiperamonemias graves, y permite la instauración del tratamiento
específico que dependerá del proceso desencadenante de la hiperamonemia [75]. El análisis enzimático es importante en algunos
casos para la confirmación del diagnóstico y la caracterización de
la enzima deficiente, pero no siempre es necesario para establecer
el diagnóstico [76].
Considerando los procesos que causan un notable incremento
del amonio plasmático destacaremos en primer lugar los defectos
de actividad enzimática del ciclo de la urea. Tres de ellos pueden
S 13
J. CAMPISTOL
distinguirse por el perfil característico de aminoácidos en plasma
u orina (citrulinemia, aciduria argininsuccínica e hiperargininemia), y la deficiencia de ornitina carbamil transferasa. Esta última
por la presencia en orina de un metabolito específico, el ácido
orótico, que constituye la clave del diagnóstico diferencial con la
deficiencia de carbamil fosfato sintetasa (ambos defectos tienen
un perfil de aminoácidos similar: aumento de glutamina y lisina,
y disminución de los niveles de citrulina, arginina y ornitina). Los
estudios enzimáticos sólo son indispensables para diagnosticar
las deficiencias de carbamil fosfato sintetasa y N-acetil glutamato
sintetasa, cuyo perfil de aminoácidos es menos específico; sin
embargo, en todos los casos estará indicado llegar hasta el final
con todas las posibilidades diagnósticas disponibles [76,77].
Las manifestaciones clínicas son muy variadas, aunque suelen
presentarse en el período neonatal (una tercera parte de los casos),
con síntomas de intoxicación e hiperamonemia, o bien más tardíamente coincidiendo con infecciones, ingesta proteica exagerada o
situaciones de estrés. Las primeras manifestaciones a cualquier edad
consisten en el rechazo del alimento, vómitos, alteraciones del tono
muscular, convulsiones, letargia y coma. Por su parte, en pacientes
con un curso más crónico los síntomas neurológicos dominantes son
retraso mental, ataxia y estados confusionales. En la acidemia arginosuccínica se detectan alteraciones del cabello (50% casos) en forma de tricorrexis nodosa, y los pacientes manifiestan irritabilidad,
hipertonía muscular, convulsiones rebeldes, ataxia y atetosis [1,8].
Se han comunicado casos de accidentes cerebrovasculares isquémicos en la deficiencia de carbamil fosfato sintetasa [76,77].
La deficiencia de ornitina carbamil transferasa es el defecto del
ciclo de la urea más común; su herencia está ligada al cromosoma
X. Existe un defecto total de la actividad enzimática en los varones
hemicigotos, mientras que las hembras heterocigotas muestran
diferentes grados de deficiencia, dependiendo de la inactivación al
azar del cromosoma X. La detección de portadoras, más o menos
asintomáticas, es muy importante, por el riesgo de crisis de hiperamonemia, para el consejo genético y diagnóstico prenatal. Como
el amonio y la excreción de ácido orótico en condiciones basales
pueden ser normales, se recurre a la prueba de sobrecarga proteica
para poner de manifiesto la alteración de ambos parámetros. La
prueba de sobrecarga de alopurinol se utiliza para elevar la excreción urinaria de ácido orótico inhibiendo su catabolismo, lo que
evita el peligro de la hiperamonemia causada por la sobrecarga
proteica en las heterocigotos de esta deficiencia [77,78].
Alteraciones del metabolismo de los aminoácidos ramificados
Leucinosis. Enfermedad de la orina con olor a jarabe de arce
La sintomatología clínica de la enfermedad del jarabe de arce o
leucinosis es debida al cúmulo de leucina, isoleucina, valina y de
2-oxoisocaproato, 2-oxoisovalerato y 2-oxometilvalerato en plasma y tejidos. Existe una forma grave de presentación durante la
primera semana de vida y formas intermitentes que aparecen en
los estados catabólicos, manifestadas por vómitos cíclicos, convulsiones generalizadas y afectación del sensorio junto a un olor
especial de la orina, y por último una forma más moderada. En
estas formas intermitentes y moderadas, sin un tratamiento adecuado los pacientes pueden fallecer en el curso de la descompensación, especialmente en los primeros años de vida [76,79].
El diagnóstico de la leucinosis se basa en el estudio de los
aminoácidos plasmáticos y de los ácidos orgánicos en orina, ya
que muestra un perfil característico, junto a las anomalías bioquímicas: acidosis metabólica con aumento del anión gap, cetonuria,
cetoacidosis, hipocalcemia moderada, hiperlactatemia, hipo o hi-
S 14
perglucemia, neutropenia, trombocitopenia, pancitopenia, etc. El
tratamiento en la fase aguda debe ser radical, con diálisis peritoneal o exsanguinotransfusión para eliminar rápidamente los
aminoácidos ramificados acumulados, al tiempo que se debe
aportar energía en forma de glucosa y lípidos; posteriormente se
reintroducen las proteínas (con bajo aporte de aminoácidos ramificados) muy lentamente y con estricta monitorización de las
concentraciones plasmáticas de los aminoácidos implicados [79].
La confirmación del defecto enzimático se realiza en general con
la incorporación de leucina marcada con C14 en leucocitos, fibroblastos y mediante la determinación de la actividad enzimática en
fibroblastos. El diagnóstico prenatal es posible en muchos casos
mediante análisis de los metabolitos en líquido amniótico y estudio enzimático en amniocitos o biopsia de corion.
Defectos del metabolismo de los aminoácidos sulfurados
Homocistinuria
La alteración más frecuente del metabolismo de los aminoácidos
sulfurados es la homocistinuria, que puede ser causada por bloqueo
enzimático a diferentes niveles. La incidencia aproximada de la homocistinuria clásica, causada por defecto de la actividad de la enzima
cistationina beta sintetasa, es de 1:335.000 recién nacidos vivos.
La fisiopatología es aún poco conocida y la afectación intelectual, ocular o esquelética tienen un origen oscuro. En todo caso se
trata de un trastorno multisistémico con manifestaciones progresivas, siendo la más constante la luxación del cristalino a partir de los
2 años, también presentan atrofia óptica, desprendimiento de retina,
cataratas y opacidades corneales. Son hallazgos frecuentes la osteoporosis, escoliosis u otras deformidades esternales, pies cavos o las
anomalías vertebrales. La enfermedad afecta al sistema nervioso con
retraso mental como manifestación frecuente (un tercio de los pacientes tienen un CI normal y la media del CI de la población de
pacientes con la enfermedad es de 80, siendo más bajo en las formas
que no responden a vitamina B 6 ), epilepsia (21%) y trastornos psiquiátricos (cuadros obsesivocompulsivos) (76,81). Los accidentes
cerebrovasculares son frecuentes en estos pacientes y pueden manifestarse en varias esperas, en especial en ojos y cerebro con síntomas como hemiparesia, distonía, epilepsia o temblor. El riesgo de
los fenómenos tromboembólicos parece superior después de infecciones, estrés o intervenciones. El cuadro clínico y el tratamiento
variarán en cada caso, por lo que será necesario realizar el diagnóstico diferencial. La valoración de la homocisteína total es indispensable, ya que incluye las diferentes formas de este aminoácido que
se hallan en equilibrio en el plasma: homocisteína ligada a proteínas
(hasta un 70-80% de la total), cisteín:homocisteín disulfuro y homocisteína libre (en muy baja concentración en el individuo sano), que
es rápidamente oxidada a homocistina [1,5,76,81].
La confirmación del defecto enzimático de la cistationina
beta-sintasa se realiza en fibroblastos y linfocitos estimulados
con fitohemaglutinina. La detección de heterocigotos es posible
mediante sobrecarga oral de metionina y por análisis molecular;
es posible establecer el diagnóstico prenatal [82].
El tratamiento pasa por disminuir la concentración plasmática
de homocisteína al tiempo que se aumenta la cistina. Los pacientes
que responden a vitamina B 6 (100-500 mg/día) tienen un mejor
pronóstico. Por el contrario, cuando no responden a la piridoxina
requieren entonces dieta baja en metionina con suplementos de
cisteína y betaína. Es muy importante la prevención de los fenómenos tromboembólicos mediante un control dietético estricto, una
buena hidratación y en ocasiones el empleo de antiagregantes plaquetarios [83].
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ERRORES CONGÉNITOS DEL METABOLISMO
La deficiencia de metileno tetrahidrofolato reductasa es el más
común de lo trastornos del metabolismo del folato y se caracteriza
por un deterioro neurológico progresivo de inicio en los primeros
años de vida, microcefalia y convulsiones que van desde espasmos
infantiles a crisis generalizadas atónicas, mioclónicas o motoras
focales. El registro electroencefalográfico demuestra un enlentecimiento difuso, complejos puntaonda y puntas multifocales. Los
hallazgos bioquímicos más notables son la elevación de la homocisteína y metionina plasmática, y la presencia de homocistinuria
elevada en orina. Los defectos de la biosíntesis de la metionina
también pueden asociarse a convulsiones generalizadas, mioclónicas e incluso espasmos infantiles. Su diagnóstico se realiza por la
presencia de una anemia megaloblástica, homocistinuria y disminución de lametionina en ausencia de aciduria metilmalónica [84].
La malabsorción del folato debido a un problema digestivo se acompaña de un defecto del transporte de folato y en este caso las dosis
elevadas de folato o de ácido folínico pueden mejorar el cuadro. Es
importante el diagnóstico diferencial entre éstas y otras entidades
causantes de homocistinuria, ya que el tratamiento será muy distinto (vitamina B 6 en CBS y folato en MTHFR) [82].
Histidinemia e hiperprolinemia
Se trata de dos trastornos del metabolismo de los aminoácidos
que pueden manifestar crisis convulsivas refractarias. La histidinemia debida a una deficiencia de histidinasa (enzima citosólica
que cataliza la primera reacción del catabolismo de la histidina,
cuyo gen se ha localizado en 12q22-q23) y la hiperprolinemia
tipo I, que pueden cursar con deterioro neurológico, mioclonías,
espasmos infantiles, crisis focales e incluso reacción de sobresalto; el trazado electroencefalográfico puede mostrar desde un trazado hipsarrítmico a la presencia de ondas delta irregulares. La
elevación en plasma de la histidina y de la prolina orientarán el
diagnóstico. El tratamiento es sintomático, con restricción de
histidina en la primera situación [5,76,77].
Otra causa rara convulsiones y epilepsia es la tirosinemia de
tipo III debida al déficit de 4-hidroxifenilpiruvato dioxigenasa [5].
Defectos del transporte
Dentro de los defectos de transporte, hay que diferenciar el síndrome de HHH (hiperornitinemia, homocitrulinuria e hiperamonemia), causado por un defecto de transporte intramitocondrial
de la ornitina, de la hiperornitinemia con defectos de visión por
la atrofia girada de coroides y retina, debido a una deficiencia de
actividad enzimática de ornitina amino transferasa, que cursa sin
hiperamonemia ni homocitrulinuria [76,77]. Finalmente, el déficit de serina que cursa con microcefalia, deterioro neurológico
progresivo y epilepsia rebelde, incluso síndrome de West si no se
instaura un tratamiento sustitutivo con este aminoácido.
Acidurias orgánicas
Las acidurias orgánicas (AO) son trastornos bioquímicos del
metabolismo intermediario que afectan a diferentes vías metabólicas de los aminoácidos, ácidos grasos, cetogénesis, cetólisis, vía
del piruvato, carbohidratos y del ciclo de Krebbs [75,85].
El número de enfermedades identificadas ha aumentado mucho en los últimos años gracias al empleo de nuevas técnicas
bioquímicas. Se trata de un grupo de enfermedades genéticas de
carácter autosómico recesivo en las que la disminución o ausencia de actividad de la enzima dará lugar a un cúmulo de ácidos
orgánicos con las consiguientes manifestaciones clínicas [75]. Su
incidencia es variable, se calcula entre 1:5.000-10.000 recién na-
REV NEUROL 2002; 35 (Supl 1): S3-S20
cidos vivos según las series. El diagnóstico se efectúa por la
alteración en el perfil de los ácidos orgánicos en los líquidos
corporales (orina, plasma, LCR, líquido peritoneal, etc.), mediante cromatografía de gases y posterior identificación de los
metabolitos anómalos mediante espectrometría de masas. Es muy
importante disponer de un protocolo de estudio para recoger
muestras y proceder al análisis de las mismas ante la sospecha de
una AO. Muchos pacientes con ECMI fallecen y en la mayoría de
las ocasiones los estudios post mortem no ofrecen datos positivos
de interés para llegar al diagnóstico definitivo. Por ello es imprescindible disponer de un protocolo de recogida de muestras en
caso de fallecimiento de causa desconocida [75].
Una característica común de estas enfermedades es la pobre
especificidad clínica; la mayoría se presentan en los primeros días
o semanas de vida, pero pueden manifestarse en edades más avanzadas e incluso de forma intermitente, con lo que el diagnóstico
es aún más complicado.
Si la clínica es poco definida y difícil de identificar, los hallazgos post mortem son inespecíficos, de ahí que el diagnóstico deba
efectuarse siempre a partir de las muestras biológicas. Existen un
conjunto de signos clínicos y bioquímicos que nos pueden ser
útiles para sospechar que estamos delante de una aciduria orgánica, y a partir de estos datos se deberá proceder a una serie de
exámenes complementarios, bien pautados, que se completarán
finalmente con el análisis cualitativo y posteriormente cuantitativo de los ácidos orgánicos en orina/plasma/LCR. La expresividad clínica de una misma enfermedad es variada y depende en
parte del déficit enzimático, de la edad de presentación, de los
metabolitos acumulados y del factor desencadenante. Atendiendo a la edad de presentación, las acidurias orgánicas se pueden
dividir en las de inicio neonatal, del lactante, formas intermitentes
y finalmente formas de lenta evolución [1,6,8,85,86].
En las formas intermitentes es común la fluctuación con períodos
de descompensación coincidiendo con infecciones, traumatismos e
intervenciones, alternando con fases de aparente normalidad clínica
[1,86]. En la fase aguda aparecen vómitos, convulsiones generalizadas o parciales y mioclonías, afectación del estado general con alteración progresiva del sensorio, estado confusional, letargia y coma,
o episodios de ataxia intermitente con acidosis metabólica. En las
fases de descompensación puede aparecer pancitopenia, acidosis
metabólica y cetonuria. Por ello, algunos de estos episodios son
etiquetados de vómitos cíclicos acetonémicos cuando en realidad
corresponden a formas intermitentes de una aciduria orgánica.
Es importante conocerlas y ante la mínima duda recoger una
muestra de orina y proceder a su análisis por cromatografía de gases
[85]. Las formas de lenta evolución se caracterizan por la práctica
ausencia de períodos de descompensación y por la poca especificidad en los síntomas neurológicos: retraso mental, microcefalia,
crisis convulsivas rebeldes a la medicación y deterioro lento [86].
Otro dato característico de estas enfermedades es el olor peculiar de los líquidos biológicos, en particular el sudor y la orina,
que aparece especialmente en las fases de descompensación de
alguna de ellas.
La terapia debe iniciarse lo antes posible, aunque no se disponga de la confirmación diagnóstica definitiva. Es importante
previo al inicio del tratamiento recoger muestras para los estudios
bioquímicos y proceder inmediatamente a las medidas de desintoxicación, al tiempo que se aconseja reducir el aporte proteico al
mínimo, suministrando energía no proteica, corrigiendo la acidosis con bicarbonato y empleando cofactores que puedan aumentar
la actividad enzimática [37,85,87]. En todas las formas, emplea-
S 15
J. CAMPISTOL
mos inicialmente una mezcla de cofactores que incluyen biotina,
tiamina, riboflavina y piridoxina; una vez confirmado el diagnóstico se selecciona el cofactor adecuado. Si a pesar de estas medidas no se logra una mejoría clinicobiológica debe procederse a la
exsanguinotransfusión o diálisis peritoneal como último recurso.
Se pueden ensayar suplementos minerales, la extracción del sustrato con algún producto como la L-carnitina (100-500 mg/kg/
día), para favorecer la excreción de los ácidos conjugados con la
misma en forma de acilcarnitinas [87].
Una vez estabilizado el cuadro y confirmado el diagnóstico
debe procederse al tratamiento dietético específico y al empleo
selectivo de cofactores procurando al mismo tiempo evitar las
descompensaciones o tratándolas enérgicamente de entrada. A
pesar de estas medidas algunas de estas enfermedades siguen un
curso tórpido, como por ejemplo la acidemia glutárica tipo I en la
que los déficit neurológicos (extrapiramidales) suelen ser permanentes, o algunas formas de acidemia propiónica, en la que las
descompensaciones pueden conducir alexitus. En cambio otras,
y en función especialmente de una mayor actividad enzimática
residual, pueden evolucionar muy favorablemente.
La mayoría de las acidurias orgánicas diagnosticadas hasta el
momento se heredan con carácter autosómico recesivo. Es posible efectuar el diagnóstico prenatal en muchas de ellas mediante
estudios en vellosidades coriónicas o por amniocentesis valorando el cúmulo de ácidos orgánicos y la actividad enzimática, e
incluso mediante análisis moleculares.
No podemos entrar en detalles con todas y cada una de las más
de 80 AO identificadas, algunas de ellas sin manifestaciones en el
sistema nervioso. Nos limitaremos a citar las AO que con mayor
frecuencia pueden dar lugar a convulsiones en el período de 1-10
años de vida. Estas AO, que por su especial repercusión y manifestaciones clínicas en forma de crisis epilépticas tienen un interés
especial para el neuropediatra, vienen referidas en la tabla V [75,88].
Convulsiones piridoxindependientes
Se trata de un trastorno metabólico autosómico recesivo resultante de un defecto de la descarboxilasa del ácido glutámico, que
condiciona una disminución del GABA en sistema nervioso y
que se puede demostrar mediante estudio del LCR [1,5,89]. Habitualmente empiezan en el período neonatal con crisis generalizadas, espasmos tónicos o mioclonías rebeldes a toda medicación
antiepiléptica. Existen casos atípicos de convulsiones piridoxindependientes que pueden comenzar más tardíamente, incluso
con un síndrome de West como primera manifestación, de aquí
el interés en conocer este síndrome y de perseguirlo ante todo
paciente con epilepsia de inicio precoz o con síndrome de West
de etiología poco clara. El trazado electroencefalográfico puede
ayudar al diagnóstico con paroxismos generalizados de elevado
voltaje asíncronos o bien anomalías paroxísticas multifocales e
incluso complejos punta-onda lenta o trazado hipsarrítmico. En
la mayoría de los casos encontraremos una disminución del GABA
y elevación del glutamato en LCR como características bioquímicas esenciales [1,2,4]. El déficit enzimático puede confirmarse en
fibroblastos y se ha localizado el gen 2q31, pero en otras familias
el gen responsable de la descarboxilasa del ácido glutámico se ha
localizado en 10p23 y en otras en 5q31. Algunos pacientes responden inicialmente a los FAE y después manifiestan una epilepsia rebelde que solamente se controlará con piridoxina. Cuando
responden a la piridoxina debe proseguirse con la medicación por
vía oral toda la vida, con excelente respuesta y tolerancia. Existen
otras formas atípicas, incluidas dentro de los errores del metabo-
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Tabla V. Acidurias orgánicas que pueden acompañarse de epilepsia.
Aciduria isovalérica
Aciduria propiónica
Aciduria metilmalónica, variante CBLC
Aciduria 3 metilcrotónica
Aciduria 3 metilglutacónica
Aciduria 3 hidroxi 3 metil glutárica
Aciduria 3-hidroxibutírica
Aciduria glutárica I
Aciduria N-acetil aspártica
Aciduria L-2 hidroxiglutárica
Aciduria D-glicérica
Déficit de biotinidasa
lismo del GABA, que no responden a las dosis habituales y precisan de dosis más altas de piridoxina [42,89].
Ya se ha comentado el déficit de biotinidasa como responsable de convulsiones y epilepsia rebelde si no se instaura un tratamiento sustitutivo con las vitaminas correspondientes.
Dieta cetogénica y errores congénitos del metabolismo
Desde hace más de 30 años se viene preconizando, con resultados
dispares, la dieta cetogénica como alternativa terapéutica en las
epilepsias farmacorresistentes. Nosotros mismos la hemos empleado con éxito en algunos casos y con resultados desalentadores en otros, pero no deja de ser una opción terapéutica. Sin embargo, debemos tener muy presente que en algunas formas de
ECM el empleo de la dieta cetogénica puede ser extremadamente
peligroso para el paciente. No hablamos aquí de la posible deshidratación, hipoglucemia, vómitos o del retraso ponderal, cálculos
renales, dislipemia, hiperlipidemia, cardiomiopatía, prolongación
QT, neuropatía óptica, elevación de los ácidos grasos de cadena
muy larga, déficit de vitamina D, osteomalacia, estreñimiento o
exacerbación de reflujo gastroesofágico, complicaciones descritas en pacientes sometidos a dieta cetogénica. Existen una serie
de ECM que pueden descompensarse con la aplicación de la dieta
cetogénica: porfiria, déficit de piruvato carboxilasa, déficit del
transporte de carnitina, defectos de la oxidación de los ácidos
grasos y citopatías mitocondriales [90]. En todas estas situaciones, la aplicación de la dieta cetogénica debería estar contraindicada e intentar otras opciones terapéuticas.
ORIENTACIÓN DIAGNÓSTICA FRENTE A UN NIÑO
CON EPILEPSIA Y SOSPECHA DE UN ERROR
CONGÉNITO DEL METABOLISMO
Las convulsiones pueden obedecer a múltiples causas etiológicas
y pocas veces se relacionan con un ECM. No obstante, es una
hipótesis que se debe barajar, especialmente cuando no se pueda
demostrar una causa clara de la epilepsia (antecedentes familiares, tumor, malformación vascular, displasia cortical, antecedentes de encefalopatía hipóxica o de infección del SNC). Lógicamente, ante la mínima duda del origen metabólico de una epilepsia
se debe profundizar en su conocimiento, sin dejar de lado las
demás hipótesis. Se debe tener en cuenta que la normalidad en los
REV NEUROL 2002; 35 (Supl 1): S3-S20
ERRORES CONGÉNITOS DEL METABOLISMO
Tabla VI. Datos sugestivos de ECM frente a un paciente con epilepsia.
Anamnesis
Familiares próximos con síntomas similares
Familiares próximos fallecidos en circunstancias poco claras
Consaguinidad
Epilepsia rebelde en familiares próximos
Inicio precoz de crisis en ausencia de antecedentes
Inicio de epilepsia idiopática en edades no habituales
Ausencia de antecedentes personales
Epilepsia más deterioro neurológico
Epilepsia más afectación sistémica
Crisis convulsivas rebeldes a la medicación habitual
Crisis convulsivas cíclicas
Retraso del crecimiento intrauterino
Olor corporal especial
Regresión motora y de los aprendizajes
Examen físico
Macrocefalia, microcefalia
Ataxia
Demencia
Afectación de la oculomotricidad
Miopatía
Neuropatía periférica
Cataratas
Alteración del fondo de ojo
Sordera
Dismorfia
Alteraciones del cabello
Retraso del crecimiento
Organomegalia
Datos bioquímicos
Hiperamonemia
Hiperlactatemia
Acidosis metabólica
Hipoglucemia
Cetonuria
Elevación transaminasas
Aciduria orgánica
Pancitopenia
Datos neurofisiológicos
Patrón EEG salvas-supresión
Anomalías multifocales
Hipsarritmia
Enlentecimiento difuso
Ritmos rápidos
Anomalías PEV
Anomalías PEATC
Alteración ERG
Alteración EMG
Enlentecimiento VCM, VCS
Exámenes complementarios
Alteración neuroimagen (sustancia gris, blanca, ganglios basales,
cerebelo)
RME
Punción médula ósea
Serie esquelética
Ecografía abdominal
REV NEUROL 2002; 35 (Supl 1): S3-S20
exámenes complementarios o en los datos analíticos no excluye
en absoluto un ECM. Ciertamente, la normalidad de los datos
bioquímicos en plena crisis cuestiona el diagnóstico de un ECM,
pero nunca lo excluye [5,8,75,85]; se podría establecer un paralelismo con los hallazgos del EEG intercrítico y crítico.
La sospecha diagnóstica se basará siempre en el interrogatorio, la edad de aparición de los síntomas, las manifestaciones
clínicas y el curso evolutivo. Será imprescindible descartar enfermedades metabólicas mediante los estudios bioquímicos correspondientes. Son de gran utilidad una serie de exploraciones que
no siempre serán sistemáticas o imprescindibles, pero cuyos resultados son esenciales: los estudios radiológicos clásicos y estudios por la imagen (TC, RM y RME) se realizan casi siempre, pero
sólo en algunas ocasiones serán demostrativos: hipodensidad de
la sustancia blanca en las leucodistrofias o de los núcleos grises
en el síndrome de Leigh o de Kearn-Sayre; calcificaciones, alteraciones en la mielinización, de la sustancia gris o del cerebelo
[4]. Los estudios de LCR serán casi siempre negativos, si bien en
algunas entidades (MELAS, Leigh, Alpers) puede existir una
elevación del lactato o hiperproteinorraquia, en otros casos la
elevación de algún aminoácido, ácido orgánico, del GABA, o
simplemente el descenso de la glucorraquia pueden ser muy demostrativos. Los estudios hematológicos comprueban vacuolización o inclusiones anómalas en algunas afecciones metabólicas.
Los estudios electrofisiológicos ayudan a descartar enfermedades puramente psiquiátricas y evidencian en ciertas formas de
epilepsia una desorganización progresiva de los trazados basales.
Los potenciales evocados visuales, auditivos o somatosensitivos
son anormales en la mayoría de los procesos y las velocidades de
conducción nerviosa motora o sensitiva están retardadas en algunas leucodistrofias; su normalidad, junto a signos de denervación
crónica, son típicas de la distrofia neuroaxonal.
Finalmente, el examen de muestras biópsicas constituye en
algunas de estas enfermedades el único medio diagnóstico. La
biopsia cerebral es de aplicación cada vez más restringida; la biopsia de plexo rectal no suele ser superior a la biopsia de piel o conjuntiva; la de tejido muscular o hepático, si bien más cruentas, cada
vez se practican con menos riesgos y complicaciones. Actualmente, la biopsia apendicular mediante laparoscopia nos ha permitido
obtener muestras de este tejido, para muchas enfermedades por
cúmulo, con cierta facilidad. Finalmente, la biopsia de nervio periférico será útil sobre todo para descartar otras afecciones. Los
avances en el campo de la biología molecular son espectaculares y
permiten hoy en día diagnosticar bastantes enfermedades metabólicas, ofrecer consejo genético y diagnóstico prenatal [75].
Hay que hacer un énfasis especial en la necesidad de una estrecha colaboración entre el neuropediatra, que maneja básicamente
un paciente con epilepsia en el que se sospecha un ECM, y el
bioquímico. De la evaluación conjunta de los datos clínicos, neurofisiológicos y bioquímicos dependerá en gran parte el diagnóstico. El clínico deberá aportar un resumen de la historia clínica, de
los antecedentes, forma de presentación, momento de la recogida
de las muestras, dieta y tratamiento efectuado. Con todo ello deberá
disponer de una hipótesis diagnóstica que deberá valorarse conjuntamente con el bioquímico experto en metabolopatías. Con los
datos clínicos y bioquímicos se deberá establecer un plan diagnóstico (pruebas basales, de sobrecarga, de ayuno, estudio en tejidos,
molecular, etc.). Sin todos estos datos y trabajando en solitario es
muy difícil, por no decir imposible, llegar al diagnóstico de la
mayoría de los ECM que pueden ser la causa etiológica de la epilepsia [1,8,9,75]. Existen una serie de datos de la anamnesis, clíni-
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J. CAMPISTOL
cos, neurofisiológicos, neurorradiológicos y sobre la respuesta terapéutica que nos podrán poner en guardia sobre una posible hipótesis metabólica como responsable de las convulsiones (Tabla VI).
El estudio desde el punto de vista bioquímico a partir de la
sospecha clínica obtenida con los datos de la anamnesis, exploración física y con los resultados bioquímicos disponibles, se
basa en tres puntos principales:
1. Análisis e identificación de los metabolitos acumulados en
los fluidos biológicos (sangre, orina y LCR).
2. Estudio de la proteína alterada para confirmar el defecto de
actividad enzimática o del transporte detectado por el análisis
de los metabolitos (caracterización de la enzima, electroforesis de la proteína, etc.).
3. Estudio de la mutación del ADN responsable de la proteína
alterada.
Tabla VII. Pauta de actuación ante un paciente que fallece con epilepsia y
sospecha de ECM.
En los dos grandes grupos de ECM que tratamos se debe tener en
cuenta que en los trastornos del metabolismo de los aminoácidos
una sola magnitud puede ser suficiente para orientar y llegar al
diagnóstico (p. ej., la determinación plasmática de la fenilalanina
en la PKU o la elevación del metilmalonato en orina en la aciduria
metilmalónica). Por el contrario, en otras acidurias orgánicas, una
sola magnitud bioquímica no será suficiente para llegar al diagnóstico y será preciso evaluar numerosos parámetros biológicos
para contribuir a la correcta interpretación de los hallazgos y en
especial para llegar al diagnóstico final. También ocurre algo
similar en las enfermedades lisosomales o en el síndrome de glicoproteínas deficientes en carbohidratos. En otras ocasiones, una
simple radiografía de rodilla puede demostrar las epífisis punteadas características del síndrome de Zellweger o una RME con
importante elevación del N-acetil-aspartato, patognomónico de
la enfermedad de Canavan [1,4,9].
Hay que tener muy presente que antes de obtener las muestras
debemos ya tener una orientación diagnóstica sobre la base de la
experiencia clínica, del tipo de crisis epiléptica, de los antecedentes familiares, de la edad de inicio de las convulsiones, de los
hallazgos neurofisiológicos y de la neuroimagen, y finalmente de
la exploración neurológica. Con los datos de sospecha de un ECM
trazaremos un plan estratégico con determinaciones analíticas en
sangre/orina/LCR.
Es importante tener unas hipótesis diagnósticas, efectuar un
diagnóstico diferencial y evaluar qué magnitud debemos determinar y dónde se podrá expresar mejor. Así, por ejemplo, frente
a un niño con crisis tónicas rebeldes, deterioro neurológico, alteraciones de cabello y un trazado electroencefalográfico muy desorganizado, una de las hipótesis debe ser la enfermedad de Menkes,
y si no determinamos el cobre y la ceruloplasmina plasmáticos es
probable que por más análisis y exploraciones complementarias
que realicemos, no podamos llegar al diagnóstico, fallezca el
paciente y en los estudios patológicos tampoco encontraremos
nada específico. Por ello es muy importante disponer de un protocolo de estudio de un paciente que fallece por causas desconocidas o ante un exitus con sospecha de ECM no filiado, procedimiento que venimos aplicando sistemáticamente en nuestro centro desde hace más de 12 años (Tabla VII) [75].
Junto a las determinaciones bioquímicas dirigidas en función
de la sospecha diagnóstica se deben solicitar otra serie de exploraciones para completar el abanico de opciones diagnósticas y que
podrían pasar, por ejemplo, por un examen del fondo de ojo para
descartar la presencia de la mancha rojo cereza o una retinitis pigmentaria; analizar mediante microscopio el cabello, confirmar una
3. Biopsia de piel estéril (0,5 cm diámetro), previa limpieza con alcohol,
para cultivo de fibroblastos; colocada en medio cultivo enriquecido/
suero salino estéril a temperatura ambiente (máximo de 24 horas).
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1. Inmediatamente después del exitus (no más de una hora) recoger
(si no se dispone previamente):
5 mL sangre heparinizada (punción cardíaca), congelar plasma a –20 ºC.
Sangre seca en papel de filtro para estudios del ADN
10 mL orina (sondaje/punción suprapúbica) y congelar a –20 ºC
Si no se puede obtener orina se debe puncionar el globo ocular para
obtener humor acuoso y congelar a –20 ºC
Si fuera posible, 10 mL sangre total con EDTA (5%) y congelar
a –20 ºC (estudios ADN)
2. Biopsia de hígado (3 cm3) y músculo (2 cm3) envueltos en papel aluminio
y congelados a –70 ºC
4. Estudio anatomopatológico
neuropatía periférica o detectar depósitos de grasa en la parte baja
de la espalda. Otro punto importante es analizar la sintomatología
clínica, los antecedentes familiares, la edad de inicio de las convulsiones, el tipo, la respuesta a la medicación y todos los datos que nos
pueda ofrecer el examen neurológico, ya de por sí limitado en este
grupo de edad.
Para el clínico es dificil decidir cuándo hay que proceder a la
batería completa de exámenes complementarios ante la posibilidad remota de que pueda tratarse de un ECM. A lo largo de la
exposición se han ido detallando algunos de los ECM responsables de manifestaciones epilépticas y por ello debe tener siempre
presente que, si bien raras, no son tan excepcionales estas enfermedades. Si pensamos en ellas y las buscamos ante la mínima
sospecha de un ECM podremos intentar llegar a una orientación
y con la ayuda del bioquímico culminar el diagnóstico. Hemos
definido una serie de signos y síntomas generales de sospecha
(Tabla VI), y que deben tenerse en cuenta frente a todo niño con
epilepsia de etiología poco clara.
Con toda la experiencia clínica y el arsenal diagnóstico disponible, podremos llegar en muchas ocasiones al diagnóstico del
ECM responsable de una forma u otra de epilepsia de los primeros
años de vida. Este diagnóstico puede ser en algunos casos salvador para el niño, como pueden ser las convulsiones piridoxindependientes, el déficit de biotinidasa, la fenilcetonuria o algunas
acidurias orgánicas. En otras ocasiones no existe un tratamiento
definitivo, pero la confirmación diagnóstica nos permite dar un
pronóstico, confirmación molecular, estudiar los portadores, brindar un consejo genético y ofrecer en muchos casos un diagnóstico
prenatal en la siguiente gestación.
Así pues, sigue siendo prioritario un buen enfoque clínico y
una adecuada presunción diagnóstica apoyada en una experiencia y en los exámenes complementarios disponibles y orientados.
A pesar de todo ello, bastantes casos de encefalopatías progresivas quedan sin diagnóstico, aun con los métodos de estudio más
sofisticados, y constituye un verdadero reto para el neuropediatra
el conocer mejor estas enfermedades que se pueden manifestar
con convulsiones como uno de lo síntomas capitales, así como
investigar conjuntamente con el bioquímico para el mejor enfoque clinicobioquímico y terapéutico.
REV NEUROL 2002; 35 (Supl 1): S3-S20
ERRORES CONGÉNITOS DEL METABOLISMO
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ERRORES CONGÉNITOS DEL METABOLISMO CON CRISIS
EPILÉPTICAS EN LOS PRIMEROS AÑOS DE VIDA
Resumen. Objetivo. En el presente trabajo se revisan las principales
etiologías de origen metabólico responsables de epilepsia en pacientes pediátricos con edades comprendidas entre 1 y 10 años. Desarrollo. Son muchas las causas etiológicas de las crisis convulsivas. Las
convulsiones y epilepsias debidas a errores congénitos del metabolismo constituyen una minoría, sin embargo deben conocerse. La
identificación de estos trastornos no es fácil, si bien hoy en día disponemos de un amplio arsenal de métodos diagnósticos para confirmar la sospecha. En esta revisión hemos analizado solamente los
errores congénitos del metabolismo que debutan entre los 12 meses
y los 10 años con crisis convulsivas. Además los hemos clasificado en
dos subgrupos según que la epilepsia constituya uno de los síntomas
principales o por el contrario forme parte del cortejo de síntomas y
signos neurológicos. Finalmente se establece una aproximación diagnóstica de los errores congénitos del metabolismo con crisis en esta
franja de edad. Conclusiones. El neuropediatra, el pediatra y el epileptólogo deben tener muy presentes los errores congénitos del metabolismo como responsables de epilepsia especialmente frente a epilepsias farmacorresistentes o que se presentan acompañadas de otras
manifestaciones sistémicas, deterioro neurológico o alteraciones bioquímicas inexplicadas. [REV NEUROL 2002; 35 (Supl 1): S3-20]
Palabras clave. Epilepsia. Errores congénitos del metabolismo. Niños. Protocolo diagnóstico.
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ERROS CONGÉNITOS DO METABOLISMO COM CRISES
EPILÉPTICAS NOS PRIMEIROS ANOS DE VIDA
Resumo. Objectivo. No presente trabalho são revistas as principais
etiologias de origem metabólica responsáveis pela epilepsia em doentes pediátricos com idades compreendidas entre 1 e 10 anos. Desenvolvimento. São muitas as causas etiológicas das crises convulsivas. As convulsões e epilepsias devidas a erros congénitos do
metabolismo constituem uma minoria, e contudo devem ser conhecidas. A identificação destas perturbações não é fácil, embora hoje
disponhemos, de um amplo arsenal de métodos de diagnóstico para
confirmar a suspeita. Nesta revisão, analisámos apenas os erros
congénitos do metabolismo que ocorrem pela primeira vez entre os
12 meses e os 10 anos com crises convulsivas. Além disso, classificámo-los em dois subgrupos, considerando a epilepsia como um dos
principais sintomas ou, pelo contrário, como parte do conjunto de
sintomas e sinais neurológicos. Por fim, estabelece-se uma aproximação diagnostica dos erros congénitos do metabolismo com crises
nesta faixa etária. Conclusões. O neuropediatra, o pediatra e o epileptólogo devem ter sempre presentes os erros congénitos do metabolismo
como responsáveis pela epilepsia, especialmente perante epilepsias
farmaco-resistentes ou que se apresentem acompanhadas de outras
manifestações sistémicas, deterioração cognitiva ou alterações bioquímicas inexplicáveis. [REV NEUROL 2002; 35 (Supl 1): S3-20]
Palavras chave. Crianças. Epilepsia. Erros congénitos do metabolismo. Protocolo diagnóstico.
REV NEUROL 2002; 35 (Supl 1): S3-S20
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