Exposición oral de Mons. Miguel Pellegrino (Arzobispo electo de

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Exposición oral de Mons. Miguel Pellegrino (Arzobispo electo de Turín, Italia), en la
CLIII Congregación General del 26 de octubre de 1965, sobre el esquema de la vida y el
ministerio de los sacerdotes, en ASSCOVS Tomo IV, Parte V páginas 201-204.
Adhieren Monseñores Adolfo Tortolo, Miguel Raspanti, José Borgatti y Eugenio
Peyrou. Traducción del latín de la Lic. Estefanía Montecchio.
Exposición oral de Mons. Miguel Pellegrino (Arzobispo electo de Turín, Italia), en la
CLIII Congregación General del 26 de octubre de 1965, sobre el esquema de la vida y el
ministerio de los sacerdotes, en ASSCOVS Tomo IV, Parte V páginas 200-204.
Adhieren Monseñores Adolfo Tortolo, Miguel Raspanti, Mauricio Magliano, José
Borgatti y Eugenio Peyrou.
Excelentísimo P.D. MIGUEL PELLEGRINO
Arzobispo electo de Turín
Venerables Padres, queridísimos Hermanos y Hermanas,
Hablo en nombre de 158 Padres, de los cuales 12 son cardenales de la Santa
Iglesia romana, de muchísimas naciones de todas partes de la superficie terrestre:
África –sigo el orden alfabético–, América, Asia, Australia, Europa. A todos aquellos
que suscribieron con agrado a esta intervención, les agradezco de corazón.1
Sobre la necesidad y la importancia de la actividad intelectual en el ministerio y la
vida de los sacerdotes se dijeron muy bellamente algunas cosas en el esquema, cap. V,
desde la pág. 19 hasta la 21.
Las recibimos todas con loas y acción de gracia; no obstante, parece oportuno
añadir algunas otras, para que, en un asunto de importancia tan grave, el Concilio como
programa tenga el poder de indicar también normas bastante claras y concretas.
Dos campos muy amplios, por así decirlo, se extienden de esta manera2 a la
actividad del sacerdote, en la medida en que incumbe a las disciplinas profanas o a las
sagradas.
He aquí la cuestión que se levanta al instante. En la constitución Lumen Gentium,
cap. IV, par. 31, leemos: «Los miembros… del orden sagrado, aunque algunas veces
pueden tratar asuntos seculares, incluso ejerciendo una profesión secular, están
ordenados principal y directamente al sagrado ministerio ». No vemos por qué no puede
valer también esto sobre para la actividad intelectual. Para el sacerdote que no se ocupe
por completo en el ministerio eclesiástico, fue manifestado claramente por algún Padre
E el texto entregado por escrito:
1
Falta.
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Falta.
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Exposición oral de Mons. Miguel Pellegrino (Arzobispo electo de Turín, Italia), en la
CLIII Congregación General del 26 de octubre de 1965, sobre el esquema de la vida y el
ministerio de los sacerdotes, en ASSCOVS Tomo IV, Parte V páginas 201-204.
Adhieren Monseñores Adolfo Tortolo, Miguel Raspanti, José Borgatti y Eugenio
Peyrou. Traducción del latín de la Lic. Estefanía Montecchio.
en el examen de este esquema que es ley divina que se entregue a la labor manual,
también siempre que sea muy oportuno. Sin embargo, si comprendí bien la idea del
Padre y del mismo hermano, la labor manual de los sacerdotes de ningún modo debe
causar un detrimento para el ministerio sagrado de los fieles que le fueron confiados.
¿Acaso no debe decirse lo mismo de la labor intelectual? Para recurrir a casos
concretos, confieso que me quedo dudando mucho acerca de juzgar a aquellos
sacerdotes…3 que consagran casi todo su tiempo y fuerzas a las disciplinas meramente
profanas, ya sea literarias, ya científicas, que han de ser enseñadas en las escuelas.
Nada digo de cada caso en particular de los cuales el Ordinario es juez; sin
embargo, séame permitido proponer estas cosas en general. Si sobreabundara, como
sucedía en tiempos pretéritos, el número de obreros en la viña del Señor, no vería
ninguna dificultad en que los sacerdotes se mantuvieran alejados de tales ocupaciones.
No obstante, ante la carencia de sacerdotes con la que trabaja la Iglesia en casi todas las
regiones, parece absolutamente necesario que sean empleados todos los esfuerzos al
ministerio sagrado que debe ser ejercido.
No quisiera, no obstante… que• las cosas que dije se entendieran en el sentido más
rígido y estricto. Si esta disciplina, que no debe ser examinada desde las cosas sagradas
en una primera mirada, pareciera influir verdadera y gravemente en la moral de los
adolescentes y la formación religiosa para formar las opiniones de los hombres,
consideradas las circunstancias de las épocas y los lugares, entonces será lícito y
oportuno el trabajo de los sacerdotes que se entregan a estas cosas, y principalmente a
las que han de ser investigadas científicamente. Ésta es la razón, según pienso, por la
que la Sagrada Congregación de los Seminarios y de las Universidades de estudios
animó recientemente a los obispos italianos a que favorecieran a los sacerdotes que son
idóneos para enseñar filosofía en las escuelas públicas.
Parece que deben decirse cosas similares sobre otras disciplinas, verbigracia sobre
las ciencias históricas, biológicas, físicas, que en la mentalidad y la cultura modernas
tocan fácilmente el ámbito de la teología, en la medida que sus cultores las exhiben
3
•
–y no pocos están en Italia.
N.T.: “que”, falta en el texto original, fue añadido para la comprensión del texto.
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Exposición oral de Mons. Miguel Pellegrino (Arzobispo electo de Turín, Italia), en la
CLIII Congregación General del 26 de octubre de 1965, sobre el esquema de la vida y el
ministerio de los sacerdotes, en ASSCOVS Tomo IV, Parte V páginas 201-204.
Adhieren Monseñores Adolfo Tortolo, Miguel Raspanti, José Borgatti y Eugenio
Peyrou. Traducción del latín de la Lic. Estefanía Montecchio.
como visión del mundo (Weltanschauung*), que tenga el poder de disipar y quitar los
problemas también religiosos; especialmente si se trata no de enseñar la divulgación de
estas disciplinas por todos los medios o registrar los hechos, sino de una verdadera
investigación científica.
Sin embargo, apenas podría persuadirme de que esto vale indiscriminadamente para
todas las disciplinas.
Iré ahora a las disciplinas sagradas, de las cuales se leen óptimas consideraciones en
un lugar ya loado del esquema.
Aceptadas estas cosas con pleno consentimiento, no me parece discordante sugerir
algunas cosas para que la idea del Concilio se exprese más vívida y fuertemente. Pues es
necesario inspirar ánimo a los sacerdotes que trabajan para investigar, enseñar y
divulgar diversas doctrinas que se refieren a Dios y a cuestiones divinas.
Ya en el Concilio Vaticano I, en la discusión sobre la vida y la honestidad de los
clérigos, el obispo Augustanus Vindeliciorum (Augsburg), Dinkel, exhortó «a que se
estableciera algo en el decreto sobre la ciencia y la doctrina de los clérigos que debe ser
venerada y promovida… no sólo por la dignidad del deber clerical, sino también por las
circunstancias de nuestro tiempo». Añadía que es necesaria la administración de
bibliotecas en cada uno de los capítulos rurales…4
Pero en nuestra época, por lo menos en algunas regiones, en la concepción de la
vida cristiana y del apostolado parece crecer5 abundantemente una especie de
pragmatismo, por la que se considera que casi sólo tienen poder las obras externas,
ignorada o descuidada por una gran parte la importancia de los estudios (y a veces
también de la vida interior, nutrida por la fe y la caridad).
Por ello, no raramente ocurre que los clérigos que se dedican con seriedad a los
estudios teológicos, en comparación con aquellos que se dedican6 estrictamente al
ministerio pastoral, o incluso a diversos oficios de administración temporal, se tienen
como clérigos de grado inferior.
* N.T.: En alemán, ideología.
4
(Mansi, 50, 582).
5
crece.
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Falta.
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Exposición oral de Mons. Miguel Pellegrino (Arzobispo electo de Turín, Italia), en la
CLIII Congregación General del 26 de octubre de 1965, sobre el esquema de la vida y el
ministerio de los sacerdotes, en ASSCOVS Tomo IV, Parte V páginas 201-204.
Adhieren Monseñores Adolfo Tortolo, Miguel Raspanti, José Borgatti y Eugenio
Peyrou. Traducción del latín de la Lic. Estefanía Montecchio.
Si alguien juzga que en mis palabras hay una hipérbole, séame permitido preguntar
por qué en algunas regiones7 los profesores en los Seminarios también teológicos a
menudo deben enseñar con un salario muy miserable; por qué no pocas bibliotecas de
los institutos8 eclesiásticos se debilitan, privadas de los necesarios subsidios
económicos; por qué faltan solamente9, en algunas Facultades, los que en palabras
académicas son llamados Asistentes, todos, mientras trabajan científicamente en cada
una de sus disciplinas, ayudan a los profesores a cumplir su deber y preparan a los
alumnos en el método crítico de investigación; por qué se producen tan pocos estudios
monográficos para el incremento de las ciencias sagradas.
No ignoro que la Iglesia a menudo trabaja en la pobreza; sin embargo, vemos
también que en las regiones donde se afirma que falta dinero para promover los estudios
teológicos, se levantan a diario nuevos y suntuosos edificios para usos diversos y se
llevan a cabo proyectos de un esfuerzo enorme. No niego la utilidad de estas cosas y,
acaso, su necesidad, pero debe desearse que un cuidado no menor se consagre a
favorecer la labor intelectual, sin la cual la Iglesia, columna y apoyo10 de la verdad,
apenas puede florecer.
Son, ¡ay!, regiones «hundidas» no sólo en cuanto a la economía, sino también en
cuanto a la actividad intelectual11 en el campo teológico. La razón principal, a mi
humilde juicio, consiste no tanto en la carencia de subsidios materiales –esta dificultad
no debe ser negada12– como en la estimación insuficiente de la importancia que
compete a los estudios y a la doctrina.
Esperamos que el Concilio Vaticano II, que en muchas cuestiones abrió ya caminos
nuevos para preparar tiempos mejores para la Iglesia de Dios, lleve también a un gran
incremento en los estudios sagrados.
7
Falta.
Falta.
9
Faltan completamente.
10
maestra.
11
del intelectual.
12
Falta.
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Exposición oral de Mons. Miguel Pellegrino (Arzobispo electo de Turín, Italia), en la
CLIII Congregación General del 26 de octubre de 1965, sobre el esquema de la vida y el
ministerio de los sacerdotes, en ASSCOVS Tomo IV, Parte V páginas 201-204.
Adhieren Monseñores Adolfo Tortolo, Miguel Raspanti, José Borgatti y Eugenio
Peyrou. Traducción del latín de la Lic. Estefanía Montecchio.
Esto parece perfectamente necesario para que el Concilio logre su efecto. Pues
pueden preverse fácilmente dos peligros opuestos13 que acechan al tiempo postconciliar. Se presentará la tentación de debilitar14 y atenuar aquellas normas del
Concilio que cambian las costumbres antiguas; por el contrario, otros15 se persuadirán
de que todas las cosas antiguas fueron superadas y que ya se puede acercarse a todas las
nuevas, sólo porque son nuevas.
Para evitar estas piedras, serán necesarias en los sacerdotes no sólo la humilde y fiel
obediencia, en gozosa y alegre cooperación con el obispo16, tampoco sólo la fortaleza
de la vida interior con la que todas las cosas se examinan a la luz de la fe, sino también
una clara visión de los problemas y de la realidad histórica en la que estos problemas
deberán ser iluminados y resueltos. Es evidente que, para todas estas cosas, la Iglesia
necesita de muchos, también laicos ciertamente, pero principalmente clérigos que,
edificados con un conocimiento sólido, por mandato de la misma Iglesia y, por esto, con
un sentido verdaderamente pastoral, puedan indicar los caminos para que, con la
venerable tradición de los Padres conservada en aquellas cosas que son esenciales y
perennes, no se desprecie ningún esfuerzo para que esta tradición se adapte a las
exigencias de nuestros tiempos. Dije. Gracias.
[Suscribieron también] F. Pezzullo, ep. Policastro; V. Radicioni, ep. Montis Alti; D. Moscato,
arch. Salerno; J. Nuzzi, ep. Campagna; E. Maranta, arch. Dar-es-salaam; J. Nepote Fus, ep. tit.
Elo; C. Cavallera, ep. Marsabit; A. Tortolo, arch. Paraná; A. Salvucci, ep. Molfetta; J. Garneri,
ep. Susa; J. Przyklenk, ep. Januaria; G. Demarteau, ep. Bandjarmasin; J. Romeijn, ep.
Samarinda; J. Zimmermann, ep. Morombe; Fr. Nierhoff, ep. Floresta; J. Wember, ep. tit.
Vasada; H. Bliestle, M.S.F.; H. Janssen, ep. Hildesheim; Vincentius, arch. Oviedo; J. Hervás,
prael. Ciudad Real; A. Pichler, ep. Banjaluka; A. Lopes de Moura, ep. Portalegre; Fr. Zauner,
ep. Linz; H. Jenny, coad. Cambrai; J. Bluys, aux. 'sHertogenbosch; R. Boudon, ep. Mende; L.
Nagae, ep. Urawa; Cl. Isnard, ep. Nova Friburgo; G. Van Zuijlen, ep. Liège; F. Jop, ep. tit.
Daulia; F. Kervéadou, ep. Saint Brieuc; Th. Clavel, arch. Panamá; J. Martin, ep. tit. Neapoli di
Palestina; A. Renard, ep. Versailles; A. Carli, ep. Segni; P. Tobar Gonzáles, ep. Cuttack;
Augustinus card. Bea; Paulus card. Giobbe; Carolus card. Confalonieri; Laureanus card.
Rugambwa; J. Botero Salazar, arch. Medellin; H. Volk; Fr. Carpino; G. Young, arch. Hobart; P.
13
Falta.
de desvalorizar.
15
otros en verdad.
16
falta.
14
5
Exposición oral de Mons. Miguel Pellegrino (Arzobispo electo de Turín, Italia), en la
CLIII Congregación General del 26 de octubre de 1965, sobre el esquema de la vida y el
ministerio de los sacerdotes, en ASSCOVS Tomo IV, Parte V páginas 201-204.
Adhieren Monseñores Adolfo Tortolo, Miguel Raspanti, José Borgatti y Eugenio
Peyrou. Traducción del latín de la Lic. Estefanía Montecchio.
Hallinan, arch. Atlanta; J. card. Ritter, arch. Saint Louis; G. Dwyer, arch. el. Birmingham;
William card. Conway, arch. Armagh; J. Cullinane, aux. Camberra and Goulburn; F. Rush, ep.
Rockhampton; A. Martin, ep. Nicolet; J. Amici, arch. Modena; L. Faveri, ep. Tivoli; R. Baratta,
arch. Perugia; F. Baldini, ep. Massa Marittiina; Fr. Minerva, ep. Lecce; A. Carina, ep.
Campobasso; V. Vailati, ep. San Severo; O. Semeraro, ep. Cariati; A. Catarella, ep. Piazza
Armerina; V. De Zanche, ep. Concordia; N. Perini, arch. Fermo; Cl. Cesarano, arch.
Manfredonia; A. Cunial, ep. Lucera; Ioseph card. Siri, arch. Genova; R. Calabria, arch.
Benevento; G. Tonetti, arch. ep. Cuneo; E. Baroncelli, ep. Recanati; L. Marcante, ep. Valva e
Sulmona; A. Bagnoli, ep. Fiesole; R. Massimiliani, ep. Civita Castellana; H. Cunial; J. Ferro,
arch. Reggio Calabria; F. Imberti; A. Fares, arch. Catanzaro; J. Dadone, arch. Fossano; A.
Niehues, adm. ap. Florianopoli; J. Varani, ep. Jaboticabal; Th. Vaquero, ep. Sao Joáo do Boa
Vista; E. Kunz, ep. tit. Tolemaide di Fenicia; C. Bampi, ep. tit. Tlos; Dinkelborg, ep. Oeiras; G.
Warmeling, ep. Joinville; H. Malzone Hugo, ep. Governador Valadares; J. Alves Trindade, ep.
Montes Claros; E. Coroli, ep. tit. Zama Maggiore; M. Lisboa, ep. Nazaré; A. Cerqua, ep. tit.
Olbia; Paulus, ep. Parnaiba; E. Coueter, ep. tit. Taua; Gabriel, ep. tit. Leuca; Carlos Schmitt; H.
Piazera, ep. Nova Iguaçú; Octavius, ep. Palmeira dos Indios; A. Petró, ep. Uruguaiana; J.
Schröffer, ep. Eichstätt; St. László, ep. Eisenstadt; Fr. Zak, ep. Sankt Pölten; B. Wechner, ep. tit.
Cartenna; J. Kostner, ep. Gurk; Ioannes card. Colombo, arch. Milano; Fr. Costa, ep. tit.
Emmaus; Giacomo card. Lercaro, arch. Bologna; F. Niccolo, ep. Colle di Val d'Elsa; J. Ijjas; J.
Carata, ep. tit. Presidio; X. Morilleau, ep. tit. Colonia di Cappadocia; J. Prou, abb. Solesmes; H.
Bartoletti, ep. tit. Mindo; G. card. Urbani, patr. Venezia; A. Castelli, arch. tit. Rusio; R.
Bertoglio, ep. tit. Paro; R. Avala, ep. Tehuacán; A. Poma, ep. Mantova; F. Torres Oliver, ep.
Ponce; F. Tissot, ep. Chengchow; C. Rossi, ep. Biella; J. Flores, ep. Barbastro; J. Pont, ep.
Segorbe-Castellón: Fidelis, ep. tit. Sululi; Raymundus, ep. Urgel; Antonius, ep. Islas Canarias;
H. Argaya, ep. Mondoñedo-Ferrol; Ioseph, ep. tit. Drusiliana; L. de la Vega, ep. Tulcán; G.
Garaygordobil, prael. Los Ríos; L. Carvajal, coad. Portoviejo; N. Gavilanes, ep. Portoviejo; L.
Proaño, ep. Riobamba; G. Díaz Cueva, aux. Guayaquil; G. Diaz Merchán, ep. Guadix; A.
Polidori, ep. tit. Metellopoli; J. Burzio, arch. tit. Gortina; J. d'Avack, arch. tit. Leontopoli di
Pamnlia; C. Trapani, ep. Nicosia; J. Pintado, vic. ap. Méndez; M. Raspanti, ep. Morón; O.
Marengo, ep. Tezpur; D. Swamidous, ep. Vellore; A. Sundarama, ep. Tanjore; Ernestus card.
Ruffini; M. Magliano, ep. Rio Gallegos; J. Borgatti, ep. Viedma; J. Costa, prael. Porto Velho; L.
Paz, ep. Corumbá; E. Peyrou, ep. Comodoro Rivadavia; Raúl card. Silva, arch. Santiago de
Chile; A. Riberi, arch. tit. Dara; Raphael, arch. Perugia; M. Bergonzini, ep. Volterra; A. Conigli,
ep. Sansepolcro.
Síntesis
L’Osservatore Romano, edición semanal en lengua castellana, año XV, número 683,
página 8, del 09 de noviembre de 1965.
«A las afirmaciones ya contenidas en el texto acerca de la necesidad y la importancia de
la actividad intelectual en el ministerio y en la vida del sacerdote, sería oportuno añadir
algunas normas concretas que sirvan como de programa, según lo previsto en la
Constitución "De Ecclesia" y han venido afirmando en estos días en el Aula Conciliar
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Exposición oral de Mons. Miguel Pellegrino (Arzobispo electo de Turín, Italia), en la
CLIII Congregación General del 26 de octubre de 1965, sobre el esquema de la vida y el
ministerio de los sacerdotes, en ASSCOVS Tomo IV, Parte V páginas 201-204.
Adhieren Monseñores Adolfo Tortolo, Miguel Raspanti, José Borgatti y Eugenio
Peyrou. Traducción del latín de la Lic. Estefanía Montecchio.
algunos Padres, que han puesto de relieve que no está prohibido a los sacerdotes el
trabajo manual, con tal que no resulte en detrimento de su ministerio; otro tanto es
necesario decir sobre el trabajo intelectual. En un momento como éste, de gran carencia
de vocaciones, no se puede sin embargo aprobar ‒salvo excepciones particulares que
cada ordinario debe juzgar‒ que un sacerdote se dedique totalmente a estudios literarios
o científicos, abandonando completamente el trabajo pastoral. No es éste el caso, como
es obvio, de los que se consagran a la enseñanza, incluso de materias profanas ‒cuales
son la filosofía y las ciencias históricas, biológicas, físicas, que fácilmente pueden tener
puntos de contacto con la teología‒ en el intento de dar a los jóvenes una visión
cristiana de la vida y de habituarlos a una observancia constante de la ley divina. Es
oportuno que el Vaticano II, como ya se propuso en el Vaticano I, exhorte
vigorosamente a los sacerdotes a huir de una mentalidad pragmatista que en la vida
cristiana y en el apostolado tiende a valorar en demasía solamente las obras externas y a
abandonar los estudios y la misma vida interior, y crea una distinción entre los
sacerdotes que seriamente se dedican a los estudios teológicos y los que se dedican al
solo ministerio pastoral, considerando a los primeros como sacerdotes de grado inferior.
Esta idea está favorecida por las condiciones a veces miserables de los profesores de los
seminarios, por la pobreza de algunas bibliotecas, por la carencia de Asistentes en
ciertas Facultades Universitarias y por el pequeño número de estudios monográficos
para el incremento de las ciencias sagradas. Y sin embargo en regiones donde se afirma
que falta el dinero para ayudar a los estudios teológicos, surgen edificios, útiles
ciertamente pero suntuosos, para finalidades religiosas. Existen desgraciadamente
incluso regiones subdesarrolladas en lo que respecta a la actividad intelectual, que
denuncian la poca estima que se tiene por los estudios y por la ciencia. El Concilio debe
hacer sentir sus benéficos influjos aun en este campo, a fin de que en el período
postconciliar se evite el peligro de rechazar todas las normas nuevas y el de despreciar
en bloque las antiguas. Es necesario que los sacerdotes tengan la visión clara de los
problemas, así como de las realidades históricas en las que se resuelven. La Iglesia tiene
necesidad de laicos, pero sobre todo de sacerdotes que, dotados de una sólida ciencia,
sepan caminar por los nuevos senderos, conservando cuanto de perenne y de esencial
existe en la tradición de los Padres».
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