LA TERCERA EDAD: OPORTUNIDAD Y RESPONSABILIDAD

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LA TERCERA EDAD: OPORTUNIDAD Y RESPONSABILIDAD MAYORES
A la tan temida vejez se le llama ahora, eufemísticamente, la tercera
edad, cuando, salvando las excepciones de rigor, las facultades tanto físicas
como psicológicas empiezan a fallar y cuando, en el mejor de los casos, la salud
ya no es tan buena como lo era antes y, en casos peores, cuando las
enfermedades merman considerablemente y hasta incapacitan al individuo. Es la
edad del retiro, después de una vida de dedicación casi absoluta a la
supervivencia del núcleo familiar. Los hijos se hicieron adultos y se marcharon a
cumplir con sus obligaciones de mayores. ¿Cuál es la misión importante que les
resta por cumplir a los viejos, ya que tienen que seguir viviendo?
Contrariamente a lo que parece, la tercera edad puede llegar a ser la más
hermosa de todas, en virtud de que se dispone de todo el tiempo para
realizarse individualmente, haciendo lo que a uno le gusta más, es decir,
dedicarse a labores de naturaleza devocional más que a la mera supervivencia,
haciendo lo que a uno, a veces, le disgusta. Puedo asegurar, sin temor a
equivocarme, que el tiempo es el rubro del cual el viejo dispone más, y cuando
digo tiempo, me refiero, no solamente para dedicarlo a la acción, sino al cultivo
del intelecto. Esta riqueza, en forma de tiempo, tiene que ser bien entendida con
el fin de sacar el máximo provecho de ella, tanto en el ámbito individual como en
el de la contribución social. Individualmente, puede uno completar su formación
para cerrar el ciclo de la experiencia complementándolo con el académico y
socialmente, puede verter este conocimiento en las generaciones en formación.
Los viejos, en USA, o siguen trabajando hasta que las fuerzas les
abandonan, apareciendo muerto un día en su despacho, o se convierten en
parásitos, es decir, exclusivamente consumistas, en virtud de que el sistema
capitalista libera al individuo económicamente y lo hace independiente, lo cual
perjudica la buena salud del conjunto familiar. Por eso, en las metrópolis o
grandes urbes, se practica poquísimo la costumbre de la familia extendida, tan
popular en los ambientes latinos, en los cuales, los abuelos, los tíos y la demás
familia tienen un rol crucial que desempeñar, sobre todo en la vida y costumbres
de los niños y de los adolescentes. En USA, el viejo, en el mejor de los casos,
vive alienado, a no ser por las visitas esporádicas que recibe de sus hijos, en
virtud del excesivo tiempo que estos tienen que dedicar a la lucha por el
consumismo.
Históricamente, los viejos, en virtud de la sabiduría que les dispensaba el
hecho de haber vivido toda una vida, se sentían obligados a revertir esa
sabiduría en las generaciones en formación, a la sazón, la de los hijos y la de los
nietos. Sin embargo, como, en la vida moderna, el contacto se rompió en función
de la independencia con la consiguiente distancia, esto ya no es posible. Al no
haber contacto, no hay interacción posible. De ahí que la sabiduría se pierda y
no se traspase de generación en generación. Además, existe el factor de la falta
de preparación de los viejos de hoy en día, los cuales han invertido demasiado
en el aspecto material y muy poco en el espiritual. Por primera vez en la
historia, los hijos dan la impresión de que saben más que los padres y que los
abuelos, en virtud de la sucesión casi frenética de inventos en el campo
tecnológico, lo cual favorece el consumismo, aunque no es sinónimo de
sabiduría en el vivir.
Pienso que los viejos deberían de usar el tiempo libre para documentarse
acertadamente y llegar a conclusiones correctas acerca del buen vivir, con el fin
de que sus descendientes se beneficien de ese caudal de experiencia y
conocimiento. Los viejos son los filósofos por naturaleza ya que disponen del
tiempo necesario y de la experiencia para serlo. Sin embargo, la juventud, en
virtud de que han de esforzarse para hacer frente a la supervivencia material, no
dispone de ese tiempo de calidad superior. De ahí que, los fines de semana, por
lo menos, todos se reúnan con el fin de compartir e intercambiar experiencias,
especialmente, en el día santo del sábado.
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