(056) Ichi the killer Dedicado a Cristarik. (No se me había olvidado que te prometí un cuento de vampiros) Llevo tres noches seguidas entrando a su habitación para observarla. Soy consciente de que cada día paso más tiempo ahí, hechizado, perdido, condenado. Su belleza no me deja sentir el hambre de tres noches sin cazar, su hermoso cuello se asoma altivo y perfecto como burlándose de mi incapacidad para morderla. Cuatrocientos años sin verme en un espejo y sin embargo hasta ahora no había echado en falta mi reflejo... Hasta hace tres noches. No me atrevo a despertarla, no quiero verla horrorizada ante la visión de mi carne muerta. Pero estoy deseoso de admirar esos ojos que imagino verdes y descubrir si un vampiro puede reflejarse en la mirada de la mujer que ama. En un arrebato acerco mi mano a su cabello pero me detiene un intenso dolor. No se cuánto llevo ya en la pequeña habitación, pero los primeros rayos del sol empiezan a apoderarse de la estancia. A medida que avanza el tiempo la claridad penetra más y más hasta que me veo acorralado en un pequeño rincón. Decido acabar de una vez con cuatrocientos años de sangre y soledad y salto a la luz, frente a ella. Mientras mi cuerpo es devorado por el sol, las campanas de una iglesia cercana repican despertando a mi bella durmiente que observa con más asombro que miedo cómo desaparezco. Lo último que veo antes de dejar este mundo es el reflejo de mi rostro en sus ojos verdes.