cabalgando un tigre

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CABALGANDO UN TIGRE
Aníbal Romero
(El Nacional)
Caracas, 26.11.08
La victoria de la oposición el pasado 2 de diciembre de 2007 abrió las
puertas a los triunfos regionales del 23 de noviembre de 2008. El rechazo
a su proyecto de reforma constitucional, en lugar de funcionar como
estímulo a la autocrítica, reforzó la incontenible tendencia de Chávez a
profundizar su definición revolucionaria. El líder venezolano repudia el
aprendizaje mediante ensayo y error, orientado a rectificar, y prefiere la
lucha perenne y jugar siempre al todo por el todo. Por ese rumbo seguirá
erosionando de manera paulatina su capital político, a menos que la
oposición democrática se equivoque aún más que él.
El enfrentamiento político venezolano ha adquirido el carácter de guerra
prolongada y de desgaste, en vez del de una guerra de decisión rápida.
En una guerra de desgaste vence el que preserva una línea estratégica
coherente, con un mensaje claro y una dirección política estable y
paciente. Me temo que la oposición democrática venezolana, a pesar de
sus avances, presenta fallas importantes en esos tres renglones.
Sería imperdonable a estas alturas subestimar a Chávez y desconocer la
fuerza de su voluntad. Después de diez años de tropelías, ineficiencia y
corrupción, el régimen bolivariano preserva un nutrido caudal de votos
así como el control de los mecanismos cruciales del Estado, y su líder
máximo muestra todos los síntomas de hallarse dispuesto a conducir su
movimiento con renovados ánimos y afianzarle en el poder. Ante tales
circunstancias es imperativo que la oposición se consolide en los planos
de la estrategia, la dirección política y el mensaje hacia el futuro.
En ese orden de ideas, y sin ánimo de desmerecer las conquistas
logradas con dedicación y esfuerzo por parte de los partidos, grupos e
individualidades que han llevado a la oposición al punto donde ahora se
encuentra, me atrevo a sugerir la constitución de un nuevo instrumento
de coordinación política, que será necesariamente colegiado. Es de igual
modo indispensable que la oposición articule un mensaje capaz de
competir con el proyecto revolucionario chavista. Carece de sentido
imitar a Chávez en el plano del populismo. Se requiere un mensaje
renovador ubicado en el centro político y carente de complejos. El
chantaje ideológico del izquierdismo sentimental sigue pesando
con
fuerza sobre la dirigencia opositora, a pesar de que los sondeos de
opinión demuestran inequívocamente que el pueblo venezolano es
susceptible a un mensaje de modernización capitalista con signo social.
Confieso que las cuñas de televisión opositoras que pude ver durante la
reciente campaña me parecieron poco imaginativas, y en ocasiones
ridículas y hasta humillantes. Repetidas veces se observaba a algún
candidato caminando por las calles con actitud de San Nicolás,
moviéndose al ritmo de una música estridente, distribuyendo sonrisas
ficticias a sectores populares en actitud sumisa y humillante, esperando
que sus “líderes” no hagan más que repartirles dádivas. El esquema
responde a una concepción atrasada de la política y a una visión del
pueblo como un conglomerado de débiles jurídicos y mentales. La
oposición debe aprender a hablarle al pueblo de Venezuela con un
lenguaje, una intención y un propósito diferentes a los de Chávez, que le
dignifique en lugar de degradarle.
La estrepitosa y estéril revolución bolivariana pierde su ímpetu y su fuego
se apaga poco a poco, pero su líder está lejos de bajar el telón.
Continuará cabalgando un tigre pues ya no puede descender del mismo.
Es demasiado tarde para asumir a la normalidad democrática y admitir los
códigos que la rigen. Chávez ha sufrido otro revés pero no está acabado.
El combate por la libertad continúa.
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