La salvación y las Tres Avemarías

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La salvación y las Tres Avemarías
Esta es una transcripción editada de una alocución hecha en la Conferencia
Fátima: El único camino a la paz mundial, realizada en Chennai, India en 2008.
por el Hermano Jean-Marie, C.SS.R.
El mensaje de Nuestra Señora de Fátima ha sido ignorado por muchos a lo largo
de las últimas décadas. Hubo muchos que despreciaron las palabras de Nuestra Señora,
muchos que se burlaron de ella e ignoraron Su Mensaje, muchos que lucharon con
energía contra Ella, y muchos que pensaron que las apariciones no fueron más que la
imaginación piadosa de tres niños supersticiosos.
Usted tiene una opción
Ustedes también, queridos fieles, tienen hoy esta opción: Pueden aceptar el
Mensaje de Fátima y dar a conocer los pedidos de Nuestra Señora, o pueden volver a
casa e ignorar Sus pedidos, tal como tanta gente ha hecho. Pero recuérdense de esto: Lo
que Ustedes hacen, tendrá consecuencias graves. Recordémonos de la razón por qué
Nuestra Señora apareció en Fátima.
Nuestra Señora no apareció por motivos insignificantes. No apareció en Fátima
por estar aburrida y sentir necesidad de charlar con unos niños. No, Ella apareció por
una razón que era mucho más seria que eso; vino por una razón que afecta todos y cada
uno de nosotros que hoy aquí estamos. Vino porque muchos pecadores van al infierno.
Vino para avisarnos que el infierno existe, y que también podemos ir allá. Fue Nuestra
Señora misma que dio a los tres pastorcitos la oración de Fátima que rezamos siguiendo
cada misterio del Rosario: “Oh Jesús mío, perdónanos, líbranos del fuego del
infierno, lleva todas las pobres almas al cielo, principalmente las más necesitadas”.
El infierno es una realidad
“Líbranos del fuego del infierno”. Rezamos estas palabras todos los días,
después de cada década del Rosario. Piensen profundamente en ellas; ¿por qué decimos
estas palabras?
El infierno, mis queridos amigos, es una realidad. Es tan real como las sillas en
que están sentados. Es tan real como el aire que respiran. No podemos ver el aire que
respiramos, no le podemos tocar…pero existe. Es una verdad de la Fe católica, un
dogma en que debemos creer: Un día – no sabemos cuándo, ni cómo – todos nosotros
moriremos y seremos juzgados. Y después, el Cielo o el infierno para siempre. Todos
nosotros ya oímos, una u otra vez, las disculpas:
 Unos dicen que “creen” que el infierno no es nada más que una superstición
medieval; ahora sabemos más y somos más inteligentes.
 Otros dicen que “creen” que el infierno existe, pero está vacío; y si no este vacío,
sólo el demonio está allá.
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 Dios es misericordia y amor – no “cree” que puede condenar alguien al infierno.
 Creo que van todos al Cielo.
 No voy al infierno porque no creo en el infierno.
¡Despierten!
¡Si creen o no, no importa! Lo que creemos no hace la mínima diferencia ante el
hecho de que el infierno existe y es eterno. Aquello en que creemos no altera la realidad.
Aquello en que creemos no cambia nada. No hará el infierno desaparecer como si fuese
un pesadillo. Si aquello en que creemos no corresponde a la realidad es porque es falso;
es errado. No interesa que no creen en el infierno. ¡El infierno cree en nosotros!
Tienen la libertad de creer que su vecino es un cocotero, pero eso no altera el
hecho que es un ser humano. Tienen la libertad de creer que este púlpito es una
máquina de Coca-Cola, pero la realidad es que es hecho de madera. Pueden querer creer
que el infierno es un cuento de hadas y que nadie va allá, pero la verdad es que el
infierno es real; la existencia del infierno es una verdad de la fe. Hace parte de nuestra
santa Fe. Muchos pecadores van a terminar allá, y tanto Usted como yo aún podemos ir
allá. El dogma de que el infierno existe no es una simple opinión que podemos aceptar o
no aceptar. No. Es un dogma de la Fe católica. Es un dogma que debe creerse. Si no
creemos en él, nos hacemos herejes. Dejamos de ser católicos.
El infierno existe, si creemos en él, o no. Nada es más importante, por lo tanto,
que la salvación de nuestras almas.
¿Cómo podemos salvar nuestras almas hoy?
Entonces, ¿cómo debemos trabajar para nuestra salvación? ¿Cómo tratamos de
este asunto tan importante? Nuestra Señora aconsejó en Fátima a Sus hijos fieles que
empleásemos las armas poderosas que Ella nos dio – el Rosario y el Escapulario. La
importancia de rezar el Rosario y usar el Escapulario no puede ser exagerada, y
estaríamos a descuidar la salvación de nuestras almas si descuidamos estas devociones.
San Alfonso nos muestra el camino
Nuestro santo padre, San Alfonso, fue uno de los mayores santos marianos de
todos los tiempos. Como Doctor de la Iglesia, es conocido por varios títulos: le llaman
el Doctor celosísimo, porque su celo por la salvación de las almas no tenía igual; le
llama el Doctor utilísimo, porque todo lo que escribió era de la mayor utilidad para la
promoción de la vida cristiana y para la salvación de las almas.
Pero hay otro título que la Iglesia da a San Alfonso: Es llamado Doctor de la
Oración. Y es llamado Doctor de la Oración porque sabía cómo rezar; sabía cómo rezar
para salvar su alma, y sabía cómo enseñar los otros a rezar para salvar sus almas. Si
pensamos en los títulos de San Alfonso, podemos constatar que él es el hombre que la
Iglesia reconoce como la gran autoridad en la oración y en la salvación de las almas. Si
quieren saber cómo tienen que rezar para salvar el alma, oigan lo que San Alfonso dijo:
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“Quien reza ciertamente será salvado
“Quien no reza ciertamente será condenado”.
Todos los que están en el Cielo están allá porque rezaron, y todos los que están
en el infierno están allá porque no rezaron.
Todas sus obras, todos sus escritos, todas sus enseñanzas pueden resumirse en
cuatro puntos:
1. Quien reza será salvado; quien no reza será condenado.
2. Todas las gracias nos vienen de las manos de Dios, pero ninguna llega a nosotros
que no venga por las manos de María.
3. La verdadera devoción a María es una condición absolutamente necesaria y un
medio eficaz para obtener las gracias que necesitamos; y
4. Un verdadero hijo de María nunca perecerá.
¿Cómo rezaba San Alfonso para salvar su alma? ¿Qué devoción tenía a Nuestra
Señora? He aquí lo que hizo:
 Tomó un voto de rezar un Rosario completo todos los días.
 Ayunaba a pan y agua todos los Sábados en Su honor.
 Rezaba todos los días la corona de los Siete Dolores de Nuestra Señora en honor
de sus dolores.
 Predicaba sobre Sus Glorias todos los Sábados.
 Escribió un libro sobre Sus Glorias para defender Sus títulos contra quien La
atacaba.
 Escribió todas sus 132 obras con Su imagen a su lado, para guiarlo.
 Nunca predicaba sin Su imagen estando visible a la congregación.
 Rezaba un Avemaría antes de cada nueva acción que hiciese.
 Rezaba un Avemaría siempre que el reloj daba un cuarto de hora.
 Se confesaba todos los Sábados en Su honor.
Podríamos continuar a hablar de estas oraciones, ayunos y mortificaciones de
San Alfonso, pero ¿fue estas cosas que San Alfonso nos recomendó para salvarnos?
¡No!
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San Alfonso recomienda las Tres Avemarías
¿Qué recomendaba él como el mejor medio para salvar nuestras almas y ser
devotos de Nuestra Señora? ¿Recomendó que ayunásemos a pan y agua? ¿Que
durmiésemos en una cama de clavos? ¿Que nos flagelásemos hasta hacer sangre? No.
Recomendó una devoción a María que era pequeña pero poderosa: la devoción de las
Tres Avemarías.
¿En qué consiste esta devoción? Consiste en rezar Tres Avemarías
inmediatamente al levantarse; la primera cosa que hacemos al levantarnos de la cama, el
primer acto del día. Y Tres Avemarías antes de acostarnos; la última cosa que hacemos
antes de dormir. Y entre cada Avemaría añadimos la siguiente invocación:
“Por tu Inmaculada Concepción, O María, haz mi cuerpo
puro y mi alma santa. O Madre mía, presérvame este día/esta noche
del pecado mortal”.
Rezando las Tres Avemarías, nos son prometidas tres gracias insignes, que son
fundamentales en la práctica de la vida espiritual. Son ellas:
 La felicidad de poseer la gracia santificante o de recuperarla,
 La victoria sobre el vicio de la impureza, y
 La perseverancia final.
¿Qué significan exactamente estas gracias? Explicaré en pocas palabras:
I. La felicidad de poseer la gracia santificante o de recuperarla
inmediatamente.
No es necesario ser un asesino o un violador para ir al infierno. Todo lo que es
necesario es un solo pecado mortal no confesado. Por eso, debemos tener cuidado de
permanecernos siempre en el estado de gracia.
San Alfonso recomendó la devoción de las Tres Avemarías como el mejor
medio para continuar en el estado de Gracia santificante. Se puede preguntar: ¿qué
autoridad tenía San Alfonso para decir todo esto? ¿Quién, exactamente, era San
Alfonso? San Alfonso es el santo patrón de los Teólogos Morales y de los Confesores.
La Sagrada Penitenciaría ya declaró que, en el campo de la Teología Moral, nadie tiene
más autoridad que San Alfonso.
San Alfonso tiene la misma autoridad en la Teología Moral que San Tomás de
Aquino tiene en la Teología Dogmática. En su libro Homo Apostolicus para confesores,
escribió:
“No debemos nunca dejar de sugerir a todos los penitentes,
sean ellos devotos o pecadores, la devoción a la Santísima Virgen,
convenciéndoles en especial y recomendando, de mañana y a la
noche, a rezar las Tres Avemarías para ser preservados del pecado
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mortal. Es difícil para un alma perseverar en la gracia de Dios y
salvarse, sin tener una devoción especial a la Madre de Dios”.
La devoción de las Tres Avemarías no sólo nos preserva del pecado mortal, sino
que también nos ayuda a recuperar el estado de Gracia santificante si estuviéramos en
pecado mortal. ¿Conocen alguien que esté viviendo en pecado? ¿Algún amigo o
pariente? ¿Conocen algún penitente que esté a luchar contra el pecado? Entonces
recomiéndenle las Tres Avemarías de mañana y a la noche. Sólo pueden suceder dos
cosas: o desiste de las Tres Avemarías o desiste del pecado.
Nada es más importante, por lo tanto, que rezarlas todos los días, sin falta, con
perseverancia, no importa por inconveniente que sea. Si estemos ya acostados en la
cama, medio dormidos, y nos recordamos que no hemos rezado las Tres Avemarías,
hagamos el sacrificio de levantarse de la cama, arrodillarnos, y rezar las Tres
Avemarías. Si uno sea físicamente capaz de hacerlo, debe rezarse esta oración
arrodillándose. La oración no vale mucho si la recemos acostados, cómodos y calurosos
bajo las mantas. Hagan el esfuerzo de levantarse de la cama y arrodillarse. Es una
penitencia muy pequeña, comparada con las grandes gracias prometidas. En nuestro
monasterio, todos los religiosos insisten en rezar las Tres Avemarías prostrados en el
suelo.
Y ahora podrían preguntar, ¿eso da resultado? ¿Los pecadores realmente dejan el
pecado, sólo por haber rezado Tres Avemarías de mañana y a la noche? Bueno, no soy
religioso hace mucho tiempo, pero ya encontré muchas personas, no sólo en el
monasterio como también por el mundo, que me dijeron que, si no fuesen por las Tres
Avemarías, nunca conseguirían desistir del pecado. Ya habían intentado todo, pero nada
había dado resultado.
Puedo afirmar con toda honestidad que también jugó un enorme papel en mi
propia conversión. Pero no importa lo que yo digo, oigan antes lo que dijo San Alfonso,
Santo Patrón de los Teólogos Morales y de los Confesores:
“La ayuda de María es necesaria para la conservación de la
gracia y necesaria para la conversión”.
¡Esta ayuda es garantida, hasta a los pecadores, con tal que tengan buena
voluntad y recurran a María, Madre de Dios! Cuando preguntaron al gran santo jesuita,
San Juan Berchmans, estando él para morir, qué devoción a María era necesaria para la
salvación, él dijo:
“Para agradar a María, basta la cosa más pequeña, con tal
que una persona se mantenga fiel a ella”.
La pequeña devoción de las Tres Avemarías es muy agradable a María, y Ella
obtendrá para nosotros las gracias prometidas, con tal que seamos fieles en rezarlas, de
mañana y a la noche, día tras día, semana tras semana, año tras año, hasta morimos.
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II. La victoria sobre el vicio de la impureza
La segunda gracia que nos fue prometida al rezar las Tres Avemarías es la
victoria sobre el vicio de la impureza, es decir, la victoria sobre los pecados contra los
Sexto y Nono Mandamientos. Nos dicen que 99% de los que fueron condenados al
infierno fueron condenados a causa de los pecados de la impureza. Nuestra Señora
misma lo confirmó en Fátima, cuando dijo que más almas van al infierno a causa de los
pecados de la carne de que por cualquier otra razón. El mundo de hoy es una cloaca de
inmoralidad y de impureza.
Dondequiera que vamos, dondequiera que miramos, nos confrontamos con una
impureza tal que probablemente ya no se ha visto desde el tiempo de Sodoma y
Gomorra. ¿Qué posibilidades tendrán los jóvenes de hoy, con tanta pornografía, tantos
malos ejemplos de matrimonios fracasados, cohabitación, etc. vistos en todos los
canales de televisión, en el internet y hasta en las calles donde vivimos? Si no fuese por
este pecado de la impureza, 99% de las almas en el infierno no estarían allá. San
Alfonso les promete que pueden vencer todas las tentaciones de ese vicio por la práctica
de las Tres Avemarías. Divulguen esta devoción entre sus parroquianos, entre la
juventud, porque sin esta poderosa devoción a Nuestra Señora perecerán en la lucha
contra el vicio de la impureza.
Escuchemos lo que San Alfonso dijo en uno de sus libros dirigidos a los
sacerdotes:
“El medio por excelencia de conservar la castidad es la
devoción a María; la mejor manera de captivar el favor de María es
honrar Su pureza; el medio más eficaz de honrar Su pureza es
practicar la devoción de las Tres Avemarías”.
Esta devoción no es sólo útil para conservar la castidad y evitar tentaciones
contra la pureza; sino que también es el mejor medio para alcanzar una conversión
perdurable y sincera, aun en el caso de los pecadores que cayeron en el hábito de este
vicio y aquellos que son completamente incapaces de vencer sus atracciones.
Escuchemos una vez más a lo que él dijo:
“Si hay alguien entre vosotros que se encuentra ahogando en
el pantano de la impureza, no quiero desanimarte; antes te diré:
apresúrate a salir de esa carne pútrida infernal. Sepárate de las
ocasiones y entonces recomiéndate a María, Madre de la pureza.
Rézala todos los días, para que Ella te liberte de este vicio; y de
mañana, al levantarte del sueño, y a la noche, antes de ir para la
cama. Nunca te olvides de rezar las Tres Avemarías en honor de Su
pureza”.
A los Confesores dijo:
“A quien contractó el hábito del vicio impuro, debe imponer la
práctica de nunca olvidarse de rezar tres veces, de mañana y a la
noche, la Salutación Angélica en honor de la pureza de la Santísima
Virgen, reafirmando ante Su imagen, su intención de nunca más
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volver a pecar, y pidiendo a esta buena Madre la gracia de la
perseverancia”.
Como ya noté anteriormente, no he estado usando este hábito hace mucho
tiempo, pero, aun así, ya vi bastantes ejemplos para saber que las Tres Avemarías son la
mayor arma que tenemos para luchar contra las tentaciones de la impureza. Hace poco
más que un mes, un joven que conocí en Sídney vino para verme y me dijo que había
conseguido vivir una vida de castidad en los últimos dos años, gracias a la práctica de
las Tres Avemarías. Diré una vez más, con San Alfonso. “La devoción a María es un
medio necesario para vencer la impureza”. La forma más eficaz de esta devoción a la
Madre de Dios es rezar de mañana y a la noche las Tres Avemarías.
III.
La gracia de la perseverancia final
Esta es la tercera y más importante de las gracias que recibimos al rezar las Tres
Avemarías. Toda la cuestión de nuestra salvación, si vamos al Cielo o al infierno,
depende del momento de la muerte. Si morimos en estado de gracia, seremos salvados;
pero si morimos en estado de pecado mortal, estaremos perdidos para siempre. Todo,
por lo tanto, depende de la gracia de la perseverancia final.
Nuestro Señor dice en el Evangelio de San Mateo. “El que persevere hasta el fin
será salvado”. San Buenaventura dice que la corona celestial sólo se da a los que
perseveran. San Jerónimo dice que muchos comienzan pero pocos perseveran. Muchos
son llamados, pero pocos son elegidos. Saúl, Judas, Tertuliano, etc.… todos
comenzaron bien pero no perseveraron.
El gran San Bernardo nos avisó: A él que comienza sólo se promete la
recompensa; sólo se da en verdad a los que perseveran. No basta correr para ganar el
premio, dijo San Alfonso, es necesario correr hasta ganarlo. Si alguno de nosotros
piensa que está seguro y que su lugar en el Cielo está garantido, recuérdese del triste
ejemplo de Judas. Era un Apóstol, uno de los 12 elegidos por Nuestro Señor; testificó
todos los milagros de Jesús – y a pesar de eso se cayó. Lean las vidas de los primeros
Padres del desierto en Egipto y en Siria. Algunos de ellos apenas dormían dos horas por
día. Rezaban constantemente, comían apenas un bocado de vegetales cocidos por día, y
hacían más penitencia en un mes que todos nosotros, que aquí estamos, haríamos en
toda la vida. ¡Hasta hacían milagros! Y a pesar de esto, algunos se cayeron. Perdieron
para siempre su lugar en el Cielo. Entonces ¿cómo podemos perseverar? ¿Cómo
conseguiremos la gracia de la perseverancia final?
San Alfonso da este aviso a toda criatura, sea al Papa, a él mismo, o a un simple
lego. Dijo:
“Para obtener la gracia de la perseverancia final, es
importante tener una devoción particular a María, Que se llama la
Madre de la Perseverancia. Quien no tiene esta devoción especial a la
Santísima Virgen, difícilmente perseverará; porque como San
Bernardo nos garantió, todas las gracias de Dios, especialmente la
gracia de la perseverancia, que es la mayor de todas las gracias, nos
viene a través de María.
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“Enfant de Marie, enfant de Paradis, Hijo de María, hijo del
Paraíso. Quien tenga una verdadera devoción a María será ayudado
por María en la hora de la muerte; quien está ayudado por María en
esta hora decisiva tendrá una muerte santa y será salvado por toda la
eternidad”.
Nuestra Señora no pide mucho, sólo buena voluntad y constancia. Debemos ser
constantes en nuestra devoción a las Tres Avemarías. Debemos tener buena voluntad, es
decir, la intención de no pecar. Esta devoción es tan pequeña y tan fácil que puede ser
practicada por cualquier persona. Hasta un niño puede aprender a hacerla. Y nadie
puede decir que no tiene tiempo de rezar las Tres Avemarías. No, la falta de tiempo no
es disculpa. Por más ocupados que estemos, el rezo de las Tres Avemarías demora
menos de dos minutos.
¿De dónde viene la devoción de las Tres Avemarías?
Preguntaremos, ¿inventó esta devoción San Alfonso? ¿De dónde vinieron estas
promesas? ¿Fue él que las inventó? La contestación es, ¡No! San Alfonso no inventó la
devoción de las Tres Avemarías. Las Tres Avemarías, tanto como sus promesas, fueron
inicialmente dadas a Santa Matilde, y más tarde también a Santa Gertrudis la Grande.
Fueron también predicadas y practicadas por inúmeros santos. Se destacan entre ellos
San Leonardo de Port Maurice y el gran San Antonio de Padua, que predicó esta
devoción con gran celo y desempeñó un papel importante en hacerla conocida en su
tiempo. Dios mostró cuanto eso Le agradó con este milagro: Muchos siglos después, el
cuerpo de San Antonio de Padua estaba deshecho en polvo, pero su lengua y las cuerdas
vocales con que predicaron las Tres Avemarías estaban incorruptas. Hasta hoy, su
lengua se mantiene incorrupta, intocada por el pasaje del tiempo. Eso es también un
signo de la aprobación de Dios cuanto a las Tres Avemarías. San Juan Bosco también
recomendó la práctica de las Tres Avemarías a sus hijos, los Salesianos.
La Iglesia aprobó la devoción de las Tres Avemarías
Muchos Papas – por ejemplo, León XIII and Benedicto XV – fueron campeones
de esta devoción, y especialmente el más ilustre Papa del Siglo XX, el último Santo
Papa en 500 años, San Pio X, que se hizo el apóstol fiel de la devoción de las Tres
Avemarías. No sólo proclamó su amor personal por esta devoción, sino que la
enriqueció con preciosas indulgencias y la recomendó a los Obispos y a los sacerdotes,
pidiéndoles que la divulgasen entre los fieles.
Las Tres Avemarías: El grano de mostaza de devoción
Ahora bien, hay dos errores en que podemos incurrir sobre esta devoción; decir
que es muy poco, o que es demasiado. En nuestro orgullo, podemos verla como una
cosa tan pequeña e insignificante que no merece nuestro tiempo y esfuerzo. Con todo,
ya rezamos tantas oraciones. Recordémonos que había muchos otros que rezaron mucho
más que nosotros, hicieron más penitencias que nosotros, y aún así no perseveraron
hasta el fin. Recordémonos que esta devoción fue recomendada, no sólo por el Santo
Patrón de los Teólogos Morales y de los Confesores, sino que por el propio Doctor de la
Oración mismo, San Alfonso, y también por numerosos Papas. Sí, esta devoción puede
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parecer pequeña, pero es pequeña como el grano de mostaza de que Nuestro Señor
habló en los Evangelios.
Si rezamos fielmente las Tres Avemarías, no sólo nos fortaleceremos y
aumentaremos nuestra devoción a la Madre de Dios, sino que recogeremos el más rico
de todos los frutos: la gracia de la perseverancia final y la vida eterna. Las Tres
Avemarías pueden, en verdad, ser llamadas el grano de mostaza de la devoción a
Nuestra Señora y de la salvación.
También es posible que algunos de nosotros nos caigamos en el error opuesto a
pensar que rezando las Tres Avemarías es un esfuerzo demasiado grande. Yo mismo ya
oí esto de algunos amigos míos que fueron cogidos en una vida pecaminosa. La
respuesta a esto es simple: Si tú no consigues hacer una cosa tan pequeña como rezar las
Tres Avemarías, entonces, francamente, tú no mereces el Cielo.
El infierno existe
En resumo: El infierno existe, es una verdad de nuestra Fe católica. Existe si
queremos creer en él, o no. Por lo tanto, nada es más importante que nuestra salvación
eterna. “Quien reza”, dijo San Alfonso, “será salvado; quien no reza será condenado”.
Todas las gracias de Dios vienen a través de María
Todas las gracias nos vienen de Dios, pero por las manos de María. Por eso, es
necesario tener una devoción a María. La devoción de las Tres Avemarías, si sea hecha
con buena voluntad y constancia, obtendrá para nosotros las siguientes gracias:
1. La conservación o recuperación de la gracia santificante,
2. La victoria sobre el vicio de la impureza,
3. La gracia de la perseverancia final.
Den a conocer esta devoción, según sus posibilidades – en el púlpito, en los
boletines parroquiales, en el confesionario – y verán sus frutos por Ustedes propios. No
necesitarán que yo les convenza, verán sus frutos, Ustedes mismos, por sus propias
experiencias. Oigamos esta historia verdadera, que fue contada a uno de nuestros
sacerdotes:
“Tengo setenta y cinco años, Señor Padre, y he tenido muchas
dolores durante mi vida; he estado expuesto a muchos peligros que
otros no vencieron. En mi vejez, tengo la dulce confianza de nunca
haber cometido un solo pecado mortal desde mi Primera Comunión.
En este día inolvidable, que siempre me recuerdo, mi madre me
abrazó contra el pecho por algún tiempo, y después me pidió
prometerle a ella, mi madre terrestre, y a María, mi Madre celestial,
que rezaría fielmente las Tres Avemarías todos los días, de mañana y
a la noche. Prometí, y por la gracia de Dios fui fiel a mi promesa. A la
memoria de mi madre y de mi Primera Comunión, a la protección de
María atribuyo la gran felicidad que acabé de contarles”.
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Vayan a Nuestra Señora
Ahora bien, sé que es muy fácil que aquello que dije entre por un oído y salga
por el otro. Es muy fácil comenzar a rezar las Tres Avemarías hoy y desistir de hacerlo
después de dos días. No es así que debe hacerse. Por eso, no estoy diciéndoles ni
pidiéndoles, estoy suplicándoles, a todos y a cada uno de ustedes que aquí están ahora,
no para mí, sino por su salvación eterna; ¡vayan a Nuestra Señora! Ella está
ofreciéndoles una gran gracia. No La rechacen.
Vayan a Ella, y prométanle que rezarán las Tres Avemarías todos los días, de
mañana y a la noche, sin fallar, hasta el fin de sus vidas. Si le prometan esto, Ella les
prometerá el Cielo. No La rechacen.
Expresiones de gratitud
“Las charlas me inspiraron y me ayudaron a abrir la mente y el corazón a los
mensajes urgentes y a la invitación del Movimiento de Nuestra Señora de
Fátima por la Consagración de Rusia. Los oradores son todos apóstoles
genuinos de Dios y de la Madre María”.
… Padre Gabriel
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