0809-c.qxd 8 5/21/05 9:25 PM Page 1 Análisis y Opinión La Plata, domingo 22 de mayo de 2005 > EL PODER HOY Populismo o ajuste ortodoxo, una falsa opción Por Carlos Zaffore Especial para Hoy Las críticas de Lavagna al “populismo setentista”, en relación con los salarios, apuntaron a arreglar algunas cuentas internas del Gobierno, y la sangre no llegó al río. En verdad, no hay diferencias entre el Presidente y su ministro, al punto que fue el propio Kirchner el que desmontó el planteo salarial de la central obrera, aunque ahora reaparece por reclamos de los sindicatos de base. Pero la importancia del tema es que en el debate está instalada la idea de que la opción al ajuste ortodoxo que viene aplicando desde hace años la Argentina es el populismo (el populismo, vale aclarar, entendido como mistificación de lo popular). Y está instalada la igualmente errónea idea de que los aumentos de salarios son causa de inflación. La opción entre ajuste neoliberal y populismo es falsa. No sólo que es falsa porque últimamente los políticos populistas aplican políticas ortodoxas. Es falsa porque ni uno ni otro enfoque aborda la solución. Una política de despilfarro y de aumentos salariales sin relación con la marcha de la producción sin duda provocaría inflación. Pero también es errónea la perspectiva de los neoliberales, que ven la inflación como un fenómeno monetario cuando en realidad es un fenómeno económico profundo que tiene que ver con la insuficiencia de la estructura productiva para atender demandas de la sociedad. Los desajustes fiscales y monetarios que los neoliberales ven como causa de inflación son, en realidad, efectos, o en todo caso causas intermedias con relación a la causa primaria, que es esa insuficiencia del aparato productivo. De esa manera, así como las políticas populistas del pasado provocaban inflación, las políticas neoliberales (congelamiento de salarios, política monetaria restrictiva, ajuste fiscal) provocan recesión y por ende agravan la causa económica de la inflación que, luego de un período de control artificial, vuelve por sus fueros. La verdadera opción es la política de desarrollo. Ataca a la inflación en su causa económica y tiende a que los precios se estabilicen de manera genuina por una mayor producción y oferta de bienes y servicios. Y es falso que los aumentos salariales sean inflacionarios; por el contrario, una política de desarrollo para no contraer el mercado interno necesitará de mayores salarios, pero éstos, aunque pueda existir un acomodamiento inicial, no generarán aumentos de precios, porque el conjunto del programa y la incorporación de capital y tecnología aumentarán la productividad del trabajo. Presidente del Movimiento de Integración y Desarrollo (MID) Por Eric Calcagno Especial para Hoy E l 28 de enero de 1077 (eso sí que es “allá lejos y hace tiempo”), Enrique IV, emperador del Sacro Imperio RomanoGermánico, llegó hasta la ciudad de Canossa, donde se encontraba el Papa Gregorio VII. Dos años antes, este prelado había determinado que los obispos debían ser nombrados por Roma y no por el Emperador, que rechazó esa pretensión de lo celestial sobre lo terrenal. Entonces, Gregorio excomulgó a Enrique, que pronto se vio abandonado por sus partidarios, sin control sobre nobles y plebeyos, en una jugada que “esmeriló” el poder imperial, diríamos por aquí. Enrique IV viajó a Canossa para humillarse en público ante el Papa como un simple penitente, pedir perdón y recuperar así algo de poder perdido. Este episodio se conoce como “la querella de las investiduras”, que reflejaba la pelea por la primacía entre el clero y el imperio, entre güelfos y gibelinos (como se llamaron los militantes de uno u otro bando). Esta semana económica se abre sobre un episodio que asemeja, de lejos, la querella de las investiduras: las discusiones entre el Presidente de la Nación y el Ministro de Economía, un clásico para la política argentina desde hace unos cuantos lustros. En efecto, estas disputas ya parecen un género propio, como una figura impuesta de la propia dinámica de la realidad local, así como las andanzas de Arlequín en la Comedia dell’Arte italiana, la pompa de los médicos de Molière, o aun la figura del cocoliche en los sainetes criollos de cien años atrás, para gloria de nuestros teatros. Por supuesto, esas discusiones, reales o fingidas, graves o anecdóticas, sirven de base para innumerables interpretaciones de vastas cantidades de expertos, que prestan a uno o a otro actor designios secretos, jugadas en el tiempo, en un marco político que deviene por fuerza un arcano inaccesible a los profanos, es decir, los ciudadanos. Esa visión en la que la historia es el fruto de las atracciones o repulsiones individuales presenta un claro interés. El interés está en la facilidad del relato, tanto en su elaboración como en su comprensión, puesto que los personajes pueden cambiar pero los roles ya están establecidos: el Presidente -sea quien fuere- es el responsable de los efectos La querella de las investiduras Ese tipo de relatos tiene un problema: sitúa al desgaste de la figura opuesta como el fin de la política Es allí donde los relatos acerca de la lucha de poder por el poder mismo tienden a deslegitimar las acciones y a desdibujar el panorama político. Poco importa que sea por causas terrenales o celestiales, los esfuerzos deberían encaminarse a la resolución de los problemas económicos reales, sobre el paso de experiencias alentadoras (como la renegociación de la deuda), otras que marcan los desafíos pendientes (como la posición ante el CIADI, el tribunal del Banco Mundial), así como las amenazas posibles (como la cuestión de la energía, su accesibilidad, usos y propiedad). Pero ese tipo de relatos tiene un problema: sitúa al desgaste de la figura opuesta como el fin de la política, y pasa por alto los datos más elementales de la realidad. Sobre todo al final de la semana económica, que recuerda en la inflexibilidad de las estadísticas los problemas reales: leve aumento de una desocupación aún elevada y una mayoría de la juventud argentina en la pobreza. No parece haber mucho lugar para la querella de las investiduras en la Argentina de hoy. Por cierto, con el perdón papal en el bolsillo, Enrique IV recuperó su poder, convocó un nuevo concilio y nombró un nuevo Papa; Gregorio VII, solo y exilado, pidió auxilio a los normandos, que aprovecharon para saquear Roma. Pero eso es historia medieval. positivos de la política económica, cuando no “el padre del modelo” (sea el que fuere); el Ministro ocupa la parte antipática de los límites y las obligaciones, la responsabilidad de los costos, en una constante amenaza por destacar su figura.