L Letras en la Ciudad Mujeres Mal tratadas Textos: Ana Lía Gana Imágenes: Robert Storem Conferencia pronunciada en la UCM. Facultad de Derecho. DPTO Sociología III, el 11 de enero de 2013. E n la época actual asistimos a la presencia a escala masiva de lo que se denomina “evaluación”, somos todos evaluados y devenimos así devaluados. Es una época de etiquetas, así “mujeres maltratadas”, “violencia de género”, ha devenido un fenómeno inadmisible social y políticamente, entonces la llamada violencia de género es una de las etiquetas de este fenómeno social. Pero, ¿qué encierra esta violencia dirigida al partenaire en la pareja, en el seno de lo íntimo, donde reina la confianza y el amor que enlaza a los sujetos? Ella es el cajón de sastre donde caben los individuos por compartir un rasgo, en este caso en particular por el acto violento. Sabemos que en la historia de la humanidad la violencia ha estado presente en las guerras entre los pueblos, en los genocidios, los asesinatos y en los llamados crímenes pasionales. Esto nos indica que en el ser hablante anida el mal. He titulado esta conferencia “Mujeres Mal tratadas”, porque permite ir de lo general de un fenómeno que insiste y se reitera en lo social a lo particular del caso. Siendo que el psicoanálisis se ocupa de lo particular, de la subjetividad de cada uno, es posible a partir de allí destacar rasgos que se elevan a lo universal, pero sin generalizar u homogeneizar a los sujetos. Podríamos decir que lo común en estos casos es el pasaje al acto en el que se desata la violencia. 76 Letr as | Nº6 2013 En primer lugar podemos decir que la violencia es un acto transclínico, es decir que se puede presentar en distintas estructuras clínicas desde la neurosis a la psicosis. La psiquiatría en su intento de clasificación y evaluación habla del “síndrome post-traumático” en el cual ubica la violencia dirigida a la mujer. Pero en este intento de clasificación y evaluación puramente descriptivo deja de lado la subjetividad. El psicoanálisis se ocupa de la subjetividad y podríamos interrogarnos sobre esta subjetividad, ¿qué queremos decir con ella? A diferencia del individuo, indiviso, el psicoanálisis se ocupa del sujeto, y podríamos interrogarnos sobre este sujeto. El sujeto tal como lo piensa el psicoanálisis es efecto del significante, de la palabra, es decir, del discurso que lo precede. Así cuando nacemos nos dan un nombre, ya antes de nacer se piensa cómo va a ser este niño, lo que se espera de él. Entonces el discurso del Otro encarnado en las figuras parentales y el deseo de ese Otro van a incidir sobre el niño. La única posibilidad de humanización pasa por esa alienación primera. Este sujeto del inconsciente se manifiesta en el decir, por eso cuando hablamos decimos más de lo que sabemos o, lo que es lo mismo, el yo desconoce lo que el sujeto dice. Hay una metáfora para explicar esto: el esclavo antiguo tenía tatuado en su espalda un códice en el cual estaba escrito su destino que él mismo desconocía. Es decir que Letras en la Ciudad L imagen: Robert Storem Letr as | Nº6 2013 77 L Letras en la Ciudad el sujeto porta las marcas del lenguaje. Son entonces las trazas del discurso del Otro lo que el sujeto porta sin saberlo. A ello se suma el encuentro contingente con la sexualidad, un encuentro azaroso, que determinará la manera de gozar. Si el psicoanálisis se ocupa de lo particular, del caso por caso, no atiende a generalidades, y si en la violencia de género, como una de las tantas formas de la manifestación de la violencia, se habla de víctima, el psicoanálisis sacude, hace tambalear esta etiqueta para ir al encuentro de lo más peculiar. Esta etiqueta promovida desde lo social, da consistencia y una falsa identidad, es necesario conmoverla para ir a lo particular de una historia, a los significantes amos que marcan una vida. Tenemos que interrogarnos sobre cómo cada época vive la violencia. La violencia no sólo se da en la pareja, se habla de actos criminales, es decir que en lo humano anida el mal, lo que llamaremos pulsión de muerte. Esta pulsión atenta contra el propio sujeto y ataca y destruye el lazo con los otros. El psicoanálisis hace una clínica de la civilización, está advertido de su época, una época donde los valores de la tradición han caído, ya no hay grandes ideales. En este contexto la mujer ha ido conquistando terreno en lo social y su ser mujer ya no se reduce a ser madre. En la sociedad patriarcal y en el código penal se toleraba que el padre de familia corrigiera la conducta desviada de su mujer y de sus hijos con una golpiza, ésta no debía superar los 15 días de lesiones en el cuerpo. Esto era así hasta el año 1973. Quiere decir que en la escena de lo íntimo esto era tolerado en una época dada, siendo el pater familias el portador de la ley. Lo íntimo ha devenido público, hay un mayor control social y hay conductas que son intolerables socialmente. Tras la sociedad patriarcal vivimos en una sociedad que ha visto el declive de esta figura de autoridad, y este declive de la autoridad ha tenido consecuencias sobre la virilidad dando lugar al advenimiento del autoritarismo. El hombre, el que llevaba los pantalones, tiene una posición más frágil en su virilidad, lo cual tiene consecuencias en el lazo con las mujeres, a las que toma por madres, estableciendo una dependencia abusiva en muchos casos, colocándose en una posición de niño caprichoso, demostrando su hom- “La alteridad de la mujer es el principio de la degradación” bría con el golpe. Y yendo un poco más allá podemos decir que la impotencia para ejercer una función ha llevado a los hombres al ejercicio de un poder. Hombres impotentes, infantilizados, que frente a mujeres con derechos se ven amenazados y arremeten contra ellas. La diferencia entre el hombre y la mujer radica en que el hombre se da la lógica del tener, tiene bienes, propiedades, objetos y está amenazado de poder perder, está amenazada la lógica del tener. Las mujeres están en relación al ser y temen perder el amor que les da su ser. Esta 78 Letr as | Nº6 2013 lógica se ve amenazada entonces con perder el amor para ellas y perder sus bienes para ellos, entre los cuales está incluida la mujer como objeto. Entonces, ya tenemos aquí una hipótesis para pensar la violencia en la relación de pareja: la impotencia del hombre para ejercer su función lo lleva al ejercicio de un poder. Hoy en día se habla de mujeres maltratadas, de violencia de género. Prefiero hablar de las relaciones de pareja y lo que sucede en ese encuentro íntimo y afectivo y entonces seguir interrogándonos por qué en este marco se da la violencia. Para ello me voy a servir de una distinción clara que permite ubicar estructuralmente las cuestiones, a que hacemos entre pareja imaginaria y pareja simbólica. Siendo la pareja imaginaria una relación sometida a parámetros imaginarios, el amor se degrada en una identificación, quedando la diferencia reducida al máximo, por lo que el mundo del sujeto queda restringido a la dependencia del otro. Esto está propiciado por la historia del sujeto, constituyendo así el terreno oportuno para desatar la violencia Se ataca en el otro rasgos de uno mismo, el criminal se suicida, como solemos ver en muchos casos en los que después de asesinar a una mujer, el hombre, la pareja se suicida. Como bien se ve últimamente en los anuncios contra el maltrato hacia la mujer, en el que se presenta la degradación del partenaire, con palabras tales como: “tú no sabes”, “tú no puedes”, “eres una tal o cual”. Lo único que puede hacer una mujer es identificarse con eso que la nombra. Está el terreno propicio para cultivar el mal que hay en nosotros; la pulsión destructiva, la pulsión de muerte. En contraposición tenemos la pareja simbólica, donde los elementos que están en juego son el reconocimiento y la satisfacción. Si reconozco tu particularidad, te reconozco como sujeto y esto produce una satisfacción simbólica. Esta satisfacción es un límite al goce que está en juego en la pareja imaginaria. Se trata de un amor digno. Cuando aludo a lo simbólico, quiero decir el lenguaje, y ustedes conocen bien eso, es lo que se ha acumulado en los códigos en la historia de los tiempos y eso se diferencia del ser hablante, al que podemos, como dice Jacques Lacan, pensarlo en una cama, una cama para dos, entonces hablamos del goce. El derecho conoce esto cuando habla del derecho consuetudinario, es decir que reconoce el concubinato, dos que se acuestan, pero desconoce lo que está allí en juego. El derecho se sirve de un término que conoce muy bien, el usufructo, para designar que uno puede gozar de un bien a condición de no abusar de él, es decir, con un límite, no lo puede vender, ni empeñar, ni arrasarlo, ni estragarlo. Es decir que el derecho regula lo que tiene que ver con el goce. Podríamos hablar de mujeres estragadas, mujeres que siendo la posesión de un hombre, como dice el título de una película: ”La maté porque era mía”, son estragadas por la pareja. Se considera así a la mujer no como sujeto de pleno derecho sino como objeto de su partenaire. Y esto presentado así es la cara opuesta del amor, es la cara del goce. Letras en la Ciudad L Es del goce que se ocupa el psicoanálisis, y lo que pone opone al amor, rechazando a la mujer por considerarla un límite al goce es el deseo, el deseo de reconocimiento o extraña y enemiga. De esta manera se enuncia que la el deseo de ser reconocido como sujeto. El goce es lo que mujer es Otra para el hombre, es decir que a este homno sirve para nada, no tiene que ver con lo útil. El goce, la bre primitivo le parece incomprensible, llena de secretos, manera de gozar de cada uno, es lo que se trabaja en un extranjera y enemiga. análisis para hacer una conducta, construyendo una ética. El temor se basa quizás en que la mujer es muy difeY su herramienta es el deseo. rente al hombre, mostrándose siempre incomprensible, Disfrutar es el imperativo que está presente hoy en día enigmática, singular y, por todo ello, enemiga. en la cultura, si hay un empuje al goce, puedes disfrutar Se puede oponer el hombre a la mujer como lo mismo más, ya que la sociedad capitalista te brinda los medios y y lo Otro. Otro no como adjetivo, sino como Otro radical, te llama a disfrutar. Frente a esto, entonces la política del incluso no semejante a ella misma. Esta alteridad de la psicoanálisis es satisfacción. Es la manera de reconocer mujer es el principio de la degradación. al sujeto transformado en consumidor de goce y perdido Freud toma de Crawley el tema del “narcisismo de en la multiplicidad de los objetos de consumo. Siendo este las pequeñas diferencias”, y deriva de él, de las pequereconocimiento el que produce satisfacción. ñas diferencias, la hostilidad. Es así que el odio se enlaza Los fenómenos de la violencia hoy en día están pre- al detalle de la diferencia, que en todas las relaciones sentes en la cultura y en la pareja, sea ésta homosexual o heterosexual. El tra“Lo íntimo ha devenido público, hay tamiento que se da mayoritariamente un mayor control social y hay conductas hoy en día a la violencia, es de índole educativo, se trata de reeducar a los que son intolerables socialmente” sujetos en relación a un ideal, pero de esta manera se deja de lado lo particular del sujeto, aquello que es su historia y su peculiar manera de gozar, desear y amar. humanas vemos sobreponerse a los sentimientos de El psicoanálisis sabe del amor porque hizo de él su confraternidad, tirando por tierra el precepto general lazo, la transferencia entre el analizante y el analista, de amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. En siendo este amor al saber el que va a permitir a un sujeto el narcisismo de las pequeñas diferencias lo que se odia encontrarse con esa parte de sí que desconoce, eso que es el goce del Otro. Eso tiene que ver con lo extranjero y anida en él que es su goce. El psicoanálisis llama a ese es el germen de todo racismo: el odio a lo diferente, a lo amor un nuevo amor, porque ese nuevo amor tiene algo extranjero y a la mujer. Con esta tesis tenemos que la viode inédito, y permite al sujeto saber de sus amores y de lencia tiene su causa en el odio a lo diferente, al goce del las repeticiones en la elección de su pareja. Esta elección Otro. Esto se puede hacer patente en alguna estructura está precedida por un encuentro contingente que acon- clínica que otra, en especial en la neurosis obsesiva, en la teció en la vida de un sujeto. Son los divinos detalles que que reina la ambivalencia como afecto, la ambivalencia es hacen de ese partenaire un ser único y excepcional. Esta que el amor se puede transformar en odio, -”no hay amor elección es diferente en el hombre y en la mujer. En el sin odio”- dice el dicho popular. Y llevado a su máxima hombre la elección es la de un partenaire que está fetiexpresión en la paranoia. chizado, por un rasgo que se destaca, imperceptible para Tenemos así esbozadas dos tesis que nos sirven de otros. En la mujer la elección es por amor. Es decir que orientación para pensar la violencia en el seno de la pareja, el hombre elige en relación al deseo y al goce y la mujer la primera se basa en la impotencia del hombre para ejeren relación al amor. Hay por lo tanto una disimetría. cer su virilidad y la segunda nos orienta en relación a la Esto viene a tirar por tierra el mito de la media naranja, pequeña diferencia en la que se enlaza el odio, ya que se el mito platónico del amor como complementariedad. odia la manera diferente de gozar, esta tesis tiene un senAhora bien, en esa elección, diferente para cada cual, la tido fuerte ya que es el origen de todo racismo. violencia puede aparecer, siendo la cara goce del amor. Tomaremos de Freud la tercera contribución a la Psicología de la vida amorosa, con la que cierra la serie de: Sobre una degradación general de la vida erótica y Sobre un tipo especial de elección de objeto en el hombre. En esta tercera contribución El Tabú de la virginidad, en la que toma a la antropología como referencia y nos presenta a través del folklore de los pueblos primitivos, a la mujer como tabú. Lo primitivo hay que pensarlo como lo éxtimo, es decir como aquello exterior que tiene relación con lo íntimo. A partir de esta premisa, tenemos una dificultad interpuesta en el hombre para acceder al goce sexual, cuyo reverso se manifiesta en la mujer como una dificultad para soportar al hombre. Es decir que este texto nos presenta un tabú en el LA AUTORA acceso al Otro sexo: el tabú de gozar. Sabemos que se Ana Lía Gana. A.P. Psicoanalista en Madrid. erige un tabú allí donde se teme un peligro. Los usos Miembro de la ELP y la AMP. tabúes testimonian de la existencia de un poder que se Email: [email protected] Letr as | Nº6 2013 79