REPRESENTAR EL CAPITAL, de Fredric Jameson

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Septiembre
| 47
REPRESENTAR EL CAPITAL,
de Fredric Jameson
Buenos Aires, FCE, 2013.
Esteban Mercatante
No debemos engañarnos por la extensión del reciente
libro de Fredric Jameson sobre el Tomo I de El capital de Karl Marx. Se trata de una obra compleja, que
nos propone una lectura de El capital para los tiempos
actuales. Para Jameson, la cuestión central del Tomo
I está en la representación: cómo reconstruir teóricamente una totalidad de la que solo son visibles sus
síntomas. Ante la dificultad de la tarea resulta inevitable –nos dice Jameson– que cualquier intento sea
una mezcla de éxito y fracaso: partiendo de elementos
individuales, procesos históricos y perspectivas diversas, algunos aspectos quedarán en primer plano y
otros serán omitidos o tergiversados.
Jameson destaca el uso que hace Marx de la figuración.
En parte, sugiere, este uso refleja los procesos de reificación inherentes al capitalismo: la reificación, objetiva
y no meramente ilusoria, es sin embargo un proceso
figurativo, una traslación de una cosa a términos diferentes. Pero Jameson entiende que juega además un
rol específico en la arquitectura de El capital; “es señal
de que el texto de Marx ha ascendido hacia una cierta
consciencia de sí mismo, ha alcanzado una altura desde donde por un instante puede contemplar la totalidad de su objeto” (89). Representar... muestra cómo
Marx encadena una serie de paradojas y enigmas que,
apenas parecen haberse resuelto, dan lugar a otros
de mayor alcance. El capitalismo involucra numerosos
problemas, y su resolución implica una variedad de exploraciones que toman la forma de ondas que se van
superponiendo. Se plantea un problema (por mencionar uno: ¿cómo puede a través del intercambio de equivalentes surgir un plusvalor?); paulatinamente emerge
una resolución al mismo (la adquisición de una mercancía que es generadora de valor, la fuerza de trabajo),
pero esto plantea nuevos problemas (¿cómo puede
esta mercancía generar un valor mayor al que cuesta
sin violar las leyes del intercambio de equivalentes?).
Cada nuevo problema nos obliga a seguir un curso de
investigación que estábamos ya dando por concluido.
Muchas de las cuestiones que se plantean resultan ser
en realidad la misma, e involucran la misma respuesta,
pero en un plano o registro diferente, ilustrando el abordaje dialéctico de la representación de Marx.
Jameson distingue en El capital tres partes diferenciadas. La primera sección, aquella en la que Marx
desentraña las sutilezas metafísicas de la mercancía y
nos revela por qué el dinero debe llegar a ser lo que
es, segregado del mundo de las mercancías, es para
él un breve espectáculo de apertura, un tratado completo por sí mismo. Jameson nos recuerda que Althusser recomendaba en Para leer El capital aproximarse
al libro salteándose estos capítulos, y él no desecha
del todo el planteo. Sin embargo, no debe entenderse
el énfasis en destacar la semiautonomía de la primera sección como una desestimación de la centralidad
que tiene para toda la obra una cuestión que recorre
los primeros capítulos y es fundamental para Marx
desde sus trabajos de juventud: la alienación, tratada
acá más precisamente como enajenación. Esta categoría permanece a la vez central y reconvertida; se
transmuta para Jameson a una dimensión completamente distinta, no filosófica.
A partir de la segunda sección nos confrontamos con
el cuerpo central de la obra, que Jameson sintetiza en
el capítulo “La unidad de los opuestos”. Finalmente,
retomando la analogía musical, Jameson ve los últimos
dos capítulos del Tomo I, “La llamada acumulación originaria” y “La teoría moderna de la colonización”, como
una coda. Una particularidad que encuentra Jameson es
que, a diferencia del resto de la obra no son sincrónicos
sino diacrónicos: el asunto central del libro ha sido concluido, y en estas páginas finales se entrecruzan diversos
temas al tiempo que nos introducen más plenamente en
el devenir histórico. Con esta distinción Jameson parece
seguir los pasos de Althusser; pero ya Karel Kosíc supo
argumentar de forma muy convincente que el entrecruzamiento entre sincronía y diacronía que caracteriza al
método de Marx, recorre toda la obra, y en ningún modo
puede relegarse a una coda.
Respecto del viejo tópico de la relación entre estructura y sujeto, Jameson considera que Marx navega en
El capital en la ambivalencia, pasando de la exaltación
del sistema y sus contradicciones, a resaltar el protagonismo de los proletarios, que con su acción crean a
su verdugo -y pueden, también, liquidarlo.
Sin embargo, Jameson lee El capital como un libro que
no trata de política, ni es siquiera sobre el trabajo, sino
sobre el desempleo, como lo revela el encadenamiento
que constituye el cuerpo central del libro que concluye
en la ley general, absoluta, del capitalismo, que es la
producción de población obrera sobrante. La acumulación de capital se caracteriza por la búsqueda de un
incremento de la productividad industrial que genera
al mismo tiempo capital excedente y desempleo. Las
últimas páginas del libro de Jameson sí remarcan la
significación política de su lectura de El capital. Sostiene que el desempleo es la otra cara ideológica de un
programa basado en la exigencia de “pleno empleo”; al
contrario, para Jameson, se trata de ver de otra manera
a las poblaciones de todo el mundo que “se han caído
de la historia”, poniendo en primer plano la cuestión de
la explotación como punto de partida para comprometerse en una política transformadora a escala global.
Es que para Jameson, la política es un asunto de un
siempre atento oportunismo, y no de la teoría o la filosofía. Y respecto de la teoría política, la identifica con
el constitucionalismo y la considera siempre reaccionaria, además de extemporánea en la época en que el
capital ha fusionado economía y política. Pero además
señala que El capital no es político en el sentido de
que no hay en él consideraciones estratégicas.
Partiendo de una concepción limitada de la política
–cuando en realidad la relación estructura/sujeto es
una dimensión política central–, finalmente Jameson
se inclina a resolver la ambivalencia que encuentra en
el texto de Marx en favor de la estructura. Su acento
en la ausencia de política en el Tomo I de El capital,
revela toda una forma de entender el marxismo, que
descompone lo que es en realidad la unidad de una
visión del mundo, crítica científica de la sociedad, teoría de la revolución y arte de la estrategia. Aunque en
las páginas de El capital no se desarrollan definiciones estratégicas, la crítica inmanente de la sociedad
capitalista y la estrategia revolucionaria guardan una
relación menos “contingente” de lo que asume Jameson. El capital constituía para el propio Marx una parte integrante del “todo artístico completo” que eran
sus escritos (Carta a Engels, 31/7/1865), sin admitir
distinción entre dimensión política y económica de su
labor.
Como no podía ser de otra forma, la representación
de la totalidad que es el Tomo I de El capital por parte de Jameson, que revela nuevas resonancias tanto
como registra omisiones significativas, es también una
mezcla de éxito y fracaso. Intervención polémica que
revisita numerosos tópicos a la vez que produce una
lectura original –tanto como parcial– del Tomo I.
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