F. Scott Fitzgerald • John Cheever

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F. Scott
Fitzgerald
The Curious Case
of Benjamin Button
•
John
Cheever
The Swimmer
Director de la colección: Eduard Sancho
Diseño y maquetación: Berta Obiols, Aina Obiols, Álvaro Pinacho. La japonesa
Biografías y presentaciones de los relatos: Laura Fernández
Traducción del léxico: Brian Brennan, Escarlata Guillén, Stuart Lewis,
Begoña Martínez
Revisión: Andrea Fiumara
Fotografías: F. Scott Fitzgerald © Roger Viollet/Getty Images
John Cheever © Hulton Archive/Getty Images
“The Swimmer”
© 1964, John Cheever. All rights reserved.
No cuts or changes shall be made to the text of the above work without the written
consent of the Author or his agent. No further use of this material in extended
distribution, other media, or future editions shall be made without the express
writen consent of The Wylie Agency (UK) Ltd.
Locución de “The Curious Case of Benjamin Button”: David Tamke
Locución de “The Swimmer”: David Tamke
Estudio de grabación: RecLab
Técnico: Francesc Gosalves
© Difusión, Centro de Investigación y Publicaciones de Idiomas, S.L., 2010
www.difusion.com | www.ponsidiomas.com
Reimpresión: febrero 2011
ISBN: 978-84-8443-677-5
Depósito legal: B-4013-2011
Impreso en España por Novoprint
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ÍNDICE
introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7
F. Scott Fitzgerald
biografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
PRESENTACIÓN DEL RELATO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13
The Curious Case of Benjamin Button . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15
John Cheever
biografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 67
PRESENTACIÓN DEL RELATO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 69
The Swimmer . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 71
INTRODUCCIÓN
Atrévete a leer pequeños clásicos en versión original
Para muchos de nosotros, leer en versión original supone un desafío a menudo difícil de abordar. Acostumbrados a leer en nuestra lengua, nos frustra no entender todas las palabras. ¿Cuántas
veces hemos dejado un libro por evitar estar consultando el diccionario constantemente? A la visita, casi siempre obligada, al
diccionario debe sumársele el desconocimiento de las referencias culturales, y la dificultad de percibir los matices y la ironía
del autor. En definitiva, nos fastidia no llegar a comprender la
esencia del relato y eso a menudo nos lleva a cerrar el libro e ir
en busca de la siempre amable versión traducida.
Ahora podemos evitar dar este paso atrás. Así como contemplar un cuadro original es una experiencia única e incomparable a
la de echar un vistazo al póster que lo reproduce, en PONS Idiomas creemos que leer en versión original también constituye una
experiencia única. Y no queremos renunciar a ella porque sus
beneficios son infinitos. No solo se aprende, también se disfruta
y se capta como no es posible de otra manera el verdadero espíritu del relato. Insistiendo en la comparación con la pintura, cada
trazo, cada palabra, exactamente como fue escrita, exactamente
como fue dibujado, resultan únicos. La traducción es solo una
lectura subjetiva del texto, una manera posible de desentrañar
el universo de un autor mediante un proceso de reescritura del
original en otro idioma, pero no la única.
Para que te animes a pasar al otro lado y puedas extraer tu
propia interpretación de los textos, hemos preparado la colección
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INTRODUCCIÓN
read & listen,
que ofrece a los lectores hispanohablantes los
mejores relatos cortos de los autores más prestigiosos en lengua
inglesa —muchos de ellos premios Nobel, otros, a punto de serlo—, junto con las herramientas necesarias para comprenderlos
en su totalidad.
Se acabó leer con el diccionario al lado. Cada relato incluye
un extenso glosario para que no pierdas el hilo de la narración.
El glosario, además de todas las palabras que podrías no entender, recoge referencias culturales, aclara los matices y permite
comprender hasta el último giro irónico del texto. Si te interesa
practicar la comprensión oral o simplemente escuchar el texto
mientras lo vas leyendo, nada más sencillo: siéntate, relájate y
deja que un locutor nativo te cuente la historia, pues cada título
incluye un CD con la versión sonora de los relatos. Porque no hay
mejor manera de poner a tu alcance estas obras maestras que
rompiendo las barreras que te han mantenido alejado de ellas
durante tanto tiempo. ¿Quién dijo miedo al clásico?
Y hablando de clásicos... Los relatos han sido seleccionados
según cumplieran dos condiciones: en primer lugar, tenían que
ser textos sugerentes y no demasiado complejos lingüísticamente; y en segundo lugar, tenían que ser retazos de un mundo propio, el de su autor, clásicos en miniatura, de aquellos que no se
olvidan, que deben leerse con cuidado, degustando cada frase,
cada palabra, y que son capaces de convertir a sus personajes
en seres que creíste conocer, que conoces, y que pasan a ser
parte de tu vida. Instantes detenidos en el tiempo sin los que la
historia de la literatura no sería la misma.
Creemos que, después de años aprendiendo inglés, ha llegado el momento de disfrutar. Te lo mereces.
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F. Scott
Fitzgerald
The Curious Case
of Benjamin Button
“Blind with enchantment,
he felt that life was just
beginning.”
BIOGRAFÍA
F. Scott Fitzgerald
Niño mimado y escritor maldito, Francis Scott Fitzgerald es, junto
a William Faulkner y a Ernest Hemingway, uno de los miembros
más destacados de la llamada Generación Perdida (aquella que
forman los escritores norteamericanos nacidos a finales del siglo xix que tuvieron que vérselas en su juventud con la Primera Guerra Mundial). Nacido en Saint Paul, Minnesota, en 1896,
Scott Fitzgerald tuvo claro desde niño que quería ser escritor.
Es más, tuvo claro que quería ser un escritor maldito. Por eso
escribió a toda prisa su primera novela, The Romantic Egotist ,
cuando estalló la Gran Guerra y se alistó en el ejército (allá por
1917, cuando tenía 21 años). La terminó en un campamento militar creyendo que moriría en el frente y se convertiría en un clásico instantáneo. Por suerte, la guerra acabó antes de que fuera
llamado a filas.
En uno de los campamentos había conocido a Zelda Sayre,
la chica por la que era capaz de cruzar el país en una chatarra
rodante (como acostumbraban a llamar a su viejo Marmon de
segunda mano) y con la que acabó casándose en 1920, una semana después de que la versión retocada de The Romantic Egotist , publicada aquí como A este lado del paraíso, se convirtiera
en un éxito de ventas. Hasta entonces, Scott Fitzgerald se había
dedicado a la publicidad y a escribir relatos que vendía a revistas
de todo tipo (incluidas de motor), y tuvo que seguir haciéndolo,
porque Zelda se negó a trabajar y su derrochador tren de vida
convirtió a Scott Fitzgerald en un incansable cuentista.
12
BIOGRAFÍA
Publicada en 1922, su segunda novela, The Beautiful and
Damned (Hermosos y malditos), se nutre de esos primeros años
con Zelda y sienta las bases del desencanto existencial que
marcó su vida y su obra. Durante la década de los 20, Fitzgerald
se convierte en un clásico vivo (The Great Gatsby se publicó en
1925), viaja a Europa, se hace amigo de Hemingway y parece
que recupera las riendas de su descontrolado y enfermizo día
a día. Pero resulta ser un espejismo. En 1930, Zelda ingresa en
un psiquiátrico. Sufre esquizofrenia. Las facturas del hospital se
suman a las del colegio de su único hijo (al que la pareja abandonó muy pronto) y a las botellas de whisky que se acumulan en
la despensa. Scott Fitzgerald consigue acabar su cuarta novela,
Tender is the Night (Suave es la noche), pero debe lanzarse a los
brazos de Hollywood y ponerse a escribir comedias para llegar
a fin de mes. Con todo, sigue escribiendo cuentos en los que se
suceden relaciones tormentosas entre tipos que saben demasiado y chicas guapas demasiado retorcidas.
Su tardía necesidad de escribir guiones cinematográficos le
obliga a mudarse a Hollywood, donde conoce a Sheilah Graham,
una admiradora dispuesta a sacarle del agujero y que nunca fue
más que una sombra de la caprichosa y desequilibrada Zelda.
Mientras trataba de escribir su quinta novela, The Last Tycoon
(El último magnate), siempre acompañado de su copa de más,
un ataque al corazón lo fulminó. Corría el año 1940 y acababa de
cumplir los 44. Ya no cumpliría ninguno más. Ocho años después
le siguió Zelda, quien murió en el incendio del psiquiátrico en el
que estaba interna. Tenía 47 años.
Laura Fernández
PRESENTACIÓN DEL RELATO
The Curious Case of Benjamin Button
Allá por 1860, el Hospital Privado para Damas y Caballeros de
Maryland fue testigo del nacimiento de un señor de setenta
años. Así, sin más. Un señor de setenta años que, en cuanto vio
a su padre, le pidió un bastón. Y luego le pidió un traje de señor
de setenta años. “¿No pretenderás que salga de aquí envuelto
en una manta?”, inquirió el viejo bebé, que, por cierto, tenía el
pelo blanco. Así que el padre, un tipo llamado Roger Button, al
que hasta entonces la vida había sonreído, no tuvo más remedio
que confundir al dependiente de una tienda de ropa para bebés.
“¿No acaba de decir que su hijo tiene seis horas de vida?”, le
pregunta el dependiente cuando descubre a Roger tratando de
desnudar a un maniquí ataviado con lo que parece un traje de
mosquetero. “En realidad quise decir dieciséis años”, responde
Button. “¿Cómo vas a llamarme, papá?”, pregunta el viejo recién
nacido a la salida del hospital, a lo que Roger responde: “No lo
sé, creo que Matusalén”.
Así arranca “The Curious Case of Benjamin Button”, la historia del único bebé del mundo que en vez de cumplir años, los
descumple. Cada día que pasa, Benjamin (nombre con el que al
final bautizan al viejo) es un poco más joven. Las arrugas se desdibujan, el pelo se vuelve más fuerte y más negro (poco a poco
va abandonando el tinte que su padre le obliga a usar desde que
nace) y sus conocimientos menguan. Así, se casa cuando apenas
tiene 18 años (pero aparenta 50) y empieza la universidad a los 57
(cuando aparenta 23). Si al principio se lleva bien con su abuelo
14
PRESENTACIÓN DEL RELATO
(y mantiene con él largas conversaciones en la mecedora), luego
empieza a llevarse mejor con su padre (llega el día en que parecen hermanos) y por supuesto llega el momento en el que su hijo
Roscoe parece doblarle la edad.
“The Curious Case of Benjamin Button” se publicó por primera
vez en la revista Collier’s en 1921 para más adelante formar parte
de la antología Tales of the Jazz Age, siempre ocupando el lugar más destacado (a menudo esa misma antología llevaba por
título The Curious Case of Benjamin Button and Other Jazz Age
Stories), puesto que ha sido considerado siempre su mejor relato
corto. Escrito de forma sencilla, casi infantil, a la manera de una
fábula para adultos, el lector iniciado podrá disfrutar sin apenas
dudas de la historia del tipo que vivió a contracorriente (el bebé
nacido viejo es un brutal ejemplo del diferente, el que no encaja)
y siempre podrá apoyarse en el glosario para despejar incógnitas.
Para aquellos que quieran practicar la pronunciación o disfrutar
de su comprensión, nada mejor que prestar sus oídos a la versión
audio del relato que se incluye en el CD.
Prepárate, pues, para sumergirte en el camino de vuelta de
Benjamin Button a la cuna de la que quiso salir en cuanto nació,
por encontrarla, en su momento, demasiado incómoda para sus
maltratados huesos. Un camino de vuelta que funciona como
alegoría de la vida del autor, el tipo que creyó que el dinero y la
juventud eran eternos y que se acostumbró a vivir al margen de
una sociedad que se lo permitió todo a cambio del vacío existencial. “The Curious Case of Benjamin Button” es, en definitiva, una
pequeña obra maestra del desencanto, una especie de oda a la
vida que no elegimos.
Laura Fernández
The Curious
Case of
Benjamin
Button
1
As long ago as 1860 it was the proper thing to be born
at home. At present, so I am told, the high gods of medicine have decreed1 that the first cries2 of the young shall be
uttered 3 upon the anaesthetic air of a hospital, preferably a
fashionable one. So young Mr. and Mrs. Roger Button were
fifty years ahead of style when they decided, one day in the
summer of 1860, that their first baby should be born in a
hospital. Whether this anachronism had any bearing4 upon
the astonishing history I am about to set down5 will never
be known.
I shall tell you what occurred, and let you judge for
yourself.
The Roger Buttons held an enviable position, both social
and financial, in ante-bellum Baltimore6. They were related
to the This Family and the That Family, which, as every
Southerner knew, entitled them to membership in that enormous peerage7 which largely populated the Confederacy8.
1 have decreed: han decretado • 2 the first cries: los primeros llantos •
3 shall be uttered: deben ser proferidos • 4 had any bearing: tenía alguna
relación • 5 about to set down: a punto de relatar • 6 ante-bellum Baltimore: ciudad de Baltimore antes de la Guerra Civil (1861-1865) • 7 peerage: nobleza • 8 Confederacy: nombre de los estados del Sur cuyo intento
de separarse de la Unión significó el inicio de la Guerra Civil
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F. SCOTT FITZGERALD
This was their first experience with the charming old custom of having babies—Mr. Button was naturally nervous.
He hoped it would be a boy so that he could be sent to
Yale College in Connecticut, at which institution Mr. Button himself had been known for four years by the somewhat
obvious nickname1 of “Cuff 2”.
On the September morning consecrated to the enormous
event he arose3 nervously at six o’clock, dressed himself, adjusted an impecable stock4, and hurried forth5 through the
streets of Baltimore to the hospital, to determine whether 6
the darkness of the night had borne in new life upon its
bosom7.
When he was approximately a hundred yards8 from the
Maryland Private Hospital for Ladies and Gentlemen he saw
Doctor Keene, the family physician9, descending the front
steps, rubbing his hands together10 with a washing movement—as all doctors are required to do by the unwritten
ethics of their profession.
Mr. Roger Button, the president of Roger Button & Co.,
Wholesale Hardware11, began to run toward Doctor Keene
with much less dignity than was expected from a Southern
gentleman of that picturesque period. “Doctor Keene!” he
called. “Oh, Doctor Keene!”
The doctor heard him, faced around12, and stood waiting,
1 nickname: apodo • 2 cuff: puño de camisa • 3 he arose: se levantó •
4 adjusted an impeccable stock: se hizo un nudo de corbata impecable •
5 hurried forth: se apresuró • 6 whether: si • 7 bosom: seno • 8 yard:
yarda (0,91 m) • 9 physician: médico (forma antigua) • 10 rubbing his
hands together: frotándose las manos • 11 Wholesale Hardware: productos de ferretería al por mayor • 12 faced around: se dio la vuelta
THE CURIOUS CASE OF BENJAMIN BUTTON
19
a curious expression settling on his harsh1, medicinal face as
Mr. Button drew near2.
“What happened?” demanded Mr. Button, as he came up
in a gasping rush3. “What was it? How is she? A boy? Who
is it? What—— ”
“Talk sense!” said Doctor Keene sharply. He appeared
somewhat irritated.
“Is the child born?” begged Mr. Button.
Doctor Keene frowned4. “Why, yes, I suppose so—after a
fashion5.” Again he threw a curious glance at Mr. Button6.
“Is my wife all right?”
“Yes.”
“Is it a boy or a girl?”
“Here now7!” cried Doctor Keene in a perfect passion of
irritation8, “I’ll ask you to go and see for yourself 9. Outrageous10 !” He snapped11 the last word out in almost one syllable, then he turned away muttering12 : “Do you imagine a
case like this will help my professional reputation? One more
would ruin13 me—ruin anybody.”
“What’s the matter?” demanded Mr. Button appalled14.
“Triplets15?”
“No, not triplets!” answered the doctor cuttingly16. “What’s
1 harsh: dura • 2 drew near: se acercaba • 3 in a gasping rush: jadeando
por la carrera • 4 frowned: frunció el ceño • 5 after a fashion: de alguna
manera • 6 he threw a furious glance at Mr. Button: lanzó una mirada
furiosa al Sr. Button • 7 here now!: ¡pero bueno! • 8 in a perfect passion
of irritation: en un arrebato de ira con todas las de la ley • 9 see for yourself: véalo usted mismo • 10 outrageous!: ¡escandaloso! • 11 he snapped:
dijo con brusquedad • 12 muttering: refunfuñando • 13 ruin: arruinar •
14 appalled: consternado • 15 triplets: trillizos • 16 cuttingly: de forma
cortante
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F. SCOTT FITZGERALD
more, you can go and see for yourself. And get another doctor. I brought you into the world, young man, and I’ve been
physician to your family for forty years, but I’m through
with you1! I don’t want to see you or any of your relatives2
ever again! Good-by!”
Then he turned sharply3, and without another word
climbed into his phaeton4, which was waiting at the curbstone5, and drove severely away.
Mr. Button stood there upon the sidewalk, stupefied and
trembling from head to foot. What horrible mishap6 had occurred? He had suddenly lost all desire to go into the Maryland Private Hospital for Ladies and Gentlemen—it was with
the greatest difficulty that, a moment later, he forced himself
to mount the steps7 and enter the front door.
A nurse was sitting behind a desk in the opaque gloom8 of
the hall. Swallowing his shame9, Mr. Button approached her.
“Good-morning,” she remarked, looking up at him
pleasantly.
“Good-morning. I—I am Mr. Button.”
At this a look of utter10 terror spread itself over girl’s face.
She rose to her feet11 and seemed about to fly from the hall,
restraining herself 12 only with the most apparent difficulty.
“I want to see my child,” said Mr. Button.
1 I’m through with you: he acabado con ustedes (mi relación) • 2 relatives:
parientes • 3 he turned sharply: se giró bruscamente • 4 phaeton: tipo
de carruaje • 5 curbstone: bordillo de la acera • 6 mishap: percance •
7 to mount the steps: subir los escalones • 8 opaque gloom: penumbra
opaca • 9 swallowing his shame: tragándose la vergüenza • 10 utter: total,
absoluto • 11 she rose to her feet: se puso de pie • 12 restraining herself:
conteniéndose
THE CURIOUS CASE OF BENJAMIN BUTTON
21
The nurse gave a little scream. “Oh—of course!” she cried
hysterically. “Up-stairs. Right up-stairs. Go—up!”
She pointed the direction, and Mr. Button, bathed in cool
perspiration1, turned falteringly2, and began to mount to the
second floor. In the upper hall he addressed another nurse
who approached him, basin3 in hand. “I’m Mr. Button,” he
managed to articulate. “I want to see my—”
Clank! The basin clattered to the floor4 and rolled 5 in the
direction of the stairs. Clank! Clank! It began a methodical
decent as if sharing in the general terror which this gentleman provoked.
“I want to see my child!” Mr. Button almost shrieked6.
He was on the verge of collapse.
Clank! The basin reached the first floor. The nurse regained control of herself 7, and threw Mr. Button a look of
hearty contempt8.
“All right, Mr. Button,” she agreed in a hushed9 voice.
“Very well! But if you knew what state it’s put us all in this
morning! It’s perfectly outrageous! The hospital will never
have the ghost of 10 a reputation after—”
“Hurry!” he cried hoarsely11. “I can’t stand this!”
“Come this way, then, Mr. Button.”
He dragged himself after her12. At the end of a long hall
1 perspiration: sudor • 2 turned falteringly: se giró balbuceando • 3 basin:
cuenco • 4 clattered to the floor: repiqueteó contra el suelo • 5 rolled:
rodó • 6 shrieked: gritó • 7 the nurse regained control of herself: la
enfemera recuperó la compostura • 8 threw Mr. Button a look of hearty
contempt: lanzó al Sr. Button una mirada llena de desprecio • 9 hushed:
apagada • 10 a ghost of: ni un atisbo de • 11 hoarsely: con la voz quebrada
• 12 he dragged himself after her: la siguió sin ganas
22
F. SCOTT FITZGERALD
they reached a room from which proceeded a variety of
howls1—indeed, a room which, in later parlance, would have
been known as the “crying-room.” They entered. Ranged
around the walls were half a dozen white-enameled rolling
cribs2, each with a tag3 tied at the head.
“Well,” gasped Mr. Button, “which is mine?”
“There!” said the nurse.
Mr. Button’s eyes followed her pointing finger, and this is
what he saw. Wrapped4 in a voluminous white blanket, and
partly crammed5 into one of the cribs, there sat an old man
apparently about seventy years of age. His sparse6 hair was almost white, and from his chin7 dripped a long smoke-colored
beard8, which waved absurdly back and forth, fanned by the
breeze coming in at the window9. He looked up at Mr. Button
with dim, faded eyes10 in which lurked11 a puzzled question12.
“Am I mad?” thundered Mr. Button, his terror resolving
into rage. “Is this some ghastly13 hospital joke?
“It doesn’t seem like a joke to us,” replied the nurse severely. “And I don’t know whether you’re mad or not—but
that is most certainly your child.”
The cool perspiration redoubled14 on Mr. Button’s forehead15. He closed his eyes, and then, opening them, looked
1 howls: berridos • 2 white-enameled rolling cribs: cunas con ruedas esmaltadas de blanco • 3 tag: etiqueta • 4 wrapped: envuelto • 5 crammed:
embutido • 6 sparse: escaso • 7 chin: barbilla • 8 a long smoke-colored
beard: una barba larga de color humo • 9 fanned by the breeze coming in
at the window: abanicada por la brisa que entraba por la ventana • 10 dim,
faded eyes: los ojos nublados y apagados • 11 lurked: se escondía • 12 a
puzzled question: una pregunta de desconcierto • 13 ghastly: macabra •
14 redoubled: se intensificó • 15 forehead: frente
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