Rima LIII, «Volverán las oscuras golondrinas

Anuncio
Rima LIII, «Volverán las oscuras golondrinas»
GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER
Antes de leer
Vocabulario
La poesía de Gustavo Adolfo Bécquer surge en las
postrimerías del romanticismo español, señalando la
línea divisoria en que comienza su curso la poesía
contemporánea. Olvidado por muchos años, fue
reivindicado primero por Rubén Darío, piedra capital
del modernismo poético, y luego por los poetas de la
generación del 27, que aprendieron a apreciar a
Bécquer gracias al inspirado magisterio del poeta
español Juan Ramón Jiménez. Hombre de profundas
contradicciones, Bécquer llevó una vida doble: la del
funcionario oportunista vinculado al sector político
conservador y la del poeta, entregado a la expresión
intimista de sus sentimientos. Su temprana muerte,
cuando apenas tenía treinta y cuatro años, se debió a
una vieja dolencia indeterminada, probablemente
agravada por su incorregible bohemia. Murió en la
pobreza.
Para Bécquer, la realidad es una fuente inagotable
de misterios, un enigma infinito que trastoca todo
sentimiento; la misión del poeta consiste en expresar
por medio de palabras la vibración trascendental de
tales sentimientos. Y puesto que esa realidad sentida
es un arcano, puesto que su esencia, su razón de ser,
no será jamás descubierta, la eternidad de la poesía
está garantizada. El manifiesto de Bécquer podría
resumirse en estos versos de la «Rima IV»: «mientras
haya un misterio para el hombre / ¡habrá poesía!».
La Rima LIII evoca un hermoso idilio. El lector no
llega a saber por qué, pero el idilio ha llegado a su fin.
No le queda a la voz poética más que el agridulce
recuerdo de la dicha que compartieron los dos y la
conciencia de que la amada jamás volverá a ser tan
adorada por otro como cuando las golondrinas que
venían conocían los nombres de los dos.
absorto—embelesado; hipnotizado; extasiado.
cristal (m.)—vidrio de las ventanas.
desengañarse—no hacerse ilusiones; volver a la
realidad; no mentirse.
dicha—felicidad; alegría.
escalar—trepar; subir.
golondrina—pájaro de alas largas, cola ahorquillada y
plumaje dorsal oscuro; cada año vuelve al mismo
sitio a colgar su nido.
madreselva—planta arbustiva, trepadora, de flores
olorosas.
mudo—callado; sin decir palabra.
rocío—humedad en el aire que se condensa durante la
noche.
tapia—muro bajo construido de piedras o ladrillos.
tupido—numeroso; apretado; aglomerado.
Abriendo puertas: Recursos en línea
Al leer
Consúltese la Guía de estudio como herramienta
para comprender mejor esta obra.
Después de leer
Conviene saber que Bécquer intentó explicar el
nacimiento de su poesía en la introducción sinfónica
de sus Rimas. En tal introducción el poeta nos habla
de los sentimientos trastocados, las impresiones, las
ideas que nacen del encuentro entre su extraordinaria
sensibilidad y el mundo misterioso que le rodea, y les
llama «hijos de su fantasía». Esas vivencias interiores,
que habitan los rincones más sombríos de su cerebro,
bullen en las noches de insomnio y pugnan por salir a
la superficie, causando en el poeta un gran
desasosiego y abatimiento. Bécquer, buscando
liberarse de tal peso, entiende que el único medio de
lograrlo es la palabra, dándole de esta manera a la
poesía una misión catártica. Desgraciadamente las
palabras son demasiado austeras, demasiado pobres
para expresar un mundo tan rico y complejo; por eso
1
© Houghton Mifflin Harcourt Publishing Company
Bécquer se resigna a escribir una poesía consciente de
sus limitaciones. En cierta parte de la introducción
sinfónica se dirige a esos hijos de su fantasía en tono
exclamativo: «Andad y vivid con la única vida que
puedo daros. Mi inteligencia os nutrirá lo suficiente
para que seáis palpables; os vestirá, aunque sea de
harapos, lo bastante para que no avergüence vuestra
desnudez».
Conviene saber que la vida de Bécquer fue breve
y tempestuosa—la de un poeta romántico por
antonomasia. Perdió sus padres siendo aún niño.
Sostuvo relaciones sentimentales con diferentes
mujeres. (Como señala su biógrafo Rafael
Montesinos, los críticos han intentado a lo largo de
los años identificar las mujeres específicas a las que
iban dirigidos sus poemas, no siempre con éxito.)
Padeció diferentes problemas de salud. En una
ocasión se enfermó de una dolencia contagiosa, la
cual terminaría ocasionando su muerte.1 Según
Montesinos, Bécquer acudió a un medico especialista
en esa enfermedad y conoció a la hija de éste, de
quien se enamoraría y con que se casaría, aunque se
separarían cuando la mujer dio a luz a un niño del
cual Bécquer no era el padre.2
Conviene saber que el romanticismo se manifestó
no sólo en la literatura sino también en las otras
artes—la música y la pintura en especial. Surge en
Europa—sobre todo en Alemania e Inglaterra—por lo
menos en parte como reacción al neoclasicismo.
Frente a la estética depurada—algunos dirían fría—de
este movimiento, los románticos buscan escribir obras
más personales, que reflejen de manera más directa
las emociones y la relación entre el artista y su
contorno. De aquí que la naturaleza y su relación con
el estado anímico del poeta sea un tema recurrente en
las obras de este movimiento, como por ejemplo la
«Rima LIII». Asimismo, mientras los neoclásicos
solían buscar inspiración en el pasado grecorromano,
los románticos se interesaban más por los mitos y
tradiciones de sus propios países, sean estos la
historia escocesa en el caso de Walter Scott o la
mitología germánica en algunos compositores
1
2
alemanes. Habría que reconocer que esto no es tanto
el caso en la poesía de Bécquer. Además, muchos
románticos se interesaron por cuestiones relacionadas
con la muerte, y de hecho la muerte es una
preocupación frecuente en Bécquer.
Conviene saber que prueba del valor de la poesía
de Bécquer es que es apreciada tanto por estudiosos
como por lectores no especialistas. Juan Luis Alborg
dedica casi cien páginas al poeta en su magistral
Historia de la literatura española.3 A la vez, poemas
como la «Rima LIII» siempre han sido leídos en
escuelas y en todo el mundo de habla hispana.
Conviene saber que la «Rima LIII» es la más
famosa de todas las que escribió Bécquer. A lo largo
de sus estrofas se siente una nostalgia trascendental
por todo aquello que fue; por los seres, las cosas y las
circunstancias que el tiempo ha devorado sin piedad.
La voz poética observa con melancolía que lo que
él y su amante antes tuvieron, ya no lo volverán a
tener. Su amor no ha sido inmutable. La subjetividad
de los recuerdos de las cosas idas es una fundamental
característica romántica. El sentimiento es romántico,
así como también el tono nostálgico del poema.
Como experiencia para el principiante en el estudio
de la poesía, Bécquer en este poema nos brinda un
instrumento que sirve maravillosamente como primer
paso al estudio de los elementos formales de un
poema, y la manera en que éstos se conjugan con su
sustancia: la idea que expresa y evoca. Pues, aunque
romántico en su fondo, en su forma la Rima LIII no
es nada desaforada; respeta un orden casi del todo
clásico. Sobresale la lógica matemática de su
estructura, y el lector atento la seguirá fácilmente.
Al hacerlo, se hará, en el futuro, más competente
como observador del plan lírico de otros poemas,
sintiéndose cada vez más capaz de distinguir el diseño
conscientemente ideado por los poetas al encarnar en
un poema sus ideas.
En la Rima LIII, hay una voz poética; es la voz que
oímos hablar de comienzo a fin. Habla directamente a
alguien: dice «tu balcón», «tu hermosura», y «tu
jardín». Este recurso poético se llama apóstrofe,
particularmente cuando la voz poética busca
Montesinos, Introducción, 28.
Montesinos, Introducción, 30-39.
Abriendo puertas: Recursos en línea
3
2
Alborg, El romanticismo, 742-846.
© Houghton Mifflin Harcourt Publishing Company
tradicional y armónico, con una métrica y un esquema
de rima que se prestan para darle vida.
Cada una de las seis estrofas que se alternan—
cotejando aquello que tuvimos, con la conciencia de
que nunca volverá—consta de 3 versos
endecasílabos—tipo de verso, para los tiempos de
Bécquer, clásico, y nada revolucionario—rematados
en un solo heptasílabo. Cada heptasílabo, corto en
comparación, enfoca al lector en el ritmo no sólo
formal sino conceptual del poema: el mundo seguirá;
lo nuestro se acabó. Al llegar al heptasílabo de la
última estrofa, oímos a la voz poética amargamente
declarar que la amante volverá a ser amada por otros,
pero no «como yo te he querido».
Bécquer opta, en sus versos pares, por usar rima
consonante—conocida como «rima perfecta», pues,
riman, a partir de la última sílaba tónica, tanto las
consonantes como las vocales. Ésta es rima más
completa que la rima asonante—es decir, aquella en
la que sólo riman las vocales—y más satisfactoria
para el oído, y, en los mismos versos pares, opta por
usar versos agudos. Éstos, con su ritmo, impulsan al
lector adelante, hacia el futuro adonde lleva también
el ímpetu de los pensamientos de la voz poética, su
futuro a solas, sin la persona amada.
convencer de algo a su interlocutora y moverla a
alguna acción, como aquí en la última estrofa:
«Desengáñate…!».
Si el lector se pasea por la Rima LIII de comienzo
a fin, verá que la interlocutora no habla, y no tiene
nombre; sin embargo, una cosa es cierta: estuvo antes
muy presente en la vida de la voz poética: las
golondrinas contemplaban a la vez «tu hermosura» y
«mi dicha»; «mirábamos» las gotas de rocío temblar y
caer; y ahora está ausente.
Tal vez los estudiantes encuentren interesante el
hecho lingüístico del idioma de la tribu indígena de
los navajos, que tiene, no las tres personas
acostumbradas—primera, segunda y tercera—de los
idiomas más hablados del mundo, sino una cuarta,
reservada para dirigirse a la persona ausente. No así el
español. No obstante, a esta interlocutora del poema
de Bécquer, la amada de la voz poética, la sentimos
ausente.
La Rima LIII tiene seis estrofas, un número par.
Sus estrofas impares—primera, tercera y quinta—se
enfocan, cada una, en un aspecto de los recuerdos de
la voz poética, del tiempo que pasó en compañía de la
amada. Cada aspecto se define por un elemento de la
naturaleza: el de la primera estrofa, las golondrinas
que antes «veíamos», en «tu» balcón, colgar sus
nidos; el de la tercera, las madreselvas en flor que
antes escalaban las tapias de «tu» jardín; el de la
quinta, las palabras ardientes que antes sonaban en
«tus» oídos. Dará que hablar, seguramente, a los
estudiantes el nexo que crea el poeta entre
golondrinas, madreselvas y las palabras ardientes de
un amante.
Las estrofas pares—segunda, cuarta, y sexta—
presentan, cada una, una melancólica contraposición a
los recuerdos felices de las estrofas impares. Volverán
golondrinas, madreselvas y palabras ardientes; pero
las «nuestras»—las que conocían nuestros nombres,
las que veíamos nosotros, las palabras mías sonando
en tus oídos—nunca más volverán.
La idea sentimental de que tú te irás pero nunca
más experimentarás un amor como el que tuvimos,
lejos de ser novedosa, encuentra eco en corazones
humanos de toda generación humana. Para transmitir
a su lector su experiencia, el poeta ideó un andamio
Abriendo puertas: Recursos en línea
Bibliografía
Alborg, Juan Luis. El romanticismo. Tomo 4 de
Historia de la literatura española. Madrid:
Gredos, 1992.
Bécquer, Gustavo Adolfo. Rimas. Madrid: Cátedra,
2000.
Bynum, B. Brant. The Romantic Imagination in the
Works of Gustavo Adolfo Bécquer. Chapel Hill:
U North Carolina Dept. of Romance Languages,
1993.
De la Fuente, Carlos. Prólogo a Rimas, de Gustavo
Adolfo Bécquer. Barcelona: Verón, 1982.
Montesinos, Rafael. 1982. Introducción a Rimas, de
Gustavo Adolfo Bécquer. Madrid: Cátedra,
2000.
3
© Houghton Mifflin Harcourt Publishing Company
Descargar