Los dictadores benevolentes

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EL PAÍS, lunes 20 do agosto do 2012
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P J.
OPINION
Los dictadores benevolentes
La UE y Alemania usan el euro como instrumento de dominación cuasi colonial para imponer medidas
de austeridad y reducción salarial. Los "mercados" no son los malos de esta película; solo reaccionan
Por ANTON COSTAS
ara cualquier persona que no esté
cegada por su ideología o sus intereses particulares, debería saltar a la
vista que la política de austeridad compulsiva y caídas de salarios no funciona. Dos
recesiones económicas en tres años y la
existencia de una depresión rampante es
algo que nunca habíamos visto desde los
años treinta del siglo pasado.
La recesión de 2008 fue provocada por
la crisis financiera de 2008. Pero la recaída en la recesión, después de que las economías hubiesen comenzado a recuperarse en 2010, ha sido provocada por la política de austeridad y reducciones salariales.
La terquedad con la que se impone esa
estrategia desde las instituciones europeas y se practica por nuestros Gobiernos
pone al descubierto una sorprendente indiferencia a sus severos costes humanos. Y
manifiesta también una llamativa ceguera
frente a los estropicios democráticos que
ocasiona: el recurso a gobiernos tecnocráticos y el aumento de apoyo político a opciones populistas y radicales.
¿Cómo explicar esta tozudez y ceguera
política? Podemos hacer dos hipótesis. La
primera es que crean en la idea de la "austeridad expansiva". Pero es difícil sostenerla. La investigación económica no encuentra efectos expansivos en este tipo de políticas y, por el contrario, alerta de sus costes.
Aunque sean tozudos, hay que suponer
que están informados. La segunda es que
los Gobiernos y las autoridades europeas
se comportan como dictadores benevolentes y practican contrabando de reformas.
Vale la pena explorar esta hipótesis.
'lodo estudiante de un curso de Introducción a la Economía de Mercado aprende dos principios básicos. El primero es
que las personas tienen distintas preferencias acerca de los bienes privados y las
políticas públicas que mejor satisfacen su
bienestar. El segundo es que los mercados y las políticas solo funcionan bien
cuando tienen en cuenta esas preferencias sociales.
Muchos políticos y economistas metidos a reformadores olvidan estos principios y se comportan como dictadores benevolentes. Dictadores, porque imponen sus
propias preferencias a la sociedad; y benevolentes, porque creen estar haciéndole
un favor, en la medida en que esta tendría
un velo de ignorancia que le impide ver
cuáles son sus verdaderos intereses a largo plazo.
Bienintencionados, los dictadores benevolentes acostumbran a practicar el contrabando de reformas. Es decir, venden como verdaderas reformas lo que no son sino políticas movidas por su propia ideología o por intereses de grupos que han conseguido capturar las políticas en su beneficio. Se pueden poner muchos e,jemplos,
pero quizá el más evidente es la sanidad.
Nuestros Gobiernos venden como reformas sanitarias lo que son amputaciones
del sistema público de salud que responden a su ideología sobre los servicios públicos o a intereses de grupos económicos.
Pero, se me puede objetar, ¿acaso no es
cierto que las sociedades pueden no ver la
necesidad del cambio? En ese caso, ¿no es
función de la política liderar las reformas?
Sin duda, pero liderar no es imponer sino
persuadir.
La economía política de las reformas
enseña que no hay reforma eficaz ni sostenible si no cuenta con el apoyo de una
amplia corriente de opinión pública. Eso
es también lo que nos dice el conocimiento existente. Una investigación reciente en-
p
cuentra que el "apoyo social" es clave para
el éxito de los procesos de ajuste fiscal
(Paolo Mauro, Chipping Away al Public
Debí. Sourccs of Failures and Keys lo Success in Fiscal fl(jjustmcnt, FMI, 2011). Cuando las reformas se imponen, además de no
ser eficaces, el malestar social acaba moviendo violentamente el péndulo de la polí-
Incapaces de persuadir, los dictadores benevolentes que practican el contrabando de reformas apelan con frecuencia a la retórica del "sufrimiento" y al
"decreto ley".
En primer lugar, se comportan como
malos médicos. La buena práctica clínica
obliga al cirujano a informar de forma ve-
ki
¡
Venden corno reformas
las políticas movidas
por su propia ideología
opor intereses de grupos
Las exigencias que ahora
imponen a Grecia,
Portugal, Irlanda y España
benefician a sus bancos
tica contra ellas. La huelga general del 28
de diciembre de 1988 contra la política de
Felipe González o el retroceso de José María Aznar en su decretazo laboral son buenos ejemplos.
EULOGIA MERLE
raz al paciente y a que sea este quien tome
la decisión final; y, en su caso, a practicar
la cirugía con el mínimo dolor. La buena
práctica política debe hacer lo mismo con
las reformas. Sin embargo, no sucede así
con las políticas de austeridad y reformas
que practican nuestros Gobiernos bajo el
dictado de Bruselas, Berlín y Fráncfort.
En la medida en que la explicación que
utilizan para imponer la austeridad y las
reformas no es veraz, quien más está actuando como dictador benevolente y haciendo contrabando de reformas son las
autoridades europeas y el Gobierno alemán. La visión liberal-conservadora germánica de las causas del sobreendeudamiento es errónea, interesada y basada en
tópicos. Sostiene que el sobreendeudamiento fue debido a la prodigalidad fiscal
y a la falta de competitividad. Oculta que
tanto la economía española como la irlan-
desa han mostrado un buen comportamiento exportador y que la verdadera causa del sobreendeudamiento de estos países no fue el despilfarro fiscal (tenían superávit público antes de la crisis) sino un
fallo monumental del sistema bancario europeo, en particular del alemán.
Durante los primeros años de este siglo los bancos alemanes no encontraron
oportunidades de inversión en su país para el ahorro que generaba su economía,
sometida a dieta de consumo y reducción
de salarios para favorecer sus exportaciones. En esa situación de anorexia interna,
los bancos alemanes optaron por prestar
a los bancos españoles e irlandeses (y al
Gobierno griego) para que estos financiasen inversiones inmobiliarias de rápida
plusvalía. Crearon una burbuja crediticia,
distorsionaron el modelo productivo de la
economía española y no midieron bien el
riesgo crediticio que estaban creando. Ese
fallo bancario es lo que ahora oculta el
Gobierno alemán a sus ciudadanos, contándoles a cambio una historia llena de
tópicos. La realidad es que la política de
austeridad que ahora impone a Grecia,
Portugal, Irlanda y España es en beneficio
de sus bancos.
Incapaces de persuadir, los Gobiernos
de los países a los que se les imponen la
austeridad y las reformas han de imponer
a su vez esas medidas mediante el uso del
decreto ley. Una forma que, como me ha
recordado el catedrático de Ciencia Política .Josep M. Vallés, trae memoria de la
práctica alemana del "decreto presidencial" extraparlamentario de los años
1930-1933, mediante el cual el canciller
Heinrich Brüning impuso la austeridad a
sus ciudadanos durante la recesión de
aquellos años. Con los dramáticos efectos
sociales y políticos que son bien conocidos.
Para imponer con contundencia esta
política, el Gobierno alemán está utilizando el euro como un instrumento de su
hegemonía comercial y financiera. Los
"mercados" no son los malos de esta
película; lo único que hacen es reaccionar.
Sabiendo que los países sometidos a austeridad sufrirán años de estancamiento y elevado desempleo y no podrán devolver la
deuda, lo que hacen es aprovechar la ocasión para aumentar el precio al que prestan. Esa presión de los mercados es aprovechada por Bruselas para el contrabando
de reformas. Pero el problema no son los
mercados sino la mala política.
Hay un malentendido sobre el euro.
Creemos que es la moneda de una unión
política cuando en realidad es la moneda
común de una unión cambiaría cuyo principal beneficiario ha sido y es la economía
alemana, algo que puede verse fácilmente
observando las balanzas comerciales de la
Eurozona. El euro es utilizado por Alemania como un instrumento de dominación
cuasi neocolonial. O se hace del euro una
verdadera moneda común, con un banco
central merecedor de tal nombre, o no tiene sentido seguir con este malentendido.
En cualquier caso, nuestro país tiene
que hacer reformas orientadas a reducir
el déficit público, lograr un me,jor reparto
de responsabilidades sobre el Estado de
bienestar, fomentar una sociedad más innovadora y mejorar la competitividad de
la economía. Pero esas reformas no se lograrán con Gobiernos que se comporten
como dictadores benevolentes y practiquen el contrabando de reformas.
Antón Costas es catedrático de Política Económica de la Universidad de Barcelona.
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