FINAL DE ROMANCES Y OTRAS CANCIONES 1935 - 1940 EL HUESPED CANORO Parado sobre una teja picotea la rubia perla del alba. Después su trino inumpe en el amarillo rosal. El gorjeo ensancha el corazón escarlata donde la gloria del día revienta en mÚ6icafina. Salta, de pronto, y se esponja sobre la. mesa redonda del comedor. Lanza el pico contra las uvas de vidrio que adornan la ancha sopera, y el jarro de plata vieja donde Bolo el padre bebe, salta y choca.contra un mueble. El lindo huésped se el>panta y al borde de la tinaja va a parar, pero !!le mira en aquella agua tranquila, 268 RAFAEL MAYA y antes de volar de nuevo se bebe imagen y esp€jo. Después a la biblioteca se marcha, de mesa en mesa, poniendo, fiel secretario la rúbrica del verano lo mismo sobre un infolio que sobre un verso amatorio. Anticuario de capucha, examina una mayúscula donde llama al navegante una sirena de esmalte. y destrozando una página -negra al centro, al margen blancadesarticula diez versos al mismo yugo sujetos. iQué inopinada cosecha en la sección de poetas! En las mañanas de Homero cantar sobre el hombro de Héctor, y entre los labios de Helena beber la miel de las p€rlas, en tanto que el mar deshace su eterna tela de encaje. OBRA POI1rIOA Las uvas de Anacreonte, entre los henchidos odres están allí convidando a las danzas y a los cantos. i Horacio! Sus rosas brotan en un rincón. i Salve, Roma! Desfilan bajo los pórticos legionarios y retórioos. En tanto suena una flauta y estamos en tu comarca, poeta de las colmenas y de las estirpes épicas. Pero el ave va buscando el dulce ambiente cristiano, y se encamina a la alcoba que huele a hierbas y a ropa. Del amplio lecho de cedro, donde murió tánto abuelo, salta a la cuna dorada que se abre bajo una lámpara, tendiendo así, entre la aurora la sorda noche cósmica, y puente de alas sobre el negro abismo del universo. 269 Lo seduce una ventana que en ancho lienzo pintada muestra lejania de selvas, mas lo rechaza la tela cuando quiere ir hasta el fondo de aquel espacio engañoso. Por fin sale a la. cocina. donde se ordenen por filas metales, cobres y lozas. ¡Oro de frutas redondas! ¡Lozanía de verduras! ¡Viga negra! ¡Leña enjuta! ¡Aire humoso que embalsaman las especies aromáticas! El paj arillo respira como en las huertas nativas, cantando en aquel verano que difunde el horno cálido, entre chorros de agua pura y claro color de frutas. Pero entretanto la madre grita, corre y hace alarde tras a cantor fugitivo. Acuden todos los niños, OSIlA POJITICA expulsados de su angélico paraíso mañanero, y la vocinglera banda aturde y llena la casa. El jardinero previene la azada con que remueve las eras. Y la nodriza bastón y escobas enristra para entrar en la contienda. Pero ya el páj aro vuela por encima del tejado. i Se funde en el aire claro! i No es ya, bajo el sol lumínico, ni un átomo en el abismo! i Nadie escucha su gorjeo en la inmensidad del cielo! j y pensar que, esa mañana, él solo llenó la casa! Así es tu amor i oh poeta! Sólo vale en la serena quietud de tu hogar pequeño, entre los tuyos, en medio 272 RAFAEL MAYA de tu gente y de tus campos. Si lo sacas al espacio o al vasto mundo 10 arrojas, se pierde entre la injuriosa frialdad de seres, y de almas que llenan calles y plazas, o en la sorda noche inmensa, más alta que las estrellas. MEDIA NOCHE i Como asusta la tersa placidez de esta noche! Hay un tranquilo resplandor en el cielo, una calma tan íntima en la altura, un orden tan perfecto en las estrellas, un silencio tan súbito en las nubes y una elación tan plácida en el aire, que no es posible que tan honda calma ni tan serena beatitud cobijen las sordas tempestades de la tierra. Algo se fragua en la estrellada altura contra nosotros. La engañosa bóveda nos quiere castigar; pero antes deja que el hombre duerma en la confianza muda de su destino, bajo el soplo 'suave de los astros falaces. ¡Despertemos! Que esta luna redonda que pasea de cumbre en cumbre, y los luceros tibios OBRA PO:&TICA '273 que palpitan desnudas en la noche,' y el mismo viento que transporta aromas de una ciudad a otra ciudad, anuncian con suave gesto, la final rüina de un mundo en que murieron, para el hombre, oraciones y lágrimas a un tiempo. AQUELLA MAÑANA Estaba aquella mañana todo verde y amarillo el parque. La luz reía en la boca de los lirios. Por el sueño del estanque pasaban rostros de niños. Tan solo yo me encontraba con el corazón vacío. Por las amplias avenidas, entre un vuelo de vestidos, el viento andaba cazando corazones femeninos. El cielo, contra las piedras, rompía copas de vidrio. Tan solo yo me encontraba' con el corazón vacío. Escuché lo que decía la abeja al vetusto pino; el canto de las violetas debajo del sauce tímido, y el mensaje de las novias a las flores del, domingo. Tan BOloyo me encontraba con el OOl'aron vaeío. Llegó la tarde rosada con polvo de los caminos. Se llenó el cielo de vírgenes y de bueyes pensativos. El parque todo pendía de la música de un grillo. Tan solo yo me encontraba con el corazón vacío. Cuando la sombra prendió cohetes y farolillos en el barrio de los pobres y en la casa de los ricos, todo estaba lleno, lleno de amor, canciones y gritos. Tan solo yo me encontraba con el corazón vacío. Pero, hacia la media noche, las voces del hondo abismo despertaron otras voees en el fondo de mi espíritu. y aquella calma insondable, y aquel destello infinito, del corazón pesaroso fueron colmando el vacío. MUJER Y ROSA Al fulgor de 1&tarde tu MftO aristocrátieo. OBRA POETICA i cómo perfuma, rosa, abierto sobre el prado! Flores de otros países, ya solas o ya en ramos, ponen frente a tus hojas multicolor escándalo. Te circunscribe un área de verdor. Tallos altos aspiran a tu rostro; pero tú, solo al pájaro y a la nube, "sonríes. Bocinas y silbatos, municipal estruendo de luces y de carro~, pasan rozando el círculo de tu candor intacto. Pero tú continúas, con soledad de astro, más grande y más cargada de olor, frente al ocaso. Tan solO'yo, en la tarde de este domingo abstracto, que pinta de amarillo los carteles del sábado, he puesto en ti los ojos, y un viejo amor romántico nació de tu perfume,: con mar y luna y canto: Por ti me acuerdo, rosa,· del rostro suave y pálido de una señora:. .. Hace· ya de esto muchos años: Todavía en las ca'8as: . 275 216 RAPAIlL MAYA se tocaba el piano. En los jarros había violetas y geranios. Tenían más prestigio que ahora, los retratos. Navecilla colgante, la jaula de los pájaros naufragaba en el alba con su carga de cántioos. y Ella, con simple traje liso, de un gris monástico, arcángel de la escoba, pasaba entre el dorado polvo que el día alzaba de alcobas y de patios. Cosía, y los pedales con rumor de tren rápido. poblaban de ciudades y paisajes, su cuarto. Solamente en las tardes del balcón solitario, cobraba nuevamente severidad de rango, su ca~za de corte un poeo e~trafalari{). con peineta.s de nácar y alfileres dorados. En torno suyo fu~se la vida renovando, como las e3taciones en derredor del árboL Vinieron nuevos trajes, cambiaroo 106 peinadOB, las trenzas se elCtingl1ieron OBRA PO.IiITICA y el lápiz de los labios pintó la flor del beso en los pañuelos blancos. Apareció la Venus nueva, a orillas del baño, con delgadez de antílope y agilidad de galgo. Su risa de ascua y nieve -infierno momentáneo---enriqueció la noche de inéditos pecados. Cuerpos de luz y ritmo, apropiándose el campo, volaron como nuevos ángeles del estadio. y el viejo amor, con ripios del sentimiento humano, labró en todos los pechos un corazón mecánico. ~ Mas Ella, indiferente a mudanzas y cambios, puso fuera del tiempo su vejez de retablo. Siguió amando, entre cofres y tarjetas, su antaño; los arcaicos, dooceIes de rizado mostacho, y las fiestas· que nadie marca en el calendario. Se dobló entre una nube de encajes anticuados, como la blanca pluma de su sombr&r() extrat\o. Sólo yo te recuerdo 277 278 RAFAEL MAYA i oh fantasma romántico! estampa iluminada de un mundo aristocrático, que murió en tu sonrisa de marfil enterrado. Así también i oh rosa! morirás entre un vago perfume, amortajada en tu amarillo pálido, que se irá destiñendo como el traje de raso que pasó de las fiestas al fondo de un armario. Ni la tierra ni el cielo tu hermosura apreciaron, dulce, efímera reina de un día de verano, breve como tus hojas, como tu aroma, lánguido. Mas fuiste para mi alma un divino espectáculo de belleza, más puro cuanto más momentáneo. Me diste tu presente, yo te di mi pasado: i eternidades juntas! ¡momentos separados! ELEGIA DE LAS LAMPARAS En aquellos· tiempos tenía la casa en cuartos y aleobas muchísimas lámparas. Al girar la tarde tras de la's ventanas, como bailarina que vuelve la espalda, por los corredores y por las estancias cruzaba la sombra sus largas espadas. Baj aban los ángeles de la alta campana buscando, en la tierra, las flores beatas, mientras que la flecha de la torre blanca cazaba, en lo alto, estrellas de plata. La noche pendía como fruta alta, por un lado, oscura, por otro, dorada. Sobre el campo muerto damas enlutadas iban lamentando la vejez del alba. Tenían los montes las manos cruzadas, y todos los ríos eran una lágrima. Entonces, i oh gloria! la madre y la hermana encendían lámparas 280 RAFAEL MAyA en toda la casa. Con falda redonda de tela rizada, bailaba la noche en cada pantalla. La que difundía su luz por la sala, dejaba un sabroso temblor de naranjas, que ponía atmósfera de huerto y de playa en muebles, espejos y telas pintadas. j Cómo sonreían las abuelas pálidas, hundidas en nubes de encaje y de gasas, a la luz aquella que tornasolaba su cabeza henchida de guedejas falsas! La luz de la alcoba, de blondas velada, era como el raudo ángel de la guarda, posado en arcones, estrados y camas. Afuera la noche mecía sus aguas en lecho de plata y orilla de cañas. y el ángel insomne, armado de lanzas, OBRA POi:TICA vigilaba el paso de las horas largas, hasta que, soplando las celeste fraguas, fundía la aurora, para hacer su máscara, en fuego de estrellas bronce de campanas. Alcoba poblada de santos y santas, con guirnaldas, unas, los otros, con palmas. Tenías alegre desorden de barca que baila con traje de espuma liviana. Lechos patriarcales de madera rancia puestos, como tronos, encima de gradas, de niñas y abuelas la virtud intacta guardaban debajo de encajes y sábanas. Frente a los retab~os, en rústicas tazas, erguían sus tallos hierbas aromáticas. Se alzaban entonces antiguas plegarias para los cautivos y para las ánimas, y desde los muros volvían la cara 281 282 RAPAEL MAYA los innumerables muertos de la raza. Comedor pequeño donde susurraban, hurtando el azúcar, las abejas rápidas. Lámpara de· cobre daba luz escasa en aquel estrecho cuartel de cucharas. Monj as campesinas., sus mejillas. cárdenas mostraban, en grupos, honestas manzanas. Tenía el recinto frescor de montaña. Era, por las luces, un cuarto de armas, y por limpio, alcoba para colegiala. la luz se encendía estando ya opaca la tarde. Falenas de diáfanas alas, tejían en torno un viento de gasa. Abriendo en el aire su cáliz de patas, bajaba del techo la flor de la araña. En la cabecera y frente a la,¡vasta noche, erguía el padre su frente cuadrada. Partía la lumbre, con trémula faja, el oro y el bronce de su crespa barba. Formaban contraste con sua cejas bravas, sus labios de antiguo tocador de flauta. y la luz, en tanto, consumíase lánguida, como una alta espuma de estrellas doradas. Súbito temblaron un día, los techos, bajo luminosa tempestad de hierras, golpeando, rudos, las vigas. de cedro, pendían, de cuerdas, tiznados obreros. Era la casona como barco viejo que se pone a flote para nuevos riesgos. La luz no sería, como en otros tiempos, hija de la industria fácil de los dedos. Ahora llegaba por altos aceros, ángel invisible del cosmos eterno, RAFAE 284 y MAYA en la tierra oscura y en el cielo inmenso, prendía millones de soles inéditos. Rueda~ la engendraban y torrentes ciegos. que, entrando al ruidoso mecánico infierno, con fuerzas robadas a espacios desiertos, formaban la aurora de los tiempos nuevos. Al morir la tarde de un día de enero, llevan do abrazadas 'Sus liras de viento; en la hora tierna que llama al recuerdo con guiños distantes de espuma y lucero; bajo nubes altas que en cielo deshecho mojaban en púrpura vellón de corderos, y ante el mudo asombro de tapices viejos y antiguas ventanas con flores de hierro, como iluminando la casa de un cuento, ~e abrieron, de pronto, cien oj os eléctricos. No era la luz vieja OBM PO&TICA - con 8U parpadeo de corola acuática, li1inoun firme y seco fulgor de diamante en garras. de acero. Con él ya no había sala de misterios, ni patio con voces, ni zaguanes tétricos, ni grillo nocturno, ni raudo murciélago. Comenzó, de entonces, a rezarse menos. Volaron al campo los ángeles crespos. La luna fue una doncella de pueblo perdida en alegre calle de letreros. j Todo lo cambiaron los negros inventos! Pero en ciertas noches esa luz de hielo se va .. , Reaparecen entonces el miedo y las sombras todas del antiguo tiempo. Vuelven las pantallas, con su cerco trémulo, a infundir cariño de días risueños. El grillo retorna buscando su hueco. Se advierte una pura 2i5 fragancia de cerros. Sobre los tejados, cual faros enhieaU>6, pasan esa noche los astros eompletoa. y adentro, en las 881a5, los nobles abuelos, que de oro y plumas ilustran los líenzos, renuevan su risa. de geranio seco, frente a una vaga soledad de espejos. LA. BALADA DE LA. PALOMA 1 Alto, azul, cándido cielo baña la clara azotea donde, entre palmas exóticas y susurro de banderas, la dama tiende a la. lumbre sus lindas manos de anémona. II Pues hoy, tanto en el palacio como en los campos hay fiesta. Con roja cinta en el mofio despertaron las aldeas, y el tambor rige en las plaza. el baile de las doncell". OBRA POllTICA IU El panadero enharbola su blanco gorro de tela sobre el alto campanario que, cara al sol, apacienta un campo con bueyes sueltos y con molinos en huelga. IV Pero la dama en lo alto del castillo, espera, espera. Los prendedores. la bañan en lumbre de azules piedras. Hay nieve sobre sus hombros y hay carmín en sus orejas. V Repulidos cortesanos, hidalgüelos. de gorguera, troveros de negra c.apa, pajes de corta melena, alborotan en los patios, retozan por las almenas. VI Todo el día, por el campo, sonaron las escopetas. Humos redondos subían tras horizontes de guerra. Mostraba el cielo inocente largos ojos de gacel(l.. 287 288 B.APA'&L MAYA VII Saltando, en cálido arroyo, del corazón de las fieras, con voz roja, entre los árboles, cantó la sangre colérica. Como un pueblo en el destierro lloraba toda la selva. VIII Hacia el castillo tornaroo las casacas palaciegas. Rítmicas mulas cargaban racimos de heridas testas, e iban rompiendo el eamino las vencidas ,cornamentas. IX Como un arcángel guerrero, el sol de la tarde 'IRta rompía, cabalgando nubes, lanzas contra lag vidrief'M. El cielo y la tierra -l\6VÍoe-cambiaban flores yo estrellas. X La dama aparló 1os.ojo& de la hecatombe Sbiie8tl"a. Moría toda su gracia en dura línea de pied.re.. Silencio de a.1tacerobi sellaba su boea freac&, OBRA POETICA XI Entró un esbelto mancebo de ágil pie y áurea cabeza, angosta y pura la frente como una cinta de seda. En el hueco de sus manos una paloma se queja. XII -Yo fui tras los cazadores solo traigo esta ofrenda -diceY abriendo las manos, el ave cándida vuela. ¿ Busca a Venus y la sombra del rojo mirto recuerda? y XIII iLa vida! por fin, ila vida! clama la mujer frenética, y, como arbustos en llamas, los brazos al cielo eleva, mientras sangre de titanes los fuertes senos le llena. XIV Niño y ave conocieron la recámara secreta donde la reina mostraba rosas en medio de perlas. Lloraban los co~esanos . y la noche marinera, 289 2QO RAFAEL MAYA bogando de tierra a cielo, juntaba besos y estrellas. RAZON: Que nadie el amor conquiste confiado: en sangre y en fuerza, pues si lo asustan clarines miel y cantos lo apacientan. Habla palabras de espuma, propone razón de abejas, y sólo cae bajo el arco cuando es de oro la flecha. ELEGIA DEL BARRIO VIEJO Guardaban el barrio caserones viejos, un fanal sin vidrios, cuatro pinos negros, un gato enigmático y un ru1;>iosargento. La acequia constante corría en un lecho de azules retamas y floridos berros. Colgaban de cuerdas remendados .lienzos, mantos de beatas, camisas de obreros. Había ventanas orladas de. tiestos, con verdes espárragos OBRA POBTICA y lirios abiertos. Oh mi~dulce barrio, --eal blanca, azul cielovestido en el día como un marinero. La ciudad quedaba lejos de él, muy lejos, con su parpadeo de focos eléctricos, y su gris espalda llena de letreros. Era el barrio pobre cabildo de perros, portal de poetas y de pordioseros, refugio de brujas, palenque de ciegos, campo de truhanes y escape de clérigos. Crecía la yerba bajo los aleros, yen cada tejado los gallos derechos, con capa de púrpura y espuela de hierro, regían la calma del predio doméstico. Bajaba el domingo los áridos cerros, como áureo jinete de verde sombrero, la solapa ornada con flores de trébol. 291 :RAFAEL MAYA Sobre las aceras los zapatos nuevos soltaban su rápido guiño de reflejos. El barrio se abría como tolda al viento, con risa de cintas y aire de pañuelos. La banda, a un extremo, de músicos viejos, tocaba los valses con que los abue:os bailaron en fiestas de albahaca y romero. Cuando al medio día, de la torre al suelo, caían las doce miradas del tiempo, el barrio quedaba tranquilo y desierto, con sus cuatro esquinas en poder del viento. Venía la luna de rosa y almendro, poniendo en las puertas su blanco florero, y entonces el barrio olía a convento donde alzan las tapias jazmines selectos. Tejían los grillos música de huecos, y el aire cruzaban OBRA POll1I'ICA ruiseñores ciegos lanzando a la tierra cristal de luceros. j Qué plata de risas! i Qué espuma de juegos! j Qué claro paisaje de fuentes y espejos! Cantaban mujeres al son de los élitros canciones de mares y cop:as de puertos. y en cada ventana con sus filos trémuloR, el beso partía gargantas y senos. Aquel barrio era muy nuéstro, muy nuéstro. como las sortij as que había en tus dedos, o como el menudo lunar que por negro valía 10 mismo que por lo secreto. Estabas fragante como rojo tiesto de flores. Tu carne, de un blanco moreno, destellaba en cúpulas de apretado hielo, o en valles con suave rizo de cordero. Tus ojos tenían fierezas y miedo, 294 RAFAEL MAYA como sangre y lágrimas en un mismo acero. Llenabas la casa de olor, como el cedro de que se fabrican el arcón y el lecho. y entre tántos seres de apacible aspecto, que te rodeaban en sumiso cerco, tu voz era mando; tu frente, silencio; sentencia, tu boca, y tus pies, ejército. Pero hoy ya no existes y tallos enhiestos convierten en polen la cal de tus huesos. Al barrio llegaron unos hombres feos, con máquinas sordas y con cables negros. y arrastrando muros y partiendo techos, entre densas nubes de polvo siniestro, levantaron fábricas anchas, de cemento. Ventanas cuadradas, paredones rectos, y entre los confusos hilos del teléfono, deshechas las alas • OBRA POETICA trémulas del cielo. Ni una flor ni un ave en el barrio nuevo, con frialdad pareja de circo geométrico. j Quien volviera a verte rincón de mis sueños, dormido entre claras lunas de recuerdo! ¿ Por qué te enterraron baj o piedra y yeso, jardín de sus ojos, vergel de mis besos? Pero en rubias tardes de estrella y de céfiro, por las calles grises a solas paseo. La luna delgada baj a por los cerros como esposa errante de marino muerto. De pronto en los aires escucho tu acento, y en tu acento llega todo el barrio viej o. BEATRIZ Larga túnica, llena de símbolos florales, te ciñe. Lentamente te mueves bajo el breve cerco de rosas áureas y jazmines de nieve que aprieta vanamente tus cabellos caudales. 295 296 RAFAEL MAYA Rodéate un ejército de alas inmortales, un pueblo de incensarios a tus plantas se mueve, y hacia la dulce bóveda, tras una nube leve, lanzan su aguda flecha las finas catedrales. Avanzas. Te preceden las arpas voladoras. Llueve una luz rosada sobre la faz del prado. De tus manos celestes van cayendo las horas. Así pasas, en medio de tu cortejo eterno, con rumbo al paraíso... Mas yo sigo inclinado sobre el clamor que sube desde mi propio infierno. LA LUNA Hermosa ayer, como redondo escudo, te alzabas sobre la árida colina, y hoy una parte de tu faz divina muestras, no más, a quien mirarte pudo. y si mañana a tu consuelo acudo fría estarás bajo la sal marina, mientras, rota tu cárcel diamantina, de nuevo asciendes al espacio mudo. Tú, que alumbras mi pálido universo, clara mujer, responde si eres úna o si es, tu ser, como tu amor, diverso. Díme, pues, si hay verdad en tu mudanza o, si más engañosa que la luna, po retornas jamás a mi esperanza. OBRA POETIOA 297 EL CRISTO DE LAS AGUAS Una venerable trescientos mujer leyenda, años, refiere que se remonta que, hallándose a más de una humilde en la tarea de lavar ropa a orillas del río Gua- dalajara, encontró, queño crucifijo llevado por de madera, a su choza, levantada la corriente,. que la lavandera a orillas un pecondujo del río. Este hallazgo fue el premio concedido por el cielo a la pobre mujer por haber éste salvado de la justicia compadre, mediante era la deuda la entrega por la cual había hombre. Es de advertir reunida por la lavandera adquirir un crucifijo. imagen, tan inesperadamente de madera. suma con el objeto que aquel había sido exclusivo Una vez en su choza, encerró encontrada, de la en una caja Pero hé aquí que la efigie comenzó a cre- había del prodigio reales sido apresado que dicha cer, y dando golpes, rompió tiempo a un su amigo y de setenta adquirido el rústico considerable el vecindario cofre. Al poco talla. Notificados y las autoridades eclesiásti- cas, se resolvió erigirle al Cristo una capilla, en el mismo sitio ocupado por la choza. Esta capilla, de la cual hoy subsiste la torre, fue conocida La Ermita. Tiempos después con el nombre se construyó de el soberbio templo, que fue erigido como Basílica Menor, y a él se trasladó la imagen, conocida desde sus orígenes El Milagroso de Buga. La escultura tiene cierto carácter En cada pueblo hay un río, historiador y cronista, que no en duro pergamino sino en las alas del viento, consigna el dato verídico indígena. como 298 RAPAlllL MAYA y la florida leyenda de que él Bolo fue testigo, trayendo el cielo a sus aguas para confirmar el dicho. Todavía Guadalajara narra el suceso magnífico que hace siglos ocurriera en su seno cristalino, del que nació nuevamente, igual que en Belén, el Cristo; mas quiso abreviar su historia y en vez de mostrarse niño, para redimir más pronto, se ofrece en el crucifijo. Vestido de noble espuma pasa lamentando el río la soledad de sus márgenes, lo largo de su camino, por comarcas que parecen un paraíso perdidO! donde Adán, con flecha y plumas, vuelve a surgir en el indio. Sobre el cristal los guaduales tejen sus arcos sombríos que en el fondo se reflejan como claustros invertidos, ya veces cae la leve sombra de un pájaro esquivo, que, en parodia de catástrofe, deja el espejo partido. Respira el valle fecundo con jadeo de felino OBRA POETICA y turbación de doncella, y en el límite tranquilo la cordilIera parece un puente sobre el abismo de dos mundos, hecho todo con montañas de zafiros. Naturaleza salvaje prorrumpe en canción y en grito bajo el cielo que a la tierra ciñe su candente ani1lo. Sólo las palmas nostálgicas mecen su verde abanico como damas desterradas que secretan suspiros moviendo, en corte extranj era, la cola de sus vestidos. El calor revienta en flores que, como incensarios rítmicos, esparcen por el ambiente la roja embriaguez del vino. Es la soledad del valle donde ni el buey ni el rastrillo roturan la tierra virgen, que todavía no ha sentido de las heridas del hierro brotar las luz de los trigos. Sin embargo, en la"are~osa ribera del claro río, golpeando sobre las piedras ropas de tosco tejido, una mujer de la raza esclava, medita enCJ;isto, el que t-edimió'<'l ,los sie1'V08" 299 300 RAFAEL MAYA de su linaje proscrito. No lo ve marchando a solas por entre un campo de lirios, leve como la cigarra que canta al sol en los pinos, ni lo ve cuando departe en el cenáculo exiguo, mientras le cae de los dedos la rubia miel de 10'8 higos. Pero contempla las llagas, recuerda los clavos fríos que taladraron sus manos y que sus pies han herido. Escucha cruj ir el leño que, en la roca bien hundido, se ofrece como alto yunque para que el Padre Infinito, al nuevo Adán modelando, golpee las carnes del Hijo. y entonces su oscuro pecho dice con sordo gemido: j quién pudiera, quién pudiera besarte en un crucifij o! ¿ Quién oyó de aquella esclava el hondo lamento tímido? Iban las aguas copiando su azul paisaje de siglos, y en fina espuma se erguían dioses de lejanos mitos que la corriente engendraba sobre los troncos caídos. Súbito, a las pobres manos fue a 'parar ¡dulce prodigio ! OBRA POETICA pulida por las arenas una cruz de roble limpio. j Oh nuevo Moisés de América! te ha arrebatado del río, no la virgen faraónica sino la madre del indio. Al Jordán del valle vienes -es Guadalajara antiguo-y al pie de choza pajiza recibes nuevo bautismo. Encuentras sobre tu cuna que es sepulcro al tiempo mismo, vistosas plumas de pájaro y gargantillas de vidrio. Vienes a pagar con creces de América el hondo olvido, resumiendo en tu visita infancia, vida y martirio. y para llegar más pronto no montas el borriquillo, mas te echas, a la corriente, nadador de pie divino. Mi América te recibe, conquistador del espíritu que un clavo en los pies ostentas como espolín argentino. Eres nuéstro por la estampa, y en vez del griego artificio' tienes la gracia que imprimen los alfareros mestizos. Si un río hasta aquí te trajo, de tus plantas ha nacido otro largo ríó de lágrimas que puede llevarte, j Oh Cristo! 301 302 RAFAEL MAYA Guadalajara de Buga era entonces una aldea de cortos años. Tenía pierna al aire, largas trenzas, y en las núbiles mejillas dos amapolas bermejas. La flecha del campanario descollaba entre la selva como una lanza clavada en medio de las banderas. Por la mitad de las calles fluía la clara acequia, entre el verdor aromático del tomil:o y de la menta. y en las noches de verano, por el filo de las tejas, co:gaba sobre los patios la flor de la luna nueva. Ya desde entonces trepaba por las tapias de las huertas, como un incienso de hojas, la ondulante madreselva. Había frescos jardines con manso rumor de siesta, y entre las frutas maduras lúcido enjambre de abejas que, de fragancia enmbriagadas, iban del patio a la mesa, y en los caminos del aire sembraban polen y néctar. Pero, ¿ qué hacía entretanto, la esclava de la leyenda? Escuchad: en rudo cofre OBRA POJrrICA de quebradiza madera estaba el Cristo encerrado por voluntad de su dueña. El Señor de los relámpagos con duro puño encadena, preso en un rincón yacía sin más lumbre que dos velas, ni más adorno que un vaso con retoños de verbena. Pero de pronto el cautivo rompe su cárcel estrecha, pues ha crecido su cuerpo de extraordinaria manera, y de minúscula efigie que cupo en la mano abierta, ya es varón que, si enclavado, pide luz para. su pena, ¡Señor! de nuevo has abierto, no el sepulcro hecho en la peña, sino la prisión menuda que te fabricó una sierva del hombre, a quien tú elegiste como a madre y carcelera. S610 que esta vez los cielos no pidieron tu presencia, y has quedado entre los hombres -manso huésped de esta tierradando en alta garantía de no mudar residencia, con cien joyas que te sangran, tres clavos que te sujetan. ¿ Qué alimento soberano, qué pan de rara excelencia 303! 304 RAFAEL MAYA trajeron los raudos ángeles para que Cristo creciera, teniendo los brazos rígidos ycafda la cabeza sobre el pecho en que se abrían las flores de la gangrena? Dígalo la vasta noche que en los espacios congrega tantas luces inmortales para iluminar la tierra. Dígalo el santo silencio en que las almas se anegan cuando desciende el milagro desde su reino de estrellas. Dígalo la fe radiante que a pesar de la ardua venda atada a la frente, mira más claro cuanto más ciega. Creciste siendo cadáver j oh Señor! lo que demuestra que tu vida rige el orbe, y aún a la muerte gobierna. Eres vida de la muerte, y el que en la cruz te contempla piensa que no vives, pero tu muerte es sólo apariencia. No puede acabar la Vida, luminosa y pura esencia, porque la muerte es del tiempo mientras la Vida es eterna. Pero esta historia no acaba ni el prodigio se completa, porque ha seguido aumentando OBRA POETICA de Cristo la talla excelsa. Si en corto espacio, al principio, cayó la unción evangélica, ya tiene al mundo por predio y a los siglos como herencia. Cristo, dueño de la historia, reúne en su fuerte diestra la primer lumbre del mundo con las últimas tinieblas. Crecen las huellas, divinas de sus pies, y lo confiesan del pueblo joven las hélices, las tumbas de razas viejas. y el'ece al par en las almas que el dulce :r:eino recuerdan, ofrecido en la parábola de las aves que no siembran. y en la montaña divina cuya cumbre sempiterna los horizontes del mundo con línea de luz encierra. ¡Señor! seguirás creciendo por los siglos, mientras llega el día en que ya no exista ni espacio que te contenga, ni tiempo que te limite, ni cielo que no dé muestras de tu poder, ni universo que a tus voces no ob€dezca, ni abismo que al paso tuyO no se encienda y se estremezca como un horno, bajo el vuelo de tu majestad tremenda. 305 306 RAFAEL MAYA Un día, piedra sin nombre fue sepultada en el suelo; sobre ella, miles de piedras iba amontonando el pueblo que a veces no sólo es músico sino también arquitecto. Por fin, sobre la llanura se alzó la mole de un templo, con anchos muros ligados por cinturones de acero, con puertas que imaginaron infatigables obreros labrando, con ciencia fácil, el salomónico cedro, y con torres que, lanzadas de la espiral en el vértigo, fueron, de los hombres, faro y de los ángeles puerto. Así construído tienes esa gallardía, j oh templo! de las vírgenes ecuestres que iban a los campamentos: i qué fortaleza por fuera y cuánta gracia por dentro! Es ese cuartel labrado para el Dios de los ejércitos, bajo techos invencibles, sobre tranquilos cimientos, con leyendas de soldados y escudos de caballeros, entre el oro indescifrable de los nobles paramentos. Allí se, eleva la cátedra que fundó el antiguo Pedro, OBRA POETICA de resplandor coronada, erguida sobre los huesos de beatíficas doncellas y de varones excelsos. Cristales maravillosos, desde la bóveda al suelo, arrojan palmas de púrpura y rosas de un oro trémulo, para los mártires niños y para los santos viejos. y qué majestad si llegan los pontífices dilectos, con la constelada mano moviendo incensario y cetro, de pie las áureas imágenes y de rodillas el pueblo. Resplandor de la liturgia, pompa de los ritos viejos, brisa en la selva del órgano, cadencias del coro angélico, ricos esmaltes prendidos al venerable evangelio, piscina de los infantes y soporte de los féretros: i cómo os congregáis ahora en el recinto del templo donde el Cristo de las aguas ha encontrado alcázar nuevo! y Allí estás. Plata labrada y dorados candeleros, tu camarín ornamentan y enriquecen el silencio en que tus llagan convencen 307 RAFAEL MAYA 308 argumenta tu misterio. No es esa fuerte Basílica La Ermita de oscuro techo donde, entre malvas y rosas, habitaste en otro tiempo, Allá cipreses salvajes, claveles en pardos tiestos, y cubiertas las paredes de mal retocados lienzos. Recibías donaciones de miel y de pan moreno, que campesinos frugales te traían desde lejos cuando tú, rendido a tántas solicitudes y ruegos, amontonabas de pronto nubes sobre el campo seco. j Ay del claro regocijo cuando el bronce vocinglero de una boda campesina pronosticaba el cortejo! Teñía ,el rojo verano las cintas de los sombreros, y estampaba mariposas sobre los pliegues del velo labrado en copos de azúcar como las flores del trébol. Colmaban después el atrio, quebrando el tenaz helecho, recios patriarcas del valle, doncellas de erguido seno, leñadores montaraces y terrígenas vaqueros. La rústica, alegre corte, y OBRA POETIQA a los hogares volviendo, por caminos que trazaban golondrinas y luceros, revivía viejos cuadros del Antiguo Testamento, con humo de tiendas nómades y nostalgia de camellos. De este modo, las cosechas y las bodas no tuvieron otro juez ni otro ministro que ese Cristo justiciero el cual, en el mismo acto, para abreviar el proceso, bendecía los sembrados y los hogares domésticos. De la ermita te han traído al e~ocuente palacio donde vives entre gemas y duermes entre alabastros. Señor, pero no mudaste ni tu ciencia ni tus hábitos, como suelen los pastores que llegan a cortesanos. Desde tu altísimo trono, medio zagal, medio hidalgo, te muestras llano, y al tiempo con señorío jerárquico: rey, al exigir plegarias, juglar, cuando haces milagros. Los que manan de tu frente traen pensamientos sabios al hombre de ruda ciencia y de corazón avaro. .309 310 BAFABL MAYA Acompañan el silencio del pensador solitario que, entre la cósmica noche, sólo tu nombre ve claro. Descienden, vívida lumbre, hasta el artista ignorado que, sobre materia indócil, tu dulce gloria buscando, desfallece como un hombre pero confía como un santo. Los que llueven, a raudales, de tus perforadas manos, fundan la pa:llen el texto de celestiales contratos. La amistad perdida vuelven, y amansan los duros ánimos como la bóveda acerca la rebelión de dos arcos. Reintegran el bien perdido, dulcemente perfumado bajo las flores que enlazas para los nupciales ramos. y entregan ocultamente la dádiva o el denario, con el silencio del río que deja el oro a su paso, cual si tendiese en la playa la túnica de los astros. Los que brotan de tus plantas, hechas de clavel y nardo, templan para los combates con la virtud de los cantos que llevan un verso erguido como la pluma de un casco. OBRA POETICA Confirman en la conquista del bien y el camino largo compensan con agua viva que da sabroso descanso. Los que saltan de tu pecho, altar en nácar labrado, gruta de rojos crista;es y beatísimo sagrario, confirman en la defensa de tu verdad, al soldado que guarda tus sacros pórticos como un ángel de basalto. Inspiran la generosa fe de los sublimes actos, en que la acción y el ensueño> se funden en lo más aHo, como dos cülumnas de humo que suben de opuestos campos También tu Casa decoras obedeciendo a los cambios de la luz. Por la mañana pintas el cándido espacio de leve carmín, a modo de un rostro ruborizado, mientras tu Temp;o difunde por las calles y los patios, sobreel.ülor de las rosas, nubes de incienso aromático. Al medio día destellan tus bruñidos campanarios. como montañas de lanzas o pirámides de cascos, dando a entender el soberbio 311 312 ItAFAEL MAYA poderío de tu brazo, que pone en marcha los montes y paraliza el océano. Por la tarde llegan todas tus golondrinas al atrio; coronan unas la torre y otras oman los retablos. Parecen allí reunidas para un sermón franciscano. La llanura es casi mística, y el valle se va estrechando como una patria que muere con sus faros y sus cánticos. Entonces, frente a la pampa, se levanta tu santuario, con soledad mitológica y con misterio cristiano. Súbitamente golpeas, como hace trescientos años, tu nueva prisión dorada. Sales. Y sigues golpeando de la ciudad en las puertas, celeste guardia noctámbulo, rondador de voz dulcísima, galán de plañido largo y pastor de fino silbo. Por el valle y el poblado rónda 'Siempre,rónda siempre, con lanza, con lira y arco, Primogénito del río, Príncipe de los milagros.