FINAL DE ROMANCES Y OTRAS CANCIONES

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FINAL
DE ROMANCES
Y OTRAS
CANCIONES
1935 -
1940
EL HUESPED CANORO
Parado sobre una teja
picotea la rubia perla
del alba. Después su trino
inumpe en el amarillo
rosal. El gorjeo ensancha
el corazón escarlata
donde la gloria del día
revienta en mÚ6icafina.
Salta, de pronto, y se esponja
sobre la. mesa redonda
del comedor. Lanza el pico
contra las uvas de vidrio
que adornan la ancha sopera,
y el jarro de plata vieja
donde Bolo el padre bebe,
salta y choca.contra un mueble.
El lindo huésped se el>panta
y al borde de la tinaja
va a parar, pero !!le mira
en aquella agua tranquila,
268
RAFAEL MAYA
y antes de volar de nuevo
se bebe imagen y esp€jo.
Después a la biblioteca
se marcha, de mesa en mesa,
poniendo, fiel secretario
la rúbrica del verano
lo mismo sobre un infolio
que sobre un verso amatorio.
Anticuario de capucha,
examina una mayúscula
donde llama al navegante
una sirena de esmalte.
y destrozando una página
-negra al centro, al margen blancadesarticula diez versos
al mismo yugo sujetos.
iQué inopinada cosecha
en la sección de poetas!
En las mañanas de Homero
cantar sobre el hombro de Héctor,
y entre los labios de Helena
beber la miel de las p€rlas,
en tanto que el mar deshace
su eterna tela de encaje.
OBRA POI1rIOA
Las uvas de Anacreonte,
entre los henchidos odres
están allí convidando
a las danzas y a los cantos.
i Horacio! Sus rosas brotan
en un rincón. i Salve, Roma!
Desfilan bajo los pórticos
legionarios y retórioos.
En tanto suena una flauta
y estamos en tu comarca,
poeta de las colmenas
y de las estirpes épicas.
Pero el ave va buscando
el dulce ambiente cristiano,
y se encamina a la alcoba
que huele a hierbas y a ropa.
Del amplio lecho de cedro,
donde murió tánto abuelo,
salta a la cuna dorada
que se abre bajo una lámpara,
tendiendo así, entre la aurora
la sorda noche cósmica,
y
puente de alas sobre el negro
abismo del universo.
269
Lo seduce una ventana
que en ancho lienzo pintada
muestra lejania de selvas,
mas lo rechaza la tela
cuando quiere ir hasta el fondo
de aquel espacio engañoso.
Por fin sale a la. cocina.
donde se ordenen por filas
metales, cobres y lozas.
¡Oro de frutas redondas!
¡Lozanía de verduras!
¡Viga negra! ¡Leña enjuta!
¡Aire humoso que embalsaman
las especies aromáticas!
El paj arillo respira
como en las huertas nativas,
cantando en aquel verano
que difunde el horno cálido,
entre chorros de agua pura
y claro color de frutas.
Pero entretanto la madre
grita, corre y hace alarde
tras a cantor fugitivo.
Acuden todos los niños,
OSIlA POJITICA
expulsados de su angélico
paraíso mañanero,
y la vocinglera banda
aturde y llena la casa.
El jardinero previene
la azada con que remueve
las eras. Y la nodriza
bastón y escobas enristra
para entrar en la contienda.
Pero ya el páj aro vuela
por encima del tejado.
i Se funde en el aire claro!
i No es ya, bajo el sol lumínico,
ni un átomo en el abismo!
i Nadie escucha su gorjeo
en la inmensidad del cielo!
j y pensar que, esa mañana,
él solo llenó la casa!
Así es tu amor i oh poeta!
Sólo vale en la serena
quietud de tu hogar pequeño,
entre los tuyos, en medio
272
RAFAEL MAYA
de tu gente y de tus campos.
Si lo sacas al espacio
o al vasto mundo 10 arrojas,
se pierde entre la injuriosa
frialdad de seres, y de almas
que llenan calles y plazas,
o en la sorda noche inmensa,
más alta que las estrellas.
MEDIA NOCHE
i Como asusta la tersa
placidez de esta noche! Hay un tranquilo
resplandor en el cielo,
una calma tan íntima en la altura,
un orden tan perfecto en las estrellas,
un silencio tan súbito en las nubes
y una elación tan plácida en el aire,
que no es posible que tan honda calma
ni tan serena beatitud cobijen
las sordas tempestades de la tierra.
Algo se fragua en la estrellada altura
contra nosotros. La engañosa bóveda
nos quiere castigar; pero antes deja
que el hombre duerma en la confianza muda
de su destino, bajo el soplo 'suave
de los astros falaces.
¡Despertemos!
Que esta luna redonda que pasea
de cumbre en cumbre, y los luceros tibios
OBRA
PO:&TICA
'273
que palpitan desnudas en la noche,'
y el mismo viento que transporta aromas
de una ciudad a otra ciudad, anuncian
con suave gesto, la final rüina
de un mundo en que murieron, para el hombre,
oraciones y lágrimas a un tiempo.
AQUELLA
MAÑANA
Estaba aquella mañana
todo verde y amarillo
el parque. La luz reía
en la boca de los lirios.
Por el sueño del estanque
pasaban rostros de niños.
Tan solo yo me encontraba
con el corazón vacío.
Por las amplias avenidas,
entre un vuelo de vestidos,
el viento andaba cazando
corazones femeninos.
El cielo, contra las piedras,
rompía copas de vidrio.
Tan solo yo me encontraba'
con el corazón vacío.
Escuché lo que decía
la abeja al vetusto pino;
el canto de las violetas
debajo del sauce tímido,
y el mensaje de las novias
a las flores del, domingo.
Tan BOloyo me encontraba
con el OOl'aron vaeío.
Llegó la tarde rosada
con polvo de los caminos.
Se llenó el cielo de vírgenes
y de bueyes pensativos.
El parque todo pendía
de la música de un grillo.
Tan solo yo me encontraba
con el corazón vacío.
Cuando la sombra prendió
cohetes y farolillos
en el barrio de los pobres
y en la casa de los ricos,
todo estaba lleno, lleno
de amor, canciones y gritos.
Tan solo yo me encontraba
con el corazón vacío.
Pero, hacia la media noche,
las voces del hondo abismo
despertaron otras voees
en el fondo de mi espíritu.
y aquella calma insondable,
y aquel destello infinito,
del corazón pesaroso
fueron colmando el vacío.
MUJER Y ROSA
Al fulgor de 1&tarde
tu MftO aristocrátieo.
OBRA
POETICA
i cómo perfuma, rosa,
abierto sobre el prado!
Flores de otros países,
ya solas o ya en ramos,
ponen frente a tus hojas
multicolor escándalo.
Te circunscribe un área
de verdor. Tallos altos
aspiran a tu rostro;
pero tú, solo al pájaro
y a la nube, "sonríes.
Bocinas y silbatos,
municipal estruendo
de luces y de carro~,
pasan rozando el círculo
de tu candor intacto.
Pero tú continúas,
con soledad de astro,
más grande y más cargada
de olor, frente al ocaso.
Tan solO'yo, en la tarde
de este domingo abstracto,
que pinta de amarillo
los carteles del sábado,
he puesto en ti los ojos,
y un viejo amor romántico
nació de tu perfume,:
con mar y luna y canto:
Por ti me acuerdo, rosa,·
del rostro suave y pálido
de una señora:. .. Hace·
ya de esto muchos años:
Todavía en las ca'8as: .
275
216
RAPAIlL MAYA
se tocaba el piano.
En los jarros había
violetas y geranios.
Tenían más prestigio
que ahora, los retratos.
Navecilla colgante,
la jaula de los pájaros
naufragaba en el alba
con su carga de cántioos.
y Ella, con simple traje
liso, de un gris monástico,
arcángel de la escoba,
pasaba entre el dorado
polvo que el día alzaba
de alcobas y de patios.
Cosía, y los pedales
con rumor de tren rápido.
poblaban de ciudades
y paisajes, su cuarto.
Solamente en las tardes
del balcón solitario,
cobraba nuevamente
severidad de rango,
su ca~za de corte
un poeo e~trafalari{).
con peineta.s de nácar
y alfileres dorados.
En torno suyo fu~se
la vida renovando,
como las e3taciones
en derredor del árboL
Vinieron nuevos trajes,
cambiaroo 106 peinadOB,
las trenzas se elCtingl1ieron
OBRA
PO.IiITICA
y el lápiz de los labios
pintó la flor del beso
en los pañuelos blancos.
Apareció la Venus
nueva, a orillas del baño,
con delgadez de antílope
y agilidad de galgo.
Su risa de ascua y nieve
-infierno
momentáneo---enriqueció la noche
de inéditos pecados.
Cuerpos de luz y ritmo,
apropiándose el campo,
volaron como nuevos
ángeles del estadio.
y el viejo amor, con ripios
del sentimiento humano,
labró en todos los pechos
un corazón mecánico.
~ Mas Ella, indiferente
a mudanzas y cambios,
puso fuera del tiempo
su vejez de retablo.
Siguió amando, entre cofres
y tarjetas, su antaño;
los arcaicos, dooceIes
de rizado mostacho,
y las fiestas· que nadie
marca en el calendario.
Se dobló entre una nube
de encajes anticuados,
como la blanca pluma
de su sombr&r() extrat\o.
Sólo yo te recuerdo
277
278
RAFAEL
MAYA
i oh fantasma romántico!
estampa iluminada
de un mundo aristocrático,
que murió en tu sonrisa
de marfil enterrado.
Así también i oh rosa!
morirás entre un vago
perfume, amortajada
en tu amarillo pálido,
que se irá destiñendo
como el traje de raso
que pasó de las fiestas
al fondo de un armario.
Ni la tierra ni el cielo
tu hermosura apreciaron,
dulce, efímera reina
de un día de verano,
breve como tus hojas,
como tu aroma, lánguido.
Mas fuiste para mi alma
un divino espectáculo
de belleza, más puro
cuanto más momentáneo.
Me diste tu presente,
yo te di mi pasado:
i eternidades juntas!
¡momentos separados!
ELEGIA DE LAS LAMPARAS
En aquellos· tiempos
tenía la casa
en cuartos y aleobas
muchísimas lámparas.
Al girar la tarde
tras de la's ventanas,
como bailarina
que vuelve la espalda,
por los corredores
y por las estancias
cruzaba la sombra
sus largas espadas.
Baj aban los ángeles
de la alta campana
buscando, en la tierra,
las flores beatas,
mientras que la flecha
de la torre blanca
cazaba, en lo alto,
estrellas de plata.
La noche pendía
como fruta alta,
por un lado, oscura,
por otro, dorada.
Sobre el campo muerto
damas enlutadas
iban lamentando
la vejez del alba.
Tenían los montes
las manos cruzadas,
y todos los ríos
eran una lágrima.
Entonces, i oh gloria!
la madre y la hermana
encendían lámparas
280
RAFAEL MAyA
en toda la casa.
Con falda redonda
de tela rizada,
bailaba la noche
en cada pantalla.
La que difundía
su luz por la sala,
dejaba un sabroso
temblor de naranjas,
que ponía atmósfera
de huerto y de playa
en muebles, espejos
y telas pintadas.
j Cómo sonreían
las abuelas pálidas,
hundidas en nubes
de encaje y de gasas,
a la luz aquella
que tornasolaba
su cabeza henchida
de guedejas falsas!
La luz de la alcoba,
de blondas velada,
era como el raudo
ángel de la guarda,
posado en arcones,
estrados y camas.
Afuera la noche
mecía sus aguas
en lecho de plata
y orilla de cañas.
y el ángel insomne,
armado de lanzas,
OBRA POi:TICA
vigilaba el paso
de las horas largas,
hasta que, soplando
las celeste fraguas,
fundía la aurora,
para hacer su máscara,
en fuego de estrellas
bronce de campanas.
Alcoba poblada
de santos y santas,
con guirnaldas, unas,
los otros, con palmas.
Tenías alegre
desorden de barca
que baila con traje
de espuma liviana.
Lechos patriarcales
de madera rancia
puestos, como tronos,
encima de gradas,
de niñas y abuelas
la virtud intacta
guardaban debajo
de encajes y sábanas.
Frente a los retab~os,
en rústicas tazas,
erguían sus tallos
hierbas aromáticas.
Se alzaban entonces
antiguas plegarias
para los cautivos
y para las ánimas,
y desde los muros
volvían la cara
281
282
RAPAEL
MAYA
los innumerables
muertos de la raza.
Comedor pequeño
donde susurraban,
hurtando el azúcar,
las abejas rápidas.
Lámpara de· cobre
daba luz escasa
en aquel estrecho
cuartel de cucharas.
Monj as campesinas.,
sus mejillas. cárdenas
mostraban, en grupos,
honestas manzanas.
Tenía el recinto
frescor de montaña.
Era, por las luces,
un cuarto de armas,
y por limpio, alcoba
para colegiala.
la luz se encendía
estando ya opaca
la tarde. Falenas
de diáfanas alas,
tejían en torno
un viento de gasa.
Abriendo en el aire
su cáliz de patas,
bajaba del techo
la flor de la araña.
En la cabecera
y frente a la,¡vasta
noche, erguía el padre
su frente cuadrada.
Partía la lumbre,
con trémula faja,
el oro y el bronce
de su crespa barba.
Formaban contraste
con sua cejas bravas,
sus labios de antiguo
tocador de flauta.
y la luz, en tanto,
consumíase lánguida,
como una alta espuma
de estrellas doradas.
Súbito temblaron
un día, los techos,
bajo luminosa
tempestad de hierras,
golpeando, rudos,
las vigas. de cedro,
pendían, de cuerdas,
tiznados obreros.
Era la casona
como barco viejo
que se pone a flote
para nuevos riesgos.
La luz no sería,
como en otros tiempos,
hija de la industria
fácil de los dedos.
Ahora llegaba
por altos aceros,
ángel invisible
del cosmos eterno,
RAFAE
284
y
MAYA
en la tierra oscura
y en el cielo inmenso,
prendía millones
de soles inéditos.
Rueda~ la engendraban
y torrentes ciegos.
que, entrando al ruidoso
mecánico infierno,
con fuerzas robadas
a espacios desiertos,
formaban la aurora
de los tiempos nuevos.
Al morir la tarde
de un día de enero,
llevan do abrazadas
'Sus liras de viento;
en la hora tierna
que llama al recuerdo
con guiños distantes
de espuma y lucero;
bajo nubes altas
que en cielo deshecho
mojaban en púrpura
vellón de corderos,
y ante el mudo asombro
de tapices viejos
y antiguas ventanas
con flores de hierro,
como iluminando
la casa de un cuento,
~e abrieron, de pronto,
cien oj os eléctricos.
No era la luz vieja
OBM
PO&TICA
-
con 8U parpadeo
de corola acuática,
li1inoun firme y seco
fulgor de diamante
en garras. de acero.
Con él ya no había
sala de misterios,
ni patio con voces,
ni zaguanes tétricos,
ni grillo nocturno,
ni raudo murciélago.
Comenzó, de entonces,
a rezarse menos.
Volaron al campo
los ángeles crespos.
La luna fue una
doncella de pueblo
perdida en alegre
calle de letreros.
j Todo lo cambiaron
los negros inventos!
Pero en ciertas noches
esa luz de hielo
se va .. , Reaparecen
entonces el miedo
y las sombras todas
del antiguo tiempo.
Vuelven las pantallas,
con su cerco trémulo,
a infundir cariño
de días risueños.
El grillo retorna
buscando su hueco.
Se advierte una pura
2i5
fragancia de cerros.
Sobre los tejados,
cual faros enhieaU>6,
pasan esa noche
los astros eompletoa.
y adentro, en las 881a5,
los nobles abuelos,
que de oro y plumas
ilustran los líenzos,
renuevan su risa.
de geranio seco,
frente a una vaga
soledad de espejos.
LA. BALADA DE LA. PALOMA
1
Alto, azul, cándido cielo
baña la clara azotea
donde, entre palmas exóticas
y susurro de banderas,
la dama tiende a la. lumbre
sus lindas manos de anémona.
II
Pues hoy, tanto en el palacio
como en los campos hay fiesta.
Con roja cinta en el mofio
despertaron las aldeas,
y el tambor rige en las plaza.
el baile de las doncell".
OBRA
POllTICA
IU
El panadero enharbola
su blanco gorro de tela
sobre el alto campanario
que, cara al sol, apacienta
un campo con bueyes sueltos
y con molinos en huelga.
IV
Pero la dama en lo alto
del castillo, espera, espera.
Los prendedores. la bañan
en lumbre de azules piedras.
Hay nieve sobre sus hombros
y hay carmín en sus orejas.
V
Repulidos cortesanos,
hidalgüelos. de gorguera,
troveros de negra c.apa,
pajes de corta melena,
alborotan en los patios,
retozan por las almenas.
VI
Todo el día, por el campo,
sonaron las escopetas.
Humos redondos subían
tras horizontes de guerra.
Mostraba el cielo inocente
largos ojos de gacel(l..
287
288
B.APA'&L
MAYA
VII
Saltando, en cálido arroyo,
del corazón de las fieras,
con voz roja, entre los árboles,
cantó la sangre colérica.
Como un pueblo en el destierro
lloraba toda la selva.
VIII
Hacia el castillo tornaroo
las casacas palaciegas.
Rítmicas mulas cargaban
racimos de heridas testas,
e iban rompiendo el eamino
las vencidas ,cornamentas.
IX
Como un arcángel guerrero,
el sol de la tarde 'IRta
rompía, cabalgando nubes,
lanzas contra lag vidrief'M.
El cielo y la tierra -l\6VÍoe-cambiaban flores yo estrellas.
X
La dama aparló 1os.ojo&
de la hecatombe Sbiie8tl"a.
Moría toda su gracia
en dura línea de pied.re..
Silencio de a.1tacerobi
sellaba su boea freac&,
OBRA POETICA
XI
Entró un esbelto mancebo
de ágil pie y áurea cabeza,
angosta y pura la frente
como una cinta de seda.
En el hueco de sus manos
una paloma se queja.
XII
-Yo fui tras los cazadores
solo traigo esta ofrenda
-diceY abriendo las manos,
el ave cándida vuela.
¿ Busca a Venus y la sombra
del rojo mirto recuerda?
y
XIII
iLa vida! por fin, ila vida!
clama la mujer frenética,
y, como arbustos en llamas,
los brazos al cielo eleva,
mientras sangre de titanes
los fuertes senos le llena.
XIV
Niño y ave conocieron
la recámara secreta
donde la reina mostraba
rosas en medio de perlas.
Lloraban los co~esanos .
y la noche marinera,
289
2QO
RAFAEL MAYA
bogando de tierra a cielo,
juntaba besos y estrellas.
RAZON:
Que nadie el amor conquiste
confiado: en sangre y en fuerza,
pues si lo asustan clarines
miel y cantos lo apacientan.
Habla palabras de espuma,
propone razón de abejas,
y sólo cae bajo el arco
cuando es de oro la flecha.
ELEGIA DEL BARRIO VIEJO
Guardaban el barrio
caserones viejos,
un fanal sin vidrios,
cuatro pinos negros,
un gato enigmático
y un ru1;>iosargento.
La acequia constante
corría en un lecho
de azules retamas
y floridos berros.
Colgaban de cuerdas
remendados .lienzos,
mantos de beatas,
camisas de obreros.
Había ventanas
orladas de. tiestos,
con verdes espárragos
OBRA POBTICA
y lirios abiertos.
Oh mi~dulce barrio,
--eal blanca, azul cielovestido en el día
como un marinero.
La ciudad quedaba
lejos de él, muy lejos,
con su parpadeo
de focos eléctricos,
y su gris espalda
llena de letreros.
Era el barrio pobre
cabildo de perros,
portal de poetas
y de pordioseros,
refugio de brujas,
palenque de ciegos,
campo de truhanes
y escape de clérigos.
Crecía la yerba
bajo los aleros,
yen cada tejado
los gallos derechos,
con capa de púrpura
y espuela de hierro,
regían la calma
del predio doméstico.
Bajaba el domingo
los áridos cerros,
como áureo jinete
de verde sombrero,
la solapa ornada
con flores de trébol.
291
:RAFAEL MAYA
Sobre las aceras
los zapatos nuevos
soltaban su rápido
guiño de reflejos.
El barrio se abría
como tolda al viento,
con risa de cintas
y aire de pañuelos.
La banda, a un extremo,
de músicos viejos,
tocaba los valses
con que los abue:os
bailaron en fiestas
de albahaca y romero.
Cuando al medio día,
de la torre al suelo,
caían las doce
miradas del tiempo,
el barrio quedaba
tranquilo y desierto,
con sus cuatro esquinas
en poder del viento.
Venía la luna
de rosa y almendro,
poniendo en las puertas
su blanco florero,
y entonces el barrio
olía a convento
donde alzan las tapias
jazmines selectos.
Tejían los grillos
música de huecos,
y el aire cruzaban
OBRA
POll1I'ICA
ruiseñores ciegos
lanzando a la tierra
cristal de luceros.
j Qué plata de risas!
i Qué espuma de juegos!
j Qué claro paisaje
de fuentes y espejos!
Cantaban mujeres
al son de los élitros
canciones de mares
y cop:as de puertos.
y en cada ventana
con sus filos trémuloR,
el beso partía
gargantas y senos.
Aquel barrio era
muy nuéstro, muy nuéstro.
como las sortij as
que había en tus dedos,
o como el menudo
lunar que por negro
valía 10 mismo
que por lo secreto.
Estabas fragante
como rojo tiesto
de flores. Tu carne,
de un blanco moreno,
destellaba en cúpulas
de apretado hielo,
o en valles con suave
rizo de cordero.
Tus ojos tenían
fierezas y miedo,
294
RAFAEL MAYA
como sangre y lágrimas
en un mismo acero.
Llenabas la casa
de olor, como el cedro
de que se fabrican
el arcón y el lecho.
y entre tántos seres
de apacible aspecto,
que te rodeaban
en sumiso cerco,
tu voz era mando;
tu frente, silencio;
sentencia, tu boca,
y tus pies, ejército.
Pero hoy ya no existes
y tallos enhiestos
convierten en polen
la cal de tus huesos.
Al barrio llegaron
unos hombres feos,
con máquinas sordas
y con cables negros.
y arrastrando muros
y partiendo techos,
entre densas nubes
de polvo siniestro,
levantaron fábricas
anchas, de cemento.
Ventanas cuadradas,
paredones rectos,
y entre los confusos
hilos del teléfono,
deshechas las alas
•
OBRA POETICA
trémulas del cielo.
Ni una flor ni un ave
en el barrio nuevo,
con frialdad pareja
de circo geométrico.
j Quien volviera a verte
rincón de mis sueños,
dormido entre claras
lunas de recuerdo!
¿ Por qué te enterraron
baj o piedra y yeso,
jardín de sus ojos,
vergel de mis besos?
Pero en rubias tardes
de estrella y de céfiro,
por las calles grises
a solas paseo.
La luna delgada
baj a por los cerros
como esposa errante
de marino muerto.
De pronto en los aires
escucho tu acento,
y en tu acento llega
todo el barrio viej o.
BEATRIZ
Larga túnica, llena de símbolos florales,
te ciñe. Lentamente te mueves bajo el breve
cerco de rosas áureas y jazmines de nieve
que aprieta vanamente tus cabellos caudales.
295
296
RAFAEL MAYA
Rodéate un ejército de alas inmortales,
un pueblo de incensarios a tus plantas se mueve,
y hacia la dulce bóveda, tras una nube leve,
lanzan su aguda flecha las finas catedrales.
Avanzas. Te preceden las arpas voladoras.
Llueve una luz rosada sobre la faz del prado.
De tus manos celestes van cayendo las horas.
Así pasas, en medio de tu cortejo eterno,
con rumbo al paraíso...
Mas yo sigo inclinado
sobre el clamor que sube desde mi propio infierno.
LA
LUNA
Hermosa ayer, como redondo escudo,
te alzabas sobre la árida colina,
y hoy una parte de tu faz divina
muestras, no más, a quien mirarte pudo.
y si mañana a tu consuelo acudo
fría estarás bajo la sal marina,
mientras, rota tu cárcel diamantina,
de nuevo asciendes al espacio mudo.
Tú, que alumbras mi pálido universo,
clara mujer, responde si eres úna
o si es, tu ser, como tu amor, diverso.
Díme, pues, si hay verdad en tu mudanza
o, si más engañosa que la luna,
po retornas jamás a mi esperanza.
OBRA POETIOA
297
EL CRISTO DE LAS AGUAS
Una venerable
trescientos
mujer
leyenda,
años, refiere
que se remonta
que, hallándose
a más de
una humilde
en la tarea de lavar ropa a orillas del río Gua-
dalajara,
encontró,
queño crucifijo
llevado
por
de madera,
a su choza, levantada
la corriente,.
que la lavandera
a orillas
un pecondujo
del río. Este hallazgo
fue el premio concedido por el cielo a la pobre mujer
por haber éste salvado de la justicia
compadre,
mediante
era la deuda
la entrega
por la cual había
hombre.
Es de advertir
reunida
por la lavandera
adquirir
un crucifijo.
imagen,
tan inesperadamente
de madera.
suma
con el objeto
que
aquel
había
sido
exclusivo
Una vez en su choza, encerró
encontrada,
de
la
en una caja
Pero hé aquí que la efigie comenzó a cre-
había
del prodigio
reales
sido apresado
que dicha
cer, y dando golpes, rompió
tiempo
a un su amigo y
de setenta
adquirido
el rústico
considerable
el vecindario
cofre. Al poco
talla.
Notificados
y las autoridades
eclesiásti-
cas, se resolvió erigirle al Cristo una capilla, en el mismo sitio ocupado por la choza. Esta capilla, de la cual
hoy subsiste
la torre,
fue conocida
La Ermita. Tiempos después
con el nombre
se construyó
de
el soberbio
templo, que fue erigido como Basílica Menor, y a él se
trasladó
la imagen,
conocida desde sus orígenes
El Milagroso de Buga.
La escultura
tiene
cierto
carácter
En cada pueblo hay un río,
historiador y cronista,
que no en duro pergamino
sino en las alas del viento,
consigna el dato verídico
indígena.
como
298
RAPAlllL MAYA
y la florida leyenda
de que él Bolo fue testigo,
trayendo el cielo a sus aguas
para confirmar el dicho.
Todavía Guadalajara
narra el suceso magnífico
que hace siglos ocurriera
en su seno cristalino,
del que nació nuevamente,
igual que en Belén, el Cristo;
mas quiso abreviar su historia
y en vez de mostrarse niño,
para redimir más pronto,
se ofrece en el crucifijo.
Vestido de noble espuma
pasa lamentando el río
la soledad de sus márgenes,
lo largo de su camino,
por comarcas que parecen
un paraíso perdidO!
donde Adán, con flecha y plumas,
vuelve a surgir en el indio.
Sobre el cristal los guaduales
tejen sus arcos sombríos
que en el fondo se reflejan
como claustros invertidos,
ya veces cae la leve
sombra de un pájaro esquivo,
que, en parodia de catástrofe,
deja el espejo partido.
Respira el valle fecundo
con jadeo de felino
OBRA
POETICA
y turbación de doncella,
y en el límite tranquilo
la cordilIera parece
un puente sobre el abismo
de dos mundos, hecho todo
con montañas de zafiros.
Naturaleza salvaje
prorrumpe en canción y en grito
bajo el cielo que a la tierra
ciñe su candente ani1lo.
Sólo las palmas nostálgicas
mecen su verde abanico
como damas desterradas
que secretan suspiros
moviendo, en corte extranj era,
la cola de sus vestidos.
El calor revienta en flores
que, como incensarios rítmicos,
esparcen por el ambiente
la roja embriaguez del vino.
Es la soledad del valle
donde ni el buey ni el rastrillo
roturan la tierra virgen,
que todavía no ha sentido
de las heridas del hierro
brotar las luz de los trigos.
Sin embargo, en la"are~osa
ribera del claro río,
golpeando sobre las piedras
ropas de tosco tejido,
una mujer de la raza
esclava, medita enCJ;isto,
el que t-edimió'<'l ,los sie1'V08"
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RAFAEL
MAYA
de su linaje proscrito.
No lo ve marchando a solas
por entre un campo de lirios,
leve como la cigarra
que canta al sol en los pinos,
ni lo ve cuando departe
en el cenáculo exiguo,
mientras le cae de los dedos
la rubia miel de 10'8 higos.
Pero contempla las llagas,
recuerda los clavos fríos
que taladraron sus manos
y que sus pies han herido.
Escucha cruj ir el leño
que, en la roca bien hundido,
se ofrece como alto yunque
para que el Padre Infinito,
al nuevo Adán modelando,
golpee las carnes del Hijo.
y entonces su oscuro pecho
dice con sordo gemido:
j quién pudiera, quién pudiera
besarte en un crucifij o!
¿ Quién oyó de aquella esclava
el hondo lamento tímido?
Iban las aguas copiando
su azul paisaje de siglos,
y en fina espuma se erguían
dioses de lejanos mitos
que la corriente engendraba
sobre los troncos caídos.
Súbito, a las pobres manos
fue a 'parar ¡dulce prodigio !
OBRA
POETICA
pulida por las arenas
una cruz de roble limpio.
j Oh nuevo Moisés de América!
te ha arrebatado del río,
no la virgen faraónica
sino la madre del indio.
Al Jordán del valle vienes
-es Guadalajara antiguo-y al pie de choza pajiza
recibes nuevo bautismo.
Encuentras sobre tu cuna
que es sepulcro al tiempo mismo,
vistosas plumas de pájaro
y gargantillas de vidrio.
Vienes a pagar con creces
de América el hondo olvido,
resumiendo en tu visita
infancia, vida y martirio.
y para llegar más pronto
no montas el borriquillo,
mas te echas, a la corriente,
nadador de pie divino.
Mi América te recibe,
conquistador del espíritu
que un clavo en los pies ostentas
como espolín argentino.
Eres nuéstro por la estampa,
y en vez del griego artificio'
tienes la gracia que imprimen
los alfareros mestizos.
Si un río hasta aquí te trajo,
de tus plantas ha nacido
otro largo ríó de lágrimas
que puede llevarte, j Oh Cristo!
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RAFAEL
MAYA
Guadalajara de Buga
era entonces una aldea
de cortos años. Tenía
pierna al aire, largas trenzas,
y en las núbiles mejillas
dos amapolas bermejas.
La flecha del campanario
descollaba entre la selva
como una lanza clavada
en medio de las banderas.
Por la mitad de las calles
fluía la clara acequia,
entre el verdor aromático
del tomil:o y de la menta.
y en las noches de verano,
por el filo de las tejas,
co:gaba sobre los patios
la flor de la luna nueva.
Ya desde entonces trepaba
por las tapias de las huertas,
como un incienso de hojas,
la ondulante madreselva.
Había frescos jardines
con manso rumor de siesta,
y entre las frutas maduras
lúcido enjambre de abejas
que, de fragancia enmbriagadas,
iban del patio a la mesa,
y en los caminos del aire
sembraban polen y néctar.
Pero, ¿ qué hacía entretanto,
la esclava de la leyenda?
Escuchad: en rudo cofre
OBRA POJrrICA
de quebradiza madera
estaba el Cristo encerrado
por voluntad de su dueña.
El Señor de los relámpagos
con duro puño encadena,
preso en un rincón yacía
sin más lumbre que dos velas,
ni más adorno que un vaso
con retoños de verbena.
Pero de pronto el cautivo
rompe su cárcel estrecha,
pues ha crecido su cuerpo
de extraordinaria manera,
y de minúscula efigie
que cupo en la mano abierta,
ya es varón que, si enclavado,
pide luz para. su pena,
¡Señor! de nuevo has abierto,
no el sepulcro hecho en la peña,
sino la prisión menuda
que te fabricó una sierva
del hombre, a quien tú elegiste
como a madre y carcelera.
S610 que esta vez los cielos
no pidieron tu presencia,
y has quedado entre los hombres
-manso huésped de esta tierradando en alta garantía
de no mudar residencia,
con cien joyas que te sangran,
tres clavos que te sujetan.
¿ Qué alimento soberano,
qué pan de rara excelencia
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RAFAEL MAYA
trajeron los raudos ángeles
para que Cristo creciera,
teniendo los brazos rígidos
ycafda la cabeza
sobre el pecho en que se abrían
las flores de la gangrena?
Dígalo la vasta noche
que en los espacios congrega
tantas luces inmortales
para iluminar la tierra.
Dígalo el santo silencio
en que las almas se anegan
cuando desciende el milagro
desde su reino de estrellas.
Dígalo la fe radiante
que a pesar de la ardua venda
atada a la frente, mira
más claro cuanto más ciega.
Creciste siendo cadáver
j oh Señor! lo que demuestra
que tu vida rige el orbe,
y aún a la muerte gobierna.
Eres vida de la muerte,
y el que en la cruz te contempla
piensa que no vives, pero
tu muerte es sólo apariencia.
No puede acabar la Vida,
luminosa y pura esencia,
porque la muerte es del tiempo
mientras la Vida es eterna.
Pero esta historia no acaba
ni el prodigio se completa,
porque ha seguido aumentando
OBRA
POETICA
de Cristo la talla excelsa.
Si en corto espacio, al principio,
cayó la unción evangélica,
ya tiene al mundo por predio
y a los siglos como herencia.
Cristo, dueño de la historia,
reúne en su fuerte diestra
la primer lumbre del mundo
con las últimas tinieblas.
Crecen las huellas, divinas
de sus pies, y lo confiesan
del pueblo joven las hélices,
las tumbas de razas viejas.
y el'ece al par en las almas
que el dulce :r:eino recuerdan,
ofrecido en la parábola
de las aves que no siembran.
y en la montaña divina
cuya cumbre sempiterna
los horizontes del mundo
con línea de luz encierra.
¡Señor! seguirás creciendo
por los siglos, mientras llega
el día en que ya no exista
ni espacio que te contenga,
ni tiempo que te limite,
ni cielo que no dé muestras
de tu poder, ni universo
que a tus voces no ob€dezca,
ni abismo que al paso tuyO
no se encienda y se estremezca
como un horno, bajo el vuelo
de tu majestad tremenda.
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RAFAEL MAYA
Un día, piedra sin nombre
fue sepultada en el suelo;
sobre ella, miles de piedras
iba amontonando el pueblo
que a veces no sólo es músico
sino también arquitecto.
Por fin, sobre la llanura
se alzó la mole de un templo,
con anchos muros ligados
por cinturones de acero,
con puertas que imaginaron
infatigables obreros
labrando, con ciencia fácil,
el salomónico cedro,
y con torres que, lanzadas
de la espiral en el vértigo,
fueron, de los hombres, faro
y de los ángeles puerto.
Así construído tienes
esa gallardía, j oh templo!
de las vírgenes ecuestres
que iban a los campamentos:
i qué fortaleza por fuera
y cuánta gracia por dentro!
Es ese cuartel labrado
para el Dios de los ejércitos,
bajo techos invencibles,
sobre tranquilos cimientos,
con leyendas de soldados
y escudos de caballeros,
entre el oro indescifrable
de los nobles paramentos.
Allí se, eleva la cátedra
que fundó el antiguo Pedro,
OBRA POETICA
de resplandor coronada,
erguida sobre los huesos
de beatíficas doncellas
y de varones excelsos.
Cristales maravillosos,
desde la bóveda al suelo,
arrojan palmas de púrpura
y rosas de un oro trémulo,
para los mártires niños
y para los santos viejos.
y qué majestad si llegan
los pontífices dilectos,
con la constelada mano
moviendo incensario y cetro,
de pie las áureas imágenes
y de rodillas el pueblo.
Resplandor de la liturgia,
pompa de los ritos viejos,
brisa en la selva del órgano,
cadencias del coro angélico,
ricos esmaltes prendidos
al venerable evangelio,
piscina de los infantes
y soporte de los féretros:
i cómo os congregáis ahora
en el recinto del templo
donde el Cristo de las aguas
ha encontrado alcázar nuevo!
y
Allí estás. Plata labrada
y dorados candeleros,
tu camarín ornamentan
y enriquecen el silencio
en que tus llagan convencen
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RAFAEL MAYA
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argumenta tu misterio.
No es esa fuerte Basílica
La Ermita de oscuro techo
donde, entre malvas y rosas,
habitaste en otro tiempo,
Allá cipreses salvajes,
claveles en pardos tiestos,
y cubiertas las paredes
de mal retocados lienzos.
Recibías donaciones
de miel y de pan moreno,
que campesinos frugales
te traían desde lejos
cuando tú, rendido a tántas
solicitudes y ruegos,
amontonabas de pronto
nubes sobre el campo seco.
j Ay del claro regocijo
cuando el bronce vocinglero
de una boda campesina
pronosticaba el cortejo!
Teñía ,el rojo verano
las cintas de los sombreros,
y estampaba mariposas
sobre los pliegues del velo
labrado en copos de azúcar
como las flores del trébol.
Colmaban después el atrio,
quebrando el tenaz helecho,
recios patriarcas del valle,
doncellas de erguido seno,
leñadores montaraces
y terrígenas vaqueros.
La rústica, alegre corte,
y
OBRA POETIQA
a los hogares volviendo,
por caminos que trazaban
golondrinas y luceros,
revivía viejos cuadros
del Antiguo Testamento,
con humo de tiendas nómades
y nostalgia de camellos.
De este modo, las cosechas
y las bodas no tuvieron
otro juez ni otro ministro
que ese Cristo justiciero
el cual, en el mismo acto,
para abreviar el proceso,
bendecía los sembrados
y los hogares domésticos.
De la ermita te han traído
al e~ocuente palacio
donde vives entre gemas
y duermes entre alabastros.
Señor, pero no mudaste
ni tu ciencia ni tus hábitos,
como suelen los pastores
que llegan a cortesanos.
Desde tu altísimo trono,
medio zagal, medio hidalgo,
te muestras llano, y al tiempo
con señorío jerárquico:
rey, al exigir plegarias,
juglar, cuando haces milagros.
Los que manan de tu frente
traen pensamientos sabios
al hombre de ruda ciencia
y de corazón avaro.
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BAFABL
MAYA
Acompañan el silencio
del pensador solitario
que, entre la cósmica noche,
sólo tu nombre ve claro.
Descienden, vívida lumbre,
hasta el artista ignorado
que, sobre materia indócil,
tu dulce gloria buscando,
desfallece como un hombre
pero confía como un santo.
Los que llueven, a raudales,
de tus perforadas manos,
fundan la pa:llen el texto
de celestiales contratos.
La amistad perdida vuelven,
y amansan los duros ánimos
como la bóveda acerca
la rebelión de dos arcos.
Reintegran el bien perdido,
dulcemente perfumado
bajo las flores que enlazas
para los nupciales ramos.
y entregan ocultamente
la dádiva o el denario,
con el silencio del río
que deja el oro a su paso,
cual si tendiese en la playa
la túnica de los astros.
Los que brotan de tus plantas,
hechas de clavel y nardo,
templan para los combates
con la virtud de los cantos
que llevan un verso erguido
como la pluma de un casco.
OBRA
POETICA
Confirman en la conquista
del bien y el camino largo
compensan con agua viva
que da sabroso descanso.
Los que saltan de tu pecho,
altar en nácar labrado,
gruta de rojos crista;es
y beatísimo sagrario,
confirman en la defensa
de tu verdad, al soldado
que guarda tus sacros pórticos
como un ángel de basalto.
Inspiran la generosa
fe de los sublimes actos,
en que la acción y el ensueño>
se funden en lo más aHo,
como dos cülumnas de humo
que suben de opuestos campos
También tu Casa decoras
obedeciendo a los cambios
de la luz. Por la mañana
pintas el cándido espacio
de leve carmín, a modo
de un rostro ruborizado,
mientras tu Temp;o difunde
por las calles y los patios,
sobreel.ülor de las rosas,
nubes de incienso aromático.
Al medio día destellan
tus bruñidos campanarios.
como montañas de lanzas
o pirámides de cascos,
dando a entender el soberbio
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ItAFAEL MAYA
poderío de tu brazo,
que pone en marcha los montes
y paraliza el océano.
Por la tarde llegan todas
tus golondrinas al atrio;
coronan unas la torre
y otras oman los retablos.
Parecen allí reunidas
para un sermón franciscano.
La llanura es casi mística,
y el valle se va estrechando
como una patria que muere
con sus faros y sus cánticos.
Entonces, frente a la pampa,
se levanta tu santuario,
con soledad mitológica
y con misterio cristiano.
Súbitamente golpeas,
como hace trescientos años,
tu nueva prisión dorada.
Sales. Y sigues golpeando
de la ciudad en las puertas,
celeste guardia noctámbulo,
rondador de voz dulcísima,
galán de plañido largo
y pastor de fino silbo.
Por el valle y el poblado
rónda 'Siempre,rónda siempre,
con lanza, con lira y arco,
Primogénito del río,
Príncipe de los milagros.
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