Ingenuidad, secreto y mentira - ccoo

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Ingenuidad, secreto y mentira
Ingenuidad, secreto y mentira
La gran debacle de la semana pasada la hubiera podido provocar la declaración de David Kay, el responsable
norteamericano de descubrir las armas de destrucción masiva que justificaron la guerra del Iraq, cuando dijo
que no creía que éstas existieran.
Pero los muertos, la destrucción y la desestabilización que ha dado lugar a un largo rosario de atentados criminales no
parecen ser datos lo bastante relevantes para que se asuman responsabilidades acerca de aquella decisión. También
podía haber causado una crisis saber, según el informe de Intermon-Oxfam y la Escola de Cultura de la Pau de la UAB,
que, entre otras irregularidades, España habría vendido armamento militar a diez países africanos enmascarándolo como
munición para caza y tiro deportivo. Tal información ni ha sido desmentida ni ha provocado drama ni dimisión alguna.
Y, para acabar con la selección de posibles escándalos ?entre muchos?, pudimos oír cómo el presidente gallego del PP,
Manuel Fraga, disculpaba al alcalde del PP condenado por abusos sexuales comparando su conducta con la de los que
estaban, treinta años atrás, a favor de la libertad sexual. Tampoco se conoce dimisión, rectificación o repulsa política por
parte de su partido o de la opinión pública española.
Nada de eso: la gran debacle política de la semana, lo que provocó crisis de Gobierno, dimisiones, condenas, amenazas,
escándalo e insultos, se produjo por la filtración del diálogo mantenido por el conseller en cap, Josep Lluís
Carod-Rovira, con ETA. Una acción de consecuencias objetivas absolutamente nulas de no haberse conocido, pero ?a la
vista está? de una peligrosidad tal que ha indignado al conjunto de la clase política y a la mayoría de los analistas
mediáticos. ¿Dónde está la gravedad de las seis horas de diálogo de Carod con los responsables de una organización
para convencerlos de que desistieran de sus criminales propósitos? Dejemos aparte la repugnante mentira sobre la
supuesta intención del republicano de establecer una negociación que orientase la elección de objetivos terroristas fuera
de Catalunya a cambio de no se sabe qué. Pasemos por alto la larga lista de anteriores contactos con ETA, incluidos los
del PP. Y olvidemos la estupidez de que con esa reunión se diera aire a los terroristas, como si lo necesitaran o no lo
hubieran obtenido a pulmón abierto con la ley de Partidos o el permanente acoso del PP al mundo cultural abertzale. En
realidad, para explicar la peligrosidad del contacto sólo nos quedan dos posibles ?crímenes?: la falta de lealtad al
Gobierno y la ingenuidad de Carod.
Pues bien, Carod reconoció el primero de los crímenes y pidió disculpas por su deslealtad, inevitable si decidía asistir,
como hizo, a la entrevista en la perspectiva de lo que pudo creer que podía ser la obtención de un bien mayor. Y digo
inevitable, porque peor papeleta hubiera tenido ahora Maragall de haber sido informado de ella. El silencio de Carod,
después de su descenso al infierno, lo protegía a él, claro, pero también al presidente. Pero la deslealtad sola no pudo ser
la causante del escándalo. El verdadero crimen político fue el de la ingenuidad. ¿Y por qué su ingenuidad fue tan grave?
En momentos de zozobra nada mejor que leer a un clásico, y a Norberto Bobbio he acudido. Se trata de su discurso en el
acto de inauguración de la facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universitat Autònoma de Barcelona en
noviembre de 1986. Discutiendo la sentencia de Italo Calvino, ?el secreto está en el núcleo más interno del poder?,
Bobbio considera que la democracia debería cumplir la promesa de ser un poder ejercido a la luz del sol, que es lo que
la diferencia de una autocracia. Bobbio acusa a los ?poderes invisibles? en democracia de ser más peligrosos que el
propio terrorismo, y lo decía después de que Italia conociera el drama en primera persona. Pues bien, he ahí la razón: la
ingenuidad de Carod fue grave porque se atrevió a meter las narices en la razón de Estado, porque ponía en evidencia la
existencia del gran secreto que debilita a la democracia española y que está en el núcleo del autoritarismo del PP. La
entrevista de Carod quizás señalaba la posibilidad real de una tregua, o podía mostrar el oportunismo partidista del
control policial sobre ETA y, en cualquier caso, desvelaba la gran trampa sobre la que se ha asentado el éxito electoral
conservador: mantener vivo el peligro que ha convertido al PP en garante de la unidad de la patria sin dejar respirar al
PSOE, su adversario político.
La ingenuidad de Carod, en un cierto sentido, es del mismo género de la de Julio Medem, que con su documental ?La
pelota vasca?, y a pesar de denunciar la inmoralidad del terrorismo de ETA, como siempre ha hecho Carod, desvela el
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secreto de una realidad que es compleja, matizada, cargada de argumentos, razones y sentimientos encontrados. No debe
extrañar que los mismos que no quisieron hablar en el documental tampoco respeten su libertad de expresión, primer
principio ?según Bobbio? sobre el que descansa la necesaria transparencia del ejercicio democrático del poder. La
ingenuidad, en un marco político autocrático, es terriblemente peligrosa porque descubre que el rey va desnudo. No en
balde ?ingenuo? es una palabra derivada de ?ingenuus?, que significa ?nacido libre?, ?noble, generoso?, y de ahí, la idea
de ?candidez?. Y Carod, o Medem, han actuado como ?profetas desarmados?, concepto que Bobbio recoge de
Maquiavelo: ?personas que hacen uso libre de su razón sin otra fuerza que la de un buen argumento?. Sólo que Carod ?y
ahí está el error? ejerció, simultáneamente, de ?profeta desarmado? y de conseller en cap. Dicho de otro modo: que no
era tan niño como para tolerarle la ingenuidad.
Pero que nadie tema: la mentira y el secreto han sido restituidos. Se ha ?protegido? al pueblo porque no soportaría la luz
de la verdad. Bush ganará las elecciones, el Papa ya ha recibido a Aznar, se seguirá vendiendo armas o comprando
petróleo a dictadores, se justificará el abuso sexual y se negará que se podría haber acabado con el terrorismo hace
mucho tiempo. Callando al niño, el secreto seguirá estando en el núcleo del poder. Todos tranquilos.
La Vanguardia
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