DESAFIO PROVOCATIVO/2..."Psicoanálisis implicado"

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DESAFIO PROVOCATIVO/2..."Psicoanálisis implicado"
Enrique Guinsberg
Alfredo Grande, Psicoanálisis implicado. La marca social en la clínica actual, Topía Editorial,
Buenos Aires, 2002, 123 p.
El autor lo remarca desde el final del primer párrafo: He sostenido cierta coherencia, cierta
consistencia, cierta credibilidad. En el camino del primer libro a éste pude haber dado algún
paso atrás, pero al menos no lo dí para el costado[1]. Lo que se confirma en el este nuevo
texto, que manifiesta y claramente continúa con una problemática ya planteada en su último
anterior, en su momento comentado en esta misma revista[2], aportando nuevos aspectos en el
marco de una verdadera batalla que Alfredo Grande realiza desde siempre por un psicoanálisis
diferente al ortodoxo, tradicional y “domesticado”, o sea a favor de un psicoanálisis implicado,
cuyos postulados describe de la siguiente manera:
1º, El psicoanálisis es un analizador de la cultura; 2ª, La subjetividad es un decantado de la
lucha de clases; 3º, La lógica erótica informa que el nivel fundante del sujeto es el deseo; la
lógica tanática informa que el nivel fundante del sujeto es la culpa; 4º, Hay que hablar de la
soga en la casa del ahorcado; 5º, De lo sublime a lo ridículo no hay más que un paso. Ese paso
hay que darlo.
El lector de este comentario podría pensar que si este nuevo libro reitera los planteos
anteriores, para qué hacer otra crítica si podría repetirse la ya escrita. Lo que también fue
pensado por quién ahora está haciendo la nueva, que observa que básicamente las ideas
centrales se mantienen, lo mismo que ese peculiar estilo grandiano que fue descrito como
“total y absolutamente congruente con su forma de hablar y de vivir: un constante humorismo
tipo irónico-crítico-negro y lleno de referencias a situaciones del momento y de su mundo
circundante concreto, que muchas veces (aunque por supuesto no siempre) lo hacen sólo
comprensible para quienes manejan tal mundo y sus códigos”, un estilo que se asemeja al
grouchomarxiano y es muy compartido y del agrado del autor de éstas líneas[3]. Un discurso
que hacer recordar esa no inocente afirmación de Octavio Paz sobre Carlos Monsivais de que
éste “no tenía ideas sino ocurrencias”, lo que evidentemente no es cierto en ninguno de
ambos.
Por el contrario, Alfredo Grande está lleno de ideas, pero siempre provocativas, rebeldes,
contestatarias, que chocan tanto con el establishment (político, social, pero sobre todo el
psiquiátrico y psicoanalítico) como con el sentido común y las normas establecidas. Como
cuando escribe en el capítulo I que Drácula es un analizador de la lógica institucional que en lo
humano se organiza para poder amar al horror. Rendirse ante los represores de la historia no
solamente por el terror impuesto, sino también por el amor provocado[4], algo que siempre ha
existido pero tal vez nunca como ahora en este momento trágico de la historia donde se
cumple lo indicado por el autor: ¿Qué mejor represión que la que nosotros inconscientemente
ejercemos sobre nosotros mismos? La ejercemos y, simultáneamente, la justificamos. Es que,
como ya es muy conocido, el mecanismo de dominación superyoico actual es más sofisticado,
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y la hegemonía de los Ideales del Superyó nos atraviesan sin anestesia [...] y nos doblega por
amor, no por terror. ¿Cómo? Una de sus formas es comprendiendo que el objetivo de la cultura
represora ya no será tanto el tabú del incesto sino muy especialmente la prohibición de la
esperanza. Cultivas todas las ilusiones, donde los fundamentalismos deportivos, religiosos,
políticos, sexuales, científicos, sociales, económicos, parecieran ser la única respuesta para la
única pregunta: ¿cómo sobrevivir?
El libro es una recopilación de ocho artículos, alguno de los cuales fueron presentaciones en
reuniones académicas o políticas (Alfredo Grande siempre participó y participa en estas
actividades, y hasta hace poco fue activo docente en la Universidad Popular de las Madres de
Plaza de Mayo), diversidad que nunca pierde un eje claramente visible en los objetivos que
demarcan su planteo de psicoanálisis implicado. Uno de ellos, “Odio, luego... existo”, es un
claro ejemplo de sus opiniones claramente contestatarias, que podrán o no compartirse pero
revelan su contundente irreverencia. Luego de un acápite trágico-humorístico -Pienso, luego
existo. Pero si pienso como existo, entonces no pienso más, firmado como Descartes
posmoderno-, el objetivo propuesto: Amar el odio. Paradoja que debe ser sostenida en tanto
nos abra el camino de una reflexión que sea, o al menos lo intente, análisis de nuestra
implicación como odiantes. Sólo como una muestra de sus observaciones es una pregunta y su
inmediata respuesta: ¿Se puede construir desde el odio? Pienso que sin odio no se puede
construir, no se puede crear, apenas se puede repetir. Para enfrentar al enemigo sin hacer
concesiones a lo mejor no es necesario odiarlo, pero seguramente es imprescindible no amarlo.
No hace falta recordar al lector de este breve comentario que Alfredo Grande se formó, vivió y
vive en un país que no sólo rinde una especie de “culto” al psicoanálisis y a todo lo que sea psi
(con predominio de sus tendencias “domesticadas”), y que también sufrió crisis muy grandes
(la dictadura militar, la económica de siempre con su apogeo en diciembre del 2001...), por lo
que no puede no ser producto de tales circunstancias pero asumiendo lúcidamente tal situación
y, como a él le gustaría decir, implicándose con tal realidad y por tanto asumiendo sus
responsabilidades, tanto políticas como profesionales. En ese contexto no sorprende -bueno,
para quienes lo conocemos ¿acaso puede sorprender algo en él?- que uno de los artículos de
este libro sea “Catastrofía (ensayo sobre la metapsicología del piquete)”[5], donde define a la
catastrofía como significante que intenta desplegar la cualidad de la catástrofe cotidiana, más
allá de la psicopatología de la vida cotidiana[6], una temática que es de esperar continúe ante
múltiples otros fenómenos cotidianos que asolan nuestra realidad.
Como ya se dijo en el mencionado comentario sobre el libro anterior de Alfredo Grande, la
amistad y fuertes coincidencias con él de manera alguna significan un acuerdo absoluto con
sus posturas, enfoques teóricos y observaciones, algo que jamás debería existir porque dejaría
de lado un pensamiento crítico al que jamás debe renunciarse (y algo que el propio Alfredo no
aceptaría). Ya en la oportunidad anterior se plantearon algunas diferencias y ahora, por sólo
citar una -más que diferencia sería sobre la necesidad de una mayor discusión al respecto- es
sobre su postura ante lo que llama interdisciplinariedad -un término más adecuado sería
transdiciplina-, aceptando su crítica a los enfoques que practican algunos (Muchas veces esa
aspiración termina siendo un shopping multiprofesional, donde hay una disciplina “amo” que
también busca hacerse invisible), pero sin caer en una postura no en contra de ella pero de
alguna manera insinuada (Si bien un discurso anti-interdisciplina podría sospecharse de
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megalomanía decadente, debo reconocer que los “caballeros interdisciplinarios” no me
conmueven).
El libro culmina con un Glosario del Psicoanálisis Implicado, escrito por Adriana P. de
Michalewicz con base en conceptos tomados de clases de Alfredo Grande y sacados de
desarrollos teóricos de León Rozitchner y Gregorio Baremblitt, que incluye 65 términos que se
inician con Acto fallido y culmina con Yo, que seguramente es muy útil para quienes se ubiquen
en esta postura o al menos quieran conocerla. Como ejemplo vale citar precisamente a
Psicoanálisis implicado:
Implicarse significa analizar la propia implicación, tiene que ver con la posición de clase, lo
histórico-social, lo institucional de cada uno. Incluye lo libidinal, pero no se agota en eso.
Supone un nivel convencional descubridor que lleva al nivel fundante. El Psicoanálisis
implicado es una respuesta teórico-política al Psicoanálisis “neutralizado” o Psicoanalismo.
[1] Las frases en cursiva en este texto son citas textuales del libro que se comenta .
[2] GUINSBERG, E., “Desafío provocativo”, comentario del libro de GRANDE, Alfredo, El Edipo
después del Edipo. Del psicoanálisis aplicado al psicoanálisis implicado, Topía Editorial,
Buenos Aires, 1996, revista Subjetividad y Cultura, México, Nº 15, octubre 1999, p. 77.
[3] Un ejemplo de este estilo es el siguiente: La locura siempre va a ser ruptura, fractura, corte
con lo instituído de un momento histórico. Pero tampoco la locura es neutral. Hay locuras
eróticas y hay locuras tanáticas. Lo más creativo y más destructivo convoca a lo más loco que
nos habita. Quizás una clasificación tentativa de la locura sería entre: locos lindos y locos de
mierda. Supongo que el DSM IV no la tiene incorporada. Lamentablemente por razones de
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espacio no es posible la transcripción completa del “caso” de una señora que recurre al autor
por la preocupación de toda la familia porque su marido hace dos semanas no dejaba de reírse,
historia tan desopilante como “analizante” de la realidad cotidiana .
[4] “Amaré tu sangre: el analizador Drácula y los ideales del superyó”, que previamente fue
publicado en el Nº 12 de esta revista, México, abril 1999.
[5] El movimiento piquetero (se trata de diferentes organizaciones con posturas políticas e
ideológicas que pueden ser distintas) comenzó su actividad antes de la crisis de diciembre del
2001 protestando por la desocupación de quienes los integran, para lo cual han hecho y hacen
cortes de rutas, puentes, etc.
[6] Con su ya señalada postura contestataria y provocativa el autor escribe que Hay un
psicoanálisis piquetero, de la misma forma que hay un psicoanálisis globalizado. Pienso que
Freud hizo un piquete en el territorio de la neurología. Piquete que Breuer abandonó, pero que
pronto encontró otros piqueteros.
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