Un Sentido de lo Sagrado Unidad 1. Un sentimiento arrollador

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MÓDULO 2
Un Sentido de lo Sagrado
Si lo “sagrado” está relegado al reino de lo no-físico, entonces lo sagrado sigue la idea de que todo
aquello que se encuentra en el reino físico es “secular” y “profano”. Esto parece ser una manera conveniente
de conceptualizar a los dos. Sin embargo, no se ajusta a la realidad, ya que aún en el reino físico, hay un
entrelazamiento con el reino espiritual. Debido a que la mente concibe y experimenta tanto lo secular, como
lo sagrado, sería un error retirar lo sagrado del reino de la experiencia humana, a menos que la naturaleza de
lo sagrado en sí mismo lo excluya. Con ello no queremos decir que no hay distinción entre lo físico y lo nofísico o entre lo secular y lo sagrado. Lo que queremos decir es que ellos no son mutuamente exclusivos.
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En los primeros tiempos del cristianismo, los hombres debatían si Jesús pudo haber sido totalmente
humano y totalmente divino. Debido a que fue difícil para las categorías humanas acomodar el
entrelazamiento de los dos, las teorías giraban en torno de cómo la encarnación de Jesús pudo haber ocurrido.
Algunas explicaban racionalmente que Jesús sólo “parecía” ser humano, cuando en realidad Él era divino.
Algunos argumentaban que Jesús era sólo mitad humano y mitad divino. Y así la controversia continuó. Si
bien ello no tiene carácter obligatorio como revelación, los cristianos de los primeros siglos generalmente
llegaron a la conclusión de que Jesús era totalmente humano y totalmente divino. Esto fue solamente un
intento humano de racionalizar un fenómeno que no podía ser explicado a través del uso de las categorías
humanas. Esto señala la dificultad de analizar toda la existencia a través de la racionalización humana.
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El creer en lo no-material no es la misma cosa que haberlo experimentado. Uno puede concebir lo
santo sin haber participado en ello. La espiritualidad requiere cierta conexión entre el mundo de los sentidos y
el mundo del espíritu. Una conciencia espiritual debe ser provocada. Y uno tiene que tener cierto
compromiso en cuestiones sagradas.
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Cualquier explicación que podamos ofrecer para explicar lo sagrado y la adecuada respuesta que los
seres humanos podamos brindar a ello debe ser entendida en el contexto de las Sagradas Escrituras. La
espiritualidad no puede funcionar por su propia voluntad. De lo contrario, sería una cuestión de ingenuidad
humana, creada por la racionalización humana. Y la definición de espiritualidad en cada persona será igual
de importante que la de cualquier otra persona. Debe existir un modelo para juzgar tanto la espiritualidad,
como lo sagrado. Dicho modelo es el que encontramos en la Biblia. Si la Biblia no ofreciera suficiente prueba
y brindase conceptos conflictivos e irracionales acerca del tema, entonces sólo nos quedará preguntarnos:
¿Existe algún otro modelo mejor?
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La Etapa 2 del viaje explora la idea de lo sagrado o santo como una base esencial para la
espiritualidad. El encuentro con lo sagrado brinda un sentido de maravilla, misterio y fascinación.
¿Continuamos?
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Unidad 1. Un sentimiento arrollador
Mientras que los componentes esenciales de la espiritualidad son la fe, la esperanza y el amor, la
esencia de la experiencia religiosa (lo sagrado) se encuentra en algo que no es puramente comprensión
racional. El mismo debe estar enfundado en sensaciones, las cuales son procesadas por el cerebro. Pero estas
sensaciones lo llevan a uno más allá de aquellas con las cuales uno se encuentra en la vida diaria. Una
“experiencia espiritual” ofrece un sentimiento arrollador, un estado de ánimo que no es de ninguna manera
mundano. El sentimiento de lo sagrado no es la alegría que uno siente cuando recibimos algo precioso. No es
la gratificación que uno recibe al ganar un concurso atlético. Tampoco es la emoción que uno siente cuando
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abrazamos a un ser querido luego de una larga ausencia. Por otra parte, esta experiencia con lo sagrado no es
un acontecimiento ajeno al cuerpo. Es una experiencia de asombro, maravilla y atrapante ansiedad.
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La idea de lo sagrado pude ser concebida en la mente humana, pero ello no es un producto de la
mente. Lo sagrado existe en forma separada de la mente y preexiste a toda experiencia humana. El hecho de
que pueda concebirse el carácter absoluto y el de bondad no significa que sean creaciones de la mente
humana. La mente simplemente reconoce lo que ya existe.
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Cuando una persona acepta el reino espiritual en el sentido de confrontación con Dios, esa persona
no se convierte en un ser no-racional, sino que se convierte en un ser abierto a una parte del la vida que es
sagrada. Él otorga valor a entidades espirituales que no pertenecen a una rutina diaria normal. Al hacerlo, se
convierte en una persona única que alega tener dichas experiencias. La pregunta a responder es la siguiente: ¿Se siente
uno arrollado por lo sagrado de una manera que lo secular no lo hace?
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A. El aspecto de asombro. En un ciclo de vida normal, todos nosotros experimentamos miedo. El miedo
enciende un sentido de horror, temor y ansiedad cuando la salud de una persona o su vida está en peligro.
Evocamos miedo cuando el deseo innato de la autopreservación y la protección contra algún daño son
amenazados. Esto trae un sentimiento de vulnerabilidad. Como resultado de una experiencia cargada de
miedo, uno puede reaccionar de una forma de las tres que pasamos a enumerar:
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• Uno puede ser arrastrado a la desesperación y refugiarse de aquello que induce al miedo.
• Uno puede volverse indiferente a los peligros y continuar asumiendo los mismos riesgos que antes.
• Uno puede aprender a respetar lo que originó el miedo.
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En el reino espiritual, una respuesta similar puede tener lugar cuando uno se enfrenta a Dios. !
• Uno puede ser arrastrado a un estado de terror y seguir sin arrepentirse.
• Uno puede volverse indiferente al dilema de sentirse indigno al presentarnos ante Dios.
• Uno puede responder con asombro y compromiso hacia Dios.
El temor de Dios se origina en su persona. Cuando el ser humano reconoce la soberanía de Dios, la
respuesta inmediata es sentirse tímido en vista de lo que puede hacer un ser soberano a un ser humano menos
poderoso. Parte de esta alarma se debe a la falta de entendimiento de la naturaleza de Dios. Si Dios actúa
como un hambriento león en la salvaje Kenia, entonces el terror es evocado porque creemos que Él es autosuficiente e indiferente a cualquier situación difícil del ser humano en particular. Una segunda razón de por
qué un ser humano puede temer a Dios es porque él conoce que Dios es santo y que Él puede descargar su ira
contra lo injusto.
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El pensamiento de Dios produce distintas emociones en el creyente y en el no-creyente, entre lo que es
espiritual y lo que no es espiritual. Para el creyente, la persona de Dios se enfrenta al mal y sólo Dios puede
controlar el mal. Para el no-creyente, el pensamiento de Dios trae aparejado un momento atemorizante
cuando el no-creyente se da cuenta de que es el único responsable de su escepticismo y sus malos actos.
Mientras que el temor de Dios que tiene el creyente difiere cuantitativamente del temor que siente el nocreyente, ambos comparten el sentimiento de total indefensa e incomodidad en presencia del Todopoderoso.
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La ira de Dios es desconcertante e incomprensible para todos aquellos que sostienen que la bondad y
el amor de Dios excluyen sus celos e ira. Ellos no se dan cuenta de que la ira de Dios sugiere el triunfo de la
santidad y juicio de la conducta inmoral. Esta parte de la naturaleza de Dios forma parte de su esencia, al
igual que la santidad y la bondad.
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Comúnmente hablamos de la ira de Dios en el tsunami, en el huracán, en el terremoto, en la erupción
del volcán, en las tormentas eléctricas y en la diseminación de las enfermedades incontrolables. Estos son
fenómenos naturales. Las personas que tienen poca preocupación acerca de Dios, comúnmente utilizan
términos como: “la ira de Dios” o “un acto de Dios” (también llamado “caso fortuito o de fuerza mayor”). Ya
sea que uno lo reconozca o no, sobreviene a la mayoría de las personas un sentido de poder sobrenatural y
total dependencia de Dios durante la aparición de todos los “actos de Dios”. Pero la idea de la ira de Dios
aparece en la Biblia dentro de un contexto distinto. Por ejemplo, los antiguos israelitas, cuyas vidas fueron
ordenadas mediante la alianza con Dios, entendían que la ira de Dios era un fenómeno natural asociado a la
falta de santidad.
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El sentido de horror que afecta a aquella persona que espera a Dios es sólo una parte de la respuesta.
Uno también se siente tocado por un sentido de asombro. El asombro que uno experimenta en la propia
búsqueda espiritual puede resultar arrollador por un lado y consolador por el otro. La paz con Dios constituye
un pensamiento sobrio; ella puede constituir una realidad que trae consuelo. El espíritu interior de una
persona puede ser hechizante, pero el mismo aprecia al venerable “Santo, santo, santo”. Un sentido de
asombro le permite a la criatura vivir consigo mismo y con Dios. Su propio sentido de falta de mérito y
distancia con Dios lo confirman.
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El lenguaje humano reserva unos pocos términos para ser utilizados al expresar el aspecto del
asombro. Estos términos son inapropiados al dirigirse a un ser humano, ya que ellos tienden a exaltar al
hombre a una posición que debiera ser reservada a Dios. Palabras tales como: “augusto”, “omnipotente” y
“soberano”; expresiones tales como: “¡Oh, Dios mío!” o “Mi Dios”, y títulos religiosos tales como:
“Reverendo”, “Padre” y “Su Santidad” debieran ser colocados aparte del modo de hablar humano,
preferentemente para otras más adecuadas. El conferir al hombre un honor que es sólo adecuado para Dios
tiende a diluir lo sagrado y elevar al hombre a una posición insostenible. Del mismo modo, un ser humano
debería abstenerse de ejercitar prerrogativas que pertenecen sólo a Dios: por ejemplo, juicios espirituales.
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B. La majestad de Dios. Más allá de la sensación de asombro que se produce a partir de un sentimiento de
estar abrumado, la espiritualidad lo introduce a uno a un sentido de majestuosidad que rodea a Dios. Del
interior de la conciencia humana surge una visión momentánea de la divinidad y la incomparable grandeza
que la idea de majestuosidad sugiere. En este contexto, el cristiano entiende que la vida representa más que lo
que el ojo ve y que los elementos eternos que no se marchitan van más allá de lo profano.
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El ser humano conoce algo de esplendor y grandeza a través de las maravillas de la naturaleza y los
logros humanos. Uno se maravilla ante una puesta de sol, un cañón profundo, un rugiente río y una tormenta
eléctrica. Uno se asombra con las pirámides, los rascacielos y la tecnología de la era espacial. Las maravillas
naturales dan testimonio del poder de Dios y las estructuras magníficas dan testimonio de los logros del
hombre. A su modo, todos ellos apuntan a la majestad de Dios, pero de ningún modo pueden acercarse a la
magnificencia eterna que provoca honor, alabanza y adoración en el corazón del creyente. Sólo a través de la
naturaleza de Dios inspiradora de asombro puede uno comenzar a comprender la majestuosidad de Su Ser.
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Lo que uno puede llegar a reconocer respecto de la majestad de Dios abre la posibilidad de conocer a
Dios mismo. A través de un “nuevo nacimiento”, que Dios posibilita, uno puede tener una esperanza de vida
a través de la resurrección de Jesús. Los cristianos poseen una herencia eterna que nunca podrá perecer,
arruinarse o marchitarse. En el presente estudio uno experimenta una alegría indescriptible y gloriosa al
recibir la meta de su fe (1 Pedro 1:3-12). Aquí uno se da cuenta de que la carne se marchita como ocurre con
la flor y el césped (1 Pedro 1: 24-25). La majestuosidad de Dios suministra el medio necesario para la
espiritualidad.
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C. El aspecto del poder y la pasión. Además del sentido de asombro y esplendor que proviene de lo
sagrado, la experiencia es un elemento de vigor y pasión. Uno posee simultáneamente el poder de hacer la
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voluntad de Dios y el poder de actuar rápidamente para llevar a cabo su voluntad. Siempre queda la realidad
del juicio divino para la pereza, la negligencia y el pecado deliberado. Pero el tener la conciencia de ser un
hijo o una hija espiritual de Dios reemplaza el temor al espanto y al terror con el asombro.
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La espiritualidad lo lleva a uno más allá de una creencia estática en Dios. La misma no está confinada
a una actividad de la mente, sino que impulsa a uno a entrar en acción. La espiritualidad nos lleva a pasar del
punto de vista del pensador al punto de vista del corredor. Uno está simultáneamente enamorado del poder
de salvación de Dios y con fuerzas para encaminar sus energías hacia causas espirituales.
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El aspecto del poder y la pasión que residen en una sólida espiritualidad pueden muy bien describir la
diferencia entre aquellos que son cristianos de segunda generación y aquellos que son creyentes de primera
generación. Aquellos de la primera generación en el primer siglo fueron impulsados por la pasión de contar la
historia de Jesús a aquellos que no tenían conocimiento de dicha historia. Los hombres como el apóstol Pablo
dedicaron el resto de sus vidas a este fin. Pero no todos llevaron su entusiasmo en pos del fin. Los discípulos
de Laodicea se volvieron indiferentes (Apocalipsis 3: 14-22); los de Éfeso habían perdido su primer amor
(Apocalipsis 2: 1-7). La razón por la que escribió muchas de las epístolas fue para alentar a los cristianos a
permanecer fieles y fervientes.
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Unidad 2. Un Sentido de Misterio
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Nosotros podemos “encontrar” a Dios en un plano físico a través de la belleza y la destrucción de la
naturaleza, pero podremos encontrar una visión más penetrante en un encuentro espiritual. No queremos
implicar aquí que esto es lo que frecuentemente se llama “misticismo”, sino que se trata de un encuentro que
es inescrutable. El encuentro con Dios no es una experiencia fuera de este mundo, y sin embargo, no es algo
totalmente explicable.
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Al aproximarnos a un encuentro indescriptible con el reino espiritual, deberemos comenzar con Dios,
no con el hombre. El hecho de comenzar con el hombre sería admitir que Dios puede ser encontrado
únicamente a través de la razón humana y que el conocimiento del reino invisible queda limitado a la razón
humana. El hecho de comenzar con Dios, por otro lado, es reconocer que estamos teniendo en cuenta la
totalidad del universo y no simplemente con la parte creada. Al mismo tiempo, nos enfrentamos con lo nofamiliar, aquello que no puede ser medido por el poder de la mente. Mientras que Dios mismo no puede ser
reducido a un vocabulario humano y a categorías del pensamiento, algo del misterio que Lo envuelve puede
abrirse al punto de vista humano a través del análisis de sus fines y promesas como están reveladas en la Biblia.
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Antes de continuar con la idea de espiritualidad, debemos hacer una pausa y replantear algunas
suposiciones. Las suposiciones son cruciales para nuestra búsqueda. Hay un Dios o no lo hay. Dios puede
llegar a ser conocido por el hombre o no. Dios es el creador, o bien no lo es. Dios es ya sea distinto del
hombre o no lo es. Dios posee un interés en su creación, o bi en no lo posee. Dios se compromete con su
creación, o bien no se compromete. Dios posee un propósito para el universo, o bien no lo posee. Dios es más
fuerte que Satanás, o bien no lo es. Si nos inclinamos por una respuesta afirmativa en los enunciados
anteriores, tendremos una base para ir en pos del tema de la espiritualidad. Si por el contrario, nos
inclinásemos por una respuesta negativa, estaríamos reduciendo nuestra búsqueda a categorías puramente
racionales humanas. Lo sagrado trae aparejado consigo un sentido de misterio.
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A. Lo “Otro Completamente Sagrado”. El término lo “Otro Completamente Sagrado” fue creado y
utilizado en décadas recientes para describir a Dios. La idea de “otro completamente sagrado” evoca
sentimientos y emoción dentro de la conciencia humana, aún para aquella persona que no es un creyente.
Todos nosotros experimentamos una sensación de asombro y de misterio cuando nos enfrentamos con algo
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nuevo y no familiar. ¿Qué es esto? ¿De dónde viene? ¿Qué significa? ¡No es eso asombroso! Pero en el contexto
de la espiritualidad, el lenguaje humano no hace justicia a ninguna descripción de la persona de Dios. Dios es
trascendente, inmaterial, y puede ser sólo tentativamente comparado con los rasgos humanos familiares. De
hecho, Dios aparece tanto en forma de contraste con lo físico, como en forma similar a lo físico. El resultado
para el ser humano es un completo asombro.
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La Biblia abre algunas puertas a través de las cuales uno puede echar una mirada y captar una visión
breve del Todopoderoso. Y uno obtiene un sentido de misterio revelado a través de sus páginas. El estudio
profundo relativo a ello está disponible para aquellos que deseen investigarlo.
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Dios se encuentra más allá de nuestra capacidad para entenderlo totalmente, ya que nosotros nos
encontramos capturados en el universo físico. Como “lo otro completamente sagrado”, Él es justamente eso:
otro completamente sagrado y diferente de aquel que nosotros conocemos y podemos experimentar
totalmente. Él es extraordinariamente diferente de la humanidad. No sólo es diferente, sino que Él es
intrínsecamente superior, tanto que los seres humanos sólo pueden marchitarse en su presencia.
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El cerebro humano concibe el pensamiento de lo sagrado como definido por la persona de Dios; los
sentimientos interactúan con él. No obstante, el encuentro no puede ser descripto adecuadamente a través de
las palabras. Sin embargo, se nos ha brindado un conocimiento de este misterioso universo. Por ejemplo, el
apóstol Pablo habló de la obra de Dios como un misterio: un misterio ahora revelado (Efesios 3: 2-6).
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La espiritualidad es casi un ejercicio intelectual, aunque no es irracional. No obstante, las
experiencias de lo espiritual no pueden ser totalmente entendidas o convertidas en palabras. El hombre
consiste más que de razón y de lógica. Se hace una distinción entre el conocimiento y la comprensión en el
reino físico; también existe esta distinción en el reino espiritual. Pablo mismo habló de tener una paz de Dios
que sobrepasa la comprensión (Filipenses 4: 7).
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B. Los propósitos de Dios. Resulta razonable pensar en Dios como en un Ser que tiene
propósitos. Así como la creación con seguridad no fue un accidente, del mismo modo el destino de dicha
creación está regido por un propósito. Esto no significa afirmar que todo está predeterminado, sino que la
consumación de todas las cosas dentro del universo físico y metafísico estarán de acuerdo con la voluntad de
Dios.
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Las intenciones de Dios preceden al universo material. Algunos de estos propósitos pueden ser visibles
para nosotros a través del orden creado. Podemos decir que los humanos, las plantas, los animales, los pájaros
y otras criaturas viven en la Tierra de acuerdo con el propósito de Dios. La Tierra gira sobre su eje de
acuerdo con el propósito de Dios. Las estaciones cambian para ajustarse a la voluntad de Dios. Pero debemos
recurrir a la revelación divina para descubrir algo de su propósito eterno relativo al estado espiritual del
hombre.
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El apóstol Pablo lo presenta de manera bastante breve en Efesios 1: 4: “Dios nos escogió en Él antes
de la creación del mundo, para que seamos santos y sin mancha delante de Él.” El propósito de Dios,
entonces, es que sus criaturas humanas lleguen a conocerlo en santidad: mediante una relación espiritual. Él
se mueve en el universo para garantizar el cumplimiento último de su voluntad. En su calidad de Dios con
propósito, el Creador apoya a su universo. Al hacerlo, imparte disposiciones por medio de las cuales dichos
propósitos podrán llevarse a cabo, cuando ni el hombre, ni ninguna otra criatura es capaz de hacerlo.
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Reflexión. Leer Hebreos 11:1-1-2:4.
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C. Las promesas de Dios. Los propósitos de Dios fueron revelados al hombre por medio de las Sagradas
Escrituras. Dentro de los límites de las Sagradas Escrituras, escuchamos acerca de las promesas hechas por
Dios al hombre. Se nos dice que el arco iris es Su Señal en el cielo de que “nunca más habrá un diluvio que
destruya la Tierra” (Génesis 9: 8-16). Dios prometió a Abrahán que por medio de él, “todas las familias de la
Tierra serán bendecidas” (Génesis 12:3). Dios mismo garantizó estas y otras promesas, Él mismo juró por su
nombre o santidad su confiabilidad (ref. Amós 4:2; Hechos 7:17). Estos pasajes dan testimonio de la más alta
autoridad en el universo.
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Una cosa es observar el amanecer y el atardecer día tras día y llegar a la conclusión de que el ciclo
continuará sin fin. Pero ello constituye una simple observación de la naturaleza, no “una promesa”. Las
promesas de Dios fueron comunicadas. ¿Cómo? ¿A quién? ¿Cuándo? A partir del testimonio de la Biblia,
“Dios, que muchas veces y de varias maneras habló a nuestros antepasados en otras épocas por medio de los
profetas, en estos días finales nos ha hablado por medio de su Hijo. A éste lo designó heredero de todo, y por
medio de Él, hizo el universo” (Hebreos 1: 1-2).
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Pablo habló acerca de una sabiduría celestial que había sido escondida pero “destinada a nuestra
gloria antes del comienzo de los tiempos. Ninguno de los gobernantes de esa época lo entendió, ya que de
haberlo hecho, no hubieran crucificado al Señor de la gloria.” Luego cita un pasaje de Isaías 64: 4: “Ningún
ojo ha visto, ningún oído ha escuchado, ninguna mente humana ha concebido lo que Dios ha preparado para
quienes lo aman.” Y agrega: “Ahora bien, Dios nos ha revelado esto por medio de su Espíritu” (1 Corintios 2:
6-10).
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Unidad 3. El Elemento de Fascinación
Como seres humanos, estamos encapsulado en un mundo físico. Mucha de nuestra energía está
dedicada a sobrevivir, en virtud de la cual el comer, dormir, trabajar y tener actividades recreativas consumen
la mayor parte de nuestro tiempo. El estar absortos en la búsqueda del mundo secular hace que nos olvidemos
de lo sublime.
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Algunas personas se complacen en trabajar o en jugar. La gratificación que ellos reciben continúa
llamándolos a repetir dichas experiencias que brindan satisfacción. Esto es especialmente cierto para aquellos
placeres momentáneos que llevan a las adicciones. Para dichas personas, lo sagrado puede resultar poco
atractivo, porque no ha sido explorado, o bien porque suena demasiado esotérico, o bien porque a uno le
gusta lo secular más que lo sagrado.
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Una cosa es admitir la existencia de un reino espiritual. Pero otra es responder a ese reino con temor o
asombro. E inclusive otra cosa es comprender lo espiritual.
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Una vez que uno percibe la importancia de lo sobrenatural, uno llegará a estar fascinado con él. Parte
de esa fascinación se debe a la libertad que el mismo ofrece: la libertad de la culpa que el pecado deposita en
una persona, la libertad de las cargas ocasionadas por la avaricia, la envidia y el egoísmo. La libertad de sentir
que uno debe devolver mal por mal. En otras palabras, lo espiritual llega a ser atractivo porque el mismo
brinda un marco en el cual uno puede vivir en el reino secular sin llegar a esclavizarse al mismo. Lo
sobrenatural ofrece un medio más legítimo para acercarnos a las actividades esenciales en la vida y a las
personas con las cuales debemos tratar. Lo sobrenatural hace que la vida de uno tenga un mayor significado y
propósito. Seguimos con la idea de que lo sagrado es una fuerza activa.
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A. Atracción y repulsión. Mientras que la idea de lo sagrado tiene atracción para algunos, otros la
rechazan. Para la persona que tiene una inclinación espiritual, lo sagrado es fascinante, ya que brinda la
posibilidad de conocer a Dios. Dicha persona tiende a lo sagrado, ya que allí encuentra significado,
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satisfacción, consuelo, bondad, salvación y libertad. Por otro lado, el hombre natural es rechazado porque él
ve lo sagrado como una violación a sus placeres. Está inclinado a permanecer firme en su descreimiento y
negación. Cuando nos enfrentamos con lo sagrado, uno no puede permanecer neutral.
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El misterio de lo sagrado reclama nuestra atención, no como una fuerza irresistible, sino como una
bendición humilde, sumisa, deseable y seductora. Dentro de este ámbito espiritual, uno sabe que la fe
imperfecta, la esperanza y el amor están completos en el reino espiritual. Aquí, estas expresiones no son
definidas por la sociedad, ni tampoco queda uno librado a hacer aquello que piensa que es correcto según su
propio criterio. Estos elementos son parte inherente del carácter de Dios y en consecuencia, son normas de
conducta para el universo entero, tanto el material, como el espiritual.
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En realidad, la comprensión humana de un Dios celoso, que descarga su ira no es más que una parte
de la medida total de Dios. Así, también, el concepto completo de la gracia y misericordia del amor de Dios
es una extensión de lo que el hombre puede concebir y apreciar. El cántico de himnos, el entregarse a
lamentaciones, la oración ferviente y las elevadas voces de adoración se convierten en vehículos a través de los
cuales los humanos llegan a Dios y expresan lo mejor que el ser humano puede ofrecer. Esto es lo más
cercano que los humanos pueden llegar a estar para experimentar el lado espiritual del cielo.
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Uno es impulsado hacia la espiritualidad a través de la observación que uno hace de la espiritualidad
en la vida de otras personas. Así como uno puede ser arrastrado al mal a través de la asociación con personas
mal-intencionadas, del mismo modo uno puede ser influenciado a seguir el camino de la bondad mediante la
observación de una persona abierta a la espiritualidad.
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La amenaza del miedo y el juicio puede asimismo impulsar a una persona hacia la espiritualidad.
Estos son elementos que llaman a una respuesta (Hechos 2: 37-17). Este miedo proviene de advertir la
situación grave por la que atraviesa el no-creyente (Hechos 2: 37; 17: 29-31). Pero, como el sentimiento de la
majestuosidad reemplaza el terror a través de la fe y el bautismo, el sentimiento de lo sagrado supera el amor
por lo profano.
Reflexión A. En momentos de éxtasis, uno se encuentra a sí mismo atraído hacia lo santo, ya que ello roza
los sentimientos, los cuales tienen su apoyo en nuestra mente. La persona que no es espiritual no tiene la
capacidad de apreciar los ejercicios espirituales del alma. Sus ojos pueden ver a otras personas involucrarse en
el culto y sus oídos pueden escuchar sus cánticos, pero dicha persona no tiene comprensión del significado de
dichas actividades. El culto es repulsivo a su naturaleza. Él no aprecia la historia cristiana de redención. El
hombre espiritual, en cambio, encuentra el mundo natural vacío, desagradable, lastimoso. Como el hombre
natural no posee conocimiento espiritual, él ve lo sagrado a través la lente de lo secular. Jesús pronunció una
parábola que demuestra las diferentes respuestas que los hombres dan al evangelio (Mateo 13: 1-23).
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Reflexión B. La persona espiritual es atraída hacia Dios especialmente en momentos de devoción, reflexión y
meditación privada cuando su mente está alejada de lo mundano. Del mismo modo, en un servicio de culto
público, la persona espiritual es atraída hacia la compañía de personas con similar manera de pensar. Esto se
vuelve más pronunciado en los tiempos de persecución. En una reunión de creyentes luego de la detención,
amenazas, y la liberación de Pedro y Juan, los adoradores “elevaron sus voces todos juntos en una oración a
Dios”. Ellos reconocieron la soberanía de Dios en la creación y en la redención. El pedido que ellos hicieron
fue el siguiente: “Ahora, Señor, toma en cuenta sus amenazas y concede a tus siervos el proclamar tu palabra
sin temor alguno” (Hechos 4: 23-31). Ninguna otra ocasión puede resultar tan bien marcada, pero persiste
aún la idea de lo que podría suceder cuando las personas se congregan. El sentido de haber sido redimidos y
de habernos convertido en un socio de Dios en su obra hace a un lado el temor de los hombres y refuerza la
convicción de que la obra de Dios debe seguir adelante. La congregación brinda la prueba más severa en la
cual tal afirmación tiene lugar.
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B. Un cambio de lealtad. La espiritualidad hace uso de los mismos sentimientos que la persona no
espiritual posee. La diferencia reside en los estímulos. La persona natural ama porque es natural hacerlo; la
persona espiritual ama porque ese es el camino por el que debe transitar cuando vive en una relación de
alianza con Dios.
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La espiritualidad no es partidaria de la idea de que el hombre espiritual haya sido cambiado
intelectualmente o que sus sentidos hayan sido de alguna manera alterados. Su cambio de lealtad de sí mismo
a Dios ha marcado la diferencia en su propia persona. La diferencia importante es el cambio en el carácter
que resulta luego del cambio de lealtad. La diferencia se ve en los pensamientos de uno, en nuestro discurso,
en nuestra conducta, en nuestros modales y en nuestras actividades del culto. Dicha persona tiene ahora una
relación con Dios.
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Por el libre albedrío, una persona actúa y hace lo que es adecuado respecto de su posición como hijo/
a de Dios. Al reconocer nuestra pecaminosidad ante Dios y nuestra incapacidad de liberarnos de la culpa del
pecado, uno se dirige a Dios respondiendo a la invitación de Dios a recibir el perdón.
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¿Cómo uno es atraído hacia lo sagrado? La respuesta completa a esta pregunta va más allá de
nuestra comprensión. No obstante, encontramos un interesante pasaje en Juan 6:44, donde Jesús dijo: Nadie
puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me envió, y yo lo resucitaré en el día final.” Si podemos hacer una
interpretación de este pasaje, diremos que el mismo implica que el hombre no encuentra a Dios y luego Lo
adopta en sus propios términos.
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Se ha enfocado la pregunta acerca de cómo uno es atraído hacia lo sagrado de distintas maneras.
Dentro de los círculos cristianos, ha habido una prolongada idea que sostiene que antes de la creación Dios
predeterminó cuáles individuos él salvaría y cuáles serían condenados al infierno. San Agustín (en el siglo V)
intentó proteger a Dios de la consecuencia última que acabamos de mencionar, pero Juan Calvino (siglo XVI)
expuso su idea de que ambas consecuencias fueron selladas por Dios y que no existe nada que un hombre
pueda hacer para alterar esos fines. Esta doctrina es escasamente lo que expresa la idea del Nuevo
Testamento, pero sí es una doctrina que se ha desarrollado a medida que los seres humanos intentaban
abordar el tema del proceso de la elección divina.
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Aquellos que sostienen que hay una acción predeterminada de parte de Dios no tratan el problema de
la influencia de Satanás y la lucha permanente de los cristianos contra principados y poderes. La Biblia, desde
los Evangelios pasando por las Epístolas hasta el Apocalipsis mantiene la idea de que Cristo es el vencedor
sobre los poderes de Satanás. Al final los tiempos, Satanás será desterrado. Hasta entonces, los humanos
deberemos vivir en un mundo donde existe tensión entre las dos fuerzas. Satanás posee un arrastre tremendo
en la vida de uno.
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La predeterminación no toma en cuenta los variados pasajes del Nuevo Testamento que abordan el
tema de las advertencias acerca de la apostasía. El decir que aquellos que abandonan la fe nunca estuvieron
entre los elegidos es como negar que Judas nunca fue un discípulo de Jesús. Las incoherencias de la postura de
la predeterminación hacen que sea indefendible la respuesta de cómo Dios conduce a los hombres hacia lo
sagrado. El negar que Dios sí “conduce” a los hombres hacia lo sagrado es negar completamente dicha
afirmación. Decir que el hombre (ya sea por tener un corazón duro, por tener miedo, por satisfacer su propio
estilo de vida, o por estar bajo la influencia de Satanás) no tiene el derecho a rehusarse, convierte al hombre en
un títere y niega la existencia del libre albedrío humano. El decir que Dios no tiene participación en atraer a
los hombres hacia Él convierte al hombre en el iniciador de su propia salvación, lo cual es incongruente con lo
que expresan las Escrituras Sagradas.
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