Altruismo - Biblioteca Digital de APA

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Altruismo
*
Marcos Guiter y
**
Paloma Halac de Lifschitz
La literatura psicoanalítica se ocupa del problema del narcisismo desde
hace mucho tiempo, después de publicado el famoso trabajo de Freud
de 1914, "Introducción del narcisismo". Tema éste que introdujo una
profunda variante en la concepción previa del dualismo pulsional, referido a las pulsiones de autoconservación y sexuales y dio apertura al
estudio de un inmenso campo respecto de la composición del aparato psíquico y de la condición humana.
Clásicamente, se contrapone el narcisismo a la relación de objeto. Es
lógico, son los opuestos naturales. El amor objeta}, en cierto sentido, por
un lado complementa y por otro traslada el amor a sí mismo, propio del
narcisismo, al amor a un otro, implicando en esto un gran cambio en
la distribución de la libido, en las relaciones del yo y el mundo, en el
sentido de realidad, en la salida de la omnipotencia, en la consideración
de los otros, en la posibilidad de la convivencia comunitaria, familiar
y social.
La relación de objeto se caracteriza entonces por esos lineamientos generales. Pero, naturalmente, el eje sobre el cual pivotean los diferentes
aspectos de esa relación, es el vínculo de amor (y agresión, ligada o no)
entre sujeto y objeto.
Para definir entonces lo mejor posible las características de ese elemento vincular, el amor, podemos tomar los diversos conceptos que Freud
ha expuesto sobre el tema en diferentes momentos de su obra.
Freud llama amor, en sentido amplio, a aquella vivencia de atracción
que siente el bebé por su madre, cuando ésta lo gratifica. Cuando la
mamá alimenta o satisface cualquier necesidad del bebé, éste se alivia
en su tensión de necesidad y experimenta hacia su madre ese sentimiento de agrado, "sensaciones placenteras" dice Freud ("Pulsiones y destinos de Pulsión", p. 131), que llamamos amor. Para M. Klein, sería un
sentimiento vinculado a la gratitud, por haberse recibido algo bueno.
El término "libido" designa ese impulso hacia el objeto, impulso que
condensa componentes psíquicos y sexuales pregenitales y genitales y
'" Dirección: Avda. Las Heras 3767, 11 "C", (1425), Capital Federal, R. Argentina.
** Dirección: Avda. Figueroa Alcorta 3024, 8 (1425), Capital Federal, R. Argentina.
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que, partiendo de diferentes zonas erógenas y en forma directa de excitación sexual, o coartada en su fin (cariñosa) o bajo la forma de sublimación completa, se dirigen hacia el objeto.
En esa relación del yo con el objeto, opuesta o complementaria del
narcisismo, que llamamos amor o libido, se incluyen diferentes sentimientos, algunos ya mencionados, como ternura, gratitud, necesidad de
reparar, deseo de emular, de cooperar, necesidad de dar, etc., todo ello
manteniendo habitualmente la contrapartida de recibir del objeto el
mismo trato.
Pero hay un tipo de comportamiento humano que nos interesa destacar en este ensayo, que está muy poco estudiado en psicoanálisis y
aparece, en la vida cotidiana, como una suerte de antítesis más marcada del narcisismo: el altruismo. Si el narcisismo puede ser el equivalente psicoanalítico de lo que en el lenguaje popular llamamos egoísmo
(lo cual incluye el amor patológico a sí mismo y la consideración utilitaria
exagerada por el sí mismo), el altruismo aparece como el extremo
opuesto, pues implica no sólo amar al prójimo sino, según el diccionario, "esmero y complacencia en el bien ajeno, aun a costa del propio".
El altruismo implica, pues, además de los sentimientos señalados como
componentes del amor, un aspecto diferente, un rasgo específico: produce placer al sujeto sacrificar algo de sí, en pro de otro. La pregunta
que nosotros nos hacemos y que procuraremos contestar en este trabajo, es si esa condición de perder algo y complacerse en ello, por el otro,
es, primero, un rasgo inherente a todos los seres humanos o pertenece
a unos pocos. Y segundo, si es, verdaderamente, expresión auténtica de
amor o, meramente, una expresión encubierta de otros sentimientos o
situaciones, por ej., de masoquismo. O una forma sofisticada de narcisismo, para ser considerado mejor que los otros. O una manera de
resolver un conflicto superyoico que censura el egoísmo inconsciente del
sujeto, invirtiendo el proceso y transformándolo en altruismo, es decir,
haciendo una formación reactiva y apareciendo el propio sujeto como
humilde, lo cual es bien visto por el grupo social.
Entonces, nuestra tarea en este ensayo consistirá en intentar diferenciar el "verdadero altruismo", si es que existe, del "aparente altruismo"
de los casos recién mencionados.
Antes de exponer los resultados de nuestras reflexiones, repasaremos
alguna bibliografía vinculada al tema.
Veamos primero lo que dice un biólogo y naturalista, Gordon Rattray
Taylor:
"Trata a los demás como te gustaría que te traten a ti.
Hay una clase de comportamiento que ha representado siempre un
obstáculo para la teoría de la evolución, el fastidioso problema del
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altruismo, como lo ha llamado Gould. ¿Cuál es la ventaja evolutiva
de ayudar a otro a sobrevivir, sobre todo cuando eso representa un
riesgo para uno mismo? Últimamente, algunos biólogos aseguran haber
resuelto esa cuestión. ¿Pero es verdad que lo han hecho?
Darwin dijo en 1859: La selección natural no puede producir en una
especie ninguna modificación que sea exclusivamente para bien de
otra especie, aunque en la naturaleza una especie incesantemente
saca ventaja y se aprovecha de las estructuras de otras ... Si pudiera
demostrarse que cualquier parte de la estructura de una especie cualquiera se había formado para bien exclusivo de otra especie, aniquilaría mi teoría, porque una cosa así no podría haberse producido por
selección natural.
Darwin se refería a las estructuras, pero su afirmación puede aplicarse lo mismo al comportamiento, suponiendo que el comportamiento sea
heredado. Por tanto, el comportamiento altruista o desinteresado, sobre todo cuando representa algún riesgo o costo para el altruista, ha
sido siempre un problema para el darwinismo.
Algunos pájaros pequeños, como los petirrojos, zorzales y herrerillos,
por ejemplo, se acurrucan cuando se acerca un halcón y emiten un silbido débil para avisar a los otros pájaros del peligro. Desde el punto
de vista del pájaro, parece que sería más prudente quedarse callado
y no descubrir dónde se encuentra. Un ejemplo más dramático es el
que nos dan esas abejas que lanzan ataques suicidas sobre los invasores de su colmena. El mismo Darwin no acaba de comprender el caso
de la obrera estéril, que se resigna a la extinción de su línea en interés de la reina; aunque un ejemplo más generalizado es el del comportamiento maternal, especialmente casos como el de la madre que
regurgita la comida, a medio digerir, en beneficio de sus crías.
Pero quizá las más generosas sean las hormigas, que emplean parte
de sus propios huevos -los llamados huevos tróficos- para alimentar
a la reina, e incluso a otras obreras. Encontramos también ejemplos
de altruismo recíproco entre diferentes especies, como el caso del pez
limpiador, o el pájaro que se posa sobre el rinoceronte y le avisa que
se acerca un enemigo" (pp. 212-3).
Wilson está convencido de que no va a tardar en conocerse la existencia
de genes específicamente altruistas. "Creo que vamos a ser capaces también de identificar muchos de los genes que influyen en el comportamiento", dice.
En síntesis, parece que el altruismo, en el sentido de que una criatura viviente hace algo por otra, aparentemente sin beneficio propio, pero
a beneficio de la comunidad de sus congéneres. es algo que existe,
fenoménicamente al menos, aunque no conozcamos bien sus fundamentos.
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Veamos ahora algunos conceptos de Freud, que hemos podido extractar
sobre la cuestión del altruismo, o temas conexos.
En "Tótem y tabú":
"De la violación de un tabú los primitivos temen un castigo, las más
de las veces una enfermedad grave o la muerte. Y ese castigo amenaza a quien se ha hecho culpable de la violación. No es así en la
neurosis obsesiva. Si el enfermo ha de ejecutar algo que le está prohibido tiene miedo al castigo que sufrirá no él sino otra persona, que
casi siempre se deja indeterminada pero en quien se discierne, mediante el análisis, a uno de los seres más allegados a él y más amados.
El neurótico se comporta en este punto, pues, como altruista y el
primitivo como egoísta."
En la 26 conferencia:
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"Como bien se comprende, lo opuesto del egoísmo, el altruismo, no
coincide con la investidura libidinosa de objeto; se separa de ésta porque faltan en él las aspiraciones a la satisfacción sexual. Empero, en
el enamoramiento pleno el altruismo coincide con la investidura libidinosa de objeto. El objeto sexual atrae sobre sí, por regla general, una
parte del narcisismo del yo, lo que se hace notable en la llamada 'sobreestimación sexual' del objeto. Si en cambio se produce la transmisión
altruista del egoísmo al objeto sexual, éste cobra máximo poder; por
así decirlo, deglute al yo."
En "El malestar en la cultura":
"Expresado de otro modo: el desarrollo individual se nos aparece como
un producto de la interferencia entre dos aspiraciones: el afán por alcanzar dicha, que solemos llamar 'egoísta' y el de reunirse con los
demás en la comunidad, que denominamos 'altruista'. Según dijimos,
en el desarrollo individual el acento principal recae, las más de las
veces, sobre la aspiración egoísta o de dicha; la otra que se diría 'cultural', se contenta por lo regular con el papel de una limitación.
La ética llamada 'natural' no tiene nada para ofrecer aquí, como no
sea la satisfacción narcisista de tener derecho a considerarse mejor que
los demás."
Melanie Klein no habla de altruismo, sino de amor y reparación. Veamos algunas de sus ideas. En su opinión existe un amor generoso desde
el comienzo. La satisfacción mueve a gratitud hacia el objeto. Sin
embargo la satisfacción desde el comienzo trae consigo no sólo gratitud
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sino también envidia. En la medida en que el infante pueda sostener
una actitud de agradecimiento hacia el objeto amado y en que el objeto
externo (la madre) pueda suscitar gratitud, el infante podrá afirmarse
en su creencia en el amor y en las partes buenas de sí mismo.
La seguridad del infante depende del equilibrio entre envidia y gratitud puesto que la envidia destruye el amor y la gratitud.
Cuando M. Klein describió la posición depresiva introdujo descripciones de estados afectivos enteramente nuevos. Seguía en esto la noción
de Abraham del genuino amor de objeto, la experiencia de los objetos
totales.
El amor en la posición depresiva se dirige al objeto no ideal, al objeto
bueno que tiene también falencias.
Anna Freud se refirió expresamente al concepto de altruismo. Habló
de la renuncia "altruista" de los propios impulsos egoístas en favor de
otros. El sujeto desea que los otros disfruten de lo que él mismo desea.
Sería un mecanismo que, de no ser exagerado, "sirve además para el
establecimiento de importantes lazos positivos y con ello a la consolidación de relaciones humanas". Este abandono de los propios impulsos
instintivos tendría un fin egoísta, porque el sujeto se satisfaría a través
del otro.
A. Freud dice que "la embriaguez de dar y ayudar a otros muestra
que el renunciamiento constituye en sí mismo una satisfacción instintiva". Esto justamente es lo interesante de destacar y sería el auténtico
altruismo. Es decir, se trata aquí de un componente pulsional y no de
un mecanismo de defensa.
Señala que "la mortificación narcisista es compensada por la sensación del fortalecimiento del propio placer que acompaña al papel del
benefactor", etc.
Y, finalmente, dice: "queda en suspenso el problema de la existencia
de una relación auténticamente altruista hacia el prójimo, en la que la
propia satisfacción instintiva, aun en forma desplazada o sublimada, no
desempeñe papel alguno".
Por último, una ojeada a algunas reflexiones de Lacan sobre el tema
del altruismo.
"La naturaleza del bien es ser altruista. Pero éste no es el amor al
prójimo. Freud lo hace sentir sin llegar a articularlo plenamente. Intentaremos, sin forzar nada, hacerlo en su lugar.
Podemos fundarnos en lo siguiente: cada vez que Freud se detiene,
como horrorizado, ante la consecuencia del mandamiento del amor al
prójimo, lo que surge es la presencia de esa maldad fundamental que
habita en ese prójimo. Pero por lo tanto, habita también en mí mis-
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mo. ¿Y qué es más próximo* que ese prójimo? ¿Qué es ese núcleo de
mí mismo que es el goce al que no oso aproximarme? Pues una vez
que me aproximo a él -éste es el sentido del 'Malestar en la cultura'surge esa insondable agresividad ante la que retrocedo, que vuelvo en
contra de mí".
Según Lacan, nuestro egoísmo se satisface muy bien con cierto altruismo.
el cual se ubica a nivel de lo útil y es, precisamente, el pretexto mediante el cual evito abordar el problema del mal que yo deseo y que desea
mi prójimo.
"Lo que quiero es el bien de los otros a imagen del mío. Quizás aquí
el sentido del amor al prójimo podría volver a darme el verdadero
rumbo. Para ello, habría que saber enfrentar el hecho de que el goce
de mi prójimo, su goce nocivo, su goce maligno, es lo que se propone
como el verdadero problema para mi amor."
Aclaremos que para Lacan el goce no es el placer. Desde el punto de
vista económico, el placer es ante todo la sensación agradable percibida
por el yo cuando disminuye la tensión. En el placer se trata de una disminución de la tensión psíquica en el sentido del reposo y la distensión.
También un aumento no excesivo de tensión, en cierta medida temporal y previo a la distensión, puede producir placer.
El goce, por lo contrario, consiste en un mantenimiento o en un agudo
incremento de la tensión, no es sentido de inmediato. pero se manifiesta indirectamente en las pruebas máximas que deben atravesar el cuerpo
y la psique, el sujeto entero. El goce sería entonces un estado energético que vivimos en circunstancias límites, en situaciones de ruptura,
desafio, crisis excepcionales, etc. El goce equivale a la tensión máxima
mientras que el placer equivale a la tensión reducida.
Lacan distingue tres tipos de goce: 1] El goce fálico. 2] Plus de goce.
3] Goce del otro. Pero el goce estaría identificado con la compulsión a
la repetición, por lo tanto con la pulsión de muerte.
Después de esta revisión bibliográfica, extensa pero incompleta por razones de espacio, volvemos a nuestras reflexiones.
Habíamos señalado anteriormente la necesidad de diferenciar el verdadero altruismo, del constituido por otros motivos.
Primero, ¿qué entendemos por verdadero altruismo?
Hemos visto que los etólogos y biólogos encuentran en diferentes especies animales comportamientos aparentemente altruistas de carácter
instintivo.
* "Prochain" en francés es a la vez próximo y prójimo. Lacan juega con el doble sentido.
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Esto nos podría hacer pensar que esa posibilidad de transmisión genética también se ha de hallar en la especie humana, aunque no se
conozcan, como en tantas otras cuestiones, los genes específicos. Pero
veamos qué ocurre cuando nosotros encontramos en los seres humanos
comportamientos altruistas. En primer lugar, están los "grandes altruismos" que todo el mundo aplaude. Ejemplos, el "héroe" que da su vida
por una causa justa, en una guerra. O la persona que a riesgo de su
vida salva a otra en una situación de catástrofe. O la persona que dedica
su vida (ej., la famosa Madre Teresa) a cuidar enfermos, alfabetizar niños
de una villa, prestar servicios comunitarios gratuitamente. O el médico
que dedica su vida entera (ej., Albert Schwitzer) a curar leprosos en un
lejano lugar de África. La crónica de los altruismos es infinita. Sacerdotes, médicos, soldados, hombres comunes, han dado su vida o su
dedicación a causas consideradas "altruistas". Es decir, existen prototipos humanos, arquetipos, que se sacrifican o se han sacrificado por los
demás, voluntariamente y aparentemente con alegría y placer.
Esto nos lleva a pensar, como en otras características del ser humano, si el altruismo no será un rasgo constante del hombre, de la misma
manera que lo es el narcisismo u otras actitudes o sentimientos como
el amor, el odio, la envidia, la gratitud, el sadismo, el masoquismo, etc.,
que son todos existentes universales. El masoquismo, particularmente,
se presta para simular altruismo, dado que ambas tendencias implican
el "sacrificio" de algo de uno mismo. Inclusive cabe preguntarse si el
altruismo no podría verse como una sublimación del masoquismo. Pero
el masoquismo implica un goce del sujeto, victimizado por un otro, real
o imaginario. es decir un goce narcisista en favor del yo. El altruismo
busca el bienestar del objeto. Altruismo es etimológicamente "alter",
alteridad, reconocimiento del otro. El altruismo es objetal, el masoquismo narcisista. El altruismo está vehiculizado por Eros y el masoquismo
por la pulsión de muerte.
También es necesario diferenciar el altruismo de los sentimientos de
culpabilidad, que pueden llevar a un sujeto a una actitud de desprendimiento en favor del otro. Pero la culpa se genera por una agresión previa
conciente o inconciente al objeto que lleva al Yo a la necesidad de
reparar. Mientras que nosotros consideramos que el altruismo es un componente del amor y que, por lo tanto, implica una fusión pulsional de
libido y agresión, donde esta última sólo tiene el sentido de llevar a Eros
a la consecución de sus fines. En la culpa, los derivados de la pulsión
de muerte están defusionados bajo la forma de agresividad libre y el
amor debe acudir secundariamente para mitigar los daños realizados
en el objeto.
Si bien el narcisismo (llamado vulgarmente de diferentes maneras,
vanidad, autosuficiencia, autocomplacencia, egoísmo, etc., según abar-
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que aspectos afectivos o utilitarios de la persona que se erige a sí misma
como centro del mundo) es una característica común, en cierto grado,
a todos los seres humanos, es en los grandes ejemplos de la mitología
(el mito de Narciso) o de la patología (psicosis, perversiones, delincuencia, etc.) donde se le hace patente a Freud dicho rasgo humano.
De la misma manera, ¿no es razonable pensar que los arquetipos del
altruismo, aquellos casos excepcionales que han pasado a la historia o
que salen en los periódicos, no son sino una muestra acentuada, exagerada, de rasgos típicos de la condición humana?
¿Es posible encontrar el altruismo como rasgo universal de la mente,
tal como el narcisismo, etc.?
Tomemos el caso más regular y típico del altruismo: la relación de la
madre con sus hijos. En la relación de la mayoría de las madres con su
bebé, es fácil detectar rasgos de altruismo. Sacrificar el descanso, el
sueño, el alimento, las comodidades, es algo que todos vemos como natural en una madre. Y es un sacrificio que, aun a despecho de quejas
o suspiros, se hace con alegría, con satisfacción. He aquí una persona,
entonces, que de acuerdo con la definición de altruismo "siente complacencia por el bien ajeno, aun a costa del propio".
Pero aquí viene el inevitable cuestionamiento. Éste no es un verdadero altruismo, se argumenta, pues la madre considera a su bebé como
una parte de sí misma, como su falo, podrá decirse, o como una proyección narcisista, pues ha ubicado en su hijo aspectos deseados, amados
e idealizados de sí misma. Freud lo señala claramente: "His majesty the
Baby", el bebé es la prolongación de nuestros sueños, la realización imaginaria de nuestro fantaseado anhelo de inmortalidad, el ser perfecto
que hubiésemos deseado ser.
Esto es así. Sin embargo, el bebé, además de significar todo lo señalado, es también un otro. Justamente, del "detalle" de que sea también
un otro o no, para la madre, depende su destino, su salud. Cuanto menos
es el bebé nuestra propia proyección y más es un otro diferente de nosotros mismos, tanto los padres, padre y madre, le permitiremos crecer,
individuarse, constituirse en persona. Para que los padres permitan eso
al niño, tienen que amarlo, no sólo narcisísticamente, sino como objeto,
como ser diferente.
y es ese amor, ese amor objetal, no narcisista, el que tiene que implicar en su naturaleza del amor auténtico, una dosis de altruismo, que
le permitirá al otro, al bebé, al niño, crecer y separarse de la madre y
ser él y amarse él y a otras personas que no sean los padres. Y en este
amor parental que nutre para que el niño se entregue a otros, justamente para que deje a los padres, un amor que sabe que da al hijo, no
sólo para que se lo devuelva, sino para que entregue este amor a otros,
reside el altruismo. La madre se "sacrifica" por el niño, en su actitud
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altruista, para perderlo, aunque desde luego, tendrá la satisfacción de
haberlo criado "sano". Pero éste es un, podríamos decir, lógico narcisismo de la madre, que no por existir deja de restar valor a su altruismo.
y si no, ¿qué diferencia habría entre madre, o padres, narcisistas patológicamente que atraparán a sus hijos, convirtiéndolos en psicóticos o
perversos, y aquellos que les dieron, en cambio, la posibilidad de ser
libres, autónomos, "personas"?
De este modo creemos que, a partir de los vínculos más profundos de
los padres con sus hijos, en el proceso de crianza, el altruismo aparece
como un rasgo humano universal, tanto como el narcisismo. El altruismo
es un componente del amor. El amor es un sentimiento complejo, no bien
definido. Freud define más bien a la libido y al deseo. Define al cariño,
como deseo coartado en su fin. Ese cariño, que surge de la pulsión y el
deseo, es componente del amor. Pero a más de significar impulsos "tiernos" del yo hacia el objeto, conviene señalar otros sentimientos que lo
constituyen. Son ingredientes o derivados del amor, además de la ternura, la gratitud, la confianza, la credibilidad, la alegría por el bienestar del otro, cierto grado de idealización, el deseo de ayudar, de cooperar, la bondad, y "last but not least", el altruismo.
Abandonemos por un momento la relación de los padres con el hijo y
veamos por ejemplo, las relaciones de amistad. Si yo ayudo a mi amigo,
aun a costa de un sacrificio -pequeño o grande- de mi parte, ¿no es eso
altruismo? Si hago un trabajo en el colegio del barrio, para mejorar las
condiciones de vida de los niños y no obtengo de eso ningún beneficio
personal, pero sí doy mi tiempo y mi trabajo, ¿no es eso altruismo? Si
realizo trabajos en la Institución A.P.A., donde se desarrollan nuestras
actividades científicas, si bien me beneficia a mí, beneficia a todos, ¿no
es eso altruismo?
La antítesis entre narcisismo y altruismo, que lleva a considerar al
primero más vinculado a la satisfacción individual y al segundo, en
cuanto concerniente a los beneficios de la comunidad, es relativa, dado
que la "felicidad" individual rigurosamente no existe, pues siempre
nuestra alegría de vivir está vinculada a la de otro (pareja, hijos, amigos,
sociedad). Siempre somos "felices" dentro de un conjunto. Si para la
envidia el bienestar ajeno es odioso, para el amor el malestar ajeno es
culpógeno y deprimente.
Creemos que en psicoanálisis el altruismo ha sido hasta ahora, curiosamente, una mala palabra. Porque pareciera que sólo se puede pensar
que "el hombre es lobo del hombre", o que todo remite al narcisismo.
Lo opuesto sería ingenuidad o idealismo.
Cada vez más, con la caída en la sociedad de los ideales, con los cambios
de valores, con el desenmascaramiento de la corrupción de los poderosos, de los líderes políticos, el escepticismo es la moneda corriente de
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la visión del mundo del hombre moderno. Y de los psicoanalistas. El
escepticismo de Freud que plantea sus dudas acerca del "amor al prójimo", en el "Malestar en la cultura", el de Lacan, sobre todo, que remite el altruismo a lo que el llama el "goce", el masoquismo, la pulsión
de muerte, lleva también a los psicoanalistas a una posición amarga y
escéptica. Hablar entonces de altruismo suena a ingenuidad adolescente o formación reactiva.
Pero nosotros pensamos que a pesar de la bomba atómica existen los
antibióticos, que a pesar del narcotráfico existen la cultura, la educación, el deporte, que a pesar de las guerras y el racismo existen la
cooperación, la solidaridad, la medicina, que a pesar de la pobreza existe
la esperanza. Y esto no es sólo una mera lucha de equilibrio perpetuo,
sin salida, esa lucha titánica entre las pulsiones de vida y de muerte
que mencionara Freud. Existe la destructividad, existen las corrientes
libidinales. ¿Y el altruismo? Creemos que el altruismo está descalificado a partir de una ilusión. El hombre en lo individual y como sociedad,
ha tenido siempre la ilusión de una Edad de Oro, de fraternidad absoluta, donde no hubiera lugar para los egoísmos, la ambición ciega, la
crueldad, la rivalidad, la envidia, etc. Obviamente, eso no es posible. Y
es a partir de la caída de la ilusión acerca de la llegada a ese paraíso,
que el altruismo que el hombre pueda tener es menospreciado como
inexistente, pero no porque no exista y siempre, sino porque parece
escaso en relación con el previo Ideal.
Si valoramos el altruismo que en nosotros existe, no a partir de la perfección, sino a partir de lo razonablemente posible en la criatura imperfecta que somos, veremos que muchos llevamos en nosotros algo de esa
noble condición.
En "El hombre de las ratas", Freud comenta que las dudas del obsesivo provienen de su ambivalencia porque, dice, al dudar de su amor,
que es lo más importante de la vida, dado que ese amor está impregnado de odio, el obsesivo entonces no puede sino dudar de todo en su
existencia.
En un mundo en el cual, al decir de C. Castoriadis, "se observa la
evanescencia casi completa de los valores", donde "el único valor es el
dinero", el restablecimiento de lazos libidinales de solidaridad y la vuelta
a la alianza fraterna que continúa en la historia, según la concepción
de Freud, al despotismo individualista, puede dar a la vida un nuevo
(y antiguo) sentido, el de ser y sentirse integrante de un conjunto que
es la humanidad entera.
Una última e importante cuestión: dado que las familias y las sociedades de que las mismas son parte creadora y creada a su vez pueden
producir, debido a la gran plasticidad de la libido, una infinita variedad
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de seres en su carácter, valores y sentido de la vida, debiéramos pensar
entonces de qué modo realzar y aprovechar de la libido objetal que
amalgama a los seres humanos, los componentes más específicos de la
misma como el amor, la gratitud, la cooperación y el altruismo.
Si en las palabras del gran humanista "El amor es lo más importante de la vida", investiguemos su naturaleza, para eso somos psicoanalistas, démosle el realce que se merece, ya que estamos seguros que no
se puede alcanzar el bienestar (psíquico) individual en un mundo donde
predomina la infelicidad.
Resumen
Lo esencial de este trabajo es el intento de destacar el concepto de altruismo que, si
bien muchas veces es un mecanismo de defensa. pensamos que constituye también
un auténtico componente del amor, forma parte de la dotación pulsional y tiene tanta
validez en calidad de estructura básica del ser humano como el narcisismo.
El altruismo tiene equivalentes en diferentes especies animales, aunque en este caso
no se conoce bien su naturaleza. Pero parece ser útil, sobre todo para la preservación
de la especie, si bien puede ser nocivo para el individuo.
El altruismo está incluido dentro de los vínculos objetales, existe en los prototipos
históricos, en los mitos y en pequeñas dosis en todos los seres humanos.
Está relacionado con la comunidad, a la que sirve y de la que recibe igualmente
similar beneficio.
Diferenciamos el altruismo como formación defensiva, del alt.ruismo como tendencia pulsional.
Pero aun, por ej., como formación reactiva, el altruismo muestra su esencia dado
que, como en la neurosis obsesiva, es necesario el amor para poder contrainvestir el
odio.
Creemos que ningún autor, incluido Freud, ha destacado la condición del altruismo
como estructura básica del psiquismo, con el mismo status que el narcisismo, por ej.
y que esto se debe a nuestra idealización del hombre, que nos lleva a esperar una
actitud altruista más allá de lo posible y la consiguiente caída de ese ideal y el pasaje
al escepticismo, tanto en la sociedad en general como entre los psicoanalistas. lo cual
ha impedido comprender y valorar este rasgo esencial de los seres vivos para la
existencia comunitaria.
DESCRIPTORES: ALTRUISMO
/ AMOR / NARCISISMO
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Marcos Guiter y Paloma Halac de Lifschitz
Surnrnary
ALTRUISM
The main point ofthis paper is to underscore the concept of altruismo Although altruism
is often used as a defense mechanism, we consider that it is also an important part
of love and it is part of the drive endowment and thus it is as valid as a basic structure
in the human being as narcissism is.
Altruism has equivalents in different animal species, although we do not know its
nature properly in this case. Yet it seems useful to the preservation of the species
aboye all, although it can be harmful to the individual.
Altruism is included within object-relationships, it is in the historical prototypes
of myths and it can also be found in small doses in every human being.
Altruism serves the community and derives a similar benefit from it.
It is necessary to distinguish between altruism as a defensive formation and altruism
as a tendency of the drive.
Yet even as a reactive formation, altruism shows its essence, since in order to
counterinvest hate, like in obsessive neurosis, love becomes essential.
We believe no author, not even Freud, has underscored the status of altruism as
a basic structure of the psyche, or conferred it the same status as narcissism for
example, which we ascribe to the idealization of the human being that leads us to
expect an altruistic attitude beyond what is in fact feasible on the one hand and on
the other, the ensuing downfall of this ideal and the passage into skepticism, both
in society at large and among psychoanalysts. This has kept us from underst.anding
and appreciating how essential this feature in living beings is for life in a community.
Bibliografía
Castoriadis, C.: El avance de la insignificancia.
Freud, S. : "El malestar en la cultura", A. E., XXI.
-: "Tótem y tabú". A. E., XIII.
-: 26" conferencia, en "Conferencias de introducción del psicoanálisis", A. E., XVI.
- : "Pulsiones y destinos de pulsión". A. E.
Klein, M.: "Envidia y gratitud", en Obras Completas, Paidós, Buenos Aires.
Lacan, J.: El Seminario. Libro VII. La ética del psicoanálisis. Cap. XIV: "El amor
al prójimo".
Rattray Taylor, G.: El gran misterio de la evolución, SudamericanaIPlaneta, Buenos
Aires.
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