cartas de sancho panza a teresa panza

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II Certamen Literario “Cartas de Sancho Panza a Teresa Panza”
CARTAS DE
SANCHO PANZA
A TERESA PANZA
II CERTAMEN LITERARIO
II Certamen Literario “Cartas de Sancho Panza a Teresa Panza”
II CERTAMEN LITERARIO
Cartas de SANCHO PANZA
a TERESA PANZA
Alcázar de San Juan, 2013
II Certamen Literario “Cartas de Sancho Panza a Teresa Panza”
Edita:
Patronato Municipal de Cultura de Alcázar de San Juan
Calle Goya, 1
Teléfono (926) 55 10 08
Ilustración de cubierta: Ángel Vaquero
D.L.: CR-798-2013
II Certamen Literario “Cartas de Sancho Panza a Teresa Panza”
Pilar Rodríguez Serrano
Carta Ganadora
RÉQUIEM
E
n un lugar de La Mancha, cuyo nombre no podré olvidar, a no sé cuál
día de hoy.Teresa mía, todo ha terminado ya, nuestras andanzas,
nuestros desvelos, nuestros desasosiegos, nuestras aventuras y
nuestras desventuras... Todo ha sido el nuestro un largo camino lleno de
sueños que acaban en un catre al compás de la vida de este hombre a
quien la justicia humana nunca le hizo tal. Sentado aquí, al lado de un frío
cadáver ya, que no cuerpo, siéntome triste al pensar que con él acaban las
ilusiones puestas en un mundo mejor que ya no tendrá quien porfíe por
sus venturas.
Mi señor ha muerto y con él se van mis inquietudes. Que nos quedaremos
más tranquilos, lo sé, pero también te aseguro que añoraré esta vida
andante de los últimos tiempos.
Hemos recorrido juntos tierras que jamás pensé pisar, hermosas y grandes
llanuras manchegas, paleta de colores ocres, verdes de vides y aceitunas,
tonos de vida en flor y de blancos y añiles que dan luz a La Mancha,
patria nuestra. Largos caminos polvorientos que agotaban, al final del día,
a nuestras cabalgaduras y a nuestras personas, mismamente. Hemos ido
encontrando, por estos mundos de Dios, gentes de mala calaña, dispuestas
a pisotear la hidalguía de mi señor Alonso, a palos o con grandes burlas,
qué más daba, con tal de hacer mofa del honor y de la buena fe de este
caballero que consiguió que una moza de taberna, dispuesta a venderse al
mejor postor, acabase siendo la gran dama de sus sueños. Y con esos ojos
la vio, con los ojos del hombre enamorado de una ilusión a la que buscó
con todo su afán y llegó a encontrar, para su felicidad o su desdicha, en un
lugar medio mesón, medio burdel.
Muchos han sido los que por este o por otros hechos poco comprensibles
se han reído de él, otros en cambio, han sufrido en sus carnes la vergüenza
de un pariente medio loco al que nunca llegaron a comprender, y algunos,
los menos, han tenido compasión de nuestras personas dándonos posada
y condumio. No mucho, no creas, que mi panza de buen yantar comienza a
no ser tal y te aseguro que de seguir así habrán de cambiarme el apodo.
II Certamen Literario “Cartas de Sancho Panza a Teresa Panza”
Largas jornadas hemos pasado los dos, uno al lado del otro, para lo bueno
y para lo malo, cual matrimonio sin sentido.
Oyendo sus palabras me he hecho algo más culto, en dichos y en ademanes
que, voto a Dios, ¿de qué me sirven ahora?
Rompo en llanto mi dolor, que no hay consuelo ni lo habrá. Con él se va
mi vida... No, no te pongas recelosa, sabes bien que te quiero y lo único
que acabará bien en esta historia será el que podamos volver a estar
juntos como antaño. La vida que se me va con él es la del trotamundos, la
del viajero bohemio, sin otro menester que pasar los días con sus largas
noches imaginando mundos más allá de lo imposible, lugares de los que
mi señor hablaba como si en algún momento fuéramos a llegar, entrando
triunfantes al cruzar el umbral de sus portadas, como los conquistadores
allende los mares. Ya no, ya no hay otros mundos, ni gloriosas victorias a
gigantes imaginarios, ni mozas de venta convertidas en damas, ni sueños...
Con su muerte despierto y esos sueños desaparecen para dejar paso a la
insoportable realidad de saber que no veré nunca más a mi señor don
Quijote.
La congoja me ahoga, no me deja respirar, las lágrimas se amontonan en
mis ojos y manchan este pobre papel que llegará a tus manos como fiel
confesor de mis penas. No puedo continuar, confío en que este pesar, que
ahora me aprisiona, poco a poco deje paso a la nostalgia y la melancolía. Los
recuerdos, dolorosos en el albor, serán cuentos narrados con complacencia
a los nietos que los hijos nos darán, estoy seguro, más aquí, mirando sus
despojos, no siento consuelo para mi amargura.
Contemplo su rostro, sereno al fin, y no reconozco en él a mi señor. iMi
señor entrará nuevamente por esa desvencijada puerta, sable en mano,
llamándome a un nuevo entuerto!... Más no, cruel destino. Se ha marchado
y con él mis zozobras, dejándome huérfano de lealtades y confianzas.
Ha muerto un hombre del que escribirán sus hazañas, al que llamarán por
distintos nombres y del que sabrán más allá de las fronteras, más yo te
digo Teresa mía, que lo cierto es, en verdad, que ha muerto un hombre
bueno.
Descanse en paz.
II Certamen Literario “Cartas de Sancho Panza a Teresa Panza”
Mª José Cambra Serés
Carta finalista
De: Sancha Panza <Sancha [email protected]>
Para: Tereso Panza también llamado Juan Panza, Tereso Cascajo o Mario
Gutierrez [email protected]
Asunto: La Historia enseña pero no tiene alumnos. Malina. Ingebord
Bachmann.
URGANDA LA DESCONOCIDA
….
De un noble hidalgo manchecontarás las aventu-,
a quien ociosa letu-,
trastornaron el cere-;
Damas, armas, caballe-,
le provocaron de mo-,
que cual Orlando furio-,
templado a lo enamora-,
alcanzó a fuerza de braa Dulcinea del Tobo-,.
…
Deja que el hombre de juien las obras que compose vaya con pies de ploque el que saca a luz papepara entretener donceescribe a tontas y a lo-.
ELOGIOS
AL LIBRO DE DON QUIJOTE DE LA MANCHA .
Don Quijote de la Mancha, Miguel de Cervantes.
Querido T.J.P.
S.O. S.
e comenté que me han ofrecido el cargo de coordinadora de área,
cargo asociado -como ya hemos hablado en otras ocasiones- a
recortes salariales, despidos de personas y abaratamiento de costes;
T
II Certamen Literario “Cartas de Sancho Panza a Teresa Panza”
nada de ayudantes, nada de ayudas, nada de sustituciones, y sí, mucho,
de aumentar horarios laborales, reducir raciones y calidad de productos,
además de un no parar de introducir desquiciantes programas informáticos
e innovaciones tecnológicas que dan lucro a las multinacionales y ahorran
personal; pero sobre todo, of course, controlar, culpabilizar, atemorizar.
Todo eso tendré que hacerlo con discreción, por lo que también tendré que
hacer magia con las palabras, hablar de optimizar la gestión, los recursos
humanos, los costes y los gastos, hablar de gobernanza, eficiencia y
excelencia.
Cariño, tendrás que hacer desaparecer tus pantalones de campo, las
camisetas de algodón con los anagramas de la ONG donde trabajas y las
botas de montaña, para vestir trajes de ejecutivo con zapatos italianos
brillantes y lustrosos. Tendrás que rapar tu precioso pelo rubio, que a veces
llevas cortado a cepillo o a veces dejas crecer con una greña insolente sobre
la frente, para mostrar el cráneo mondo y lirondo, signo de agresividad y
adhesión a nuestro rango. Mi amor, te hago un primer envío, un traje que
me dio la directora para ti.
El otro día vi a Alonso Q, mi maestro y amigo del que -como también
sabes- dicen por aquí que es un loco cuerdo y un mentecato gracioso y eso
me lo hacen extensivo, pero, como dice mi tocayo, Sancho Panza, el del
Quijote de Cervantes, esta fue mi suerte y esta mi malandanza, no puedo
más, seguirle tengo: somos de un mismo lugar, he comido su pan, quiérole
bien, es agradecido, dióme sus pollinos y sobre todo, Juan, yo soy fiel, a
él y a mí misma, y así es imposible que nos pueda apartar otro suceso que
el de la pala y azadón.
Hemos estado en Vigo en las tierras druídicas de Merlín para desencantar a
Dulcinea del T. la novia de Alonso Q., que se ha transformado en una mujer
atacá, pelirroja malteñida, fibromiálgica, atiborrada de antidepresivos y
ansiolíticos, sobrecargada de trabajo y con miedo perpetuo a perderlo, dos
hijos adolescentes, adicta al botox y a la cirugía estética. Hace mucho que
dejó de ser la chica serena, atenta y solícita que era hace diez años. Para
su desencanto, Merlín me ha encomendado organizar un taller zen, abierto
a todo el que quiera participar, para trabajar nuestras emociones y diluir
nuestro yo en el yo universal…
Me han ofrecido un sueldo sustancioso a cambio de dedicación exclusiva,
completa disponibilidad e inquebrantable adhesión a la misión de la
empresa. Tendré que participar en los brain stormings, team buildings,
coachings, outdoor-indoor trainings, para mis colaboradores, (¡Uy! Se me
coló el anacrónico eufemismo:-)), para mis empleados y para los directivos
II Certamen Literario “Cartas de Sancho Panza a Teresa Panza”
y tendremos que compartir reuniones, cenas y fines de semana con el
resto de individuos alfa de la manada.
No digas de esto nada a nadie, porque como dijo Sancho, pon lo tuyo en
concejo, y unos dirán que es blanco y otros que es negro.
Querido Tereso, no tendré vida privada, ni libertad de pensamiento. No sé
donde quedará nuestra intimidad ni cómo podremos protegerla. ¿Querrás,
podrás, ayudarme? Hay alguna forma de ser jefa natural, con autoridad
moral, como nuestros jefes, antes? ¿Hay alguna forma de ejercer la
dirección que sea humana?
Libertad, igualdad, fraternidad. ¿Recuerdas como nos emocionamos al
escuchar estas palabras el año pasado por las calles, en los teatros, en el
Festival de Avignon?
Ayer fui con mi hija a ver Rhinocéros de Ionesco. La obra acaba con la
voluntad inquebrantable del protagonista, el hombre post-barbarie, de
resistir en su humanidad. Él solo.
La Directora, me manda recuerdos para ti, tiene muchas ganas de que
vayamos a cenar con ella y su compañero, el Director. Dice que nos quieren
mucho.
Deste castillo, a veinte de julio del 2014.
Te quiere, tuya a ratos, ;-), la poco probable Coordinadora de área,
Sancha P.
II Certamen Literario “Cartas de Sancho Panza a Teresa Panza”
II Certamen Literario “Cartas de Sancho Panza a Teresa Panza”
Alonso Manuel Cobo Andrés
Carta finalista
“Fechada en las entrañas de La Mancha a veinte y dos julio
del presente año”
E
l ardor del calor es muy grande y en este día, apartados del camino
real, cuando nos dirigimos a la ciudad de Zaragoza allí donde se habían de celebrar unas solemnísimas justas por la fiesta de san Jorge,
hacemos por orden de mi amo un alto en el camino para visitar el océano
de La Mancha, las lagunas de Ruidera.
Me aparto donde todos los vientos corren mejor, los propios y los ajenos,
junto a un arroyo, y debajo de una robusta encina me dispongo a escribirte
estas cuatro letras, después de haber dado oportuna cuenta de media
arroba de vino de Ciudad Real, casi media olla de guiso que sobró de
las bodas de Camacho, cuatro docenas de algarrobas y otras tantas de
avellanas y nueces.
Esposa mía: Espero que a la llegada de esta, estéis bien G.A.D.(gracias a
Dios).
Lo primero y principal es almorzar e ir a misa y si corre mucha prisa
almorzar y no ir a misa. Empiezo por preguntar como se encuentran los
tres asnos, los dos guarros y el estado de las cuadras nuevas de estos que
dejé a mi marcha construyendo. Todo ello obtenido con los 100 escudos
que hallé en la maleta de Sierra Morena, que algo debían de valer los
dientes y muelas que me faltan de la quijada alta, por servir a mi amo,
andando caminos y carreras, pasando malas noches y peores días, molido
a coces y manteado a veces. No como decían algunos que había dejado mi
tierra, mujer e hijos, para no sacar beneficio alguno y no trabajar mientras
voy que vengo y en el camino me entretengo, con mi señor don Quijote
de La Mancha.
Después preguntar por Sanchico y María Sancha ya que los hijos son
pedazos de las entrañas de sus padres y así se han de querer, buenos
o malos que sean, como se quieren las almas que nos dan vida. A los
padres nos toca encaminarlos desde pequeños por los pasos de la virtud,
de la buena crianza y de las buenas y cristianas costumbres, para cuando
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II Certamen Literario “Cartas de Sancho Panza a Teresa Panza”
se hagan grandes sean báculo de la vejez de sus padres y gloria de su
posteridad.
En cuanto a Sanchica, te digo que has de tener mil ojos, después de lo que
me contabas en tu última carta que te iban dando barruntos que desea
tener marido y que ese Lope Tocho hijo de Juan Tocho, mozo rollizo y
sano, no le mira con mal ojo a la muchacha, ya que de eso, a verle saltar
las baldas del corral de nuestra casa y darse las de Villadiego hay poco
trecho.
Para Sanchica, quiero cuanto menos, hacerla por casamiento duquesa,
condesa o la más alta princesa de la tierra, a pesar y contando con el
despecho que esto les produzca a las hidalgas del pueblo. Dos cosas solas
incitan a amar, que son la mucha hermosura y la buena fama; en cuanto a
la hermosura, siendo Sanchica carirredonda, chata y algo más ancha que
larga, no podemos hacer gran cosa pero en otras cuestiones, como las que
te relaciono, sí:
Es tan suyo de las principales señoras que es el buen olor por andar siempre
entre ámbares y flores, ya sabes que de buena madrugada, la costumbre
que tiene tu hija a comer ajos crudos en ayunas y tener pestilente aliento
durante casi todo el día.También has de tener en cuenta que cuando estamos
en el campo trabajando algunas veces me ha venido un desagradable olor
viniendo de una mujer, olor a tufillo hombruno, que has de evitar. De lo de
montarse a horcajadas en los asnos como si fuera hombre, ni hablar. Sus
pies has de cuidar para que un duque o lo que se tercie, quede suspendido
ante la blancura y belleza de estos, para que pase por no haber pisado
terrón alguno, ni andado tras el arado y los bueyes.
En próximas cartas ya te mandaré, según se me vayan ocurriendo, más
defectos a corregir de tu hija, que no son pocos, para que se convierta en
una grande de las Españas.
En cuanto a lo que me recomendabais de llevar a nuestro hijo Sanchico,
para que desde ahora le enseñe a tener gobierno, que es bien que los hijos
hereden y aprendan los oficios de sus padres, y teniendo en cuenta que
tiene ya quince años, me parece bien y voy a proponer al amo que nuestro
hijo nos acompañe.
Aunque ya te digo, que no le van a hacer falta muchas lecciones, ya que le
veo muy buenos mimbres, dado que le observé varias cosas:
Como quedó de preocupado cuando enfermó el gorrino, nuestro Asterio,
Sanchico ya se ponía sobre un pie, ya sobre otro, unas veces miraba al
suelo, otras al cielo.
Le tengo visto un lunar en mitad del espinazo y eso es señal de hombre
fuerte.
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II Certamen Literario “Cartas de Sancho Panza a Teresa Panza”
La intención mía es que sea emperador o por lo menos monarca, dado
que tiene la piedad de Eneas, la valentía de Aquiles, el valor de César, la
clemencia y verdad de Trajano. En resumen un varón ilustre perfecto.
De lo que me decías en tu última carta, que te comentaban algunas
vecinas del lugar, sobre que el asunto de la ínsula se trata de una engañifa,
desmiéntelo del todo, que mi señor don Quijote a pesar que a veces me
dice que debo de tener güero el juicio, que soy duro de cerebro, falto de
meollo, que soy muy grande hablador, otras veces me dice que despunto
de agudo y que cada día me hago menos simple y más discreto. Habiendo
visto como he visto gobernadores que no me llegan a la suela de mis
zapatos, creo que en verdad mi amo, el audacísimo caballero don Quijote
de La Mancha me otorgará un reino que he oído decir que tiene al menos
mas de veinte mil leguas de contorno y que es abundantísimo de todas
las cosas que son necesarias para el sustento de la vida humana y que es
mayor que Portugal y Castilla juntos. Ya me veo vestido con ropón ducal a
cuestas o me vista de oro y perlas como Gandalín, escudero de Amadís de
Gaula, que fue conde de una ínsula.
Don Quijote se encuentra bien, unos días, que digo días, a ratos es el
hombre más locuaz y sereno, tan venturoso enderezando tuertos y
deshaciendo agravios, que parece que por algún género de encantamiento
se transforma y se convierte en el ser más disparatado que pisa la tierra.
La vez primera volvió atravesado sobre un jumento, la segunda vino en
un carro de bueyes metido y encerrado en una jaula, pero ya se sabe que
de cien salidas que hacen los caballeros andantes las noventa y nueve
suelen salir aviesas y torcidas y así andamos en busca de la salida buena,
buscando aventura que no tenga desventura.
Por lo que me decías que te contara lo que nos acontecía, sobre todo con
personajes de importancia, te relato lo que nos sucedió ayer mismo en una
venta próxima de donde me encuentro ahora mismo.
A última hora de la tarde, una vez terminado de alimentar con cebada a
nuestras cabalgaduras, me dispuse a dar buena cuenta de la cena que
me había preparado el ventero Melquiades. Cuando vimos entrar por la
puerta de caballerizas a un hidalgo alto de cuerpo, seco de rostro, estirado,
entrecano, la nariz aguileña, vestido de gabán de paño fino, a lomos de
una yegua imponente, de color blanco, a quien todo el mundo que estaba
presente juzgó como persona de calidad y bien nacida. En definitiva, un
señor principal que tras atar su yegua, pidió de cenar al ventero.
El tema de conversación en buena paz y compañía en la venta era sobre
la impresión de treinta mil volúmenes de la historia de don Quijote
de La Mancha. Fue cuando intervine yo y dije: y de Sancho Panza su
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II Certamen Literario “Cartas de Sancho Panza a Teresa Panza”
escudero, haciendo indicación de que el bachiller Sansón Carrasco ya
me dijo, que andaba en libros la historia con nombre de El Ingenioso
Hidalgo Don Quijote de La Mancha, pero que no pensaba que se hubieran
impreso tantos ejemplares del mismo. Momento en el cual intervino
discreta y bienintencionadamente el señor principal que te contaba antes,
presentándose como el recientemente nombrado por el rey Felipe III de
España, Portugal, Nápoles, Sicilia y Cerdeña y Duque de Milán, como
administrador de la real fábrica de pólvora de la ciudad de Alcázar de San
Juan, cabeza del priorato de la orden de san Juan. Se presentó como don
Francisco de Zúñiga y Guzmán, queriendo hacer constar ciertas cuestiones
relacionadas con la publicación y autoría del Quijote, participándonos que
en su opinión se imprimirían muchas más ediciones del Quijote y en muchos
idiomas. Solo te cuento algunas de las reflexiones que hizo sobre cosas
curiosas y misteriosas de las distintas publicaciones del Quijote, incluida la
del Quijote apócrifo, ya que fueron infinitas y no me acuerdo de todas:
Que en la corte cuando recibió su nombramiento como Administrador, no
había otro tema de conversación en la misma sino, el tema del Quijote.
Que si la forma de escribir de los 8 primeros capítulos hacían pensar que
fuera inicialmente una novela ejemplar de su autor Cervantes.
Que si pudo intervenir otra mano en la ampliación de la novela ejemplar.
Que si esa mano pudo escribir el Quijote apócrifo.
Que si Cervantes, con la azarosa vida que había tenido, no pudo escribir
solo, debido a necesitar una bastísima cultura para escribir una obra tan
destacada de la literatura, donde se hace mención a cuatrocientas y pico
obras tanto clásicas como contemporáneas.
Una vez hablando con un bachiller, me dijo que cuando se empleaba mucho
el artículo la se cometía laismo, cuando se empleaba mucho el artículo le
se cometía leismo, no sé si yo estoy cometiendo queismo, pero Teresa
como tú y yo nos entendemos, prosigo.
Que si Cervantes no firmó el prólogo de la primera parte, en que
supuestamente él mismo se tacha de viejo, seco y avellanado.
Que el autor del prólogo de la primera parte no firmado por Cervantes, dice
que no es el padre de la obra, sino el padrastro.
Que si Cervantes sorprendentemente no reprimió en demasía el ataque
que sufrió en el prólogo del Quijote apócrifo, no se sabe el por qué.
Que los errores inexplicables en la obra (pérdida del rucio, el nombre de
la mujer de Sancho, etc), pudieran haberse producido por la intervención
de dos autores.
En fin, cuestiones cuanto menos curiosas que según decía don Francisco,
perdurarían en el tiempo, por no saber la verdad de las mismas.
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II Certamen Literario “Cartas de Sancho Panza a Teresa Panza”
Todos los que escuchaban, cayeron en la misma admiración en que caían
todos aquellos que por vez primera veían a don Quijote, no moviendo
pestañas en gran rato, comprobando la fama increíble que por todo el
universo tenía nuestra historia. Quedando todos confusos y pensativos
pensando en la trascendencia que estaba tomando la historia de los
avatares de don Quijote, enamorado de la virtud, enseñado en la bondad,
mejorado en las costumbres, valiente sin temeridad, osado sin cobardía, y
todo esto para honra de Dios, provecho suyo y fama de La Mancha.
Sin más me despido de ti, pidiéndote disculpas por todos los yerros que
pueda haber cometido y dedicándote unos versos.
Día de mi noche, gloria de mi pena, norte de mis caminos, estrella de mi
ventura, así el cielo te la dé buena en cuanto acertares a pedirle.
Tuyo hasta la muerte, el escudero del Caballero de la Triste Figura o el de
Los Leones o ..., me pudo el sueño Teresa, ya no puedo sujetar más las
persianas de los ojos, hasta más ver, amén.
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II Certamen Literario “Cartas de Sancho Panza a Teresa Panza”
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II Certamen Literario “Cartas de Sancho Panza a Teresa Panza”
Belén García-Consuegra Jiménez
Carta finalista
Sancho aprende a escribir.
Para Teresa Panza, la más gentil y bella dama:
H
an pasado muchas lunas desde que este humilde escudero se
decidió a vagar por los caminos escoltando a su señor, pero por
más leguas que nos han separado, mi corazón siempre ha estado
latiendo al unísono del vuestro.
A buen seguro, cuando el bachiller Sansón Carrasco dé lectura al contenido
de esta carta (ya que mi dueña aún no domina los recovecos del idioma),
caerá de bruces por el asombro al comprobar que es de mi puño y letra, y
le revelará un nuevo esposo más refinado, ilustrado y sensible que aquel
que abandonó su aldea. Atrás quedó el Sancho gañán, necio, mezquino
y mentecato que maldecía los libros y que no entendía qué beneficio se
pudiera obtener de su lectura. ¿Qué encantamiento ha obrado esta mudanza
en el pelaje de este villano palurdo?, se preguntará vuesa merced.
-Sosegaos señora, hete aquí lo acontecido:
A lo largo de este tiempo que he pasado en compañía del caballero
manchego, he tenido la ventura de convertirme en su pupilo. Durante las
largas jornadas compartidas, amén de innumerables aventuras que ya le
relataré a mi regreso, don Quijote me ha inculcado la pasión por los libros,
especialmente los de caballerías.
Al principio, era mi señor quien me narraba, en las frías y solitarias noches
que pasé a su lado, las proezas de Amadís de Gaula, Palmerín de Olivia,
Florando de Inglaterra, y tantos otros heroicos caballeros más. Pero, de
tanto escucharlas en boca del hidalgo, me despertó la curiosidad, y acabé
por suplicarle que él mismo me iniciara en los rudimentos del castellano
para poder desentrañar la vida y hazañas de estos honorables paladines.
Fue ardua la tarea, lo admito, de una paciencia sin límites, pero asín mismo
acompañada al principio, de algún que otro pescozón que me propinó el
amo.
Recuerdo una noche de luna llena al amor de la lumbre, mis tripas rugían
como si al rucio le estuviera atacando una jauría de lobos, del dolor del
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II Certamen Literario “Cartas de Sancho Panza a Teresa Panza”
ayuno; este desgraciado no podía pegar ojo, tuve la mala ocurrencia de
asir un libro guardado en la alforja y, confiando en que el señor roncara,
arranqué un par de hojas de Tirante el Blanco, y las engullí de un bocado,
con tan mala fortuna que don Alonso, percatándose de la afrenta y no
dándome tiempo a digerir la tinta, presto me arrojó la vacía al cogote con
un golpe certero y aderezado con una retahíla de improperios: ¡malandrín,
bellaco, ruin! Me afectó tanto el golpe, amén del chichón, que desde aquel
día me propuse purgar mi culpa, instruirme en la ortografia, y con las
letras no solo hacer una sopa, sino más bien, alimentar mi espíritu.
¡Albricias! Desde aquel venturoso día, ya no veía el palo con la zanahoria
delante de mis narices como le ocurre a mi pollino, al contrario, mi
horizonte se amplió: además de transitar esos caminos perdidos del Señor,
peregrinaba de igual modo a través de los volúmenes que iban cayendo en
mis rudas manos. A partir de entonces, mi hambre ya no era únicamente de
torreznos como tiempo ha, ya que iba devorando todo pliego y pergamino
que se me cruzaba en mi peregrinaje intelectual, sin tener por ello ningún
cólico miserere.
Pues el saber, mi galante dama, es como un fuego, cuanto más leña le
echas, más crece la curiosidad por descubrir lo que hasta entonces para
mi persona había estado nublado. Es como si, de golpe, hubiera recobrado
la vista con el bálsamo de Fierabrás, y se me hubieran reblandecido las
entendederas.
Seguramente, estos garabatos parezcan a sus rústicos oídos que están
escritos en latín, pero no tardando, añorada Teresa, le sonarán también a
vos a música celestial. A mi regreso me he propuesto la encomienda de
instruirla en el noble arte de la escritura, y asín de esta forma, compartir
con vos la pasión por los libros, que de la otra, ¡ya habrá tiempo...!
Porque vuesa merced es de fachada tosca, pero con sólidos cimientos, y ha
de saber que aunque parezca ermita, en el fondo, es catedral.
Se despide el escudero de vuestro corazón que anhela caer de hinojos ante
vuestra presencia, rendido por vuestra virtud, a la que pronto se unirá la
inteligencia que este humilde servidor sabrá despertar en vos.
Sancho Panza
Recuerdos para Sanchica mi hija del alma, de su padre que la abraza.
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II Certamen Literario “Cartas de Sancho Panza a Teresa Panza”
Gloria González Jareño
Carta finalista
¡PERO QUÉ RAZÓN TENÍAS!
M
i señora Teresa Panza. ¡Cuánta razón tenías, esposa mía! ¡Qué
claro lo veías y yo qué ciego estaba!
Si te hubiera hecho caso ahora no estaría pasando más hambre
que el perro de un afilador. Menos mal que por lo menos seguí tus consejos
y llené las alforjas de mi rucio con queso y cecina.
Gracias a eso poco pudimos seguir camino porque, según tú anunciabas,
mi señor don Alonso no había pensado en esas «pequeñeces». ¡Pobrecico!
¡Qué iluso y qué simple es mi señor!
«No te fíes de ese pobre loco», me decías, «que Don Alonso no tiene en su
mente nada más que libros, pero maneja muy pocos dineros». ¡Qué razón
tenías! Mucha ínsula, mucho señorío. Mucha cháchara y mucha palabrería
es lo que se gasta este señor mío, pero ya que estoy con él no lo voy a
abandonar ahora porque cada día está peor. Si lo hubieras visto en camisa,
con el culo al aire dando volteretas y diciendo majaderías... Me dieron
ganas de dejarlo solo y no volver con él, pero en el fondo me da mucha
pena. El otro día me decía que cuando se marchó él solo, con su manía
de desfacer entuertos, tuvo que volverse a los pocos días a su casa. ¡Qué
sería de este pobre chiflado si no tuviera cerca quien lo sacase de tantos
líos como se mete!
¡Qué razón tenías, Teresa mía! Estos señores que nunca han trabajado,
porque su patrimonio les da para ello, cuando se ven lejos de su tierra no
son nadie y es que esto de estar fuera de su casa de uno es mucho más
arriesgado que arar la tierra con una mula loca. ¿Te imaginas lo que tú y
yo haríamos si fuéramos los dueños de una hacienda como la que posee
mi señor don Alonso? Con tu trabajo y el mío y la ayuda de nuestros hijos
haríamos de esas tierras las mejores labradas y las más fértiles de La
Mancha, pero para eso el amo tiene que estar el primero en el pedazo,
madrugar y pasar calores y fríos al igual que los peones. La lástima es
que no tenemos nada y que lo que yo pueda ganar siguiendo los pasos de
este caballero de la Triste Figura, que es como he apodado a mi señor don
Quijote, sera poco o nada. ¡Qué razón llevabas!.
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II Certamen Literario “Cartas de Sancho Panza a Teresa Panza”
Si hoy te escribo es porque creo que no tardaremos demasiado en regresar.
Los amigos de don Alonso: el cura y el barbero, y un bachiller que anda
rondando a su sobrina, están haciendo muchas tontunas para convencerlo
de que vuelva a su casa. Si por fin se salen con la suya no tardaremos en
vernos y te prometo que no volveré a marcharme de tu lado. Te pediré
perdón por mi cabezonería y te pediré también permiso para estar cerca
de mi señor cuando estemos allí. A pesar de todo lo que hemos pasado
juntos, o por esa misma causa, le he tomado una querencia que no se
podrá borrar mientras viva.
En cuanto esté en casa te diré a la cara lo que ahora te digo en esta carta:
¡Pero qué razón tenías, Teresa mía!.
Te quiere tu Sancho Panza.
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II Certamen Literario “Cartas de Sancho Panza a Teresa Panza”
María Meco Martín-Fontecha
Carta finalista
A mi querida Teresa:
G
racia y paz de nuestro señor Jesucristo. Amor mío, siento la tardanza en escribirte, espero que lo relatado en esta epístola lo explique
y lo solucione todo. Estaba yo con mi admirable señor vagando por
tierras castellanas con el fin de implantar justicia, cuando nos topamos
con un tal Antonio de Nebrija, recién desterrado de Salamanca y camino
a Alcalá de Henares. Iba cargado de libros, la mayoría de ellos escritos en
latín, una lengua por entonces ignorada y desconocida por mi. Enseguida
nos reconoció, “vuestra merced debe ser el Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha, y este su fiel escudero Sancho Panza”, señaló. Como
te dije antes de partir por primera vez, estas andazas nos darían fama y
prestigio, y nos lo han dado. Era ya la hora de comer y decidimos hacer la
parada junto a su compañía, además don Quijote estaba contentísimo por
compartir relatos con este gran conocedor de la lengua castellana, durante toda la comida no se cansaron de hablar sobre novelas de caballerías,
¡cómo me aburrí! Al pronto me di cuenta que Antonio me miraba fijamente
y me dijo “me recuerdas a alguien, sí. ¿Sois natural de La Mancha?”, a lo
que le contesté, “por supuesto, manchego de alma y corazón”. A la sazón
me enseñó un retrato de mi bisabuelo, Lorenzo el Magnífico, y la verdad es
que tenemos un cierto parecido, somos iguales, para que engañarte amada mía. El señor Nebrija me contó que María Salviati, sobrina del anterior
papa León X, estaba muy triste porque unos bandidos le robaron a su hijo
recién nacido hacía muchos años ya, pero aún no se había olvidado de él
y que, dado el parecido que tengo a su abuelo, podría ser su hijo perdido.
Además mi madre nunca me contó como fue ni el embarazo ni mi parto.
No lo dudé y, sin mi señor, marché raudo para Florenci:a ¡mi madre me
esperaba!
El viaje fue largo y lleno de complicaciones que ya te contaré cuando esté
de regreso en casa; pero por fin llegué, por fin llegué a Florencia. No me
costó dar con las personas a las que estaba buscando, porque los Medici,
mi linaje, es la familia más importante y poderosa de la urbe. La mayoría
de sus ingresos los dedican a la financiación del arte y la cultura, durante
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II Certamen Literario “Cartas de Sancho Panza a Teresa Panza”
los últimos años han actuado de mecenas de los más destacados artistas:
Brunelleschi, Donatello, Gozzoli y Filippo Lippi, entre otros. En su impresionante palacio tienen una magnífica biblioteca, donde he conocido a los
clásicos y los he podido estudiar. Personajes que han calado hondo en mi
personalidad, me han convertido en un hombre nuevo, más refinado, educado y culto, un homo universalis. Enamorado estoy de la retórica de Cicerón, de los poemas de Catulo, de la Historia Natural de Plinio, De architectura de Vitruvio... podría seguir y no parar. También estuve, por supuesto,
en el denominado Jardín de los Medici un lugar donde se han formado con
los mejores preceptores grandes artistas como Leonardo da Vinci o Miguel
Ángel. Sé querida que no entenderás nada de lo que te digo, tú nunca has
oído hablar de estos personajes. A mí a lo primero me extrañó muchísimo,
estaba completamente perdido en un grandísimo y precioso palacio y en
un mundo de ostentación, lujo y cultura. Para poder entrar en el palacio
me ofrecí como sirviente, ¡el trabajo más duro que he tenido nunca! Peor
incluso que el de trabajar para mi ilustrísimo don Quijote, pronto me tuve
que poner a estudiar y estar a la altura de mis amos y compañeros, así fue
como me acerqué a la Antigua Roma. Progresivamente fui conociendo a las
más destacadas figuras romanas y luego su lengua, el latín. Cada vez estaba más ilusionado con la cultura clásica, por las noches me encerraba en la
biblioteca a leer, a griegos, a romanos, a renacentistas y a humanistas.
En cuanto me vio mi querida madre me reconoció. Es una mujer bellísima,
muy lista y cultivada. A pesar del cambio que he dado con los años me dijo
que no he perdido la singular sonrisa de los Medici. Así empezó mi vida
como hombre renacentista, estuve con mi familia unas semanas. Tiempo
suficiente para conocer a grandes figuras del Renacimiento, qué te voy a
contar seguro que no sabes ni siquiera que es el Renacimiento... En Florencia hice importantes amistades, me codeé con la élite cultural del momento. Participé en debates y coloquios literarios e hice alguna que otra lectura
dramatizada, una que me gustó mucho fue la de una obra castellana, en
su edición sevillana, Libro de Calisto y Melibea y la puta Celestina, creo que
en La Mancha está prohibida por la Santa Inquisición.
A pesar de que me encantaba la vida en Florencia junto a los Médici, todo
un locus amoenus, el deber me reclamaba, había dejado solo a mi señor y
debía volver con él para seguir cabalgando por Castilla y aquí estoy nuevamente, con mi aurea mediocritas típica, eso sí acompañado por los más
diversos textos y escritos. Tanto vos como nuestras hijas, debéis seguir mi
ejemplo y no dejar de estudiar a los clásicos, espero que ellas se conviertan
en transcendentes personajes femeninos del humanismo castellano como
Beatriz Galindo o Lucía de Medrano lo hicieron hace unos años. Vale.
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II Certamen Literario “Cartas de Sancho Panza a Teresa Panza”
Queda en el Señor, Sancho de Medici.
<<Disculpe mi osadía, señora Teresa, he interceptado esta carta
de Sancho a vuestra meced y tengo que decir que todo lo que vuestro marido os cuenta no son más que fantasías e imaginaciones suyas. Yo estaré
loco por leer novelas de caballería, pero a mi escudero le ha dado fuerte la
fiebre del Renacimento. Que se ha ido a Florencia, dice. Pero, ¿cómo va a
ser eso si no se ha separado de mí ni un solo momento?>>
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II Certamen Literario “Cartas de Sancho Panza a Teresa Panza”
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II Certamen Literario “Cartas de Sancho Panza a Teresa Panza”
Beatriz Elvira Moreno Durán
Carta finalista
Ártemis
“...que nada perdura, que todo es vanidad”
Ama de mi casa y de mi vida:
H
oy le escribo, no de mi puño, pero si desde mi corazón. Huelga
decirlo, dado que como mi mujer tenéis catada mi ignorancia, mi
solo ser pastor de cabras y entendido en los aparejos del rucio,
porque, aunque hasta hoy gobernador de ínsulas, sigo tratando mejor con
animales completos que con plumas por separado.
No me demoro más en ello, porque al punto de concluida esta carta,
llegado al séptimo día de mi gobierno, partiré de esta ínsula. Sí, he de
irme aun sabiendo de vuestra ilusión por venir a compartir mis triunfos
como juez y administrador de este gobierno. Sé que soñabais con ser
vos y vuestras hijas grandes damas en la corte pero, sintiéndolo mucho,
deberéis conformaros con ser solo grandes mujeres de nuestro campo, lo
que no es poco.
Sin más detalle, en este aciago día he comprendido el decir “que nada
perdura, que todo es vanidad”, porque finalmente he fracasado por carecer
del insustituible valor del guerrero que me hubiera sido indispensable esta
madrugada, para capitanear a mis hombres contra la sedición armada
que amenazaba esta ínsula. No actué armado, sino emparedado, siendo
apaleado y vituperado hasta perder el aliento. Ya veis mujer, nunca seré
el gran personaje en que habéis anhelado que me convierta. En nada me
alcanza el discurso de mi señor don Quijote en las ventas sobre las armas
y las letras. No conozco espada sino azada y mis letras solo son las huellas
de los pasos que camino a vuestro lado enhebrando las dulces frases que
dicta el cariño. Solo un orgullo en mí perdura de todo este disparate, que
no es otra cosa que no tener que rendir cuenta alguna, porque nada me
llevo al regresar a vos y a mi mundo.
Pobres han sido mis pasajeros triunfos, pero lejos del sabor amargo del
fracaso, empiezo a paladear de nuevo el dulzor de aquello real que ha
impregnado por siempre mi vida, interrumpida al emprender esta desatinada
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II Certamen Literario “Cartas de Sancho Panza a Teresa Panza”
empresa, de la que solo podré recordar el haber pasado hambre, el trabajar
a tientas, el sufrir escarnios y soledad, añorando vuestra presencia y las
andanzas peregrinas junto a mi señor hidalgo.
Os habré decepcionado, lo sé, pero me marcharé de esta ínsula sin mirar
atrás, emprendiendo el camino en mi inseparable rucio, hacia el verdadero
hogar donde miraré el futuro con mis ojos de siempre, construyéndolo
sobre los cimientos de nuestra verdad. Esa verdad que en el transcurso
de los años hemos forjado hombro con hombro, sufriendo sinsabores,
como no, pero aderezados con la ternura que todo lo suaviza. Pensadlo
mujer, mejor volvemos a estar donde nos corresponde, unidos y felices y
no permaneciendo en la incertidumbre de caprichosas circunstancias que,
a saber, no terminan separándonos, o bien, nos llevan al desconocimiento
de nuestras propias identidades.
Enjugad vuestras lágrimas, esas que sé que estaréis derramando al tomar
conocimiento de todo lo que os he dicho. Os costará asumir mi renuncio
y, sabiéndolo, para daros tiempo a la reflexión, antes de partir a vuestro
encuentro he preferido dictar estas líneas al doctor Pedro Recio; he aquí
en la forma su letra y mucho de su léxico, pero en el fondo, va todo
mi sentir. Él, ante mi mortificación y a fin de que no me marchase, ha
intentado persuadirme prometiéndome una total libertad en la comida,
más eso ya carece de importancia frente a mi nueva visión de la realidad.
Con seguridad recibiréis la presente antes de nuestro reencuentro, tiempo
habrá, ya que primero veré al duque, mi señor.
Sirvan estas palabras como un intento de haceros llegar mi amor, ese que
es vuestro, como míos vuestros encantos y, a fe mía, que de ello puede
dar crédito nuestro viejo jergón, compañero de tantas frías noches juntos
y el que agradeceré a Dios volvamos a compartir muy pronto. En lo que
a mí se refiere, muy feliz seré de dormirme nuevamente sobre vuestro
pecho, porque nada entenderé de plumíferos escritos, pero mucho sé de
pechugonas batarazas.
Siempre vuestro, ya no como gobernador, pero sí como humilde hombre,
Sancho.
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II Certamen Literario “Cartas de Sancho Panza a Teresa Panza”
Luis Ramón Moreno González
Carta finalista
Sancho Panza descubre la grandeza del amor
Mi querida Teresa:
A
unque llevamos pocos días deambulando por estos caminos de
nuestra Mancha, a los que hemos podido volver en busca de nuevas
aventuras que nos sean de más provecho y fama, tras el obligado
regreso a nuestra preciosa aldea, con mi señor, algo descompuesto y
desvalido por las obligaciones de la caballería andante, y abatido sobre
aquel carro donde lo acomodaron entre haces de heno y que bien nos
pudieron ver todos los que en la plaza estaban aquel domingo, que grabado
para siempre se quedó en mi sesera, pero que gracias a estos avatares,
pude estar unos días contigo y con nuestros queridos hijos, al tiempo
que pudimos aprovechar tanto el famoso don Quijote, como yo, su leal
escudero, para reponernos de nuestras flaqueadas fuerzas, y regresar de
nuevo por este inagotable camino de los caballeros andantes, donde a
veces juguetea ese áspero sol sobre nuestras espaldas.
Mira Teresa, lo que hoy quiero contarte en esta carta que pronto ha de
llegar a vuestras manos, solo es parte de nuestra última aventura donde
pude descubrir la fuerza misteriosa que tiene el amor cuando sale del alma
tan desnuda como el agua; mas, como no quiero hablarte de rodeada
manera, te contaré querida mía lo que yo pude ver en aquel trance de
las famosas bodas de Camacho, donde fuimos mi señor y yo con ciertos
bachilleres o licenciados, vamos, para que tú bien me entiendas, con gente
de estudios y buen lenguaje.
Durante el camino, ellos nos fueron poniendo al día de la renombrada
boda, y nosotros fuimos tomando buenas notas de los comentarios que por
aquellos prados corrían, aparte de los ricos perfumes que ya percibíamos
de los guisos que por aquellos verdes campos se estaban preparando
para celebrar tan noble acontecimiento como lo eran, los desposorios de
Camacho el Rico con la hermosa Quiteria, aunque también revoloteaba
como nube amenazante el nombre de Basilio el pobre, pues este fue novio
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II Certamen Literario “Cartas de Sancho Panza a Teresa Panza”
y además vecino de Quiteria hasta que su padre la comprometió con el
rico Camacho.
Llegamos por fin entre músicos, danzantes, bailarinas y grandes ollas
repletas de todo tipo de carnes, hasta el lugar donde se celebraría la unión
de los desposados, donde les esperaba ya el señor cura para darles su
sagrada bendición. Al momento, llegaron los novios; él, muy risueño y
bien arreglado, y ella, algo descolorida y haciendo gala de su gran belleza,
caminaba despacio hacia aquel improvisado escenario rodeado de flores,
cuando se escucharon las voces de un hombre que vestía un sayón negro
y andrajoso, portando sobre su cabeza una funesta corona de ciprés y
abrazando con sus manos un gran bastón.
“¡Esperaos un poco!” gritaba con fuerza el gallardo Basilio, pues enseguida
los pocos que lo conocían así lo afirmaron, y así, le conocimos mi señor
don Quijote y yo, pues casi se esperaba alguna intervención por parte de
Basilio en esta enriquecida boda.
Basilio desembuchó todo lo que traía en su mente que solo era buscar su
sepultura delante de los desposados y cuando nos dimos cuenta estaba
bañado de sangre hablando con voz doliente y desmayada y el alma en los
dientes, pedía insistentemente la mano de Quiteria, y hasta mi señor don
Quijote lo cogió entre sus brazos animando a Quiteria que le concediera la
mano para darle su bendición el cura y después desposarse como viuda con
el rico Camacho y así lo afirmaban todos los que presenciaban la inevitable
muerte de Basilio.
Pero Teresa, lo más sorprendente de esta dramática historia fue, la reacción
de Basilio cuando vió que Quiteria accedió a darle la mano y el cura les
dió su bendición matrimonial; cómo saltaba de alegría, cómo hablaba y
cómo respondía a las voces de las gentes cuando todos decían “¡milagro!
¡milagro!”. Y él contestaba, “¡no milagro no! ¡industria ¡industria!”.
Entonces comprendí, querida Teresa, la fuerza que tiene el amor que todo
lo puede, pues como yo le digo a mi señor don Quijote, “que el amor hace
parecer oro al cobre, a la pobreza riqueza, y a las legañas perlas “.
Fíjate Teresa, como el amor le inculcó a Basilio el fingir su muerte para
ganarle la partida a Camacho, como el amor le hacía fingir su voz que
parecía que iba a expirar en cualquier momento, como el amor le hizo
mostrar aquellos ojos desencajados y desorientados del mundo y como el
amor, lo colmó de alegría al verse casado con su bella Quiteria.
El rico Camacho intentó comprender la argucia del pobre Basilio y continuó
con sus invitados disfrutando de las exquisitas comidas y los fabulosos
bailes que tenían dispuestos para la ocasión y nosotros nos fuimos como
invitados de honor a la aldea de Basilio y Quiteria, aunque durante el
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II Certamen Literario “Cartas de Sancho Panza a Teresa Panza”
camino, a mí no se me quitaba de la cabeza el recuerdo de aquellos prados
repletos de suculentas viandas.
Llevamos ya dos días en esta aldea conviviendo con todo el mundo como
ilustres anfitriones de los nuevos desposados y en todos los corrillos del
pueblo solo se comenta la ideal hazaña de Basilio para casarse con Quiteria,
aunque yo creo que conquistada ya estaba, y en todas las bocas solo se
habla de amor, del amor de verdad frente al poderoso dinero, pues sin
duda con amor todo se consigue, porque el amor, es el manantial de la paz
y la felicidad; por eso, querida Teresa, dejémonos llevar de este viento que
hoy nos sopla favorable y disfrutemos de la vida y del amor.
En fin, querida Teresa, te tengo ya que dejar porque mañana, cuando las
luces del alba nos den camino, saldremos hacia la cueva de Montesinos,
pues según el primo del señor licenciado, que es escritor, sabe bien donde
están y nos llevará hasta ellas, además de brindarse para escribirme está
carta para ti y llevártela en mano una vez que nos deje en las famosas
cuevas en las que mi señor don Quijote quiere conocer no se qué, vamos,
cosas de los caballeros andantes; así pues, sin nada más que contarte
por el momento, yo solo espero que les des esos besos que hoy no puedo
darles a nuestros queridos hijos, y para ti Teresa, todo el amor del mundo
fundido en esta carta.
Hasta pronto.
Sancho Panza.
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II Certamen Literario “Cartas de Sancho Panza a Teresa Panza”
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II Certamen Literario “Cartas de Sancho Panza a Teresa Panza”
Ángel Novillo Sánchez
de
Pedro
Carta finalista
En un lugar de la Mancha a tantos del tantos de mil seiscientos y pico.
A mi en otro tiempo amada Teresa:
hora que tengo un momento hurtado a las horas de la siesta y mi
señor don Quijote ha dado tregua a su sed indomable de aventuras,
aprovecho para saciar la mía que es más perentoria. Así que mientras
me echo al gaznate un trago del caldo de Baco y escudriño con mis manos
el último rincón del interior de mis alforjas para encontrar algún pedazo de
queso y un mendrugo de pan para llevarme a la boca y recomponer mis
fuerzas que son quebradizas como paja de trigo, aunque mi voluntad es
férrea como la de un burro. Aquí estoy al lado de mi rucio, quien me está
protegiendo del sol y me dispongo a escribirte, Teresa, no como era de
esperar para decirte que te echo de menos y me acuerdo de ti, sino todo lo
contrario: ¡Qué ricamente estoy sin ti! Seguramente ya no me verás más
andar por el corral, espantando a las moscas. En primer lugar pido perdón
al señor don Miguel de Cervantes, autor de mis días, por la osadía de
escribir unas líneas para que este maestro de nada y aprendiz de soñador
pueda zurcir unos pocas hojas con un puñado de ideas que en mi sesera se
agolpan como un ganado de ovejas manchegas. Maguer más que escribir,
junto letras hilvanando recuerdos.
Tirando del vellón de mi memoria te explicaré, Teresa, algunas cosejas
que el Príncipe de los Ingenios no ha puesto bien en sus libros y que me
pesa irme a la tumba, cuando el Altísimo me llame al lado de mi señor, don
Quijote de La Mancha, sin comunicárselo a mi esposa. Pues no quisiera
pasar a la historia como aparezco en su obra, que estará muy bien escrita
pero no es mi mesma vida. Yo no le discuto que este servidor tenga poca
sal en la mollera, puesto que al Todopoderoso se le fue la mano en su
repartimiento. Pero me niego a que todas las generaciones me conozcan
como lo que nunca fui: una persona materialista, que solo pensaba en
llenar la andorga y que se fue tras un loco porque era tan incrédulo que
se creía que iba a ser gobernador de unos territorios construidos de la
materia intangible de los sueños y que como el humo desaparecieron
en mis pensamientos. Te escribo para que no te creas que mi señor don
A
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II Certamen Literario “Cartas de Sancho Panza a Teresa Panza”
Quijote me ha sorbido el seso, y me he tornado más necio de lo que en
algún tiempo fui.
Admito que soy corto de entendederas pero sé distinguir un carro de una
galera. No sé uncir las palabras que se me escapan como los burchecillos
por la era, pero sí sé uncir los borricos y las mulas a estos carruajes. Y
cabalgar sobre mi rucio y mis sueños. No sabía defenderme mucho de los
tan altos pensamientos de mi señor don Quijote, pero sí entiendo de los
pertrechos que un buen labrador necesita. No sé de libros que acumulan
el conocimiento pero sí sé de costales, con los que transportar el grano.
Y distingo los horquillos de las bielgas. Y de seras para transportar la uva
soy especialista. Ablentaré algunas palabras para que lleguen hasta vuesos
oídos. No soy tacaño ni me preocupa lo más mínimo el dinero, si hubiera
sido así no me hubiese puesto en camino con mi rucio. Buscaba la libertad,
aquel precioso don que nos otorgaron los dioses, en discurso muy bien
aderezado por mi señor don Quijote. No sabes bien Teresa, lo bueno que
me sabía el cantero de pan de ocho días, comido en paz y libertad. Al pie de
un árbol y por trono una piedra, qué más cómodo que el serijo y la banca
de nuestra casa me parescía. Sin tener que aguantar tus gritos con los que
a veces me obsequiabas y que se me antojaba que eras como una de esas
tarascas que sacan por las fiestas del Corpus, y empezabas a echar fuego
por la boca y pestes en forma de mandato: “Sancho, haz esto, y aquello y
lo de más allá”. Y si no lo hacía te parescía harto malo y si lo llevaba a cabo
tampoco te complacía. ¿Y qué decir de nuestra hija? Me casé para tener un
varón que como mozo me ayudara en mis menesteres agrícolas y tú me
diste a Sanchica. No digo que fuese mala, pero échela de comer a parte,
pues el dinero desaparecía en su faltriquera como por embrujo del mago
Frestón. La niña tenía buena boca y la seguirá teniendo, supongo; y era
dueña de unas manos muy largas que empleaba para gastar en fruslerías y
hacer desaparecer los maravedises que yo me ganaba con la podadera. ¡Y
cuando se encaprichaba de algún vestido y se ponía en complicidad contigo
y me poníais más loco que una tahona y chillabais como las sirenas que al
señor Ulises querían engañar y hechizar!. Parescíame que el mismo señor
don diablo venía a visitarme y rompía la paz de mi hogar y de mi alma.
El vino acariciando mi garganta, sí que me parescía la verdadera sangre
de Cristo, salida de mi bota de cuero y sin aderezarla con críticas, ni
griteríos. Aquí paz y después gloria. Buscaba perseguir mis sueños, y que
me valorasen como persona, y no todos mis vecinos riéndose de mí. Mira,
por allí va ese Sancho que lleva toda la vida trabajando y no tiene nada
más que un borrico viejo.
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II Certamen Literario “Cartas de Sancho Panza a Teresa Panza”
¡Y las monsergas del Cura!. Que si iba a ir al infierno, que si iba a ir
allá y acullá cuando me muriera. No sé, solo me conformo que cuando
me llame el Todopoderoso vaya a un lugar más reposado y que no me
moleste nadie. Y seguía el cura dando la matraca para que le pagara más
impuestos, que todo era para el Señor. No sé que señor sería, porque yo
al único que veía era al señor cura, que cada vez nos pedía más trigo,
y cebada y maravedises. Y sin embargo con mi señor don Quijote no
llevábamos dinero, nada más que las alforjas que iba yo llenando de lo
que el Altísimo nos iba proveyendo. Mi señor don Quijote nunca me puso
la mano encima ni me dijo una palabra más alta que la otra, ni me abría la
boca como un pajar, como mi Sanchica, que es buena mozuela, pero está
harta de bollos. Me acusan de interesado y materialista, pero solo iba en
pos de mi libertad, en busca de mis sueños, cabalgando a lomos de mis
pensamientos, siguiendo mi propio camino. Y me rebelaba ante la idea de
que iba a acabar mis días atado a la azada. Creo que el Señor me había
creado para algo más que alimentar las bocas de nuestra hija y la tuya,
Teresa, que comíais más que Pantagruel y nunca os quedabais conformes
con nada. Las dificultades con las que me encontraba cada día eran los
gigantes de verdad y más peligrosos, que no aquellos molinos de viento.
Teneros que alimentar arañando la tierra con mi arado romano. Huestes
infernales eran las tropas de los ejércitos de Su Majestad cuando cruzaban
los caminos de nuestra aldea para dirigirse a las guerras imperiales,
arrasando con todo y hurtándonos la escasa hacienda y la honra de nuestras
mujeres. Conjuros y maleficios eran los de la Santa Inquisición, que con
sus sambenitos convertían en brujos y hechiceros a mi modestos vecinos,
que no tenían más ciencia que la de sobrevivir a las olas de la miseria que
amenazaban diariamente con el naufragio de su existencia. Más poderosas
que las hordas turcas, eran los proyectiles que desde el cielo nos mandaba
Nuestro Señor en forma de granizo; inundaciones y sequías espantosas,
que traían nubes no de soldados otomanos sino de langosta. De todo ello
quería escapar. No quería ínsulas Baratarias, no quería reinos construidos
con naipes, que el viento de la lógica iba a derribar. No quería quimeras
nacidas del humo del pensamiento. No deseaba honores que el viento de la
muerte se los llevara a la tumba. No me gustaba el incienso de las palabras
vanas aderezadas por los turiferarios del poder. Solo quería cabalgar bajo
el palio de la noche tachonado de estrellas, sin mirar a la tierra a la que
estaba encadenado. Me consideraba el hombre más feliz del mundo, más
que el arzobispo de Toledo paseando por su catedral. Ni el mesmo rey de
España caminando por su palacio se sentiría tan complacido.
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II Certamen Literario “Cartas de Sancho Panza a Teresa Panza”
Ver mi sombra proyectada por los rayos del sol sobre los pámpanos
de las báquicas vides junto con la de mi señor don Quijote, que se iba
curvando y arrugando según se iba imprimiendo en el pedregal. Y ninguna
nube nublaba mi pensamiento ni la oscuridad de la maledicencia de los
demás llegaba a mis oídos, solo el sol que a todos nos trata por igual.
Además para eso llevaba mi sombrero de paja, que me daba sombra y
me pertrechaba contra la rutina de una vida a la que estaba destinado a
mi aldea. No, Teresa, no. No estoy exento de idealismo, pues como todo
ser humano aspiraba a vivir un mundo mejor. Y no es que me influyera en
demasía mi señor don Quijote, como tú, Teresa, me das a entender. Que
yo tengo mis ideas, como cada hijo de vecino tiene las suyas. Y no me
dejo influenciar por camelos. Que yo a mi señor don Quijote lo respeto,
y siempre lo querré como a un padre. Que no soy ningún iluso, ni mucho
menos un calzonazos y que la aventura peor que he vivido ha sido la de
estar contigo y por eso me fui con mi señor don quijote a explorar nuevos
horizontes, para encontrarme a mí mismo.
Cuando se pierde algo, es cuando se valora. Que bien me acuerdo cuando
perdí a mi rucio, que parescíame me faltaban las dos piernas. Lo mesmo
pasó cuando mi señor fenesció. Yo me sentí muy triste, pero empuñé su
lanza para luchar contra la injusticia, y así me fue, pues te escribo estas
letras desde este manicomio. Donde encierran a los cuerdos. Pues, ¿no
son más locos todos aquellos que deambulan por las calles, creyendo que
van a tener un destino mejor, en estos reinos que serán cabecera de un
imperio, pero que se va desmoronando como si fuera de adobe?
Les queda la miseria y el hambre y además el cargo de conciencia de no
haber intentado al menos buscar su propio camino.
No te canso más porque poco te interesarán las majaderías de este mísero
labrador que fue tu marido, y que solo tenía sueños bajo el sombrero y se
le ocurrió auxiliar a uno de los hombres más buenos que han hollado esta
patria sin dueños, esta pellica de oveja curtida por el dolor, la tristeza y el
abandono que es La Mancha. Tan extensa como el alma.
Un abrazo desde la eternidad, del que alguna vez te quiso, Sancho Panza.
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II Certamen Literario “Cartas de Sancho Panza a Teresa Panza”
Carlos Utrilla Paniagua
Carta finalista
Carta que quiero titular con un refrán que inventé ayer y que dice
que el que en amores da sin cuenta, si deja diez, recibe treinta
T
ere, Tere, Tere, y te lo estoy diciendo así, con una mano en la barbilla, como hace don Quijote cuando piensa, porque llevo tiempo
dando vueltas a esto que ahora te contaré, porque al amor hay que
darle tanto seso como sexo, dice don Quijote, y como tú y yo últimamente
de leguas tenemos las caricias llenas, pues pienso.
La semana pasada compartimos camino una mañana con un cura que
desde la fuerza que da una mula nos habló de san Pablo; de otras cosas
también, pero principalmente de san Pablo. Era un gran sampablista este
hombre, se lo sabía de pe a pa, y entre latines, gálatas y colosenses se me
enredó aquí en la coronilla una frase que desde entonces viene siendo mi
letanía: el que siembra tacañamente, tacañamente cosechará.
Teresa, hasta mí te trajeron, acuérdate, tus pies de olivo después de
caminar sobre las ascuas de la pena, después de saltar en los charcos de
la risa. Y yo beso tus pies, y todas las penas y tu risa por haberte traído
hasta mí.
Tere, hasta allí, hasta esa Mancha que te parió, me llevan ahora a mí los
míos, mis pies de carpintero que se lavan cada día en tu paciencia, mis pies
solares que vuelven en círculos a ti y que no se explican lo bien que haces
las cosas a las que no prestas atención (el pellizco de sal en el puchero,
las letras de las jotas que cruzas, olvidas, inventas y siguen casando, el
silbo pastor y por un colmillo para arrear al asno), que no se explican que
puedas dedicar una pestaña a cada una de mis cosas y las veas mejor que
yo con mis dos ojos, que no se explican la sencilla sabiduría con que me
quieres.
El que siembra generosamente, generosamente cosechará, vuelve a
arreciar san Pablo en mi cogote, Tere.
Que no nos engañen: es el amor la fuerza que mueve el mundo, la que
hace girar la tierra en su eje y la que nos saca a nosotros del nuestro.
Que no nos engañen: el amor es un camino que no acaba nunca, porque
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II Certamen Literario “Cartas de Sancho Panza a Teresa Panza”
siempre se puede querer más y porque es una música que sigue sonando
aunque el otro no esté. Que no nos engañen: en esto de querer, el que
ahorra, pierde, al que guarda su vida se le pudre en los bolsillos.
Y que no se te olvide, Teresa, que aquí llevo abierta, como siempre, la
puerta del silo de mi corazón.
Sancho, el de Generosa Panza.
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II Certamen Literario “Cartas de Sancho Panza a Teresa Panza”
Entidades colaboradoras
Patronato Municipal de Cultura de Alcázar de San Juan.
Onda Cero Radio de Alcázar de San Juan.
Escuela de Escritores Alonso Quijano.
Escuela de Escritura del Ateneo Barcelonés.
Casa de Letras, Escuela de Escritura y Oralidad de Buenos Aires, Argentina.
Escuela de Escritores de Madrid.
Asociación Canal Literatura de Murcia.
Mundo palabras.
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