SELECCION_DE_TEXTOS_1_ev

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SELECCIÓN DE TEXTOS
2º BACH. 1º EV.
RUBÉN DARIO
ANTONIO MACHADO
JUAN RAMÓN JIMENEZ
VANGUARDIAS.
1
SELECCIÓN DE POEMAS DE RUBÉN DARIO
Y UN CUENTO
EL PÁJARO AZUL
Azul
París es teatro divertido y terrible. Entre los concurrentes al café Plombier, buenos
y decididos muchachos - pintores, escultores, poetas - sí, ¡todos buscando el viejo
laurel verde! ninguno más querido que aquel pobre Garcín, triste casi siempre,
buen bebedor de ajenjo, soñador que nunca se emborrachaba, y, como bohemio
intachable, bravo improvisador.
En el cuartucho destartalado de nuestras alegres reuniones, guardaba el yeso de las
paredes, entre los esbozos y rasgos de futuros Clays, versos, estrofas enteras
escritas en la letra echada y gruesa de nuestro amado pájaro azul.
El pájaro azul era el pobre Garcín. ¿No sabéis por qué se llamada así? Nosotros le
bautizamos con ese nombre.
Ello no fue un simple capricho. Aquel excelente muchacho tenía el vino triste.
Cuando le preguntábamos por qué cuando todos reíamos como insensatos o como
chicuelos, él arrugaba el ceño y miraba fijamente el cielo raso, nos respondía
sonriendo con cierta amargura...
-Camaradas: habéis de saber que tengo un pájaro azul en el cerebro, por
consiguiente...
***
Sucedía también que gustaba de ir a las campiñas nuevas, al entrar la primavera.
El aire del bosque hacía bien a sus pulmones, según nos decía el poeta.
De sus excursiones solía traer ramos de violetas y gruesos cuadernillos de
madrigales, escritos al ruido de las hojas y bajo el ancho cielo sin nubes. Las
violetas eran para Nini, su vecina, una muchacha fresca y rosada que tenía los
ojos muy azules.
Los versos eran para nosotros. Nosotros los leíamos y los aplaudíamos. Todos
teníamos una alabanza para Garcín. Era un ingenuo que debía brillar. El tiempo
vendría. Oh, el pájaro azul volaría muy alto. ¡Bravo! ¡bien! ¡Eh, mozo,más
ajenjo!
***
Principios de Garcín:
De las flores, las lindas campánulas.
Entre las piedras preciosas, el zafiro. De las inmensidades, el cielo y el amor: es
decir, las pupilas de Nini.
Y repetía el poeta: Creo que siempre es preferible la neurosis a la imbecilidad.
2
***
A veces Garcín estaba más triste que de costumbre.
Andaba por los bulevares; veía pasar indiferente los lujosos carruajes, los
elegantes, las hermosas mujeres. Frente al escaparate de un joyero sonreía; pero
cuando pasaba cerca de un almacén de libros, se llegaba a las vidrieras,
husmeaba, y al ver las lujosas ediciones, se declaraba decididamente envidioso,
arrugaba la frente; para desahogarse volvía el rostro hacia el cielo y suspiraba.
Corría al café en busca de nosotros, conmovido, exaltado, casi llorando, pedía
un vaso de ajenjo y nos decía:
-Sí, dentro de la jaula de mi cerebro está preso un pájaro azul que quiere su
libertad...
***
Hubo algunos que llegaron a creer en un descalabro de razón.
Un alienista a quien se le dio noticias de lo que pasaba, calificó el caso como
una monomanía especial. Sus estudios patológicos no dejaban lugar a duda.
Decididamente, el desgraciado Garcín estaba loco.
Un día recibió de su padre, un viejo provinciano de Normandía, comerciante en
trapos, una carta que decía lo siguiente, poco más o menos:
«Sé tus locuras en París. Mientras permanezcas de ese modo, no tendrás de mí
un solo sou. Ven a llevar los libros de mi almacén, y cuando hayas quemado,
gandul, tus manuscritos de tonterías tendrás mi dinero.»
Esta carta se leyó en el Café Plombier.
-¿Y te irás?
-¿No te irás?
-¿Aceptas?
-¿Desdeñas?
¡Bravo Garcín! Rompió la carta y soltando el trapo a la vena, improvisó unas
cuantas estrofas, que acababan, si mal no recuerdo:
¡Sí, seré siempre un gandul,
lo cual aplaudo y celebro,
mientras sea mi cerebro
jaula del pájaro azul!
***
Desde entonces Garcín cambió de carácter. Se volvió charlador, se dio un baño
de alegría, compró levita nueva, y comenzó un poema en tercetos titulados, pues
es claro: El pájaro azul.
3
Cada noche se leía en nuestra tertulia algo nuevo de la obra. Aquello era
excelente, sublime, disparatado.
Allí había un cielo muy hermoso, una campiña muy fresca, países brotados
como por la magia del pincel de Corot, rostros de niños asomados entre flores;
los ojos de Nini húmedos y grandes; y por añadidura, el buen Dios que envía
volando, volando, sobre todo aquello, un pájaro azul que sin saber cómo ni
cuando anida dentro del cerebro del poeta, en donde queda aprisionado. Cuando
el pájaro canta, se hacen versos alegres y rosados. Cuando el pájaro quiere volar
abre las alas y se da contra las paredes del cráneo, se alzan los ojos al cielo, se
arruga la frente y se bebe ajenjo con poca agua, fumando además, por remate,
un cigarrillo de papel.
He ahí el poema.
Una noche llegó Garcín riendo mucho y, sin embargo, muy triste.
***
La bella vecina había sido conducida al cementerio.
-¡Una noticia! ¡una noticia! Canto último de mi poema. Nini ha muerto. Viene
la primavera y Nini se va. Ahorro de violetas para la campiña. Ahora falta el
epílogo del poema. Los editores no se dignan siquiera leer mis versos. Vosotros
muy pronto tendréis que dispersaros. Ley del tiempo. El epílogo debe titularse
así: “De cómo el pájaro azul alza el vuelo al cielo azul”.
***
¡Plena primavera! Los árboles florecidos, las nubes rosadas en el alba y pálidas
por la tarde; el aire suave que mueve las hojas y hace aletear las cintas de los
sombreros de paja con especial ruido! Garcín no ha ido al campo.
Hele ahí, viene con traje nuevo, a nuestro amado Café Plombier, pálido, con una
sonrisa triste.
-!Amigos míos, un abrazo! Abrazadme todos, así, fuerte; decidme adiós con
todo el corazón, con toda el alma... El pájaro azul vuela.
Y el pobre Garcín lloró, nos estrechó, nos apretó las manos con todas sus
fuerzas y se fue.
Todos dijimos: Garcín, el hijo pródigo, busca a su padre, el viejo normando.
Musas, adiós; adiós, gracias. ¡Nuestro poeta se decide a medir trapos! ¡Eh! ¡Una
copa por Garcín!
Pálidos, asustados, entristecidos, al día siguiente, todos los parroquianos del
Café Plombier que metíamos tanta bulla en aquel cuartucho destartalado, nos
hallábamos en la habitación de Garcín. El estaba en su lecho, sobre las sábanas
ensangrentadas, con el cráneo roto de un balazo. Sobre la almohada había
fragmentos de masa cerebral. ¡Qué horrible!
Cuando, repuestos de la primera impresión, pudimos llorar ante el cadáver de
nuestro amigo, encontramos que tenía consigo el famoso poema. En la última
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página había escritas estas palabras: Hoy, en plena primavera, dejó abierta la
puerta de la jaula al pobre pájaro azul.
***
¡Ay, Garcín, cuántos llevan en el cerebro tu misma enfermedad!
Canción de Otoño en Primavera (Cantos de vida y esperanza)
Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro…
y a veces lloro sin querer…
Plural ha sido la celeste
historia de mi corazón.
Era una dulce niña, en este
mundo de duelo y de aflicción.
Miraba como el alba pura;
sonreía como una flor.
Era su cabellera obscura
hecha de noche y de dolor.
Yo era tímido como un niño.
Ella, naturalmente, fue,
para mi amor hecho de armiño,
Herodías y Salomé…
Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro…
y a veces lloro sin querer…
Y más consoladora y más
halagadora y expresiva,
la otra fue más sensitiva
cual no pensé encontrar jamás.
Pues a su continua ternura
una pasión violenta unía.
En un peplo de gasa pura
una bacante se envolvía…
En sus brazos tomó mi ensueño
y lo arrulló como a un bebé…
Y te mató, triste y pequeño,
falto de luz, falto de fe…
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Juventud, divino tesoro,
¡te fuiste para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro…
y a veces lloro sin querer…
Otra juzgó que era mi boca
el estuche de su pasión;
y que me roería, loca,
con sus dientes el corazón.
Poniendo en un amor de exceso
la mira de su voluntad,
mientras eran abrazo y beso
síntesis de la eternidad;
y de nuestra carne ligera
imaginar siempre un Edén,
sin pensar que la Primavera
y la carne acaban también…
Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro…
y a veces lloro sin querer.
¡Y las demás! En tantos climas,
en tantas tierras siempre son,
si no pretextos de mis rimas
fantasmas de mi corazón.
En vano busqué a la princesa
que estaba triste de esperar.
La vida es dura. Amarga y pesa.
¡Ya no hay princesa que cantar!
Mas a pesar del tiempo terco,
mi sed de amor no tiene fin;
con el cabello gris, me acerco
a los rosales del jardín…
Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro…
y a veces lloro sin querer…
¡Mas es mía el Alba de oro!
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SONATINA (Prosas Profanas)
La princesa está triste… ¿qué tendrá la princesa?
Los suspiros se escapan de su boca de fresa,
que ha perdido la risa, que ha perdido el color.
La princesa está pálida en su silla de oro,
está mudo el teclado de su clave de oro;
y en un vaso olvidado se desmaya una flor.
El jardín puebla el triunfo de los pavos-reales.
Parlanchina, la dueña dice cosas banales,
y, vestido de rojo, piruetea el bufón.
La princesa no ríe, la princesa no siente;
la princesa persigue por el cielo de Oriente
la libélula vaga de una vaga ilusión.
¿Piensa acaso en el príncipe del Golconsa o de China,
o en el que ha detenido su carroza argentina
para ver de sus ojos la dulzura de luz?
¿O en el rey de las Islas de las Rosas fragantes,
o en el que es soberano de los claros diamantes,
]o en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz?
¡Ay! La pobre princesa de la boca de rosa
quiere ser golondrina, quiere ser mariposa,
tener alas ligeras, bajo el cielo volar,
ir al sol por la escala luminosa de un rayo,
saludar a los lirios con los versos de mayo,
o perderse en el viento sobre el trueno del mar.
Ya no quiere el palacio, ni la rueca de plata,
ni el halcón encantado, ni el bufón escarlata,
ni los cisnes unánimes en el lago de azur.
Y están tristes las flores por la flor de la corte;
los jazmines de Oriente, los nulumbos del Norte,
de Occidente las dalias y las rosas del Sur.
¡Pobrecita princesa de los ojos azules!
Está presa en sus oros, está presa en sus tules,
en la jaula de mármol del palacio real,
el palacio soberbio que vigilan los guardas,
que custodian cien negros con sus cien alabardas,
un lebrel que no duerme y un dragón colosal.
¡Oh quién fuera hipsipila que dejó la crisálida!
(La princesa está triste. La princesa está pálida)
¡Oh visión adorada de oro, rosa y marfil!
¡Quién volara a la tierra donde un príncipe existe
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(La princesa está pálida. La princesa está triste)
más brillante que el alba, más hermoso que abril!
¡Calla, calla, princesa dice el hada madrina,
en caballo con alas, hacia acá se encamina,
en el cinto la espada y en la mano el azor,
el feliz caballero que te adora sin verte,
y que llega de lejos, vencedor de la Muerte ,
a encenderte los labios con su beso de amor!
YO PERSIGO UNA FORMA (Prosas Profanas)
Yo persigo una forma que no encuentra mi estilo,
botón de pensamiento que busca ser la rosa;
se anuncia con un beso que en mis labios se posa
al abrazo imposible de la Venus de Milo.
Adornan verdes palmas el blanco peristilo;
los astros me han predicho la visión de la Diosa;
y en mi alma reposa la luz como reposa
el ave de la luna sobre un lago tranquilo.
Y no hallo sino la palabra que huye,
la iniciación melódica que de la flauta fluye
y la barca del sueño que en el espacio boga;
y bajo la ventana de mi Bella-Durmiente,
el sollozo continuo del chorro de la fuente
y el cuello del gran cisne blanco que me interroga.
LOS CISNES (Cantos de Vida y Esperanza)
A Juan Ramón Jiménez
¿Qué signo haces, oh Cisne, con tu encorvado cuello
al paso de los tristes y errantes soñadores?
¿Por qué tan silencioso de ser blanco y ser bello,
tiránico a las aguas e impasible a las flores?
Yo te saludo ahora como en versos latinos
te saludara antaño Publio Ovidio Nasón.
Los mismos ruiseñores cantan los mismos trinos,
y en diferentes lenguas es la misma canción.
A vosotros mi lengua no debe ser extraña.
A Garcilaso visteis, acaso, alguna vez…
Soy un hijo de América, soy un nieto de España…
Quevedo pudo hablaros en verso en Aranjuez….
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Cisnes, los abanicos de vuestras alas frescas
den a las frentes pálidas sus caricias más puras
y alejen vuestras blancas figuras pintorescas
de nuestras mentes tristes las ideas obscuras.
Brumas septentrionales nos llenan de tristezas,
se mueren nuestras rosas, se agostan nuestras palmas,
casi no hay ilusiones para nuestras cabezas,
y somos los mendigos de nuestras pobres almas.
Nos predican la guerra con águilas feroces,
gerifaltes de antaño revienen a los puños,
mas no brillan las glorias de las antiguas hoces,
ni hay Rodrigos ni Jaimes, ni han Alfonsos ni Nuños.
Faltos del alimento que dan las grandes cosas,
¿qué haremos los poetas sino buscar tus lagos?
A falta de laureles son muy dulces las rosas,
y a falta de victorias busquemos los halagos.
La América Española como la España entera
fija está en el Oriente de su fatal destino;
yo interrogo a la Esfinge que el porvenir espera
con la interrogación de tu cuello divino.
¿Seremos entregados a los bárbaros fieros?
¿Tantos millones de hombres hablaremos inglés?
¿Ya no hay nobles hidalgos ni bravos caballeros?
¿Callaremos ahora para llorar después?
He lanzado mi grito, Cisnes, entre vosotros,
que habéis sido los fieles en la desilusión,
mientras siento una fuga de americanos potros
y el estertor postrero de un caduco león…
…Y un Cisne negro dijo: “La noche anuncia el día”.
Y uno blanco: “¡La aurora es inmortal, la aurora
es inmortal !” ¡Oh tierras de sol y de armonía,
aun guarda la Esperanza la caja de Pandora!
CANTO DE ESPERANZA (Cantos de Vidas y Esperanza)
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Un gran vuelo de cuervos mancha el azul celeste.
Un soplo milenario trae amagos de peste.
Se asesinan los hombres en el extremo Este.
¿Ha nacido el apocalíptico Anticristo?
Se han sabido presagios, y prodigios se han visto
y parece inminente el retorno del Cristo.
La tierra está preñada de dolor tan profundo
que el soñador, imperial meditabundo,
sufre con las angustias del corazón del mundo.
Verdugos de ideales afligieron la tierra,
en un pozo de sombras la humanidad se encierra
con los rudos molosos del odio y de la guerra.
¡Oh, Señor Jesucristo!, ¿por qué tardas, qué esperas
para tender tu mano de luz sobre las fieras
y hacer brillar al sol tus divinas banderas?
Surge de pronto y vierte la esencia de la vida
sobre tanta alma loca, triste o empedernida,
que, amante de tinieblas, tu dulce aurora olvida.
Ven, Señor, para hacer la gloria de ti mismo,
ven con temblor de estrellas y horror de cataclismo,
ven a traer amor y paz sobre el abismo.
Y tu caballo blanco, que miró al visionario,
pase. Y suene el divino clarín extraordinario.
Mi corazón será brasa de tu incensario.
ALLÁ LEJOS (Cantos de Vida y Esperanza)
Buey que vi en mi niñez echando vaho un día
bajo el nicaragüense sol de encendidos oros,
en la hacienda fecunda, plena de la armonía
del trópico; paloma de los bosques sonoros
del viento, de las hachas, de pájaros y toros
salvajes, yo os saludo, pues sois la vida mía.
Pesado buey, tú evocas la dulce madrugada
que llamaba a la ordeña de la vaca lechera,
cuando era mi existencia toda blanca y rosada;
y tú, paloma arrulladora y montañera,
significas en mi primavera pasada
todo lo que hay en la divina Primavera.
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LO FATAL (Cantos de Vida y Esperanza)
A René Pérez.
Dichoso el árbol que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura, porque ésta ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,
ni mayor pesadumbre que la vida consciente.
Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
y el temor de haber sido y un futuro terror…
Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
y sufrir por la vida y por la sombra y por
lo que no conocemos y apenas sospechamos,
y la carne que tienta con sus frescos racimos
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,
¡y no saber adónde vamos,
ni de dónde venimos…!
NOCTURNO (Cantos de Vida y Esperanza)
A Mariano de Cavia.
Los que auscultasteis el corazón de la noche,
los que por el insomnio tenaz habéis oído
el cerrar de una puerta, el resonar de un coche
lejano, un eco vago, un ligero rüido…
En los instantes del silencio misterioso,
cuando surgen de su prisión los olvidados,
en la hora de los muertos, en la hora del reposo,
sabréis leer estos versos de amargor impregnados…
Como en un vaso vierto en ellos mis dolores
de lejanos recuerdos y desgracias funestas,
y las tristes nostalgias de mi alma, ebria de flores,
y el duelo de mi corazón, triste de fiestas.
y el pesar de no ser lo que yo hubiera sido,
la pérdida del reino que estaba para mí,
el pensar que un instante pude no haber nacido,
¡y el sueño que es mi vida desde que yo nací!
Todo esto viene en medio del silencio profundo
en que la noche envuelve la terrena ilusión,
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y siento como un eco del corazón del mundo
que penetra y conmueve mi propio corazón.
CANCIÓN DE OTOÑO (Canción de Otoño)
Yo sé que hay quienes dicen: ¿por qué no canta ahora
con aquella locura armoniosa de antaño?
Ésos no ven la obra profunda de la hora,
la labor del minuto y el prodigio del año.
Yo, pobre árbol, produje, al amor de la brisa,
cuando empecé a crecer, un vago y dulce son.
Pasó ya el tiempo de la juvenil sonrisa:
¡dejad al huracán mover mi corazón!
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ANTOLOGÍA DE ANTONIO MACHADO
Soledades, galerías y otros poemas
He andado muchos caminos
II
He andado muchos caminos,
he abierto muchas veredas;
he navegado en cien mares,
y atracado en cien riberas.
En todas partes he visto
caravanas de tristeza,
soberbios y melancólicos
borrachos de sombra negra,
y pedantones al paño
que miran, callan, y piensan
que saben, porque no beben
el vino de las tabernas.
Mala gente que camina
y va apestando la tierra...
Y en todas partes he visto
gentes que danzan o juegan,
cuando pueden, y laboran
sus cuatro palmos de tierra.
Nunca, si llegan a un sitio,
preguntan a dónde llegan.
Cuando caminan, cabalgan
a lomos de mula vieja,
y no conocen la prisa
ni aun en los días de fiesta.
Donde hay vino, beben vino;
donde no hay vino, agua fresca.
Son buenas gentes que viven,
laboran, pasan y sueñan,
y en un día como tantos,
descansan bajo la tierra. Antología de poemas de Antonio Machado
Yo voy soñando caminos
XI
Yo voy soñando caminos
de la tarde. ¡Las colinas
doradas, los verdes pinos,
las polvorientas encinas!...
¿Adónde el camino irá?
Yo voy cantando, viajero,
a lo largo del sendero...
—La tarde cayendo está—.
En el corazón tenía
la espina de una pasión;
logré arrancármela un día;
ya no siento el corazón.
Y todo el campo un momento
13
se queda, mudo y sombrío,
meditando. Suena el viento
en los álamos del río.
La tarde más se oscurece;
y el camino se serpea
y débilmente blanquea,
se enturbia y desaparece.
Mi cantar vuelve a plañir:
Aguda espina dorada,
quién te volviera a sentir
en el corazón clavada.
Es una tarde cenicienta y mustia
LXXVII
Es una tarde cenicienta y mustia,
destartalada, como el alma mía;
y es esta vieja angustia
que habita mi usual hipocondría.
La causa de esta angustia no consigo
ni vagamente comprender siquiera;
pero recuerdo y, recordando, digo:
- Sí, yo era niño, y tú, mi compañera.
Y no es verdad, dolor, yo te conozco,
tú eres nostalgia de la vida buena
y soledad de corazón sombrío,
de barco sin naufragio y sin estrella.
Como perro olvidado que no tiene
huella ni olfato y yerra
por los caminos, sin camino, como
el niño que en la noche de una fiesta
se pierde entre el gentío
y el aire polvoriento y las candelas
chispeantes, atónito, y asombra
su corazón de música y de pena.
así voy yo, borracho melancólico,
guitarrista lunático, poeta,
y pobre hombre en sueños,
siempre buscando a Dios entre la niebla.
Campos de Castilla
Retrato
XCVII
Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte años en tierra de Castilla;
mi historia, algunos casos que recordar no quiero.
Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido
—ya conocéis mi torpe aliño indumentario—,
mas recibí la flecha que me asignó Cupido,
y amé cuanto ellas pueden tener de hospitalario.
Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
pero mi verso brota de manantial sereno;
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.
Adoro la hermosura, y en la moderna estética
corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
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mas no amo los afeites de la actual cosmética,
ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.
Desdeño las romanzas de los tenores huecos
y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una.
¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera
mi verso, como deja el capitán su espada:
famosa por la mano viril que la blandiera,
no por el docto oficio del forjador preciada.
Converso con el hombre que siempre va conmigo
—quien habla solo espera hablar a Dios un día—;
mi soliloquio es plática con este buen amigo
que me enseñó el secreto de la filantropía.
Y al cabo, nada os debo; debeisme cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.
Y cuando llegue el día del último viaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.
A orillas del Duero
XCVIII
Mediaba el mes de julio. Era un hermoso día.
Yo, solo, por las quiebras del pedregal subía,
buscando los recodos de sombra, lentamente.
A trechos me paraba para enjugar mi frente
y dar algún respiro al pecho jadeante;
o bien, ahincando el paso, el cuerpo hacia adelante
y hacia la mano diestra vencido y apoyado
en un bastón, a guisa de pastoril cayado,
trepaba por los cerros que habitan las rapaces
aves de altura, hollando las hierbas montaraces
de fuerte olor —romero, tomillo, salvia, espliego—.
Sobre los agrios campos caía un sol de fuego.
Un buitre de anchas alas con majestuoso vuelo
cruzaba solitario el puro azul del cielo.
Yo divisaba, lejos, un monte alto y agudo,
y una redonda loma cual recamado escudo,
y cárdenos alcores sobre la parda tierra
—harapos esparcidos de un viejo arnés de guerra—,
las serrezuelas calvas por donde tuerce el Duero
para formar la corva ballesta de un arquero
en torno a Soria. —Soria es una barbacana,
hacia Aragón, que tiene la torre castellana—.
Veía el horizonte cerrado por colinas
oscuras, coronadas de robles y de encinas;
desnudos peñascales, algún humilde prado
donde el merino pace y el toro, arrodillado
sobre la hierba, rumia; las márgenes del río
lucir sus verdes álamos al claro sol de estío,
y, silenciosamente, lejanos pasajeros,
¡tan diminutos! —carros, jinetes y arrieros—
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cruzar el largo puente, y bajo las arcadas
de piedra ensombrecerse las aguas plateadas
del Duero.
El Duero cruza el corazón de roble
de Iberia y de Castilla.
¡Oh, tierra triste y noble,
la de los altos llanos y yermos y roquedas,
de campos sin arados, regatos ni arboledas;
decrépitas ciudades, caminos sin mesones,
y atónitos palurdos sin danzas ni canciones
que aun van, abandonando el mortecino hogar,
como tus largos ríos, Castilla, hacia la mar!
Castilla miserable, ayer dominadora,
envuelta en sus andrajos desprecia cuanto ignora.
¿Espera, duerme o sueña? ¿La sangre derramada
recuerda, cuando tuvo la fiebre de la espada?
Todo se mueve, fluye, discurre, corre o gira;
cambian la mar y el monte y el ojo que los mira.
¿Pasó? Sobre sus campos aún el fantasma yerra
de un pueblo que ponía a Dios sobre la guerra.
La madre en otro tiempo fecunda en capitanes
madrastra es hoy apenas de humildes ganapanes.
Castilla no es aquella tan generosa un día,
cuando Mio Cid Rodrigo el de Vivar volvía,
ufano de su nueva fortuna y su opulencia,
a regalar a Alfonso los huertos de Valencia;
o que, tras la aventura que acreditó sus bríos,
pedía la conquista de los inmensos ríos
indianos a la corte, la madre de soldados,
guerreros y adalides que han de tornar, cargados
de plata y oro, a España, en regios galeones,
para la presa cuervos, para la lid leones.
Filósofos nutridos de sopa de convento
contemplan impasibles el amplio firmamento;
y si les llega en sueños, como un rumor distante,
clamor de mercaderes de muelles de Levante,
no acudirán siquiera a preguntar ¿qué pasa?
Y ya la guerra ha abierto las puertas de su casa.
Castilla miserable, ayer dominadora,
envuelta en sus harapos desprecia cuanto ignora.
El sol va declinando. De la ciudad lejana
me llega un armonioso tañido de campana
—ya irán a su rosario las enlutadas viejas—.
De entre las peñas salen dos lindas comadrejas;
me miran y se alejan, huyendo, y aparecen
de nuevo ¡tan curiosas!... Los campos se oscurecen.
Hacia el camino blanco está el mesón abierto
al campo ensombrecido y al pedregal desierto.
Por tierras de España
XCIX
El hombre de estos campos que incendia los pinares
y su despojo aguarda como botín de guerra,
antaño hubo raído los negros encinares,
talado los robustos robledos de la sierra.
16
Hoy ve a sus pobres hijos huyendo de sus lares;
la tempestad llevarse los limos de la tierra
por los sagrados ríos hacia los anchos mares;
y en páramos malditos trabaja, sufre y yerra.
Es hijo de una estirpe de rudos caminantes,
pastores que conducen sus hordas de merinos
a Extremadura fértil, rebaños trashumantes
que mancha el polvo y dora el sol de los caminos.
Pequeño, ágil, sufrido, los ojos de hombre astuto,
hundidos, recelosos, movibles; y trazadas
cual arco de ballesta, en el semblante enjuto
de pómulos salientes, las cejas muy pobladas.
Abunda el hombre malo del campo y de la aldea,
capaz de insanos vicios y crímenes bestiales,
que bajo el pardo sayo esconde un alma fea,
esclava de los siete pecados capitales.
Los ojos siempre turbios de envidia o de tristeza,
guarda su presa y llora la que el vecino alcanza;
ni para su infortunio ni goza su riqueza;
le hieren y acongojan fortuna y malandanza.
El numen de estos campos es sanguinario y fiero:
al declinar la tarde, sobre el remoto alcor,
veréis agigantarse la forma de un arquero,
la forma de un inmenso centauro flechador.
Veréis llanuras bélicas y páramos de asceta
—no fue por estos campos el bíblico jardín—:
son tierras para el águila, un trozo de planeta
por donde cruza errante la sombra de Caín
Campos de Soria
I
Es la tierra de Soria, árida y fría.
Por las colinas y las sierras calvas,
verdes pradillos, cerros cenicientos,
la primavera pasa
dejando entre las hierbas olorosas
sus diminutas margaritas blancas.
La tierra no revive, el campo sueña.
Al empezar abril está nevada
la espalda del Moncayo;
el caminante lleva en su bufanda
envueltos cuello y boca, y los pastores
pasan cubiertos con sus luengas capas.
II
Las tierras labrantías,
como retazos de estameñas pardas,
el huertecillo, el abejar, los trozos
de verde oscuro en que el merino pasta,
entre plomizos peñascales, siembran
el sueño alegra de infantil Arcadia.
En los chopos lejanos del camino,
parecen humear las yertas ramas
como un glauco vapor -las nuevas hojasy en las quiebras de valles y barrancas
blanquean los zarzales florecidos,
17
y brotan las violetas perfumadas.
III
Es el campo ondulado, y los caminos
ya ocultan los viajeros que cabalgan
en pardos borriquillos,
ya al fondo de la tarde arrebolada
elevan las plebeyas figurillas,
que el lienzo de oro del ocaso manchan.
Mas si trepáis a un cerro y veis el campo
desde los picos donde habita el águila,
son tornasoles de carmín y acero,
llanos plomizos, lomas plateadas,
circuidos por montes de violeta,
con las cumbre de nieve sonrosada.
IV
¡Las figuras del campo sobre el cielo!
Dos lentos bueyes aran
en un alcor, cuando el otoño empieza,
y entre las negras testas doblegadas
bajo el pesado yugo,
pende un cesto de juncos y retama,
que es la cuna de un niño;
y tras la yunta marcha
un hombre que se inclina hacia la tierra,
y una mujer que en las abiertas zanjas
arroja la semilla.
Bajo una nube de carmín y llama,
en el oro fluido y verdinoso
del poniente, las sombras se agigantan.
V
La nieve. En el mesón al campo abierto
se ve el hogar donde la leña humea
y la olla al hervir borbollonea.
El cierzo corre por el campo yerto,
alborotando en blancos torbellinos
la nieve silenciosa.
La nieve sobre el campo y los caminos
cayendo está como sobre una fosa.
Un viejo acurrucado tiembla y tose
cerca del fuego; su mechón de lana
la vieja hila, y una niña cose
verde ribete a su estameña grana.
Padres los viejos son de un arriero
que caminó sobre la blanca tierra
y una noche perdió ruta y sendero,
y se enterró en las nieves de la sierra.
En torno al fuego hay un lugar vacío,
y en la frente del viejo, de hosco ceño,
como un tachón sombrío
-tal el golpe de un hacha sobre un leño-.
La vieja mira al campo, cual si oyera
pasos sobre la nieve. Nadie pasa.
Desierta la vecina carretera,
desierto el campo en torno de la casa.
18
La niña piensa que en los verdes prados
ha de correr con otras doncellitas
en los días azules y dorados,
cuando crecen las blancas margaritas.
VI
¡Soria fría, Soria pura,
cabeza de Extremadura,
con su castillo guerrero
arruinado, sobre el Duero;
con sus murallas roídas
y sus casas denegridas!
¡Muerta ciudad de señores,
soldados o cazadores;
de portales con escudos
con cien linajes hidalgos,
de galgos flacos y agudos,
y de famélicos galgos,
que pululan
por las sórdidas callejas,
y a la medianoche ululan,
cuando graznan las cornejas!
¡Soria fría! La campana
de la Audiencia da la una.
Soria, ciudad castellana
¡tan bella! bajo la luna.
VII
¡Colinas plateadas,
grises alcores, cárdenas roquedas
por donde traza el Duero
su curva de ballesta
en torno a Soria, oscuros encinares,
ariscos pedregales, calvas sierras,
caminos blancos y álamos del río,
tardes de Soria, mística y guerrera,
hoy siento por vosotros, en el fondo
del corazón, tristeza,
tristeza que es amor! ¡Campos de Soria
donde parece que las rocas sueñan,
conmigo vais! ¡Colinas plateadas,
grises alcores, cárdenas roquedas!...
VIII
He vuelto a ver los álamos dorados,
álamos del camino en la ribera
del Duero, entre San Polo y San Saturio,
tras las murallas viejas
de Soria -barbacana
hacia Aragón, en castellana tierra-.
Estos chopos del río, que acompañan
con el sonido de sus hojas secas
el son del agua cuando el viento sopla,
tienen en sus cortezas
grabadas iniciales que son nombres
de enamorados, cifras que son fechas.
¡Álamos del amor que ayer tuvisteis
19
de ruiseñores vuestras ramas llenas;
álamos que seréis mañana liras
del viento perfumado en primavera;
álamos del amor cerca del agua
que corre y pasa y sueña,
álamos de las márgenes del Duero,
conmigo vais, mi corazón os lleva!
IX
¡Oh, sí! Conmigo vais, campos de Soria,
tardes tranquilas, montes de violeta,
alamedas del río, verde sueño
del suelo gris y de la parda tierra,
agria melancolía
de la ciudad decrépita,
me habéis llegado al alma,
¿o acaso estabais en el fondo de ella?
¡Gente del alto llano numantino
que a Dios guardáis como cristianas viejas,
que el sol de España os llene
de alegría, de luz y de riqueza!
A un olmo seco
CXV
Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo,
algunas hojas verdes le han salido.
¡El olmo centenario, en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.
No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.
Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas.
Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas de alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hacia la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.
El mañana efímero
20
XXXXV
La España de charanga y pandereta,
cerrado y sacristía,
devota de Frascuelo y de María,
de espíritu burlón y alma inquieta,
ha de tener su marmol y su día,
su infalible mañana y su poeta.
En vano ayer engendrará un mañana
vacío y por ventura pasajero.
Será un joven lechuzo y tarambana,
un sayón con hechuras de bolero,
a la moda de Francia realista
un poco al uso de París pagano
y al estilo de España especialista
en el vicio al alcance de la mano.
Esa España inferior que ora y bosteza,
vieja y tahúr, zaragatera y triste;
esa España inferior que ora y embiste,
cuando se digna usar la cabeza,
aún tendrá luengo parto de varones
amantes de sagradas tradiciones
y de sagradas formas y maneras;
florecerán las barbas apostólicas,
y otras calvas en otras calaveras
brillarán, venerables y católicas.
El vano ayer engendrará un mañana
vacío y ¡por ventura! pasajero,
la sombra de un lechuzo tarambana,
de un sayón con hechuras de bolero;
el vacuo ayer dará un mañana huero.
Como la náusea de un borracho ahíto
de vino malo, un rojo sol corona
de heces turbias las cumbres de granito;
hay un mañana estomagante escrito
en la tarde pragmática y dulzona.
Mas otra España nace,
la España del cincel y de la maza,
con esa eterna juventud que se hace
del pasado macizo de la raza.
Una España implacable y redentora,
España que alborea
con un hacha en la mano vengadora,
España de la rabia y de la idea.
Una España joven
CXLIV
... Fue un tiempo de mentira, de infamia. A España toda,
la malherida España, de Carnaval vestida
nos la pusieron, pobre y escuálida y beoda,
para que no acertara la mano con la herida.
Fue ayer; éramos casi adolescentes; era
con tiempo malo, encinta de lúgubres presagios,
cuando montar quisimos en pelo una quimera,
mientras la mar dormía ahíta de naufragios.
Dejamos en el puerto la sórdida galera,
21
y en una nave de oro nos plugo navegar
hacia los altos mares, sin aguardar ribera,
lanzando velas y anclas y gobernalle al mar.
Ya entonces, por el fondo de nuestro sueño—herencia
de un siglo que vencido sin gloria se alejaba—
un alba entrar quería; con nuestra turbulencia
la luz de las divinas ideas batallaba.
Mas cada cual el rumbo siguió de su locura;
agilitó su brazo, acreditó su brío;
dejò como un espejo bruñida su armadura
y dijo: «El hoy es malo, pero el mañana... es mío.»
Y es hoy aquel mañana de ayer... Y España toda,
con sucios oropeles de Carnaval vestida
aún la tenemos: pobre y escuálida y beoda;
mas hoy de un vino malo: la sangre de su herida.
Tú, juventud más joven, si de más alta cumbre
la voluntad te llega, irás a tu aventura
despierta y transparente a la divina lumbre:
como el diamante clara, como el diamante pura.
1914
Últimas canciones y Cancionero apócrifo
Últimas lamentaciones de Abel Martín
CLXIX
Hoy, con la primavera,
soñé que un fino cuerpo me seguía
cual dócil sombra. Era
mi cuerpo juvenil, el que subía
de tres en tres peldaños la escalera.
-Hola, galgo de ayer. (Su luz de acuario
trocaba el hondo espejo
por agria luz sobre un rincón de osario)
-¿Tú conmigo, rapaz?
-Contigo, viejo.
Soñé la galería
al huerto de ciprés y limonero:
tibias palomas en la piedra fría,
en el cielo de añil rojo pandero,
y en la mágica angustia de la infancia
la vigilia del ángel más austero.
La ausencia y la distancia
volví a soñar con túnicas de aurora:
firme en el arco tenso la saeta
del mañana, la vista aterradora
de la llama prendida en la espoleta
de su granada.
¡Oh Tiempo, oh Todavía
preñado de inminencias!,
tú me acompañas en la senda fría,
tejedor de esperanzas e impaciencias.
*
¡El tiempo y sus banderas desplegadas!
(¿Yo, capitán? Mas yo no voy contigo.)
¡Hacia lejanas torres soleadas
el perdurable asalto por castigo!
22
*
Hoy, como un día, en la ancha mar violeta
hunde el sueño su pétrea escalinata,
y hace camino la infantil goleta,
y le salta el delfín de bronce y plata.
La hazaña y la aventura
cercando un corazón entelerido...
Montes de piedra dura
-eco y eco- mi voz ha repetido.
¡Oh, descansar en el azul del día
como descansa el águila en el viento,
sobre la sierra fría,
segura de sus alas y su aliento!
La augusta confianza
a ti, Naturaleza, y paz te pido,
mi tregua de temor y de esperanza,
un grano de alegría, un mar de olvido...
Las poesías de la Guerra Civil
El crimen fue en Granada
Se le vio, caminando entre fusiles,
por una calle larga,
salir al campo frío,
aún con estrellas, de la madrugada.
Mataron a Federico
cuando la luz asomaba.
El pelotón de verdugos
no osó mirarle la cara.
Todos cerraron los ojos;
rezaron: ¡ni Dios te salva!
Muerto cayó Federico.
-sangre en la frente y plomo en las entrañas-.
...Que fue en Granada el crimen
sabed -¡pobre Granada!-, en su Granada...
El poeta y la muerte
Se le vio caminar solo con Ella,
sin miedo a su guadaña.
Ya el sol en torre y torre; los martillos
en yunque - yunque y yunque de las fraguas.
Hablaba Federico,
requebrando a la muerte. Ella escuchaba.
"Porque ayer en mi verso, compañera,
sonaba el golpe de tus secas palmas,
y diste el hielo a mi cantar, y el filo
a mi tragedia de tu hoz de plata,
te cantaré la carne que no tienes,
los ojos que te faltan,
tus cabellos que el viento sacudía,
los rojos labios donde te besaban...
Hoy como ayer, gitana, muerte mía,
qué bien contigo a solas,
por estos aires de Granada, ¡mi Granada!"
III
23
Se le vio caminar..
Labrad, amigos,
de piedra y sueño, en el Alhambra,
un túmulo al poeta,
sobre una fuente donde llore el agua,
y eternamente diga:
el crimen fue en Granada, ¡en su Granada!
De mar a mar entre los dos la guerra
De mar a mar entre los dos la guerra,
más honda que la mar. En mi parterre,
miro a la mar que el horizonte cierra.
Tú asomada, Guiomar, a un finisterre,
miras hacia otra mar, la mar de España
que Camoens cantara, tenebrosa.
Acaso a ti mi ausencia te acompaña.
A mí me duele tu recuerdo, diosa.
La guerra dio al amor el tajo fuerte.
Y es la total angustia de la muerte,
con la sombra infecunda de la llama
y la soñada miel de amor tardío,
y la flor imposible de la rama
que ha sentido del hacha el corte frío.
La muerte del niño herido
Otra vez en la noche... Es el martillo
de la fiebre en las sienes bien vendadas
del niño. —Madre, ¡el pájaro amarillo!
¡Las mariposas negras y moradas!
—Duerme, hijo mío. —Y la manita oprime
la madre, junto al lecho. —¡Oh, flor de fuego!
¿quién ha de helarte, flor de sangre, dime?
Hay en la pobre alcoba olor de espliego;
fuera, la oronda luna que blanquea
cúpula y torre a la ciudad sombría.
Invisible avión moscardonea.
—¿Duermes, oh dulce flor de sangre mía?
El cristal del balcón repiquetea.
—¡Oh, fría, fría, fría, fría, fría!
24
Otros poemas de Antonio
Machado
CAMPOS DE CASTILLA
CXXXVI
PROVERBIOS Y
CANTARES
II
¿Para qué llamar caminos
a los surcos del azar?...
Todo el que camina anda,
como Jesús, sobre el mar.
XXI
Ayer soñé que veía
a Dios y que a Dios hablaba;
y soñé que Dios me oía...
Después soñé que soñaba.
XXVIII
Todo hombre tiene dos
batallas que pelear:
en sueños lucha con Dios;
y despierto, con el mar.
XXIX
Caminante, son tus huellas
el camino, y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante, no hay camino,
sino estelas en la mar.
XXX
El que espera desespera,
dice la voz popular.
¡Qué verdad tan verdadera!
La verdad es lo que es,
y sigue siendo verdad
aunque se piense al revés.
XXXVI
¿Dices que nada se crea?
No te importe, con el barro
de la tierra, haz una copa
para que beba tu hermano.
XLIV
Todo pasa y todo queda,
pero lo nuestro es pasar,
pasar haciendo caminos,
caminos sobre la mar.
XLV
Morir... ¿Caer como gota
de mar en el mar inmenso?
¿O ser lo que nunca he sido:
uno, sin sombra y sin sueño,
un solitario que avanza
sin camino y sin espejo?
XLVI
Anoche soñé que oía
a Dios, gritándome: ¡Alerta!
Luego era Dios quien dormía,
y yo gritaba: ¡Despierta!
L
–Nuestro español bosteza.
¿Es hambre? ¿Sueño? ¿Hastío?
Doctor, ¿tendrá el estómago
vacío?
–El vacío es más bien en la
cabeza.
LIII
Ya hay un español que quiere
vivir y a vivir empieza,
entre una España que muere
y otra España que bosteza.
Españolito que vienes
al mundo, te guarde Dios.
Una de las dos Españas
ha de helarte el corazón
25
26
ANTOLOGÍA DE JUAN RAMÓN JIMÉNEZ
Río de cristal dormido (Arias Tristes)
Río de cristal dormido
y encantado; dulce valle,
dulces riberas de álamos
blancos y de verdes sauces...
El valle tiene un ensueño
y un corazón sueña y sabe
dar con su sueño un son triste
de flautas y de cantares.
Río encantado; las ramas
soñolientas de los sauces,
en los remansos dormidos
besan los claros cristales.
Y el cielo es plácido y dulce,
un cielo bajo y flotante
que con su bruma de plata
va acariciando los árboles.
Mi corazón ha soñado
con la ribera y el valle,
y ha llegado hasta la orilla
dormida para embarcarse;
pero al pasar por la senda,
lloró de amor, con un aire
viejo, que estaba cantando
no sé quién por otro valle.
Arias Tristes(1903)
Viene una música lánguida
(Arias tristes)
Viene una música lánguida,
No sé de dónde, en el aire.
Da la una. Me he asomado
Para ver qué tiene el parque.
La luna, la dulce luna,
Tiñe de blanco los árboles,
Y, entre las ramas, la fuente
Alza su hilo de diamante.
En silencio, las estrellas
Tiemblan; lejos, el paisaje
Mueve luces melancólicas,
Ladridos y largos ayes.
27
Otro reló da la una.
Desvela mirar el parque
Lleno de almas, a la música
Triste que viene en el aire.
Viene una música lánguida
(Arias tristes)
Viene una música lánguida,
No sé de dónde, en el aire.
Da la una. Me he asomado
Para ver qué tiene el parque.
La luna, la dulce luna,
Tiñe de blanco los árboles,
Y, entre las ramas, la fuente
Alza su hilo de diamante.
En silencio, las estrellas
Tiemblan; lejos, el paisaje
Mueve luces melancólicas,
Ladridos y largos ayes.
Otro reló da la una.
Desvela mirar el parque
Lleno de almas, a la música
Triste que viene en el aire.
Nocturno
(Diario de un poeta recién casado)
Tan inmenso que es ¡oh mar! el cielo,
Como es el mismo en todas partes,
Puede el alma creerlo tan pequeño...
Enclavado a lo eterno eternamente
Por las mismas estrellas,
¡qué tranquilo sentimos, a su amparo,
el corazón, como el sentimiento
de una noche, que siendo sólo nuestra madre,
fuera el mundo!
1Qué refugiados nos sentimos
bajo su breve infinidad definitiva!
Intelijencia, dame
(Eternidades)
28
¡Intelijencia, dame
el nombre esacto de las cosas!
Que mi palabra sea
la cosa misma,
creada por mi alma nuevamente.
Que por mí vayan todos
los que no las conocen, a las cosas;
que por mí vayan todos
los que ya las olvidan, a las cosas;
que por mí vayan todos
los mismos que las aman, a las cosas...
¡ Intelijencia, dame
el nombre esacto, y tuyo,
y suyo, y mío, de las cosas!
¡Esta vida que amo
(Belleza)
¡Esta vida que amo
más que mi vida –movimiento,
dentro de mí, de un yo inmortal, más yo
que yo-; que me hace
sombra y olvido; que me hace
afán y luz!
29
GREGUERÍAS DE GÓMEZ DE LA SERNA
Lo que defiende a las mujeres es que piensan que todos los hombres son
iguales, mientras que lo que pierde a los hombres es que creen que todas las
mujeres son diferentes.
El amor nace del deseo repentino de hacer eterno lo pasajero.
Los que matan a una mujer y después se suicidan debían variar el sistema:
suicidarse antes y matarla después.
Los globos de los niños van por la calle muertos de miedo.
El bebé se saluda a sí mismo dando la mano a su pie.
¿Y si las hormigas fuesen ya los marcianos establecidos en la Tierra?
La gallina está cansada de denunciar en la comisaría que le roban los
huevos.
Lo peor del loro es que quiera hablar por teléfono.
Eso de creer que el loro no sabe lo que dice es no querer ofender, pero el
loro nos mira cuando nos insulta.
Respetamos ese insecto que se pasea por el frutero porque es el que ha
becado el campo para que vea la ciudad.
El sueño es un depósito de objetos extraviados.
El que está en Venecia es el engañado que cree estar en Venecia. El que
sueña con Venecia es el que está en Venecia.
Los recuerdos encogen como las camisetas.
Al ver el anuncio de "6 vueltas" en el aparato de feria nos ha parecido que
la vida no es más que eso, "X vueltas".
No hay que tirarse desde demasiado alto para no arrepentirse por el camino.
30
La prisa es lo que nos lleva a la muerte.
En cada día amanece todo el tiempo.
El más sorprendido por la herencia es el que tiene que dejarla.
Por los ojos nos vamos de la vida.
Nos sorprende ver en la tienda de antigüedades la taza en que tomábamos el
café con leche cuando éramos niños.
Es sorprendente cómo se mete la fiebre en el tiralíneas del termómetro.
Astrónomo es un señor que se duerme mirando las estrellas.
La medicina ofrece curar dentro de cien años a los que se están muriendo
ahora mismo.
En lo que más avanza la civilización es en la perfección de los envases.
El ventilador debía dar aire caliente en invierno.
Los ceros son los huevos de los que salieron las demás cifras.
Un país donde los que juegan al toro siempre encuentran quien haga de toro
es un país paradójico progresivo.
La historia es un pretexto para seguir equivocando a la humanidad.
En las grandes solemnidades llenas de personajes uniformados parece que
hay algunos repetidos.
Me gustaría pertenecer a esa época del futuro en que la historia tendrá
doscientos tomos, para ver cómo se la aprenderán los niños.
No confiéis demasiado en vuestro propio corazón, porque él os fallará en
definitiva.
No importa que nuestro vaso sea pequeño, pues lo importante es que la
botella esté llena.
31
No debemos ser cómplices ni de nosotros mismos.
A un mentiroso sólo lo cura un sordo.
La popularidad es que nos conozcan los que no conocemos.
La mayor ingenuidad del novel círculo literario es el nombramiento de
tesorero.
El lector -como la mujer- ama más a quien le ha engañado más.
Al cine hay que ir bien peinado, sobre todo por detrás.
No hay nada que desoriente tanto como un número de teléfono que hemos
apuntado y que no sabemos a quién pertenece.
Hay tipos a los que es tan difícil sacarles una idea de la cabeza como el
tapón que se ha hundido en la botella.
Extraído de "Greguerías". Ramón Gómez de la Serna. Colección Clásicos del Siglo XX,
nº 15. Ed. El País, 2003.
32
POESÍA DE VANGUARDIA
Dadaísmo.
Este es un enlace al que puedes acceder al manifiesto dadaísta.
http://es.scribd.com/doc/7021427/Tzara-Tristan-Siete-Manifiestos-Dada-PDF
En este enlace puedes leer y ver algunos poemas dadaístas.
http://www.poesias.cl/dada_dadaismo.htm
Poema dadaísta
Pedro Salinas
"Tatá, dadá".
La niña llama a su madre:
"Tatá, dadá".
Al ver las sopas,
la niña dijo:
"Tatá, dadá".
Igual al ir en tren,
cuando vio la verde montaña
y el fino mar.
"Todo lo confunde", dijo
su madre. Y era verdad.
Porque cuando yo la oía
decir: "Tatá, dadá",
veía la bola del mundo
rodar, rodar,
el mundo todo una bola,
y en ella papá, mamá,
el mar, las montañas, todo
hecho una bola confusa;
el mundo: "Tatá, dadá".
33
Futurismo.
Manifiesto futurista
1. Queremos cantar el amor al peligro, el hábito de la energía y de la temeridad.
2. El coraje, la audacia, la rebelión, serán elementos esenciales de nuestra poesía.
3. La literatura exaltó, hasta hoy, la inmovilidad pensativa, el éxtasis y el sueño.
Nosotros queremos exaltar el movimiento agresivo, el insomnio febril, el paso de
corrida, el salto mortal, el cachetazo y el puñetazo.
4. Nosotros afirmamos que la magnificencia del mundo se ha enriquecido con una nueva
belleza, la belleza de la velocidad. Un coche de carreras con su capó adornado con
gruesos tubos parecidos a serpientes de aliento explosivo... un automóvil rugiente,
que parece correr sobre la ráfaga, es más bello que la Victoria de Samotracia.
5. Queremos ensalzar al hombre que lleva el volante, cuya lanza ideal atraviesa la tierra,
lanzada también ella a la carrera, sobre el circuito de su órbita.
6. Es necesario que el poeta se prodigue, con ardor, boato y liberalidad, para aumentar el
fervor entusiasta de los elementos primordiales.
7. No existe belleza alguna si no es en la lucha. Ninguna obra que no tenga un carácter
agresivo puede ser una obra maestra. La poesía debe ser concebida como un asalto
violento contra las fuerzas desconocidas, para forzarlas a postrarse ante el hombre.
8. ¡Nos encontramos sobre el promontorio más elevado de los siglos!... ¿Porqué
deberíamos cuidarnos las espaldas, si queremos derribar las misteriosas puertas de
lo imposible? El Tiempo y el Espacio murieron ayer. Nosotros vivimos ya en el
absoluto, porque hemos creado ya la eterna velocidad omnipresente.
9. Queremos glorificar la guerra –única higiene del mundo– el militarismo, el
patriotismo, el gesto destructor de los libertarios, las bellas ideas por las cuales
se muere y el desprecio de la mujer.
10. Queremos destruir los museos, las bibliotecas, las academias de todo tipo, y
combatir contra el moralismo, el feminismo y contra toda vileza oportunista y
utilitaria.
11. Nosotros cantaremos a las grandes masas agitadas por el trabajo, por el placer o por
la revuelta: cantaremos a las marchas multicolores y polifónicas de las revoluciones
en las capitales modernas, cantaremos al vibrante fervor nocturno de las minas y de
las canteras, incendiados por violentas lunas eléctricas; a las estaciones ávidas,
devoradoras de serpientes que humean; a las fábricas suspendidas de las nubes por
los retorcidos hilos de sus humos; a los puentes semejantes a gimnastas gigantes
que husmean el horizonte, y a las locomotoras de pecho amplio, que patalean sobre
los rieles, como enormes caballos de acero embridados con tubos, y al vuelo
resbaloso de los aeroplanos, cuya hélice flamea al viento como una bandera y
parece aplaudir sobre una masa entusiasta. Es desde Italia que lanzamos al mundo
este nuestro manifiesto de violencia arrolladora e incendiaria con el cual fundamos
hoy el FUTURISMO porque queremos liberar a este país de su fétida gangrena de
profesores, de arqueólogos, de cicerones y de anticuarios. Ya por demasiado tiempo
34
Italia ha sido un mercado de ropavejeros. Nosotros queremos liberarla de los
innumerables museos que la cubren por completo de cementerios.
POEMAS FUTURISTAS DE LA G-27.
35 BUJÍAS
Sí, cuando quiera yo
la soltaré. Está presa
aquí arriba, invisible.
Yo la veo en su claro
5- castillo de cristal, y la vigilan
-cien mil lanzas- los rayos
-cien mil rayos- del sol. Pero de noche,
cerradas las ventanas
para que no la vean
-guiñadoras espías- las estrellas,
la soltaré (Apretar un botón.).
Caerá toda de arriba
a besarme, a envolverme
de bendición, de claro, de amor, pura.
15-En el cuarto ella y yo no más, amantes
eternos, ella mi iluminadora
musa dócil en contra
de secretos en masa de la noche
-afuera20-descifraremos formas leves, signos,
perseguidos en mares de blancura
por mí, por ella, artificial princesa,
amada eléctrica.
Pedro Salinas, Seguro Azar
UNDERWOOD GIRLS (1)
Quietas, dormidas están,
las treinta redondas blancas.
Entre todas
sostienen el mundo.
Míralas aquí en su sueño,
como nubes,
redondas, blancas y dentro
destinos de trueno y rayo,
35
destinos de lluvia lenta,
de nieve, de viento, signos.
Despiértalas,
con contactos saltarines
de dedos rápidos, leves,
domo a músicas antiguas.
Ellas suenan otra música:
fantasías de metal
valses duros, al dictado.
Que se alcen desde siglos
todas iguales, distintas
como las olas del mar
y una gran alma secreta.
Que se crean que es la carta,
la fórmula como siempre.
Tú alócate
bien los dedos, y las
raptas y las lanzas,
a las treinta, eternas ninfas
contra el gran mundo vacío,
blanco en blanco.
Por fin a la hazaña pura,
sin palabras sin sentido,
ese, zeda, jota, i...
Pedro Salinas Fábula y signo (1931)
(1)
En inglés, “Las muchachas Underwood”, esto es, las teclas de la máquina de escribir.
"Madrigal al billete de tranvía" de Cal y canto, 1929
Rafael Alberti
Adonde el viento, impávido, subleva
torres de luz contra la sangre mía,
tú, billete, flor nueva,
cortada en los balcones del tranvía.
Huyes, directa, rectamente liso,
en tu pétalo un nombre y un encuentro
latentes, a ese centro
cerrado y por cortar del compromiso.
Y no arde en ti la rosa, ni en ti priva
el finado clavel, sí la violeta
contemporánea, viva,
del libro que viaja en la chaqueta.
36
Creacionismo
Aquí puedes leer las palabras que sobre este nuevo movimiento dice Vicente Huidobro,
uno de sus fundadores.
http://thales.cica.es/rd/Recursos/rd99/ed99-0055-01/manicreacion.html
Dos poemas creacionistas:
Fórmulas
Juan Larrea
Desde mi ventana veo
a la luz teoremática del farol de enfrente
pasar los problemas
en sus fórmulas.
Son las formas que pasan
en sus jaulas de rectas y curvas
con sus rótulos de frascos de farmacia
en las frentes.
F4 H3 W
R7 C14 J6
Se sumergen
doblando la esquina en la noche
empujadas por un gran viento
que las descoyunta
y en lo obscuro se combinan
nuevas curvas y nuevas rectas.
Pasan las semejanzas
sus esquematismos lineales
erguidos o tronzados.
Yo mismo acabo de pasar.
Me he reconocido en lo esencial
y en mi gran rótulo farmaceútico.
J25 L5 C1919
Creacionismo
Gerardo Diego
A mi Virgilio,
Eugenio Montes
¿No os parece, hermanos,
que hemos vivido muchos años en el sábado?
Descansábamos
porque Dios nos lo daba todo hecho.
Y no hacíamos nada, porque el mundo
mejor que Dios lo hizo...
Hermanos, superemos la pereza.
Modelemos, creemos nuestro lunes,
nuestro martes y miércoles,
nuestro jueves y viernes...
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Hagamos nuestro Génesis.
Con los tablones rotos,
con los mismos ladrillos,
con las derruídas piedras,
levantemos de nuevo nuestros mundos.
La página está en blanco:
«En el principio era...»
Ultraísmo
Dos poemas ultraístas de Guillermo de la Torre.
Girándula
Guillermo de Torre
Reflector
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Guillermo de Torre
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Surrealismo
En esta dirección puedes consultar el primer mabnifiesto surrealista del francés A.
Breton.
http://thales.cica.es/rd/Recursos/rd99/ed99-0055-01/manisur1924.html
Tres poemas surrealistas de Alberti, García Lorca y Cernuda.
Desahucio
Rafael Alberti
Ángeles malos o buenos,
que no sé,
te arrojaron en mi alma.
Sola,
sin muebles y sin alcobas,
deshabitada.
De rondón, el viento hiere
las paredes,
las más finas, vítreas láminas.
Humedad. Cadenas. Gritos.
Ráfagas.
Te pregunto:
¿cuándo abandonas la casa,
dime,
qué ángeles malos, crueles,
quieren de nuevo alquilarla?
Dímelo.
La aurora
Federico García Lorca
La aurora de Nueva York tiene
cuatro columnas de cieno
y un huracán de negras palomas
que chapotean las aguas podridas.
La aurora de Nueva York gime
por las inmensas escaleras
buscando entre las aristas
nardos de angustia dibujada.
La aurora llega y nadie la recibe en su boca
porque allí no hay mañana ni esperanza posible:
A veces las monedas en enjambres furiosos
taladran y devoran abandonados niños.
Los primeros que salen comprenden con sus huesos
que no habrá paraíso ni amores deshojados;
saben que van al cieno de números y leyes,
a los juegos sin arte, a sudores sin fruto.
La luz es sepultada por cadenas y ruidos
en impúdico reto de ciencias sin raíces.
Por los barrios hay gentes que vacilan insomnes
como recién salidas de un naufragio de sangre.
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Quisiera saber por qué esta muerte
Luis Cernuda
Quisiera saber por qué esta muerte
Al verte, adolescente rumoroso,
Mar dormido bajo los astros negros,
Aún constelado por escamas de sirenas,
O seda que despliegan
Cambiante de fuegos nocturnos
Y acordes palpitantes,
Rubio igual que la lluevia,
Sombrío igual que la vida es a veces.
Aunque sin verme desfiles a mi lado,
Huracán ignorante,
Estrella que roza mi mano bandonada su eternidad,
Sabes bien, recuerdo de siglos,
Cómo el amor es lucha
Donde se muerden dos cuerpos iguales.
Yo no te había visto;
Miraba los animalillos gozando bajo el sol verdeante.
Despreocupado de los árboles iracundos,
Cuando sentí una herida que abrió la luz en mí;
El dolor enseñaba
Cómo una forma opaca, copiando luz ajena,
Parece luminosa.
Tan luminosa,
Que mis horas perdidas, yo mismo,
Quedamos redimidos de la sombra,
Para no ser ya más
Que memoria de luz;
De luz que vi cruzarme,
Seda, agua o árbol, un momento.
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