Partidos Peter Pan: UDI y Democracia Cristiana

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El Clarí-n de Chile
Partidos Peter Pan: UDI y Democracia Cristiana
autor Rafael Luis Gumucio Rivas
2008-06-03 22:53:30
Si los sismólogos tuvieran que ubicar el epicentro de la crisis de los partidos polÃ-ticos, en la actualidad, debieran
dirigirse a los partidos de vertiente cristiana: la UDI y la DC. En la genealogÃ-a polÃ-tica ambos partidos tienen el mismo
padre: el Partido Conservador clerical que, apartado del poder a partir de la “cuestión del sacristán―, defendió la religiÃ
y las libertades públicas.  Es difÃ-cil calibrar el efecto cismático que provocaron las EncÃ-clicas papales en el mundo
católico: León XIII era, para El Diario Ilustrado, un Papa loco, y este mismo diario se negó a publicar la Rerum
Novarum.
De ahÃ- para adelante hay una verdadera guerra civil entre católicos tradicionalistas y socialcristianos, que terminó por
dividir el Partido Conservador.
Aún recuerdo las excomuniones que propinaban a los católicos socialcristianos los llamados conservadores
tradicionalistas. Fue famosa, en su época, la polémica entre mi abuelo, Rafael LuÃ-s Gumucio Vergara y el presbÃ-tero
Pérez, un antecesor de monseñor Medina, sobre si Jacques Maritain era un hereje al publicar Democracia y
Cristianismo. Esta confrontación ideológica se radicalizó, en los años 30, al adherir el catolicismo tradicionalista al
fascismo, en Italia, Francia y también en Chile.
La presión más radical del integrismo católico fue el bando nacional, en la Guerra Civil Española y, posteriormente, en
la dictadura de Francisco Franco. Los falangistas chilenos, contrariamente a lo que algunos piensan, fueron partidarios
de la república española, y apoyaron a los sacerdotes vascos, único sector del clero que adhirió al bando republicano.
Recuerdo que Aguirre, presidente del pueblo vasco en el exilio, ocupaba un lugar preferencial en los Congresos
falangistas y demócrata cristianos.
En polÃ-tica el lenguaje simbólico es muy superior a la realidad, razón por la cual resulta atractivo comparar a la
Democracia Cristiana con la Unión Demócrata Independiente y tratar a Pablo Longueira como el Lenin de la derecha.
A pesar de las apariencias y fáciles analogÃ-as, ambos partidos tienen un origen ideológico diametralmente opuesto:
nada tiene que ver el franquismo con el socialcristianismo, y mucho menos el nazismo con las democracias cristianas
de posguerra.
Los partidos de inspiración cristiana son organizaciones de directorio, en los cuales una generación y un liderazgo los
conduce y no interesa su carácter masivo, sino las élites. En la socialdemocracia ocurre lo contrario: son partidos de
masas surgidos del sindicalismo y sus asambleas tienen un poder decisorio, por eso siempre, en la UDI y en la
Democracia Cristiana han sido las Juntas Nacionales 500 delegados Ministros parlamentarios y altos funcionarios  y
no la votación universal de sus militantes los que resuelven la elección de sus directivas. Este carácter explica lo
desubicado de la proposición del alcalde de Las Condes, Gonzalo de la Maza, en el sentido de que la dirección de la
UDI fuera elegida democráticamente. Esta sola palabra constituye una herejÃ-a en el Partido de la calle Suecia.
Jacques Maritain escribÃ-a, en Democracia y Cristianismo, sobre las minorÃ-as abrahámicas, “el profetismo cristiano
nunca ha sido un asunto de mayorÃ-as―, se trata de cambiar la sociedad a partir de lÃ-deres preclaros, como Abraham y
Moisés. La Falange, con un tres por ciento del electorado correspondÃ-a, perfectamente, a esta concepción
maritainiana: eran pocos, pero selectos. Por lo demás, no querÃ-an crecer - al igual que Peter Pan – para no perder la
pureza, de ahÃ- que les cueste mucho establecer cualquier alianza con partidos “moros―, su ideal consistÃ-a en las mil
vÃ-rgenes de Santa Úrsula; algo similar ocurrió con la UDI en su misión de vanguardia del corporativismo
antidemocrático pinochetista.
Tanto la UDI, como la DC, se transformaron, en distintos momentos, de Partidos de vanguardia en Partidos de masas,
detentando la primera mayorÃ-a nacional: la Democracia Cristiana en 1964-1965, con más del 40 por ciento de la
votación nacional y dirigiendo el Estado como un partido único, por su parte, la UDI logró, en 1999, con su lÃ-der,
JoaquÃ-n LavÃ-n, un cuasi empate con Ricardo Lagos, el más poderoso lÃ-der la Concertación. Como Peter Pan, ambos
partidos se niegan a ser adultos y administran de tan mala forma el poder adquirido, que terminan por perderlo.
Podemos decir que no tienen vocación de partido gobernante.
Todo partido polÃ-tico de inspiración cristiana necesita tener un mártir, pues serÃ-a impensable el triunfo y la
permanencia en el tiempo del cristianismo sin las persecuciones de Nerón y Valerio; de no haber sido asÃ-, el
cristianismo hubiera tenido una existencia equivalente a los desaparecidos cultos orientales de Mitra. En la Falange,
durante mucho tiempo su mártir fue Ignacio Alvarado, a quien la mayorÃ-a de los autores falangistas le dedica su libro;
en la UDI, ese lugar lo ocupa Jaime Guzmán. Según el columnista de El Mercurio Carlos Peña, Guzmán fue un émulo
del corporativista Vásquez de Mella y del franquista Blas Piñar y, además, ideólogo de la dictadura de Augusto
Pinochet. Los militantes de la UDI le atribuyen cualidades de santidad y de perfección; este célibe “beato― tuvo la
capacidad de “aparecerse― a Paulo Longueira indicándole la maldad de un cura Jolo, en el caso Spiniak. La mayorÃ-a de
los discursos de la UDI están adornados con frases de “San Jaime Guzmán―, cuya única ideologÃ-a consistÃ-a en un
desprecio brutal por el sufragio popular.
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En polÃ-tica, más importante que la pureza ideológica, es saber ganar sectores de ciudadanos, que antes pertenecÃ-an
a sus rivales. Los griegos sólo pudieron triunfar cuando introdujeron en la ciudad el famoso “caballo de Troya―. La
Democracia Cristiana, cuando triunfó, en 1964 buscó, sin éxito, el apoyo de los socialistas, pero Aniceto RodrÃ-guez
les negó la sal y el agua, viéndose obligada a gobernar sola. Posteriormente, en 1970, se presentaron varias
posibilidades de un apoyo de la izquierda a un candidato demócrata cristiano; nuevamente LuÃ-s Corvalán, en ese
entonces presidente del Partido Comunista, sostuvo que con Radomiro Tomic, ni a misa; incluso, en una de las vueltas
electorales de la Unidad Popular, el Partido Comunista propuso al Mapu Rafael AgustÃ-n Gumucio como candidato,
fuera de listas, para representar a la Unidad Popular. En fin, el “caballo de Troya― no pudo introducirse en la fortaleza de
la Democracia Cristiana.
En la actualidad, los socialistas ex Mapus Enrique Correa, José Antonio Viera Gallo y José Miguel Insulza, entre otros
intentan, según ellos, realizar un salvataje a la Democracia Cristiana similar al del Partido Demócrata italiano, para
evitar que sectores de este disuelto Partido apoyen al derechista Berlusconi. La idea chilena serÃ-a formar un partido
transversal, que reúna a toda la Concertación y, de esta forma, evitar la sangrÃ-a a causa de la fuga de algunos
demócrata cristianos hacia derecha. La idea es bastante antigua, pues viene desde el primer gobierno de la
Concertación, sin embargo, ningún partido está dispuesto a disolverse en un conglomerado de vida incierta, que una a
humanistas cristianos con humanistas laicos.
La UDI, por su parte, nació de una división en la derecho y ha sido, siempre, bastante esquiva para aliarse con
Renovación Nacional que tiene, en su seno, a connotados pinochetistas, como el anciano Onofre Jarpa - un
nacionalista con ribetes de ibañismo y militarismo-, el porteño senador Sergio Romero y el diputado Alberto Cardemil, y
otros prominentes jugadores de la Bolsa, como Sebastián Piñera y “sus boys―, entre quienes se encuentra su lÃ-der, qu
votó por el NO en el plebiscito de 1988. Hay sectores del pinochetismo que no votaron por Piñera en la segunda
vuelta, en 2005, pero lo hicieron en silencio y jamás lo confesarán, al igual que los falangistas, en 1938, dándole el voto
a Pedro Aguirre Cerda.
Tanto la Democracia Cristiana como la UDI no tienen candidato a la presidencia, para la primera vuelta de 2009.
Eduardo Frei y Soledad Alvear, los únicos lÃ-deres visibles que restan en la Democracia Cristiana aún no logran atraer
un número suficiente de seguidores que le permitan encabezar la Concertación y, como es muy difÃ-cil imponerlos por
secretarÃ-a, pretextando el mejor derecho de la Democracia Cristiana, se ha comenzado a imponer en el conjunto de la
alianza gubernativa la candidatura de Ricardo Lagos Escobar, como el único que pudiera detener los avances de
Sebastián Piñera, al menos, en las encuestas. Incluso, los demócrata cristianos estarÃ-an resignados a aceptar esta
fórmula para evitar un mal mayor, con la condición de mantener cuotas importantes de poder y de candidaturas
municipales y parlamentarias, lo que equivale a un juego de perdedores.
Los partidos en crisis se caracterizan por la división de su núcleo principal; de eso ocurre algo similar a la reproducción
de la ameba, que lo hace permanentemente por división. Nadie puede mirar en menos la salida de los colorines: si bien
es cierto, de mantenerse el sistema binominal pueden desaparecer en las elecciones parlamentarias de 2009, en las
municipales, con el sistema proporcional podrÃ-an lograr algunos alcaldes y concejales, pues ya lograron cobijarse al
alero del Partido Regionalista. Adolfo ZaldÃ-var no es “una lagaña de mico―: en poco tiempo ha logrado la presidencia de
senado y, durante su estadÃ-a en la Democracia Cristiana, no sólo fue presidente de este Partido, sino también lÃ-der
de una tendencia importante, aun cuando no mayoritaria, incluso, le disputó la última candidatura presidencial a
Soledad Alvear. Aún está por comprobarse el daño que los colorines puedan hacer a la Democracia Cristiana: En el
pasado, nadie puede negar los estragos que hicieron en ese Partido el Mapu y la Izquierda Cristiana.
Pablo Longueira hace gala de planteamientos tácticos heterodoxos de gran habilidad: en un Diario planteó la idea de
llevar como candidato presidencial a Adolfo ZaldÃ-var, lo cual serÃ-a una versión moderna del “caballo de Troya―, con
efectos devastadores para la Democracia Cristiana y también para las indisimuladas ambiciones de poder de
Sebastián, a quien Longueira no profesa mayor devoción. Los polÃ-ticos no tienen la habilidad de los griegos
homéricos, por consiguiente, es casi seguro el pronóstico de que predominará el sectarismo y la ambición del
inversionista Piñera, y el “caballo de Troya― quedarÃ-a en un loco proyecto del Ulises de la derecha polÃ-tica.
El centro de la crisis de la Concertación se encuentra en la decadencia de ideas y de proyectos atractivos de dos
partidos fundamentales de la combinación de gobierno: la Democracia Cristiana y el PPD; ambos están más
preocupados de los grupos herejes que han salido de sus filas, que del bien común de la Concertación: los demócrata
cristianos de los colorines y los PPD de Chile Primero; es indudable que, desde el punto de vista electoral, llevar el
doble de candidatos en dos subpactos redunda en una más alta votación y el sistema proporcional lo hace posible,
aunque las cifras repartidoras favorecen siempre a los partidos mayoritarios; si se aplica sólo la técnica electoral no
cabe duda de que el PPD y el Partido Radical lograrÃ-an un mayor número de concejales, sin embargo, en la polÃ-tica lo
simbólico juega mucho más que las cifras, y la sola división de la Concertación augura su disolución. Ni siquiera la
intervención de los ex presidentes de la república, verdaderos gerontes de la austera Esparta chilena, han logrado
convencer a los porfiados dirigentes radicales y del PPD.
La UDI tampoco está dispuesta a supeditarse a Renovación Nacional, alegando que es el Partido mayoritario y el que
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tendrÃ-a más cohesión en sus filas; los amores entre LarraÃ-n & LarraÃ-n, por muy tiernos que sean, no han logrado
convertir a la Alianza en una combinación cohesionada: en cada ocasión surgen los dÃ-scolos, que los hay tanto en la
Alianza, como en la Concertación, con el agravante de que la derecha, históricamente, ha sido individualista e incapaz
de someterse a una disciplina militante; sólo lo pudo hacer bajo la mano de hierro del dictador Augusto Pinochet. Por
ejemplo, el diputado Iván Moreira no está dispuesto a apoyar al “caballo de Troya― de Chile Primero Jorge Schaulsohn,
para la alcaldÃ-a de Santiago y le gusta, mucho más, el derechista colorÃ-n Jaime Ravinet. Longueira tampoco se
conforma, fácilmente, con Piñera como candidato de la Alianza.
En la UDI, como en la Falange, se emplean términos militares para definir a sus lÃ-deres: en la primera son los
“coroneles―, los fundadores LarraÃ-n, Coloma y Novoa, y los sargentos, los más jóvenes diputados, que apoyan a JosÃ
Antonio Kast. En la Falange, los términos eran navales: los “almirantes― – Frei, Leigthon, Tomic, GumucioVives; los
marineros, Ferrada, RodrÃ-guez y otros; la mayorÃ-a de los viejos apoyaba a Gabriel González Videla, salvo Tomic, y los
marineros al social cristiano Eduardo Cruz Coke. En el caso de la UDI, los coroneles y más maduros son mucho menos
integristas que los sargentos que, por ejemplo, firmaron el requerimiento ante el Tribunal Constitucional, con respecto a
la prohibición de la entrega de la pÃ-ldora del dÃ-a después, lo que constituyó un paso en falso de la UDI, ante el
rechazo mayoritario de la opinión pública.
Estos Partidos Peter Pan, incapaces de convertirse en adultos, están en su decadencia haciendo daño al avance y
perfeccionamiento de la democracia, cada dÃ-a más desprestigiada, el menos, en las encuestas de opinión, lo que
augura un panorama bastante crÃ-tico para el Chile del Bicentario.
Rafael Luis Gumucio Rivas
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