Denís Iglesia Vilanova

Anuncio
Denís Iglesia Vilanova
Historia
¡Oh libertad!, ¡Cuántos crímenes se cometen en tu nombre!.
Historia, 11/11/2012
El pasado jueves 8 de noviembre, se cumplían 217 años de aquel fatal día en que París decidió inmolar a la razón y a la
inteligencia en favor de la brutalidad y la barbarie. Un día en el que fueron pronunciadas estas bellas y valientes palabras ante
los altares de aquel falso ídolo al que ellos llamaban erróneamente, libertad.
Aquel otoño de 1793 París se ahogó en la sangre de los más valerosos y eruditos hombres de toda una generación. La
guillotina, máquina mediante la cual los revolucionarios habían impulsado el tiranicidio, estaba ahora en manos de aquel pérfido
hombre que había alimentado a la bestia atroz, hasta que ésta terminó por devorar a su propio amo. Era el París del Terror
jacobino. La muerte y la sangre se extendían por las calles del París revolucionario y llamaba a las puertas de los hombres y
mujeres más peligrosos, aquellos que tenían la capacidad de razonar. Una de las víctimas de este holocausto fue nuestra
protagonista, Marie-Jeanne Roland de la Platiere, conocida por todos como Madame Roland.
Madame Roland era una de esas personas que pudiendo llevar una vida apacible deciden entregarla a una causa justa. Ya
en sus años de juventud, entregó toda su fuerza al estudio de las obras de los grandes pensadores liberales: Montesquieu,
Voltaire y, especialmente, Rousseau. Sus elocuentes discursos y sus firmes principios atrajeron la atención del célebre
pensador girondino Jean Marie Roland, con el que contrajo matrimonio unos meses más tarde. Juntos emprendieron la lucha,
haciendo de la razón y la oratoria sus principales armas contra los que defendían la opresión y la tiranía. La casa de los Roland
se convirtió en el salón al que acudían los principales adalides de la revolución, aquellos que consiguieron instaurar la
esperanza en el corazón de todo un pueblo.
La injusticia del Antiguo Régimen fue derribada, pero en su lugar se erigió otro monstruo igual de cruel. Un sistema había
caído, pero ahora otro debía ocupar su lugar.
Los revolucionarios estaban divididos, unos optaron por entregar su talento y su inteligencia a la causa revolucionaria otros,
sencillamente entregaron su odio. Madame Roland se contaba entre los primeros, sus captores, entre los segundos.
El 8 de noviembre de 1793 nuestra protagonista fue conducida por aquellas calles de miseria y muerte hasta aquella plaza
que tenía por nombre "Revolución". Ante la estatua de la Libertad, corrompida por el fanatismo y la violencia jacobina, exclamó
aquellas grandes palabras que la hicieron pasar a la posteridad: "¡Oh libertad!, ¡Cuántos crímenes se cometen en tu nombre!".
Han pasado más de dos siglos y la palabra libertad sigue siendo ensuciada y vejada por aquellos que la violan diariamente,
defendiendo un sistema que priva a los más desfavorecidos de ésta. En su nombre se expolian viviendas, se esclavizan
pueblos y se prostituyen naciones. La falsa noción que los actuales opresores difunden diariamente sirve para justificar la
destrucción de todos aquellos derechos que aseguraban esa aspiración universal y natural de los hombres que otros si
defendemos y por la que, al igual que Madame Roland, luchamos. Y todo ello escudándose en esa palabra, hoy tan
corrompida, en la que se amparan los defensores del nuevo ídolo de la barbarie que tiene por nombre usura. En días como
éste y ante los que se escudan en la palabra libertad para defender el libertinaje de mercado, toca exclamar una vez más: "¡Oh
libertad!, ¡Cuántos crímenes se cometen en tu nombre!".
Descargar