Millares y Refugios

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MILLARES Y REFUGIOS
Los Millares
Esta visita es una excelente oportunidad para acercarse al mundo de la arqueología y
conocer cómo vivían, qué cazaban, cómo daban sepultura a sus difuntos, cómo trabajaban la
cerámica, la piedra o el metal, qué técnica empleaban para construir sus viviendas, sus defensas o
sus tumbas... y otros muchos interrogantes sobre los habitantes de Los Millares.
Los Millares, considerado como el más importante de los yacimientos europeos de la Edad
del Cobre, está situado en el municipio de Santa Fé de Mondújar, a unos 17 kms. de Almería, en
una meseta en forma de espolón entre el río Andarax y la rambla de Huéchar.
Los hombres de Los Millares (3200-2200 ANE) desarrollaron una espléndida cultura
agrícola, pionera en la introducción de la metalurgia del cobre en el Mediterráneo occidental. Su
poblado (uno de los más grandes de la Europa de entonces, cuando grandes ciudades como Madrid,
Londres o París no existían) estaba protegido por cuatro líneas de murallas, y presentaba además
una docena de fortines avanzados y una impresionante necrópolis con más de cien tumbas
colectivas, perfectamente identificables por su aspecto de colina artificial.
El emplazamiento del poblado fue elegido por su valor estratégico: defendido de forma
natural por dos de sus lados, a orillas de un río entonces navegable, cerca de las minas de cobre de
la Sierra de Gádor y con un medio físico menos árido que el actual, con campos fértiles para el
cultivo y abundante caza.
Su importancia histórica fue reconocida desde su descubrimiento en 1891 por Luis Siret,
quien realizó las primeras excavaciones. Tras un largo período de abandono y expolio, en los años
cincuenta del siglo pasado los profesores Almagro y Arribas reanudaron las excavaciones. Las
investigaciones actuales, dentro del Proyecto Millares, están dirigidas por el Departamento de
Prehistoria de la Universidad de Granada.
La principal actividad económica era la agricultura, (trigo, cebada, legumbres...) en torno a la
cual giraba la vida del poblado. También la ganadería (ovejas, cerdos, cabras...) y la caza (ciervos,
gamos, jabalíes...) desempeñaban un papel importante. Pero fue la práctica de la metalurgia (cobre) lo
que impulsó el desarrollo de esta cultura. Con este mineral, extraído de la cercana sierra de Gádor,
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fabricaban armas, adornos y útiles de trabajo, que en parte se comercializaban.
La mayoría de las viviendas excavadas hasta el momento se encuentran próximas a las
líneas de murallas. Todas son de tipo similar: cabañas circulares, de cuatro a siete metros de
diámetro, con zócalos de piedra de mampostería y cubierta probablemente vegetal. Huellas de
hogares, cerámica domésticas y molinos de mano son los restos más característicos de estas
viviendas.
La necrópolis está situada fuera del poblado y consta de más de cien tumbas colectivas, hoy
mal conservadas, en las que se enterraban a los miembros de un mismo clan o linaje con sus ajuares
personales (armas, herramientas, adornos, cerámica simbólica, ídolos...) que pueden observarse en el
Museo Arqueológico de Almería.
Existe una tumba reconstruida, situada primitivamente en el exterior del poblado, pero que
quedó englobada en el mismo al construirse la muralla más exterior. Como el resto de los “tholos” o
tumbas en forma de colina artificial, consta de un atrio destinado a la celebración de rituales
funerarios, un corredor con lajas de pizarra perforadas y nichos laterales para enterramientos
infantiles, y una cámara sepulcral colectiva en forma circular, con zócalo de pizarra y cubierta de
falsa cúpula. El conjunto se recubre con un túmulo de tierra y piedras.
El extraordinario sistema defensivo del poblado es difícil de entender sin la existencia, a
unos 3 kms., cerca de Alhama, de unos pueblos megalíticos dedicados al pastoreo. Naturalmente, en
los casi mil años de vida del poblado, las defensas evolucionaron adaptándose a las necesidades
demográficas, económicas y militares de cada momento.
La muralla I, más exterior y moderna, mide 310 metros desde los escarpes del río Andarax a la
rambla de Huéchar, lo que la convierte en la fortificación más larga de la Europa del cobre. Con una
altura de unos 4 metros, presenta torres semicirculares o bastiones a intervalos regulares y dos puertas.
La puerta principal está precedida por dos barbacanas (pequeños muros adelantados) con saeteras y
presenta un largo pasillo de acceso al interior.
También se observa, entre esta muralla I y la II siguiente, restos de una acequia que
conducía el agua al poblado desde unas fuentes cercanas.
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La muralla II mide 75 metros de longitud. Al principio era un lienzo de muralla de unos 2
metros de anchura, luego reforzada por paramentos de mampostería y torres circulares. Presenta varias
fases de construcciones superpuestas y cabañas adosadas.
La muralla III se desmanteló después de construirse la muralla I y dentro de su perímetro se
encuentran: un taller metalúrgico, de forma rectangular, con abundantes huellas de trabajo de metales y
un horno en su interior; un silo excavado en la roca; y unos restos sin excavar de un gran edificio
rectangular de interpretación aún incierta.
La última muralla está situada en el extremo del espolón y parece formar una especie de
“ciudadela” interior. Es el recinto más antiguo y el último en ser abandonado por sus habitantes.
Las defensas del poblado se completaban con un conjunto de fortines que se sitúan al borde de
la sierra de Gádor y a ambos lados de la rambla de Huéchar. De los doce que se han localizado, el más
importante es el fortín 1. Este consta de dos murallas concéntricas de planta circular con bastiones y un
gran foso de seis metros de profundidad. Los fortines, además de vigilar los campos de cultivo y el
acceso al agua, eran centros de molienda y almacenamiento de cereales.
Recientemente se ha habilitado un espacio con una reconstrucción idealizada de unos 40 m.
de la muralla exterior de Los Millares, además de dos tumbas con sus ajuares completos y un grupo
de varias viviendas reproduciendo espacios de trabajo (fabricación de útiles, tejidos, molienda...),
además del taller metalúrgico. El objetivo es que el visitante pueda diferenciar un espacio temático
con recreaciones basadas en una cuidada investigación científica, en contraste con el yacimiento
arqueológico original.
Los refugios de la Guerra Civil
Almería ha recuperado recientemente parte de su memoria histórica durante la sangrienta
Guerra Civil: los refugios antibombardeo. Efectivamente, entre Octubre de 1936 y la primavera de
1938 se construyó bajo el subsuelo de la capital almeriense una red de galerías subterráneas de 4,5
kms. de longitud que debían proteger a los 40.000 almerienses del momento a 9 m. de profundidad.
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Almería, la última ciudad ocupada por las tropas golpistas sublevadas el 18 de Julio de 1936
contra el gobierno de la Segunda República, se convirtió en un importante objetivo de la aviación
rebelde, sufriendo 52 bombardeos.
Estos fueron especialmente intensos tras la caída de Málaga en Febrero de 1937, cuando el
general Franco decidió no continuar su avance a Levante porque Almería no ofrecía ningún interés
estratégico. Pero, por su trascendencia histórica y política, destaca el bombardeo alemán del 31 de
Mayo de 1937, en represalia por un error de la aviación republicana al bombardear un barco alemán
en Ibiza, que convirtió a Almería en una víctima inocente y que pudo adelantar la Segunda Guerra
Mundial.
El proyecto de refugios fue redactado por el arquitecto municipal Guillermo Langle en
colaboración con los ingenieros José Fornieles y Carlos Fernández. Se compone de una galería
principal trazada según el eje del Paseo de Almería y una serie de galerías dispersas por los barrios
periféricos.
El sistema constructivo aprovechaba el suelo almeriense de lastrón, un conglomerado de
cemento calizo de gran resistencia y óptimo para la excavación, sin peligro, de galerías subterráneas.
La bóveda de los refugios se construía mediante una cercha de madera de arco rebajado levantado
sobre el encofrado de la pared; todo ello permitía crear una fuerte estructura de hormigón armado.
Cada boca o acceso desde el exterior conduce al refugio interior a través de un doble tramo de
escaleras, y en la entrada al túnel propiamente dicho dos paramentos de hormigón crean un recodo
que protege de posibles ondas expansivas en caso de impactos de obuses en la misma boca.
A finales de los años 40, los accesos a los refugios debieron clausurarse de manera definitiva
por motivos higiénicos, pues aquellos agujeros en el suelo carecían de cualquier utilidad y había que
taparlos de manera urgente, ya que constituían un espectáculo lamentable en la trama urbana.
Los actuales kioscos de prensa de la Plaza Urrutia y Marqués de Heredia constituyen las dos
únicas entradas a los refugios antibombardeo excavados durante la Guerra Civil que se conservan
hoy en día, y representan la primera construcción pública levantada en Almería tras la victoria
franquista de 1939.
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Efectivamente, en Noviembre de ese año se encargó al arquitecto municipal Guillermo
Langle el proyecto de una serie de kioscos para adornar las entradas. Antes, las bocas de acceso
eran unos simples huecos excavados en el suelo con un pequeño muro de protección, pero ahora se
quiere embellecer el acceso en las entradas más céntricas y dejarlos practicables para caso de
necesidad ante una posible y próxima contienda mundial.
El lenguaje racionalista de la época republicana aparece nítido en la obra de Langle, que desea
unir la funcionalidad del acceso a un refugio subterráneo convertido en kiosco, con la sencilla belleza
de un equipamiento urbano: pilar intermedio de ladrillo visto, amplia marquesina volada (útil para
defender el mostrador del ardiente sol mediterráneo), horizontalidad general y mirador semicircular
saliente.
El deseo era crear una pequeña obra con una calidad volumétrica sorprendente, un volumen
nítido y rotundo de una pequeña arquitectura que debe resaltar sobre la calle y la trama urbana para
indicar de manera rápida y directa el acceso urgente al refugio subterráneo en caso de bombardeo.
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