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ClOÍ)
artística
AÑO XXIX
-<-
BARCELONA
15
DE AGOSTO D E
1910
->i-
Nú^r. 1.494
OBRAS CLASICAS D E LA P I N T U R A
MENDIG-O CON UN B3PBJO, cuadro de Ribera (1588-1666) qae figuró en ia Ex.Q^sloBn retrospectiva
recientemente celebrada en los salones de Pedro Reig ó hijo, de e s t a ciudad
^—-—^
L A ILUSTRACIÓN ARTÍSTICA
522
ADVERTENCIA
NÚMERO
1.494
ridad ó al viento de la secularización, Nada d e esto. pido como un meteoro y cruzó todo el amplio horiFué un doctor de la Iglesia católica y escribió cons- zonte de Europa.
C;)n el próximo número repartiremos í los sefior«s subscrip' tantemente dentro de ella, aunque no limitándose
t o r e s d e la E I Ü L I O T E C A U N I V E R S A L I L U S T R A D A el t e r c e r
á ella. Hablaba desde el templo, pero su voz alcantomo d e la presente serie, que será ' •
• *"•
zaba hasta mucho más allá del templo. Puso empeño
Porque ningiín español durante el pasado siglo,
singular en que no quedase aislada y como muerla ni antes ni después de Balmes, adquirió tan rápidaG U I L L E R M O II Í N T I M O - dentro de la comunión de ios fieles, por extensa y mente el pleno aire europeo. Desde el primer día
obra interesantísima por referirse al soberano rinemás h a ocu- general que se presentara entonces. Comprendió la subió á las alturas del pensamiento universal, se homp a d o la atención pública en n u e s l i a época y á quien el libro gravedad del conflicto que se abría para el principio breó ccn las grandes inteligencias, trató los grandes
q u e publicamos presenta especialmente en su vida piivada, en cristiano y no se encerró, en suma, ni en el claustro, problemas transpirenaicos, mereció la amistad de
el seno d e su familia, en sus diversiones, en su trato particu- ni en la sacristía, ni en la congregación devota, sino todos los grandes hombres y respiró el aire de las
que levantó la voz por encima de ellas y para que re- cumbres de la humanidad, saludando ó siendo salular, etc.
*
sonara mucho más lejos; en toda la nación, en la dado desde ellas, viendo ó siendo visto. Sus obras
Ilustran el tomo numerosísimos g r a b a d o s .
sociedad viva, en el mundo civiliíado.
fueron inmediatamente vertidas á todos los idiomas
Cierto que antes de Balmes la revolución había europeos y en ellos andan y se reimprimen todavía.
SUMARIO
suscitado ya en la península una legión de defenso- Se incorporó al patrimonio de la cultura universal y
T e x t o . — D t Bareehna. Crónicas fugaces, por M . S . Oliver, - res de las creencias é instituciones tradicionales. De el mundo le reconoce por suyo. ¿Verdad que bay algo
Sin ¡iíeratura, c u e n t o de K. Kamírez Ángel. - E¿ finler fi- i S i o á 1S14 habían salidoá la palestra el P. Alvara- de ironía en este destino, en esta reputación que ninlipino Fabián de ia Rosa. - SS. MM. ios reyes de España
gún nombre de la izquierda superó en España?
tu Francia y en Inglaterra. — Mito te dt¡ amador Kinet. — do, el P. Vélez, el P, Stranch. Mas éstos se manteSe ha presentado al vii^atanismo como el compenEl record de la altura en Europa. — Ccujliíío entre España nían en los límites de una defensa del estado posesoy la Santii Sede. — Problema de ajedrez. — El misterio del rio y de una disputa con la Enciclopedia, que acaba- dio de todas las lepras rurales, cerriles y atávicas. De
cuarto a«Jf;7/ij(novelaÍluHtrada;continuaciún), - Valencia. ba de hacer franca y tardía irrupción en nuestro país. Vich salió Balmts y salló en plena Europa y fué el
Fiesta de lai gmpas. Carreras de Joyas, fuegos Florales. Vivían dentro del siglo xix, pero hablaban todavía español más universal del siglo xix, por su vasta caLa gran revista naval inglesa ¡¡ue pasÓ el rey forgc Ven Ter
el lenguaje de la centuria anterior. A juzgar por mu- pacidad y por su extensa nombradía. De Vich salió
Bay, en 26 de julio i'iHiino,
G r a b a d o s . — M e n d i g o con un espjj, c u a d r o d e R i b e r a . - chas manifestaciones de esta apologética se diría que también Verdaguery fué el catalán que haya llevado
Dibujo de Lui>a Vidal que ilustra el cuento Sin
¡iteíatura. no habían cruzado por el horizonte español ni Isla más lejos, á la otra parte de la frontera, el nombre
- Keirato d;l pintor filipino Fahiúnde la Rosa. - Flirl, ViUa ni Feijóo. Es la escolástica que discute todavía con literario de su patria. Ante esos ejemplos es cosa de
Birghese, c u a d r o s d e FabiAn d e la Rosa. - Arquitectura
roel filosofismo francés; el siglo XVÍÜ dialogando con vacilar un poco, pensando si es preferible tener vim ¡íil:a en CatahiHa Uám'ma), - SS, MM. ¡os reyes de Espa^atans conocidos en todo el planeta ó europeizantes
ña en /'"ra-zeia y en Inglaterra, (siete fotograbados). - Retrato el mismo siglo xvni.
d! unJjVíH, Retrato ds una anciana. El eííu-dian/e, cua.áros
Pero mientras en España el espíritu religioso sufre acérrimos conocidos tan sólo en Vich.
d e R e m b r a n d t . — El juicio de Salomen, c u a d r o de Kubens.
el primer ataque formal, Euiopa está ya de vuelta.
Dos grandes popularidades conoció y sostuvo Es— El aviador Kinet. - El aviador Chavea. — Afonseiior Vico,
Nuncio di S. S. el papa PÍO X en Bspaila. - E¡ Exc'i.c, Se- Mientras aquí ensayamos la revolución, el mundo pana en la primera mitad del siglo pasado: Balmes
ñor D. E. dt OJida, embajador de España cerca del V:.tica- entero siente el hastío de la revolución y hasta una y Jui^aro. Las sostuvo en una forma inequívoca é
no. — Valencia. Primero, segundo y tercer premio.
Carroza especie de repugnancia física por sus tiltimos horre- inusitada entre nosotros: pagándolas con esplendiaUgírica. Grupa de niños. La centenaria María Pedrés. El res y por el encharcaraiento de sangre de que quedez. Larra cobró grandes sueldos, inverosímiles hoy
presidente de la sociedad íLo Raí Penal.1^ D. S. Ctlirián,
premiado con ¡a Jl-jr natural. D. A. Zimora,
mantenedoi- dan hiSmedas las ciudades y los campos de batalla, día, y se vio disputado por editores y empresas. BalMientras aquí se intenta el primer asalto contra la mes enriqueció" en poco tietnpo; una simple revista
de los juegos florales. La reina de la fiesta Señorita Doña Pilar Moníerde. — Los buques de la escuadra inglesa haciendo Iglesia, Napoleón se consagra aparatosamente como semana), El fe usa?}! te uto de la N'ación, le dejaba un
salvas al paso del yate real.—El
aviador Grahaví
White Carlomagno, restablece el culto en Nuestra Señora beneficio de más de tres mil duros por año. El uno
velando encima dt 'as escuadras diircnte las maniobios.
de París, arregla el concordato con Roma. Mientras desde la ortodoxia, el otro desde el escepticismo coinaquí se escriben y se leen las Carias del FiH'sqfo ra/i- cidieron en muchos puntos: en la esterilidad de la
cio, la Apo¡o\!,¡a del Altar y el Trono, las Memorins revolución española, en su falta de substancia y conD E BARCELONA.—CRÓNICAS FUGACES
del abate Barruel, producto de una táctica defensiva tenido, en'Ja necesidad de dar una base nacional dX
- Dentro de pocos dias la ciudad de V¡ch y toda y de un sistema de ¡deas que se ve cercado por to- nuevo Estado integrando en él á las fracciones reCataluña cotimemorarán el centetiario de Jaime Eal- das partes, hace ya muchos años que corre por el beldes y de protesta, en escribir, fuera de los partitnes.,. Balmes nació en i S i o y falleció eti 184S. Su mundo fui Genio del Cristianismo, producto de una dos y por encima de ellos, para el círculo más vasto
vida ptíblica fué breve; no duró más allá de siete táctica nueva, de un impulso agresivo y de reconquis- y libre de la opinión.
años. Entre su labor de publicista y nuestro tiempo, ta. Hace tiempo que Europa experimenta un temblor
median ya unos setenta. E l mapa espiritual de Es- desconocido y que pasa por ella una corriente sentipaña ha sufrido desde entonces una modificación mental extraordinaria y poderosa; el romanticismo.
importantísima, que es insensato negar. El estado de
Balmes tuvo, adema?, una influencia más alta y
hecho en que Balmes conoció á la sociedad españobienhechora que la del nudo talento: la elevación de
la y que le sirvió de punto de partida, se ha alterado
carácter, la generosidad. Sus anhelos de mediación
profundamente desde entonces. Algunos de los prinNo; la restauración religiosa y espiritualista, que entre lo histórico y lo moderno, su espíritu de concipios de su constitución interna, que él encontraba constituye una de las principales fases del romanti- ciliación, su creencia de que evolucionando continuavivos y apenas arañados en la superficie, como el de cismo y que se caracteriza en Alemania por una es- mente es como se hace abortar la revolución perióla unidad religiosa, han sufrido después ataques ru- pecial acentuación católica aun en los escritores que dica y aquel proyecto de matrimonio de la reina Doña
dos y el menoscabo consiguiente en los grandes cen- no desertaron prácticamente del protestantismo, y Isabel I I con el conde de Montemolín para poner
tros de población, donde ya se hallaba planteada la en Francia por la aparición de grandes apologistas un término de amor á nuestras deshonrosas discorlucha. Esta lucha, en fin, ha empezado á invadir las seglares; esa restauración no fué una cosa facticia, ni dias civiles, son tentativas, frustradas, sí, pero que
ciudades secundarias y los campos.
un movimiento simulado, ni la obra de una jerarquía hacen tanto hcnor á un hombre como deben llenar
ahora de pesadumbre al pueblo que no estuvo en dis¿Será posible comprender al insigne vicense en me- teocrática.
dio de la subversión de espíritu en que vivimos ahoFué, por manera muy clara y perceptible, un mo- posición de secundarle. ¿Quién no ve, como perspecra? Vivimos en un momento de pasión, de encono \'imienío hondamente popular, espontáneo, de abajo tiva lejana, entre las ideas que Balmes expuso y semdoctrinal muy agudo. Los combatientes de uno y arriba. No consistió tanto en el esfuerzo de la Iglesia bró con tanta copia, esa solución, á la vez moderna
otro lado, es posible que juzguen á Balmes, segiín su para recobrar el dominio d e las almas y de las socie- y cristiana, d e la Bélgica d e nuestros días?
respectiva escuela y parcialidad, como enemigo ó dades, como en un retorno de las sociedades y las
La actividad de aquel pensador insigne no puede
como aliado, afectando desconocer !as otras excelen- almas, llenas de espanto y confusión, en busca d é l a menos de causar asombro. Escribir libros tales como
cias en que se funda su derecho á la gratitud de los Iglesia. La sociedad misma dio alientos á Chateau- la Filosofía fundamental i El Criterio, El Frofesiaii'
españoles, como tales españoles y por encima de todo briand, á De Maistre, á Bonald. Las más fuertes y iismo, al mismo tiempo que colmaba las páginas de
partido, de todo sistema filosófico y aun estoy por elevadas manifestaciones del espíritu se tiñeron en- las revistas y de los periódicos; pasar en una hora
decir que de toda filiación religiosa ó confesional.
tonces del matiz de la contrición y de la fe.
desde la lucha candente de los partidos á la esfera^
Porque el rasgo supremo de esta figura fué el punDe las entrañas de la sociedad laica surgieron los impasible de la abstracción, son cosas al parecer into de vista constantemente nacional, esencialmente acentos de querub y el arpa angélica de Lamartine, conciliables y sobrehumanas. H e aquí como le pii^'
patriótko, que adoptó y inantuvo, con heroica per- en la cual se presentaron ornadas d e virginal juven- tan sus biógrafos, moviéndose entre la mejor sociesistencia, desde el principio al fin de su campaña y tud la poesía cristiana y las más puras elevaciones del dad madrileña en los días de su gran proyecto: de
de sus días. Glorías francesas, no simplemente glorias neoplatonismo. E n esa corriente se alimentó la pri- estatura elevada, delgado de cuerpo, escaso de musde partido, ha declarado la posteridad á los escrito- mera musa de Víctor Hugo; y hasta cuando suscita- culatura. Tenía la tez pálida y fina, los labios u_n
res magnánimos de la familia espiritual de Balmes. ba un incrédulo incurable, un pobre «hijo del siglos poco abultados, los dientes blanquísimos y la nariz
Los grandes publicistas de la restauración católica como Musset, era en forma tal que el espectáculo regular, con rastros de una herida que se causó en l*
pertenecen al gran piiblico, más allá de los Pirineos, de su desolación de espíritu fuese más ejemplar y niñez, rodando una escalera. En Madrid solía vestir
y su gloria no se limita al círculo de los correligiona- persuasivo que el de todas las piedades. La incredu- de seglar, con muy esmerada severidad: levita ó garios. En España somos más estrechos de criterio y lidad misma se hacía apologética, á su modo, ofre- bán de paño fino, chaleco de raso, guantes y bastón.
más suspicaces é inflexibles. «¡Bab! Un escritorneo,S' ciéndose como el famoso pelícano de las leyendas Imponíase por un aire distinguido, mezcla de supedirán algunos. Otros se lo figurarán como «un cam- zoológicas, desgarrándose el pecho, mostrando sus rioridad sin petulancia y reserva sin desabrimiento.
peón de la buena causa,í> en el sentido rutinario, y entrañas dilaceradas y sangrientas, señalando el ve- Su muerte fué edificante y pura como su vida, con
es posible que un tercer grupo de gentes desconfia- neno de Voltaire como origen de la catástrofe de cuatro días de diferencia respecto de Chateaubriand»
das le tenga por un sospechoso precursor del moder- Rolla, como larva acechando la pureza de la virgen con dos meses d e diferencia respecto d e Fiferrer. t-'
nisiiio eclesiástico, que anduvo bordeando los linde- en la Mansarde,
inolvidable publicista perteneció al ciclo de aqueHo^
ros de la apostasía.
En esa escuela y ese ambiente se forjaron las figu- jóvenes ilustres de la generación romántica que Ca'
ras culminantes del futuro sacerdocio y los seglares taluña no pudo conservar hasta la madurez, coifo
*
que
consagraron su pluma y su elocuencia á tan pro- Cabanyes, el poeta, como Cuyas, el mt5sico, cotn^
* *
funda remoción espiritual. Así surgieron en Francia tantos y tantos ingenios malogrados en ñor por uoa
No hay que desfigurar su carácter ni presentar á Lamennais, Lacordaire, Mojüalembert. Así resonó ráfaga siniestra que deshojó, en la noche, los jardiBalmes como un publicista laico que escribiera vuel- en la Gran Bretaña la voz profélica de Daniel O'Con- nes de la patria.
M I G U E L S . OLIVEK.
to de espaldas á su ministerio y de cara á la popula- nell. Asi apareció Balmes en España, brillante y rổ
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L A ILUSTRACIÓN ARTÍSTICA
SIN LITERATURA^
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CUENTO DE E . RAMÍREZ ÁNGEL
Joven, en buena posición social, soltero y gallar^Oi Domingo Arévato sentíase á los veintiocho años
sumido en esa dolencia moral que condujo á lord
^yton hacia Mísoloughi y puso en la impaciente
iiiano de Larra un arma cobarde.
l^sspistado ó rendido, necesitaba una palabra para
su dolencia. Vino un médico y se la brindó: «Neu"•^stenia í> Arévalo, al oiría, sonrió escépticamente y
abonó la minuta de honorarios del buen hombre,
"menguado en ciencias, pero ducho en palabras.
Como el famoso mánchelo, Domingo dio en la
^ i n í a de leer vorazmente, Era un mozo razonable;
pero no supo digerir ese alimento traidor de la letra
'.fiipresa. Desatendió aquella frase que. presintiendo
^ estos hombres febles de hoy, escribió Kempis:
^Qüien atiade ciencia, aiíade dolorS'
La vida de Arévalo deslizábase monótonamente,
Y, tembloroso, encendió una cerilla
•^orasada su alma en una sed de ideal que ninguna
^yjer había encarnado. Ni aquellas heroínas de
ourget, de D'Annunzio, de Prévost, ni estrotas, an- todo cuanto sus manos solícilas atienden.
~ N o sé. Debe de estar descompuesta la llave.
^gónicas, de Balzac, ni aun aquella soñada por nues—¿Te divertiste mucho?, preguntó ella sentándose
Acudió ] domingo y dio una nueva vuelta al con" o dulce Fray Luis de León.
á discreta distancia de su primo.
mutador, con igual fracaso. Fueron los dos primos á
otras habitaciones y hallaron, con el natural asomArévalo hizo un gesto ambiguo.
—¡Bah! Me he aburrido extraordinaríamenle, sun- bro, que no se obtenía la codiciada luz.
II
tuosamente, como un monarca sin corte. Aquello es
— iQué contrariedad!.., muimuraba Isabel hondaArévalo tuvo iioticía de la llegada de Isabel, una demasiado frivolo.
mente preocupada. ¡Y esa criada iniprevisora que no
i inia suya á quien había dejado de ver hacía años.
tiene ni un mal paquete de bujías!.,
Isabel le miró, incrédula.
*ué á visitarla, impulsado, más que por un deber
Arévalo procuraba atajar el mal humor de su pri—¿Aburrirte tú?.. Joven, rico y—perdona el piro^ afectOj por una curiosidad de mozo mujeriego. po sin malicia, en honor á la verdad—inteligente y ma. Al íin, para charlar honesta y sosegadamente,
"arlaron frivolos. La prima regresaba de Santander, buen mozo?.. Eso es una de tantas «posturas» espi- como ellos, no se requería iluminación artificial de
l^^en aún, pero tocada con la aureola de una viudez rituales de buen tono que adoptáis los hombres de ninguna especie.
Pi'ematura. Domingo, al terminar la entrevista, salió ahora. ¿Qué diría yo, sola, desamparada y, por añaSin embargo, sonreía, acatando á ¡a obscuridad
PS'isandü: «Es bonita; muy bonita...^
didura, mujer?..
como á una colaboradora que podía favorecer sus
propósitos.
ÜC05 días después resolvió verla de nuevo. La
E Isabel, ingenuamente melancólica, suspiró.
—Menos mal que eres de confianza, exclamó Isa^versación hubo de prolongarse media hora más.
^ T e lo he repetido varias veces, repuso Arévalo.
bel suspirando. De todos modos, no me gusta estar
leron; evocaron... Arévalo, camino del Círculo, Estoy enfermo... Gravemente enfermo.
P-nsó levemente optimista: «Es inteligente; muy inPero Isabel, mirándole de hito en hito, exclamó: á obscuras.
^^l'gente...^
&
> J
—Y sin embargo, ¡es tan poético!,., dijo Arévalo.
—¿Sabes lo que es todo eso? Empacho de literata 1
^^gresar del veraneo, Domingo resolvió visi- turas. Un ataque agudo de romanticismo, Debías La media luz, cuando no la sombra, protegen todas
aquellas expansiones que el corazón no se resolvería
últ'* ^^''^ ^^^' *^'3nsiderándoía como una sabrosa y haber vivido el año treinta.
á hacer bajo la cruda luz del sol, Víctor Hugo ha
Soltó la carcajada y añadió:
I "^^ "Conquista que ahuyentara su inexplicada do— Créeme: debes irte otra temporada al campo y hablado de las almas crepusculares. Yo creo que hay
lí!
enamorarte de cualquier rústica, llena de salad, con también ocasiones crepusculares que son para la
una frente estrecha y un corazón sin domar. Te lo confidencia y acercamiento. Hora de amistad, de reciert^"'^ ^^^^~^ ^'^'^> "^"^ ^"^ antigua fámula, en aseguro. Yo conocí á un poeta muy exquisito, muy fugio; de soñar en algo que nos eleve un poco por
encima de la estdpida vida cotidiana. ¿No crees, al^^ a silenciosa calle de la corte: una de esas calles romántico..,, que se casó con su criada.
ma, que?..
—¡Eres
cruel,
prima!..
QQ ^P-^'^'^O provinciano, que tienen algún caserón
—¡Y tú muy bobo, primo!..
Exaltándose gradualmente, Arévalo empezó á rebol ''^"'^^ abas, silencio de hogares bienaventurados,
La sana risa de Isabel no desconcertaba á Aréva- mover lecturas, sensaciones brumosas é incoherenyp j ^ ""^""adas en los balcones y hierbajos, siempre
lo. Sin inmutarse, creyendo afectada la jovialidad de cias sutiles de h ¡peres tés ico. Al principio, Isabel pre^L^es, entre el empedrado.
tir¿ ^..'"^^'atío la tarde. Cuando Domingo dio un BU prima, meditó el ataque. Domingo sabía que no tendió mirarle, asombrada. Sencilla y natural, no
fiísa ^''^*^'-*^^o ¿ la campanilla—que repiqueteó con- le había sido indiferente á Isabel. Su instinto de comprendía aquella sarta de frases, dichas con voz
trémula y teatral afectación. Había leído poco y con
Isah"^!^'^^^^'^^ por las larguras del pasillo—la propia conquistador no le vendía.
Reanudaron la charla, taimadamente por parte de el femenino deseo de distraerse, sin soslayar compli'^^'^l salló á abrir.
él; confiada y jovial por parte de ella. Luego, apro- caciones psicológicas que hubieran acabado por
^¿Sola, prima?..
vechando una pausa, Isabel se levantó para encen- aburrirla.
^ ^ o l i t a , primo. Acaba de salir la criada.
niy •/^^''O'í mientras pasaban al gabinete. En los der la luz.
—¡Isabel, Isabel!,., murmuraba Domingo en uno
El conmutador sonó levemente; pero la estancia de aquellos espejismos que antaño le sumieron en
c^er' ^^' ^"^ ^°^ cortinajes, en las mil deliciosas chulastimoso estado. Las mujeres, casi todas las mujede ^ ^ del modesto ajuar, resplandecía la pulcritud continuó llena de la penumbra del atardecido.
res, segdn se dice, carecen de idealidad vistas de
—¿Qué sucede?, inquirió Arévalo.
. ..
a mujer honesta que baña en poesía familiar
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cerca. Sólo la cobran desde lejos, Estoy enfermo de vulgaridad, de prosaísmos, vándome. Eres la mujer ideal que necesito y merezco. Con retóricas que desfide frivolidades... ¿Conoces aquella Foscarina, de D'Annunzio?.. ¿Recuerdas la guran la vida quise conmoverte... Ahora, ya curado, sin literatura, llanamente,
admirable Mn^qdii, de Sudermann?., ¿No pensaste nunca que estas mujeres cc- te pregunto: íilsabcl, Isabel,.., ¿quieres casarte conmigo?,.»
rrientes, burguesas, hacendosas, de hoy, que sólo piensan en tos figurines ó en
iDiliujci de Luisa Vidal.)
los teatros, ó en un marido que les asegure el sustento, son sencillamente abominables? ¿No crees tú que?..
. EL P I N T O R F I L I P I N O FABIÁN DE LA ROSA
E n aquel importante é interesantísimo Museo de Ultramar, en el que, como
con feliz frase dijo su creador el ilustre Balaguer, «surgió Filipinas con todas
sus aureolas, cual un dia surgió de entre los mares con todas sus bellezas,^ figuraban varias obras de algunos noveles artistas filipinos, que como Arévalo,
Zaragoza, Martínez, Enríquez y Luna, anunciaban la formación de un núcleo
de pintores y escultores á quienes había de caber en lo porvenir !a gloria de
haber sido los portaestandartes del renacimiento artístico ir.suíar y, por lo tan-
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El n o t a b l e p i n t o r filiplnú F a b i á n ú e l a B c a a
Aún continuó hablando por modo tan inflamado un buen trecho. El silencio más extraño, la obscuridad más alucinante, llenaban la estancia. Arévalo,
en un instante de lírica fogosidad, acercóse á Isabel con intención de estrechar
su mano ardientemente; ni más ni menos que en un capítulo de literatura
francesa.
JPIirt, cuadro de Fabián de Is Rosa
Avanzó; palpó al través de las sombras... Nadie. Inquieto ya, llamó;
—Isabel, ¿no me oyes?..
Igual silencio. Entonces receló una cosa horrible. ¿Se habría dormido, im- to, los educadores de sus compatriotas, inculcándoles el sentimiento del arte,
que depura el buen gusto y ennoblece el espíritu. Circunstancias especiales,
prudentemente, su prima?
por todos conocidas, entorpecieron probablemente el movimiento de cultura,
Y, tembloroso, encendió una cerilla. Isabtl había desaparecido.
que quedó en suspenso,
¡Oh!.. Indudabk-mtnte
hasta que la tranquila calera una de tantas mujeres
ma ha podido renacer en
vulgares. Arévalo permalos hogares filipinos.
neció meditabundo, hasta
que la cerilla, á punto de
El avance iniciado en
consumirscj le abrasó los
1SS7 ha continuado su
dedos. La noción del ricamino, y otros astistas,
diculo hubo de abrasarle
con más aptitudes, conditambién las mejillas.
ciones é ilustración quizas
que sus predecesores, han
¿Cómo su prima, mu
venidoáEuropapara comjer educada y discreta,
pletar sus enseñanzas. A
procedió de modo tan ineste número corresponde
sólito, abandonándole en
el aventajado pintor Fael momento mismo en
bián de la Rosa que, p^^'
que toda su exaltada elosionado por su región, h^
cuencia se desbordaba?..
terminado sus estudios e "
¿Era una lección cruel?..
Roma, ha dado evidentes
Y cuando, ofuscado,
muestras de su inteligensin detenerse en más comcia V de sus envidiables
plejos análisis, Arévalo
condicionesartísticas. í^^
avanzaba á tientas hacia
laborioso como aprov^'
el pasillo, para marcharse,
chadü, se ha dedicado
sonó la campanilla. Era
con entusiasmo durante
la sirvienta, que llegaba.
el período de su pensión
En la sombra, Dominal cultivo de la pintura,
go oyó la risotada fresca
obteniendo recompensas
de su prima, burlándose.
en cuantas exposiciones
El mozo, corrido, sin
¡nternaciorales ha totn£"
pronunciar palabra, saltó
do parte. De ahí que haya
escalones abajo, á la calle.
podido singularizarse í
;. ••
jY
que el buen concepto qi^^
ha merecido en la Ciuo&í^
Ai día siguiente, IsaVilla B o r g h e s e , cuadro de Fabián de la Rosa
Eterna haya repercutido
bel recibía una carta de
en Manila, en donde se
Arévalo.
«Prima gentiÜsima: Una noche de insomnio me ha hecho sensato y vulgar le ha distinguido, reconociendo sus méritos, con el honroso nombramiento de
comú nunca. Tu acción de anoche, tu risa acerba, me han transformado, sal- profesor de aquella Escuela de Bellas Aries.
ÑtL.-Fazrh
da /c? iqle^iá
Wí?/7. -Rj2ríá
románica,
t/e ^ ' /y/e^/c?
Fa/GCERD/^'. ~ Foer/a
<Je¡3Íg¡oX¡¡.
AÜW/?/CÍ?,
c/e/3Í^/o
X//.
d<z l<3 ig¡<¿-5Íá
románica
HixrÑb^idz c/e k igk^i^ romáf}icú. M^igloXÍ.
52Ó
L A ILUSTRACIÓN ARTÍSTICA
NÚMERO
SS, M M . LOS R E Y E S D E E S P A Ñ A EN F R A N C I A Y E N
SS, MM. el rey D. Alfonso X I I I y la reina Doña
Victoria han emprendido su excursión á Inglaterra,
en donde se proponen permanecer durante el presente mes de agosto.
Majestades en la estación. Con los reyes iban la duquesa de San Carlos, el duque de Santo Mauro, el
conde del Grave, el Sr. Quiñones de León, el marqués de Viana, que forman su acompañamiento, y
el embajador de España en París Sr. Pérez Caballero, el Sr. Ferraz, consejero de la embajada, y el
comandante Sr. Rivas y Rivero, agregado militar,
que habían ¡do a saludará los soberanos en Juvissy.
Hechas las presentaciones de rúbrica, el alcalde
de Rambouilíet Sr. Roux ofreció á la reina Victoria
un magnífico ramo de flores y dirigió á los augustos
viajeros una breve alocuciín de afectuosa bienvenida, á la que I). Alfonso contestó con frases de agradecimiento,
Formóse luego la comitiva, yendo en el primer
coche D. Alfonso, el Sr. Fallieres y el jefe del protocolo Sr. MoUard, y en el segundo doña Victoria,
la señora de P'allieres y el embajador Sr. Pérez Caballero. Daba escolta un escuadrón de coracercs al
1.494
INGLATERRA
ron los comensales á un salón en donde tomaron el
café y conferenciaron extensamente el rey y el presidente del Consejo Sr. Briand y el ministro de Negocios Extranjeros Sr, Pichón.
Poco después, SS. MM. se despidieron del señor
Fallieres y de su esposa, quien entregó á la reina
doña Victoria un magnífico ramo de orquídea?, y en
automóvil marcharon á París, adonde llegaron á las
cuatro de la tarde, hospedándose en el hotel Meurice. AlH recibieron la visita de los exembajadores de
España en Francia señor marqués del Muni y de
Francia en Madrid Sr. Revoil, y después la reina
visitó á la exemperatriz Eugenia, que se hallaba de
paso en aquella capital, mientras el rey, acompañado
del Sr. Quiñones de León, dio un paseo por Montmartre, el Bosque de Bolonia y los bulevares. Tanto
el rey como la reina, apenas reconocidos por el publico, fueron saludados y aclamados con entusiasmo.
Por la noche, después de haber comido en la in-
El alcalde de R a m b o u U l e t d á n d o l a bienvenida
á S S . MM. (De fotografía de ChusscauFlaviens,)
paso por Francia, han visitado al presidente
epüblica francesa y han sido por algunas hcde la Repübl
El r e y D. A l f o n e o X I I I y el p r e s i d e n t e Sr. F a l l i e r e s
d i r i g i é n d o s e a l c a s t i l l o do B a m b o u i l l e t , [De fotografía de Cliusseau-FIaviens.)
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7
La reina DoSa Victoria y l a s e ñ o r a d e Fallieras dírieléndoae al oastillo de Rambouilíet
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(De fotografía de Royer.)
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ras sus huéspedes en el castillo de Rambouilíet, residencia veraniega del Sr. Fallieres.
En cuanto los habitantes de aquella' población
tuvieron noticia de la real visita, apresuráronse á
empavesar y adornar las calles y las casas y se dispusierpn á recibir con entusiasmo á nuestros reyes.
El tren que conducía á éstos llegó á Rambouilíet á
las once de !a mañana del día 3; el presidente y su
esposa, acompañados del teniente coronel Griache,
junto con las autoridades locales, esperaban á Sus
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mando del capitán Schneider, el mismo que, como
teniente, escoltaba á S. M. y al presidente Loubet
cuando el atentado de la calle de Rohán, de París,
en 1905, El rey, que desde entonces honra con su
amistad al mencionado oficial, de uno de cuyos hi- S S . MM-, a c o m p a ñ a d o s d e l o a S r e s . d e F a l H ^ "
jos es padrino, le estrechó la mano y conversó afar e s , s a l i e n d o d e l c a s t i l l o d e R a m b o u i l í e t . (D^
blemente con él.
fotografía de Chusseau-FIaviens.)
En el gran comedor del castillo, que estaba hermosamente decorado con flores de los colores espa- timidad con las personas de su séquito, asistieron a*
ñoles, sirvióse un almuerzo, terminado el cual pasa- teatro del Gimnasio.
NÚMERO
1.494
LA
ILUSTRACIÓN ARTÍSTICA
A la mañana siguiente salieron los soberanos de ton de Ealzell, en representación del rey Jorge V.
En la mañana del jueves SS. MM. salieron, el rey
París y á las tres y cuarto se embarcaron en Calais
en el Victoria, en donde su presencia produjo grata con el duque de Santo Mauro, á dar un paseo á pie
sorpresa entrR los pasajeros, que les saludaren con por los parques, y la reina; con su hermano, á hacer
S S . M M . s a l i e n d o del H o t e l R i t z , d e L o n d r e s , p a r a ir á v i s i t a r
ó. l o s r e y e s d e I n g l a t e r r a . (De fotograffa comunicada por Carlos Trampus.)
demostraciones de respetuosa simpatía. A las cinco
llegaron á Douvres, siendo recibidos en el muelle
por el embajador de España en Londres Sr, Villaiirrutia, y dos horas después á la capital de InglateTa, en donde les esperaban los príncipes Mauricio,
Alejandro y Leopoldo de Battenberg, la esposa del
embajador, el persona! de la embajada y lord Hamil-
5^7
riqíie de Battenberg, el príncipe Cristian y la princesa Victoria de Schle&wig-Holstein y la princesa
Patricia de Connaught. También estaba allí el yate
real Giralda, en el que se embarcaron SS. MM.,lle-
El r e y D. A l f o n s o X I I I y e l p r í n c i p e M a u r i c i o d e Battenbergf
en C o w e s . [Ee fotofrafia de L. N. A. ThoLo.)
algunas visitas, y al mediodía fueron á Marlborough
House á saludar á los soberanos ingleses, en cuya
compañía almorzaron, Después visitaron en Buckingham Palace á la reina madre y á la emperatriz madre de Rusia.
A las cuatro de la larde salieron en automóvil
para Southampton;alIí les esperaban el príncipe En-
gando á las siete y media á Cowes y dirigiéndose
desde allí á Osborne Cottage, en donde fueron recibidos por la princesa Beatriz, madre de la reina Victoria, En aquella hermosa posesión pasarán Sus Majestades tres semanas haciendo vida de campo y dedicándose D. Alfonso especialmente á los deportes
marítimos, por los que tanta afición siente. —R.
El r e y D. A l f o n s o X I I I p r e s e n c i a n d o laa r e g a t a s d e s d e el edificio del s E o y a l Y a c h t S q u a d r o n . í íDe fotografía de L. N. A.Ihcio.)
R e t r a t o d e u n j o v e n , por Rembrandt
R e t r a t o d e u n a a n c i a n a , por Kembradt
E l e s t u d i a n t e , cuadro de Rembiandc, que se conserva en la Ny'CarlsbergGIyptotecB, de Copenhague
EL JUIOiO DE SALOMÓN, cuadro de Bubene, que se conserva en la Galería Beal de Copenhague
- J
530
L A ILUSTRACIÓN
ARTÍSTICA
Farmán, Nicolás Kinet regresó á Bélgica, Luego tomó parte
en los mítines de Budapest y de Reims, realizando en uno y
otro vuelos muy notables. En el reciente de Bruselas, como
DE LA A L T U R A BN EUROPA
hemos dicho, dábase como seguro que para él sería el gran
premio de la totalización de las distancias.
En el mitin de aviación últimamente celebrado en BruseAsusta, en verdad el número de viclimas causadas por la
las, ha encontrado trágica muerte el notable aviador Nicolás aviación, y si se tiene en cuenta el número relativamente corto
Kinet.
de los que á ella se dedican resulta encime la propojción de
los fallecidos á consecuencia de accidentes
desgraciados.
lie aquí la lista de
los aviadores trágicamente muertos hasta
la fecha; el teniente
Seldfrige (¡S de septiembre de ipaíí); Eugenio Leíevie (7 de
septiembre de 19091;
A n t o n i o Fernández
{(> ds noviembre de
I 909!; León Uelaprange (4 de enero
de 191 o); 11 uberto Le
B!on (2 de abril de
DE AVIACIÓN
MUERTE DHL AVIADOR K I N K T . - E L EECORU
NÚMERO
1.494
El record del mundo, sin embargo, corresponde al norteamericano Brookins que recientemente alcanzó, en Atlantic
City, tripulando un biplano Wright, la altura de 1.904 metros.
CONFLICTO ENTRE ESPAÑA Y LA SANTA SEDE
A poco de subir al poder el Sr. Canalejas, comenió el gO'
bierno unas negociaciones con el Vaticano pata la reforma del
Concordato que regula las relacionen entre nuestra nación y la
Santa Sede. Habíanse cruzado algunas notas y esperábase la
contestación del Vaticano á una de ellas, cuando el gobierno
espaiíol publicó una Keal orden concediendo ciertas autorizaciones í los cultos disidentes establecido? en Espafia, dictó un
Real decreto sujstando á ciertas formalidades á las comunidades religiosas y fir.almtnie présenlo en el Senado un proyecto
de ley, llamado del C&niado, por el que se prohibe el establecimiento de nuevas casas religiosas mientras duren las negO'
elaciones con la Santa Sede.
El \"aticano, entendiendo que el gobierno español legislaba
y resolvía api^ri sobre maleiias que son precisamente objeto
de las negociaciones entabladas, h¡Ko, según parece, algunas
observaciones á tal conducta y manifestó su propósito de TÍO
segair negociando si algunas de aquellas disposiciones legislativas no eran revocadas.
E I a v i a d o r N i c o l á s K i n e t , muerto á coasecueacia de un a:ciJente desgraciado
el día 3 de los corrientes mientras efectuaba un vuelo en el mitin de Bruselas
Estaba clasíCcado el primero en la totalización de los vueles
y en la latde del 3 de los conientes elevóse paia aunienlar la
ventajaque llevaba sobre sus competidores, l'oco despucs, eleváronse también Ülieslageis y Lauser. El tiempo, que hasta
entonces había permanecido Irarquilo, cambió bruscamente;
Olieslagtrs y Lauíer pudieron descender sin grandes dificuhades; Kinet, en cambio, sorprendido por una viólenla láfafja
fué precipitado al suelo desde una alttra deOo metros. Los que
acudieron á socorrerle encontraron su cadáver horriblemente
destrorado á pocos metros del aparato.
El padre y la esposa del infortunado aviador estaban en el
aeródromo cuando ocurrió la espantosa desgracia.
Nicolás Kinet había nacido en Lieja en 1SS2 y fué campeón
del motociclismo en Bélgica, en donde hiciéronse célebres sus
maíchs con el campeón, belga también, del mismo deporte,
Ülieslagers.
Deseando dedicarse á la aviación, en marzo de este afio fué
á Mourmelón, en donde, dirigido por su primo Daniel Kinet,
jefd'piloto de una de las escuelas allí ¡nstaladasy muerto también á consecuencia de un accidente hace un mes, hizo grandes progresos y demostró cualidades excepcionales de valor,
igtol; Ilauvelle-Míchelín (13 de mayo de
J9Í01, Jusely (ade jumo de jgto); Tadeo
Robl ¡iS de junio de
1910 jCailüsWachler
(3 de julio de jgiol;
Daniel Kinet (10 de
julio de 1910); Carlos
S. Rolls ([2 de julio
de 1910 ; y Nicolás
Kinet (3 de agosto de
E l a v i a d o r O J i a v a z , que ha ganado el recoid de la altura en Europa elevándose
El mismo día que
á 1.755 metros, [De fotografías de M. Rol.)
moría en Bruselas Don
Nicolás Kinet, el aviador francés Chavez batía en el mitin de Elackpool (InglateDesde este momEnto, las relaciones Entre el \'aticaro y Esrra) el record de la altura en Europa, elevándose á la altura paña han adquirido gran tirantez; las negociaciones se han susde 1-755 metros.
pendido; ha sido llamado á M adrid el Sr. Ojeda, enibajadoí
Hasta el presente, los aviadores que en Earopa se h a i ele^ de España cerca del Sumo Pontífice, quedando tncajgado de
los negocios de la embajada el conícjero sencr maiqi^t'S de
González, y se dice que en breve saldrá de EspEfia el Nunc"
de S. S., monseñor Vico.
Hjj
AJEDREZ
PROBLEMA NÚMERO 5^59, POR V.
MARÍN
KKGRAS (12 piezas}
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Las blancas juegan y dan mate en tres jugadas.
SOLUCIÓN AL PROBLEMA NIJM. 54S,
M o n s e ñ o r Vico,
-^
E l E x c m o . Sr. D. B, d e Ojeda,
Nuncio de S. S. el papa Pío X en España
embajador de España cerca del Vaticano
(De fotografías de Argus Photo Reportage.)
h
BLANCAS tS piezas)
Blancas.
1. C d 1 - e 3
2. D c 4 —c I jaque.
3 T O A mate.
POR V.
MARÍN
Neg;ru.
. I. R a I x b 3
2. Cualquiera.
VARIANTES.
aatlgre fiía y destreza. El 15 de mayo úliimo, batió el record
de! tiempo con un pasajero, permaneciendo en el aire dos ho'
ras y 51 minutos; este record no ha sido hasta ahora superado.
Dsspué; de habsr dirigido la escuela de pilotaje de Enrique
vado á más de i.ooo metros son: Weymann, en Mourmelón,
á 1.250; Morane, en Caen, á 1.250; Paul han, en Los Angeles,
á 1.269; Lalham, en Reims, á 1.3S4; Olieslagers, en Bruselas,
á 1.720; y Chavez, en Blackpooí, á 1.755-
I
C 5 x d 4 ; 2. A g 7 x d 4 , etc.
l . . . C b 3 - c i ; 2. D C 4 X C I j^que, etc.
i . . . C a 3 - b i ; 2. T d 4 - d i , e t c .
1... Otra jug.«; 2. T d 4 - d i jaque, etc.
NÚMERO
L A ILUSTRACIÓN ARTÍSTICA
1.494
531
EL MISTERIO DEL CUARTO AMARILLO
N O V E L A ESCRITA P O R GASTÓN LEROUX. — ILUSTRA DA POR SIMONT, (coNrmuAcrÓN.)
— Respecto de eso, ni la menor duda cabe, exclamó el juez de instrucción.
En aquel momento se abiió la puerta del laboratorio, y el sargento de gendarmería trajo una
tarjeta de visita al juez de instrucción. El señor
de Marquet la leyó y lanzó una sorda exclamación; después dijo:
—¡Esto sí que es curioso!
—¿Qué es ello?, preguntó el jefe de la Seguridad.
—La tarjeta de un reporterillo de VEpogue,
r). José Ruedelabola, con esias palabras: Uno
de los móviles del crimen ha sido el robo.
El jefe de la Seguridad se sonrió:
— ¡El joven Ruedelabola!.., mucho he oído
hablar de él; pasa por ser ingenioso... Hágale
usted entrar, señor juez de instrucción.
Y entró D, José Ruedelabola. Le había yo conocido en el tren que, aquella misma mañana,
nos había llevado á Epinay-sur-Orge. Casi á pesar mío se había introducido en nuestro compartimiento, y prefiero decir en seguida que sus
maneras, su desparpajo, y su pretensión de entender algo en un asunto en el que nada entendía la justicia, me lo había hecho antipático. No
me gustan los periodistas; son espíritus destartalados y atrevidos de quienes hay que huir
como de la peste. Esa clase de gente cree que
todo le es permitido y no respeta nada. Quien
tenga la desgracia de concederles la menor cosa
y de dejarles que se le acerquen, se verá atrepellado por ellos, y no hay molestia que no le
ocasionen. Este periodista de lEpogue parecía
tener unos veinte años, y el desenfado con que se
habia atrevido á discutir con nosotros me lo había
hecho particularmente odioso. Además, tenia
lina manera de expresarse que probaba que se
burlaba descaradamente de nosotros. De sobra
sé que el diario PEpoque es un órgano iníluyer.te con el cual no hay que ponerse á malas,,
pero haría muy bíen ese diario
en no tomar redactores que estén aún mamando.
Entró pues en el laboratorio
D, José Ruedelabola, nos saludó y esperó á que le pidiera el
juez que se explicara.
^—¿Usted p r e t e n d e , señor
f^io, le dijo el juez, conocer el
•^óvil del crimen, y que ese mó^il, contra toda evidencia, seria
el robo?
~-_No, señor juez, no he pretendido tal cosa. No digo que el
niovil del crimen sea el robo; es
"ñas, no creo que ess sea el móvil.
Entonces, ¿qué significa su tarjeta?
. —Significa que uno de los nn-vilfs del crimen ha
5'do el robo.
•—¿Quién le ha informado á usted?
• ¡Esto! Si tiene usted á bien acompañarme.
Y el joven nos pidió que le siguiéramos al vestíbu1^^, lo cual hicimos. Una vez allí, se fué hacia el ga°|netito de aseo y pidió al juez que se pusiera d e r c dillas á su lado. Dicho gabinete recibía luz por su
puerta de vidrieras, y cuando estaba abierta la puerta,
^ luz que en él penetraba era suficiente para alunihrarlo bien. El Sr. de Marquet y el Sr. Ruedelabola
se arrodillaron sobre el umbral. El joven designaba
^n sitio de la baldosa.
Ya hace algunos días, dijo, que las baldosas de
*^ste gabinete no han sido fregadas por el tío Santiago;
^e conoce esto por la capa de polvo que las cubre.
"hora bien, vea usted en ese sitio la señal de dos
•^chas suelas y de esa ceniza negra que por todas
Partes acompaña los pasos del asesino. Dicha ceniza
o es sino polvo de carbón que cubre el sendero que
s nieneg^pj. seguir para venir directamente, por la
^eivade Epinay al Glandier. Usted sabe que en
s suto hay unos cuantos carboneros, y que allí fe
I^^.^Tica mucho carbón de leña. Esio es lo que ha de'do de hacer el asesino: penetró aquí por !a tarde,
uando no quedaba nadie en el pabellón, y perpetró
^^ robo.
,
* ^'"o ¿qué robo? ¿Dónde ve usted un robo?, ex^lamamos todos al mismo tiempo.
— Lo que me ha puesto sobre e! rastro del robo, torio ha sido borrado por el lavado que después efeccontinuó el periodista...
tuó el tío Santiago, lo cual nos conduce á hacer en—¡Es estol, interrumpió el Sr. de Marquet.
trar al asesino en el pabellón por la ventana abierta
del vestíbulo durante la primera
ausencia del tío Santiago, antes
•<m^^.
del lavado efectuado á las cinco
y media. El asesino, después de
quitarse un calzado que, sin duda alguna, le molestaba, lo llevó
en la mano al gabinetito, y allí
lo dejó desde el umbral, pues no
hay rastros de píes desnudos ó
encerrados en calcetines, í> en
otro calzado. Dejó pues sus zapatos al lado del paquete. Ya,
entonces, se habia realizado el
robo. Luego, regresa el hombre
al Cuarto Amarillo, y se desliza
bajo la cama, en donde sigue
perfectamente visible el rastro
de su cuerpo sobre el piso y hasta sobre la esterilla, la cual ha
sido, en ese sitio, ligeramente
enrollada y arrugada. Es mis,
briznas de paja recientemente
arrancadas dan más testimonio
de la estancia del asesino bajo
la cama.
—Sí, sí, eso ya lo sabemos...,
•' dijo el Sr. de Marquet.
— El volver debajo de !a cama
prueba, continuó aquel chícuclo, que el robo uo era el solo móvil de la venida del hombre. No
me diga usted que se metió allí
por haber visto, por la ventana
del vestíbulo, ya al tío Santiago,
ya á la señorita Stangerson disponiéndose á entrar en el pabellón; mucho más fácil era, para
él, subir al desván, y, allíoculto,
esperar una ocasión para mari charse, si sus intenciones hubieran sido de huir. ;No, no! Era
preciso que el asesino estuviese en
el Cuarto Amarillo...
Aquí, intervino el jefe de la
Seguridad:
—,No está mal eso, joven!, le
felicito á usted.,,, y si no sabe•'7-.,_
mos aún cómo salió el asesino,
•••J.'
^
yaseguimos, paso á paso, su eni
' I
' "y^
•_
's
trada aquí, y vemos lo que ha
El lili S a n i i a g o se inclinó sülire atjuel CUÍTO irifccio...
hecho: robar. Mas, ¿qué ha robado?
— Cosas sumamente preciosas, contestó el repor—Sin duda, dijo Ruedelabola.
Y el Sr. de Marquet explicó que, en efecto, había tero.
en el polvo de las baldosas, al lado de las dos suelas,
En aquel moraenlo oímos un grito que partía del
la huella reciente de un pesado paquetfí rectangular, laboratorio. Acudimos allá y vimos aJ Sr. Stangerson
y que era fácil distinguir el dibujo del bramante que quien, con mirada alocada y miembros agitados, ncs
lo sujetaba..,
designaba una especie de biblioteca que acaba él de
— Pero esto me prueba que ha estado usted aquí, abrir y que nos apareció vacía.
Sr. Ruedelabola; sin embargo, había ) o dado orden
Después se dejó llevar al amplio sillón que estaba
al tío Santiago de no dejar entrar á nadie; tenía por delante de su mesa, y gimió:
misión guardar estos sitios.
—¡Me han robado otra vezl..
'
—No riña usted al tío Santiago: he venido aquí
Y por su mejilla rodó una lágrima.
con D. Roberto Darzac.
— Sobre todo, recomendó, que nada de esto sepa
— iAh!..| exclamó, descontento, el Sr. de Marquet, mi hija... El golpe sería para ella aún más terrible
mirando de reojo al Sr. Darzac, quien seguía mudo. que para mí.,.
— Cuando vi el rastro del paquete al lado de la
Lanzó un profundo suspiro, y, en tono de dolor
huella de las suela?, ya no dudé del robo, repuso que nunca olvidaré, exclamó:
Ruedelabola. El ladrón no había venido con un pa— Después de todo, ¡qué importa,., con tal que
quete,,, Ese paquete, lo había él hecho aquí, sin duda ella viva\ .
con los objetos robados, y lo había depositado en
— ¡Vivirá!, dijo con voz extrañamente impresionaneste rincón, con objeto de cogerlo en el momento de te Roberto Darzac.
'
huir; t:Uiil>ién depositó, al lado del pagúete, sus fresados — Y conseguiremos que vuelvan á usted los obje%'.ipafos; pues, como es fácil ver, ningún rastro de tos robados, dijo el Sr. Dax. Pero, ¿qué había en ese
pasos conduce á ese calzado, y las suelas están una mueble?
al lado de otra cual suelas en descanso x vacias de sus
—Veinte años de mi vida, contestó sordamente el
pies. Así se comprendería porqué el asesino, cuando ilustre profesor,ó, mejor dicho, de nuestravída, pues
huyó del Cuarto Amarillo, no dejó rastro alguno de mi hija me había ayudado. Sí, nuestros más preciesus pasos en el laboratorio ni en el vestíbulo. Des- sos documentos, las relaciones más secretas sobre
pués de haber penetrado con su calzado en el Cuarto nuestros experimentos y sobre nuestros trabajos,
Amarillo, se lo quitó, sin duda porque le molestaba desde hace veinte años, estaban encerrados ahí; era
ó porque quería hacer el menor ruido posible. El una verdadera selección entre los muchísimos docurastro de su paso de ida por el vestíbulo y el labora- mentos que llenan este cuarto. Es una pérdida irre'
^
•
53 2
parable para nosotros, y me atrevo á decir que, también para la ciencia. Todas las etapas por las cuales
tie tenido que pasar para llegar á la prueba decisiva
del aniquilamiento de la materia, habían sido esmeradamente enunciadas, rotuladas, anotadas, ilustradas con futagraíias y dibujos. Todo ello estaba colocado ahí. El plan de tres nuevos aparatos, uno para
estudiar la diminución, bajo la influencia de la luz
ultravioleta, de ios cuerpos previamente electrizado?;
otro que había de hacer visible la diminución eléctrica bajo la influencia de las partículas de materia
disociada contenida en los gases de las llamas; un
tercero, muy ingenioso, nuevo electroscopio condensador diferencial; toda la colección de nuestras curvas que representan las propiedades fundamentales de
la substancia intermedia entre la materia ponderable
y el éter imponderable; veinte años de experimentos
sobre la química interatómica y sobre los equilibrios
ignorados de la materia; un manuscrito que quería
yo publicar con este título; Li?s inetahs qus padecen.
¡Qué sé yo!, ¡qué sé yo! E! hombre que vino aquí se
me ío ha llevado todo..., m¡ hija y mi obra..., mi corazón y mi alma,.,
LA
ILUSTRACIÓN ARTÍSTICA
se sino afiies del asesínalo. Esto es indudable por la
razón que usted cr^^y for oirás razones íjueyo creo.
Cuando penetro en el pabellón ei asesino, ya estaba en
posesión de la ¡¡ave de cabeza de cobre.
—¡Eso no es posible!, dijo á media voz el señor
Stangírsüii,
—Tan posible es, caballero, que he aquí la prutba.
Aquel dtnionio de hombrecillo i^acó entonces un
número de ¡'EpOi¡iie con fecha de 2 i de octubre (recuerdo que el ciimen se efectuó en la noche del 24
al 25), y enseñándotios un anuncio, lejó:
— <iAnoche se pírdió una bolsa de raso negro en ¡os
grandes almacenes de ¡a Loba. Diclia bo¡sa contenía
vanos objetos, entre ellos una llavecita con cabeza de
cobre. Se dará nna crecida recompensa á la persona
que la encuentre. Dicha persona deterá escribir á la
¡isía de correos, oficina número 40, á esia dirección:
M. A. T. S. A^» Estas letras, continuó el reportero,
¿no designan á la señorita Stangerson? Esa llave con
cabeza de cobre, ¿no es esta líave? Siempre leo los
anuncios. Tanto en mi oficio como en el de usted,
señor juez, es preciso leer los anuncios personales,..
¡Qué de intrigas penen de manifiesto!.,, ¡y cuántas
claves para penetrar etas intrigas!,. Este anuncio, parücularmente, por la especie de misterio en que la
mujer que había perdido la llave, objeto poco comprometedor, se envolvía, me había llamado la atención. ¡Qué cariño le tenía á aquella llave! ¡Qué buena recfjmpensa prometía! Y medité yo sobre estas
cinco letras: M. A. 'i\ S, N. I.as tres primeras indicaban un nombre de pila; eso, bien pronto se comprendía: ÁJai.., Matilde...; sí, así debe llamarse la
persona que ha perdido la llave, Pero las dos tiltimas letras no me decían nada. Así es que, dejando
el periódico, me ocupé de otra cosa.—Cuando, cuctro días más tarde, parecieron los diarics de la ncche anunciando con entrépito el asesinato de la SEÑoiíHA M,.rr¡LDK STAKOIÍK.^ON, ese nombre de Matilde me recordó sin esfuerzo alguno maquinalmentc,
lasletras del anuncio. Algo intrigedo, ptdi el número
de aquel día á la administración; se me habían olvidado las dos últimas letras; S. N. Al volverlas á ver,
exclamé: Stanxe?-son.. Me metí en un simón y me
fui á la ofirina 40. Pregunté: «¿Tiene usted u r a
carta con estas señas: M. A. T. S. N.?& El em.pteado me cor.tesló: «¡No!» Insistí, rogándole, suplicándole que buscara mejory me dijo: «Esto debe de
ser una broma, stñor mío... Sí, he tenido una caita
con las mismas inicTaler, pero se la he dado, hace
tres días, á una señora que vino á reclamarla. Hoy,
viene usted; y es el caso que antes de ayer, un señor,
con idéntica desagradable insistencia, me la pid?ó
también... Estoy harto de esa broma...i' Quiíc interrogar al empleado acerca de los dos personajes que
habían reclamado j a la carta; mas, u a que (]uisiera
escudarse con ti secreto profesional, pareciéndole
que ya había hablado de sobra, ó que en efecto le
cargara aquello que á él le resultaba broma, el caso
cs que ya no me contestó...
Y el gran Stangerson se echó á lioiar como un
niño.
Le rodeábamos en silencio, emocionados por tan
tremenda desgracia. El Sr. Darzac, de codos en la
butaca en que el profesor se había como derrumbado, en vdno trataba de dlsimularsus lágrimas, lo cual
estuvo á punto de hacérmelo simpático, á pesar de
la instintiva repulsión que su extraña actitud y su alteración á veces inexplicable me habían inspirado por
dicho enigmático personaje.
Únicamente el Sr. Ruedelabola, cual si su precioso
tiempo y su misión sobre la tierra no le permitiesen
compadecerse de la miseria humana, se había acercado, muy sereno, al mueble vacío, y, enseñándoselo
al jefe de la Stguridad, no taidó en romper el lel:gioso silencio con que honrábamos la hondísima pena
del gran Stangerson. NÍJS dió algunas exfilicaciones
que para nada nos servían acerca de cómo llegó á
convencerse de lo del robo, por el descubrimiento
simultáneo que hizo de los rastros de que más arriba
he hablado, en el gabinetitu, y de la vacuidad de
^quel mueble precioso en el laboratorio; pero que lo
que primero le había llamado la atención había sido
la forma extraña del mueble, tu solide/, su construcción de hierro que lo ptmfa á cubierto de un incendio, y el hecho de (¡ue un mueble como aquel, destinado á conservar objetos de incalculable valor, tuviese, sobre su puerta de hierro, puesta su ¡¿ave pues
generalmente, esa clase de muebles no se dejan
abiertos. Finalmente, aquella llaveciía, de cabeza de
cobre, sumamente coniplicadd, también habíallamado la atención del Sr. ]s.uedelabola, y, en cambio,
nada nos había dicho á nosotros. Paia nosotrot--, que
no somos unos niños, la presencia de una llavesobie
un mueble despierla una idea de seguridad, pero
para el Sr. Ruedelabola, que sin duda es un genic,
la presencia de una llave en una cerradura es indicio
Ruedelabola se calló. Todos nos callábamos. Cada
de robo. No tardamos en saber la razón de tal sos- uno sacaba las conclusiones que podta scbre aquella
pecha.
extraña historia de lista de correos. En realidad, p¡:Pero, antes, he de decir que el juez se mostró muy recia que ahora contábatnos con un hilo firme paia
]T;rp!ejo, no sabiendo si debía alegrarse de la nueva guiarnos en aquel increíble asunto.
luz apartada á la instrucción por aquel reporterillo,
El Sr. Stangerson dijo:
ó desesperarse por no haber dado, él, con tan impor—Resulta, pues, casi cierto que mi hija perdió
tante descubrimiento. Nuestra profesión tiene sinsa- esa llave, que no quiso decírmelo para evitarme teda
bores como ese, pero no tenemos derecho á ser pu- inquietud, y que habrá pedido que le escriba á lisia
silánimes, y hemos de [jisotear nuestro amor propio de correos la persona que haya encontrado 'a llave.
cuando del bien general se trata. Así es que el señor liso es muy lógico y muy natural,/ícfj ya otra vez
de Marquet se dominó, dignándose por fin añadir he sido robado.
sus felicitaciones á las del jtfe de la Seguridad, que
—¿Dónde y cómo?, [iregunló el jefe de la Seguno escaseaba sus plácemes á Ruedelabola. El chicue- ridad.
lo se encogió de hombros diciendo: «No hay por
—Hace muchos años, en Norteamérica, en Filaqué,» De buena gana le hubiera yo dado un bofetón, delfia. Me robaron en mi laboratorio el secreto de
sobre todo cuando añadió:
dos inventos que hubiesen podido enriquecer á una
—Haría usted bien, seíior mío, preguntando al nación... No sólo no supe nunca c[u¡én había sido el
ladrón, sino qur:: tampoco oí hablar del objeto robaSr. Stangerson que quién solía tener esa llave,..
—Mi hija, contestó el Sr. Stangerson. Jamás se do, sin duda pi rque, para desbaratar los cálculos de
mi ladrón, lance yo mismo al dominio público aqueseparaba ella de dicha llave.
—Esto cambia el aspecto de las cosas y ya noeslá llos dos inventos, con lo cual resultaba iniítil el liur
conforme con lo que dice el Sr. Ruedelabola, CXCIE- to. Desde entonces me volví desconfiado, y me enmó el Sr. de Marquet. Si jamás se separaba de la st- cierro lejos de todo cuando trabajo. Todas e^as rejas,
ñorita Stangerson esa llave, resultaría pues que el el aislamiento de este pahellón, ese mueble que yo
asesino esperó á la señorita Stangerson aquella noche mismo mandé construir, esa cerradura especial, esa
en su cuarto, para robarle dicha llave, en cuyo caso. llave única, todo eso es el resultado de mis temores,
el robo no se habría efectuada sino desf'iús del asesi- inspirados por triste experiencia.
nato. Pero, después del asesínalo había cuatro persoEl Sr. Dax declaró: «¡Muy interesante!,» y el senas en el laboratorio.,. Decididamente, no entiendo ñor Ruedelabola pidió noticias de fa bolsa. Desde
una palabra en todo eso...
hacía algunos días, ni i-l Sr. Stangerson ni el tío
Y el Sr. de Marquet repitió, con intensa rabia, la Santiago habían visto la bolsa de Matilde. Algunas
cual debía de ser para él el goce supremo, pues no horas despué-í habíamos de oir, de labios mismos de
sé si he dicho que nunca era tan feliz como cuando la joven, que dicha bolsa le había sido robada, ó que
no comprendía:
quizá ella la perdiera, y que las cosas habían ocurrido cual acabábamos de oirías referir: que el 23 de
— ¡Ni una palabra!
—El robo, replicó el reportero; no pudo efectuar- octubre, en la oficina 40, le .'Vabían entregado una
NÚMERO Í.-I9 \
carta escrita por algtln chusco y que ella había que"
mado.
Volviendo á nuestro interrogatorio, ó más bien á
nuestra conversación, debo apuntar que, habiendo
preguntado el jefe de la Seguridad al Sr. Stangericn
en qué condiciones había ido á París su hija el 20
de octubre, día de la pérdida de la bolsa, supimos
que había ido á la capital aiompañoda del Sr. Darzac, á ijuien no habían vuelto á ver en el castillo hasta
el dia después del iráglco suceso. El hecho de estar el
Sr. Darzac con la señorita Stangerson en los grandes
almacenes de la Loba cuando desapareció 'a bolss,
no podía pasar inadvertido, y llamó mucho, preciío
es decirlo, nuestra atención.
Ya iba á finalizar aquella conversación entre magistrados, acusados, testigos y periodistas, cuando
se produjo un verdadero golpe de teatro, cosa que
siempre agrada al Sr, de ñlarqutt. El sargento de
gendarmería vino á anunciarnos que Federico Larsán
pedia ser introducido, lo cual le fué inmediatamente
concedido. 'I'enía en la mano un tosco par de zapatos enlodados, que tiró al suelo.
— H e ahí, dijo, los zapatos que tenía puestos el
asesino. ¿Los conoce usted, tío Santiago?
El lioSantiago se inclinó sobre aquel cuero infecto, y, estupefacto, reconoció un par de zapatos que
hacía tiempo había desechado, dejándolos en un rii>
con del desván. Tan turbado estaba, que hubo de sonarse para disimular su emoción.
Entonces, designando el pañuelo de! tío Santiago,
Larsán dijo:
—Ese pañuelo se parece muchísimo al que ha sido
encontrado en el Cuarto Amarillo.
— D e sobra lo sé; dijo el tío Santiago temblando;
son casi iguales,
— Y , finalmente, continuó Federico Larsán, la
vieja boina encentrada igualmente en el Citarte
Amarillo, muy bien pudiera haber cubierto la cabeza del tío Santiago. Todo esto, señor jefe de la Seguridad y señor juez de instrucción, prueba, segt5n
mi parecer, ¡tranquilícese, buen hombre!, le dijo al
lío Santiago, á quien j a le fldqueaban las piernas,
todo esto prueba, según mi parecer, que ti asfsino
ha querido disfrazar su verdadera personalidad. Lo
ha hecho de manera bastante grosera, ó por lo menos que nos parece tal, porque estamos seguros de QK^
fl asesino no es el fío Santias^o, t/uien r.o se apartó del
lado del Sr. Stangerson. Pero imaginen ustedes que
el Sr. Stangerson no prolongara su velada aquella
noche; que después de despedirse de su hija se fuera al castillo; que la señorita Stangerson fuera asesinada no habiendo nadie en el laboratorio y mientras
el lío Santiago dormía tranquilo en su dt-svániZ/íi'"
todo el mundo, el asesino sería el tío Santio^^o/ Uebtí
éí.te su salvación á haber ocurrido pronto el drama,
]ior haber creído el ascsinti, sin duda por el silencio
que reinaba ¡«1 lacn, que el laboratorio estaba vacio
y que haln'a llegadtj el momento de obrar. El hombre que tan misteriosamente ha [)tjdido intríjducirie
aquí y tomar tantas precaucitjues contra el tío Sar:tiagfi, sin duda que era un fimiliar de la casa. ¿A
qué hora precisa se introdujo aquí? ¿Por la tarde?
¿.'M anochecer? No fíuedo decirlo .. í/n ser tan conocedor de ¡as cosas v d¿ los seres de estepabelón ha debido penetrar en el Cuarto Amarillo á su ho>a.
—Sin embargo, no ha podido entrar cuando había
gente en el laboratorio, exclamó el Sr. de Marquet,
—¡Y qué sabemos, señor mío!, contestó Larsán.
Hubo la comida en el laboratorio, el movimiento
ocasionado por el servicio,.. Hubo un experimento
de química que ha podido retener, de diez á once,
al padre, á la hija y al tío Santiago al lado de algün
hornillo..,, en ese rincón de la alta chimenea..¿Quién me dice que el asesino..., ¡un famibar, un
familiar!,., no aprovechó aquel momento para desli-¡arse hasia el Cuaj-to Amarillo, después de haber,
en el gabinetito, retirado sus zapaios?
—Muy improbable es eso, dijo el Sr. Stangerson.
— Sin duda, pero no es imposible... Por eso nO
afirmo nada. En cuanto á su salida, eso es otra cosa¿Cómo pudo huir? Lo más naturalmente del mundo.
Larsán quedó callado un rato, rato que nos pareció muy largo. Grande y muy comprensible era nuestra impaciencia.
,,
— No he entrado en el Cuarto AniariUo, sñadio
Larsán, pero imagino que han adquirido ustedes la
prueba de que no se puede salir de él sino por l<'
puerta. Por la fuerta es por donde ha salido el asesino. Ahora bien, como es imposible que la coía se»
de otra manera, así es cómo ha sido. Cometió e
crimen y salió por la puerta. ¿En qué momento? En
el momento en que le fué más fácil, en el nwmenio
en que mejor se explica su salida, tanto, que ningui''^
otra explicación puede haber. Examinemos, pues,
los «momentos» que han seguido al crimen. Hay ^
primer momento, durante el cual están ante la puef'
NúMEtiO
LA
1-494
ta, dispuestos á cerrarle el paso, el Sr. Stangerson y
el lio Santiago. Hay el segundo momento, durante
el cual, por ausentarse un momento el tío Santiago»
estaba solo el Sr. Stangerson ante la puerta. Hay el
tercer momento, durante el cual se une el portero al
Sr. Stangerson. Hay el cuarto momento, durante el
cual están delante de la puerta: ti Sr. Stangerson,
el portero, S'i mujer y el tío Santiago. Hay el quinto
momento, durante el cual es forzada la puerta é invadido el cuarto. El luoinsnio en que es más explical''€ /lí huida es aquel en que menos personas hay delante de la puerta; un momento hay en que sólo hay
Una: cuando queda solo ante ¡a puerta el Sr. Stangerson, á menos de admitir la complicidad de silencio
del tío Santiago, cosa en que no creo, pues el tío
Santiago no habría salido del pabellón para ir áexaniinar la ventana del Cuarto Amarillo, de haber visto
abrirse la puerta y salir el asesino. De modo, fues,
'/líe la puerta no se ha abierto sino ante el Sr. Strtngerson solo, y el hombre salió. Al deci.' esto, forzoEO
nos es admitir que el Sr. Stangerson teniu poderosas
razones para no detener ó no hacer detener al asesino, puesto que lo ha dejado ganar la ventana del
vestíbulo y que ha cerrado esta %'entana detrás de
él,.. Hecho esto, como estaba apunto de regresar el
tío Santiago, j'f/'a menester que hallase las (osas como
las dejo, la víctima, aunque terriblemente herida,
tuvo aún fuerza suficiente, sin duda excitada por los
ruegos de su padre, para cerrar de nuevo la puerta
del Cua'to Amarll/o con llave y con cerrojo, antes
de caer, moribunda, en el suelo .. N o sabemos quién
ha cometido el crimen; no sabemos de qué miserable son víctimas el Sr. Stangerson y su hija; pero sin
duda que ellos lo saben .. Terrible debe ser ese secreto para que no vacilara el padre en dejar á su
liija agonizante detrás de aquella puerta que ella
«lisma acababa de cerrar sobre ella, terrible para
que haya dejado escapar al asesino,.,/V/r^ no hay
otra manera decAplicar la hiáda del asesino del Cnari^ Amarillo.
El silencíoque siguióáesta explicación dramática
y luminosa tenia algo de horrible. A todos nos ape'laba el ilustte profesor, acorralado por la implaca^^^e lógica de Larsán, obligado á decirnos la verdad
d¿ su martirio ó á callarse, confesión más terrible
^ún, Vimos á aquel hombre levantarse, verdadera
estatua del dolor, y extender su mano con gesto tan
Solemne, que inclinamos la cabeza como ante el aspecto de una cosa sagrada. Entonces, con voz fuerte
yclara que pareció agolar todas sus fuerzas, pronuncio estas palabras:
—Juro, sobre la cabezada mi hija moribunda, que
•^0 me he movido de esa puerta desde el momento
^n que oí el llamamiento desesperado de Matilde;
^^ esa puerta no se ha abierto mientras quedé yo
solo en el laboratorio, y que, en fin, cuando penetramos en el Cuarto Amarillo mis tres criados y yo,
ya no estaba allí el asesino. ¡Juro que no conozco al
asesino!
¿_He de decir que, á pesar de la solemnidad de se^^jante juramento, n o creímos en la palabra del
Sr. Stangerson? Larsán acababa de hacernos entrever la verdad: no habíamos de abandonar tan pronto
aquella pista.
^ anunciarnos c-1 Sr, de Marquet que había termiado la convt'rsacii'n, y cuando nos disponíamos á
aiir del laboratorio^ el joven reportero, Pepito Kue•^elabola, se acercó al Sr. Stangerson, tomó su mano
on Sumo respeto y le oí decirle;
"—Yo le creo á usted, señor mío.
, Aquí pongo punto final á la cita que he creído deber hacer del relato del Sr. Maleine actuario del triunal de Corbeil. No necesito decir al lector que
cuanto acababa de ocurrir en el laboratorio me fué
^' e inmediatamente comunicado por Ruedelabola
^•1 persona.
XU
KL IJ.iSTÓN DE FEDERICO LAkSAN
Hasta las seis de la tarde no me dispuse á salir del
stillo llevándome el artículo que á toda prisa había
scrito mi amigo en el satoncíto que el Sr. Darzac,
ta hecho poner á nuestra disposición. Pepe se
n^edaba adormir allí, usando d é l a inexplicable hosPjtahdad que le había ofrecido el Sr. Darzac, en
to '^!Í ^' ^'"' S^^fig^fson, en aquellos tristes momer.j ' ^^scansaba tocante á las cuestiones de orden
]
estico. No obstante, quiso acompañarme hasta
stación de Epinay y mientras atravesábamos el
P^^que, m e d i j o :
j.g^~'^^''sánes, en efecto, muy hábil, y no ha desmcha "^ "^^ ^^ reputación. ¿Sabe usted de qué manera
onsegui^do dar con los zapatos del tío Santiago?..
* del sitio en donde notamos las huelfas de los
ILUSTRACIÓN A R T Í S T I C A
pasos elegantes y la desaparición de las de los zapatones, un hueco rectangular en la tierra hiímeda atestiguaba que había habido allí, recientemente, una
piedra. Larsán buscó dicha piedra, y, como no la encontrara, imaginó en seguida que había servido al
asesino para sujetar t n el fondo del estanque el calzado de que el hombre quería deshacerse. Kl policía
calculaba bien; ya lo hemos visto. No me fijé j o t n
semejante indicio; pero justo es decir que mi imaginación seguía Dlro rastro, pues por el excesivo numero de falsos testimonios de su paso dejados por el asesiii'í y por la medida de los pasos negros que coincidían con la medida de los del tío Santiago, tomados
por mí, sin que él lo sospechara, Eobre el piso del
Cuarto Amarillo, j a tenía yo la evidencia de que el
asesino había querido hacer recatr las sospechas sobre el viejo criado. Lo cual me permitió decir á
éste, si bien recuerda usted, que, puesto que había
sido hallada u r a boina t n aquel cuarto fatal, dicha
boina debía pareceise á la suja, como también me
permitió hacerle una descripción del pañuelo en todo
semejante al que le vi yo utilizar. Hasta aquí, estamos conformes Laisán y yo; pero ya r.o lo estamos
en lo demás, LO CUAL VA X SER •JT^RRUILE, pues ca-
mina de buena fe hacia un eiror que habré de combatir con nada...
600
—¡Mi bastón], exclamó,..
—¿Ha olvidado usted su bastón?, preguntó Pepe.
—Sí, contestó el policía... Lo he dejado junto a!
árbol...
Y nos dejó diciéndonos que volvía en seguida...
—¿Se ha fijado usted en el bastón de Larsán?, me
preguntó el reportero cuando estuvimos solos. Es un
bastón nuevecito que no le he visto basta ahora.,,
Parece tenerle mucho cariño..., r o ;e stf aia de él...
Diríase que teme que caiga en manos extrañas... Hasta la fecha, nunca he visto á Larsán con bastón...
¿Dónde ha hallado ese bastón? No es natural que
un hambre que nuíua lleva bastón, no dé ya un pase
sin bastón, ¡i lah del crimen del Glandier... El día
de nueitra llegada al castillo, tan pronto como nos
vio guardó su reloj en el bolsillo y recogió del suelo
su bastón, aeción á la que quizá hice mal fn no dar importancia.
Ahora estábamos fuera del parque; Pepe no decía
nada... Ciertamente que seguía pensando en el bastón
de Larsán; me lo probó cuando, al bajar la cuesta de
Epinay, me dijo:
— Federico Larsán llegó al Glandier antes que yo;
comenzó sus pesquisas antes que yo; ha tenido tiempo suficiente para saber cosas que vo no si:... ¿Dónde
ha encontrado ese bastón?..
Y añadió:
—Es probable que su sospecha, más que su sospecha su razonamiento, que tan directamente atañe
á Roberto Darzac, esté robustecido por algo palpable
que él palpa, y que yo no palpo... ¿Sería ese bastón?..
¿Dónde demonios ha dado con ese bastón?..
En Epinay tuvimos que esperar veinte minutos el
tren y entramos en un cafetín. Casi en seguida, se
abría de nuevo la puerta detrás de nosotros, y entraba Federico Larsán, blandiendo el famoso bastón...
—¡Lo encontré!, nos dijo riéndose.
Los tres nos sentamos á una mesa. Pepe no cesaba
de mirar el bastón; tan absorto estaba que no advirtió una seña que hizo Larsán á un empleado del ferrocarril, un jovenzuelo con una barbilla rubia mal
peinada. El empleado se levantó, pagó lo que había
tomado, saludó y salió. Ni yo mismo hubiera dado
importancia á aquella seña, de no haberla recordado
días después, al reaparecer el de la barbilla rubia en
uno de los minutos más trágicos de este relato. Entonces supe que el tal era un agente de Larsán, encargado por éste de vigilar las idas y venidas de los
viajeros en la estación de Epinay-sur-Orge, pues nada
descuidaba Larsán de cuanto creía poder serle litil;
Miré á Ruedelabola.
—¿Usted con bastón, D. Federico? ¿Desde cuándo?.., hasta ahora siempre le había yo visto pasearse
con las manos en los bolsillos...
— Es un regalo, contestó el policía.
—¿Reciente?, insistió Pepe,
—Y tanto; como que me lo han hecho en Londres.,.
—Cierto, que acaba usted de llegar de Londres,
D. í'ederico .. ¿Permite usted que vea de cerca ese
bastón?
—Con mucho gusto.
Larsán dio el bastón. Era éste un largo trozo de
bambú amarillo con puño en forma de pico de cuervo y adornado con un anillo de oro.
Pepe lo examinaba minuciosamente,
— Pues es el caso, dijo con zumba, que le han
regalado en Londres un bastón fabricado en Francia...
—Es posible, contestó Larsán imperturbable.
—Lea usted la marca, aquí, en letras minúsculas:
«Cassette, ó bis, Opera...»
Larsán objetó;
—¿No hay franceses que hacen lavar su ropa sucia
en Londres?.. Pues lo mismo pueden los ingleses
comprar sus bastones en París...
Pepe devolvió el bastón. Al dejarme en n^i compartimiento, me dijo:
—¿Ha apuntado usted las señas en su memoria?
^ S í «Cassette, 6 bis, Opera...» Cuente usted conmigo, mañana recibirá usted carta mía.
E n efecto, aquella misma noche, veía yo, en París,
al Sr. Cassette, dueño de una tienda de bastones y
paraguas; y después le escribía yo á mi amigo:
«Un hombre cuyas señas son, sin duda alguna,
las de D. Roberto Darzac, la misma estatura, ligeramente encorvado, idéntica barba, abrigo amarillento,
sombrero hongo, vino, la noche misma del crimen, á
las ocho de la noche, á comprar un bastón idéntico
al que nos interesa. Hace des años que el Sr. Cassette no ha vendido otro igual. El bastón de Larsán
es nuevo; de modo que en efecto se trata del que le
hemos visto. No es él quien lo ha comprado, pues
estaba entonces en Londres. Como usted, creo que lo
ha hallado en algún sitio 710 lejano del Sr. Darzac...
Me sorprendió el tono profundamente grave con
que pronunció mi amigo estas iiltimas palabra?.
Repitió aún:
—¡Sí, TEREiLiLE, TKiílíiiuE!.. Mas, ¿puedc llamarse combatir con nada á combatir eon la Idea?
En aquel momento pasábamos detrás del castillo.
Había cerrado la noche. Una ventana; en el primer
piso, estaba entreabierla; dejaba paso á cicria claridad, asf como á algunos ruidos que fijaron nuestra
atención. Nos adelantamos hasta llegar á la rincc nada de unapuerla que se hallaba bajo la ventana. Con
una palabra pronunciada en voz taja, Ruedelabola
me hizo comprender que aquella ventana daba al
cuarto de la señorita Stangerson. I-os tuidcs que nos
habían detenido se callaron, y luego se repitieicnun
momento. Eran gemidos ahogados... Sólo tres palabras llegaban distintamente á r c s d r c s : /Mipobre
Roberto! Pepe, poniendo su mano sobre mi hombro,
me dijo al oído:
— Si pudiéramos saber lo que se está diciendo en
ese cuarto, pronto terminarían mis pesquisas.
Miró en torno suyo; la sombra de la noche nos envolvía; no alcanzábamos á ver más lejos que el pradiilo cercado de árboles que detrás del castillo se
extendía. De nuevo habían cesado los ge mides.
—Ya que no podemos oír, prosiguió Pepe, tratemos siquiera de ver...
Y me llevó haciéndome seña de que ahogara mis
jiasos, a! otro lado del pradillo, hasta el pálido tronco de un robusto abedul cuya línea blanca se destacaba de las tinieblas. Dicho abedul se alzaba enfrente
de la ventana que nos interesaba, y sus primeras ramas llegaban casi á la altura del primer piso del castillo. Desde lo alto de aquellas ramas podía ciertamente verse lo que ocurría en el cuarto de la señorita
Stangerson; y tal era por cierto el pensamiento de
Ruedelabola, pues, recomendándome que no dijera
una palabra, abrazó el tronco con sus jóvenes y vigorosos brazos, y trepó. A poco se perdió entre las
ramas, y reinó gran silencio.
Allá, frente á mí, la entreabierta ventana seguía
alumbrada. Ninguna sombra vi pasar por aquella claridad. Por encima de mí, el árbol seguía silencioso.
De repente, mi oído percibió, en el árbol estas palabras:
—¡Después de ustedL.
—¡Después de usted, se lo ruego!.
Gente hablaba, allá arriba, por encima de mi cabeza; dos personas se decían palabras corteses; y, ¡cuál
no fué mi asombro al ver aparecer, sobre la lisa columna del árbol, dos formas humanas que á poco tocaron el suelo! ¡Ruedelabola había subido solo, y
bajaba acompañado!
—¡Buenas noches, Sr. Sainclair!
Era Federico Larsán... El policía ocupaba ya aquel
puesto de observación cuando creía mi amigo ser
único en ocuparlo,.. Por cierto que ni uno ni otro
dedicaron atención alguna á mi estrañeza. Creí comprender que, desde lo alto de su observaiorio, habían
asistido á una escena llena de ternura y de desesperación entre Matilde, tendida en su cama, y el señor
Darzac arrodillado junto á la cabecera. Cada uno de
los dos hombres paiecía deducir conclusiones diferentes. Fácil era comprender que semejante escena
había producido marcado efecto en el ánimo de Pepe, en favor del Sr. Darzac, en tanto que, en el de
Larsán, semejantes demostraciones eran indicio de
refinada hipocresía hábilmente disimulada.
Cuando ya estábamos cerra de la verja del parque,
I
Larsán nos detuvo:
(Se continuará.)
L A ILUSTRACIÓN ARTÍSTICA
534
VALENCIA.—FIESTA
DE LAS GRUPAS.—CARRERAS
D E JOYAS.—JUEGOS
NÚMERO
1.494
FLORALES
La fiesta de las grupas celebrada el día i / d e l corona que lucía en su parte superior; en lo alto, un tas aplausos. Al pasar por delante del Jurado el lanactual ha sido indudablemente una de las mejores templete; á los lados, dos grandes cuernos de la do en que iba la centenaria María Pedros, el preside cuantas se han efectuado durante la feria de Va- abundancia, con gran cantidad de flores y fruta?, y dente de la comisión organizadora de la fiesta ade-
T e r o s r premio.—Dolores Sanchis y
G r u p a d e niQoa p r e m i a d a
Ricardo Llácer. (Fotografía de F . Moya.)
(De folografia de F. Moya.)
so de belleza, y José Ferrándiz,
niciones que cubrían las caballede Aldaya; 3.° Lola Sanchis y
rías, formaban un conjunto magníRicardo Llácer, de Valencia; 4fico y pintoresco y una espléndida
Vicenta Esteva Carratalá y Marianota de color.
no Miquel, de Torrente; 5." M^"
Abrían la comitiva varias parejas
ría Tordera Cútala y Gerardo Cáde la guardia municipal montada,
tala, de Torrente; ú." Margarita
precediendo á un heraldo, jinete
Alandi Andreu y Francisco Leren brioso caballo y que vestía un
ma, de Torrente; 7.° Josefa R e '
rico traje del siglo xviii y empugües y José Regües, niños, de
ñaba un artístico estandarte; iban
Valencia; 8.° Carmen Lópe¿ Vadetrás las grupas, entre las que ha
lero y Vicente Escribano, niños,
bía varias de niños, y al final un
de Valencia; 9.° Amparo Orliz y
lando ocupado por el alcalde de
Francisco Cátala, niños, de ToTorrente Sr. Babiera y por la cen- ^ ^ c e n t e n a r i a M a r i a P e d r o s , d e T o r r e n t e , q u e c u e n t a 1 0 3 a n o e y c o n c u r r i ó
rrente;
10." Felicidad Casado y
tenaria de aquella población María ^ l a s fiestas d e l a s g r u p a s y d e l a s c a r r e r a s d e j o y a s . (De fotografía de V. Barbera,)
Salvador Redondo, de Chiva; 11-^
Pedros, que cuenta 103 años de
Antonio Redondo, de Chiva; taedad y vestía el traje de labradora. Cerraba la mar- algunos pebeteros; en las gradas y en el templete, María Redondo y
quín Lacalle, de Chiva; 13.° t ' ° ^
cha una magnífica carroza alegórica, cuya dirección había sentadas nueve bellisimas señoritas que lucían María Pérez y Joa
rentina Tarazona y Benjamín Martí, de Tórrenle;
había corrido á cargo del Sr. Romero Orozco; for- ricos trajes de labradoras.
y Luis Pérez, de Aldaya; 15."Mamábanla una amplia escalinata rematada por el escuLa comitiva recorrió las principales calles de la 14." Teresa Rubio Castell, de Alacüas; 16." Andrea
ría
Ruiz
y
Manuel
do de Valencia, becho de flores, lo mismo que la ciudad, siendo en todas partes acogida con entusias-
NÚMERO
1.494
LA
ILUSTRACIÓN ARTÍSTICA
535
Lahoz y Enrique Roi'g, de Valencia; 17.° Carmen con mazas, pasando á ocupar la presidencia de hoMarti y Gerardo Martí, de Torrente; 18." Avelina nor el alcalde accidental Sr, Ibáñez Rizo, quien tenía
Terol (í Ismael García, de Torrente; y 19." Gumer- á su derecha al presidente accidental del «Rat Pesinda Terol y Julio Andreu, de Torrente.
También se entregaron bonitos abanicos á Concepción Segarra Chuliá, Elvira Babiera y Desamparados Ferrer que con el alcalde de Torrente ocupaban el coche en que iba la centenaria María Pedros.
Efectuáronse luego las típicas carreras de joyas, en
las que tomaron parte seis corredores, siendo todos
ellos muy aplaudidos.
Tres días después, celebróse con gran pumpa en
D.
•
ENRIÍJUE ALBBROLA,
D.
S A N T I A Í - . O CeJíBiÁN,
D.
p o e t a premiado con la flor n a t u r a l
Presidente de la sociedad <Lo Rat P e n a l »
ñorita D." Pilar Monterdey Diez de Mogrovejo que,
acompañada de pajes y valencianas vestidas á la antigua usanza, pasó á ocupar el trono y quedó proclamada reina de la fiesta entre los entusiastas aplausos
de la concurrencia. Los naturales encantos de la
señorita Monterde estaban realzados por un hermoso
traje de raso blancOj con túnica de encaje de oro y
cenefa de perlas, y por ricas y artísticas joyas.
Leída por el Sr. Guillen Engo la poesía premiada,
que fué muy aplaudida, procedióse á la adjudicación
de los demás premios, que obtuvieron los señores
Ventura Rodríguez, Masifern, Bonet Alcantarilla,
_
. '
ANICETO ALCALÁ ZAMOR/Í,
m a n t e n e d o r de los J u e g o s Florales
Valencia.—Juegos Pioralea organieadoB por «Lo Rat Penat.s—La reina de la fiesta, Srta. D." Pilar Monterde y Diez de Mogrovejo,
en
^l Salón de Actos de la Exposición Nacional la poé^ica fiesta de los Juegos Florales organizada por el
^K-at Penat.» En el fondo del amplio estrado elevábase UQ artístico trono de flores hábilmente dispuesto por el notable artista D. Cebrián Mezquita y al
•íue servía de fondo un rico tapiz.
A los acordes de una marchaj entró en el salón,
"íue presentaba un aspecto brillantísimo, la comitiva
"oficial presidida por el Ayuntamiento en corporación
HU t r o n o . (De fotografías d e V. Barbera Masip.)
nat,)> Ü. Enrique Alberola, y á su izquierda el teniente de alcalde Sr. Viciano.
Después de un elocuente discurso del Sr. Alberola, el secretario del consistorio dió lectura al dictamen del Jurado, resultando premiado con la flor natural el joven poeta D. Santiago Cebrián. En nombre
de éste y por delegación expresa del mismo, recibió
de manos del Alcalde la simbólica rosa el Sr. Alberola, quien la ofreció á la distinguida y bellísima se-
HISTORIA UNIVERSAL
DICCIONARIO de las lenguas española y francesa comparadas
Redactado con presencia de los de laa Academias Eapañola y Francesa, Bescherdle, Liltri,
Salva y los últimam«Ete publicados, por D. NEMBBIO F B R S Í S D B Z CDBSTA. - Contiene 1»
«ignificaciÓD de todas laa palabras de ambas lenguas; vocea antiguas; neologiamos; etimologias; términos de cieacias, artes y oficios; frasea, proverbios, reíranís é idiotismos, asi
como el uso familiar de las voces y la pronunciación figurada.—Cuatro tomos; 66 pesetas,
M o n t a n e r y Simón, editores.-Aragón, 355, BARCELONA
fe^
^
^ ^ ^ a
^ t o ^ ^ H H
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^ ^ ^ ^ m ^ ^ ^ m
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Armengol, Marti Grajales, Sanchis Civera, Lleonarte,0rtÍ2 Gamundi, Cebrián (Luis), Muga, Carchano,
Ciutavi, Benttez, Paredes Nebot, Sarthou, Jiménez
Fayos, Zapater Esteva, Canet, Pascual Beltrán, Escoín y Kuiz Esteve.
Puso término al acto un hermosísimo discurso del
mantenedor Sr. Alcalá Zamora en loor de Valencia,
de la reina de la fiesta, de la poesía, de la fe, de la
patria y del amor.—P,
ESCRITA PAKCIALMKNTE POfc VEINTIDÓS PROFISORES ALEMANES
BAIO LA DIRBCCIÓlí DEL SABIO HISTORIÓGRAFO G U I L L E R M O O N C K E N
Consta de i6 tomos con grabados intercalados y una numerosa colección de
Uminas cromolitograáadas, mapas, planos, fiícsfmiles, etc.
Se vende i 320 pesetas el ejemplar ricamente encuadernado con tapas alegóricas, pagadas en doce platos mensuales. — M O N T A N E R V S I M Ó N , E D I T O R E S .
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53Ó
L A ILUSTRACIÓN
LA
ARTÍSTICA
NÚMERO
G R A N R E V I S T A N A V A L I N G L E S A Q U E P A S Ó E L R E Y J O R G E V E N T O R B A Y , E N 26 D E J U L I O
1494
ÚLTIMO
Terminadas las grandes maniobras navales difpucilas por el I LotidreS'Manches.ler, efecluó hermoEas evolucienes sobre les i aplaudido por el numeroso púVilico que llenaba los muellfis
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pudieran asistir, como asistían, en años anteriores, los representantes de [a prensa, á quienes se invitaba oficialmente. ElAlmirantazgo ha querido mantener el secreto más ahsnlulo
sobre los problemas estratégicos que en ellas queifa dilucidar; así es que muy poco se sabe de lo que tales maniobras han
sido. Sábese únicamente que luchaban dos partidos, el partido rojü ó inglés, al mando del almirante Guillermo May, el
afortunado vencedor de las maniobras de tgcC, y el partido
azul 6 enemigo, á las órdenes del almiíanle Edgardo Poé; y
que las maniobras terminaron con un reñidísimo combate fin
el que la flota azal, que se había preparado con el mayor si•X^-'^'
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gilo, fué sorprendida de noche y cuando se apercibía á iniciar
el ataque, por !a iiota roja, que había ido enterándoie de lodos sus preparativos y movimientos, viéndose vigorosamerlc
rechazada y teniendo que rendirse.
Ambas Antas se han portado admirablemente y apatte de
las enseñanzas que para los marinos ingleses puedan deducirse de las maniobras, para las demás naciones resulta pleramente demostrado que hoy por hoy la supremacía naval del
mundo está en Inglaterra y que no es fácü, dados el patriolismo y la riqueza de aquel pueblo, que tal supremacía le sea
por ahora ni en mucho tiempo arrebatada.
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Los buques de la escuadra haciendo salvas
al paso del y a t e real «Victoria a n d Albert»
principales flotas que pasean e] pabellón de Inglaterra por
los mares de Europa, todos los buques se concentraron en
Tor Bay y fueron revistados el día 26 de [ulio último por Su
Majestad el rey Jorge V que, acompañado de su augusta esposa, iba en el yate real Vicio)-ia and Ail'erí.
El espectículo fué grandioso, pues nunca se habían visto
juntas ia.nlas y tan poderosas naves de guerra; en efecto,
allí estaban las flotas del Mediterráneo y del Atlántico, con
sus escuadras de cruceros; las tres primeras divisiones de la
ílotametropolitana, la primera y segunda flotilla de contratorpederos V ana sección de submarinos, entre ellos los del
último modelo D. — i cuya aparición ha despertado el mayor interés, formando un total de 130 unidades.
El número de buques de combate en alta mar elevábase
á 67, de los cuales 42 eran acorazados y 25 cruceros acorazados, con 970 cañones de grueso y mediano calibre y un
desplazimiento, en conjunto, de ooo 000 toneladas. De los
acorazados, 10 eran del ti00 Dreadnoaght,
Al día siguiente, todas aquellas escuadras practicaron
maniobras en presencia del rey Jorge V, que se había embarcado en el D-tadnsngkt.
Durante estas maniobras, el notable aviaior inglés Grabara Wliite, el afamado competidor de Paulhán en el vuelo
El aviador inglés O-raham Wh.ite volando encima de l a s escuadras durante l a s maniobras
(De fotografías comunicadas por Carlos Trampus.)
.!.*
Las
Personas que conoceu las
DEL.
no titubean en purgarse, cuando lo necesitan.
No temen el asco niel cansancio,porque, contra
Jo que sucede con los demás purgantes, este no
obra bien sino cuando se toma con buenos alimentos
y bebidas íortifícantes, cual el vino, el café, el té.
Cada cual escoge, para purgarse, la bora y la
comida que mas le convienen, según sus ocupaciones. Como el cansancio que la purga
ocasiona queda completamente anulado por
el efecto de la buena alimentación
empleada, uno se decide fácilmente
Á volver á empezar cuantas
veces sea necesario.
Las Auténticas
6 I_.©clio G a n d - A B
pura 6 rnuolada con «gua, disipa
DOCTOR
DEHAUT
de M E D I C I N A d « FABtS
^LA LECHE ANTEFÉLICA^
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DICCIONARIO
de l a s l e n g u a s e s p a ñ o l a y ñ-anoesa
por NEMESIO FERNÁNDEZ CÍJESTA
Cuatro tomos encuadernados: 6 6 pesetas
MONTANER Y SIMÓN, EDITORES
Quedan reservados los der«chos de propiedad artística y literaria
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DB MONTANER y SJMÓN
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