EL ORDEN CULTURAL LOS COMPONENTES DEL SISTEMA CULTURAL Y SUS RELACIONES CON EL MEDIO LA POBLACIÓN La población es, sin duda, el primer hecho de la cultura. El avance histórico sobre el manejo del ecosistema se refleja en el hecho de una población humana creciente. Esto lo podemos observar recordando algunos datos. Durante el largo período del hombre cazador, la población se mantuvo relativamente estacionaria. El control poblacional tenía que ser drástico, dentro de una economía de caza y recolección. El infanticidio era la estrategia más utilizada, con el objeto de no rebasar una densidad aproximada de 1.5 habitantes por milla cuadrada. La revolución tecnológica del neolítico trajo consigo la posibilidad de aumentar enormemente la densidad poblacional. Los restos encontrados en el relativamente corto neolítico superan con mucho los escasos restos de prolongado paleolítico. En América, el cultivo del maíz, la yuca y la papa principalmente, posibilitaron la expansión y densificación de la población en casi todos los rincones del Continente. A la llegada de los europeos, América contaba aproximadamente con una población de 90 millones de habitantes. Una vez alcanzado el límite del desarrollo neolítico, la población permanece relativamente estable durante el último milenio, hasta la revolución industrial. Vamos a concentrarnos en la preocupación ambiental durante este último período. Las preocupaciones El vertiginoso crecimiento de la población impulsado por el desarrollo moderno ha sido uno de los principales factores que han inducido a la reflexión ambiental. El malthusianismo está en el origen de las preocupaciones ambientales. La pregunta que se hacía el economista inglés Malthus a finales del siglo XVIII era si los recursos necesarios para la subsistencia humana podían crecer al mismo ritmo que la población. El era francamente pesimista al respecto, sobre todo después de que el primer censo inglés de 1803 puso en evidencia el vertiginoso crecimiento poblacional. Malthus pretendía defender los intereses de una civilización aristocrática y propendía por medidas elitistas, basándose en el principio de la libre competencia. Según él, la regulación de la población humana debería dejarse al libre juego del sistema productivo, analizado algunos años antes por Smith. Por esta razón, Malthus rechazaba las "Leyes de Pobres", que la Corona Inglesa acababa de expedir, por medio de las cuales se protegía con recursos del Estado la miseria que empezaba a acumularse en las grandes ciudades. El malthusianismo reaparece de vez en cuando, sobre todo en los momentos cruciales de explosión demográfica. Uno de estos momentos coincidió con la toma de conciencia de la crisis ambiental moderna y por ello no es de extrañar que la preocupación por el crecimiento poblacional haya acompañado el nacimiento de la reflexión ambiental. En 1968, Ehrlich publicó uno de los libros que sirvieron de base a la reflexión ambiental de los años sesenta y cuyo título ya era de por sí explosivo: "La bomba poblacional". Los documentos propiamente ambientales que empiezan a gestarse a finales de los años sesenta y que van a presidir la atmósfera de las discusiones de Estocolmo, incorporan como una de las variables el tema poblacional. El primer informe de esta naturaleza, que se inscribe entre los testamentos escatológicos del pensamiento ambiental, es el primer informe del Club de Roma, titulado "Los Limites del Crecimiento", elaborado por el Instituto Tecnológico de Massachusset (MIT). El Informe incluye el factor poblacional en el modelo interpretativo elaborado sobre los trabajos previos de Forrester. La conclusión del Informe se puede resumir en el siguiente párrafo: "Estamos convencidos de que la presión demográfica en el mundo ha alcanzado un nivel tan elevado y una distribución tan desigual, que tan sólo este problema debe obligar a la Humanidad a buscar el estado de equilibrio del planeta...El crecimiento de la población se acerca al punto crítico, si es que no lo hemos alcanzado ya... Dado el acervo finito y declinante de los recursos no renovables y el espacio limitado del planeta, debemos aceptar el principio de que el creciente número de habitantes acabará por conducir a un nivel de vida inferior y a una problemática más compleja. Por otra parte, la estabilización del crecimiento demográfico no pondría en peligro ningún valor fundamental humano" Los trabajos posteriores, como el Informe al Presidente Carter o el Informe Brundtland de la Comisión de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo, titulado "Nuestro Futuro Común", han seguido incorporando la variable poblacional, como uno de los factores decisorios de una supuesta catástrofe ambiental. El Informe al Presidente Carter, titulado "El Mundo en el año 2000" y preparado por el Consejo sobre la Calidad Ambiental concluye su vasto y amenazador estudio con estas palabras: "Quizás los problemas más inquietantes son los que se refieren a que el incremento demográfico y la pobreza conducirán a graves reducciones a largo plazo en la productividad de los sistemas de recursos naturales renovables". (Barney, 1977). Citaremos, a modo de ejemplo final, la conclusión del Informe de la Comisión Brundtland, "Nuestro Futuro Común". "En muchas partes del mundo, la población está creciendo a ratas que no pueden ser mantenidas por la disponibilidad de los recursos del ambiente, a ratas que están saltando por encima de cualquier expectativa razonable que permita proveer de casa, salud, seguridad y energía." (Brundtland, 1987) El tema demográfico no está por tanto ausente de la formación de la conciencia ambiental. Ello no significa, sin embargo, que se haya planteado siempre desde un acertado modelo ambiental de interpretación. La perspectiva ambiental, en efecto, apenas está encontrando sus propios modelos de análisis. El problema El crecimiento poblacional es, sin duda y tomado en sí mismo, sin necesidad de entrar en otras consideraciones, uno de lo mayores problemas ambientales del mundo moderno. Vimos antes lo que significa este hecho y allí se pueden estudiar los datos que configuran esta amenaza. Podemos resumirlos brevemente. El desarrollo moderno trajo consigo un rápido crecimiento de la población europea desde finales del siglo XVIII. Con los procesos de colonización y de expansión del desarrollo, el crecimiento poblacional se extiende durante el siglo XX, a todo el planeta. Este crecimiento sin embargo, se ve acelerado de manera vertiginosa desde la segunda guerra mundial. En la primera mitad del siglo XX, la población mundial creció a una rata promedio de 0.8 %. Desde 1950 hemos venido creciendo en promedios cercanos al 2.0 % Sin embargo, a diferencia de las épocas anteriores, el crecimiento poblacional de la segunda mitad del presente siglo es un fenómeno casi exclusivamente del llamado "mundo en desarrollo". El 85 % de la población excedente desde 1950, ha nacido en los países pobres, por debajo del trópico de Cáncer. En esta forma, el 80 % de la población mundial a final del siglo XX está situada en los países subdesarrollados. El segundo fenómeno que se analizaba tenía que ver con la densificación del poblamiento, o sea, con los procesos de urbanización. Igualmente en la escena del crecimiento urbano, los países pobres son de nuevo los protagonistas. Desde 1980 hasta el año dos mil, la población urbana de estos países se aumentará en más de mil millones de habitantes. En el año dos mil los países pobres tuvieron más de 280 ciudades por encima de un millón de habitantes, contra 155 en los países desarrollados y más de sesenta ciudades con más de cuatro millones de habitantes, contra 25 en los países industrializados. Los hechos, por lo tanto, son contundentes. La población humana ha venido creciendo en este siglo a un ritmo vertiginoso. Este hecho, considerado desde la perspectiva ambiental significa una presión igualmente creciente sobre los recursos de la tierra. Malthus y los malthusianos, por lo tanto, tienen razón al preocuparse por el crecimiento desmedido, tanto del número de habitantes, como de su densificación en los grandes centros urbanos. Pero en la época moderna tiene un signo todavía más preocupante y es que la población está creciendo en los países con menos potencial de desarrollo. Las Explicaciones Aunque los hechos sean contundentes, las explicaciones ambientales no lo son, tal como lo vimos en la primera parte. Vimos cómo la población de cada una de las especies está regulada tanto por la energía que proviene de los niveles inferiores de la escala trófica, como por la predación. Una especie puede multiplicarse tanto cuanto le permite el nivel alimentario inmediatamente inferior y los niveles superiores de predación. Ello significa simplemente que una especie no puede exceder la acumulación energética almacenada en los niveles inferiores y su crecimiento excesivo es controlado por la predación de los niveles superiores. Como lo expresa Odum, la regulación de la población es una función del ecosistema. La especie humana, al escaparse a las leyes que regulan los nichos ecológicos, se escapa a las regulaciones que el ecosistema ejerce sobre la población. A través del manejo científico y tecnológico puede aumentar para sí la producción neta del ecosistema. Ello le permite aglomerarse en las grandes megalópolis modernas o en las ciudades comerciales de la antigüedad. El límite de la población coincide con el límite de su desarrollo tecnológico y con las exigencias sociales de la producción material. No es posible, como lo propone Odum, aplicarle en forma mecánica la ley de Aller, según la cual, tanto el exceso como la falta de agregación podrían ser limitativos. El crecimiento poblacional de la especie humana depende de la Plataforma Cultural. Entre los recursos y el hombre se interpone esa "segunda naturaleza" constituida por la Plataforma Instrumental que actúa como elemento mediador en las relaciones entre la cultura y el ecosistema. La relación cultura-ecosistema se hace cada vez más mediata, cada vez menos construida por las leyes de la "espontaneidad" ecosistémica. La "selección" poblacional tiene ya muy poco de "natural" en el sentido que le atribuyó Malthus y la biología darwiniana. El paradigma tecnológico actual permite un elevado crecimiento poblacional. Sin embargo, este elevado crecimiento está igualmente posibilitado por un sistema de organización social y un mundo simbólico. Sin embargo, los límites de la población humana no se pueden medir solamente desde la cultura. Tiene también limitantes externos que provienen del ecosistema, lo que ha dado en llamarse "la oferta natural" o la capacidad de carga del medio físico-biótico. El concepto de capacidad de carga es, sin embargo, muy limitado y no se puede aplicar de manera mecánica a los sistemas tecnológicos. Lo que se quiere hacer comprender es que los límites poblacionales humanos no coinciden con los límites impuestos por el ecosistema a la población animal. Los límites inmediatos de la población humana coinciden con los límites de su tecnología y de las exigencias de las relaciones productivas, sociales, al igual que a su mundo simbólico. Por su parte, la Plataforma Instrumental a su vez tiene límites físicos que la obligan a transformarse, pero el limitante inmediato es siempre la base tecnológica, social y simbólica. Desafortunadamente estas relaciones complejas entre ecosistema, tecnología, relaciones sociales y mundo simbólico han sido muy poco manejadas por los demógrafos o por los científicos sociales. Los cálculos de la población humana no deberían realizarse, por tanto, contando exclusivamente a los individuos de ésta especie, sino su desarrollo de la Plataforma Instrumental y su capacidad para someter o domesticar las otras especies. El hombre consume para sí, pero también transforma el equilibrio de las especies, privilegiando a los animales y plantas que ha logrado domesticar. La población total del hombre debería estar acompañada con el cálculo de sus animales domesticados. Si la densidad del hombre en la actualidad es aproximadamente de un habitante por cuatro hectáreas, con los animales domésticos esta densidad aumenta a un organismo por 0.7 hectáreas. Si la población humana se duplica, difícilmente se podrá seguir alimentando de carne vacuna. El conflicto de la dieta cárnica está en el origen de muchos de los cambios sociales e ideológicos de la historia del hombre, como lo muestra Harris. El cálculo de los niveles óptimos de población depende en gran parte del conocimiento que se adquiera sobre los límites de equilibrio de los ecosistemas y de su capacidad para recibir subsidios tecnológicos. Es muy poco lo que se ha avanzado en la construcción de modelos para medir estos límites, pero de ellos depende en gran parte la solución a los problemas ambientales. Al mismo tiempo, los límites tecnológicos dependen de las formas como el hombre se organiza socialmente en la producción y del mundo simbólico que cohesiona la Plataforma Instrumental. Sería importante incorporar estos criterios ambientales en el análisis de la población humana. El equilibrio poblacional no se da solamente con base en los soportes biológicos de la reproducción, ni tampoco en las características socioeconómicas de las formaciones culturales. Es indispensable articular al hombre a sus bases terrenas. La relativa independencia alcanzada por el desarrollo de la técnica no significa que el hombre pueda aumentar indefinidamente su población o ampliar en forma ilimitada los márgenes de equilibrio de los sistemas vivos. Significa sólo que mientras más complejas sea la plataforma tecnológica, el efecto sobre el medio es menos visible en forma inmediata, pero puede ser más desastroso. Desde el punto de vista ambiental la población no puede considerarse con base en un cálculo exclusivamente cuantitativo. Un habitante de Estados Unidos consume siete veces la energía de un latinoamericano y varias veces más la de un habitante de la India o de Africa. Los niveles de consumo se corresponden con los niveles de producción. La producción o el consumo de substancias tóxicas para el ambiente está concentrada por encima del trópico de Cáncer. Podría decirse que desde el punto de vista ambiental esta tiene el mismo impacto si nace o muere un norteamericano o siete latinoamericanos. Esta sobredosis en la explotación de los recursos naturales y en la producción de contaminantes se empieza a llamar en el lenguaje político, "deuda ecológica". Los países del Tercer Mundo, asfixiados por la deuda económica, han inventado este nuevo término para descargar su inmensa insatisfacción ante las condiciones de un Orden Económico Internacional que no les permite satisfacer sus necesidades básicas. Tienen que disminuir su población, para no sobrevivir en condiciones de hambre, siendo así que la producción mundial de granos daría para alimentar suficientemente a toda la población del planeta.