Recuerda y saborea los textos 1.- “Así dice Yahveh, tu creador, Jacob, tu plasmador, Israel. «No temas, que yo te he rescatado, te he llamado por tu nombre. Tú eres mío. Si pasas por las aguas, yo estoy contigo, si por los ríos, no te anegarán. Si andas por el fuego, no te quemarás, ni la llama prenderá en ti. Porque yo soy Yahveh tu Dios, el Santo de Israel, tu salvador....dado que eres preciosa a mis ojos, eres estimada, y yo te amo. No temas, que yo estoy contigo. Pero dice Sión: «Yahveh me ha abandonado, el Señor me ha olvidado.» - ¿Acaso olvida una mujer a su niño de pecho, sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues aunque ésas se llegasen a olvidar, yo no te olvido. Míralo, en las palmas de mis manos te tengo tatuada. (Isaías 43, 1-7; 49, 14-15) 2.- “Cuando Israel era niño, yo le amé, y de Egipto llamé a mi hijo. Cuanto más los llamaba, más se alejaban de mí: a los Baales sacrificaban, y a los ídolos ofrecían incienso. Yo enseñé a Efraím a caminar, tomándole por los brazos, pero ellos no conocieron que yo cuidaba de ellos. Con cuerdas humanas los atraía, con lazos de amor, y era para ellos como los que alzan a un niño contra su mejilla, me inclinaba hacia él y le daba de comer. (Os 11, 1-4) 3.- “Humillémonos y obedezcamos, conformémonos con el querer de Dios en tres puntos de apoyo para subir la escala de la perfección. Porque es humilde quien reconociendo ser miserable criatura, no ve en sí más que imperfecciones y peligros y teme, con temor santo, hacerse indigna de su Dios y Creador... Es obediente quien acatando los altos juicios del Omnipotente, sabe caer de rodillas... y como El se haga obediente, ...que tiene por premio la unión con Cristo nuestro bien. Feliz el alma que esto logra, porque aún cuando ella tenga dentro de sí gran guerra, rendida en todo a la voluntad de Dios encuéntrase en estado de gran merecimiento, como lo vemos en tantos santos y santas a quienes el Señor probó en la tribulación. Procuremos nosotras esta unión con la oración, la mortificación y los ejercicios espirituales, para que nuestros pensamientos, nuestros gustos, nuestro querer mismo, estén puestos en Cristo de tal modo, que podamos exclamar con San Pablo: "vivo yo, mas ya no yo, que vive Cristo en mi". Si así fuere, si cada una de nosotras mereciera esta merced, nuestra amada Congregación sería un plantel de almas justas y el Señor se complacería en morar en nosotras y en regalarnos con sus gracias y bendiciones. De nosotras depende... (M. Carmen. Carta del 15 de octubre de 1.900) 4. - El ascensor divino ¡Qué diferentes son los caminos por los que lleva el Señor a las almas! Yo siempre he deseado ser santa. Pero, ¡ay!, cuando me he comparado con los santos, siempre he comprobado que hay entre ellos y yo la misma diferencia que existe entre una montaña cuya cumbre se pierde en el cielo y el grano de oscura arena hollado bajo los pies de los caminantes. Pero en vez de desanimarme, me he dicho a mí misma: Dios no puede inspirar deseos irrealizables, por lo tanto, a pesar de mi pequeñez, puedo aspirar a la santidad. Estamos en un siglo de inventos. Ahora no hay que tomarse ya el trabajo de subir los peldaños de una escalera: en las casas de los ricos, un ascensor la suple ventajosamente. Yo quisiera también encontrar un ascensor para elevarme hasta Jesús, pues soy demasiado pequeña para subir la dura escalera de la perfección. Entonces busqué en los Libros Sagrados algún indicio del ascensor, objeto de mi deseo, y leí estas palabras salidas de la boca de la Sabiduría eterna: El que sea pequeñito, que venga a mí. Y entonces fui, adivinando que había encontrado lo que buscaba. Y queriendo saber, Dios mío, lo que harías con el pequeñito que respondiese a tu llamada, continué mi búsqueda, y he aquí lo que encontré: “Como una madre acaricia a su hijo, así os consolaré yo; os llevaré en mis brazos y sobre mis rodillas os meceré”. ¡Ay, nunca palabras más tiernas ni más melodiosas alegraron mi alma! ¡El ascensor que ha de elevarme hasta el cielo son tus brazos, Jesús! Y para eso, no necesito crecer; al contrario, tengo que seguir siendo pequeña, tengo que empequeñecerme más y más. Tú, Dios mío, has rebasado mi esperanza, y yo quiero cantar tus misericordias: «Me instruiste desde mi juventud, y hasta hoy relato tus maravillas, y las seguiré publicando hasta mi edad más avanzada. (Santa Teresita. Historia de un alma) 5.- Una anécdota… Un místico musulmán preguntaba un día a sus discípulos en qué consistía el verdadero temor de Dios. Ellos respondieron: En «amar a Dios». El maestro movió la cabeza y dijo: -«No, al menos no en el sentido en que de ordinario se da a la expresión "amar a Dios”. Y añadió mirándoles muy fijamente: -Quien dice «yo amo a Dios» está todavía bajo los efectos del miedo. Vosotros debéis decir: «Yo creo firmemente que Dios me arna». Ese es el verdadero temor de Dios. PROPUESTA DE TRABAJO PERSONAL: 1. Busca un lugar cómodo para la contemplación. 2. Recuerda tres experiencia o incidentes –uno en tu infancia, otro de tu adolescencia y otro de tu vida adulta- que te hayan hecho sentirte abatida, herida y humillada. Describe con el detalle que puedas el incidente en sí, pero especialmente lo que sentiste en ese momento... 3. En tu momento presente, ¿sientes que estás en lucha, que tu relación con Dios es difícil? 4. ¿Luchas contigo misma o con Dios? 5. Mirando con paz tu vida, intenta dejar hablar a todo tu ser a partir del siguiente cuadro. SÍNTOMAS DE LUCHA CONMIGO MISMA SÍNTOMAS DE LUCHA CON DIOS Nota: Esta hoja es una ayuda, pero lo importante es lo que tú vives ahora, lo que tú quieras hacer ahora. No se trata tanto de pensar como de contemplar dentro de ti misma...algo que ahora mismo te bulle dentro. Entretente y no lo dejes pasar. Ahí te está esperando Dios. Tus oídos han escuchado cosas, pero es tu corazón el más importante. PARA COMPARTIR: 1. El texto que más te ha llegado al corazón... ¿Por qué? 2. El Dios con el que te relacionas todos los días... en los de luz y en los de oscuridad..., en la paz y en la lucha...