R. GArcía Argüelles, L. Gutiérrez, C. Riestra

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HOMENAJE A LINO GUTIÉRREZ, CÉSAR RIESTRA Y
RAMÓN ARGÜELLES.
Solía decir el P. Eulalio, cuando le íbamos con nuestros pequeños
problemas, que la vida es difícil, triste, dura y complicada, pero
hasta cierto punto. Y, seguidamente, daba una de aquellas
rapidísimas media-vueltas, dejando que nosotros solos
afrontáramos la solución de la dificultad. Yo creo que la
vocación fuertemente intelectual que caracteriza a los dominicos
desde primera hora, ya en el s. XIII, dio a la orden una cierta
dureza que se nos transmitió a todos los que procedemos de éste y
otros colegios de Sto. Domingo. Carácter intelectual del talante
religioso de la orden y también innovador, dado que nace como
grupo religioso vinculado a la Universidad y a la vida urbana en
el s. XIII. Aquí no se andaba con pamplinas. Cuando el P.
Salazar puso de rodillas a Baudín y fue a encontrarlo, después,
cien metros más lejos, no valió la disculpa del alumno: ¡Oiga, que
me desplacé de rodillas, sin ponerme de pie!. Y ese carácter se
transmitió a la generalidad de los profesores, también a los laicos,
ya que años después, D. Manuel Llaneza, profesor de Física y
Química decía, cuando sacaba a un alumno a dar la lección: “Si
no lo sabe, no improvise, se sienta, le ponemos un cero y tan
amigos”.
En aquel ambiente, de una innegable dureza, propia de las
privaciones de los años cincuenta, y también del carácter de la
Orden de Predicadores, desde hace más de siete siglos, se forjan
unas relaciones de convivencia y amistad que gracias,
especialmente a Ramón García Argüelles, a Lino Gutiérrez y a
Cesar Riestra llegan hasta hoy.
¡Los viejos amigos! Siempre se ha elogiado la amistad añeja,
antigua, comparándola con los buenos vinos. Queridos amigos:
Lino, Riestra y Argüelles, con otros compañeros, han contribuido
a convertir esta vieja amistad con nuestro colegio, con los
antiguos alumnos, con los antiguos profesores, en una relación, de
tan consolidado afecto, que, siguiendo con el ejemplo de los
vinos, yo no dudo en calificar de Gran Reserva. Un proverbio
oriental, pero también en el Eclesiastés, nos recuerda: “ No
abandones al amigo antiguo, el nuevo no valdrá lo que aquel”. Y
también: “El amigo nuevo es como el vino nuevo; vamos a dejar
que se haga añejo, y entonces se beberá con deleite”. Pero esta
apelación al pasado no es para quedarnos en él, ya que la vida
mira siempre al futuro, y nuestra vinculación al Colegio aspira a
que la colaboración que podemos tener los antiguos alumnos –
gracias a personas como Lino, Argüelles y Riestra- sirva también
al Colegio actual. Hay una transitividad, por la cual, nuestra
vinculación al Colegio de hace muchos años, nos une al centro
escolar actual que tiene continuidad con el que nosotros vivimos.
Si la niñez es la patria de todo hombre (Rilke) y cada uno es de
donde hizo su bachiller, venimos aquí, cada año, a nuestra Itaca, a
coger nuevas fuerzas a rejuvenecer el ánimo, en contacto con el
viejo y el nuevo Colegio, como en el mito de Anteo.
Cada vez que había lectura de notas, decía el P. Eulalio como
Rector: “Mis queridos alumnos yo quisiera que estudiaseis más y
os portarais mejor”.
Y, poco después, “Están suspensos en conducta los alumnos
siguientes. Estos señores no roban ni matan, pero tienen todos los
demás vicios”. ¿Todo como hoy? No exactamente: cuando el P.
Salazar encontró a Baudín, cien metros más allá de donde lo había
ubicado de rodillas, le aplicó un remedio nada retórico, de
acuerdo con los usos de aquellos tiempos, tan distintos a los
actuales. Hoy ningún profesor se atrevería a emplear la famosa
frase del P. Cesar, cuando había algún problema con la semántica
y no encontrábamos una forma latina en el diccionario: “El
diccionario soy yo, hombre, el diccionario soy yo”. Hoy los
profesores nos conformaríamos con que la generalidad de los
alumnos leyera. Y no seríamos tan rigurosos como fue el P.
Antonio Díaz con Daniel Muñiz Barreda, cuando encontró a éste
leyendo un TBO a la luz del escaparate de la tienda de Gontán.
“Vamos, hombre vamos: Ya te daré yo Capitán Trueno...”. Estos
26 años de reuniones anuales de los antiguos alumnos del Colegio
Sto. Domingo de Oviedo, y que permiten ahora, constituir una
Asociación Cultural, que de cauce a unas actividades que tengan
continuidad, se deben, sobre todo, a estos tres compañeros.
Durante muchos años, recibíamos puntualmente la invitación de
Argüelles, recordándonos esta fecha; aunque muchos no
contestábamos, Ramón adivinaba nuestro pensamiento y sabía
cuántos cubiertos debía encargar. En la Gruta recibíamos ya la
convocatoria del año siguiente, con un calendario realizado por
Riestra (que fue internacional en fútbol como Motorín), que
comenzaba y que comienza: He de recordar que el día......”Ese
día lo tengo comprometido con mis antiguos compañeros”. Lino
se convirtió, para todos nosotros, en un compañero, tan respetado
como si fuera un patriarca de la Biblia, desde el primer día que
llegó al colegio y contestó en latín en la clase de filosofía con el
P. Avelino. Aquello causó tanta impresión en los compañeros
que, desde entonces, y hace ya de esto cerca del medio siglo, le
tenemos un afecto y un respeto enormes.
A Cesar Riestra, a Lino Gutiérrez y a Ramón García Argüelles
nuestro reconocimiento y la vieja amistad de todos, añeja y sana,
como los buenos vinos.
Como dice una canción escocesa:
¿Podrán olvidarse los viejos amigos
y dejarse perder su recuerdo?
¿Podrán olvidarse los viejos amigos
y borrarse el recuerdo del tiempo pasado?
No olvidaremos nunca a los que se fueron. No olvidamos a los
que están. La respuesta a esta canción está en la convocatoria
anual de Riestra: Para el 15 de diciembre de 2001 “Ese día lo
tengo comprometido con mis antiguos compañeros”.
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