Colección Monográfica INFLUENCIA DE LA CHINA COMUNISTA EN AFRICA JOSE LUIS G O M E Z TELLO INSTITUTO DE ESTUDIOS AFRICANOS CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES MADRID, 1967 CIENTIFICAS ítfSTlTÚTÓ DE ESTÚDIOS José Luis Gómez AFRICADO S Tello INFLUENCIA DE LA CHINA C O M U N I S T A EN A F R I C A Conferencia pronunciada en el Salón de Actos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas el día 14 de enero de 1966 CONSEJO SUPERIOR. DE INVESTIGACIONES CIENTIFICAS MADRID 1967 Influencia de la China Comunista en Africa Señoras y señores: En dos meses del año último se produjeron cuatro golpes de fuerza en Africa, tres de ellos en quince días (1). Los hechos del Congo exbelga, de Dahomey, de la República Centroafricana y del Alto Volta pueden encerrar muchas enseñanzas, pero una de ellas, y no de las menores, es que resulta inútil a estas alturas seguir discutiendo bizantinamente, como durante largos años se hizo, si existe o no un peligro comunista en Africa, si hay o no una conspiración comunista, china o sivética, o ambas a la vez y en competencia, para apoderarse de Africa. Los protagonistas de tres de estos golpes de fuerza, el general Soglo, el teniente coronel Lamizana y el coronel Bokassa, se han encargado de confirmar lo que tantas veces se denunció a esos jóvenes e inexperimentados países, sin que quienes debieran haber combatido el peligro se encargaran de hacerlo. Uno de los primeros actos del nuevo gobierno de Dahomey fue romper las relaciones con la China comunista y expulsar al numeroso personal de treinta y un funcionarios de su embajada. Pero hay un hecho todavía más revelador. Los autores de estos tres golpes de fuerza han franqueado, evidentemente, las sacrosantas normas de la democracia, han destituido o encarcelado a presidentes y ministros y disuelto los respectivos Parlamentos. Es decir, han contraído todos los méritos para que Wàshington descargara sobre sus cabezas y sus rudos uniformes (1) Al día siguiente se registraba una nueva intentona en Nigeria, con el asesinato del jefe del Gobierno federal, el ministro de Hacienda y dos jefes de gobierno. 4 JOSÉ LUIS GÓMEZ TELLO de soldados los rayos de la ira democrática. Sin embargo, en Wàshington se ha hecho la asombrosa declaración de que los nuevos regímenes militares representaban un factor de estabilidad. Para que en Norteamérica se haga tal confesión, tienen que haber cambiado allí muchos las ideas que se tenían sobre el Continente africano y su situación real, hasta el punto de cerrar los ojos a la violación de las reglas democráticas ante la existencia de una gravísima amenaza comunista, patente y de hecho. Si a pesar de ello es preciso combatir e insistir sobre el problema, se debe a que una larga experiencia nos enseña que una vez pasado el peligro comunista inminente, el sistema democrático, que es naturalmente panglossiano y optimista sobre la condición humana y la politiva, olvida pronto el riesgo, ignora la eventual resurrección del peligro y recae en su crítica contra lo que se denomina despectivamente el "anticomunismo sistemático". Como si para combatir contra la sistemática subversión no hiciera falta una ideología no menos sistemática. Sí. ¿Qué no existe tal peligro? Es viejo, muy viejo. El comunismo se apoderó del poder en Rusia en 1917, y sólo dos años más tarde, en el Congreso de la Internacional Comunista de mayo de 1919, ya estaba lanzada por Lenin la consigna con estas palabras : "Esclavos coloniales de Africa y de Asia, la hora de la dictadura proletaria en Europa sonará para vosotros como la hora de la liberación". Y un año más tarde, en el H Congreso de la Internacional Comunista, el agitador indio Roy será más explícito sobre su objetivo económico: "Las colonias constituyen uno de los principales recursos del capitalismo europeo. Sin la posesión de los grandes mercados y de los grandes territorios, de la explotación de las colonias, las potencias capitalistas no podrán mantenerse largo tiempo. Por otra parte, siendo la plusvalía obtenida por la explotación de las colonias uno de los apoyos del capitalismo moderno, mientras que esta fuente de beneficios no sea suprimida, será difícil a la clase obrera vencer al capitalismo. Sólo la eliminación por la revolución proletaria de la potencia colonial de Europa derribará al capitalismo occidental. La revolución proletaria y la revolución de las colonias deben, pues, concurrir al resultado victorioso de la lucha." . Si este ."argot" marxista se traduce al lenguaje corriente y simplista que todos podemos entender, lo que se dice aquí está muy claro. Europa, el mundo occidental, la Civilización occidental ha nacido de sus empresas en Continentes a los que ha llevado la civilización, cuyas riquezas dormidas ha puesto en utilización, no sólo para su beneficio, sino también en beneficio de los indígenas. Rompiendo esta colaboración, el mundo occidental, la Civilización occidental, no podrá mantenerse largo cr ÍNPLÜÉÑCIA DÉ LA CHINA COMUNISTA EN ÁFRICA tiempo. Y, a la vez, la supresión de esta relación económica (y de todo orden) representará una disminución del nivel de vida de las naciones europeas, el paro, la asfixia económica, y, por consiguiente, la creación de las condiciones que harán posible y sólo así la bolchevización dei proletariado europeo, la revolución comunista en Europa. Como la declaración iba dirigida sobre todo a las muchedumbres africanas y asiáticas, a éstas se les dice que su liberación depende de la implantación del comunismo en Europa. No se les dice que habrá tal liberación, sino simplemente la sustitución de la presencia de Europa en sus territorios por la esclavización de la Unión Soviética y en nuestros días de China. En un momento de lucidez, algunos de los actuales dirigentes nacionalistas africanos han lanzado el grito de alarma: "Lo que se quiere es convertir a Africa en un territorio poblado por doscientos millones de chinos". Ese podrá ser un objetivo más lejano, aunque la emigración del excedente demográfico chino está prevista por los planificadores de Pekín. Por el momento, el golpe primero va dirigido contra las naciones europeas. Tenemos un ejemplo muy típico. Cuando en 1961 se concedió la independencia a Tanganika, llamó la atención la extraordinaria importancia que Pekín concedía al nuevo país "libre". El corresponsal de la agencia de prensa comunista "China nueva", Kao Liang, permaneció un mes entero en este territorio con ocasión de las fiestas de la independencia, y escribió: "La declaración de la independencia de Tanganika ha abierto las puertas a la resurrección de las estrechas y amistosas relaciones entre los pueblos de China y Tanganika". El primer acto consistió en abrir una embajada enormemente numerosa en Dar-es-Salaam, así como una filial de la agencia informativa del gobierno chino. Y el secretario del partido en el poder, Msonge, no fue menos entusiasta: "Nos dicen que China está muy lejos de aquí, pero está muy cerca... Nuestras relaciones se remontan a hace varios siglos y nuestros fines, en un pasado reciente, han sido los mismos. Debemos renovar nuestras relaciones económicas y reunimos a menudo para conocernos mejor." Todo esto era un sofisma, porque no existieron tales relaciones en el pasado y las recientes se habían limitado sencillamente a la implantación de un millar de comerciantes chinos. Pero el interés súbito sentido en Pekín por Tanganika era de orden estratégico. Tanganika estaba destinada a convertirse en el bastión comunista del Africa oriental y en la plataforma o base china de penetración en otros países africanos. La sorprendente revolución que estalló en Zanzíbar y se propagó en forma indirecta a Tanganika, la aparición del Estado de Tanzania —unión ÍÓSÉ LUIS GÓMfeZ TÉLLO de Tanganika y Zanzíbar— como primer país completamente comunista de Africa, no fue, pues, un hecho casual, debido al azar. Y no lo es tampoco que en Dar-es-Salaam se encuentren hoy los campamentos de preparación militar de guerrilleros con destino a los movimientos llamados de liberación de otros territorios africanos. Los recientes sucesos de la República Centroafricana indican que un golpe parecido iba a efectuarse en Bangui. La expulsión de los chinos, que tanto parece haber extrañado a las delicadas conciencias progresistas y a quienes hablan en favor de China, está más que justificada. El golpe del coronel Bakassa se produjo sólo unos días antes de un intento de asalto al poder por los elementos maniobrados por Pekín. Un llamado "Ejército Popular Centroafricano", encuadrado por chinos o centroafricanos partidarios de Pekín, con armamento suministrado por China, se disponía a asesinar a los jefes militares, y eventualmente, al presidente de la República, Dacko, se encontraba ya en formación. El campo de adiestramiento terrorista de estas milicias populares se encontraba instalado en la finca del diputado Samba, y en el Estado Mayor de tal "Ejército" figuraban, entre otros personajes, el jefe del gabinete político del presidente Dacko, que había efectuado recientemente un viaje a China, y el jefe de los servicios de seguridad del Estado, que había efectuado una hábil "desinformación". Las características del golpe son, pues, muy semejantes a las del que estalló en Indonesia. Se comprende que el presidente de Madagascar haya denunciado la política de subversión que sigue en Africa la China comunista. Pero Isiranana, que es un hombre equilibrado, comete un error al afirmar optimistamente que semejantes sucesos no podrían producirse allí porque el pueblo malgache no quiere el desorden. No se trata de preferir o no el desorden ni de la voluntad de paz de los pueblos, porque la acción comunista se dirige a crear el desorden a todo trance, sin que le importe el deseo de un pueblo y de un país. Dios proteja a los ingenuos, aunque no puede proteger a los imbéciles y cómplices. No se trata de creer en la bondad de la naturaleza humana, sino de saber cómo ha de responderse a una acción, a un plan, a una conspiración que va dirigida a la conquista del Continente africano. Y éste es un problema que nos afecta a nosotros, europeos, porque somos, geográfica y estratégicamente, vecinos y solidarios de Africa, y porque el plan comunista, chino o soviético, o ambos a la vez, ya que su objetivo final es el mismo, está dirigido contra Europa más que contra Africa. Hasta 1962, la acción comunista en el Continente negro era monopo- 1 lizada casi exclusivamente por la Unión Soviética, mediante la formación de cuadros dirigentes en las escuelas de agitación de Praga, Varsovia, Leipzig y Bernau, cerca de Berlín oriental. El dirigente alemán Harr Warnke ya señaló que la misión de estos cuadros consistía en preparar la lucha anticolonial, convertirse en "vanguardia de la clase trabajadora africana", a la vez que se marcaban las tres fases por las que debía pasar la revolución antes de lograr "el verdadero socialismo". Primera, trabajo con la burguesía; segunda, cese de esta cooperación, y tercera, conquista por los comunistas de la dirección y control del poder. Este esquema simplista, pero adaptado rigurosamente a los principios del marxismo-leninismo respecto a las colonias y a los países en vías de desarrollo, ¿es válido para Africa? De hecho, responde a las ideas que había desarrollado el doctor Potekhin, especialista soviético en cuestiones africanas y al que se deben las bases ideológicas de la política soviética en el Continente africano. En un folleto titulado "Africa mira al futuro", editado por el Instituto Africano de la Academia de Ciencias de la Unión Soviética, expuso una serie de principios en los que se encuentran los fundamentos de lo que iba a ser esta política, con sus ventajas y sus fracasos. El fallo fundamental radica en que, según la teoría marxista leninista, antes de la implantación del socialismo los países tienen que pasar por una etapa de desarrollo capitalista. Esto resulta muy difícilmente admisible en pueblos cuya estructura tribal impide la conciencia de un verdadero Estado, y cuya economía no reúne condiciones para la concentración capitalista, ni siquiera cuando se encuentran bajo la administración de países europeos. Hay excepciones como, por ejemplo, el Congo ex-belga, que fue elegido por la Unión Soviética para un ensayo en gran escala de las teorías de Potekhin, con un resultado completamente opuesto al que se proponían obtener: no sólo la masa del país no reaccionó de acuerdo con los principios del marxismo científico, sino que en los grandes grupos que respondieron al llamamiento del agente soviético Patricio Lumumba, se excitaron esos sentimientos tribales, de mística hechicera y de barbarie primitiva que desbordaron todos los esquemas preparados en Moscú y desprestigiaron para largo tiempo al comunismo. La consecuencia fue un movimiento de condena de la influencia comunista, tanto en la versión soviética como en la china, y la consolidación de la influencia de los países occidentales a través de los dirigentes más moderados y lógicamente anticomunistas. La Unión Soviética tardó cinco años en deducir las consecuencias del ftJFLUÉNCIÁ DÉ LA CtílNA CÓMÚNISTA EN ÁFRlCÁ 7 JOSÉ LUIS GÓMEZ TELLO error cometido con el lumumbismo y en iniciar una política más prudente y cautelosa, aunque no menos amenazadora para el mundo occidental. El error radicaba en que Potekhin había pensado casi exclusivamente en los escasos núcleos de proletariado industrial africano, en el factor explosivo que podía suponer la presencia de influencias económicas extranjeras, en la captación de la pequeña burguesía nacionalista, y en el espejismo de los intelectuales a su servicio. Todos estos factores, evidentemente, pueden, bien manejados, hacer pasar a los países africanos jóvenes a la influencia soviética. Pero sólo a condición de operar con mucho tacto, de conocer la psicología africana y de no despertar la suspicacia de que se va a reemplazar la influencia occidental por la soviética. En los países en que Moscú, por circunstancias especiales o la habilidad de sus embajadores y agentes, ha tenido en cuenta estos hechos, la implantación soviética se ha hecho efectiva, aunque no pueda hablarse de Estados comunistas. El ejemplo más típico es Ghana. La serie de alternativas prosoviéticas y antisoviéticas de Guinea también ilustra sobre las reacciones de los dirigentes africanos a los errores rusos. Y de hecho, los soviéticos han cometido cinco errores en Africa: han subestimado la fuerza del nacionalismo africano y su intuición política; han transformado su ayuda económica en operaciones de prestigio para algunos dirigentes, pero sin beneficio real para las masas; han querido asegurarse el control de la economía de los jóvenes países africanos, mediante la planificación elaborada por misiones técnicas que pensaban en el comunismo mundial y no en las necesidades de las poblaciones locales; han enviado técnicos que no podían conocer a fondo la mentalidad africana; y han utilizado mal y con ignorancia de las realidades humanas su sistema de formación de cuadros y dirigentes mediante el adoctrinamiento político en las escuelas del bloque socialista. Pero estos errores no son sino la consecuencia misma del sistema comunista, que tiene que actuar así, o dejaría de ser comunista. Los comunistas chinos, que descubrieron un poco más tarde Africa, aprovecharon estas lecciones. En vez de basar casi exclusivamente su acción sobre los cuadros dirigentes y tratar de aplicar allí los esquemas clásicos del socialismo científico, su acción se centró sobre las grandes masas y de acuerdo con un principio racial, bastante fácilmente asimilable por estas poblaciones. El Continente negro, con su mal tejida estructura social, con sus multitudes inflamables y con su situación geográfica apareció a los ojos de Pekín como el terreno ideal para aplicar la consigna de Mao Tse Tung: "La guerra constituye al forma suprema INFLUENCIA Í>E LA CHINA COMUNISTA EN ÁFRICA 9 de la lucha para arreglar las diferencias entre las clases, las naciones, los estados y los grupos políticos". Esta lucha está dirigida contra el mundo occidental. Pekín, dadas las relaciones económicas de Europa con Africa y la posición del Continente negro sobre la geografía respecto a nuestra Civilización, considera a Africa sólo como una plataforma para el gran salto, y ha llegado a la conclusión de que reduciéndola a un estado caótico de revueltas, de hambre y de anarquía Africa les será más útil como instrumento contra el mundo libre que mediante su conversión en un bloque planificado según el sistema marxista, camino demasiado largo y probablemente imposible de seguir dada la mentalidad africana. La expulsión de los blancos será más factible gracias a esta anarquía —como sucedió en el Congo—, que por la simple socialización económica, a la que a veces se suma el capitalismo, sin grandes escrúpulos. Por otra parte, el sistema soviético implica un esfuerzo físico y una coacción de las masas, mientras que el lenguaje chino dista mucho de reclamar tal aplicación al trabajo, y se despliega en cambio como un sugestivo panorama de promesas. Lo que los emisarios de China les repiten a las masas africanas no puede ser más elemental: El modelo de la revolución china es el que mejor conviene a los africanos porque tienen las mismas raíces y el mismo pasado. Los pueblos africanos y los pueblos asiáticos han partido de las mismas condiciones de retraso y de colonialismo. En las condiciones actuales, tiene el mismo enemigo: el imperialismo y el colonialismo. Los objetivos del movimiento revolucionario chino se ajustan perfectamente a los del movimiento revolucionario africano: la independencia nacional y el progreso social. Es fácil imaginar el efecto que tales fórmulas simplistas y engañadoras producen en las muchedumbres africanas. En muy poco tiempo, la acción china fue desalojando a la influencia soviética que se había iniciado en forma organizada en la primavera de 1960 con la llegada a Guinea de Daniel Solod, un especialista africano que antes había pasado por El Cairo. Los chinos, además, utilizan el factor "religioso" o "mágico", que tanto impresiona a los africanos. Pero es una magia de nuevo modelo. La hechicería económica, la magia de las cifras, los ídolos de sus realizaciones materiales. Los agitadores chinos les hablan de esas toneladas de acero y cemento, de esos ferrocarriles que cruzan todo el Continente, de esos pantanos que almacenan toda la energía eléctrica, de esas montañas 10 JOSÍ LUIS GÓMEZ TELLO de cemento sobre las que insiste su propaganda. Es el gran milagro del comunismo chino. Les afirman que ellos podrán obtener iguales resultados haciéndose comunistas. No importa que esas estadísticas sean falsas. ¿No creyó Occidente durante mucho tiempo en los éxitos supuestos de los altos hornos familiares de China? ¿No dijo una vez Stalin que las estadísticas deben ser "un arma de la lucha de clases"? La ilusión óptica basta para atraerse a la muchedumbre, a la que se hace desfilar por exposiciones —siempre la misma— que se desplazan de un rincón a otro de Africa, y en las que se venden productos un 30 o un 40 por 100 más baratos que los occidentales, aunque nadie ignora la escasez de que sufre China y el terrible esfuerzo y privaciones que se exigen a la población y a los obreros. Pero eso no se les dice, naturalmente, a los africanos. Los agitadores chinos le presentan tales productos como la imagen del mundo feliz que ellos han construido y les ofrecen la fácil conquista de un paraíso stmejante sólo con un cambio de ídolo. En vez de los trozos de madera de la selva deben adorar a una estrella de cinco puntas. En lugar de los hechiceros, deben seguir las murmurantes palabras de los magos recién llegados de Pekín. El hecho, tantas veces relatado, de los terroristas del Congo o de Angola lanzándose contra las ametralladoras y afirmando que se sentían inmunes ante las balas, advierte que los marxistas no dejan de explotar, a pesar de sus pretensiones cientifistas, este aspecto de la humanidad africana. En cualquier país del mundo se sabe que una nueva industria china es el producto del trabajo esclavista de las masas chinas, de la copia de modelos occidentales y de la ayuda técnica y económica de los propios occidentales y de los soviéticos. Para los africanos sólo es el producto de una magia nueva y poderosa que se llama el comunismo. Esta terrible realidad hay que tenerla en cuenta porque lo que parece una tontería indecible, un absurdo, no lo es tanto a juzgar por los resultados. Y, en definitiva, ¿qué opone el mundo occidental a esto, sino otra magia, otra hechicería, otros ídolos? Para combatir al comunismo, les occidentales les dicen a los pueblos africanos que adoren la democracia, que sigan a sus magos parlamentarios y escuchen los murmullos de sus sacerdotes en un templo en medio de la selva política que se llama el Parlamento. Y, entonces, también se producirá el milagro del pan, del acero y de la prosperidad. Absurdo. Pero cierto. La gravedad del peligro comunista no radica en sus efectivos. Según el Departamento de Estado norteamericano, en todo el gran triángulo continental africano no hay más que 12.500 militantes efectivos perte- INFLUENCIA Í>E LA CHINA COMUNISTA EN ÁFRICA 11 necientes a diez partidos comunistas que existen en otros tantos países. Argelia cuenta con cinco mil quinientos, que es la cifra más alta, el Sudán, con dos mil quinientos, Marruecos con mil doscientos cincuenta, Túnez con mil, la República Arabe Unida con otros mil, y en la Unión Sudafricana existen unos ochocientos. En el frío análisis elaborado en despachos lejanos, ateniéndose generalmente a la honesta convicción de que la regla del número y de la mayoría es la que decide el destino de los pueblos, tales cifras pueden parecer ridiculas para justificar que se hable de la existencia de un peligro comunista. Y de aquí, entre otrascosas, la tendencia negativa a asociar los movimientos convulsivos del Africa nueva con la gran conspiración comunista. Claro que se olvida que el núcleo inicial del partido comunista chino estaba formado sólo por siete hombres, que los comunistas eran sólo unas docenas cuando se apoderaron de Albania, no llegan al millar de afiliados en Rumania, habían perdido las elecciones en Checoeslovaquia en vísperas de apoderarse del poder, y, ejemplo máximo, no pasaban de veinticinco mil en Rusia en vísperas de la revolución de octubre. Si el comunismo, si la amenaza comunista fuera calibrada únicamente según esta ley del número, Lenin habría muerto de aburrimiento en Suiza y Fidel Castro estaría aún en Sierra Maestra, en vez de haber convertido su isla en una plataforma de las bases de cohetes soviéticos apuntados hacia Florida. Si los datos del Departamento de Estado son ciertos —y en cuestión de cifras Wàshington no suele equivocarse— y si nos atuviéramos sólo a ios números, resultaría que en toda Africa sólo serían comunistas o implicarían un peligro comunista estos países, mientras que el resto dé las naciones africanas no lo serían, ya que en ellas no existen partidos comunistas. La realidad nos dice lo contrario. En Ghana, Guinea o Tanzania, donde "oficialmente" no hay partido comunista, el peligro es hoy mayor que en Túnez o Marruecos. El país africano que más próximo estuvo a punto de caer bajo el control de la Unión Soviética o China fue el Congo ex-belga, pero no por obra de un comunista con carnet del partido, sino gracias, primero a Patricio Lumumba —que había sido recibido en la Casa Blanca como "mesías" del Africa descolonizada y hoy tiene una estatua en Moscú, donde se ha dado su nombre a una escuela de preparación marxista—, y más tarde por obra de sus seguidores, que ensangrentaron Stankevilld, sin ser tampoco oficialmente miembros del partido. El problema es mucho más complicado y la estrategia comunista 12 JOSÉ LUIS GÓMEZ TELLO mucho más hábil y sutil como para reducir la cuestión que se nos plantea a una cuestión de efectivos. i Objetivamente, Africa es un mundo propicio como pocos a caer bajo el control del comunismo en cuanto sean expulsadas de él las minorías europeas que, ayer, y todavía hoy, en formas distintas, apuntalan sus desplomantes estructuras. El rigor marxista y la apariencia científica del comunismo polarizado en Moscú le ha impuesto la sujeción al dogma de Carlos Marx y de Lenin según el cual la revolución comunista sólo puede ser obra del proletariado industrial, y que en los países colonias o recién salidos de la colonización hay que pasar a través de la etapa de los movimientos nacionalistas, dirigidos por la pequeña burguesía liberal. Tal es la razón de la prudencia con que Moscú maniobra en Africa, prefiriendo entenderse con regímenes progresistas, en quienes ve sus mejores colaboradores, y ayudarles en esta primera etapa a preparar la atmósfera revolucionaria y la creación del "lumpenproletariat", que luego les servirá para acometer la verdadera revolución marxista. En esos partidos, en esa burguesía y en esas naciones progresistas o socialistas disponen ya de elementos propios, militantes o infiltrados. Es el caso, por ejemplo, del Partido de la Convención del Pueblo, de Ghana, del Movimiento de la Juventud, de Togo, de las ramificaciones por todo el Africa ex-francesa de la Unión Democrática de Defensa de los Intereses de Africa, sin contar con personalidades que se declaran abiertamente marxistas teóricos, y de la mayoría de dirigentes de esos países que se denominan sin excepción socialistas, agregando en algunos casos el confuso adjetivo de "africano". Moscú aplica su esfuerzo, en esta etapa en los países más desarrollados, donde ya existe el embrión de un proletariado con minorías conscientemente marxistas, pero a las que los comunistas soviéticos abandonan a la clandestinidad o a la persecución que realizan los dirigentes del nacionalismo burgués porque este último les es más útil por el momento. No hacen falta muchos ejemplos: esta táctica está en la memoria de todos. El caso de Argelia es muy revelador. Ben Bella, proclamado y condecorado Héroe de la Unión Soviética por Moscú, y que tenia el apoyo del partido comunista argelino, fue eliminado por el coronel Bumedian en un golpe de fuerza no muy claro en su objetivo final, pero cuyos móviles parecen responder a una cierta lógica. La marxistización de Argelia, en efecto, era imposible en las condiciones de lucha y ruina que siguieron la independencia. Si Ben Bella hubiera tenido experiencia no se habría obstinado en implantar el marxismo inmediatamente, probablemente porque se había formado una imagen deformada del INFLUENCIA Í>E LA CHINA COMUNISTA EN ÁFRICA 13 marxismo. El resultado, en todo caso, ha sido la regresión hacia el régimen de tipo progresista impuesto por Bumedian, que ha expulsado o perseguido a los militantes comunistas, sin que Moscú se preocupe gran cosa de Ben Bella ni de sus adeptos. El régimen progresista de Bumedian es ayudado a la vez por el capitalismo y por Moscú y durante él se preparan ya las condiciones que harán posible el comunismo, a la vez que en su forma actual sirve a la diplomacia y a la estrategia a escala mundial de la Unión Soviética. No existe contradicción. ¿Cree alguien que Moscú va a sacrificar las ventajas que obtiene por un puñado de cipayos comunistas argelinos y por los bellos ojos de Ben Bella, que además se había definido muy incierta y confusamente en la polémica ideológica entre Moscú y Pekín? Han sido sacrificados, y Bumendian ha sido recibido con todos los honores en la Unión Soviética, mientras el mundo occidental le presta ayuda en competencia con Moscú. Pero este proceso es lento, y resulta terriblemente caro a la Unión Soviética, ya que la voracidad de los progresistas y su exhuberante vanidad de pequeños burgueses les hace reclamar más dinero, más ayudas y más préstamos que devoran, construyendo Versalles negros, comprando camas de oro y Cadillacs. Además, las artificiosas estructuras de los progresistas no resisten muchas tempestades revolucionarias o autoritarias, como puede advertirse por la historia africana reciente. Por razones y analogías que no se dan con Rusia, China está mejor preparada para aprovechar las posibilidades africanas. La unidad interna de las jóvenes naciones es tan inexistente como lo era la de China, lo que ya constituye una experiencia utilizable por Pekín. El Congo exbelga, con su organización provincial y de clases no era muy distinto de China, donde hay pocas razones de solidaridad entre cantoneses y pekineses. Las masas africanas están en ebullición, y escapan al control de todo esquema elaborado en Moscú, como también escaparon las masas chinas. Después de todo, la teoría marxista según la cual la revolución es obra del proletariado industrial se reveló falsa en la misma Rusia : la revolución bolchevique tuvo por tela de fondo a un país que todavía era predominantemente agrario. Las masas de campesinos, impacientes por apoderarse de unas tierras de que serían luego desposeídos en nombre de la revolución comunista, fueron los ejércitos revolucionarios. Y la China de Mao Tse Tung ha vivido su propia experiencia, ha decantado toda la realidad africana para saber que no necesita esperarse que se den las condiciones teóricas del marxismo, sino que hay que aprovechar las condiciones actuales. No es seguro, por otra parte, que vuelvan a registrarse las ventajosas circunstancias de que el proceso 14 JOSÉ LUIS GÓMEZ TELLO de subversión comunista de un Continente coincida y se vea favorecido por el proceso llamado de descolonización que protegen los mismos países occidentales que hacen frente al comunismo en otros Continentes. Elementalmente, y en principio, la diferencia actual entre el comunismo dirigido desde Pekín y el comunismo dirigido desde Moscú radica en los métodos. A una cierta mentalidad burguesa occidental le tranquiliza el hecho aparente de que Moscú afirma su convencimiento de llegar a la victoria —es decir, al esclavismo mundial— mediante la "coexistencia pacífica", mientras Pekín considera que esto constituye una traición a la doctrina marxista. Esto, en definitiva, no pasan de ser pláticas de familia, porque, como se está viendo en el Vietnam, la Unión Soviética apoya también los movimientos de subversión armada, violentos y sangrientos creados por ella misma. Hay que lamentarlo por los inconscientes que aún creen en las palabras de los comunistas y en lo que leen en los periódicos, pero ya decía Lenin que el papel está hecho para soportar todo lo que quiera escribirse sobre él. Sin embargo, en cierto modo, puede percibirse en la subversión africana una mayor influencia china que rusa, en lo que concierne a su forma exterior violenta, de guerrillas o de complots. Esto no se debe a un choque entre los dos procedimientos, que se encuentran en competencia cordial para bolchevizar cuanto antes el Continente negro, sino a una razón de orden psicológico. Africa, y especialmente los cuadros dirigentes de sus ambiciosos partidos políticos, responden mejor a algo que ya decía Mao Tse Tung: "Desorganizad todo lo que es bueno en la zona enemiga, tratad de mezclar a los representantes de las más altas esferas dirigentes en empresas criminales, propagad la disensión y la discordia entre los ciudadanos, introducid la música sensual. Enviad mujerzuelas para completar el trabajo de decadencia. No escatiméis el dinero; mientras más dinero empleéis mayores beneficios se obtienen." No puede extrañar, releyendo estas instrucciones para descomponer un regimen —valederas, ¡ay!, para muchos países occidentales también—, que en los complots chinos descubiertos a veces, raramente, en algún país africano, los conspiradores se encuentren entre los propios ministros del gobierno, que fueron comprados por los servicios de las embajadas chinas, tan numerosas y frondosas en sus efectivos. La naturaleza primitiva, la psicología asocial y sin verdadera conciencia nacional de muchos nuevos dirigentes africanos les hace más propicios a este espíritu de descomposición sembrado por los chinos que a la temática mística, técnica o de un revolucionarismo austero que propagan los soviéticos. INFLUENCIA Í>E LA CHINA COMUNISTA EN ÁFRICA 15 Esto en lo que concierne a los cuadros dirigentes. Frente a esta regla práctica y tangible para sembrar la revolución, el formulario soviético, que se sigue ajustando a los principios estrictos de Carlos Marx, posee menos fuerza entre los no marxistas; se trata de la consideración general de que las colonias fueron explotadas por las metrópolis, argumento seductor para el nacionalismo, nunca para los dirigentes ya encaramados en el poder, que necesitan los créditos y la ayuda económica de las antiguas metrópolis —y eventualmente sus tropas, como se vio en Kenia— para sostenerse. Este argumento es válido para las masas, sobre todo cuando se las utiliza para lanzarlas al asalto, derribando a la minoría nacionalista y burguesa en el poder. Pero la consecuencia es lógica: esas minorías no están dispuestas a dejarse desalojar, se defienden, si aún las queda un poco de instinto de conservación, y reprimen la subversión popular, en nombre de la defensa contra el comunismo, como sucedió en el Congo y en otros países. En su acción sobre los dirigentes políticos, China puede sufrir fracasos, como el registrado con el aplazamiento de la conferencia afroasiática número dos, que debía celebrarse en Argelia y que fue frustrada por la caída de Ben Bella. Pero en este error hay una raíz que los chinos descubrieron pronto. Habían confiado demasiado en los dirigentes, en vez de apelar a lo que hace algún tiempo el ministro de Defensa, Lin Piao, y el miembro del Politburó y alcalde de Pekín, Peng Cheng, habían llamado "guerra del pueblo". Chu En Lai volvió a comprobar este error con el fracaso sufrido durante su viaje por Africa en junio del pasado año, en que prácticamente no pasó de Tanzania. Declaró en Dar-es-Salaam, como lo había hecho en 1961, que "en Africa existía una situación revolucionaria sumamente favorable". Pero las respuestas que le llegaron no correspondían a sus esperanzas. El gobierno de Kenya formuló una declaración de protesta, respondiendo a los propósitos revolucionarios africanos de Chu En Lai. Y el colmo fue la sorprendente declaración del primer ministro de Uganda al insinuar que había naciones que 110 se avergonzaban de ofrecer dinero a fin de establecer gobiernos africanos que obedecieran a una política dictada desde el exterior de Africa. Las acusaciones formuladas recientemente por los protagonistas de los golpes de fuerza de Dahimey, Alto Volta y República Centro africana, los descubrimientos de complots en varios otros países, en que aparecieron ministros sobornados por las embajadas chinas, permitieron precisar que esta acción había sido profunda y muy ramificada, a la vez que la intensificación de la formación de guerrilleros en las bases de adiestramiento instaladas en Dar-es-Salaam, Tanzania y el Congo ex- 16 JOSÉ LUIS GÓMEZ TELLO francés, aparte de los mandos cuya formación es completada en la propia China, acusaban que la subversión armada seguía siendo el método en que confiaba preferentemente Pekín. Y el violento discurso del ministro chino de Asuntos Exteriores, mariscal Chen Yi —Mariscal y ministro chino de Asuntos Exteriores a la vez, lo que resulta significativo— el 2y de septiembre último, fue una anticipación de estrategia revolucionaria, que se completó con el artículo de Lin Piao, ministro de Defensa, en el "Diario del Pueblo", en el que se trataba de la guerra a escala mundial y en los países subdesarrollados, es decir, los africanos, asiáticos y suramericanos. En ellos se encuentra la célebre tesis de que hay que cercar a las ciudades desde el campo, ampliación contra el mundo occidental de la "teoría completa revolucionaria" de Mao Tse Tung aplicada en la lucha de los comunistas contra el Kuomintang y los japoneses. Lo que esto significa puede explicarse con las propias palabras de Peng Cheng: "Asia, Africa y la América latina son las superficies rurales del mundo, en general, mientras que Europa y la América del Norte son sus ciudades. A fin de lograr una victoria en la revolución mundial, el proletariado debe asignar gran importancia a las revoluciones en Asia, Africa y la América Latina, es decir, la revolución en las áreas rurales del mundo." Al menos no nos podemos quejar de secreto en los planes del enemigo, porque con estas palabras, que debieran figurar en las mesas de despacho de los jefes de Estado del mundo occidental como recordatorio terrible, quedamos advertidos de que el comunismo chino ha declarado cuál es su plan de batalla. Se trata de desencadenar la subversión en esos tres Continentes, de ganarlos para la revolución comunista, dejando aislado, sitiado y sin recursos al mundo occidental. De igual modo que las ciudades necesitan los recursos del campo para vivir y privándoles de ellos tienen que rendirse por hambre, al mundo occidental se le va a sitiar, privándole de las materias primas y de los mercados de esos tres Continentes. Los expertos en materiales estratégicos podrán determinar de dónde procede el uranio preciso para el armamento atómico, podrán evaluar el tanto por ciento del cobre de las minas de Zambia y de Chile, podrán explicarnos lo que significa el perder el aluminio, la bauxita, los diamantes de Africa, el petróleo de Argelia —que controlarán mañana los soviéticos o los chinos— y de Oriente Medio. Los expertos en economía determinarán lo que significará el paso bajo control soviético o chino de los mercados africanos donde Europa vende hoy su maquinaria, sus automóviles, sus tejidos, los productos de la indus- INFLUENCIA Í>E LA CHINA COMUNISTA ENÁFRICA16 tria que deberá reducir entonces su actividad, con las consecuencias lógicas de paro obrero y con las no menos lógicas consecuencias de subversión social y extensión del comunismo. Es un círculo infernal. a esa Europa debilitada —porque la primera víctima es Europa— ¿qué defensas le quedarán? Francia e Italia, con dos fuertes partidos comunistas como "caballos de Troya" en su interior, los demás países paralizados por partidos socialistas, hacia los que ya se tienden maniobras de Frente Popular, minados por un liberalismo incapaz de reaccionar ante el peligro comunista, liberalismo que abre los diques ante la avalancha de propaganda, de literatura y de las infiltraciones comunistas, que es incapaz de reaccionar ante los agentes de Moscú titulados progresistas, en nombre de una política suicida de coexistencia pacífica, que ni es pacífica en los comunistas, sino subversiva, ni es coexistencia en los occidentales, sino espíritu de dimisión. Yo me pregunto si habrán pensado en la terrible responsabilidad que asumen los que permanecen ciegos ante estas perspectivas y Jos que favorecen la acción comunista desmoralizando las ya escasas energías del mundo occidental, el ya raquítico instinto de conservación que aún puedan quedarle a los desmedulados de Occidente. Porque estamos en guerra contra el comunismo. Y, ¡ ay del mundo occidental si se obstina en no querer enterarse! En guerra contra el comunismo, sea soviético o chino, matiz que no tiene la importancia que se le quiere atribuir. Es él quien ha lanzado su reto belicoso. Durante años y años la presa del mundo occidental nos ha martilleado la imaginación con las descripciones del "buen Krustchev", al que todavía añoran algunos. Pero fue Krustchev quien lanzó, el 6 de enero de 1961, la nueva declaración de guerra con estas palabras en que reclamaba que se acelerase el ritmo de las llamadas "guerras de liberación": "¿Existe la posibilidad de nuevas guerras similares? Sí, existe. ¿Es probable que ocurran tales sublevaciones? Sí, es probable. ¿Existe una similitud de condiciones en otros países que alcance el punto en que se desborda la copa de la paciencia popular y se recurra a las armas? Sí, tal similitud existe. ¿Cuál es la actitud de los marxistas ante tales sublevaciones? Los comunistas apoyan de todo corazón y sin reservas guerras justas de esas clases." En el lenguaje convenido del marxismo, estas palabras significaban que los comunistas seguirían inspirando, promoviendo y apoyando la subversión mundial, dándola el título de "guerras populares" y "anticolonialistas", y no hay razones para pensar que los sucesores de Krustchev se hayan apartado de esta regla de conducta, sino todo lo contra- 18 JOSÉ LUIS GÓMEZ TELLO rio. ¿Qué diferencia existe entre estas palabras y los planes chinos? La única diferencia radica en que los objetivos chinos son más concretos. Por ejemplo, cuando la revista norteamericana "Life" publicó unas declaraciones de un ministro de Tanzania parecieron fantasías. Señaló que en su país se encontraban seis mil voluntarios chinos para dirigir una vasta operación revolucionaria que se extendería por varias naciones, pensando siempre que el objetivo final estaba puesto en apoderarse de la gran plataforma de un territorio ya desarrollado, como era Africa del Sur. La acción de los terroristas africanos, armados en Tanzania, obedece a la ejecución de tal plan. Uno de los primeros golpes había de consistir en desencadenar una revolución negra en Sudán, exactamente ccmo ha sucedido. Lo que entonces parecería una fantasía se ha revelado como un plan bien meditado, puesto que el presidente Houphout Boigny, de la Costa de Marfil, acabó por denunciar que los chinos se están aprovechando de la inocente cordialidad de los pueblos africanos, y advirtió que si no se tomaban precauciones, pronto se vería un Africa china. Claro que el presidente de la Costa de Marfil se preocupa algo menos por la acción soviética, aunque ésta sea más profunda y sobre todo más ramificada desde que Moscú ordenó el reparto de tareas entre los distintos países y partidos del bloque socialista. Polonia, por ejemplo, se decide a formar a los jóvenes diplomáticos africanos, en el sentido, naturalmente, del marxismo-leninismo, y a la vez, con el envío de misiones "culturales", contribuye a adoctrinar a la inteligencia indígena. Checoeslovaquia se ocupa de la sanidad, de la enseñanza y de los medios informativos, enviando técnicos que son comunistas bien formados encargados de captar cuadros locales. Praga sigue siendo un centro de formación para los jóvenes comunistas africanos. La Alemania oriental está en mejores condiciones para actuar en el terreno industrial. ¿Que el comunismo chino y el soviético se hacen la competencia en Africa? En eso puede estarse conforme, aunque, en definitiva, sólo se trata de una alternativa entre la peste y el cólera. También en tal terreno los chinos aventajan a los soviéticos. Durante algún tiempo, la competencia fue exclusivamente de ayuda económica. Cuando la Unión Soviética concedió un crédito de cuarenta millones seiscientos mil dólares a Ghana al dos y medio por ciento de interés, Pekín no se quedó atrás: otorgó un crédito de diecinueve millones y medio de dólares, sin interés alguno, como expresión, afirmaron en China, de la amistad de su pueblo hacia Ghana. Cuando Guinea recibió un préstamo de treinta millones de dólares, al interés del dos y medio por ciento, de manos de los soviéticos, INFLUÉNCIA DÉ LA CttlNA COMUNISTA EN ÁFRICÁ los chinos ofrecieron un préstamo de veinticinco millones de dólares, sin interés, "en testimonio de inquebrantable amistad". Pero, ¿qué gana Occidente con esta rivalidad de influencias igualmente comunistas? Hoy, esa amistad y esos créditos se hallan bastante averiados y disminuidos. Los chinos no jugaban limpio con sus hermanos separados soviéticos. Esos dólares procedían de los préstamos que Pekín recibía de Moscú, pero los destinaba a hacerles la competencia a los soviéticos en Africa, y con su dinero. Actualmente no' hay créditos soviéticos a China, y la ayuda de Pekín a Africa ha tenido que reducirse. Pero, sobre todo, en Pekín no se siente excesivo interés por ganarse los favores de N'Krumah o de Sekou Touré, que fueron partidarios de que la Unión Soviética participase en la Conferencia Afroasiática de Argel, suspendida justamente a causa de esta rivalidad dialéctica. A Pekín le interesa mucho más alistar a las masas de Ghana, de Guinea y de los países africanos que se encuentran aún en el estadio del '•nacionalismo burgués", para que hagan la revolución comunista a lo chino. No deja de ser interesante que al despreocuparse del apoyo a los gobiernos legales para centrar su acción en las masas, excitándolas a la rebelión generalizada, los chinos no admiten las fronteras de los Estados actuales, que consideran artificiosas como creadas en la época colonial, y utilizan como unidades revolucionarias los bloques étnicos. Esto facilita también su penetración, a la vez que emplean tal factor en las sombrías luchas entre países o clases africanas, como sucede en Burundi y en el Congo. Pero todo ello se traduce en la perspectiva de futuras luchas y de una extensión inimaginable de la anarquía. Anarquía deliberadamente provocada por los agitadores chinos como medio de provocar el incendio del Continente africano y su fácil implantación en él. Las avanzadas ya llegaron. Son no sólo los embajadores, los diplomáticos, los corresponsales de prensa oficial, los técnicos, sino también los expertos en agricultura, que van instalándose poco a poco con el pretexto de adiestrar al indígena. Y, no hay que decirlo, también los cuadros de la guerra de guerrillas que procuran no hacerse excesivamente visibles. Esos agitadores acuden a un argumento que no deja de causar impresión en las masas, que vieron en bastantes ocasiones empeorar su condición con la independencia. No se trata de una verdadera independencia, les afirman, sino de un neocolonialismo, cuyos agentes serían ios actuales gobernantes africanos, burgueses vagamente teñidos de un rosado color socialista y dispuestos a colaborar con las antiguas metrópolis. Mientras ese frágil cascarón no salte, no habrá verdadera libertad. So 3 Osi LUIS GÒMÉZ TÉLLÒ Y los comunistas chinos se ofrecen para ser los artífices dinamiteros de la destrucción de las estructuras que aún se mantienen en pie en Africa. ¿Por cuánto tiempo se mantendrán aún? Africa está en edificación. Lo que hace falta es saber si se edificará en medio de la esclavitud, la muerte y la anarquía, como desean los soviéticos y los chinos, y con el solo objeto de servir de ariete, de mercado en que contratar las hordas que se lanzarán sobre Europa y de trampolín para desplomarse en avalancha terrible sobre París, Londres, Viena, Roma —y también Madrid—, o si ha de edificarse de acuerdo con Europa y para beneficio común de ambos Continentes. Esta es una cuestión que interesa, naturalmente, a los africanos en primer lugar, pero cuyas consecuencias habríamos de sufrir también los europeos. Por consiguiente, no basta descargarse de esta responsabilidad, dejando las soluciones al arbitrio de una sola de las partes. Además, en las condiciones actuales del mundo no es suficiente confiar en la madurez política de los otros países, que por fuerza preferirán seguir la tendencia que perciban en los demás. ¿Y qué es lo que ven en el mundo occidental? Justamente lo que ellos pueden sentirse tentados a hacer por su ejemplo: aceptar la política de transigencia con los comunistas. Es inútil que se les prevenga contra un peligro evidente, que no sólo les concierne a ellos, sino que nos amenaza a nosotros, si al mismo tiempo se les ofrece el nefasto ejemplo de colaborar en el reforzamiento de ios medios de ataque y penetración de este mismo peligro. El mundo libre, nuestro mundo, que no nos gusta por completo, pero que será siempre mejor que el universo concentrionario comunista, sea comunista soviético o chino, no sobrevivirá más que a condición de poseer el valor moral y físico de defenderse contra la guerra que se le está haciendo. Este valor debe comenzar por mirar cara a cara la verdad, y adquirir la conciencia de que se encuentra ante una amenaza a la que ha de combatir. ¿O es que se cree que la penetración china o soviética en Africa va a disminuir porque nos repleguemos? ¿Se cree que con la debilidad ante su chantaje el adversario va a desarmar? Trágico error. La tragedia de una sociedad, como es la nuestra, poderosa, rica de todos los bienes de la inteligencia y de la técnica, con toda clase de medios a su alcance, pero suicidándose por cobardía ante el peligro, es inconcebible. Tenemos al enemigo ante nuestras propias puertas. ¿Y qué se hace? En la propia Africa ya hay hombres valerosos que combaten contra ese peligro. Un día fue el presidente Tshomb'e en el Congo. Todos recordamos de qué modo se procuró aniquilar a este hombre, gracias al INFLUENCIA Í>E LA CHINA COMUNISTA EN ÁFRICA 21 cual China y Moscú no son dueños del rico territorio. Y los que le procuraban eliminar eran, en primer término, los países occidentales, en nombre de no sabemos qué vergonzante progresismo. Otro día fueron los portugueses en Angola. ¿Es preciso recordar el cerco de incomprensión que se ha establecido en torno a la actitud lusitana, heroica y enérgica? Ahora mismo, los tres países en que los dirigentes militares africanos han realizado una operación quirúrgica para evitar su bolchevización, comienzan a ser mirados con recelo. La antigua metrópoli francesa ha formulado lo que se denomina oficialmente "reservas" sobre esta acción anticomunista, mientras el presidente de la República anuncia que visitará amistosamente Moscú y otras capitales comunistas. ¿Puede pensarse en la amarga reflexión de los jefes militares de Dahomey, Alto Volta y la República Centroafricana, que evidentemente obraron ante todo movidos por el interés de sus pueblos, pero tienen la convicción de qüe han servido a la vez a la causa del mundo libre? Y no hablemos de Rhodesia. ¿Es que Europa no encuentra, no es capaz de encontrar argumentos y fórmulas que oponer a la demagogia desenfrenada que utiliza Pekín a la técnica conspirativa de Moscú? "No comprender no solamente impide actuar bien, sino que además os embarca detrás de los que obran mal", decía Confucio. La única fórmula que se le ha ocurrido a esta Europa que no comprende el terrible peligro comunista que se proyecta sobre ella desde las fronteras del Elba en el Este y desde Africa en el Sur, es seguir las ideas que le propone el comunismo. Es decir, negar el principio de autodeterminación para los pueblos de la Europa oriental y para los países musulmanes rusos esclavizados por Moscú, aceptando el "statu quo" que hoy le conviene al comunismo, pero aceptar ese mismo principio de autodeterminación en cuanto lo reclama un pueblo de Africa, esté o no preparado para la independencia, sea viable o no para vivir de sus propios recursos, tenga o no conciencia nacional. En este caso, Africa, en vez de incorporarse paulatinamente al proceso de nuestro tiempo, retrocede hacia el caos y la anarquía, que es precisamente lo que le interesa al adversario de Europa. Nosotros no podemos hacer aquí sino la radiografía de uno de los aspectos de la conspiración antieuropea que tiene como escenario Africa. Otros son los llamados a buscar las soluciones, intentar coordinar los esfuerzos para combatirla, aunar a los hombres de buena voluntad para esta lucha. Pero una cosa es cierta: no se puede permanecer por más tiempo a la defensiva, esperando que se produzca un milagro, cuando lo que está 22 JOSÉ LUIS GÓMEZ TELLO en juego es el destino de Europa. "Sois como soldados que no sólo se arrastran en su campo, con verdaderas ganas de batirse, sino que además esperan, para moverse un poco, las órdenes de marcha que dé el enemigo. No habéis previsto jamás ningún acontecimiento hasta que no os han dicho que algo había sucedido o iba a suceder porque el enemigo lo ha hecho a la hora y en el lugar de su elección. Toda esta blandura era quizá permitida ante amenazas menos graves. Pero la actual es sin límite y sin piedad. No tenéis, pues, el derecho de dormiros." Así hablaba Demóstenes a los atenienses cuando los bárbaros estaban a las puertas de su ciudad. ¿No se oirá en Europa esa misma voz que reclama el combate cuando el enemigo que se llama ahora el comunismo está también a las puertas? Ojalá llegue ese momento antes de que sea demasiado tarde. Con estas palabras de optimismo quiero concluir este rápido bosquejo de una amenaza que se encuentra ante las murallas de la fortaleza de Europa donde tantos sólo piensan en sus pequeños negocios a cambio de la simple promesa comunista de coexistir esperando la hora de esclavizar. Indice DE LA COLECCION MONOGRAFICA AFRICANA Núm. 1. Africa Española en la geopolítica y geoestrategia nacionales, por José Díaz de Villegas. Núm. 2. Africa en la encrucijada internacional, por Fernando Herrero Tejedor. Núm. 3. Africa Negra, ¿será comunista?, por Roberto Reyes Morales. EN PREPARACION Núm. 5. Establecimiento de la Agricultura en el Sahara, por Andrés García Cabezón.