JORGE IBARRA CAMINO, f. 12-05-1994, Monterrey, N. L. Jorge

Anuncio
JORGE IBARRA CAMINO, f. 12-05-1994, Monterrey, N. L.
Jorge Ibarra Camino nació en la Ciudad de Mérida, Yucatán, el 8 de junio de 1948.
Cursó sus estudios de primaria, secundaria y Preparatoria en el Colegio Montejo
de su ciudad natal. Se inscribió luego en la Escuela de Veterinaria de la misma
Ciudad Blanca y, cursando el segundo año en esta escuela, sintió el llamado del
Señor y decidió ser apóstol de los niños y de los jóvenes como Hermano Marista.
Ingresó al Postulantado, joven de 23 años, el 3 de septiembre de 1971 en el
Noviciado de Morelia. Allí revistió el Hábito Marista el 30 de junio de 1971 y
pronunció sus primeros votos religiosos al año siguiente. Dos años de
escolasticado en Monterrey le sirvieron de preparación para su apostolado activo,
que inició entre los hermanos indígenas de la Sierra Tarahumara, en Norogachi,
por dos años.
En Tepatitlán prosiguió el apostolado por otros tres años y luego, a partir de 1980,
siempre con la misma energía y entusiasmo, bajo los calores de Mexicali que le
recordaban los de su natal Yucatán, excepto por lo reseco del aire en el valle
Cachanilla.
Un año solamente trabajó luego en el Colegio México de Nuevo Laredo y volvió a
donde había iniciado su apostolado, a Norogachi, por otro año y luego otro en el
Instituto México de Tijuana.
En enero de 1989 se le dio la oportunidad de un año de descanso relativo y de
realimentación espiritual y apostólica en El Escorial, España.
Volvió a la actividad, ahora con la juventud del CUM de Monterrey, con renovado
entusiasmo y celo por hacer de sus alumnos “buenos cristianos y buenos
ciudadanos”.
El deporte había sido su pasión desde los doce años de alumno en el Montejo de
Mérida, con tal arrojo que le mereció desde entonces como nombre de batalla, “el
caballo”. Esta misma pasión deportiva lo siguió en los años de su formación como
religioso y luego en la de apóstol entre sus alumnos en los diferentes lugares en
donde le tocó ejercerlo.
Esta afición y medio de apostolado entre los jóvenes deportistas, lo acompañó
hasta el fin de su carrera. En los escasos años de actividad con los deportistas
regiomontanos, había logrado inculcarles su propio espíritu aguerrido.
El 12 de mayo de 1994 había llevado a sus muchachos a El Barrial, campo de
entrenamiento próximo a la Ciudad de Monterrey. Una tempestad de lluvia los
obligó a suspender el entrenamiento y cobijarse bajo un árbol próximo. Un rayo
fue atraído por el árbol y el H. Jorge Ibarra, solamente él, quedó calcinado. Poco
tiempo antes, había dicho a quien lo acompañaba: “¡Mira que felices están!”
Murió en brazos de María, en cuya familia vivió y desde la que amó
profundamente a la juventud y por la que entregó su vida hasta el último momento.
Sus alumnos y Hermanos consternados, cumplidos los trámites legales, lo
condujeron a la ciudad de Monterrey. Sus padres, Rosita y Manuel, avisados
inmediatamente, afligidos pero llenos de fe, se hicieron presentes en la velación y
oraciones de su comunidad religiosa y de toda la comunidad educativa del CUM.
Una bella estampa a colores, con un Jesús joven futbolista, seguido de unos niños
alegres y decididos formando equipo, fue distribuida entre los asistentes al funeral
solemne y en el interior, una frase altamente significativa:
“Querido amigo: Fue una jugada inesperada, yo no creí que fuera a anotar este
gol. Te hice sufrir, pero el Señor me lo pidió y yo se lo dí”.
“No te dejo solo, Jesús y yo estamos contigo, seguiremos dirigiendo el equipo.
Entrénate bien y vive tu vida en plenitud. Eso es lo que te enseñé. Tu hermano,
Jorge Ibarra Camino”.
Sus restos mortales reposan en la casa familiar de Mérida, en espera de llegar a la
Capilla de la Fidelidad, con sus Hermanos religiosos en Loma Bonita.
El H. Antonio Cavazos, Provincial, presentó al final de ese funeral solemne y
emotivo, una semblanza del Hermano Jorge Ibarra:
SU OBRA:
Como hombre,supo contagiar la alegría de vivir;
Como apóstol, supo vivir y desvivirse por los jóvenes;
Como maestro, le gustaban mucho las ciencias naturales, en especial la Biología,
que impartió con acierto; también el Español y la Literatura.
Como catequista, supo comunicar el amor a Jesús con su testimonio y amor
gratuito y a través del evangelio, ayudó a sus alumnos a ver la
vida desde Jesús;
su pasión, el deporte en especial el futbol
EL DEPORTE:
fue el medio privilegiado de que se sirvió para acercarse a los jóvenes y así lograr
educarlos. Hacía sentir de manera imperceptible, la realidad de la filiación divina
en cada joven, por medio de la amistad humana que les manifestaba. Algunos
dicen que los más malos eran los que se le acercaban con más confianza. Para
cada uno tenía la palabra adecuada, el chiste. El aviso fraternal caía bien, con
claridad y justo a tiempo. Cada uno captaba lo bueno que había en su interior y
también las fallas. Pero todos salían más animados y atendidos.
En la cancha era amigo del juego fuerte pero limpio. Amigo del que se entrega al
deporte con generosidad. Era enemigo del juego sucio, de las trampas, del regaño
inútil, del insulto y del pleito de mal gusto. Todo debía ser sano en la contienda
para que luciera la auténtica educación: la fuerza, la disciplina, la voluntad, el
valor, el dar siempre un poco más en la carrera, en la jugada, en la inteligencia, en
el juego de equipo.
SU PREOCUPACION:
En las cosas que hacía, era frecuente la pregunta: ¿Qué tanto en todo esto acerco
los jóvenes a Jesús? ¿Qué tanto les manifiesto el cariño y la confianza que El les
tiene? ¿Qué debo estudiar para ayudar mejor a mis alumnos en todo esto?
Mi misión al ser religioso educador, maestro, catequista, Hermano de todos,
apóstol de Jesús entre los jóvenes, ¿qué tanto lo estoy alcanzando?
No se preguntaba que así como era, ya era un signo:
de la alegría de Dios en su alegría;
de la bondad de Dios en su amistad;
de la confianza de Dios en su trato;
de la entrega de Dios en su entrega;
una invitación a imitar a Jesús… su ejemplo.
Jorge: tu sangre derramada, quemada, ha sido fecunda, está dando vida. Ha
caído, pero ha brotado nueva vida, nueva alegría, semilla del Reino.
Necesitamos Hermanos Maristas como Jorge Ibarra, Son ustedes los que lo
necesitan. Algunos deben responder SI! Y venir a tomar su lugar como relevo!”
Larga la cita, pero es un mensaje y un programa.
En Tepatitlán, sus antiguos alumnos quisieron perdurar su memoria con una placa
muy significativa:
“Al gran amigo y ejemplar deportista
que nos dejó una huella imborrable:
ENTRENATE BIEN Y VIVE TU VIDA EN PLENITUD!.
Descargar