N° 386 15 de setiembre de 2004 PROCURADORES ANTICORRUPCIÓN: ¿SE VIENE UN AUTOGOL O UN GOL DEL GOBIERNO? Por Ernesto de la Jara Basombrío El curso que está tomando el asunto de los procuradores anticorrupción me ha hecho recordar ese género de la historiografía dedicado a desmontar aquellas verdades oficiales que solo eran en realidad farsas prefabricadas en su momento. ¿Cómo así los procuradores han comenzado a ser los malos de la película y el debate ha devenido en si deben continuar o no en sus cargos? Lo primero que esgrimen quienes están en la cruzada contra ellos es que están invadiendo los terrenos propios de los jueces y fiscales. Segundo, se les responsabiliza del fuego cruzado verbal que se ha desatado entre ellos y una serie de autoridades. Efectivamente, son temas a discutir. Hay un marco jurídico para determinar qué pueden hacer estos “abogados del Estado” y qué no. Y frente a las declaraciones públicas que vienen haciendo en las últimas semanas sería absurdo negar que algunas de ellas han sido exabruptos o desatinos, por más que es fácil intuir que fueron provocados por el injusto carga montón contra ellos. Pero pongámonos la mano en el pecho como cuando antes cantábamos el Himno Nacional y preguntémonos: ¿nos podemos creer el cuento de que son estas las verdaderas razones por las que los procuradores están en la mira? O, ¿que quiénes plantean su salida lo hacen sinceramente porque no pueden dormir preocupados por la defensa de la legalidad, o por cuestiones técnico-jurídicas, o por la protección de los sacro fueros del Ministerio Público o del Poder Judicial, como quieren aparentar? Sabemos bien que no. La razón de fondo es completamente otra: los procuradores están cumpliendo eficazmente el encargo que se les hizo de contribuir con la lucha anticorrupción. Si Ronald Gamarra (quien tiene a su cargo 6 de los 8 juicios en que viene actualmente participando la Procuraduría) deja de ser procurador en pocos días, evidentemente no será por alguna de sus frases desafortunadas, sino por haber demostrado tener los elementos de una fórmula que entre nosotros es subversiva: capacidad profesional, honestidad y firmeza. Y después de Ronald Gamarra, vendrán Luis Vargas Valdivia y los otros, por lo mismo, hasta que se logre un perfil de procurador inocuo y dócil. Pongamos a un lado de la balanza lo que podría considerarse error o exceso, y en el otro lado, todo con lo que han contribuido los procuradores, conjuntamente con jueces y fiscales: cerca de 1,500 procesados por su vinculación a la más grande corrupción de la historia del país; más de 150 millones de dólares repatriados; más de 30 condenados a partir de 15 sentencias firmes; y estamos en vísperas del inicio de juicios tan importantes como tráfico de armas a la FARC, Prensa Chicha, Grupo Colina, etc. ¿Quiénes están empujando con todo para que caigan los procuradores? Obvio: los que se la tienen jurada porque por culpa de ellos hoy están procesados y hasta presos / Los que pueden llegar a estarlo si continúan realmente las investigaciones y procesos de colaboración eficaz / Los que quieren investigar la corrupción de Fujimori y Montesinos pero ni con el pétalo de esta rosa a la vinculada a este régimen / Los que -ya a estas alturas es imposible dejar de mencionarlos- han hecho de la defensa de la corrupción el mejor negocio de su vida y quieren la cancha sola. Y tienen razón de jugarse a muerte por el punto, pues el aliciente para ellos no es poca cosa: libertad o cárcel, millones de dólares y poder político. Pero, ¿y nosotros? ¿Qué consecuencias tendría para el país que triunfe la impunidad frente a tantos casos de narcotráfico, tráfico de armas, grupos Colina, control de instituciones y medios de comunicación, robo de recursos del Estado en un país miserable, etc., etc.? Gravísimos casos en los que hay pruebas inequívocas gracias a la afición de Montesinos por los vídeos, a las cuentas millonarias encontradas y tanto colaborador eficaz brindando información. Y estamos pensando en consecuencias morales pero también en algunas prácticas, muy prácticas, que pueden llegar a poner en peligro nuestra propia sobrevivencia o viabilidad. Se sabe perfectamente que, como en caso de Atlas, el sistema anticorrupción está literalmente en las espaldas de unos cuantos jueces, fiscales y procuradores, que vienen actuando a contracorriente e, incluso, superando trampas y ataques provenientes hasta de sus propias instituciones (algunos vocales y fiscales supremos, por ejemplo) por lo que bajarse a los procuradores es un golpe que puede ser mortal respecto a la anticorrupción. Sobre todo si ya el primer procurador general, José Ugaz, uno de los que más hizo con hechos y no palabras contra la corrupción, ahora está arbitrariamente enfrentando un proceso penal. ¿Podemos dudar de cuál es el mensaje? ¿Se atreverá el gobierno a hacerlo? Si vemos los ataques que desde el oficialismo se suceden contra los procuradores, parece que sí. Pero que le quede claro al Gobierno que sería un nuevo autogol, que podría volver a ponerlo cuesta abajo en términos de popularidad. Debería tomar en cuenta que una reciente encuesta ha revelado que más del 50% respalda a los procuradores y que, como corresponde, no son pocos los sectores del país que han cerrado filas a favor de ellos. ********************************************************************** El Instituto de Defensa Legal es una voz desde la sociedad civil, independiente de los partidos políticos, abierta a las opiniones plurales de muchos, que trata de combinar capacidad de propuesta con la más exigente fiscalización a los responsables de los asuntos públicos. Los artículos firmados en ideelemail representan exclusivamente la opinión de sus autores y no necesariamente las del Instituto de Defensa Legal. 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