LOS GOZOS Y LAS SOMBRAS: LOS MÚLTIPLES CAMINOS DE LA ELABORACIÓN DE LA IDENTIDAD DEL ANALISTA EN FORMACIÓN Luz María Abatángelo de Stürzenbaum1 Laura Ruth Yaser2 Introducción: La convocatoria para compartir inquietudes e interrogantes respecto de la presencia y persona del analista resulta una oportunidad para discurrir acerca de la identidad analítica, en la cabal profundidad de este concepto. Ante interrogantes tales como en qué consiste específicamente la identidad psicoanalítica, o si fuera posible determinar cómo se despliega, es que intentamos hallar una respuesta recorriendo los conceptos de modelo y proceso, para concluir con algunas reflexiones acerca de los claroscuros vivenciados en el transcurso de la formación. La identidad psicoanalítica: El Diccionario de la Real Academia Española define identidad como “ser una persona o cosa la misma que se supone o se busca”. Laplanche y Pontalis omiten este concepto, pero definen identificación como “proceso mediante el cual un sujeto psicológico asimila aspectos, propiedades o atributos de otro, transformándose total o parcialmente sobre este modelo”. Pensamos la identidad psicoanalítica, como un núcleo invariante de la personalidad, basado en una inquebrantable convicción en la existencia del inconsciente, de lo cual deriva una irrenunciable tendencia al autoanálisis, a la búsqueda exhaustiva del significado latente en todo síntoma, en cada asociación, en los afectos movilizados y en las conductas observables tanto por parte del analizado como del 1 2 Lic. En Psicología – Miembro Adherente A.P.A. Médica – Miembro en formación – A.P.A. 2 propio analista. Estos rasgos deberían complementarse con cualidades tales como creatividad, discreción, ética, deseo de conocer y elaborar nuevas ideas, tolerancia a la incertidumbre y especialmente a la frustración ante la falta de resultados inmediatos. Esta amalgama de atributos, fragua en el proceso de formación, cuyo resultado esperable es una identificación con la función analítica más que una imitación de los rasgos de los didactas. Sobre este mencionado núcleo invariante, pueden hallarse rasgos variables relacionados con la idiosincrasia de cada analista. Tal como el método psicoanalítico se comporta como lengua madre (ursprache), mientras que las diversas técnicas lo hacen al modo de dialectos, postulamos que la convicción en lo inconsciente es el eje que define la identidad psicoanalítica, más allá de diferencias técnicas o teóricas. Modelo y Proceso: Las Instituciones Psicoanalíticas sustentan diversos modelos formativos, adhiriendo a alguno de los impuestos por IPA. Un modelo configura una abstracción, un ideal o un sistema de representaciones acerca de un objeto, un acontecimiento o incluso un modo de ser. Se caracteriza por la arbitrariedad (por relacionarse con algún marco de referencia), la tendencia a la simplificación, y su valor heurístico3. Al adherir a un determinado modelo, se intenta normatizar, establecer cierto margen de previsibilidad, aquello que se ha dado en denominar “la marca IPA”. Conforme con este ideal, la formación debería sostenerse tan homogéneamente como fuera posible. No es necesario gran recorrido mental para advertir esta aspiración como fallida. Las inevitables diferencias entre analistas de distintas regiones del 3 Nos referimos a heurístico en relación a la posibilidad de crear y operar aún cuando un problema es complejo y la información incompleta, pudiendo no obstante a través de un pensamiento lateral arribarse a un juicio. 3 mundo, emanan no solamente de sus diversos modelos formativos, sino que también se vinculan con sus identificaciones, sus rasgos culturales y sus variadas constelaciones vitales. Freud, en diversas oportunidades se refirió al concepto de “ecuación personal4” como un aspecto a neutralizar a través del análisis didáctico, ya que en el caso de que el analista en formación hallara impedido el levantamiento de represiones, se obstaculizaría su autoanálisis, el análisis de la contratransferencia y por ende su progreso. Por otra parte, una exagerada tendencia a la homogeneización acarrearía el riesgo de relegar el desarrollo de cualidades singulares favorables para el analista. Ahora bien, aún reconociendo que cuando nos referimos al modelo destacábamos su particularidad de quimera y arbitrariedad es claro que configura una guía, una orientación, el ideal sin el cual ninguna materialización es posible. Consideramos que el modelo se encarna o concreta en el avance de un proceso. Entendemos por proceso la transformación cuali-cuantitativa, que a lo largo del tiempo va produciendo las modificaciones observables desde el descubrimiento del deseo de analizarse, de ser analista, el tránsito por la admisión al instituto, la transmisión, la supervisión didáctica y, como piedra angular: el análisis del analista. El proceso de consolidación de la identidad analítica amalgama sobre las más precoces identificaciones aquellas que posteriormente se despliegan con los didactas y el pensamiento psicoanalítico. Pensamos este proceso como imposible de concluir, y al igual que la tendencia al autoanálisis iniciada con el análisis didáctico, debería perdurar tanto como la vida misma del analista. 4 Freud (1926e) enuncia: “No digo que… resulte indiferente la personalidad del analista. Cuenta cierta fineza de oído para lo reprimido inconciente, que no todos poseen en igual medida. Y es esto, en especial, lo que impone al analista la obligación de someterse él mismo a un análisis en profundidad a fin de volverse idóneo para una recepción sin prejuicios del material analítico”. Freud equipara este factor individual a la denominada “ecuación personal” de los astrónomos, expresando: “un hombre anormal puede convertirse en un físico correcto, pero como analista, su propia anormalidad le impediría aprehender sin deformaciones los cuadros de la vida anímica”. 4 Una posible representación del proceso, es a la manera de una alquimia, donde en lugar de convertir plomo en oro mediante una piedra filosofal, se intenta infundir en el barro de la mera conciencia, el hálito de la experiencia de las múltiples existencias de lo inconsciente, de sus manifestaciones diversas, a través de la piedra angular psicoanalítica: el análisis del propio analista. La transformación producida confirma que un cambio de forma es un cambio de sentido: la posibilidad de significar de otra manera el universo circundante. Tal como la ingestión da paso a la digestión, para poder asimilar, es decir, hacer similar o propio lo ingerido, el analista en formación, en una primera etapa tiende a incorporar rasgos, teorías o modelos de algunos didactas, para luego, mediante un esforzado proceso ir metabolizando lo recibido y desplegarlo según su propio cuño. Freud(1916-1917) afirmó: “el Psicoanálisis se aprende primero en uno mismo, por el estudio de la personalidad propia”. En el campo transferencial se despliegan imagos, estructuras remotas que convocadas al conjuro del ritual analítico, con sus coordenadas témporo-espaciales fijadas en el encuadre, permiten aprehender en la transferencia y vivenciar en la experiencia cuál es la posición, el lugar del analista. Janice de Saussure considera que la experiencia del paciente (o analista en formación) que descubre por vez primera el placer y alivio generados al derribar resistencias y comprender la complejidad de los procesos psíquicos y la influencia de los deseos inconcientes en su vivir, es comparable con la vivencia de satisfacción, la cual produce una huella perdurable y provoca una aspiración de ser reproducida. El intento de reproducir esta vivencia, en un primer momento en el cual el analista en formación atraviesa una etapa de idealización del didacta, puede manifestarse como una sensación de hallarse investido de su importancia. Pensamos que esta etapa guarda cierta analogía con la identidad de percepción, mientras que 5 en un segundo momento, comparable a la identidad de pensamiento, se va produciendo un discernimiento de la dupla analista-analizado, en el que el analista en formación va aceptando progresivamente sus dificultades, carencias y diferencias con sus modelos. Paradojalmente, es entonces que realiza un salto cuali-cuantitativo ligado a la simbolización y elaboración. Arriba a un tercer momento: ya no imita, logra procesos eficaces a su propia y personal manera: ha comprendido el método. El analista en formación descubre en sí una diferente conciencia acerca de su función abriéndose a los signos que le circundan, deponiendo certezas, vivenciando la perplejidad y renunciando a la omnipotencia y al poder de su lugar de supuesto saber. Esta particular posición interna del analista hace viable sostener una escucha activa en abstinencia, sin angustia ni rechazo, acompañando más que guiando y permitiendo al paciente utilizar lo descubierto a su propio modo. De esta manera, la activa presencia del analista es lo que permite derribar represiones pieza por pieza, llenar lagunas mnémicas, conseguir que donde ello había yo devenga, permitiendo variar la posición edípica y la actitud ante la castración. Diferente es el concepto ligado al uso de la expresión “persona del analista”. Toda vez que Freud utilizara este giro fue en relación a los fenómenos transferenciales, por lo cual creemos plenamente justificado el uso del término “persona”, en concordancia con su origen etimológico que lo vincula a la máscara utilizada en el teatro griego, a través de la cual se expresaban diferentes sentimientos y personajes. La persona del analista como fetiche, o vicario de objetos e imagos, permite el despliegue de los personajes de la transferencia, ampliando el campo representacional y constituyéndose en el catalizador más o menos potente para que antes, después o nunca, varíe la repetición y la experiencia emocional correctiva devenga en un mutatis mutandi, que de hecho, lo será para ambos. 6 Los gozos y las sombras: El pasaje de analista en formación a analista “experimentado”, específicamente consiste en atravesar y hacer carne la vivencia analítica. Alguien experimentado, un “experior” es, en un sentido etimológico, aquel que ha alcanzado una particular destreza que le ha permitido sobrevivir tras numerosas batallas. La batalla que libra el analista en formación es la tensión entre el modelo propuesto y el proceso posible, que desde el sustrato o territorio estable del esquema sustentado por la institución y las personas, produce el salto cuántico que trasciende la oposición dualista logrando un metamodelo, una creación personal del analista. Algunos procesos resultan ineficaces, por lo que tienden a ser destruidos para restituir modelos establecidos. Aquellos otros que resultan eficaces perduran, constituyéndose al modo de una trama de fondo sobre la cual, en ciertos momentos puede destellar como figura, lo nuevo, la creación. (Bateson, 1964) (Chiozza, 1970a) Creación que para lograrse, obliga a transitar claroscuros, momentos y territorios de gozos y sombras. Si el gozo es el deleite y la sorpresa del descubrimiento de lo inconsciente, pensamos que las sombras representan los momentos de zozobra y desfallecimiento, de angustia de castración. El intento de resolución podría representarse como un Agon, o la tensión que produce Pathos: una lucha agónica por momentos, entre lo que se desea obtener y lo que cabalmente se puede o no alcanzar, el conflicto entre el ideal y las posibilidades de materialización. Para Aristóteles, debía existir integración entre tres dimensiones: logos (lo racional), pathos (las emociones) y ethos (la confiabilidad). Parece una interesante analogía del buen proceder analítico: una adecuada integración entre conocimiento racional y autoconocimiento afectivo, que confluyen en la confiabilidad ética que sustenta el análisis. 7 RESUMEN: En la presente comunicación, se intenta definir en qué consiste específicamente la identidad psicoanalítica y cómo se despliega, para lo cual se recorren los conceptos de modelo y proceso, considerando este último como una transformación creativa y elaborativa, en cuyo transcurso se vivencian claroscuros. Se desarrollan asimismo algunas consideraciones acerca de los conceptos de función analítica, presencia y persona del analista. DESCRIPTORES: Identidad analítica, modelo y proceso, elaboración BIBLIOGRAFÏA: ABATÁNGELO DE STÜRZENBAUM, Luz María: (2007) “Los caminos de la elaboración psíquica” Presentado en Jornada de Monografías – Instituto Ángel Garma, Asociación Psicoanalítica Argentina, 1º de Diciembre de 2007 ABATÁNGELO DE STÜRZENBAUM, Luz María y YASER, Laura Ruth: (2006) “A ciento cincuenta años del nacimiento de Freud; la vigencia del trípode en la formación analítica” Revista de Psicoanálisis – O.C.A.L. Nº 8 – Octubre 2006 BATESON, Gregory: (1964) "Las categorías lógicas del aprendizaje y la comunicación", en Pasos hacia una ecología de la mente, Ediciones Carlos Lohlé, Buenos Aires, 1976, págs. 309-338. 8 BORDELOIS; I.: (2006) “Las primeras pasiones” (de la ira al sufrimiento, el linaje de la pasión) en: Etimología de las pasiones. Libros del Zorzal, Bs. As. CASTORIADIS, C.: (1998)Hecho y por hacer: pensar la imaginación Eudeba, Bs. As. 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