el hermano menor - Salesiano “San Juan Bosco”

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Institución Educativa Salesiana
“SAN JUAN BOSCO”
ÁREA DE COMUNICACIÓN
Separata de LITERATURA PERUANA
DEL SIGLO XX
ALUMNO: ___________________________
GRADO Y SECCIÓN: ______
AYACUCHO - PERÚ
2 014
EL VANGUARDISMO EN EL PERÚ
(1920 – 1930)
(La más radical revolución del arte y la literatura en la historia)
El Vanguardismo es un movimiento artístico que nació en Europa en la segunda década del siglo XX como
expresión de rechazo total a la cultura y mentalidad que había producido la Primera Guerra Mundial.
Surgió como una violenta reacción contra todo el arte pasado, al que consideró convencional, aburrido y
decrépito. Por eso los vanguardistas lo atacaron con violencia y propusieron otras formas de expresiones nuevas e
insólitas.
La vanguardia se expresó no sólo en la literatura, sino también en las artes plásticas. Además, no fue un
movimiento único: tuvo diferentes manifestaciones (ISMOS) en diferentes países de Europa y América: el
Surrealismo, el Cubismo, el Dadaísmo, el Impresionismo, el Expresionismo, etc.
La poesía de Vanguardia tendrá dos grandes representantes en el Perú: Carlos Oquendo de Amat, con su “5
metros de poemas” y César Vallejo Mendoza.
ALGUNOS HECHOS HISTÓRICOS Y CULTURALES QUE SE DIERON EN ESTE PERIODO SON:
 La presencia económica cada vez mayor de EEUU en nuestro territorio.
 Influencia de la Revolución Socialista de Rusia en 1917.
 La fundación de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) en 1924 por Víctor Raúl Haya de la
Torre.
 La fundación de la Confederación General de Trabajadores del Perú (CGTP) en 1930 por José Carlos
Mariátegui.
CARACTERÍSTICAS.
Los poetas vanguardistas se caracterizaron por los siguientes rasgos:
* Rindieron culto a la novedad y la sorpresa. Para ellos todo recurso era válido para sorprender y
escandalizar al lector. En ese mismo afán por innovar la poesía, violentaron la estructura formal del poema y
jugaron con la disposición gráfica de los versos. Así aparecieron los caligramas: poemas con forma de dibujos
en los que se reproducía el significado del texto.
* Renovaron completamente la metáfora, convirtiéndola en una imagen sugerente, que no pretende ser
traducida a un enunciado racional. A partir del Vanguardismo, la metáfora abandona la lógica y la razón, y se
convierte en una libre expresión del mundo subjetivo del poeta. La siguiente metáfora es un ejemplo:
Nos llenamos la cartera de estrellas
y hasta hay alguno que firma un cheque de cielo. (Oquendo de Amat)
* Destruyeron las reglas de la gramática. No respetaron el orden lógico de los elementos de la oración. Se
encuentran palabras sueltas y verbos sin conjugar que parecen, además, estar dispuestas al azar.
* Utilizaron un verso absolutamente libre. Los vanguardistas abandonaron la rima, la medida de los versos y
la búsqueda del ritmo musical, característico del Modernismo.
* Transmitieron sensaciones, no un argumento. Excluyeron el relato, lo anecdótico; no contaron ni
pretendieron informarnos de nada. Aparecieron las jitanjáforas: juegos de palabras inventadas que tiene una
gran sonoridad. Como estos versos:
Laribamba
Laribambamositerella
Laribambaplanerella
Leiramombaririlanla
* Introdujeron en sus poemas elementos de los tiempos modernos y del desarrollo tecnológico. En
las composiciones vanguardistas se percibe la admiración por las máquinas de escribir, los autos, los aviones.
Además, en esta época apareció por primera vez un tema que jamás había sido considerado artístico: los
deportes.
REPRESENTANTES:
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César Vallejo
Carlos Oquendo de Amat
Martín Adán
Xavier Abril
Emilio Adolfo Westphalen
Alberto Hidalgo
Juan Parra del Riego
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“Trilce”
“5 metros de poemas”
“La casa de cartón”
“Hollywood”
“Las ínsulas extrañas”
“Simplismo”
“Polirritmo a Gradin, jugador de fútbol”
CARLOS OQUENDO DE AMAT
(Puno, 1905 – Guadarrama-España, 1936)
Es considerado uno de nuestros más originales poetas. En el único libro que publicó: “5 metros de poemas”,
presenta con admirable maestría, varios recursos típicos del Vanguardismo:
 El rompimiento de la estructura formal del poema. Utiliza los caligramas.
 El uso singular de la metáfora.
 La alusión a adelantos de la tecnología y la vida moderna.
“5 metros de poemas” es la obra más representativa del Vanguardismo en el Perú. Constituye además, la única
publicación de un poeta que murió joven, entregado a la inspiración, la creatividad y la vivacidad de los hombres
geniales. Su única publicación se conforma de 18 poemas, todos ellos en un libro editado en forma de acordeón,
es el resultado de las primeras expresiones de la influencia vanguardista de ese tiempo.
“5 METROS DE POEMAS”
Estos poemas inseguros como mi
primer hablar dedico a mi madre
y comienza del modo más bello y más sencillo:
Abra el libro como quien pela una fruta
poema del manicomio
Tuve miedo
y me regresé de la locura
Tuve miedo de ser
una rueda
un color
un paso
PORQUE MIS OJOS ERAN NIÑOS
Y mi corazón
un botón
más
de
mi camisa de fuerza
Pero hoy que mis ojos visten pantalones largos
veo a la calle que está mendiga de pasos
r
é
c
l
a
m
Hoy la luna está de compras
Desde un tranvía
el sol como un pasajero
lee la ciudad
las esquinas
adelgazan a los viandantes
y el viento empuja
los coches de alquiler
Se botan programas de la luna
(sedará la tierra)
película sportiva pasada dos veces
Los perfumes
abren albums
de miradas internacionales
El policeman domestica la brisa
y el ruido de los clacksons ha puesto los vestidos azules.
r
Novedad
o Todos los poetas han salido de la tecla U. de la Underwod
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c
s
a
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u compró para la luna 5 metros de poemas
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CÉSAR ABRAHAM VALLEJO MENDOZA
CALIFICATIVO:
“El Cholo” / “El poeta del dolor metafísico”
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LOS HERALDOS NEGROS
Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma ... ¡Yo no sé!
PARÁFRASIS DEL POEMA
Son pocos, pero son... Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.
Son las caídas hondas de los Cristos del alma,
de alguna fe adorable que el destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.
Y el hombre... ¡Pobre... pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.
Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!
PARÁFRASIS DEL POEMA
MASA
Al fin de la batalla,
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: “¡No mueras; te amo tanto!”
Pero el cadáver, ¡ay! siguió muriendo.
Se le acercaron dos y repitiéronle:
“¡No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!
Pero el cadáver, ¡ay! siguió muriendo.
Acudieron a él veinte, cien mil, quinientos mil,
clamando: “¡Tanto amor, y no poder nada contra la
muerte!”.
Pero el cadáver, ¡ay! siguió muriendo.
Le rodearon millones de individuos,
con un ruego común: “¡Quédate hermano!”.
Pero el cadáver, ¡ay! siguió muriendo.
Entonces todos los hombres de la tierra
le rodearon; les vio el cadáver, triste,
emocionado; incorporose lentamente,
abrazó al primer hombre; echose a andar...
PIEDRA NEGRA SOBRE PIEDRA BLANCA
Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París –y no me corro–
tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.
Jueves será, porque hoy, jueves que proso
estos versos, los húmeros me he puesto
a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto
con todo mi camino, a verme solo.
César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro.
También con una soga; son testigos
los días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos...
PARÁFRASIS DEL POEMA
P
LOS PASOS LEJANOS
Mi padre duerme. Su semblante augusto
figura un apacible corazón;
está ahora tan dulce...
si hay algo en él de amargo, seré yo.
Hay soledad en el hogar; se reza
y no hay noticias de los hijos hoy.
Mi padre se despierta, ausculta
la huida a Egipto, el restañante adiós.
Está ahora tan cerca;
si hay algo en él de lejos, seré yo.
Y mi madre pasea allá en los huertos,
saboreando un sabor ya sin sabor
Está ahora tan suave
tan ala, tan salida, tan amor.
Hay soledad en el hogar sin bulla,
sin noticias, sin verde, sin niñez.
Y si hay algo quebrado en esta tarde,
y que baja y que cruje,
son dos viejos caminos blancos, curvos,
Por ellos va mi corazón a pie.
PARÁFRASIS DEL POEMA
LA CENA MISERABLE
Hasta cuándo estaremos esperando lo que
no se nos debe... Y en qué recodo estiraremos
nuestra pobre rodilla para siempre... Hasta cuándo
la cruz que nos alienta no detendrá sus remos.
Hasta cuándo la Duda nos brindará blasones
por haber padecido...
Ya nos hemos sentado
mucho a la mesa, con la amargura de un niño
que a media noche, llora de hambre, desvelado...
Y cuándo nos veremos con los demás, al borde
de una mañana eterna, desayunados todos.
Hasta cuándo este valle de lágrimas, a donde
yo nunca dije que me trajeran.
De codos
todo bañado en llanto, repito cabizbajo
y vencido: hasta cuándo la cena durará.
Hay alguien que ha bebido mucho, y se burla,
y acerca y aleja de nosotros, como negra cuchara
de amarga esencia humana, la tumba...
Y menos sabe
ese oscuro hasta cuándo la cena durará!
PARÁFRASIS DEL POEMA
LOS DADOS ETERNOS
Dios mío, estoy llorando el ser que vivo;
me pesa haber tomádote tu pan;
pero este pobre barro pensativo
no es costra fermentada en tu costado:
tú no tienes Marías que se van!
Dios mío, si tú hubieras sido hombre,
hoy supieras ser Dios;
pero tú, que estuviste siempre bien,
no sientes nada de tu creación.
Y el hombre sí te sufre: el Dios es él!
Hoy que en mis ojos brujos hay candelas,
como en un condenado,
Dios mío, prenderás todas tus velas,
y jugaremos con el viejo dado...
Tal vez ¡oh jugador! al dar la suerte
del universo todo,
surgirán las ojeras de la Muerte,
como dos ases fúnebres de lodo,
Dios mío, y esta noche sorda, oscura,
ya no podrás jugar, porque la Tierra
es un dado roído y ya redondo
a fuerza de rodar a la aventura
que no puede parar sino en un hueco,
en el hueco de inmensa sepultura.
PARÁFRASIS DEL POEMA
EL INDIGENISMO
(1930 – 1950)
A MODO DE DEFINICIÓN.
Contrario a la corriente
“INDIANISTA”, que ve al indio como espectáculo, como
motivo de explotación literaria, como elemento netamente
decorativo; surge el “indigenismo revolucionario”, que ve al
indio como problema.
Es una vertiente de la literatura hispanoamericana
inspirada en el mundo andino. Si bien el tema del indio había
sido tratado antes en la literatura peruana (recordemos
Clorinda Matto de Túrner con su novela Aves sin nido, o
algunas tradiciones de Ricardo Palma), es en estos años
cuando brota el Indigenismo.
El indigenismo agrupa a todos aquellos intelectuales, artistas, políticos, maestros, etc. que desde diversas posiciones y
perspectivas coincidieron en denunciar la situación de miseria y de explotación de la población indígena, y en revalorizar lo
indígena como elemento básico de la nacionalidad.
A través de las obras literarias del Indigenismo, se busca transmitir el mensaje de que debe existir igualdad entre los
individuos sin importar su condición, raza, credo o costumbre.
Esta corriente tiene tres características principales:


Plantea la reivindicación del indígena y posee cierto afán de lucha o denuncia.
Niega las formas románticas e idealistas de la literatura anterior, en las que el indio aparecía como un ser exótico,
pintoresco, o era tratado de un modo sentimental o paternalista; a veces era angelical, a veces malvado, pero siempre era
un personaje idealizado, borroso y poco logrado.

Expresa “desde adentro”, desde el propio mundo narrado, una proximidad con el habitante de la sierra: conoce de
cerca sus costumbres, su cultura, su lenguaje y su forma de pensar.
El Indigenismo tiene como precursora a Clorinda Matto de Túrner y se considera iniciador de este movimiento a Enrique
López Albújar.
Representantes:
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Enrique López Albújar (Iniciador): “Matalaché”, “Cuentos andinos”
Ciro Alegría (Épica andina)
José María Arguedas (Indigenismo Psicológico)
Manuel Scorza: “Redoble por Rancas”
Julio Garrido Malaver: “Los buitres”
CIRO ALEGRÍA BAZÁN
(1909 – 1967)
Nace en la hacienda de Quilca, Huamachuco, departamento
de La Libertad, y cursa estudios primarios en la escuelita de San
Juan, en donde tiene como profesor al poeta César Vallejo.
Ingresa a la Universidad de Trujillo y participa en la
fundación del Partido Aprista. Estando por Cajamarca, promueve
un levantamiento armado, es encarcelado en la Penitenciaría de
Lima, pero al ser amnistiado sale en libertad y sigue su labor
política, actividad por la cual es deportado a Chile en donde se
origina lo mejor de su producción, así sale su cuento Marañón,
que luego se convierte en La serpiente de oro (1935). Escribe,
luego, Los Perros Hambrientos (1938), que gana un segundo
lugar en un concurso de la Editorial Zig Zag.
Pero luego, en 1941, su novela El mundo es ancho y ajeno obtiene el primer lugar en el Concurso Latinoamericano de
Novela auspiciado por la Editorial neoyorquina Farrar and Rivehart. Luego pasa por EE.UU., Puerto Rico y La Habana. Se casa
con Dora Varona y llega a Lima el 4 de diciembre de 1957. Es elegido diputado por Lima y posteriormente la muerte corona una
agitada vida intelectual en 1967.
PRINCIPALES OBRAS:
NOVELAS:
– La serpiente de oro
– Los perros hambrientos
– El mundo es ancho y ajeno
– Lázaro
– La novela de mis novelas
CUENTOS:
– Siete cuentos quirománticos
– Duelo de Caballeros (sobresale el cuento “Calixto Garmendia”)
– La ofrenda de piedra
– La Panki y el guerrero
ENSAYOS:
– Sueño y verdad de América
– Gabriela Mistral, íntima
RESEÑA LITERARIA DE SUS OBRAS.
La serpiente de oro:
Tema: la lucha cotidiana del hombre con la naturaleza.
Los hechos se ambientan en un pueblo ribereño del río Marañón, que es el centro de la obra, llamado Calemar. Allí
habitan los balseros más temerarios de la región, que son los únicos capaces de domar al río turbulento en las épocas de
crecida. La historia lo narra un "Cholo" llamado Lucas.
Los perros hambrientos:
Tema: La sequía despiadada que asola hombres y bestias.
Fue escrita mientras se encontraba internado en un hospital, dado que el médico que lo atendía le había recomendado
como terapia el escribir para rehabilitarse de una parálisis que lo tenía postrado.
Trata, como la anterior, aunque en otro contexto, de la lucha del hombre con la naturaleza; en este caso, contra la
sequía prolongada en que los perros pastores fieles se ven obligados a abandonar a sus amos y volverse fieros para
sobrevivir. La Antuca es la pequeña pastora, que sufre por sus perros Wanca, Zambo, Güeso y Pellejo.
El mundo es ancho y ajeno
Tema: Denuncia las injusticias y la lucha por la posesión de la tierra.
Fue inicialmente un capítulo de la novela Los Perros Hambrientos, pero como cobró importancia se convirtió en una
novela aparte. En esta novela, la mejor, la trama gira en torno del conflicto entre los comuneros de Rumi con el malvado
hacendado don Álvaro de Amenábar, propietario de la hacienda Umay. El anciano alcalde de Rumi, Rosendo Maqui no
puede evitar el despojo de las tierras a los comuneros y muere en la cárcel por su extrema confianza en la justicia, que
es manejada por Amenábar. Los comuneros se mudan a la puna y se establecen en la meseta de Yana Ñawi,
rechazando la propuesta del hacendado de evitar el desalojo siempre que los comuneros acepten trabajar para él y ya
no por cuenta propia. Pasado el tiempo, Yana Ñawi progresa al influjo del nuevo alcalde, Benito Castro, hijo político de
don Rosendo Maqui, y que ha vivido largo tiempo en Lima en donde ha tenido oportunidad de estudiar y de ligarse con
movimientos sociales. Es en esas circunstancias que Amenábar logra, a través de sobornos, demostrar que las tierras de
Yana Ñawi también son de él y ponen en práctica un nuevo desalojo; pero esta vez los comuneros deciden defender sus
tierras incluso con sus vidas. Así es como la novela concluye con una masacre general propiciada por Amenábar en el
desalojo.
JOSÉ MARÍA ARGUEDAS
(1911 – 1969)
Nació en Andahuaylas en 1911, de padre abogado e itinerante, donde el pequeño José María pasó una etapa conociendo
lugares distintos. Su padre se casa con la hacendada Grimanesa Arangoitia. Arguedas estudia en Lucanas, pero su madrastra lo
odiaba tanto que lo manda a vivir con los indios a los que ella odiaba y maltrataba, es allí donde el autor conoce el idioma y la
psicología andina. Así que, cansado de los maltratos huye junto con su hermano Arístides hacia la hacienda Viseca en donde
pasó un tiempo.
A los 20 años ingresa a la Universidad de San Marcos, en 1932 aparece su primer cuento “Warma Kuyay”. A los 24 años
publica “Agua”. Termina sus estudios de literatura y es preso político, posteriormente trabaja como profesor en el Cusco,
publica “Yawar Fiesta”. Con la tesis “La evolución de las comunidades andinas” obtiene el grado de Bachiller en Etnología y
enseñando en la Universidad Agraria publica “La agonía de Rasu Ñiti”. Obtiene el grado de Doctor en San Marcos como
etnólogo con la tesis “Las comunidades de España y el Perú”.
Se divorcia y se casa con la dama chilena Sybila Arredondo. Lamentablemente en el año 1969, con un balazo ante un espejo
decidió acabar con su vida atormentada. Fue la tarde del 28 de noviembre, murió días después, el 2 de diciembre.
EN LO LITERARIO MERECIO DOS PREMIOS:
 En 1958, ganó el premio Nacional de la Cultura Javier Prado, con su tesis titulada “La evolución de las comunidades
indígenas”.
 En 1959, ganó el Premio Nacional Ricardo Palma, con su novela “Los ríos profundos”.
PRODUCCIÓN LITERARIA:
CUENTOS:
– Agua (sobresalen los cuentos: Agua, Los escoleros y Warma Kuyay)
Amor, mundo y otros cuentos
– Diamantes y pedernales
– El sueño del Pongo
– La agonía de Rasu Ñiti
–
NOVELAS:
– El Sexto : Novela urbana, trata sobre la vida de Gabriel (Arguedas) en una cárcel de Lima.
– Yawar fiesta : Habla de la corrida de toros en el pueblo de Puquio (Ayacucho).
– Los ríos profundos : Narra la vida del niño Ernesto (Arguedas) en un internado de Abancay.
– Todas las sangres : Trata de la paulatina desaparición de las comunidades indígenas por la
intromisión del capitalismo norteamericano.
– El zorro de arriba y el zorro de abajo (obra póstuma) : Aborda el problema de las migraciones
en el interior del Perú. Se encuentran sus Cartas íntimas donde explica los motivos de su suicidio.
NO OLVIDAR:
Arguedas tuvo un conocimiento profundo del indígena, porque al vivir en las comunidades campesinas asimiló sus
costumbres y asumió su cultura; en tal sentido, se resolvió a cuestionar al indianismo exótico y sentimental para
superar y corregir su adulterada visión del mundo andino y ofrecernos una visión fidedigna de él. Es que Arguedas
no vio al indio desde la posición de juez (Albújar), ni tampoco la cómoda posición de hacendado; lo vio desde dentro,
en sus vivencias y conflictos.
CALIXTO GARMENDIA
(Ciro Alegría)
que el Perú tenga justicia, será grande». No dudaba de que la
habría y se torcía los mostachos con satisfacción,
predicando: «No debemos consentir abusos».
Déjame contarte —le pidió un hombre llamado Remigio
Garmendia a otro llamado Anselmo, levantando la cara—.
Todos estos días, anoche, esta mañana, aún esta tarde, he
recordado mucho... Hay momentos en que a uno se le agolpa
la vida... Además, debes aprender. La vida, corta o larga, no
es de uno solamente.
Sus ojos diáfanos parecían fijos en el tiempo. La voz se le
fraguaba hondo y tenía un rudo timbre de emoción.
Blandíanse a ratos las manos encallecidas.
—Yo nací arriba, en un pueblito de los Andes. Mi padre era
carpintero y me mandó a la escuela. Hasta segundo año de
primaria era todo lo que había. Y eso que tuve suerte de
nacer en el pueblo, porque los niños del campo se quedaban
sin escuela. Fuera de su carpintería, mi padre tenía un
terrenito al lado del pueblo, pasando la quebrada, y lo
cultivaba con la ayuda de algunos indios a los que pagaba en
plata o con obritas de carpintería: que el cabo de una lampa o
de hacha, que una mesita, en fin. Desde un extremo del
corredor de mi casa, veíamos amarillear el trigo, verdear el
maíz, azulear las habas en nuestra pequeña tierra. Daba
gusto. Con la comida y la carpintería teníamos bastante,
considerando nuestra pobreza. A causa de tener algo y
también por su carácter, mi padre no agachaba la cabeza
ante nadie. Su banco de carpintero estaba en el corredor de
la casa, dando a la calle. Pasaba el alcalde. «Buenos días,
señor», decía mi padre, y se acabó. Pasaba el subprefecto.
«Buenos días, señor», y asunto concluido. Pasaba el alférez
de gendarmes. «Buenos días, alférez», y nada más. Pasaba
el juez y lo mismo. Así era mi padre con los mandones. Ellos
hubieran querido que les tuviera miedo o les pidiese o les
debiera algo. Se acostumbran a todo eso los que mandan. Mi
padre les disgustaba. Y no acababa ahí la cosa. De repente
venía gente del pueblo, ya sea indios, cholos o blancos
pobres. De a diez, de a veinte o también en poblada llegaban.
«Don Calixto, encabécenos para hacer ese reclamo». Mi
padre se llamaba Calixto. Oía de lo que se trataba, si le
parecía bien aceptaba y salía a la cabeza de la gente, que
daba vivas y metía harta bulla, para hacer el reclamo.
Hablaba con buena palabra. A veces hacía ganar a los
reclamadores y otras perdía, pero el pueblo siempre le tenía
confianza. Abuso que se cometía, ahí estaba mi padre para
reclamar al frente de los perjudicados. Las autoridades y los
ricos del pueblo, dueños de haciendas y fundos, le tenían
echado el ojo para partirlo en la primera ocasión.
Consideraban altanero a mi padre, quien no los dejaba
tranquilos. El ni se daba cuenta y vivía como si nada le
pudiera pasar. Había hecho un sillón grande, que ponía en el
corredor. Ahí solía sentarse, por las tardes, a conversar con
los amigos. «Lo que necesitamos es justicia», decía. «El día
Sucedió que vino una epidemia de tifo, y el panteón del
pueblo se llenó con los muertos del propio pueblo y los que
traían del campo. Entonces las autoridades echaron mano de
nuestro terrenito para panteón. Mi padre protestó diciendo
que tomaran tierra de los ricos, cuyas haciendas llegaban
hasta la propia salida del pueblo. Dieron de pretexto que el
terreno de mi padre estaba ya cercado, pusieron gendarmes
y comenzó el entierro de muertos. Quedaron a darle una
indemnización de setecientos soles, que era algo en esos
años, pero que autorización, que requisitos, que papeleo, que
no hay plata en este momento... Se la estaban cobrando a mi
padre, para ejemplo de reclamadores. Un día, después de
discutir con el alcalde, mi viejo se puso a afilar una cuchilla y,
para ir a lo seguro, también un formón. Mi madre algo le veía
en la cara y se le prendió del cogote y le lloró diciéndole que
nada sacaba con ir a la cárcel y dejarnos a nosotros más
desamparados. Mi padre se contuvo como quebrándose. Yo
era niño entonces y me acuerdo de todo eso como si hubiera
pasado esta tarde.
Mi padre no era hombre que renunciara a su derecho.
Comenzó a escribir cartas exponiendo la injusticia. Quería
conseguir que al menos le pagaran. Un escribano le hacía las
cartas y le cobraba dos soles por cada una. Mi pobre
escritura no valía para eso. El escribano ponía al final: «A
ruego de Calixto Garmendia, que no sabe firmar, fulano». El
caso fue que mi padre despachó dos o tres cartas al diputado
por la provincia. Silencio. Otras al senador por el
departamento. Silencio. Otra al mismo Presidente de la
República. Silencio. Por último mandó cartas a los periódicos
de Trujillo y a los de Lima. Nada, señor. El postillón llegaba al
pueblo una vez por semana, jalando una mula cargada con la
valija del correo. Pasaba por la puerta de la casa y mi padre
se iba detrás y esperaba en la oficina del despacho, hasta
que clasificaban la correspondencia. A veces, yo también iba.
«Carta para Calixto Garmendia?», preguntaba mi padre. El
interventor, que era un viejito flaco y bonachón, tomaba las
cartas que estaban en la casilla de la G, las iba viendo y al
final decía: «Nada, amigo». Mi padre salía comentando que la
próxima vez habría carta. Con los años, afirmaba que al
menos los periódicos responderían. Un estudiante me ha
dicho que, por lo regular, los periódicos creen que asuntos
como ésos carecen de interés general. Esto en el caso de
que los mismos no estén en favor del gobierno y sus
autoridades, y callen cuanto pueda perjudicarles. Mi padre
tardó en desengañarse de reclamar lejos y estar yéndose por
las alturas, varios años.
Un día, a la desesperada, fue a sembrar la parte del panteón
que aún no tenía cadáveres, para afirmar su propiedad. Lo
tomaron preso los gendarmes, mandados por el subprefecto
en persona, y estuvo dos días en la cárcel. Los trámites
estaban ultimados y el terreno era de propiedad municipal
legalmente. Cuando mi padre iba a hablar con el Síndico de
Gastos del Municipio, el tipo abría el cajón del escritorio y
decía como si ahí debiera estar la plata: «No hay dinero, no
hay nada ahora. Cálmate, Garmendia. Con el tiempo se te
pagará». Mi padre presentó dos recursos al juez. Le costaron
diez soles cada uno. El juez los declaró sin lugar. Mi padre ya
no pensaba en afilar la cuchilla y el formón. «Es triste tener
que hablar así —dijo una vez—, pero no me darían tiempo de
matar a todos los que debía». El dinerito que mi madre había
ahorrado y estaba en una ollita escondida en el terrado de la
casa, se fue en cartas y en papeleo.
A los seis o siete años del despojo, mi padre se cansó hasta
de cobrar. Envejeció mucho en aquellos tiempos. Lo que más
le dolía era el atropello. Alguna vez pensó en irse a Trujillo o
a Lima a reclamar, pero no tenía dinero para eso. Y cayó
también en cuenta de que, viéndolo pobre y solo, sin
influencias ni nada, no le harían caso. ¿De quién y cómo
valerse? El terrenito seguía de panteón, recibiendo muertos.
Mi padre no quería ni verlo, pero cuando por casualidad
llegaba a mirarlo, decía: «¡Algo mío han enterrado ahí
también! ¡Crea usted en la justicia!» Siempre se había
ocupado de que le hicieran justicia a los demás y, al final, no
la había podido obtener ni para él mismo. Otras veces se
quejaba de carecer de instrucción y siempre despotricaba
contra los tiranos, gamonales, tagarotes y mandones.
Yo fui creciendo en medio de esa lucha. A mi padre no le
quedó otra cosa que su modesta carpintería. Apenas tuve
fuerzas, me puse a ayudarlo en el trabajo. Era muy escaso.
En ese pueblito sedentario, casas nuevas se levantarían una
cada dos años. Las puertas de las otras duraban. Mesas y
sillas casi nadie usaba. Los ricos del pueblo se enterraban en
cajón, pero eran pocos y no morían con frecuencia. Los
indios enterraban a sus muertos envueltos en mantas sujetas
con cordel. Igual que aquí en la costa entierran a cualquier
peón de caña, sea indio o no. La verdad era que cuando nos
llegaba la noticia de un rico difunto y el encargo de un cajón,
mi padre se ponía contento. Se alegraba de tener trabajo y
también de ver irse al hoyo a uno de la pandilla que lo
despojó. ¿A qué hombre, tratado así, no se le daña el
corazón? Mi madre creía que no estaba bueno alegrarse
debido a la muerte de un cristiano y encomendaba el alma
del finado rezando unos cuantos padrenuestros y avemarías.
Duro le dábamos al serrucho, al cepillo, a la lija y a la clavada
mi padre y yo, que un cajón de muerto debe hacerse luego.
Lo hacíamos por lo común de aliso y quedaba blanco.
Algunos lo querían así y otros que pintado de color caoba o
negro y encima charolado. De todos modos, el muerto se iba
a podrir lo mismo bajo la tierra, pero aún para eso hay gustos.
Una vez hubo un acontecimiento grande en mi casa y en el
pueblo. Un forastero abrió una nueva tienda, que resultó
mejor que las otras cuatro que había. Mi viejo y yo
trabajamos dos meses haciendo el mostrador y los andamios
para los géneros y abarrotes. Se inauguró con banda de
música y la gente hablaba del progreso. En mi casa hubo
ropa nueva para todos. Mi padre me dio para que lo gastara
en lo que quisiera, así, en lo que quisiera, la mayor cantidad
de plata que había visto en mis manos: dos soles. Con el
tiempo, la tienda no hizo otra cosa que mermar el negocio de
las otras cuatro, nuestra ropa envejeció y todo fue olvidado.
Lo único bueno fue que yo gasté los dos soles en una
muchacha llamada Eutimia, así era el nombre, que una noche
se dejó coger entre los alisos de la quebrada. Eso me duró.
En adelante no me cobró ya nada y si antes me recibió los
dos soles, fue de pobre que era.
En la carpintería, las cosas siguieron como siempre. A veces
hacíamos un baúl o una mesita o tres sillas en un mes. Como
siempre, es un decir. Mi padre trabajaba a disgusto. Antes lo
había visto yo gozarse puliendo y charolando cualquier obrita
y le quedaba muy vistosa. Después ya no le importó y como
que salían del paso con un poco de lija. Hasta que al fin
llegaba el encargo de otro cajón de muerto, que era plato
fuerte. Cobrábamos generalmente diez soles. Déle otra vez a
alegrarse mi padre, que solía decir: «Se fregó otro bandido,
diez soles!» A trabajar duro él y yo; a rezar mi madre, y a
sentir alivio hasta por las virutas. Pero ahí acababa todo.
¿Eso es vida? Como muchacho que era, me disgustaba que
en esa vida estuviera mezclada tanto la muerte.
La cosa fue más triste cada vez. En las noches, a eso de las
tres o cuatro de la madrugada, mi padre se echaba unas
cuantas piedras bastante grandes a los bolsillos, se sacaba
los zapatos para no hacer bulla y caminaba medio agazapado
hacia la casa del alcalde. Tiraba las piedras, rápidamente, a
diferentes partes del techo, rompiendo las tejas. Luego volvía
a la carrera y, ya dentro de la casa, a oscuras, pues no
encendía luz para evitar sospechas, se reía. Su risa parecía a
ratos el graznido de un animal. A ratos era tan humana, tan
desastrosamente humana, que me daba más pena todavía.
Se calmaba unos cuantos días con eso. Por otra parte, en la
casa del alcalde solían vigilar. Como había hecho incontables
chanchadas, no sabían a quién echarle la culpa de las
piedras. Cuando mi padre deducía que se habían cansado de
vigilar, volvía a romper tejas. Llegó a ser un experto en la
materia. Luego rompió tejas en la casa del juez, del
subprefecto, del alférez de gendarmes, del síndico de gastos.
Calculadamente, rompió las de las casas de otros notables,
para que si querían deducir, se confundieran. Los ocho
gendarmes del pueblo salieron en ronda muchas noches, en
grupos y solos, y nunca pudieron atrapar a mi padre. Se
había vuelto un artista de la rotura de tejas. De mañana salía
a pasear por el pueblo para darse el gusto de ver que los
sirvientes de las casas que atacaba, subían con tejas nuevas
a reemplazar las rotas. Si llovía era mejor para mi padre.
Entonces atacaba la casa de quien odiaba más, el alcalde,
para que el agua le dañara o, al caerles, los molestara a él y
su familia. Llegó a decir que les metía el agua a los
dormitorios, de lo bien que calculaba las pedradas. Era poco
probable que pudiese calcular tan exactamente en la
oscuridad, pero él pensaba que lo hacía, por darse el gusto
de pensarlo.
El alcalde murió de un momento a otro. Unos decían que de
un atracón de carne de chancho y otros que de las cóleras
que le daban sus enemigos. Mi padre fue llamado para que
hiciera el cajón y me llevó a tomar las medidas con un cordel.
El cadáver era grande y gordo. Había que verle la cara a mi
padre contemplando al muerto. Él parecía la muerte. Cobró
cincuenta soles adelantados, uno sobre otro. Como le
reclamaron el precio, dijo que el cajón tenía que ser muy
grande, pues el cadáver también lo era y además gordo, lo
cual demostraba que el alcalde comió bien. Hicimos el cajón
a la diabla. A la hora del entierro, mi padre contemplaba
desde el corredor cuando metían el cajón al hoyo, y decía:
«Come la tierra que me quitaste, condenado; come, come». Y
reía con esa su risa horrible. En adelante, dio preferencia en
la rotura de tejas a la casa del juez y decía que esperaba
verlo entrar al hoyo también, lo mismo que a los otros
mandones. Su vida era odiar y pensar en la muerte. Mi madre
se consolaba rezando. Yo, tomando a Eutimia en el alisar de
la quebrada. Pero me dolía muy hondo que hubieran
derrumbado así a mi padre. Antes de que lo despojaran, su
vida era amar a su mujer y su hijo, servir a sus amigos y
defender a quien lo necesitara. Quería a su patria. A fuerza
de injusticia y desamparo, lo habían derrumbado.
Mi madre le dio esperanza con el nuevo alcalde. Fue como si
mi padre sanara de pronto. Eso duró dos días. El nuevo
alcalde le dijo también que no había plata para pagarle.
Además, que abusó cobrando cincuenta soles por un cajón
de muerto y que era un agitador del pueblo. Esto ya no tenía
ni apariencia de verdad. Hacía años que las gentes, sabiendo
a mi padre en desgracia con las autoridades, no iban por la
casa para que las defendiera. Con este motivo ni se
asomaban. Mi padre le gritó al nuevo alcalde, se puso furioso
y lo metieron quince días en la cárcel, por desacato. Cuando
salió, le aconsejaron que fuera con mi madre a darle
satisfacciones al alcalde, que le lloraran ambos y le
suplicaran el pago. Mi padre se puso a clamar:
—«¡Eso nunca! ¿Por qué quieren humillarme? ¡La justicia no
es limosna! ¡Pido justicia!»
Al poco tiempo, mi padre murió.
FICHA DE LECTURA
1.-Obra: _______________________________
2.-Autor: _______________________________________
3.-Género literario:
4.-Especie literaria: ______________________________
___________________
5.Forma de composición: _______________________
6.-Escuela literaria: ______________________________
8.- La estructura de la obra:
7.- Época: ______________________________________
___________________________________________________________________________
9.- Los personajes principales: __________________________________________________________________________
10.- Los personajes secundarios: _______________________________________________________________________
___________________________________________________________________________________________________
11.- Ambiente: ___________________________________________________
12.- Acciones principales:
___________________________________________________________________________________________________
___________________________________________________________________________________________________
___________________________________________________________________________________________________
___________________________________________________________________________________________________
___________________________________________________________________________________________________
___________________________________________________________________________________________________
13.- Tiempo: __________________________________________________________________________
14.- Tipos de narrador: ________________________________________________________________________________
15.-Temas:
___________________________________________________________________________________________________
___________________________________________________________________________________________________
___________________________________________________________________________________________________
___________________________________________________________________________________________________
16.- Argumento:
___________________________________________________________________________________________________
___________________________________________________________________________________________________
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WARMA KUYAY
(Amor de niño)
Noche de luna en la quebrada de Viseca.
Pobre palomita, por donde has venido, buscando la arena,
por Dios, por los suelos.
-¡Justina! ¡Ay, Justina!
En un terso lago canta la gaviota, memorias me deja de
gratos recuerdos.
-¡Justinay, te pareces a las torcazas de Sauciyok’!
-¡Déjame, niño, anda donde tus señoritas!
-¿Y el kutu? ¡Al Kutu le quieres, su cara de sapo te gusta!
-¡Déjame, niño Ernesto! Feo, pero soy buen laceador de
vaquellas y hago temblar a los novillos de cada zurriago. Por
eso Justina me quiere.
La cholita se rió, mirando al Kutu; sus ojos chispeantes
como dos luceros.
-¡Ay Justinacha!
-¡Zonzo, niño zonzo! –habló Gregoria, la cocinera.
Caledonia, Pedrucha, Manuela, Anitacha… soltaron la
risa, gritaron a carcajadas.
-¡Niño zonzo!
Se agarraron de las manos y empezaron a bailar en
ronda, con la musiquita de Julio el charanguero. Se volteaban
a ratos, para mirarme, y reían. Yo me quedé fuera del círculo,
avergonzado, vencido para siempre.
Me fui hacia el molino viejo; el blanqueo de la pared
parecía moverse, como las nubes que correteaban en las
laderas de “Chawala”. Los eucaliptos de la huerta sonaban
con ruido largo e intenso: sus sombras se tendían hasta el
otro lado del río. Llegué al pie del molino, subí a la pared más
alta y miré desde allí la cabeza del “Chawala”: el cerro, medio
negro, recto, amenazaba caerse sobre los alfalfares de la
hacienda. Daba miedo por las noches; los indios nunca lo
miraban a esas horas y en las noches claras conversaban
siempre dando la espalda al cerro.
-¡Si te cayeras de pecho, tayta “Chawala”, nos
moriríamos todos!
Al medio del Witron Justina empezó otro canto:
Flor de mayo, flor de mayo,
flor de mayo, primavera,
por qué no te libertaste
de esa tu falsa prisionera.
Los cholos se habían parado en círculo y Justina cantaba
al medio. En el patio inmenso, inmóviles sobre el empedrado,
los indios se veían como estacas de tender cueros.
-Ese puntito negro que está al medio de Justina, y yo la
quiero, mi corazón tiembla cuando ella se ríe, llora cuando
sus ojos miran al Kutu. ¿Por qué, pues, me muero por ese
puntito negro?
Los indios volvieron a zapatear en ronda. El charanguero
daba vueltas alrededor del círculo, dando ánimo, gritando
como porto enamorado. Una paca-paca empezó a silbar
desde un sauce que cabeceaba a la orilla del río; la voz del
pájaro maldecido daba miedo. El charanguero corrió hasta el
cerco del patio y lanzó pedradas al sauce; todos los cholos le
siguieron. Al poco rato el pájaro voló y fue a posarse sobre
los duraznales de la huerta; los cholos iban a perseguirle,
pero don Froylán apareció en la puerta del Witron.
-¿Largo! ¡A dormir!
Los cholos se fueron en tropa hacia la tranca del corral; el
Kutu se quedó solo en el patio.
-¡A ese le quiere!
Los indios de don Froylán se perdieron en la puerta del
caserío de la hacienda y don Froylán entró al patio tras de
ellos.
-¡Niño Ernesto! –llamó el Kutu.
Me bajé al suelo de un salto y corrí hacia él.
-Vamos, niño.
Subimos al callejón por el lavadero de metal que iba
desmoronándose en un ángulo del Witrón; sobre el lavadero
había un tubo inmenso de fierro y varias ruedas,
enmohecidas, que fueron de las minas del padre de don
Froylán.
Kutu no habó nada hasta llegar a la casa de arriba.
La hacienda era de don Froylán y de mi tío; y el resto de la
gente fueron al escarbe de papas y dormían en la chacra, a
dos leguas de la hacienda.
Subimos las gradas, sin mirarnos siquiera, entramos al
corredor, y tendimos allí nuestras camas para dormir
alumbrados por la luna. El Kutu se echó callado; estaba triste
y molesto. Yo me senté al lado del cholo.
-¡Kutu! ¿Te ha despachado Justina?
-¡Don Froylán le ha abusado, niño Ernesto!
-¡Mentira, Kutu, mentira!
-¡Ayer no más le ha forzado; en la toma de agua, cuando
fue a bañarse con los niños!
-¡Mentira, Kutullay, mentira!
Me abracé al cuello del cholo. Sentí miedo; mi corazón
parecía rajarse, me golpeaba. Empecé a llorar, como si
hubiera estado solo, abandonado en esa quebrada oscura.
-¡Déjate, niño! Yo, pues, soy “endio”, no puedo con el
patrón. Otra vez, cuando seas “abogau”, vas a fregar a don
Froylán.
Me levantó como a un becerro tierno y me echó sobre mi
catre.
-¡Duérmete, niño! Ahora le voy a hablar a Justina para que te
quiera. Te vas a dormir otro día con ella ¿quieres, niño?
¿Acaso? Justina tiene corazón para ti, pero eres muchacho
todavía; tienes miedo porque eres niño.
Me arrodillé sobre la cama, miré al “Chawala” que parecía
terrible y fúnebre en el silencio de la noche.
-¡Kutu, cuando sea grande voy a matar a don Froylán!
-¡Eso sí, niño Ernesto! ¡Eso sí, mak’tasu!
La voz gruesa del cholo sonó en el corredor como maullido
del león que entraba hasta el caserío en busca de chanchos.
Kutu se paró; estaba alegre, como si hubiera tumbado al
puma ladrón.
-Mañana llega el patrón. Mejor esta noche vemos a Justina.
El patrón seguro te hace dormir en su cuarto. Que se entre la
luna para ir.
Su alegría me dio rabia.
-¿Y por qué no matas a don Froylán? Mátale con tu honda,
Kutu desde el frente del río, como si fuera puma ladrón.
-¡Sus hijitos, niño! ¡Son nueve! Pero cuando seas abogau ya
estarán grandes.
-¡Mentira, Kutu, mentira! ¡Tienes miedo como mujer!
-No sabes nada niño. ¿Acaso no he visto? Tienes pena de
los becerritos, pero a los hombres no los quieres.
-¡Don Froylán! ¡Es malo! ¡Los que tienen hacienda son malos
hacen llorar a los indios como tú; se llevan las vaquitas de
los otros, o las matan de hambre en su corral! ¡Kutu, don
Froylán es peor que toro bravo! ¡Mátale, no más, Kutucha,
aunque sea con galga, en el barranco de Capitana.
-¡Endio no puedes niño! ¡Endio no puede!
¡Era cobarde! Tumbaba a los padrillos cerriles, hacía temblar
a los potros, rajaba a látigos el lomo de los aradores,
hondeaba desde lejos a las vaquillas de los potros cholos
cuando encontraba a los potreros de mi tío, pero era cobarde.
¡Indio perdido!
Lo miré de cerca; su nariz aplastada, sus ojos casi oblicuos,
sus labios delgados, ennegrecidos por la coca. ¡A este le
quiere! Y ella era bonita, su cara rosada siempre estaba
limpia, sus ojos negros quemaban, no era como las otras
cholas, sus pestañas eran largas, su boca llamaba al amor y
no me dejaba dormir. A los catorce años yo la quería; sus
pechitos parecían limones grandes, y me desesperaban. Pero
ella era de Kutu, desde tiempo; de este cholo con cara de
sapo. Pensaba en eso y mi pena se parecía mucho a la
muerte. ¿Y ahora? Don Froylán la había forzado.
-¡Mentira, Kutu! ¡Ella misma, seguro ella misma!
Un chorro de lágrimas saltó de mis ojos. Otra vez el corazón
me sacudía, como si tuviera más fuerza que todo mi cuerpo.
-¡Kutu! Mejor la mataremos los dos a ella ¿quieres?
El indio se asustó. Me agarró la frente; estaba húmeda de
sudor.
-¡Verdad! Así quieren los mistis.
-Llévame donde Justina, Kutu! Eres mujer, no sirves para
ella. ¡Déjala!
-¡Cómo no, niño, para ti voy a dejar, para ti solito. Mira en
Weyrala se está apagando la luna.
Los cerros ennegrecieron rápidamente, las estrellitas saltaron
de todas partes del cielo; el viento silbaba en la oscuridad,
golpeándose sobre los duraznales y eucaliptos de la huerta;
más abajo, en el fondo de la quebrada, el río grande cantaba
con voz áspera.
Yo despreciaba al Kutu; sus ojos amarillos, chiquitos,
cobardes, me hacían temblar de rabia.
-¡Indio, muérete mejor. O lárgate a Nazca! ¡Allí te acabará
la terciana, te enterrarán como a perro!
Pero el novillero se agachaba no más, humilde, y se iba al
Witron, a los alfalfares, a la huerta de los becerros, y se
vengaba en el cuerpo de los animales de don Froylán, al
principio yo lo acompañaba. En las noches entrábamos,
ocultándonos, al corral; escogíamos los becerros más finos,
los más delicados; Kutu se escupía las manos, empuñaba
duro el zurriago, y rajaba el lomo a los torillitos. Uno, dos,
tres…cien zurriagazos; las crías se retorcían en el suelo, se
tumbaban de espaldas, lloraban, y el indio seguía encorvado,
feroz. Y yo me sentaba en un rincón y gozaba. Yo gozaba.
-¡De don Froylán es, no importa! ¡Es de mi enemigo!
Hablaba en voz alta para engañarme, para tapar el dolor
que encogía mis labios e inundaba mi corazón.
Pero ya en la cama, a solas, una pena negra, invencible,
se apoderaba de mi alma, y lloraba dos, tres horas. Hasta
que una noche mi corazón se hizo grande, se hinchó. El llorar
no bastaba; me vencían la desesperación y el
arrepentimiento. Salté de la cama, descalzo, corrí hasta la
puerta; despacito abrí el cerrojo y pasé al corredor. La luna ya
había salido; su luz blanca bañaba la quebrada; los árboles
rectos, silenciosos, estiraban sus brazos al cielo. De dos
saltos bajé al corredor y atravesé corriendo el callejón
empedrado, salté la pared del corral y llegué junto a los
becerritos. Ahí estaba “Zarinacha”, la víctima de esa noche,
echadita sobre la bosta seca con el hocico en el suelo ;
parecía desmayada; me abracé a su cuello; la besé mil veces
en su boca con olor a leche fresca, en sus ojos negros y
grandes.
-¡Ninacha, perdóname! ¡Perdóname, mamaya!
Junté mis manos y, de rodillas, me humillé ante ella.
-Ese perdido ha sido, hermanita, yo no. ¡Ese Kutu, canalla,
indio perro!
La sal de las lágrimas siguió amargándome largo rato.
Zarinacha me miraba seria, con su mirada humilde, dulce.
-¡Yo te quiero, ninacha; yo te quiero! Y una ternura sin igual,
pura, dulce, como la luz en esa quebrada madre, alumbró mi
vida.
A la mañana siguiente encontré al indio en el alfalfar de
Capitana. El cielo estaba limpio y alegre, los campos verdes
llenos de frescura. El Kutu ya se iba, tempranito a buscar
“daños” (9) en los potreros de mi tío, para ensañarme contra
ellos.
-Kutu vete de aquí . En Visecas ya no sirves. Los comuneros
se ríen porque eres maula.
Sus ojos opacos me miraron con cierto miedo.
-¡Asesino también eres, Kutu! ¡Un becerrito es como una
criatura. ¡Ya en Viseca no sirves, indio!
-¿Yo no más, acaso? Tú también. Pero mírale al tayta
Chawala: diez días más atrás me voy a ir.
Resentido, penoso como nunca, se largó a galope en el bayo
de mi tío.
Dos semanas después, Kutu pidió licencia y se fue. Mi tía
lloró por él, como si hubiera perdido un hijo. Kutu tenía
sangre de mujer; le temblaba a don Froylán, casi a todos los
hombres les temía. Le quitaron su mujer y se fue a ocultar
después en los pueblos del interior, mezclándose con las
comunidades de Sondando; Chacrilla … ¡Eres cobarde!
Yo sólo me quedé junto a don Froylán , pero cerca de
Justina, de mi Justinacha ingrata. Yo no fui desgraciado. A la
orilla de ese río espumoso, oyendo el canto de las torcazas y
de las tuyas , yo vivía sin esperanzas; pero ella estaba bajo
el mismo cielo que yo, en esa misma quebrada que fue mi
nido; contemplando sus ojos negros oyendo su risa,
mirándola desde lejitos, era casi feliz, porque mi amor por
Justina fue un “Warma kuyay” y yo creía tener derecho
todavía sobre ella; sabía que tendría que ser de otro, de un
hombre grande, que manejara ya zurriago, que echara ajos
roncos y peleara a látigos en los carnavales.
Y como amaba a los animales, las fiestas indias, las
cosechas, las siembras con música y jarawi, vivía alegre en
esa quebrada verde y llena de calor amoroso del sol. Hasta
que un día me arrancaron de mi querencia para traerme a
este bullicio, donde gentes que no quiero, que no comprendo.
El Kutu en un extremo y yo en otro. Él quizá habrá olvidado:
está en su elemento, en un pueblecito tranquilo, aunque
maula, será el mejor amansador de potrancas, y le
respetarán los comuneros. Mientras yo, aquí vivo amargado y
pálido, como un animal de los llanos fríos, llevado a la orilla
del mar, sobre los arenales candentes y extraños.
(José María Arguedas)
FICHA DE LECTURA
1.-Obra: _______________________________
2.-Autor: _______________________________________
3.-Género literario:
4.-Especie literaria: ______________________________
___________________
5.Forma de composición: _______________________
6.-Escuela literaria: ______________________________
8.- La estructura de la obra:
7.- Época: ______________________________________
___________________________________________________________________________
9.- Los personajes principales: __________________________________________________________________________
10.- Los personajes secundarios: _______________________________________________________________________
___________________________________________________________________________________________________
11.- Ambiente: ___________________________________________________
12.- Acciones principales:
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___________________________________________________________________________________________________
___________________________________________________________________________________________________
___________________________________________________________________________________________________
13.- Tiempo: __________________________________________________________________________
14.- Tipos de narrador: ________________________________________________________________________________
15.-Temas:
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16.- Argumento:
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EL SUEÑO DEL PONGO
José María Arguedas
Un hombrecito se encaminó a la casa-hacienda de su
patrón. Como era siervo iba a cumplir el turno de pongo, de
sirviente en la gran residencia. Era pequeño, de cuerpo
miserable, de ánimo débil, todo lamentable; sus ropas viejas.
- Trota de costado, como perro - seguía ordenándole el
hacendado.
El hombrecito sabía correr imitando a los perros pequeños de
la puna.
El gran señor, patrón de la hacienda, no pudo contener la risa
cuando el hombrecito lo saludó en el corredor de la
residencia.
El patrón reía de muy buena gana; la risa le sacudía todo el
cuerpo.
- ¡Regresa! - le gritaba cuando el sirviente alcanzaba trotando
el extremo del gran corredor.
- ¿Eres gente u otra cosa? - le preguntó delante de todos los
hombres y mujeres que estaban de servicio.
Humillándose, el pongo contestó. Atemorizado, con los ojos
helados, se quedó de pie.
- ¡A ver! - dijo el patrón - por lo menos sabrá lavar ollas,
siquiera podrá manejar la escoba, con esas sus manos que
parece que no son nada. ¡Llévate esta inmundicia! - ordenó al
mandón de la hacienda.
Arrodillándose, el pongo le besó las manos al patrón y, todo
agachado, siguió al mandón hasta la cocina.
El hombrecito tenía el cuerpo pequeño, sus fuerzas eran sin
embargo como las de un hombre común. Todo cuanto le
ordenaban hacer lo hacía bien. Pero había un poco como de
espanto en su rostro; algunos siervos se reían de verlo así,
otros lo compadecían. Huérfano de huérfanos; hijo del viento
de la luna debe ser el frío de sus ojos, el corazón pura
tristeza-, había dicho la mestiza cocinera, viéndolo.
El hombrecito no hablaba con nadie; trabajaba callado; comía
en silencio. Todo cuanto le ordenaban, cumplía. - Sí,
papacito; sí, mamacita-, era cuanto solía decir.
Quizá a causa de tener una cierta expresión de espanto, y por
su ropa tan haraposa y acaso, también porque quería hablar,
el patrón sintió un especial desprecio por el hombrecito. Al
anochecer, cuando los siervos se reunían para rezar el Ave
María, en el corredor de la casa -hacienda, a esa hora, el
patrón martirizaba siempre al pongo delante de toda la
servidumbre; lo sacudía como a un trozo de pellejo.
Lo empujaba de la cabeza y lo obligaba a que se arrodillara y,
así, cuando ya estaba hincado, le daba golpes suaves en la
cara.
- Creo que eres perro. ¡Ladra! - le decía.
El hombrecito no podía ladrar.
- Ponte en cuatro patas - le ordenaba entoncesEl pongo obedecía, y daba unos pasos en cuatro pies.
El pongo volvía, corriendo de costadito. Llegaba fatigado.
Algunos de sus semejantes, siervos, rezaban mientras tanto el
Ave María, despacio, como viento interior en el corazón.
- ¡Alza las orejas ahora, vizcacha! ¡Vizcacha eres! - mandaba
el señor al cansado hombrecito. - Siéntate en dos patas;
empalma las manos.
Como si en el vientre de su madre hubiera sufrido la
influencia modelante de alguna vizcacha, el pongo imitaba
exactamente la figura de uno de estos animalitos, cuando
permanecen quietos, como orando sobre las rocas. Pero no
podía alzar las orejas.
Golpeándolo con la bota, sin patearlo fuerte, el patrón
derribaba al hombrecito sobre el piso de ladrillo del corredor.
- Recemos el Padrenuestro - decía luego el patrón a sus
indios, que esperaban en fila.
El pongo se levantaba a pocos, y no podía rezar porque no
estaba en el lugar que le correspondía ni ese lugar
correspondía a nadie.
En el oscurecer, los siervos bajaban del corredor al patio y se
dirigían al caserío de la hacienda.
- ¡Vete pancita! - solía ordenar, después, el patrón al pongo.
Y así, todos los días, el patrón hacía revolcarse a su nuevo
pongo, delante de la servidumbre. Lo obligaba a reírse, a
fingir llanto. Lo entregó a la mofa de sus iguales, los colonos.
Pero... una tarde, a la hora del Ave María, cuando el corredor
estaba colmado de toda la gente de la hacienda, cuando el
patrón empezó a mirar al pongo con sus densos ojos, ése,
ese hombrecito, habló muy claramente. Su rostro seguía un
poco espantado.
- Gran señor, dame tu licencia; padrecito mío, quiero hablarte
- dijo.
El patrón no oyó lo que oía.
- ¿Qué? ¿Tú eres quien ha hablado u otro? - preguntó.
- Tu licencia, padrecito, para hablarte. Es a ti a quien quiero
hablarte - repitió el pongo.
- Habla... si puedes - contestó el hacendado.
- Padre mío, señor mío, corazón mío - empezó a hablar el
hombrecito -. Soñé anoche que habíamos muerto los dos
juntos: juntos habíamos muerto.
- ¿Conmigo? ¿Tú? Cuenta todo, indio - le dijo el gran patrón.
- Como éramos hombres muertos, señor mío, aparecimos
desnudos. Los dos juntos: desnudos ante nuestro gran Padre
San Francisco.
- ¿Y después? ¡Habla! - ordenó el patrón, entre enojado e
inquieto por la curiosidad.
- Viéndonos muertos, desnudos, juntos, nuestro gran Padre
San Francisco nos examinó con sus ojos que alcanzan y
miden no sabemos hasta qué distancia. A ti y a mí nos
examinaba, pensando, creo, el corazón de cada uno y lo que
éramos y lo que somos. Como hombre rico y grande, tú
enfrentabas esos ojos, padre mío.
- ¿Y tú?
- No puedo saber cómo estuve, gran señor. Yo no puedo
saber lo que valgo.
- Bueno, sigue contando.
- Entonces, después, nuestro Padre dijo con su boca: De
todos los ángeles, el más hermoso, que venga. A ese
incomparable que lo acompañe otro ángel pequeño, que sea
también el más hermoso. Que el ángel pequeño traiga una
copa de oro, y la copa de oro llena de la miel de chancaca
más transparente-.
- ¿Y entonces? - preguntó el patrón.
Los indios siervos oían, oían al pongo, con atención sin cuenta
pero temerosos.
- Dueño mío: apenas nuestro gran Padre San Francisco dio la
orden, apareció un ángel, brillando, alto como el sol; vino
hasta llegar delante de nuestro Padre, caminando despacio.
Detrás del ángel mayor marchaba otro pequeño, bello, de luz
suave como el resplandor de las flores. Traía en las manos
una copa de oro.
- ¿Y entonces? - repitió el patrón.
- Ángel mayor: cubre a este caballero con la miel que está en
la copa de oro; que tus manos sean como plumas cuando
pasen sobre el cuerpo del hombre-, diciendo, ordenó nuestro
gran Padre. Y así, el ángel excelso, levantando la miel con sus
manos, enlució tu cuerpecito, todo, desde la cabeza hasta las
uñas de los pies. Y te erguiste, solo; en el resplandor del cielo
la luz de tu cuerpo sobresalía, como si estuviera hecho de
oro, transparente.
- Así tenía que ser - dijo el patrón, y luego preguntó:
- ¿Y a ti?
- Cuando tú brillabas en el cielo, nuestro Gran Padre San
Francisco volvió a ordenar: - Que de todos los ángeles del
cielo venga el de menos valer, el más ordinario. Que ese
ángel traiga en un tarro de gasolina excremento humano-.
- ¿Y entonces?
- Un ángel que ya no valía, viejo, de patas escamosas, al que
no le alcanzaban las fuerzas para mantener las alas en su
sitio, llegó ante nuestro gran Padre; llegó bien cansado, con
las alas chorreadas, trayendo en las manos un tarro grande. Oye viejo -ordenó nuestro gran Padre a ese pobre ángel -,
embadurna el cuerpo de este hombrecito con el excremento
que hay en esa lata que has traído; todo el cuerpo, de
cualquier manera; cúbrelo como puedas. ¡Rápido!-. Entonces,
con sus manos nudosas, el ángel viejo, sacando el
excremento de la lata, me cubrió, desigual, el cuerpo, así
como se echa barro en la pared de una casa ordinaria, sin
cuidado. Y aparecí avergonzado, en la luz del cielo,
apestando...
- Así mismo tenía que ser - afirmó el patrón. - ¡Continúa! ¿O
todo concluye allí?
- No, padrecito mío, señor mío. Cuando nuevamente, aunque
ya de otro modo, nos vimos juntos, los dos, ante nuestro
Gran Padre San Francisco, él volvió a mirarnos, también
nuevamente, ya a ti ya a mí, largo rato. Con sus ojos que
colmaban el cielo, no sé hasta qué honduras nos alcanzó,
juntando la noche con el día, el olvido con la memoria. Y
luego dijo: -Todo cuanto los ángeles debían hacer con
ustedes ya está hecho. Ahora ¡lámanse el uno al otro!
Despacio, por mucho tiempo-. El viejo ángel rejuveneció a esa
misma hora: sus alas recuperaron su color negro, su gran
fuerza. Nuestro Padre le encomendó vigilar que su voluntad
se cumpliera.
FICHA DE LECTURA
1.-Obra: _______________________________
2.-Autor: _______________________________________
3.-Género literario:
4.-Especie literaria: ______________________________
___________________
5.Forma de composición: _______________________
6.-Escuela literaria: ______________________________
8.- La estructura de la obra:
7.- Época: ______________________________________
___________________________________________________________________________
9.- Los personajes principales: __________________________________________________________________________
10.- Los personajes secundarios: _______________________________________________________________________
___________________________________________________________________________________________________
11.- Ambiente: ___________________________________________________
12.- Acciones principales:
___________________________________________________________________________________________________
___________________________________________________________________________________________________
___________________________________________________________________________________________________
___________________________________________________________________________________________________
___________________________________________________________________________________________________
___________________________________________________________________________________________________
13.- Tiempo: __________________________________________________________________________
14.- Tipos de narrador: ________________________________________________________________________________
15.-Temas:
___________________________________________________________________________________________________
___________________________________________________________________________________________________
___________________________________________________________________________________________________
___________________________________________________________________________________________________
16.- Argumento:
___________________________________________________________________________________________________
___________________________________________________________________________________________________
___________________________________________________________________________________________________
___________________________________________________________________________________________________
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___________________________________________________________________________________________________
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LA GENERACIÓN DEL 50: EL URBANISMO O NEO-REALISMO
CONTEXTO HISTÓRICO SOCIAL.
Sucediendo a la Literatura indigenista, tras la decadencia de la agricultura
descuidada por los gobiernos de turno, emerge a partir de los años 50 la narrativa urbana. Los narradores de la Generación del
50 registraron personajes y problemas visibles en esa época, producto de las grandes migraciones campesinas y el crecimiento
vertiginoso y desordenado de Lima.
El gobierno militar del general Odría inicia una abultada labor de construcciones (Grandes Unidades Escolares, hospitales,
etc.) valiéndose de grandes préstamos. La oferta laboral y la supuesta posibilidad de una vida mejor “con salud, educación y
trabajo” atrae ingentes cantidades de provincianos, gente de campo que además de emplearse en albañilería, irá a engrosar las
filas del proletariado fabril de Lima. El migrante se convierte en mano de obra barata para el comercio y la industria.
La ciudad que no había sido preparada para un crecimiento tan vertiginoso se tuguriza e inicia su expansión por efecto de
las urbanizaciones por un lado y las invasiones, por el otro. Los terrenos de cultivo son sembrados con fierro y cemento
(“aparecen las grandes selvas de cemento”), los arenales y las faldas de los cerros cobijan a quienes no pueden acceder al
mercado inmobiliario.
La fisonomía de la ciudad se altera dando lugar a la formación de un gigantesco sector suburbano: barriadas,
asentamientos humanos o eufemísticamente llamados pueblos jóvenes.
CARACTERÍSTICAS.
1.
2.
3.
4.
5.
El escenario y foco de la narración es la ciudad.
Enfatiza el tema urbano: privilegiando la visión de las barriadas.
El personaje principal es el migrante provinciano.
Estudia los problemas de la clase media.
Favorece el psicologismo como punto de vista del autor.
REPRESENTANTES.
NARRATIVA: Desarrollo de las siguientes corrientes:
• NEOINDIGENISMO:
– Manuel Scorza (Redoble por rancas)
– Eleodoro Vargas Vicuña (Taita Cristo)
– Carlos Eduardo Zavaleta (Los Ingar)
• REALISMO URBANO:
– Oswaldo Reynoso (Los inocentes, En octubre no hay milagros)
– Enrique Congrains (Lima, hora cero)
– Julio Ramón Ribeyro (La palabra del muro)
POESÍA: Predominantemente social.
• Alejandro Romualdo (La Torre de los alucinados)
• Washington Delgado (Un mundo dividido)
• Blanca Varela (Canto Villano)
TEATRO:
• Enrique Solari Swayne (Collacocha)
• Sebastián Salazar Bondy (El fabricante de deudas)
JULIO RAMÓN RIBEYRO
(Lima, 1929 – Lima, 1994)
Escritor peruano, figura destacada de la llamada Generación del 50 y
uno de los mejores cuentistas de la literatura hispanoamericana del siglo
XX.
Realizó sus estudios escolares en el Colegio Champagnat de Lima,
para posteriormente ingresar a la Universidad Católica del Perú (1946),
donde siguió estudios de Letras y Derecho. Abandonó los estudios
jurídicos en 1952, cuando se encontraba en el último año de la carrera, al
recibir una beca para estudiar periodismo en Madrid, adonde se trasladó
en noviembre del mismo año.
En julio de 1953, y después de ganar un concurso de cuentos
convocado por el Instituto de Cultura Hispánica, viajó a París para
preparar una tesis sobre literatura francesa en la Universidad La Sorbona,
pero de nuevo decidió abandonar los estudios y permanecer en Europa
realizando trabajos eventuales, y alternando su estancia en Francia con
breves temporadas en Alemania (1955-56, 1957-58) y Bélgica (1957).
En 1958 regresó al Perú, y en septiembre del año siguiente viajó a la
ciudad de Ayacucho, para ocupar el cargo de profesor y director de
extensión cultural de la Universidad Nacional de Huamanga. En octubre
de 1960 regresó a Francia. En París trabajó como traductor y redactor de
la agencia France Presse (1962-72). En 1972 fue nombrado agregado
cultural peruano en París y delegado adjunto ante la UNESCO, y
posteriormente ministro consejero, hasta llegar al cargo de embajador
peruano ante la UNESCO (1986-90).
Hacia 1993 se estableció definitivamente en Lima. En el Perú fue distinguido con el Premio Nacional de Literatura (1983) y
el Premio Nacional de Cultura (1993), habiendo sido galardonado también en 1994 con el Premio de Literatura
Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo, uno de los galardones literarios de mayor prestigio en el ámbito cultural
hispanoamericano.
En 1994 se le otorgó el Premio Juan Rulfo. En ese mismo año fallece en Lima.
OBRAS:
1.
Novelas
• Crónica de San Gabriel (1960)
• Los geniecillos dominicales (1965)
• Cambio de guardia (1976)
2.
Cuentos
• La palabra del mudo (Colección de cuentos)
• Sólo para fumadores (1985)
3.
Ensayos
• La caza sutil (1975)
• Prosas apátridas (1975)
4.
Teatro
•
•
•
Santiago, el pajarero (1965)
Confusión en la prefectura (1968)
Atusparia
LA PALABRA DEL MUDO
La palabra del mudo es una compilación de los cuentos de Julio Ramón Ribeyro en el que, asimismo, figuran prólogos del
autor. Fue publicado por primera vez en 1973 y posteriormente, han surgido nuevas ediciones que han ido incrementando la
cantidad de los relatos compilados hasta abarcar su obra cuentística completa.
¿Por qué la palabra del mudo?
En una carta del autor al editor, fechada el 15 de febrero de 1973, Ribeyro escribía: “¿Por qué LA PALABRA DEL MUDO?
Porque en la mayoría de mis cuentos se expresan aquellos que en la vida están privados de la palabra, los marginados, los
olvidados, los condenados a una existencia sin sintonía y sin voz. Yo les he restituido este hálito negado y les he permitido
modular sus anhelos, sus arrebatos y sus angustias”.
En el mundo representado por Ribeyro observamos una dicotomía fundamental: oficialidad y marginalidad, donde el mundo
oficial agrede insistentemente al mundo marginal.
La palabra del mudo contiene los siguientes libros de cuentos:









Los gallinazos sin plumas (1955)
Cuentos de circunstancias (1958)
Las botellas y los hombres (1964)
Tres historias sublevantes (1964)
Los cautivos
El próximo mes me nivelo (1972)
Silvio en El Rosedal (1977)
Sólo para fumadores (1987)
Relatos santacrucinos (1992)
Algunos de sus cuentos más celebres son: “Alienación”, “La insignia”, “La botella de chicha”, “El jefe, El profesor suplente”, “Los
gallinazos sin plumas”, etc.
LOS GALLINAZOS SIN PLUMAS
Don Santos, un anciano cojo, y sus dos nietos: Efraín y Enrique, habitan el mismo corralón, junto a un cerdo (Pascual), al
cual Efraín y Enrique tienen que conseguir comida a como dé lugar. Todo el cariño de Don Santos está dirigido al cerdo en
quien ve su fortuna, es por ello que obliga a los niños a trabajar aun estando enfermos. Cuando Efraín enferma y no se puede
levantar a cumplir su diario martirio, el despiadado abuelo envía a Enrique a los muladares. Cuando los dos muchachos
enfermos y cansados no pueden cumplir con los cada vez más exigentes requerimientos del abuelo, este sin ningún miramiento
coge a Pedro, el perro de los niños y lo arroja al chiquero.
Al regresar Enrique con los cubos llenos de comida, se da cuenta de que el perro está siendo devorado, indignado, se
acerca al abuelo y le golpea el rostro con una vara, el viejo retrocede y cae de espaldas al chiquero. Luego fugará junto con su
hermano.
TEMA: El maltrato social
CRÍTICA
Es un excelente cuento que refleja la miserable existencia del provinciano (migrante) que está obligado a vivir en medio de
los lupanares por su paupérrima situación económica, naturalmente como consecuencia de un orden social injusto e inhumano;
donde existen clases sociales, viviendo el rico a costa del trabajo y sufrimiento del pobre.
Pascual, el cerdo, representa metafóricamente la posibilidad de desarrollo socioeconómico de una familia, pero también
representa la urbe que sacrifica y oprime al migrante provinciano.
Los marginales de esta urbe limeña, tienen que vivir realizando trabajos deshonestos y peligrosos. Ellos son los explotados,
los olvidados por una política centralista e inhumana, que no protege a la niñez. La lucha entre Enrique y el abuelo, en ese
sentido, desemboca en el fracaso en la cancelación de una esperanza, temas claves en la obra de Ribeyro. No hay salida, es
necesario seguir viviendo en otros basurales para encontrar algo que comer.
(Arequipa, 1931…)
Oswaldo Reynoso nació en Arequipa el 10 de abril de 1931. Es primo del senderista Abimael Guzmán Reynoso. Estudió en
la Universidad Nacional de San Agustín de su ciudad natal y en la Universidad Nacional de Educación Enrique Guzmán y Valle
"La Cantuta", en Lima. Con su título de Profesor de Lengua y Literatura ejerció allí el magisterio, al tiempo que desarrollaba una
intensa labor literaria.
Empezó con su poemario "Luzbel” (1955), pero conoció el éxito a partir de la prosa, siguiendo el realismo urbano que
dominaba la escena literaria del Perú en los años 50.
Es un escritor que ha tenido un papel importante en la narrativa nacional al adentrarse en el mundo de la delincuencia
juvenil, la violencia callejera e incorporar por primera vez en la literatura peruana del siglo XX el lenguaje de los jóvenes de las
grandes urbes.
Su obra estuvo en un primer momento influida por su ideología comunista, que aglutinó a un importante grupo de escritores
en los años 70, entre los cuales también destaca Miguel Gutiérrez.
Entre sus novelas destacan sobre todo "En Octubre no hay Milagros", "Los eunucos inmortales" y "El escarabajo y hombre".
 Luzbel (Poemas, 1955)
 Los eunucos inmortales (1995)
 Los inocentes o Lima en Rock (1961)
 El goce de la piel (2005)
 En octubre no hay milagros (1966)
 Las tres estaciones (2006)
 El escarabajo y el hombre (1970}
 En busca de la sonrisa encontrada (2012)
 En busca de Aladino (1993)
Reynoso ha destacado asimismo por su labor como docente; ha dictado cátedra en la Universidad Nacional San Agustín
de Arequipa, la Universidad Nacional de Educación Enrique Guzmán y Valle "La Cantuta", la Universidad Nacional Federico
Villarreal, y también en Pekín, (China).
En la actualidad es uno de los escritores más leídos, y una de las figuras más destacadas de la literatura peruana.
EN OCTUBRE NO HAY MILAGROS
La obra nos relata la dura vida de Lima en el ámbito social y psicológico, mostrando con
desesperación y violencia a sus personajes. Asimismo, nos muestra las costumbres religiosas y
celebraciones populares de las diferentes barriadas y quintas.
Don Manuel un empresario homosexual que desde los trece años sintió esa atracción hacia los hombres, ya de adulto para
tapar eso decidió casarse y tener un hijo al cual llamó Miguel, Manuel no gustaba de la pobreza, ni de los negros, ni indios y
cholos, sin embargo, sí gustaba de sus hombres sobre todo si eran bien fornidos y olían a sudor, fue así que una tarde conoció
a Tito un chico moreno alto, agarrado y sudoroso el cual pertenecía a esas pandillas, Manuel con su Cadillac para y le dice a
Tito si quiere trabajar para él, Tito no lo duda y acepta. Ya en su casa, le invita un par de tragos y de trago en trago le dice la
verdad le ofrece departamento para su mamá y Tito acepta ser su amante, luego escaparía.
Manuel pensaba que iba a ser como los otros empleados que el tenía que no se iba enamorar de él, sin embargo, cuando
se fue, se tornó triste, él estaba enamorado de Tito, pero jamás compraría su corazón porque el dinero no lo compra todo. Tito
regresaría, pero tiempo después se marcharía.
Mientras tanto su esposa en Europa tiene intimidad con españoles o ingleses, una mujer con mucha libertad, y el que toma
el peso de la familia verdaderamente es su hijo Miguel que por no tener un modelo a seguir se emborracha sufre por dentro, la
melancolía de no contar con una persona mayor quien le pueda dar aunque sea consejos pequeños, peor fue cuando descubre
a su padre teniendo relaciones íntimas con uno de sus empleados, es ahí que no lo puede ver a su padre, y se marcha, y es
donde decide escupir la imagen del Señor Moreno, al intento de escupir los guardias lo asesinan.
MANUEL SCORZA
(Lima, 1928 - Madrid, 1983)
Fue un novelista, poeta y editor peruano de la Generación del 50, atento a los fenómenos sociales y auscultador de
problemas del momento de la nación peruana. Uno de los más altos narradores perteneciente al Indigenismo o Neo
indigenismo peruano, junto con Ciro Alegría y José María Arguedas, cultivador del realismo mágico.
Ganó los dos primeros premios en los Juegos Florales del IV centenario de la Universidad Autónoma de México (1952) y
obtuvo el Premio Nacional de Poesía José Santos Chocano (1956).
En 1983, al retornar al Perú con el propósito de colaborar en las campañas políticas de la Izquierda Unida, el avión en el
que venía sufrió un accidente, falleciendo a los 54 años.
OBRAS LITERARIAS:
Novelas.
Ciclo de novelas "La Guerra Silenciosa":
– Redoble por Rancas (1970)
– Historia de Garabombo el Invisible (1972)
– El jinete insomne (1977)
– Cantar de Agapito Robles (1977)
– La tumba del relámpago (1979)
Poesía:
- Las Imprecaciones.
- Los Adioses.
- Desengaños del Mago.
- Réquiem para un Gentilhombre.
REDOBLE POR RANCAS
En el pueblo de Rancas, el juez de primera instancia, Francisco Montenegro es temido y odiado por sus malas acciones. Un
buen día llega al pueblo la Cerro de Pasco Corporation, creando mucha confusión en la población, pues presienten los
comuneros que serán despojados de sus tierras para entregarlas a la empresa minera norteamericana.
Los comuneros eligen a Héctor Chacón para matar al abusivo juez Francisco Montenegro por todo el daño que ha
cometido. Al cabo de un tiempo llega a Rancas un tren repleto de alambres de púas para cerrar los terrenos de los comuneros
que sería de la empresa norteamericana.
Los trabajos de cercado que hicieron fue de más de mil kilómetros de largo con el apoyo de la guardia civil, las autoridades
y el párroco del pueblo. Los comuneros fueron notificados que desalojen las tierras. Las ovejas que comían pasto en los
terrenos cercados fueron degolladas como una muestra de intimidación. La Guardia Civil emprendió una cacería implacable
para captura a Héctor Chacón, el Nictálope, porque se enteraron de que quería matar al juez Montenegro.
Los comuneros se sublevan armados de palos, picos y piedras; pero llegó la guardia de asalto. El enfrentamiento entre la
guardia de asalto y los campesinos fue cruento y desigual. Murieron muchos campesinos al mando de Fortunato, defendiendo
sus tierras.
Tema: el abuso de las autoridades hacia los campesinos y la intromisión del capitalismo extranjero.
NARRATIVA DE LOS 60 Y 70
MARIO VARGAS LLOSA
ÉPOCA
(1936…)
: Contemporánea.
MOVIMIENTO LITERARIO: Urbanismo. Boom literario latinoamericano.
GENERACIÓN: Generación del 60.
CALIFICATIVO: “El Arquitecto de la Narrativa Urbana”.
Jorge Mario Pedro Vargas Llosa nació en Arequipa el 28 de marzo de 1936. Meses antes, por cosas del destino, sus
padres se habían separado, de tal manera que la primera infancia del niño transcurre alejada de la autoridad paterna. De 1937
a 1945, vivió en Cochabamba, Bolivia, y estudió en el Colegio La Salle. Posteriormente regresa con su familia al Perú y se
instalan en Piura, al ser nombrado, el abuelo, prefecto de esta ciudad. En 1947, sus padres se reconcilian y se establece la
familia en Lima, en donde es matriculado en el Colegio La Salle.
Este encuentro con el padre, después de diez años de ausencia, afectó seriamente el espíritu de este niño, que no
quería cambiar las caricias de la madre por la férrea disciplina paterna. A partir de ese momento, empieza la ruptura con la
realidad por parte del escritor que prefiere encerrarse en su habitación, leyendo novelitas de aventura, a tener que aceptar la
rigidez del padre.
En 1950, su padre decide ingresarlo al Colegio Militar Leoncio Prado, acontecimiento que marcará la sensibilidad del
escritor y que posteriormente recreará en una de sus primeras novelas. Por una parte, el orden y la disciplina de la institución
castrense, y por otra la violencia, la discriminación y el machismo imperante al interior le hacen tomar conciencia de la compleja
y dolorosa realidad peruana. A partir de ese momento, surgen en el escritor los móviles que van a definir su existencia: la
creación de un mundo irreal más aceptable y armonioso a través de la literatura, y el ansia de libertad que marcarán sus
ensayos políticos.
Ingresa en San Marcos en 1953 para estudiar Letras y Derecho. Por aquella época, escribe cuentos y artículos
periodísticos "con gran inseguridad y mucho esfuerzo" como reconoce el propio autor y trabaja como redactor de noticias en
una radio. En 1955, contrae matrimonio con Julia Urquidí, su tía política, catorce años mayor que él. Tres años después viaja a
Francia por muy breve tiempo, con motivo de la premiación de su cuento "El desafío" por parte de La "Revue Francaise". Este
viaje le permitió concluir que Europa era el ambiente adecuado para su vocación de escritor. Y a este continente regresó
acompañado de su reciente esposa, en busca de un ambiente más estimulante para la creación.
Pero el año que marca el inicio de una carrera dirigida hacia la cima de las letras castellanas es 1962, año en que es
galardonado con el Premio Biblioteca Breve, otorgado por la editorial Seix Barral, en mérito a la novela "La ciudad y los perros",
originalmente titulada "Los impostores". En esta primera novela, Vargas Llosa recrea el mundo de los adolescentes y sus
conflictos en el Colegio Militar "Leoncio Prado", haciendo uso de una técnica literaria impecable, lograda de la lectura de los
autores de la llamada Generación Perdida, como es el caso de William Faulkner.
En 1964, se separa definitivamente de Julia Urquidí y al año siguiente
retorna a Lima por un breve periodo y se casa con su prima hermana Patricia
Llosa. Posteriormente, retorna a Europa y radica en Londres. Su consagración
como escritor se realiza en 1967, año en que es galardonado por su novela "La
casa verde" con el Premio "Rómulo Gallegos", en cuya ceremonia de
premiación fue ovacionado como ningún otro escritor latinoamericano.
En 1970, se traslada a Barcelona, España, y permaneció en esta
ciudad por cuatro años. A mediados de 1974, retornó al Perú y durante un
buen tiempo alternó su estancia entre nuestro país y Europa.
En 1987, después del discurso presidencial del entonces mandatario
García Pérez, decide incursionar en la política a raíz de la pretendida
Estatización de la Banca y a partir del año siguiente inicia una carrera política
que lo llevará a ser candidato a la presidencia del país para las elecciones de
1990 (su contendiente fue Alberto Fujimori). Ante su fracaso electoral, se retira
a España, en donde inicia la escritura de sus memorias como fruto de esta
experiencia política.
mundo de las letras hispanas.
En 1993, se nacionaliza español y partir de ese momento se inicia una
relación conflictiva con el Perú a raíz de una campaña tendenciosa realizada por
la prensa de nuestro país. En 1996, es incorporado a la Real Academia
Española, pronunciando un discurso sobre la vida y obra de José Martínez Ruíz,
"Azorín", confirmando con este hecho su presencia y participación activa en el
Actualmente radica en España y ocasionalmente viene al país.
PRODUCCIÓN LITERARIA.
A.
NARRATIVA:
1959: "Los jefes".
1962: "La ciudad y los perros".
1966: "La casa verde".
1967: "Los cachorros".
1969: "Conversación en La Catedral".
1973. "Pantaleón y las visitadoras".
1977: "La tía Julia y el escribidor".
1981: "La guerra del fin del mundo". (Novela total)
1984: "Historia de Mayta".
1986: "¿Quién mató a Palomino Molero?"
1987: "El hablador".
1988: "El elogio de la madrastra".
1993: "Lituma en los Andes”. “El pez en el agua".
1997: "Los cuadernos de don Rigoberto".
2000: "La fiesta del chivo".
OTRAS NOVELAS:
“El paraíso en la otra esquina”:
“La verdad de las mentiras”
“Travesuras de la niña mala”
“El sueño del celta”
“El héroe discreto” (última novela 2013)
B.
ENSAYO:
1971: "García Márquez historia de un deicidio e historia
secreta de una novela".
1975: "La orgía perpetua: Flaubert y Madame Bovary".
1983: "Contra viento y marea".
1997: “La utopía arcaica: José María Arguedas y las
ficciones del Indigenismo”.
1988: "La cultura de la libertad".
1998. "Cartas a un novelista".
C. TEATRO:
1952: "La huida del inca".
1981: "La señorita de Tacna".
1983: "Kathie y el hipopótamo".
1986: "La chunga".
1996: "Ojos bonitos, cuadros feos".
PREMIOS Y DISTINCIONES.
En 1959 gana el Premio Leopoldo Alas por Los jefes.
En 1962 obtiene el Premio Biblioteca Breve con la Ciudad y los perros. Con esta misma novela obtiene en 1963 el Premio de la
Crítica Española y el segundo puesto del Prix Formentor.
En 1967 obtiene los premios Nacional de Novela del Perú, el Premio de la Crítica Española y el Rómulo Gallegos por su novela
La casa verde.
En 1977 es nombrado miembro de la Academia Peruana de la Lengua y ocupa la Cátedra Simón Bolívar de la Universidad de
Cambridge.
En 1982 recibe el Premio del Instituto Ítalo Latinoamericano de Roma.
En 1985 obtiene el Premio Ritz París Hemingway por su novela La Guerra del fin del mundo.
1986 es galardonado con el Príncipe de Asturias de las Letras
En 1988 recibe el Premio Libertad en Suiza, otorgado por la Fundación Max Schmidheiny.
En 1989 recibe el Premio Scanno en Italia por su novela El hablador.
En 1990 gana el Premio Castiglioni de Sicilia en mérito a su obra novelística y es nombrado Profesor Honoris Causa de la
Universidad Internacional de Florida en Miami. Es también Doctor Honoris Causa de la Universidad Hebrea de Jerusalén, del
Connecticut College en Estados Unidos, del Queen Mary College, de la Universidad de Londres y de la Universidad de Boston.
En 1993 obtiene el Premio Planeta por su novela Lituma en los Andes.
En 1994 fue galardonado con el Premio Cervantes, en reconocimiento a su trayectoria como escritor e intelectual.
El 24 de marzo de 1994 es elegido Miembro de la Real Academia Española. Este mismo año le fue otorgado el Premio Literario
Arzobispo San Clemente de Santiago de Compostela por Lituma en los Andes.
En 1995 le fue concedido el Premio Jerusalén.
En 1996 el Gremio de Libreros Alemanes le otorga el Premio de la Paz.
En abril de 1997 se le otorga el Premio Mariano de Cavia, que concede el diario ABC, por su artículo "Los Inmigrantes",
publicado en El País.
En mayo de 1999 recibió el Premio Ortega y Gasset de periodismo en mérito a un artículo sobre el Sensacionalismo de la
Prensa. En julio del mismo año se le otorgó el Premio Internacional Menéndez Pelayo, en reconocimiento a su trayectoria
literaria.
En el 2010: _______________________________________________________________________________
LA CIUDAD Y LOS PERROS
(1962)
Es la primera novela de Vargas Llosa y la que se hace internacional al ganar el Premio Biblioteca
Breve. Describe la vida del Colegio Militar Leoncio Prado, particularmente la de un grupo de
adolescentes cadetes que se enfrentan al riguroso y autoritario orden militar. Dentro del colegio se ha
formado una asociación clandestina denominada El Círculo cuyo líder es El Jaguar, un muchacho rubio
de gran destreza en la pelea cuerpo a cuerpo quien será el que dirija los proyectos de ésta, asimismo
es el asesino del cadete Arana apodado El Esclavo.
I.
Género : Narrativo
II. Especie : Novela
III. Personajes:
– Jaguar
: Líder del círculo
– El Rulos
: Cadete
– El Esclavo
: Cadete Arana
– Gamboa
: El
– El Poeta
: Cadete Alberto Fernández
Teniente
– El Serrano
: Cadete Cava
– Garrido
: El Capitán
– El Boa
: Cadete
– Paulino
: Propietario de la Perlita
IV. Estructura: Dos partes y epílogo. Fue publicada inicialmente con el nombre de «Los Impostores».
V.
Escenario:
Colegio Militar Leoncio Prado y otros lugares de la Capital.
VI. Argumento:
La obra comienza cuando se sortea con unos dados, quien debe robar la prueba, es elegido es el serrano
Cava. La autoridades se dan cuenta de la pérdida de las pruebas y determinan que el Colegio quede acuartelado y ejecutado en
virtud de las órdenes del círculo, secta que ejerce su mandato clandestino entre los cadetes, las sospechas recaen sobre sus
componentes, generando una progresiva tensión que se resuelve con la muerte de Ricardo Arana, apodado El Esclavo, en el
transcurso de unas maniobras o ensayos. Y aunque la versión oficial consagra el hecho como un accidente, los rumores señalan
al Jaguar, jefe del círculo, se trataría de un acto de venganza contra el delator. Alberto lo denuncia, pero su acusación cae en el
vacío, porque las autoridades se cierran en su decisión de evitar el escándalo que caería sobre la institución en su totalidad.
Es este el momento en que la impostura se revela en toda su magnitud: el poeta es chantajeado, ya que se sabe que es el
autor de las novelistas pornográficas que vende a sus compañeros; el teniente Gamboa pierde la posibilidad de un ascenso y es
destinada finalmente a una guarnición remota del Perú profundo.
La versión oficial se mantiene y el epílogo muestra la partida de los cadetes y las condiciones de su reinserción a la sociedad,
que ha confiado la custodia y formación de los jóvenes a la institución.
VII. Tema Principal. Los esquemas impositivos y autoritarios en la enseñanza castrense.
Temas Secundarios:
– La rebeldía ante el sistema castrense.
– La agresividad como método de subsistencia.
ALFREDO BRYCE ECHENIQUE
(1939…)
ÉPOCA
: Contemporánea.
MOVIMIENTO LITERARIO: Urbanismo.
GENERACIÓN
: Generación del 70.
Nacido en Lima, de familia acomodada, estudió en colegios
norteamericanos e ingleses para luego ingresar en la Universidad
Nacional Mayor de San Marcos. En 1964 viajó a Francia y estudió en la
Universidad de La Sorbona de París donde se doctoró en Letras y desde
1968 dicta cursos en varias universidades francesas sobre literatura y
cultura latinoamericana.
Tras “una corta vida feliz del anónimo escritor Alfredo Bryce”, como
el mismo la ha llamado, pública su primer libro “Huerto cerrado”
(1968), colección de cuentos premiados con una mención por la Casa de
las Américas de Cuba. Sin embargo, es con la publicación de su primera
novela “Un mundo para Julius” (1970) que Bryce se convierte junto
con Arguedas, Ribeyro, Ciro Alegría y Vargas Llosa en uno de los
escritores contemporáneos más importantes del Perú.
En 1972 la Junta Militar de Juan Velasco Alvarado le otorga el
“Premio de Fomento a la Cultura Ricardo Palma” porque su novela, “Un
mundo para Julius”, criticaba a la oligarquía peruana.
Bryce Echenique es uno de los autores hispanoamericanos más publicado y traducido del momento.
La obra narrativa de Bryce es una de las más importantes en la actualidad: en sus novelas fundamentales logra auscultar
con agudeza, humor y desenfado la vida disoluta y extranjerizante de la oligarquía limeña que él muy bien llegó a conocer.
SUS NOVELAS:
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"Huerto cerrado" (Cuentos, 1968)
“Un mundo para Julius” (1970)
“Tantas veces Pedro” (1977)
“La vida exagerada de Martín Romaña” (1981)
“El hombre que hablaba de Octavio de Cádiz” (1985)
“La última mudanza de Felipe Carrillo” (1988)
“Dos señoras conversan” (1990)
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“No me esperen en abril” (1995)
“Reo de nocturnidad” (1997)
“Permiso para vivir” (Antimemorias)
“La amigdalitis de Tarzán” (1998)
"Guía triste de París" (Cuentos 1999).
“El huerto de mi amada”
CARACTERÍSTICAS DE SU OBRA:
1.
El estilo característico de Bryce, es la oralidad; es decir, trasladar el lenguaje oral a la novela, de tal manera que la obra
parezca un diálogo con el lector.
2.
Por otro lado, la presencia de un tono triste y melancólico en todo el relato nos transmite un sentimiento de compasión
para el personaje principal de la obra.
3.
Alfredo Bryce Echenique pertenece a la narrativa de la década del "70, época en que todos los escritores van a aprovechar
las nuevas técnicas introducidas por el "Boom Latinoamericano", tales como : el tiempo circular, el monólogo interior y el
narrador parcialmente omnisciente.
UN MUNDO PARA JULIUS
(1970)
Es una novela que describe de un modo realista, sobre todo humanístico, el mundo de la vieja oligarquía limeña con su vida
muelle, producto de sus valores insustanciales y equivocados ideales. El autor contrasta además la vida sencilla de los criados
con la vida hueca, elegante y superficial de los ricos, pasada en cocteles, en campos de golf y en viajes a Europa.
Un mundo para Julius narra la vida de un niño rico, Julius, entre las edades de cinco y once años. Sus padres –Susan, la
madre, glamorosa, muy linda como una actriz de cine, de deliciosa frivolidad–; Juan Lucas, el padrastro (el padre real ha
muerto al comenzar el libro) afanado al golf, adinerado en alianza con los intereses financieros estadounidenses– pertenecen a
lo que en el Perú se llama la oligarquía. Julius tiene dos hermanos mayores, Santiago, el mayor, Bobby, el menor. Son los
productos de una educación recibida tanto en el hogar y en la escuela como también en “la sociedad” que se adhiere a los
valores de aquella oligarquía: dinero, apellidos, “elegancia”, evitamiento de la seriedad de la tristeza, la tragedia, la pobreza en
breve es una educación adscrita a los valores o falta de valores de una frivolidad generalizada. Julius difiere de los otros
miembros de su familia en que es sensible (su madre también lo es pero suprime su sensibilidad). Su crianza está confiada a los
sirvientes que lo adoran. Aquí la novela muestra una gran simpatía por las gentes humildes y desvalidas que aparecen a lo
largo de la novela (Vilma, Celso, Nilda, Carlos), acercándose a ellas con singular ternura y consigue por eso penetrar en su
interior, en su alma, en su psicología. La hermana de Julius, Cinthia, a quien él quiere mucho, casi demasiado pronto muere de
tuberculosis. Este fallecimiento, junto con la muerte de una de sus sirvientas y, ya antes, la muerte de su propio padre,
despiertan en el muchachito varias crisis y una lenta toma de conciencia que se alimenta de aquellos aspectos de la vida que su
familia pasa por alto.
En resumen:
La novela nos presenta de manera realista e irónica la vida delicada de la burguesía, el mundo de la infancia y
la adolescencia (Julius no solamente es el protagonista del libro sino también el instrumento de su exploración). De otro lado,
también expresa el mundo de la debilidad física y la frustración, de la clase alta limeña y la postergación social de los criados.
LOS MORIBUNDOS
Julio Ramón Ribeyro
A los dos días que empezó la guerra comenzaron a llegar a
tocaba por todas partes, para ver si no estaba herido,
Paita los primeros camiones con muertos. Mi hermano Javier
sorprendida de que viniera de la guerra sin que le faltara un
me llevó a verlos a la entrada del hospital. Los camiones se
brazo o por lo menos un dedo.
detenían un momento frente al portón y los enfermeros salían
para echarles una ojeada. A veces encontraban a un
-Déjame que me haces cosquillas -se quejaba Marcos y
moribundo entre tanto cadáver, lo ponían en una camilla, lo
seguía contando la batalla de Zarumilla y la captura de Puerto
metían rápidamente al hospital y el camión seguía rumbo al
Bolívar. Algunos vecinos habían venido para escucharlo.
cementerio.
-¿Es verdad que lanzamos paracaidistas? -le preguntaron.
-Los que tienen polainas son los ecuatorianos -decía Javier-.
-Lanzamos seis. Uno de ellos cayó en el mar y fue recogido
Los que tienen botas son los peruanos.
por una lancha ecuatoriana. Pero los otros cinco capturaron
el puerto.
Pero estos detalles me tenían sin cuidado, pues lo único que
me interesaba era ver cómo los muertos, al morir, trataban de
-¿Y esta guerra, la ganamos o no?
abrir la boca y de enseñar los dientes, aunque fuera los
dientes rotos a través de los labios rotos. Me llamaba la
-Ya está ganada.
atención la risa de los muertos, una risa que yo encontraba,
-¡Viva el Perú! -gritó uno de los vecinos...
no sé por qué, un poco provocadora, como la risa de aquellas
personas que lo hacen sin ganas, solamente por fastidiarnos
Nadie le hizo caso.
la paciencia. Otra impresión no me producían los muertos,
quizás porque había demasiados y su misma abundancia
Al día siguiente mi padre llegó a la casa muy campante:
destruía ese efecto patético que produce el muerto solitario.
-Hoy he metido siete heridos en la parroquia y cuatro en la
Ya no parecían hombres los muertos en camionadas.
casa de Timoteo Velázquez, que tiene huerta. ¡Y que no me
Parecían cucarachas o pescados.
frieguen mucho ni me miren de reojo en la calle porque les
meto heridos en su casa!
-¿Y por qué los traen hasta aquí? -le pregunté a Javier- ¿Por
qué no los dejan en Tumbes o los entierran en la frontera?
Nuestro turno no tardó en llegar. Fue la misma noche que
-No sé -me respondió-. Yo creo que los traen vivos, pero que
Marcos regresó al frente y que mi hermana se arrastró por la
se mueren en el camino.
casa dando de gritos. Ya la habían calmado y todo estaba en
silencio cuando tocaron la puerta de la calle. Alguien decía en
Cuando regresábamos a casa me enseñó dos tiendas que
la calzada:
estaban con las puertas cerradas. En ambas habían pintado
con tiza la palabra mono.
-Requisición de cuartos vacíos.
-A los ecuatorianos les dicen monos -me explicó-. Estas
tiendas son de monos, que no abren porque tienen miedo o
porque se han ido. En Paita y en Tumbes hay bastantes
monos. A nosotros en Ecuador nos dicen gallinas, porque
hemos perdido todas las guerras, la con Chile, la con
Colombia,... qué sé yo... Pero esta sí que no la perdemos.
En la casa: mi hermana Eulalia estaba llorando porque a su
novio Marcos, que es teniente, lo habían destacado a la
frontera. Esa mañana había recibido una carta de él desde
Tumbes, en la que contaba la batalla de Zarumilla y la
captura de Puerto Bolívar. Mi mamá le daba valeriana para
calmarle los nervios y encendía velas a todos los santos. Mi
papá, en cambio, no hacía sino renegar de la mañana a la
noche. Las clases del Colegio Nacional, donde es profesor,
habían sido suspendidas a causa de la guerra y por esta
razón andaba ocioso por la casa, sin saber qué hacer con su
enorme mañana en blanco.
-¿A mí qué me importa la guerra? exclamaba--. Si todos
supieran bien su cartilla y su tabla de multiplicar no tendrían
por qué estarse matando. ¡Y yo que pensaba aplazar esta
semana a Pérez en botánica.
Pronto los muertos no entraron ya en el cementerio ni los
heridos en el hospital. A los muertos comenzaron a
enterrarlos cerca del río y a los heridos a guardarlos en el
municipio y en el Colegio Nacional. Mi papá salió muy
alborotado cuando se enteró de esto, para ver qué iba a
pasar con su salón de clase. Todos esperábamos que
regresaría rabiando, pero llegó muy orondo, con un brazalete
rojo en la manga de su camisa.
-Pertenezco al cuerpo de requisición de cuartos vacíos -dijo-.
Tengo que regresar esta tarde al colegio para ver dónde
metemos a los heridos. Hoy han llegado siete ambulancias.
Esa noche vino Marcos del frente. Lo habían mandado a
Paita con una misión especial. Lo primero que hizo fue venir
a casa y se estuvo allí hablando hasta tarde. Mi hermana lo
Después sentí que mis padres caminaban por la sala.
-¿Pero tú habías declarado que teníamos cuartos? –
preguntaba mi mamá.
-Dije sólo que teníamos un depósito desocupado. Estos
heridos me los debe haber mandado Timoteo Velázquez en
venganza.
-Habrá que recibirlos, pues, ¿Son peruanos o ecuatorianos?
Mi hermano Javier se levantó y entreabrió la puerta para
espiar. Yo lo imité y ambos vimos como atravesaban la sala
los enfermeros, llevando dos parihuelas. Mi papá, en pijama,
los guiaba por el corredor que conduce a la cocina.
-Dentro de un rato iré a ver quiénes son los heridos -dijo
Javier poniéndose las pantuflas-. Tú no te muevas de acá.
Cuando sentimos que los enfermeros se iban y que los viejos
se acostaban, Javier salió del dormitorio con su linterna. A los
cinco minutos regresó.
-¿Son peruanos o ecuatorianos? -le pregunté.
-No sé -me respondió confundido-. No tienen botas ni
polainas. Están descalzos.
Al día siguiente me desperté muy temprano. La presencia de
esos soldados me causaba cierta opresión, como si al fin la
guerra hubiera metido sus zarpas en nuestra casa.
Apenas mi madre partió para la misa de seis, me levanté y
me fui corriendo al depósito. Sin el menor miramiento abrí la
puerta de par en par y quedé plantado delante de los heridos.
Los habían tirado en dos colchonetas de paja y ambos, a
pesar de la hora, estaban con los ojos abiertos mirando
fijamente las vigas del techo. Uno de ellos estaba color
ceniza y sudaba y el otro tenía un brazo vendado fuera de la
cama y las mejillas hundidas. Aparte de esto no vi en ellos
nada especial. Parecían dos pastorcitos cajamarquinos o dos
de esos arrieros que yo había visto caminando infatigables
por las puntas de Ancash.
-"Son peruanos" -pensé-. "; los ecuatorianos deben ser más
peludos".
Me iba a retirar, un poco decepcionado, cuando uno de ellos
dijo algo. Al volverme vi que el pálido movía los labios:
-Agua...
Al decir esto sacó una pierna por debajo de las sábanas y me
mostró su rodilla: una herida se abría redonda y violácea
como una hortensia en toda su floración.
Yo corrí a la cocina, sintiendo una especie de vértigo y allí me
encontré con mi hermana que ponía la tetera en el fogón.
-¿Qué pasa? -me preguntó- ¡Se te ha ido la sangre de la
cara!
-Uno de los heridos quiere agua -le respondí-. Tiene un tumor
horrible en la rodilla.
-¡No se la des! -chilló Eulalia-. Que se mueran de sed, que
revienten esos pestíferos. ¡Son ecuatorianos! Ellos son los
que disparan contra Marcos. ¿Por qué los han traído acá? ¡Si
no se van de la casa me voy a tirar al mar!
Ya comenzaba a llorar y yo no sabía qué hacer.
-¿Quién te ha dicho que son ecuatorianos? -le pregunté.
-No sé. Anoche oí algo cuando me iba a dormir. ¡Ay
virgencita mía, nuestra casa con los asesinos de Marcos!
Yo serví un vaso de agua y no supe si dárselo a Eulalia para
calmarla o si llevársela al herido. Por último me lo bebí. En
ese momento apareció mi padre.
-¿Qué haces tú sin zapatos? gritó y se llevó a mi hermana a
zamacones. Poco después regresó. Yo estaba inmóvil, con el
vaso vacío en la mano.
-Seguro que has estado viendo a los heridos -me dijo- ¿No se
nos ha muerto ninguno por la noche?
-El que está medio cojo quiere agua.
-Vamos a dársela -me respondió.
Cuando entramos al depósito los heridos parecían dormitar.
-Ese es el peruano -dijo señalando al que había pedido aguaEh, tú abre los ojos, ¿no quieres refrescarte un poco?
Cuando el soldado abrió los ojos, mi padre, que avanzaba el
brazo, se contuvo.
-Creo que me he equivocado, este es el ecuatoriano.
-¡Caramba, ayer me dijeron cuál era cuál! Ya me olvidé. ¿De
dónde eres tú?
El soldado no respondió: se limitaba a mirar el vaso que mi
padre sostenía en la mano.
-Toma -dijo-. Me dirás después de dónde erres.
El soldado bebió y recostándose con la almohada se volvió
contra la pared y se echó a dormir.
-Pregúntale al otro -dije.
El otro había abierto los ojos y nos miraba o trataba de
mirarnos, como si fuéramos sombras o pesadillas. Sus
mejillas se le hundían bajo los pómulos y el mentón se le
caía, dejando ver la punta de una sonrisa.
enfermeros para que los reconozcan. Ellos sí saben de dónde
son.
Los enfermeros vinieron sólo en la tarde. Estaban muy
atareados y decían que se les estaba acabando las
medicinas. Cuando los condujimos al depósito convertido en
enfermería examinaron a los heridos. A los dos les pusieron
termómetros en el ano y les tomaron la presión.
-El de acá puede todavía curarse- dijo uno de los enfermeros
señalando al de la pierna herida-. Pero el otro creo que se
nos va.
Al decir esto lo descubrió para que viéramos: tenía un tapón
de algodones rojos en la axila y la sábana estaba toda
manchada de sangre.
-¿Ese es el peruano? preguntó mi padre. Los enfermeros se
miraron entre sí, consultaron unas fichas y quedaron mirando
a mi padre desconcertados.
-¿Usted no lo sabe? Con todo este lío se han perdido los
documentos de identidad. Se lo averiguaremos en el hospital.
Al día siguiente la radio dijo que los ecuatorianos habían
capitulado: había sido una guerra relámpago. Hubo una
parada en la ciudad y a los escolares nos obligaron a desfilar
con una banderita peruana en la mano. Por la noche se
realizó una ceremonia en la Municipalidad, en la cual mi
padre habló, en nombre de la defensa civil. Y mientras tanto
los heridos, olvidados ya se seguían muriendo en nuestra
casa.
Por una confusión de la burocracia militar, esos heridos no
figuraban en ninguna planilla y las autoridades querían
desentenderse de ellos. En medio del regocijo del armisticio,
los moribundos eran como los parientes pobres, como los
defectos físicos, lo que conviene esconder y olvidar, para que
nadie pueda poner en duda la belleza de la vida. Mi padre
había ido varias veces al hospital para que enviaran un
médico, pero sólo le mandaron de vez en cuando a un
enfermero que venía a casa, les ponía una inyección y se iba
a la carrera, como después de cometer una fechoría. A la
semana los heridos formaban parte del paisaje de nuestra
casa. Mi hermano había perdido el interés por ellos y prefería
irse por las playas a cazar patillos y mi madre, resignada
había asumido la presencia de los soldados, entre
jaculatorias, como un pecado más:
Una mañana me llevé una enorme sorpresa: al entrar al
depósito encontré a uno de los soldados. El de la pierna
herida estaba de pie, apoyado contra la pared. Al verme
entrar, señaló a su compañero:
-Se está muriendo, niño. Todita la noche ha llorado. Dice que
ya no puede más.
El del brazo herido parecía dormir.
-Yo ya me quiero ir, niño -siguió-. Yo soy del Ecuador, de la
sierra de Riobamba. Este aire me hace mal. Ya puedo
caminar. Despacito me iré caminando.
Al decir esto, dio unos pasos cojeando por el depósito.
-Que me den un pantalón. Ya no tengo calentura. Déjenme ir,
niño.
-¿Tú eres peruano? -preguntó mi padre.
El soldado abrió más la boca, parecía que se iba a reír ya,
como los moribundos del camión, peor sólo dijo una palabra
que no entendimos.
-¿Qué demonios dice? -preguntó mi padre-. Parece que
tuviera un nudo en la lengua. Esperamos que vengan los
Como avanzaba hacia mí, me asusté y salí a la carrera. Mis
padres se habían ido al puerto a buscar pescado fresco, pues
esa noche le daban una comida a Marcos. El soldado salió
hasta el corredor y desde allí me seguía llamando. Por suerte
mi hermano Javier llegaba en ese momento de la calle.
-Ya sé cuál es el ecuatoriano! -dije, señalando al corredor¡Dice que quiere irse!
Al ver al soldado, Javier buscó su honda en el bolsillo.
-¡Tú eres nuestro preso! -gritó- ¿No sabes que la guerra la
hemos ganado? ¡Regresa a tu cuarto!
-¿Cómo sabes?
-Yo entiendo, señor.
Mi papá lo miró sorprendido.
El soldado vaciló un momento y regresó al depósito,
apoyándose en la pared. Javier avanzó por el corredor y puso
una tranca en la puerta. Después me miró.
-Montaré guardia -dijo-. De aquí nadie se nos escapa.
Mucha gente importante de la ciudad fue invitada a la comida
de esa noche, entre ella, el comandante de la zona y un
ecuatoriano que era dueño del "Chimborazo", el bar más
grande de Paita. Marcos, que iba mucho a ese bar, había
querido que lo invitaran, pues dijo que era una comida de
"fraternidad". En medio de la comida llegaron los gritos del
depósito.
Después de interrumpirse un momento, los invitados
siguieron conversando. Pero como los gritos se repitieron mi
papá se levantó.
-Tenemos unos heridos -dijo excusándose-. Vamos a ver qué
pasa -y mirando al dueño del "Chimborazo" agregó-. Uno es
paisano de usted, según me he enterado esta mañana.
El ecuatoriano se hizo el desentendido y le llenó la copa al
comandante, mientras la conversación empezaba de nuevo.
Yo me levanté para seguir a mi papá.
Al entrar al depósito encendimos la luz: el peruano había
aventado su ropa de cama y estaba extendido de través
sobre el colchón, moviendo las piernas en el aire, como si
hiciera gimnasia. Pero bastaba mirarle la cara para darse
cuenta que esos movimientos no tenían nada que ver con él y
que eran como de otro hombre que estuviera metido dentro
del tronco.
Mi papá se agachó para sujetarle las piernas y el herido lo
agarró con su mano sana de la corbata. Sus ojos miraban
con terror. Sus labios comenzaban a moverse y por ellos
salían sus palabras tan amontonadas que parecían formar un
canto sin fin.
-¿Qué quieres? -le preguntó mi papá- ¿Quieres agua?
¿Quieres que te echen un poco de aire? ¡Pero habla en
castellano, si quieres que te entienda! De Jauja, sí, ya sé que
eres de Jauja, pero ¿qué más?
El herido seguía hablando en quechua. Mi papá salió
rápidamente y se dirigió al comedor.
-¿Alguno de ustedes sabe quechua? -oí que preguntaba.
Algo respondió Marcos y los invitados se echaron a reír. Mi
padre reapareció. El moribundo había dejado de mover las
piernas y sus palabras eran cada vez más lentas.
El ecuatoriano, que había estado todo el tiempo
completamente cubierto con su sábana, sacó la cabeza.
-Quiere escribir carta -dijo.
-Él y yo hablamos la misma lengua.
Mi padre me mandó traer papel y lápiz. Cuando regresé, le
decía al ecuatoriano:
Díctame, pero claro. Que yo pueda escribir palabra por
palabra.
Mi papá comenzó a escribir. Tenía la nariz colorada, como
cuando se emborrachaba. El otro soldado le dictaba:
-En la cuadra hay tres caballos dice...el caballo del teniente
dice...matadura en el anca del caballo del teniente dice...
Tulio dice...
-¿Quién es Tulio? -preguntó mi papá.
-¡Vivan los patriotas! -gritó alguien en el comedor.
-¡Cierra bien la puerta! -me ordenó mi papá.
-Tulio es su hermano -dijo el soldado-. Siga usted: ya no
puede más dice... en el campo galopa rápido caballito dice...
caballito de todos los colores caballito lindo dice... ay mi
estomaguito dice... ay cólico le dio al teniente florcita dice... al
galope voy montando dice... por campo va dice... ya no
puedo más dice... diarrea dice... diarrea le dio al teniente
dice... diarrea diarrea...
El moribundo dejó de hablar y comenzó nuevamente a mover
las piernas. Mi papá quiso sujetárselas. Sentimos un mal olor.
Vimos que el colchón comenzaba a ensuciarse. El soldado se
había zurrado. Cuando mi papá le levantó la cara de los
pelos, vimos que reía. Estaba ya muerto.
Los tres quedamos callados. Mi papá enderezó al soldado y
la tapó con la frazada. Después quedó mirando el papel que
había escrito y lo leyó varias veces.
-Habrá que mandar esto -dijo- Pero ¿a quién? ¿Para qué?
Doblando el papel en cuatro se lo guardó en el bolsillo. En el
comedor alguien lanzaba vítores por Marcos.
-¿Cuándo me iré de aquí? -preguntó el ecuatoriano-. Este
aire me mata, señor. Ya puedo caminar.
Mi papá no le respondió. Regresamos al comedor, donde
estaban sirviendo el postre. El dueño del "Chimborazo"
descorchaba el champán que había traído de regalo.
-¿Qué ha pasado? - preguntó mi mamá por lo bajo, al ver que
mi padre estaba de pie junto a la mesa, con su nariz más
colorada que nunca.
-Nada - respondió y se sentó en su silla, mirando fijamente la
medalla nueva que brillaba en el pecho del comandante.
FICHA DE LECTURA
1.-Obra: _______________________________
2.-Autor: _______________________________________
3.-Género literario:
4.-Especie literaria: ______________________________
___________________
5.Forma de composición: _______________________
6.-Escuela literaria: ______________________________
8.- La estructura de la obra:
7.- Época: ______________________________________
___________________________________________________________________________
9.- Los personajes principales: __________________________________________________________________________
10.- Los personajes secundarios: _______________________________________________________________________
___________________________________________________________________________________________________
11.- Ambiente: ___________________________________________________
12.- Acciones principales:
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___________________________________________________________________________________________________
___________________________________________________________________________________________________
13.- Tiempo: __________________________________________________________________________
14.- Tipos de narrador: ________________________________________________________________________________
15.-Temas:
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___________________________________________________________________________________________________
16.- Argumento:
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EL HERMANO MENOR
Mario Vargas Llosa
Al lado del camino había una enorme piedra, y, en ella,
un sapo; David le apuntaba cuidadosamente.
la cascada. Él sabe que por aquí podrían verlo: siempre
pasa alguien por el camino.
-No dispares -dijo Juan.
-Como quieras -dijo Juan.
David bajó el arma y miró a su hermano, sorprendido.
-Puede oír los tiros -dijo Juan.
Y un momento después preguntó:
-¿Y si hubiera mentido el tipo ese?
-¿Estás loco? Faltan cincuenta kilómetros para la
cascada.
-A lo mejor no está en la cascada -insistió Juan-, sino
en las grutas.
-No -dijo David-. Además, aunque estuviera, no
pensará nunca que somos nosotros.
El sapo continuaba allí, respirando calmadamente con
su inmensa bocaza abierta, y, detrás de sus lagañas,
observaba a David con cierto aire malsano. David
volvió a levantar el revólver, apuntó con lentitud y
disparó.
-No le diste -dijo Juan.
-Sí le di.
Se acercaron a la piedra. Una manchita verde delataba
el lugar donde había estado el sapo.
-¿Quién?
-El que nos dijo que lo vio.
-¿Leandro? No, no se atrevería a mentirme a mí. Dijo
que está escondido en la cascada, y es seguro que ahí
está. Ya verás.
Continuaron avanzando hasta entrada la noche. Una
sábana negra los envolvió, y, en la oscuridad, el
desamparo de esa solitaria región sin árboles ni
hombres era visible sólo en el silencio, que se fue
acentuando hasta convertirse en una presencia
semicorpórea. Juan, inclinado sobre el pescuezo de su
cabalgadura, procuraba distinguir la incierta huella del
sendero. Supo que habían alcanzado la cumbre
cuando, inesperadamente, se hallaron en terreno
plano. David indicó que debían continuar a pie.
Desmontaron, amarraron los animales a unas rocas. El
hermano mayor tiró de las crines de su caballo, lo
palmeó varias veces en el lomo y murmuró a su oído:
-¿No le di?
-Ojalá no te encuentre helado, mañana.
-Sí -dijo Juan-, sí le diste.
-¿Vamos a bajar ahora? -preguntó Juan.
Caminaron hacia los caballos. Soplaba el mismo viento
frío y punzante que los había escoltado durante el
trayecto, pero el paisaje comenzaba a cambiar: el sol
se hundía tras los cerros, al pie de una montaña una
imprecisa sombra disimulaba los sembríos, las nubes
enroscadas en las cumbres más próximas habían
adquirido el color gris oscuro de las rocas. David echó
sobre sus hombros la manta que había extendido en la
tierra para descansar, y luego, maquinalmente,
reemplazó en su revólver la bala disparada. A
hurtadillas, Juan observó las manos de David cuando
cargaban el arma y la arrojaban a su funda: sus dedos
no parecían obedecer a una voluntad, sino actuar
solos.
-¿Seguimos? -dijo David.
Juan asintió.
El camino era una angosta cuesta, y los animales
trepaban con dificultad, resbalando constantemente en
las piedras, húmedas aún por las lluvias de los últimos
días. Los hermanos iban silenciosos. Una delicada e
invisible garúa les salió al encuentro a poco de partir,
pero cesó pronto. Oscurecía cuando avistaron las
grutas, el cerro chato y estirado como una lombriz que
a todos conocen con el nombre de Cerro de los Ojos.
-¿Quieres que veamos si está ahí? -preguntó Juan.
-No vale la pena. Estoy seguro que no se ha movido de
-Sí -repuso David-. ¿No tienes frío? Es preferible
esperar el día en el desfiladero. Allá descansaremos.
¿Te da miedo bajar a oscuras?
-No, bajemos, si quieres.
Se sentaron uno junto al otro. La noche estaba fría, el
aire húmedo, el cielo cubierto. Juan encendió un
cigarrillo. Se hallaba fatigado, pero sin sueño. Sintió a
su hermano estirarse y bostezar; poco después dejaba
de moverse, su respiración era más suave y metódica,
de cuando en cuando emitía una especie de murmullo.
A su vez Juan trató de dormir. Acomodó su cuerpo lo
mejor que pudo sobre las piedras e intentó despejar su
cerebro, sin conseguirlo. Encendió otro cigarrillo.
Cuando había llegado a la hacienda, tres meses atrás,
hacía dos años que no veía a sus hermanos. David era
el mismo hombre que aborrecía y admiraba desde niño;
pero Leonor había cambiado: ya no era aquella criatura
que se asomaba a las ventanas de La Mugre para
arrojar piedras a los indios castigados, sino una mujer
alta, de gestos primitivos, y su belleza tenía, como la
naturaleza que la rodeaba, algo de brutal. En sus ojos
había aparecido un intenso fulgor. Juan sentía un
mareo que empañaba sus ojos, un vacío en el
estómago, cada vez que asociaba la imagen de aquel
que buscaban al recuerdo de su hermana, y como
arcadas de furor. En la madrugada de ese día, sin
embargo, cuando vio a Camilo cruzar el descampado
que separaba la casa-hacienda de las cuadras, para
alistar los caballos, había vacilado.
-Salgamos sin hacer ruido -había dicho David-. No
conviene que la pequeña se despierte.
Estuvo con una extraña sensación de ahogo, como en
el punto más alto de la Cordillera, mientras bajaba en
puntas de pie las gradas de la casa-hacienda y en el
abandonado camino que flanqueaba los sembríos; casi
no sentía la maraña zumbona de mosquitos que se
arrojaban atrozmente sobre él, y herían, en todos los
lugares descubiertos, su piel de hombre de ciudad. Al
iniciar el ascenso de la montaña, el ahogo desapareció.
No era un buen jinete, y el precipicio, desplegado como
una tentación terrible al borde del sendero que parecía
una delgada serpentina, lo absorbió. Estuvo todo el
tiempo vigilante, atento a cada paso de su cabalgadura
y concentrando su voluntad contra el vértigo que creía
inminente.
-¡Mira!
Juan se estremeció.
esforzándose por ver en las tinieblas al asaltante.
Entonces reconocería su voz: "¿Qué has hecho,
canalla?""¿Qué has hecho, perro?" Juan oía a David, y
se daba cuenta que lo estaba pateando: a veces sus
puntapiés parecían estrellarse no contra el indio, sino
en las piedras de la ribera; eso debía encolerizarlo
más. Al principio, hasta Juan llegaba un gruñido lento,
como si el indio hiciera gárgaras; pero después sólo
oyó la voz enfurecida de David, sus amenazas, sus
insultos. De pronto, Juan descubrió en su mano
derecha el revólver, su dedo presionaba ligeramente el
gatillo. Con estupor pensó que si disparaba, podía
matar también a su hermano; pero no guardó el arma,
y, al contrario, mientras avanzaba hacia la fogata, sintió
una gran serenidad.
-¡Basta, David! -gritó_. Tírale un balazo. Ya no le
peques.
No hubo respuesta. Ahora Juan no los veía: el indio y
su hermano, abrazados, habían rodado fuera del anillo
iluminado por la hoguera. No los veía, pero escuchaba
el ruido seco de los golpes y, a ratos, una injuria o un
hondo
resuello.
-Me has asustado -dijo-. Dreía que dormías.
-David -gritó Juan-, sal de ahí. Voy a disparar.
-Es él -dijo David-. ¿Ves?
Un instante, las frágiles lenguas de fuego habían
iluminado un perfil oscuro y huidizo que buscaba calor.
Presa de intensa agitación, segundos después repitió:
-Suéltalo, David. Te juro que voy a disparar.
Tampoco hubo respuesta.
-¿Qué hacemos? -murmuró Juan, deteniéndose. Pero
David no estaba ya a su lado: corría hacia el lugar
donde había surgido ese rostro fugaz.
Juan cerró los ojos: imaginó al indio en cuclillas, sus
manos alargadas hacia el fuego, sus pupilas irritadas
por el chisporroteo de la hoguera; de pronto algo le
caía encima, y él atinaba a pensar en un animal,
cuando sentía dos manos violentas cerrándose en su
cuello y comprendía. Debió sentir un infinito terror ante
esa agresión inesperada que provenía de la sombra;
seguro que ni siquiera intentó defenderse; a lo más, se
encogería como un caracol, para hacer menos
vulnerable su cuerpo, y abriría mucho los ojos,
Después de disparar el primer tiro, Juan quedó un
instante estupefacto; pero de inmediato continuó
disparando, sin apuntar, hasta sentir la vibración
metálica del percutor al golpear la cacerina vacía.
Permaneció inmóvil; no sintió que el revólver se
desprendía de sus manos y caía a sus pies. El ruido de
la cascada había desaparecido; un temblor recorría
todo su cuerpo, su piel estaba bañada de sudor,
apenas respiraba. De pronto gritó:
-¡David!
-Aquí estoy, animal -contestó a su lado una voz
asustada y colérica-. ¿Te das cuenta que has podido
balearme a mí también? ¿Te has vuelto loco?
FICHA DE LECTURA
1.-Obra: _______________________________
2.-Autor: _______________________________________
3.-Género literario:
4.-Especie literaria: ______________________________
___________________
5.Forma de composición: _______________________
6.-Escuela literaria: ______________________________
8.- La estructura de la obra:
7.- Época: ______________________________________
___________________________________________________________________________
9.- Los personajes principales: __________________________________________________________________________
10.- Los personajes secundarios: _______________________________________________________________________
___________________________________________________________________________________________________
11.- Ambiente: ___________________________________________________
12.- Acciones principales:
___________________________________________________________________________________________________
___________________________________________________________________________________________________
___________________________________________________________________________________________________
___________________________________________________________________________________________________
___________________________________________________________________________________________________
___________________________________________________________________________________________________
13.- Tiempo: __________________________________________________________________________
14.- Tipos de narrador: ________________________________________________________________________________
15.-Temas:
___________________________________________________________________________________________________
___________________________________________________________________________________________________
___________________________________________________________________________________________________
___________________________________________________________________________________________________
16.- Argumento:
___________________________________________________________________________________________________
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___________________________________________________________________________________________________
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EL NIÑO DE JUNTO AL CIELO
(Enrique Congrains)
Por alguna desconocida razón, Esteban había llegado al
lugar exacto, precisamente al único lugar..., Pero, ¿no sería,
más bien, que "aquello" había venido hacia él? Bajó la vista y
volvió a mirar. Sí, ahí seguía el billete anaranjado, junto a sus
pies, junto a su vida.
¿Cuánto tiempo estuvo contemplándolos? ¿Un cuarto de
hora? ¿Media hora? ¿Una hora, acaso dos? Todos los chicos
se habían ido, todos menos uno. Esteban quedó mirando
mientras su mano dentro del bolsillo acariciaba el billete:
-¡Hola, hombre!
¿Por qué, por qué él?
-Hola... -respondió Esteban susurrando, casi.
Su madre se había encogido de hombros al pedirle él,
autorización para conocer la ciudad, pero después le advirtió
que tuviera cuidado con los carros y con las gentes. Había
descendido desde el cerro hasta la carretera y, a los pocos
pasos, divisó "aquello" junto al sendero que corría
paralelamente a la pista.
El chico era más o menos de su misma edad y vestía
pantalón y camisa de un mismo tono, algo que debió ser kaki
en otros tiempos, pero que ahora pertenecía a esa categoría
de colores vagos e indefinidos.
-¿Eres de por acá? -le preguntó a Esteban.
Vacilante, incrédulo, se agachó y lo tomó entre sus manos.
Diez, diez, diez, era un billete de diez soles, un billete que
contenía muchísimas pesetas, innumerables reales.
¿Cuántos reales, cuántos medios, exactamente? Los
conocimientos de Esteban no abarcaban tales complejidades
y, por otra parte, le bastaba con saber que se trataba de un
papel anaranjado que decía "diez" por sus dos lados.
Siguió por el sendero, rumbo a los edificios que se veían más
allá de ese otro cerro cubierto de casas, Esteban caminaba
unos metros, se detenía y sacaba el billete de su bolsillo para
comprobar su indispensable presencia. ¿Había venido el
billete hacia él -se preguntaba- o era él, el que había ido
hacia el billete?
-Sí, este... -se aturdió y no supo cómo explicar que vivía en el
cerro y que estaba en viaje de exploración a través de un
millón de cabezas.
-¿De dónde ah?- se había acercado y estaba frente a
Esteban. Era más alto y sus ojos inquietos le recorrían de
arriba abajo
-¿De dónde, ah? -volvió a preguntar.
-De allá, del cerro- y Esteban señaló en la dirección en que
había venido.
-¿San Cosme?
Cruzó la pista y se internó en un terreno salpicado de basura,
desperdicios de albañilería y excremento; llegó a una calle y
desde allí divisó al famoso mercado, el Mayorista, del que
tanto había oído hablar. ¿Eso era Lima, Lima, Lima...? La
palabra le sonaba a hueco. Recordó: que su tío le había
dicho que Lima era una ciudad grande, tan grande que en la
ella vivía un millón de personas,
¿La bestia con un millón de cabezas? Esteban había soñado
hacía unos días, antes del viaje, en eso: una bestia con un
millón de cabezas y ahora, él con cada paso que daba iba
internándose dentro de la bestia.
Se detuvo, miró y meditó: la ciudad, el Mercado Mayorista,
los edificios de tres y cuatro pisos, los autos, la infinidad de
gentes -algunas como él, otras no como él- y el billete
anaranjado, quieto, dócil en el bolsillo de su pantalón. El
billete llevaba el "diez" por ambos lados y en eso se parecía a
Esteban. El también llevaba el "diez" en su rostro y en su
conciencia. El "diez años" lo hacía sentirse seguro y confiado,
pero sólo hasta cierto punto. Antes cuando comenzaba a
tener noción de las cosas y de los hechos la meta, el
horizonte, había sido fijado en los diez años. ¿Y ahora? No,
desgraciadamente no. Diez años no era todo. Esteban se
sentía incompleto aún. Quizá si cuando tuviera doce, quizá si
cuando llegara a los quince. Quizá ahora mismo, con la
ayuda del billete anaranjado.
Estuvo dando algunas vueltas, atisbando dentro de la bestia,
hasta que llegó a sentirse parte de ella. Un millón de cabezas
y ahora una más. La gente se movía, se agitaba, unos iban
en una dirección, otros en otra y él, Esteban, con el billete
anaranjado quedaba siempre al centro de todo, en el ombligo
mismo.
Unos muchachos de su edad jugaban en la vereda. Esteban
se detuvo a unos metros de ellos y quedó observando el ir y
venir de las bolas; jugaban dos y el resto hacía ruedo. Bueno,
había andado unas cuadras, y por fin encontraba seres como
él, gente que no se movía incesantemente de un lado a otro.
Parecía, por lo visto, que también en la ciudad había seres
humanos.
Esteban meneó la cabeza negativamente.
¿Del Agustino?
-¡Sí, de ahí! -Exclamó sonriendo. Ese era el nombre, y ahora
lo recordaba. Desde hacía meses cuando se enteró de la
decisión de su tío de venir a radicarse en Lima, venía
averiguando cosas de la ciudad. Fue así como supo que Lima
era muy grande, demasiado grande, tal vez; que había un
sitio que se llamaba Callao y que allí llegaban buques de
otros países; que habían lugares muy bonitos, tiendas
enormes, calles larguísimas... ¡Lima…! Su tío había salido
dos meses antes que ellos con el propósito de conseguir
casa. Una casa. ¿En qué sitio será?, le había preguntado a
su madre. Ella tampoco sabía. Los dos corrieron, y después
de muchas semanas llegó la carta que ordenaba partir.
¡Lima...! ¿El cerro del Agustino, Esteban? Pero él no lo
llamaba así. Ese lugar tenía otro nombre. La choza que su tío
había levantado quedaba en el barrio de Junto al Cielo. Y
Esteban era el único que lo sabía.
-Yo no tengo casa... -dijo el chico después de un rato. Tiro
una bola contra la tierra y exclamó:
-Caray, no tengo.
-¿Dónde vives, entonces? -se animó a inquirir Esteban.
El chico recogió la bola, la froto en su mano y luego
respondió:
-En el mercado, cuido la fruta, duermo a ratos... - Amistoso y
sonriente, puso una mano sobre el hombro de Esteban y
pregunto:
-¿Cómo te llamas tú?
-Esteban...
-Yo me llamo Pedro -tiró la bola al aire y la recibió en la
palma de su mano-. Te juego, ¿ya Esteban?
Las bolas rodaron sobre la tierra, persiguiéndose
mutuamente. Pasaron los minutos, pasaron hombres y
mujeres junto a ellos, pasaron autos por la calle, siguieron
pasando los minutos. El juego había terminado. Esteban no
tenía nada que hacer junto a la habilidad de Pedro. Las bolas
al bolsillo y los pies sobre el cemento gris de la acera. ¿A
dónde, ahora? Empezaron a caminar juntos. Esteban se
sentía más a gusto en compañía de Pedro, que estando solo.
casas en la cumbre del cerro. Habían subido y una vez arriba
junto a la choza que había levantado su tío Esteban
contempló a la bestia de un millón de cabezas. La “cosa” se
extendía y se desparramaba, cubriendo la tierra de casas,
calles, techos, edificios. Más allá de lo que su vista podía
alcanzar. Entonces Esteban había levantado los ojos, y se
había sentido tan encima de todo -o tan abajo, quizá- que
había pensado que estaba en el barrio de Junto al Cielo.
Dieron algunas vueltas. Más y más edificios. Más y más
gentes. Más y más autos en las calles. Y el billete anaranjado
seguía en el bolsillo. Esteban lo recordó.
-Oye, ¿quisieras entrar en algún negocio, conmigo? Pedro se
había detenido y lo contemplaba, esperando respuesta.
-¿Yo...? -titubeando preguntó:
-¡Mira lo que me encontré! -lo tenía entre sus dedos y el
viento lo hacía oscilar levemente.
-¡Caray! -exclamo Pedro y lo tomó, examinando al detalle¡Diez soles, caray! ¿Dónde lo encontraste?
-Junto a la pista, cerca al cerro -explicó Esteban. Pedro le
devolvió el billete y se concentró un rato. Luego preguntó:
-¿Qué clase de negocios? ¿Tendrían otro billete mañana?
-¡Claro que sí, por supuesto? -afirmó resueltamente.
La mano de Esteban acarició el billete y pensó que podría
tener otro billete más, y otro más y muchos más. Muchísimos
billetes más, seguramente. Entonces el "diez años" sería esa
meta que siempre habían soñado.
-¿Qué piensas hacer, Esteban?
-¿Qué clase de negocios se puede, ah? -preguntó Esteban.
-No sé, guardarlos, seguro… -y sonrió tímidamente.
Pedro sonrió y explicó:
-¡Caray, yo con una libra haría negocios, palabras que sí!
-¿Cómo?
Pedro hizo un gesto impreciso que podía revelar, a un mismo
tiempo, muchísimas cosas. Su gesto podría interpretarse
como una total despreocupación por el asunto -los negocioso como una gran abundancia de posibilidades y perspectivas.
Esteban no comprendió.
-Negocios hay muchos... Podríamos comprar periódicos v
venderlos por Lima: podríamos comprar revistas, chistes... hizo una pausa y escupió con vehemencia. Luego dijo,
entusiasmado:
-Mira, compramos diez soles de revistas y las vendemos
ahora mismo, en la tarde, y tenemos quince soles, palabra.
-¿Quince soles?
-¿Qué clase de negocio, ah?
-¡Cualquier clase, hombre!- pateó una cáscara de naranja
que rodó desde la vereda hasta la pista; casi inmediatamente
pasó un ómnibus que la aplanó contra el pavimento-.
Negocios hay de sobra, palabra que sí. Y en unos dos días
cada uno de nosotros podría tener otra libra en el bolsillo.
-¡Claro, quince soles! ¡Dos cincuenta para ti y dos cincuenta
para mí! ¿Qué te parece?
Convinieron en reunirse al pie del cerro dentro de una hora;
convinieron en que Esteban no diría nada, ni a su madre ni a
su tío; convinieron en que venderían revistas y que de la libra
de Esteban, saldrían muchísimas otras.
-¿Una libra más? -preguntó Esteban asombrándose.
-¡Pero claro, claro que sí...! -volvió a examinar a Esteban y le
preguntó:
- ¿Tú eres de Lima?
Esteban se ruborizó. No, él no había crecido al pie de las
paredes grises, ni jugaba sobre el cemento áspero e
indiferente. Nada de eso en sus diez años, salvo lo que ese
día.
-No, no soy de acá, soy de Tarma: llegué ayer…
-¡Ah! -exclamó Pedro, observándolo fugazmente- ¿De Tarma,
no?
Había dejado atrás el mercado y estaban junto a la carretera.
A medio kilómetro de distancia se alzaba el cerro del
Agustino, el barrio de Junto al Cielo, según Esteban. Antes
del viaje en Tarma, se había preguntado: ¿Iremos a vivir en
Miraflores, al Callao, a San Isidro, a Chorrillos, en cuál de
esos barrios quedará la casa de mi tío? Habían tomado el
ómnibus y después de varias horas de pesado y fatigante
viaje arriban a Lima. ¿Miraf1ores? ¿La Victoria? ¿San Isidro?
¿Callao? ¿A dónde Esteban, a dónde? Su tío había
mencionado el lugar y era la primera vez que Esteban lo oía
nombrar. Debe ser algún barrio nuevo pensó. Tomaron un
auto y cruzaron calles y más calles. Todas diferentes pero
cosa curiosa, todas parecidas también El auto los dejó al pie
de un cerro. Casas junto al cerro, casas en mitad del cerro,
Esteban había almorzado apresuradamente y le había vuelto
a pedir permiso a su madre para bajar a la ciudad. Su tío no
almorzaba con ellos, pues en su trabajo le daban de comer
gratis, completamente gratis, como había recalcado al
explicar su situación.
Esteban bajó por el sendero ondulante, saltó la acequia y se
detuvo al borde de la carretera, justamente en el mismo lugar
en que había encontrado, en la mañana, el billete de diez,
soles. Al poco rato apareció Pedro y empezaron a caminar
juntos, internándose dentro de la bestia de un millón de
cabezas.
-Vas a ver qué fácil es vender revistas, Esteban. Las
ponemos en cualquier sitio, la gente la ve y, listo, las compran
para sus hijos. Y si queremos, nos ponemos a gritar en la
calle el nombre de las revistas, y así vienen más rápido... ¡Y
vas a ver qué bueno es hacer negocios...
-¿Queda muy lejos el sitio? -preguntó Esteban, al ver que las
calles seguían alargándose casi hasta el infinito. Qué lejos
había quedado Tarma, qué lejos había quedado todo lo que
hasta hacía unos días había sido habitual para él.
-No, ya no. Ahora estamos cerca del tranvía y nos vamos
gorreando hasta el centro.
-¿Cuánto cuesta el tranvía?
-¡Nada, hombre! -y se rio de buena gana- Lo tomamos no
más y le decimos al conductor que nos deje ir hasta la Plaza
San Martín.
Más y más cuadras. Y los autos, algunos viejos, otros
increíblemente nuevos y flamantes, pasaban veloces, rumbo
sabe Dios dónde.
-¿Adónde va toda esa gente en auto?
Pedro sonrió y observó a Esteban. Pero, ¿a dónde iban
realmente?
Pedro no halló ninguna respuesta satisfactoria y se limitó a
mover la cabeza de un lado a otro. Más y más cuadras, Al fin
terminó la calle y llegaron a una especie de parque.
-¡Corre! -le gritó Pedro, de súbito, El tranvía comenzaba a
ponerse en marcha. Corrieron. Cruzaron en dos saltos la
pista y se encaramaron al estribo.
Habían llegado al lugar. Tras un portón se veían un patio más
o menos grande, puertas, ventanas, y dos letreros que
anunciaban revistas al por mayor.
-Ven, entra- le ordenó Pedro.
Esteban entró. Desde el piso hasta el techo había revistas, y
algunos chicos como ellos, dos mujeres y un hombre,
seleccionaban sus compras. Pedro se dirigió a uno de los
estantes y fue acumulando revistas bajo el brazo. Las contó y
volvió a revisarlas.
-Paga.
Esteban vaciló un momento. Desprenderse del billete
anaranjado era más desagradable de lo que había supuesto.
Se estaba bien teniéndolo en el bolsillo y pudiendo acariciarlo
cuantas veces fuera necesario.
Una vez arriba se miraron sonrientes. Esteban empezó a
perder el temor y llegó a la conclusión de que seguía siendo
el centro de todo. La bestia de un millón de cabezas no era
tan espantosa como había soñado, y ya no le importó estar
siempre, aquí o allá en el centro mismo, en el ombligo mismo
de la bestia.
-Paga- repitió Pedro, mostrándole las revistas a un hombre
gordo que controlaba la venta.
Parecía que el tranvía se había detenido definitivamente, esta
vez, después de una serie de paradas. Todo el mundo se
había levantado de sus asientos y Pedro lo estaba
empujando.
Oprimió el billete con desesperación pero al fin terminó por
extraerlo del bolsillo. Pedro se lo quitó rápidamente de la
mano y lo entregó al hombre.
-¿Es justo una libra?
-Sí, justo. Diez revistas a un sol cada una.
-Vamos -dijo jalándolo.
-Vamos, ¿qué esperas?
-¿Aquí es?
-Claro, baja.
Descendieron y otra vez a rodar sobre la piel de cemento de
la bestia. Esteban veía más gente y las veía marchar -sabe
Dios dónde- con más prisa que antes. ¿Por qué no
caminaban tranquilos, suaves, con gusto como la gente de
Tarma?
-Después volvemos y por estos mismos sitios vamos a
vender las revistas.
-Bueno -asintió Esteban. El sitio era lo de menos, se dijo, lo
importante era vender las revistas, y que la libra se
convertiría en varias más. Eso era lo importante.
-¿Tú tampoco tienes papá? -le preguntó Pedro, mientas
doblaban hacia una calle por la que pasaban los rieles del
tranvía.
-No, no tengo... -y bajó la cabeza, entristecido. Luego de un
momento, Esteban preguntó:
-¿Y tú?
-Tampoco, ni papá ni mamá. -Pedro se encogió de hombros y
apresuró el paso. Después inquirió descuidadamente:
Se instalaron en la Plaza San Martín y alinearon las diez
revistas en uno de los muros que circunda el jardín. Revistas,
revistas, revistas señor, revistas señora, revistas, revistas.
Cada vez que una de las revistas desaparecía con un
comprador, Esteban suspiraba aliviado. Quedaban seis
revistas y pronto de seguir así las cosas, no habría de quedar
ninguna.
-¿Qué te parece, ah? -preguntó Pedro, sonriendo con orgullo.
-Está bueno, está bueno... -y se sintió enormemente
agradecido a su amigo y socio.
Revistas, revistas. ¿No quiere un chiste, señor? El hombre se
detuvo y examinó las carátulas. ¿Cuánto? Un sol cincuenta,
no más... La mano del hombre quedó indecisa sobre dos
revistas. ¿Cuál, cuál llevará? Al fin se decidió. Cóbrate y las
monedas cayeron, tintineantes al bolsillo de Pedro. Esteban
se limitaba a observar, meditaba y sacaba sus conclusiones:
una cosa era soñar allá en Tarma, con una bestia de un
millón de cabezas, y otra era estar en Lima, en el centro
mismo del universo, absorbiendo y paladeando con fruición la
vida.
Él era el socio capitalista y el negocio marchaba
estupendamente bien. Revistas, revistas, gritaba el socio
industrial, y otra revista más que desaparecía en manos
impacientes. ¡Apúrate con el vuelto!, exclamaba el
comprador. Y todo el mundo caminaba aprisa, rápidamente.
¿A dónde van que se apuran tanto?, pensaba Esteban.
-¿Y al que le dices "tío"?
-Ah... Él vive con mi mamá, ha venido a Lima de chofer... –
calló, pero enseguida dijo:
-Mi papá murió cuando yo era chico...
-¡Ah, caray...! ¿Y tu "tío", que tal te trata?
-Bien: no se mete conmigo para nada.
-¡Ah!
Bueno, bueno, la bestia era una bestia bondadosa, amigable
aunque algo difícil de comprender. Eso no importaba:
seguramente con el tiempo, se acostumbraría. Era una
magnífica bestia que estaba permitiendo que el billete de diez
soles se multiplicara. Ahora ya no quedaban más que dos
revistas sobre el muro. Dos nada más, y ocho
desparramándose por desconocidos e ignorados rincones de
la bestia. Revistas, revistas, chistes a sol cincuenta, chistes...
Listo, ya no quedaba más que una revista y Pedro anunció
que eran las cuatro y media.
-¡Caray, me muero de hambre, no he almorzado... prorrumpió luego.
-¿No has almorzado?
-No, no he almorzado... -observó a posibles compradores
entre las personas que pasaban y después surgió:
envoltura de un chocolate. El papel era amarillo con letras
rojas y negras, y él lo había notado cuando se instalaron,
hacía más de dos horas. Entonces, ¿no se había confundido?
¿Y Pedro, y los quince soles, y la revista?
Pedro sacó un sol de su bolsillo y explicó:
Bueno, no era necesario asustarse, pensó. Seguramente se
había demorado y Pedro lo estaba buscando. Eso tenía que
haber sucedido, obligadamente. Pasaron los minutos. No,
Pedro no había ido a buscarlo: ya estaría de regreso de ser
así. Tal vez había ido con un comprador a conseguir cambio.
Más y más minutos fueron quedando a sus espaldas. No,
Pedro no había ido a buscar sencillo: ya estaría de regreso,
de ser así. ¿Entonces...?
-Esto es de los dos cincuenta de mi ganancia, ¿ya?
-Señor, ¿tiene hora? -le preguntó a un joven que pasaba.
-Sí, ya sé.
-Sí las cinco en punto.
-¿Ves ese cine? -preguntó Pedro señalando a uno que
quedaba en la esquina. Esteban asintió-. Bueno, sigues por
esa calle y a mitad de cuadra hay una tiendecita de
japoneses. Anda y cómprame un pan con jamón o tráeme un
plátano y galletas, cualquier cosa, ¿ya Esteban?
Esteban bajó la vista, hundiéndola en la piel de la bestia y
prefirió no pensar. Comprendió que de hacerla, terminaría
llorando y eso no podía ser. Él ya tenía diez años, y diez años
no eran ocho, ni nueve. ¡Eran diez años!
-¿Me podría ir a comprar un pan o un bizcocho?
-Bueno-aceptó Esteban, inmediatamente.
-¿Tiene hora, señorita?
-Ya.
Recibió el sol, cruzó la pista, pasó por entre dos autos
estacionados y tomó la calle que le había indicado Pedro. Sí,
ahí estaba la tienda. Entró.
-Deme un pan con jamón -pidió a la muchacha que atendía.
Sacó un pan de la vitrina, lo envolvió en un papel y se lo
entregó. Esteban puso la moneda sobre el mostrador.
-Sí –sonrió y dijo con una voz linda-. Las seis y diez y se alejó
presurosa.
¡Y Pedro, y los quince soles y la revista…! ¿Dónde están?
Desgraciadamente no lo sabía y solo quedaba la posibilidad
de esperar y seguir esperando...
-¿Tiene hora, Señor?
-Un cuarto para las siete.
-Vale un sol veinte- advirtió la muchacha.
-Gracias.
-¡Un sol veinte...! -devolvió el pan y quedó indeciso un
instante. Luego decidió:
-Deme un sol de piletas, entonces.
Tenía el paquete de galletas en la mano y andaba
lentamente. Pasó junto al cine y se detuvo a contemplar los
atrayentes avisos. Miró a su gusto y, luego, prosiguió
caminando. ¿Habría vendido Pedro la revista que le
quedaba?
Más tarde, cuando regresara a Junto al Cielo, se sentiría feliz,
absolutamente feliz. Pensó en ello, apresuró el paso,
atravesó la calle, espero que pasaran unos automóviles y
llegó a la vereda a veinte a treinta metros más allá había
quedado Pedro. ¿O se había confundido? Por qué ya Pedro
no estaba en ese lugar, ni en ningún otro. Llegó al sitio
preciso y nada, ni Pedro, ni revistas, ni quince soles, ni...
¿Cómo había podido perderse o desorientarse? Pero, ¿no
era ahí donde habían estado vendiendo las revistas? ¿Era o
no era? Miró a su alrededor. Sí, en el jardín de atrás seguía la
¿Entonces...? Entonces. ¿Ya Pedro no iba a regresar…? ¿Ni
Pedro ni los quince soles, ni la revista iban a regresar
entonces…? Decenas de letreros luminosos se habían
encendido. Letreros luminosos que se apagaban y se volvían
a encender; y más y más gente sobre la piel de la bestia. Y la
gente caminaba con más prisa ahora. Rápido, rápido,
apúrense, más rápido aún, más, más, hay que apurarse
muchísimo más, apúrense más... Y Esteban permanecía
inmóvil, recostado en el muro, con el paquete de galletas en
la mano y con las esperanzas en el bolsillo de Pedro...
Inmóvil, dominándose para no terminar en pleno llanto.
Entonces, ¿Pedro lo había engañado...? ¿Pedro, su amigo, le
había robado el billete anaranjado...? ¿O no sería más bien,
la bestia con un millón de cabezas la causa de todo…? Y,
¿acaso no era Pedro parte integrante de la bestia...?
Sí y no. Pero ya nada importaba. Dejó el muro, mordisqueó
una galleta y desolado, se dirigió a tomar el tranvía.
FICHA DE LECTURA
1.-Obra: _______________________________
2.-Autor: _______________________________________
3.-Género literario:
4.-Especie literaria: ______________________________
___________________
5.Forma de composición: _______________________
6.-Escuela literaria: ______________________________
8.- La estructura de la obra:
7.- Época: ______________________________________
___________________________________________________________________________
9.- Los personajes principales: __________________________________________________________________________
10.- Los personajes secundarios: _______________________________________________________________________
___________________________________________________________________________________________________
11.- Ambiente: ___________________________________________________
12.- Acciones principales:
___________________________________________________________________________________________________
___________________________________________________________________________________________________
___________________________________________________________________________________________________
___________________________________________________________________________________________________
___________________________________________________________________________________________________
___________________________________________________________________________________________________
13.- Tiempo: __________________________________________________________________________
14.- Tipos de narrador: ________________________________________________________________________________
15.-Temas:
___________________________________________________________________________________________________
___________________________________________________________________________________________________
___________________________________________________________________________________________________
___________________________________________________________________________________________________
16.- Argumento:
___________________________________________________________________________________________________
___________________________________________________________________________________________________
___________________________________________________________________________________________________
___________________________________________________________________________________________________
___________________________________________________________________________________________________
___________________________________________________________________________________________________
___________________________________________________________________________________________________
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