LOS EVANGELIOS APÓCRIFOS ¿ Qué son

Anuncio
Evangelio según San Lucas 1,1-4;4,14-21
( III domingo del T. O. ( C ) (24 de enero 2016) )
Puesto
que muchos han intentado narrar
ordenadamente las cosas que se han verificado
entre nosotros, tal como nos las han transmitido los que desde el principio fueron testigos
oculares y servidores de la Palabra, he decidido yo también, después de haber investigado
diligentemente todo desde los orígenes, escribírtelo por su orden, ilustre Teófilo, para
que conozcas la solidez de las enseñanzas que
has recibido.
Jesús volvió a Galilea por la fuerza del Espíritu, y su fama se extendió por toda la región. Él
iba enseñando en sus sinagogas, alabado por
todos. Vino a Nazaret, donde se había criado
y, según su costumbre, entró en la sinagoga el
sábado, y se levantó para hacer la lectura. Le
entregaron el volumen del profeta Isaías y desenrollando el volumen, halló el pasaje donde
estaba escrito: «El Espíritu del Señor está so-
bre mí, porque me ha ungido para anunciar a
los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a
proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor». Enrollando el volumen lo devolvió al
ministro, y se sentó. En la sinagoga todos los
ojos estaban fijos en Él. Comenzó, pues, a decirles: «Esta Escritura, que acabáis de oír, se
ha cumplido hoy».
24 de Enero 2016
Parroquia de San Mateo
Año 2 — Nº 19
LOS EVANGELIOS APÓCRIFOS
¿ Qué son ?
28 de Enero
Santo Tomas de
Aquino
Comentario al Evangelio
Hoy
comenzamos a escuchar la voz de Jesús a
través del evangelista que nos acompañará durante
todo el tiempo ordinario propio del ciclo “C”: san
Lucas. Que «conozcas la solidez de las enseñanzas
que has recibido» (Lc 1,4), escribe Lucas a su amigo
Teófilo. Si ésta es la finalidad del escrito, hemos de
tomar conciencia de la importancia que tiene el
hecho de meditar el Evangelio del Señor —palabra
viva y, por tanto, siempre nueva— cada día.
Como Palabra de Dios, Jesús hoy nos es presentado como un Maestro, ya que «iba enseñando en
sus sinagogas» (Lc 4,15). Comienza como cualquier
otro predicador: leyendo un texto de la Escritura,
que precisamente ahora se cumple... La palabra del
profeta Isaías se está cumpliendo; más aun: toda la
palabra, todo el contenido de las Escrituras, todo lo
que habían anunciado los profetas se concreta y
llega a su cumplimiento en Jesús. No es indiferente
creer o no en Jesús, porque es el mismo “Espíritu
del Señor” quien lo ha ungido y enviado.
El mensaje que quiere transmitir Dios a la
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humanidad mediante su Palabra es una buena noticia para los desvalidos, un anuncio de libertad para
los cautivos y los oprimidos, una promesa de salvación. Un mensaje que llena de esperanza a toda la
humanidad. Nosotros, hijos de Dios en Cristo por el
sacramento del bautismo, también hemos recibido
esta unción y participamos en su misión: llevar este
mensaje de esperanza por toda la humanidad.
Meditando el Evangelio que da solidez a nuestra
fe, vemos que Jesús predicaba de manera distinta a
los otros maestros: predicaba como quien tiene autoridad (cf. Lc 4,32). Esto es así porque principalmente predicaba con obras, con el ejemplo, dando testimonio, incluso entregando su propia vida. Igual
hemos de hacer nosotros, no nos podemos quedar
sólo en las palabras: hemos de concretar nuestro
amor a Dios y a los hermanos con obras. Nos pueden ayudar las Obras de Misericordia —siete espirituales y siete corporales— que nos propone la Iglesia, que como una madre orienta nuestro camino.
( Rvd. D. Bernardo Gimeno )
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Filósofo, teólogo, doctor
de la Iglesia (Angelicus
Doctor: Doctor Angélico), patrono de las universidades y escuelas
Católicas. Nacido en
Rocca Secca, en el Reino
de Nápoles en 1225 o
1227; fallecido en Fossa
Nuova, 7 de marzo de
1274. Autor de la Suma
Teológica, obra insigne
de la Teología
Hace algunos años Dan
Brown publicó una polémica
novela de la llamada literatura
comercial con el título de “El
Código da Vinci” conocida, supongo, por nuestros lectores, ya
que se han publicado más de
setenta millones de ejemplares
en cuarenta y cuatro idiomas y
se ha llevado al cine, con bastante menor éxito que la novela.
El argumento tiene como
fondo la teoría de que la Iglesia
ha encubierto durante siglos la
verdadera historia de Jesucristo
quien, según la novela, habría
tenido como esposa a María
Magdalena de la que habría nacido un hijo y de éste, a su vez,
descendientes, los últimos de los
cuales estarían en la actualidad
en Francia. Para fundamentar
tamaña barbaridad el autor se
apoya en unos textos, por añadidura malinterpretados, del
Evangelio de María (Magdalena)
y del Evangelio de Felipe, apócrifos ambos.
¿Qué Evangelios son esos?
Evidentemente no son los Evangelios canónicos de Marcos, Lucas, Mateo y Juan, incluidos en
la Biblia, en el Nuevo Testamento, que todos conocemos. En ellos
se recoge la vida y enseñanzas
de Jesús que las primitivas comunidades cristianas tenían
como documentos fidedignos de
la verdad histórica y doctrinal
del Maestro; además
fueron
escritos durante el s. I, en las
décadas que siguen inmediatamente a la muerte de Cristo.
.
(Continua en la pag. siguiente)
(...viene de la pag. anterior)
¿Entonces el Evangelio de
María y el Evangelio de Felipe, en los que Dan Brown basaba su historia, qué son? Son,
junto a otros muchos, Evangelios Apócrifos a los que las
primeras comunidades cristianas nunca admitieron como
documentos de contenido histórico ni de verdad revelada. Con
el término apócrifos se califican, pues, un conjunto de libros
que ni las Iglesias cristianas de
los primeros siglos ni de los
siglos sucesivos
reconocieron
como parte integrante de las
Sagradas Escrituras, pero que
se presentan con nombres o
características que los hacen
parecer libros canónicos.
Fechas
A diferencia de los Evangelios de la Biblia, que fueron escritos en los primeros años del
cristianismo, los Evangelios
Apócrifos fueron escritos, según
los especialistas, a finales del s.
II, durante el s. III y algunos en
el s. IV o más tarde. Esta diferencia temporal llevó a sus defensores a afirmar que los apócrifos habían estado ocultos
durante muchos años: “apócrifo”
significa “oculto”, “escondido”,
para justificar el hecho de que
no hubiesen sido conocidos por
las distintas comunidades de la
Iglesia primitiva durante más
de 180 años siguientes a la
existencia histórica de Cristo.
En nuestros días, la acepción
más utilizada para el término
«apócrifo» presenta una connotación de falsedad. Por tal motivo, se ha empezado a llamar
también a esos escritos
«evangelios extracanónicos»,
para evitar la evocación de algo
falso, siendo, más bien, que las
Iglesias cristianas históricas
consideran que son materiales
no inspirados por Dios, aunque no por eso carentes de valor.
Posible clasificación de los
Evangelios Apócrifos
Los Apócrifos se pueden
dividir en dos grandes grupos:
Los que hablan de la infancia
de Jesús y de la infancia de la
Virgen María, de las que los
Evangelios canónicos del Nuevo
Testamento dicen muy poco,
pretenden rellenar esos vacíos
con fantasía y cuentan sólo
“cosas maravillosas” (como que
el Niño Jesús jugaba haciendo
pajaritos de barro a los que daba vida, o que en la huída a
Egipto las palmeras se inclinaban a su paso para darles sus
frutos y que los leones y leopardos los acompañaban haciendo
guardia e inclinaban la cabeza
para adorarle, etc.). Y los libros
sobre la Natividad en que, por
ejemplo, para
demostrar la
virginidad de María después del
parto, se cuenta que a la comadrona que lo puso en duda y
quiso comprobarlo se le “secó”
la mano.
El otro grupo de Apócrifos es
conocido como Gnósticos, más
intelectuales y elitistas que los
anteriores pero que también
fueron desconsiderados por las
comunidades cristianas.
“Gnosis” significa conocimiento; los gnósticos son los
conocedores de determinadas
ideas y conceptos secretos que
supuestamente el Salvador
habría revelado privadamente a
alguna persona privilegiada (a
María, a Felipe, a Pedro, etc.).
Aunque los contenidos de estos
Evangelios son muy distintos
unos de otros, coinciden en que,
siguiendo el Neoplatonismo
dominante en el Imperio Romano durante los s. II-IV d.C.,
constituyen un movimiento de
intelectuales (aristocrático, por
tanto), resultado de fusionar el
Neoplatonismo y el judaísmo de
Filón de Alejandría y religiones
mistéricas. Según esto, la realidad estaría constituida de la
siguiente manera: por encima
del mundo físico, material, está
el mundo de las Ideas (eones),
más allá está el Logos
(Demiurgo platónico) y, transcendente a todo, Dios. Desprecian la materia, origen de todo
mal (no es creación divina, sino
del pecado). Cristo no pudo, por
ello, tener cuerpo material.
El cuerpo de Cristo fue solamente aparente, para manifestarse
a los hombres.
No sufrió la
pasión, pues el cuerpo crucificado no era cuerpo real o no era su
cuerpo. Afirman que en la cruz,
Cristo, oculto en Jesús, dejó su
cuerpo y se rió de los que creían
que lo estaban crucificando.
No valoran el compromiso de
Jesús por el Reino de Dios y los
pobres que sufren en su cuerpo,
ni valoran el compromiso ético
de seguir a Jesús. La salvación
sólo se produce por el conocimiento. Sólo se salva “el que
sabe”, “el que conoce” los mensajes secretos sólo revelados a
algunos discípulos preferidos
del Salvador.
El hombre es un compuesto
de un elemento malo, el cuerpo,
y otro bueno, el espíritu aprisionado en el cuerpo. Sólo podrá
abandonarlo mediante un modo
de conocimiento oculto (gnósis),
que es revelado a los
“escogidos”. Esto es posible, no
por obra de Dios, sino por uno
de los eones intermedios, es
decir, Jesús o Logos. Esto es un
boceto de urgencia del contenido
de los apócrifos gnósticos.
Valoración de los Evangelios
Apócrifos
Las Iglesias cristianas históricas tienden a considerar que
los materiales apócrifos en general no aportan contenidos de
relevancia para la fe de los creyentes. Sin embargo, los estudiosos y especialistas de las
propias Iglesias consideran que
el estudio de los evangelios apócrifos puede ser útil para conocer el pensamiento y la forma
de expresión de la fe que tuvieron ciertos grupos judíos o cristianos en momentos específicos
de la Historia. El arte románico,
por ejemplo, (frescos, mosaicos,
pinturas, libros, iconos, esculturas) está plagado de escenas
apócrifas: la combinación de
caverna y pesebre en la Natividad, el buey y la mula, la comadrona con el brazo seco, el baño
del niño y otros motivos tomados del Protoevangelio de Santiago. Los Magos considerados
como reyes, tres hermanos, Melkon que reinaba sobre los persas, Gaspar era rey de la India
y Baltasar era rey de Arabia; a
partir de ahí, las coronas, las
capas brocateadas, riquezas,
etc. Todo ello sugerencias apócrifas. En cuanto a la Virgen
María (de la que los Evangelios
canónicos sólo hablan de la
Anunciación,
las Bodas de
Caná y la Crucifixión), los textos apócrifos remontan sus relatos hasta la historia de la Virgen: La esterilidad de sus padres Joaquín y Ana, su Inmaculada Concepción mediante un
casto beso en la Puerta Dorada,
su presentación en el templo,
las varas de sus pretendientes,
su desposorio con José, etc. etc.
Sirva lo dicho como ejemplo.
Clasificación de los apócrifos
Los más de cincuenta documentos apócrifos pueden agruparse en Evangelios de la Natividad, Evangelios de la Infancia, Evangelios de la Pasión y
Resurrección, Evangelios Asuncionistas, Evangelios Gnósticos,
Manuscritos de Nag Hammadi,
Evangelios Perdidios, Fragmentos papiráceos y Ágrapha.
¿Cuáles son los Evangelios
Canónicos?
Los evangelios apócrifos
están plagados de relatos llenos
de fantasía, numerosos milagros de Jesús, a veces extrava-
gantes; exponen doctrinas diferentes de las transmitidas en
los evangelios canónicos o enseñanzas misteriosas, reservadas
a unos pocos elegidos. Por el
contrario, los evangelios denominados «canónicos» conservan el estilo propio de una predicación apostólica templada,
carente de adornos fantasiosos,
y expuesta con clara sencillez.
Son numerosas las listas que
desde el s. II se han hecho de
los libros inspirados. En el Concilio de Hipona, en 393 d. C.,
convocado por el Papa San
Dámaso, se redacta la primera
lista de libros canónicos. El
Concilio de Trento, en su IV
sesión, 8 abril de 1546, establece la lista definitiva de libros
inspirados por Dios (los libros
que hoy integran el Antiguo y
Nuevo Testamento de la Biblia).
Los llamados Libros Canónicos
son, por tanto, los que la Iglesia
acepta como inspirados por
Dios. El Concilio Vaticano II
sostiene que los libros principales del Nuevo Testamento son
los Cuatro Evangelios (de San
Lucas, San Marcos, San Mateo
y San Juan) y que su origen es
indudablemente apostólico,
predicado por mandato de Cristo, inspirado por el Espíritu
Santo y transmitido por escrito
por los cuatro apóstoles. (C.D.
“Dei Verbum”).
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