Baptisme del Senyor C

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Queridos hijos e hijas de Dios,
Realmente sorprende un poco el cambio que nos
propone la liturgia: el viernes celebrábamos la Epifanía,
contemplábamos como los magos de oriente adoraban al
niño Jesús, y hoy celebramos el bautismo del Señor.
Sorprende, pero, hace falta recordar que esta fiesta
forma parte del tiempo de Navidad, con esta fiesta se
acaba el tiempo de Navidad. Y ante esto es inevitable
preguntarnos, ¿por qué la liturgia quiere vincular la
Navidad y la fiesta del bautismo del Señor?
La respuesta es clara: esta fiesta nos ayuda a cerrar
con coherencia el Tiempo Litúrgico de la Navidad. Esta
fiesta ilumina, da luz, a todo lo que hemos vivido y
celebrado estos días. Me explico...
En la homilía del día de Navidad hablábamos de la
admiración delante de un Dios que se hace un niño.
Decíamos que era algo inimaginable, sorprendente,
impensable. Y después de la admiración surge la
pregunta: ¿por qué? ¿Por qué Dios se hace hombre? Y
la respuesta la tenemos hoy, en esta fiesta del
Bautismo del Señor: Dios se hace hombre para
comunicarnos su Espíritu. Dios se hace hombre para
que Jesús nos pueda bautizar con el Espíritu Santo.
Todo este gran abajamiento, esta desposesión, que
hemos ido contemplando y explicando, tiene muchas
enseñanzas para nosotros pero el motivo fundamental
de este abajamiento es para comunicarnos su Espíritu.
Por esto, la Cuaresma y la Pascua culminan en
Pentecostés, porqué nada tiene sentido si Jesús no nos
comunica su Espíritu.
Si Jesús no nos comunicara su Espíritu, Él se habría
convertido tan sólo en un modelo de conducta. No pocas
veces me ha pasado que en un grupo de adolescentes o
jóvenes, preguntas ¿Quién era Jesucristo? Y una de las
respuestas es: “Jesús es un modelo de conducta”. No
es incorrecto pero sí insuficiente. Jesús es mucho más
que un modelo de conducta. Jesús como Hijo de Dios
nos da su mismo Espíritu, que transforma nuestra
naturaleza humana, nos hace participar de su misma
vida.
La salvación que nos lleva Cristo no es sólo una ética,
unas normas de comportamiento. Es una fuerza
interior. Su misma fuerza. Su principio vital (Espíritu
Santo) que nos posibilita vivir lo que Él nos propone en
el Evangelio.
Vemos, por tanto, como esta fiesta del Bautismo del
Señor ilumina, da luz, al Tiempo de Navidad.
También estos días hemos hablado de que celebramos
“Dios con nosotros”. El nacimiento de Jesús introduce
en el mundo una presencia: Dios está con nosotros. Pero
una vez Él ha muerto, ¿qué pasa? ¿Dios ya no está con
nosotros? Dios continúa presente en medio de nosotros
gracias a la presencia del Espíritu Santo.
Y Jesús habitará en nuestros corazones gracias al
Espíritu Santo. Y Jesús continuará comunicando la
salvación gracias al Espíritu Santo. Y Jesús será una
presencia viva en nuestra historia gracias al Espíritu
Santo.
Dice el Papa en una homilía: “El bautismo es, por así
decirlo, el puente que Jesús ha construido entre él y
nosotros, el camino por el que se hace accesible a
nosotros”.
Ya hace un tiempo hablaba con una persona que estaba
pasando por unos momentos delicados y me decía con
mucha paz: “Dios está conmigo”. Es la gran experiencia
del seguidor del Cristo, que Dios está con nosotros.
Y si en medio de sociedad tan descreída continuamos
creyendo es porque hemos hecho la experiencia de que
Dios está con nosotros.
Vemos, por tanto, como esta fiesta del Bautismo del
Señor ilumina, da luz, al Tiempo de Navidad.
Y acabo ya con un ejemplo más de esto: el día de Reyes
hablamos de que Dios tenía un plan de amor para toda
la humanidad: “reunir en una familia de hermanos a
toda la Humanidad entorno de su Hijo, el primero de
muchos hermanos”. Este proyecto se realiza por la
donación del Espíritu Santo. Si nosotros recibimos el
Espíritu Santo, que es el Espíritu de Jesús, el Espíritu
del Hijo, al recibir el Espíritu del Hijo quedamos
hechos hijos de Dios y por tanto hermanos los unos de
los otros.
Esto no es una idea bonita y utópica: la Iglesia tendría
que hacer visible esta familia de hermanos, nuestra
comunidad parroquial tendría que hacer visible esta
comunión de hermanos. De manera que los que están
fuera nos miren sorprendidos, les llame la atención
como nos relacionamos entre nosotros, como nos
ayudamos, como cuidamos los unos de los otros, en
definitiva, como nos amamos. Y conseguir esto es fruto
del Espíritu Santo que habita en nuestros corazones...
Acabemos, por tanto, estos días espiritualmente intensos con
esta fiesta del Bautismo del Señor que nos recuerda que Jesús
nos quiere bautizar con su Espíritu (en griego bautizar quiere
decir inmersión).
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