ESCRIBIENDO JUNTO A IVÁN

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ESCRIBIENDO JUNTO A IVÁN - Naila Manso Olmedo
Un escritorio, dos sillas, tres folios y dos hermanos.
Te despierta un fuerte sonido, miras el reloj, son las 12.45 pero es fin de semana, no es la alarma lo
que suena, es el teléfono fijo. Adormilada te levantas y respondes.
-¿Si?
-Buenos días Dana, ¿te acabas de levantar verdad?
-¿Quién es?
-¿Qué pasa? ¿Ya no reconoces ni mi voz?
-¡LEO! Dios mío Leo, no puedo creer que seas tú. ¿Ocurre algo?
-Claro que ocurre algo, ¡hoy vuelvo a casa! Llamé a mamá y papá, ya me han comentado que están
de viaje. Tenemos la casa para los dos solos hermanita, cuando llegue espero que me des un fuerte
abrazo de esos tuyos tan especiales.
-No lo dudes. Estoy deseando que llegues ya, después de nueve meses sin verte tu llamada
me ha alegrado el día entero.
-Genial pequeña. Pues en unas horas nos vemos y por cierto... llegaré hambriento... ¡un abrazo!
No te lo puedes creer, después de tanto tiempo tu hermano vuelve a casa del ejército. Tu de eso no
entiendes, no sabes si ha estado en la guerra o que ha hecho pero eso ahora no importa, solo
quieres verle, es la persona a la que mas quieres en el mundo.
Estás muy nerviosa, lo mejor va a ser relajarse fumando un cigarro. Pasas de desayunar, como
siempre, abres la ventana y te enciendes ese mini purillo de vainilla.
Ya han pasado tres horas desde que llamó Leo. El timbre de la puerta suena y vas corriendo, casi
sin respirar y abres bruscamente. Decepción, no es Leo, es un hombre alto, de tez morena y con un
traje de policía. ¿Qué hace en tu puerta un policía? Tienes 16 años, no has hecho nada ilegal, ¿qué
está pasando?
-Buenas tardes, ¿eres Dana Rodera de 16 años?
-Así es, ¿qué ocurre?
-Soy Pedro, policía. Ha ocurrido algo malo y tienes que acompañarme.
-¿Esto es algún tipo de broma?¿Cómo sé que eres policía de verdad?
El hombre te muestra su placa y en poco más de un minuto te consigue convencer de ser quien dice.
Te vistes muy rápido, te maquillas un poco y bajas al portal, donde el policía ya esta con su coche
en marcha.
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Ya estás en el coche, no puedes controlarte, estás tan nerviosa que no paras de temblar.
Paráis, Pedro te dice que ya habéis llegado.
Todo es muy extraño, estáis en la puerta del hospital.
Os bajáis del coche y sigues al policía sin decir palabra.
-Entra en la habitación.
Le haces caso y abres la puerta.
Es una pequeña sala blanca, con muebles también blancos, una sola cama en el medio y muchas
máquinas alrededor.
Solo se escucha un ligero sonido, es un leve pitido que parpadea como el ámbar de los semáforos.
En la cama hay alguien. Tu corazón se detiene y tus ojos se llenan de lágrimas, las piernas te fallan
y caes al suelo.
Unos ojos verdes te miran desde la cama, solo hay dolor en ellos.
-Dana, levanta pequeña, acércate.
Escuchas su voz muy a lo lejos, parece una pesadilla, la habitación de la pesadilla. Odias los
hospitales y más aún si estás en uno por alguien que te importa.
Te incorporas y te acercas.
-Leo...
No puedes más y le das un abrazo, tu cara se impregna de lágrimas. Él hace un gemido de dolor y el
leve pitido se hace más intenso. Dos enfermeras entran rápido y te piden que salgas de la habitación.
Tú les haces caso pero estás asustada, todavía no comprendes nada. Hace unas horas estabas
hablando felizmente con tu hermano y ahora está en una cama de hospital.
-Hola, debes de ser Dana.
-Soy Tomás el médico que ha ingresado a tu hermano.
-No sé lo que pasa, por favor, dígamelo, ¿por qué está aquí mi hermano? ¿qué le sucede? Tomás
empieza a hablar. Tú estás con la carne de gallina, estás mareada pero haces todo lo posible por
entender lo que te está contando.
Tu hermano, en el tren de vuelta a la ciudad, ha sufrido un disparo en el costado izquierdo a manos
de un atracador que intentaba robar a una mujer. Él la defendió sin darse cuenta del arma que había
en la escena.
Te echas a llorar, ¿un disparo? ¿Cómo es posible? Eso es muy de película no de la vida real.
Tu hermano está muy grave, la bala ha dañado órganos importantes y lo más probable es que no
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consiga salir de esta, es fuerte pero no lo suficiente...no lo suficiente, esas tres palabras se te han
grabado a fuego en el pecho.
Las enfermeras salen de la habitación y te indican que puedes volver a pasar.
-Leo, ¡Dios mío! ¿Cómo te encuentras? ¿Qué pasa con papá y mamá, lo saben? -Tranquila,
pequeña, me encuentro fuerte contigo aquí. Lo saben, les han llamado pero van a tardar mucho en
llegar.
-No quiero perderte, Leo, a ti no. Te necesito aquí, ahora sobre todo. No estoy pasando un buen
momento, tengo serios problemas que papá y mamá no saben.
La habitación se queda en silencio y ese maldito pitido me daña los oídos, va muy rápido, llamas a
las enfermeras gritando. Ya llegan, te piden que salgas pero tu no quieres, solo deseas estar con tu
hermano, con la persona que te enseñó a andar en bici y quien te enseñó a hacer dados de parchís
con la miga del pan. Le estás agarrando la mano con fuerza, no vas a dejar que te alejen de él, no
otra vez,
-Has adelgazado mucho Dana.
El pitido se vuelve seguido y se deja de oír. Las enfermeras llaman al médico. Leo ya no te aprieta la
mano, en su cara no hay emoción alguna, lo único que se mueve en él es su limpio pelo negro
azabache, la ventana está abierta. El aire te da en la cara, te avisa de que todo es real pero tú no te
puedes creer nada. Un hombre de seguridad te coge y te saca fuera de la habitación, tú solo puedes
llorar y gritar, das patadas al guardia, quieres volver con él, estar a su lado otra vez...
Suena la alama. Es lunes. No has hablado con tus amigas a pesar de todas sus llamadas perdidas.
En realidad, no has hablado con nadie absolutamente desde el sábado...
No puedes seguir así, lo único que te daba vida era tu hermano y ya no está.
Durante el último año has ido dejando de comer, has vomitado, te has apartado de la gente, te has
vuelto una desconfiada, una débil.
No crees en tus amigas ya, las ves lejos de tu lado. Nadie sabe lo que te pasa. Se io ibas a contar
todo a Leo, él iba a ser el primero.
Le estás dando vueltas a todo y desde que murió estás peor que nunca.
Ayer mismo te desmayaste dos veces y llevas días sin comer. Estás sola desde hace una semana,
tus padres se fueron y aún no han vuelto, ni con la muerte de su propio hijo, así es que no debes
importarles demasiado.
Lo tienes claro, se acabó.
Piensas "¿qué dramático todo, no? Soy tan joven, he vivido tan poco y aquí estoy sufriendo sin
poder seguir mi camino".
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Coges el tabaco y muchas pastillas. Cierras la puerta de tu casa y pulsas el botón del ascensor.
Novena planta.
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