Aprender a soltar el sufrimiento

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Aprender a soltar el sufrimiento
He visto un video en el que dos mujeres representantes de las víctimas del
atentado de Atocha (en Madrid) que decían, una: “cada 11 de marzo a las 7.39
revivo el dolor”, la otra: “quiero que todos revivan con nosotros el dolor,
la rabia, la impotencia…”
Leí entre mis contactos un comentario de alguien que expresó su negación ante
la muerte.
Tengo dos disparadores para escribir esta reflexión sobre el pasado, presente
y futuro. Sobre nuestra posibilidad de salir fortalecidos de las experiencias
negativas, lo que se llama “resiliencia”.
Cuando ante la muerte de un ser amado mantenemos un estado de permanente
vigilia, rememorando el pasado, pensando en lo que pudo haber sido, o en lo
que perdimos con esa partida, cuando nos obligamos internamente y luego lo
manifestamos afuera, reviviendo esos momentos de dolor, estamos prolongando
el sufrimiento.
Recordemos que el dolor es inevitable (la muerte duele en lo emocional, en lo
mental y también físicamente) pero el sufrimiento es optativo. El sufrimiento
tiene que ver con el estiramiento, rememoramiento y hasta regodeamiento (sí,
hay gente, los “eternos víctimas” que se regodean en su padecimiento) de las
circunstancias que generaron el dolor.
Cuando una persona muere, sabemos que el tiempo medianamente sano de duelo es
un año. Hay que pasar el primer cumpleaños, la navidad, las vacaciones o el
aniversario sin …… hay que darnos tiempo para dejar que se vayan acomodando
las fichas. Pero por nosotros y fundamentalmente porquien parte, debemos
soltar y elaborar el duelo a consciencia.
Cuando mi novio tomó la decisión de matarse, yo lo “sentí” y a 400 km no pude
hacer nada para evitarlo. Llamé a las casas de sus amigos en Buenos Aires, no
los encontré, les dejé mensajes que fueran a la casa, que lo buscaran, que lo
llamaran, porque tenía un mal presentimiento. Pero estaba dispuesto que así
fuera. Por esos llamados míos uno de sus hermanos fue hasta la casa y lo
encontró. Fui citada por la policía porque en la carta de despedida me
mencionaba. Todo eso generó en mi mucha culpa. Y la culpa es una carga muy
pesada. Cómo no me había dado cuenta antes? cómo pude ser tan ciega? otra vez
dejaba a mi hijo sin padre? qué iba a ser de mi, que habia estudiado
escenografía para trabajar con él en su teatro? es decir mis proyectos de
futuro se fueron con él. Tuve que aprender a realizar el duelo dejandolo
partir, perdonandome y perdonandolo. Necesité mucho perdón, pero sobre todo
amor por mí misma.
Tuve que aprender a valorarme, a ser YO. A reconstruir la relación con mi
hijo limando las posibles secuelas de otro “abandono”, y otra vez dando mucho
perdón.
No digo que sea fácil, no lo es. Pero mucho más difícil es tratar de vivir
arrastrando fantasmas y dolores. Porque necesitamos libertad en el alma para
seguir el camino y todos esos dolores revividos una y otra vez son pesadas
mochilas que son totalmente innecesarias en el camino.
Que tengas Paz!
Verónica Heiland (C)
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