JUEVES, 6 MARZO 2008 LA CONTRA Marta Montañez, viuda de Pau Casals y Eugene Istomin Tengo 61 años. Nací en Puerto Rico y vivo en Nueva York. Fui violonchelista. Soy viuda de Pau Casals y de Eugene Istomin, enterrados juntos en El Vendrell. No he tenido hijos. Creo en la democracia, la libertad y la paz. Soy católica. ¡Vengan a visitar todos la Vil·la Casals! “‘Mi única arma es el silencio’, proclamó Pau Casals” Memoria viva Q ué edad tenía usted cuando conoció a Pau Casals? Yo aún tenía 13 años. ¿Y se casaron? Seis años y pico después, en 1957. Yo tenía 20 años y el maestro tenía 80 años. Es un abismo... Eso le pareció a mi familia, ¡pero ni él ni yo lo sentíamos así! “Ni ella puede vivir sin mí ni yo sin ella”, dijo Casals, y así era, por la devoción que nos teníamos. Vivimos muy felices los últimos 16 años de su vida. Antes de conocerle, ¿qué sabía de él? Mi familia era muy melómana, todos tocábamos algún instrumento. Mi tío Rafael veneraba a Pau Casals y desde muy niña me inició en el violonchelo. Me ponía sus discos, me hablaba de su vida, de que era catalán, de que vivía exiliado… ¿Eran una familia rica de Puerto Rico? De clase media, pero amantes de la cultura: nuestra casa estaba siempre abierta a artistas, músicos… A veces venía Andrés Segovia. Una noche me oyó tocar el chelo un fagotista que dijo: “Esta niña tiene talento”. ¿Y qué pasó? Que desde los 12 años me consiguieron una beca para estudiar en Nueva York. Allí tuve un maestro ruso, discípulo de Casals… MARC ARIAS Estaba usted predestinada… Casals era una presencia universal, una figura internacional desde el año 1900... Qué vida tan dilatada e intensa, ¿no? Sí: a principios de siglo era un figura, amigo de Korsakov, Cui, Rachmaninov, Scriabin… ¡En Rusia era como una pop star! Era íntimo de Siloti, director de orquesta: por su causa, Casals no volvió a pisar Rusia. ¿Por qué? En 1917 estalló la revolución soviética, y a Siloti se lo quitaron todo. ¡Con lo mucho que había hecho por la cultura…! Casals, enojado, anunció que mientras perdurase esa tiranía, no volvería a Rusia. Y no volvió. Le hubiese gustado ver a la URSS caer. Como el fin del nazismo: Casals daba muchos conciertos en Alemania, y al ver el trato a los judíos, se negó a tocar allí. Era 1933. Cuando tantos miraban hacia otro lado. Pau Casals era sensible a las condiciones humanas, esa era su ideología. Viajaba, se empapaba de las cosas, con sensibilidad. ¿Qué le contaba de Catalunya y España? Que no volvería mientras estuviese Franco. Le dolió profundamente que los aliados no derrocasen al dictador, y anunció que no tocaría en ningún país que reconociera a Franco. “¡Mi única arma es el silencio!”, proclamó. Y se recluyó en Prades. Pau Casals sigue vivo en su obra y en la memoria de personas de todo el mundo, memoria que su viuda alienta con devoción y energía. Acaba de inaugurar en París una placeta dedicada a Casals (un proyecto de Restaura), con estatua y placa, y ha pasado unos días mimando el MuseuFundació Pau Casals (www.paucasals.org), en el paseo Marítim de la playa de Sant Salvador de El Vendrell. Me insiste en que ahí se acopian materiales de Casals (correspondencia con músicos perseguidos por el nazismo, por ejemplo) que merecerían ser estudiados. Ella custodia además el chelo de Pau Casals, que cede a músicos jóvenes “para que el legado del maestro siga viviendo”, y cuando lo dice le brillan los ojos. IMA SANCHÍS LLUÍS AMIGUET Y a Prades fue usted a conocerle, ¿no? Mi tío Rafael hacía años que le escribía cartas: a Casals le gustaba, pues tenía parientes en Puerto Rico. Un día, mi tío decidió viajar conmigo a tan remoto rincón del planeta. ¿Cómo fue su primer encuentro con él? Nos invitó a comer a su casa. Él tenía algunos alumnos, y me propuso ser uno de ellos. Terminé mis estudios en Nueva York y, a los 17 años, volví con mi madre. Me alojé en el pueblo con una familia catalana también exiliada, y mi madre se regresó. Y el maestro y usted se enamoraron. Ya no nos separamos nunca más. Aprendí catalán, le hice de secretaria, le acompañé a Puerto Rico, a sus tres actos en la ONU... ¿Qué aprendió usted de Pau Casals? ¡Estar con él era como ir a diez universidades juntas! Tras la II Guerra Mundial, declinó reunirse con un ministro británico para hablar sobre la España de Franco: “No nos entenderemos: él quiere hablar de política, yo hablo de moral”. Con Kennedy sí habló. Pero es una lástima que no tocase más... Compuso el gran oratorio El pessebre, su mensaje de paz, emblema de sus valores humanos. Ojalá se tocase en todo el mundo y en Catalunya cada Navidad, cada Pascua... ¿Cuál es su recuerdo más hermoso junto a Pau Casals? Quizá la cita con Kennedy y la intervención en la ONU, en su cruzada por la paz. Tocó el chelo y todos se emocionaron y lloraron. ¿Cómo fueron sus últimos años? Tuvo claridad de pensamiento y fuerza física hasta el último momento. Horas antes de morir, jugaba una partida de dominó. Murió en 1973, el mismo año que Pablo Picasso y Pablo Neruda. ¿Los conoció? Se reconocían y respetaban, pero no hubo trato. Casals no era comunista, recuerde... Murió antes que Franco y no pudo volver: ¿qué diría si viera esta Catalunya? ¡Estaría contento! Sería feliz con esta autonomía: es lo que él quería para su país. ¿Era independentista? No. Quiso siempre mejorar las cosas, no empeorarlas. ¿Qué hizo usted tras morir su marido? Se me derrumbó el mundo. Pero había tantas cosas por hacer: ordenar sus archivos, gestionar la fundación, traer sus restos... ¿Dónde está enterrado Pau Casals? En El Vendrell, como fue su voluntad. Allí había nacido y allí se construyó la Vil·la Casals en 1910: hoy es la sede de la Fundació Pau Casal y el Museu. ¡Visítelo, lo merece! Se lo prometo. Junto a Casals está enterrado también mi segundo marido, el músico Eugene Istomin, discípulo de Casals, casi como un hijo. Se conocían ustedes hacía años, pues. Sí, muchos. Y tras la muerte del maestro, yo no hubiese podido estar con otro hombre: me casé con Istomin en 1975 y he sido feliz compartiendo con él durante 28 años tantos recuerdos del maestro... A mi muerte, yo quiero descansar entre los dos. VÍCTOR-M. AMELA 45396 VÍCTOR-M. AMELA