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Dos curiosidades estéticas:
La belleza es privada y mimética.
PACO POLAN
I La Casa Museo de Delacroix está situada en el número 6
de la Rué de Fürstenberg, en el barrio Saint - Germain de París.
Es un segundo piso dividido por cuatro exiguas estancias vacías de los muebles y enseres cotidianos de su inquilino. Papel
glaseado, telas y artesones, visten las paredes donde cuelgan
pequeños cuadros -bocetos de retratos, paisajes y tipos raciales- que sirven de botón de muestra a la valiosa obra del pintor:
En la antesala, el mostrador tiene de todo: postales, boletines, souvenirs y conserje. Justo frente a la entrada, al lado del
mostrador, un vano con arco nos conduce a la primera salita
que, rectangular y estrecha, comunica a su izquierda con la sala
principal, más grande, alargada y dividida en dos por un arco
central. A continuación del arco y a la izquierda, otra salita se
dispone paralela a la primera. Los suelos de madera sin alfombrar, crujen y descubren la presencia de curiosos por las habitaciones. Ninguna puerta nos cierra el paso; o se suprimieron al
habilitar el museo, o nunca las hubo.
Cuatro ventanales iluminan la casa. Los de las salitas dan a
la calle, los de la pieza principal a un patio ajardinado de los
muchos que se esconden entre los edificios parisinos. Al fondo,
a la izquierda, una puerta oculta unas escaleras exteriores;
bajando, y ya en el patio, entramos en el Estudio.
En 1871 Mme. Aupick murió. La Maison-Joujou fue comprada, paredes y muebles, por M. Bahon Rault. La tasación y la
venta se firmaron el 28 de septiembre de 1871. Cuando la
familia Bahon dejó Honfleur por Rennes, se llevó los muebles.
En 1908, sabiendo que las ediciones Mercure de France
iban a publicar las Obras postumas de Baudelaire,
M.
Bahon escribió al editor para señalarle que poseía objetos
de la Maison-Joujou, entre ellos este escritorio de roble.
A partir de esta carta, Claude Pichois contactó con Mme.
viuda de Bahon y compró en 1973 los muebles de la
Maison-Joujou.
El escritorio del general Aupick pertenece a M. Claude
Pichois, quien lo ha prestado al museo Delacroix.
Eugéne Delacroix se muere de vergüenza. Todo el mundo sabe
del odio que Baudelaire profesaba a su padrastro. El militar
nunca mostró el menor interés por las actividades literarias de
su hijastro: primero intentó disuadirle de sus excentricidades
juveniles, luego humillarle declarándole incapaz de administrar
su legítima herencia, y, finalmente le ignoró cuando artistas y
literatos desordenados aplaudían sus escritos.
Ahora, el general es el embajador del poeta en la casa del pintor. Delacroix se siente ingrato; no olvida que el joven poeta fue
el primer defensor de las mujeres de sus cuadros ante las burlas de sus contemporáneos, y que se enfrentó al mismísimo
Víctor Hugo -quien las comparó con las ranas- calificando al
autor de Los miserables como poeta escultórico y ciego a la
espiritualidad. En este menosprecio a "su Belleza", ve el pintor
el origen de la antipatía de Baudelaire hacia Victor Hugo.
Por su parte, Charles Baudelaire nada sabe de la Casa Museo
de Delacroix, ni le importa dónde paran los muebles del general
Aupick. Ya no odia a su padrastro, la muerte ha apaciguado bastante al general. Tampoco odia a nadie -si acaso guarda un abstracto rencor a los belgas, tan grises, tan terciarios con caras de
belgas- pero hay algo que le molesta de verdad: a Charles
Baudelaire le revientan sus biógrafos. Aquellos que le nombran el
Iluminado por una ventana y un gran lucero que ocupa medio
techo, parece espacioso, aunque resulta difícil imaginar que el
Artista pintara aquí sus encargos monumentales. En las paredes,
reproducciones de acuarelas cronológicamente ordenadas, ilustran el viaje a Marruecos de 1832. Solo y en el centro, queda un
firme caballete en el que han tendido la supuesta bata del pintor.
La visita se acaba y hay que desandar el recorrido, entonces,
antes de salir llama la atención una antigualla, más que por
vieja y museable, por ser el único mueble de la casa -si exceptuamos las butaquillas distribuidas para aliviar callos y flebitis
de los visitadores de museos-.
Se trata de un severo escritorio de madera sobre el que han
dejado una fotocopia plastificada con el siguiente texto:
ESCRITORIO DEL GENERAL AUPICK,
PADRASTRO DE CHARLES BAUDELAIRE
ARTELEKU
Jardín y estudio de Delacroix en su casa de la calle Fürstenberg.
Nacido en Gravelines en 1789, Jacques Aupick hizo carrera bajo el Imperio de la Restauración, la Monarquía de Julio y
el segundo Imperio. En 1847-1848, dirigió la Escuela
Politécnica. Nombrado por el gobierno provisional "enviado
extraordinario y ministro plenipotenciario"
en la Sublime
Porte (Abril 1848), y después por el
príncipe-presidente
embajador en Londres (Febrero 1851), renunció a este cargo
por sus compromisos con los príncipes de Orleans. Fue nombrado embajador en Madrid en junio de 1851. Nombrado
senador en marzo de 1853, se ocupó expresamente de la
publicación de la correspondencia de Napoleón I.
En marzo de 1855, compró la Maison-Joujou, que dominaba el estuario del Sena, como su embajada de Francia en
Constantinopla dominaba el Bosforo. Murió él 27 de abril de
1857, dos meses después de la publicación de "Las Flores
del Mal".
La casa fue habitada de manera continua por su viuda,
Mme. Aupick, madre de Baudelaire. Éste, en 1859, permaneció en ella una temporada de la que se benefició su vena
creadora. Pensó establecerse en Honfleur y escribió a su
madre desde Bruselas en marzo de 1866, antes de sufrir la
hemiplejía: "Mi instalación en Honfleur ha sido siempre el
más querido de mis sueños".
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Jeanne Duval dibujada por Baudelaire.
sacrificada al estudio del ser humano y su conservación en el
tiempo. Acosado por los periodistas, salía al paso ante la controversia referente a su personalidad, afirmando con la solemnidad
de su nuevo cargo universitario: "Efectivamente, considerar las
expresiones sexuales de la propia cultura como algo consustancial a la naturaleza humana, puede llevar a la confusión".
Esta gélida indolencia desconcertó a los periodistas, que, zanjado el asunto, repararon en los tatuajes. Se habían ocupado tanto
de confirmar las noticias, que no habían visto que el hombre de
hielo iba tatuado de pies a cabeza con sinuosos y enmarañados
dibujos; en un principio vivos y contrastados, ahora, oscurecida la
piel durante la hibernación, habían perdido su primitiva intensidad
y sólo podían apreciarse cara a cara, a corta distancia.
Interrogado por los misteriosos tatuajes, el hombre de hielo se
descolgó con la siguiente ocurrencia sobre Arte y mimetismo:
"El Arte mira a Dios, al mundo y al hombre en un primer proceso de mimetismo. Después se mira a sí mismo e inventa el Arte
sobre el Arte; el mimetismo puro. En vuestra cultura moderna, es
un Establecimiento de críticos, artistas y enterados el que, dividiendo el mundo entre lo artístico y lo demás, dicta las pautas
de la creación. Algunas veces, la crítica se erige en maestro y
lazarillo de la creación; llega a ser la reina del mimetismo. Su
genialidad conduce a la repetición de los patrones, entonces, la
fantasía es sólo un prodigio de Walt Disney, el ingenio un pecado abominable, y el arte joven un error de juventud. Los artistas
se vuelven locos y hablan convulsivamente".
Entre los informadores, un joven periodista de Düsseldorf lo
vio claro. El hombre de hielo era un chamán.
mejor poeta de su siglo, que no se muerden la lengua al afirmar
que Las flores del mal abren un camino imprescindible para la
poesía moderna; en el capítulo dedicado a Jeanne Duval, a la
que amó y odió, se limitan a mostrarla mezquina, siniestra, interesada, y sobre todo, fea. No entienden que la belleza es privada
y escurridiza; que los pintores y poetas cuando la atrapan, si no
son tontos, se guardan la mejor parte, la que toca con "lo feo" y
les separa de los muertos, de Jacques Aupick y de Víctor Hugo.
Idazlan honen egileak edertasuna pribatua eta mimetikoa dela
esaten digu. Eta azalpen hori hobeto jaztearren bi istorio bitxi
dakarzkigu: Eugene Delacroix pintorea eta Baudelaire idazleare¬
kin loturiko gorabeherak batetik eta, bigarren, duela bost urte
Alpeetan aurkitu zuten Jelazko Gizonari buruzko erreflesio bat.
II El hombre de hielo se dio a conocer en septiembre de
1991, cuando los montañeros Helmut y Erika Simon encontraron su cuerpo bajo la nieve del glacial Niederjoch, junto al valle
de Ötzal, entre los Alpes austríacos e italianos. La aparición de
un ser humano hibernado durante miles de años fue todo un
acontecimiento internacional.
Pronto el hombre de hielo fue el protagonista de todas las portadas y noticiarios mundiales. Los desconfiados le tenían por un
farsante; la conjetura más sólida lo identificaba con una momia
egipcia que había llegado a. los Alpes en busca de notoriedad.
Ante las sospechas se requirió en Innsbruck -ciudad en cuyo
Instituto Anatómico se alojó el curioso personaje- la presencia
de prestigiosos observadores y expertos. Allí aparecieron los
jueces y peritos del Libro Guinnes de los records, quienes tras
someter al hombre de hielo a exámenes tan rigurosos como
infalibles, dictaron un veredicto inapelable: NO CABÍA DUDA,
aquel hombre había batido todas las marcas de conservación
conocidas hasta la fecha, permaneciendo hibernado durante
más de 5.000 años, exactamente 5.004 años y 96 días.
El hombre de hielo volvió a acaparar los teletipos de las agencias internacionales de información y, después de numerosas
apariciones en los medios (entrevistas en radio, prensa y televisión), abrumado por los compromisos de la fama, decidió desaparecer de la vida pública. Sólo respondería a los departamentos de antropología de las Universidades que le invitaban a dar
sencillas conferencias sobre el uso de las herramientas que rescató consigo de la antigüedad: un hacha de cobre con mango de
madera, un carcaj de piel de reno con once flechas, un arco de
163 centímetros de alto, un saquito de piel con doce puntas de
pedernal, un cuchillo de sílex con mango de madera y funda tejida con fibras vegetales, un capote también de fibras vegetales,
y un amuleto de hueso atravesado por un cordel de pellejo.
Cuando no viaja por las universidades de todo el mundo, el
hombre de hielo permanece en el anonimato, recluido en su
apartamento de Innsbruck viendo la televisión.
El mundo empezaba a olvidarle cuando surgieron los rumores
sobre su vida oculta y el hombre de hielo leyó los periódicos: se
había armado un gran revuelo, era famoso por guardar semen
en el recto.
El 15 de j u n i o de 1 9 9 4 , d u r a n t e el último C o n g r e s o
Internacional de Antropología celebrado en Zurich, el hombre de
hielo fue unánimemente aclamado Decano de todos los antropólogos. Una semana antes, la Universidad de Trento le había nombrado Doctor Honoris Causa en reconocimiento a una larga vida
ARTELEKU
Los importantes episodios de la vida del hombre de hielo suceden en el corazón de Europa.
Aspecto que presentaba el hombre de hielo cuando fue descubierto en los A l p e s ,
National Geographlc, Junio de 1 9 9 3 . Fotg. Sygma.
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