www.pedagogica.fhuce.edu.uy Presentación Pedagógica es la revista electrónica del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHCE (Universidad de la República). Publica trabajos seleccionados por su Consejo Académico. Aborda temáticas vinculados al campo de la educación y su relación con prácticas sociales y políticas. Director Pablo Martinis Editor Raumar Rodríguez Asistente de edición Paula Pais Consejo Editorial François Graña Pablo Martinis Álvaro Silva Muñoz Dalton Rodríguez Comité Académico Alexandre Fernández Vaz (UFSC) François Graña (UdelaR) Pablo Martinis (UdelaR) Nilia Viscardi (UdelaR) Patricia Redondo (Universidad Nacional de La Plata) Dalton Rodríguez (UdelaR) Diseño y Desarrollo Sector Comunicación y TIC, Unidad de Capacitación UdelaR Osvaldo Courdín Alberto Blanco Analía Camargo Equipo técnico José Miguel García Pedagógica (Montevideo), Nº 2, junio 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. i Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE Número 2 – junio de 2012 www.pedagogica.fhuce.edu.uy Índice Presentación........................................................................................................................ i DOSSIER “La pedagogía social y la ampliación de la noción de educación” Pablo Martinis: PRESENTACIÓN ...................................... 1 Segundo Moyano Mangas y Paola Fryd Schapira: EL ESCENARIO PEDAGÓGICO DE LA EDUCACIÓN SOCIAL.............................................. 4 Dalton G. Rodríguez Acosta: PEDAGOGÍA SOCIAL Y EDUCACIÓN SOCIAL EN EL ENTRAMADO DE LA INCERTIDUMBRE ..................................23 Diego Silva Balerio y Paola Pastore: HISTORIA Y ANTECEDENTES DE LA EDUCACIÓN SOCIAL EN URUGUAY: TRAZOS DE UNA CONSTRUCCIÓN QUE NOS DEBEMOS.............37 ARTÍCULOS Alejandro Lucio Añasco: TRANSFERENCIA EDUCATIVA: EL DISCURSO CIRCULANTE EN LAS LEYES DE EDUCACIÓN NACIONAL DE ARGENTINA Y URUGUAY .................46 Álvaro Silva Muñoz: PROSPECTIVA EN EDUCACIÓN: LA RELACIÓN ESTRUCTURA – CULTURA COMO POSIBILIDAD PARA LA AMPLIACIÓN DE LA NOCIÓN DE EDUCACIÓN .........56 Jorge Bralich: ¿ES POSIBLE “OTRA” PEDAGOGIA SOCIAL? .....................71 Hernán Espiga, Walter López, Marcelo Morales: EDUCACIÓN SOCIAL EN URUGUAY: APUNTES PARA PENSAR LA FORMACIÓN ................................88 Matías Meerovich, Gabriela Pérez: PISTAS PARA UN ITINERARIO. REFLEXIONES EN TORNO A LAS POSIBILIDADES DE LA EDUCACIÓN SOCIAL AL MOMENTO DE REPENSAR LOS FORMATOS DE EDUCACIÓN MEDIA .................................. 106 RESEÑAS Iván Pablo Orbuch: LA MEMORIA DE LA INFANCIA. ESTUDIOS SOBRE HISTORIA, CULTURA Y SOCIEDAD, DE SANDRA CARLI ...................................... 118 Álvaro Silva Muñoz: PEDAGOGÍA DE LA IGUALDAD. ENSAYOS CONTRA LA EDUCACIÓN EXCLUYENTE, DE PABLO GENTILI .................................... 123 ANEXOS Convocatoria para el tercer número de Pedagógica ............................................................. 128 Normas de publicación........................................................................................................... 129 Pedagógica (Montevideo), Nº 2, junio 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. ii Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE Editorial ..............................................................................................................................iii www.pedagogica.fhuce.edu.uy Editorial Pablo Martinis académica del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad. En esta ocasión el tema seleccionado para nuestro dossier es “La pedagogía social y la ampliación de la noción de educación”. Proponernos esta temática tiene que ver con nuestro convencimiento que un abordaje productivo de los desafíos que actualmente se presentan al sistema educativo uruguayo requiere, necesariamente, pensar la educación en términos más extensos que los que hemos desarrollado hasta el presente. Ante la formulación, que se ha posicionado en fuerza en la agenda de la política educativa nacional, que sostiene que los problemas de la educación uruguaya tienen un carácter técnico, oponemos la necesaria consideración del carácter político de lo educativo. Sostener este carácter político tiene que ver con permitir instalar la pregunta acerca de la justicia en nuestras prácticas educativas. ¿Pueden considerarse justas prácticas que excluyen sistemáticamente a porciones enteras de adolescentes? En tanto ubicamos la pregunta por la justicia, entendemos que una respuesta exclusivamente técnica (más horas de clase, cambios curriculares, programas focalizados para atender poblaciones “vulnerables”) es insuficiente. Necesitamos interrogarnos acerca del sentido mismo de lo que entendemos por educar. Es probable que volviéndonos a hacer algunas preguntas que parecen obvias, descubramos que no tenemos respuestas tan claras como en otros momentos. También es probable que apreciemos que coexisten en nuestra sociedad diferentes, y en algunos casos antagónicas, formas de entender lo educativo. Todo ello, probablemente, nos mostrara la necesidad de recuperar el debate pedagógico y promover formas de producción de conocimiento en educación que antes que ofrecer respuestas tecnológicas se preguntaran por la justicia de las formas de hacer y pensar la educación que hemos construido. En este segundo Número de Pedagógica hemos optado por ubicar el punto de tensión en la consideración de la necesidad de ampliar la noción de educación, incorporando en la misma reflexiones y prácticas que comúnmente hemos subestimado por no ser parte Pedagógica (Montevideo), Nº 2, junio 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. iii Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE Es con satisfacción que presentamos el segundo número de Pedagógica, revista www.pedagogica.fhuce.edu.uy de un “sistema” o hemos derivado a ámbitos secundarios bajo etiquetas como, por ejemplo, “educación no formal”. Creemos que ampliar la noción supone repensar el propio sistema educativo y sus relaciones con otras prácticas educativas ubicadas más allá de sus límites. A pedagógico. En ese sentido, es que hemos propuesto en nuestro Dossier considerar la noción de Pedagogía Social. El mencionado Dossier cuenta con colaboraciones de Dalton Rodríguiez, Diego Silva Balerio y Paola Pastore, y, Paola Fryd Schapira y Segundo Moyano. Los textos de los colegas y una presentación del conjunto del Dossier pueden ser leídos en la sección correspondiente. Los artículos seleccionados para la sección “Articulando saberes”, retoman algunos de los ejes de discusión mencionados anteriormente desde diferentes perspectivas y en relación a diversas temáticas. Alejandro Lucio Añasco en el artículo “Transferencia Educativa: el discurso circulante en las leyes de educación nacionales de Argentina y Uruguay”, sostiene la necesidad de indagar acerca de la circulación de un discurso pedagógico en las referidas normas vinculado a agencias internacionales que se proclaman como quienes legítimamente producen y ponen en circulación el “conocimiento de punta en educación”. Álvaro Silva Muñoz, a través del artículo “Prospectiva en educación: la relación estructura –cultura como posibilidad para la ampliación de la noción de educación”, aborda un análisis de tres líneas de política educativa desarrolladas en Uruguay analizándolas desde la relación planteada en el título de artículo e indagando acerca de la posibilidad de detectar “gérmenes de cambio” en las mismas. Por otra parte, en la misma Sección, ofrecemos tres artículos que presentan abordajes acerca de la pedagogía y la educación social. Jorge Bralich en el artículo “¿Es posible “otra” Pedagogía Social?”, propone una distinción entre pedagogía social y educación social y explicita un proceso de construcción de sentido en relación a la primera. Hernán Espiga, Walter López y Marcelo Morales, a través de “Educación social en Uruguay: apuntes para pensar la formación”, presenta una análisis de la formación de educadores sociales en Uruguay, ubicando dos modelos presentes en la misma y analizando sus Pedagógica (Montevideo), Nº 2, junio 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. iv Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE su vez, entendemos que el espacio conceptual requiere también la ampliación del campo www.pedagogica.fhuce.edu.uy implicancias. Matías Meerovich y Gabriela Pérez nos presentan el artículo “Pistas para un itinerario. Reflexiones en torno a la educación social al momento de repensar los formatos de educación media”. En el mismo proponen pensar desde la pedagogía social algunas posibilidades de articular los mismo con prácticas educativo – sociales. Finalmente en la Sección Re(en)señando, se presentan dos reseñas de textos recientemente publicados: Sandra Carli (2011) La memoria de la infancia. Estudios sobre historia, cultura y sociedad. Buenos Aires, a cargo de Iván Pablo Orbuch; y, Pablo Gentili (2011) Pedagogía de la igualdad. Ensayos contra la educación excluyente. Buenos Aires: Siglo XXI Editores, a cargo de Álvaro Silva Muñoz Esperamos que el conjunto de los artículos incorporados en estas edición sean valiosos y de interés para nuestros lectores y colaboren en la continua conformación de un campo académico de la educación en Uruguay. Pedagógica renueva su compromiso con el convencimiento que la producción sistemática de conocimiento resulta fundamental para una mejor comprensión del vasto y complejo conjunto de problemas que configuran las realidades educativas. También reiteramos nuestra certeza que ello amerita involucrar diversidad de perspectivas teóricas y disciplinarias, renunciando a la búsqueda de explicaciones finalistas o modelos conceptuales que pretendan presentarse como absolutos. Pablo Martinis Director Pedagógica (Montevideo), Nº 2, junio 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. v Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE características de funcionamiento de los centros educativos de enseñanza media y las www.pedagogica.fhuce.edu.uy Dossier “La pedagogía social y la ampliación de la noción de educación” Pablo Martinis Las dificultades que sufren los sistemas educativos para dar curso a procesos de distribución de conocimiento de carácter universal y que garanticen el derecho a la educación a todos los integrantes de las nuevas generaciones parecen estar claramente a la vista. No obstante la asignación de causas a esta problemática, así como la producción de propuestas de superación de la misma, reconocen diversas raíces teóricas y políticas. Desde muchas de estas perspectivas se acuerda en la necesidad de ampliar la noción de educación, entendiéndose que las tareas de enseñanza que desarrollan los sistemas educativos formales deben articularse con abordajes educativos generados desde otros ámbitos sociales. Éstos, también deberían aportan a los procesos de distribución universal de la cultura, los cuales son fundamentales para la construcción de sociedades plenamente democráticas. Dentro del campo pedagógico, se ha ido construyendo históricamente un ámbito específico desde el cual reflexionar acerca de estos procesos de ampliación de la noción de educación, el cual ha sido denominado “Pedagogía Social”. En términos de Violeta Nuñes (2007), una de las principales pedagogas que en las últimas décadas han trabajado sobre este campo, al referirnos a Pedagogía Social nos referimos a: (…) la disciplina pedagógica desde la que se trabaja, teórica y prácticamente, en las complejas fronteras de la inclusión / exclusión. Así, y en alusión a esas fronteras, se trata de un trabajo de ampliación ‐en lo pedagógico y en lo político‐ de las dimensiones de las responsabilidades públicas en educación. En el sentido de que el momento actual y sus desafíos nos llevan, en educación, a pensar y a actuar más allá (y más aquí), de la escuela o, dicho en otros términos, allí donde la escuela (para poder constituirse como espacio de efectivo ejercicio de transmisión de saberes) requiere de otros partenaires sociales a fin de poder centrar su función (Nuñez, 2007: 2 – 3)1. 1 Nuñez, Violeta (2007). Pedagogía Social: un lugar para la educación frente a la asignación social de los destinos, Barcelona. Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 1 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE PRESENTACIÓN www.pedagogica.fhuce.edu.uy Desde el conjunto de preocupaciones señaladas anteriormente y apuntando al desarrollo de una perspectiva pedagógica que alimente la reflexión acerca de las problemáticas educativas y amplíe las posibilidades de reflexión en el campo educativo, es En el mismo presentamos a consideración de nuestros lectores tres artículos que pretenden mostrar distintas facetas de la tematización de lo pedagógico – social. Dalton Rodríguez en su artículo “Pedagogía social y educación social en el entramado de la incertidumbre”, nos plantea el desafío de concebir las relaciones entre pedagogía social y educación social desde una perspectiva que tome nota de la incertidumbre como elemento distintivo de la época histórica que nos toca vivir y que pueda. Desde ese lugar, sostiene la necesidad de propiciar procesos de producción de conocimientos sobre el campo educativo que colaboren en la comprensión de las transformaciones en curso y en la propuesta de formas más amplias de pensar y hacer la educación. Diego Silva Balerio y Paola Pastore nos presentan una tarea de investigación que vienen realizando en relación a un abordaje histórico de antecedentes de desarrollo de la educación social en el Uruguay. En su artículo titulado “Historia y antecedentes de la educación social en Uruguay: Trazos de una construcción que nos debemos”, explicitan los pasos iniciales de su trabajo de indagación en relación a la experiencia educativa desarrollada en la Escuela Martirené, dependencia que en el marco del “Consejo del Niño” realizaba tareas educativas con adolescentes privados de la libertad por decisión judicial. Su investigación se inserta en un esfuerzo de más largo aliento que busca establecer antecedentes del desarrollo de la educación social en Uruguay para ponerlos en diálogo con problemáticas educativas actuales. Finalmente, Paola Fryd Schapira y Segundo Moyano, a través de su artículo “El escenario pedagógico de la educación social”, nos proponen trabajar acerca de la ampliación del campo de la educación a partir de aportes de la pedagogía social sostenidos en la producción de nuevas formas de educación en el campo social. Su planteo se centra en enfatizar la necesidad de producir conocimiento acerca de variadas y extensas prácticas de Disponible en: http://www.redligare.org/IMG/pdf/lugar_eduacion_frente_asignacion_social_destinos.pdf Acceso: 2 de marzo de 2012. Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 2 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE que se ha concebido el segundo Dossier de Pedagógica. www.pedagogica.fhuce.edu.uy educación social como forma de aportar a una reconstrucción de la reflexión educativa en los términos más amplios posibles. A través de la presentación de las producciones de los colegas arriba sintetizadas, lo educativo. Entendemos esta como una tarea de primer orden de cara a intentar construir formas de concebirlo educativo que reubiquen la centralidad de los sujetos de la educación y de los procesos de transmisión de la cultura que a ellos deberían dirigirse. Esperamos estar colaborando en la apertura de un debate que necesariamente debe ser amplio e involucrar múltiples actores. Nuestra revista abre sus puertas, en sus futuras ediciones, a recibir colaboraciones que continúen profundizando el diálogo que les comenzamos a proponer. Pablo Martinis Organizador del Dossier Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 3 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE Pedagógica pretende colaborar en la ampliación de las posibilidades de pensamiento sobre www.pedagogica.fhuce.edu.uy EL ESCENARIO PEDAGÓGICO DE LA EDUCACIÓN SOCIAL Segundo Moyano Mangas y Paola Fryd Schapira Resumen Este artículo tiene como objetivo mostrar aperturas posibles del discurso pedagógico actual, revisando algunas aportaciones de la pedagogía social que suponen la eclosión de nuevas formas educativas en el campo social. La ampliación, pues, del concepto de educación también supone la incorporación de las prácticas de educación social, vinculándose, entre otras cuestiones, a un intento de visibilización de la educación más allá del discurso escolar hegemónico en la pedagogía. Para este intento, los autores repasan cuestiones epistemológicas de la pedagogía y la pedagogía social, así como el lugar actual de la educación social y los requerimientos actuales respecto de los nuevos (y viejos) escenarios. Palabras clave: pedagogía; pedagogía social; escenarios y desafíos de la educación social; encargo social de los educadores. Abstract This article aims to show potential openings of contemporary pedagogical discourse, reviewing some contributions of the social pedagogy involving theem ergence of newforms of education in the social field. The expansion, therefore the concept of education also involves the incorporation of social education practices, linking, among other things, an attempt to increase the visibility of education beyond the school discourse hegemonic pedagogy. Forthis attempt, the authors review epistemological questions of pedagogy and social pedagogy, and the current place of social education and the current requirement son new (and old) scenarios. Keywords: pedagogy; social pedagogy; scenarios and challenges of social education; social role of educators. Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 4 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE Dossier “La pedagogía social y la ampliación de la noción de educación” www.pedagogica.fhuce.edu.uy LA ACTUALIDAD DEL DISCURSO PEDAGÓGICO Todo discurso produce efecto de realidad (Núñez, 1990, p. 27). Esta afirmación confiere a la producción de discurso un plus que va más allá de los enunciados y que nos responsabilidad. Ese efecto de realidad es el que resignifica al discurso pedagógico, teniendo en cuenta los efectos de realidad que éste produce y reintroduciendo, así, el tema de la responsabilidad en el análisis. La asunción a‐crítica en las prácticas educativas de categorías sociales promueve, la mayoría de las veces, efectos contrarios a los deseados. Por lo que la responsabilidad en la producción de discurso pedagógico viene a incidir en la necesidad de una ética de las consecuencias por encima de las “buenas intenciones” (Tizio, 2002) que, en ocasiones, aparecen unidas a la producción de discurso pedagógico. Tema pues, el de la responsabilidad, que hoy aparece desdibujado. En efecto, el discurso pedagógico predominante se aproxima peligrosamente al mundo de la opinión más banal. Todo el mundo puede opinar acerca de todo. En el caso de la educación se está produciendo a su alrededor un fenómeno, por lo menos, paradójico. Mientras por un lado, asistimos a una devaluación de la Pedagogía como disciplina académica y como competencia profesional,1 por otro la educación pasa a un primer plano como “la” solución a los problemas sociales actuales. El efecto conseguido es, precisamente, todo lo contrario: una suerte de vaciamiento del discurso pedagógico en el que todo es educación y todo se puede educar. Ante los problemas de época y sus efectos la educación no es todopoderosa.2 Tal y como plantea Núñez (1999, p. 42), estamos asistiendo a una banalización del discurso pedagógico que obtura la posibilidad de ejercitar un discurso con consistencia y rigurosidad. Sin entrar en supuestos de cientificidad, sí proponemos una adecuación de los presupuestos epistemológicos que sostiene la Pedagogía, recuperando diferentes trayectos históricos de la disciplina y releyendo las aportaciones clásicas a las cuestiones educativas. 1 Si bien se puede considerar esta afirmación como arriesgada y falta de consistencia, su fundamento reside tanto en la experiencia personal y profesional, como en la relación con el mundo universitario. En muy contadas ocasiones la figura profesional del pedagogo es requerida para expresar un parecer sobre temas actuales que tienen que ver con la educación: debates sobre la llamada “violencia escolar”, la suplantación del pedagogo por el psicopedagogo en los institutos de enseñanza secundaria, etc. Arduo trabajo será, pues, recuperar o iniciar un reconocimiento del pedagogo en lo social. 2 Basta con recoger todos los calificativos y añadidos de la educación actual para observar el despliegue de ésta como auténtico antídoto de los problemas sociales: educación para la paz, educación para la salud, educación moral, educación vial, y un largo etcétera. Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 5 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE dirige hacia uno de los conceptos posiblemente más olvidados del discurso pedagógico: la www.pedagogica.fhuce.edu.uy Como deudores de esa tradición, los profesionales de la educación actuales debemos procurar un corte (Núñez, 1999, p. 42) que otorgue a la Pedagogía un estatus social perdido. La pérdida de posición vinculada a la responsabilidad supone la mutación de la simplemente el pase a una técnica educativa, sino que bajo el manto pedagógico se instauran técnicas psicológicas, sociológicas, médicas,... Opera, pues, una suerte de mezcla de contenidos, presupuestos y conceptos que hacen de la Pedagogía un “comodín disciplinar”, con consecuencias y efectos terribles para la educación. Es necesario, pues, para recuperar el corpus teórico de la Pedagogía, recuperar también aquello que le concierne y delimitar claramente qué es lo que pertenece al campo pedagógico y qué no. Para ello, introduzcámonos en la conceptualización de lo que venimos llamando discurso pedagógico. El discurso pedagógico, como todo discurso teórico, crea conceptos para explicar lo real3de su objeto disciplinar. Esa responsabilidad a la que hacíamos referencia se concreta en los criterios que normativizan la producción del discurso pedagógico: la consistencia, la rigurosidad y la eficacia (Núñez, 1990, p, 31) El análisis de estos criterios de producción de discurso nos acerca a situar los efectos de realidad de los discursos pedagógicos actuales. La devaluación de la Pedagogía a la que hemos ido haciendo referencia proviene de la pauperización de los contenidos y estructuras discursivas. Así, la consistencia del discurso pedagógico ha sufrido los vaivenes propios de una disciplina que ha desestimado casi por completo la afiliación a un lenguaje propio, propiciando la intrusión de conceptos propios de otras disciplinas sin re‐contextualizarlos. La actualidad de época en la que transitamos nos reenvía constantemente a revisar conceptos que, por manidos y reiterados, permanecen inmóviles en el uso cotidiano y científico del lenguaje. Si éste nomina y otorga un valor a lo dicho, se hace necesario someter a estudio ciertos conceptos ampliamente utilizados en las disciplinas sociales. Por un lado, se trataría de posibilitar un uso del lenguaje asociado a los registros pertenecientes a la disciplina desde la que se dice; y, por otro, la incorporación de nuevos conceptos y categorías adscritas a las propias ciencias sociales. Es decir, en el caso de la Pedagogía existe una tradición en el uso de conceptos que le son propios, y a la vez ha ido incorporando otros de 3 Para una conceptualización de la realidad y lo real nos remitimos a los trabajos de D’Espagnat (1983); Núñez (1990) y García Molina (2003). Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 6 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE Pedagogía en una mera técnica. En muchos casos, más de los que imaginamos, no es www.pedagogica.fhuce.edu.uy disciplinas afines para la explicación de ciertos aspectos relacionados con la educación, pero trabajados en la lógica del discurso pedagógico. Hasta aquí existe cierto consenso en la utilización de un lenguaje, llamémosle pedagógico. hace de ellos estandartes de incorporación a los discursos sociales imperantes. Nos basta con echar un vistazo a muchos documentos, legales o técnicos, manuales de pedagogía, artículos de prensa, noticias de televisión y radio,... para encontrarnos con registros ampliamente utilizados sin estar sometidos a cierto análisis. Así pues, la derivación, la autoestima, la empatía, el riesgo, la prevención, la intervención, los menores, y muchos otros han venido a copar y a sustituir conceptos más apropiados al discurso pedagógico, que son incorporados como respuesta a una actualidad sobre la que la Pedagogía no ha profundizado suficientemente. Se trata entonces de una suerte de importación masiva para tratar de ocultar esa falta de producción de verdadera apropiación (crítica) de otras producciones. Sin embargo, no nos estamos refiriendo a un uso políticamente correcto del lenguaje sino a un uso correcto del lenguaje pedagógico, que existe y al que hemos dado la espalda supuestamente por la búsqueda de una nueva identidad en lo social. ¿Una nueva identidad como disciplina o una adecuación a los discursos imperantes? En muchos de los discursos lo pedagógico parece estar ausente. Allí lo que aparece es la prisa por encontrar un lugar en esos discursos hegemónicos. Pero la Pedagogía, en su sentido más amplio, ha de poder ofrecer modelos alternativos y someter a crítica los actuales, y ello ha de poder hacerlo con su propio lenguaje, con registros pedagógicos que no excluyan las conexiones con otras disciplinas, pero que mantengan la diferencia y otorguen un valor propio a la disciplina pedagógica. No se trata de que los pedagogos nos circunscribamos a términos tradicionalmente considerados pedagógicos, sino que a la hora de utilizar según cuáles, seamos conscientes de su contenido y de sus referencias, así como de averiguar si ese concepto utilizado proveniente de otra disciplina tiene correspondencias en el campo pedagógico. Se trata de un compromiso ético hacia la disciplina teórica de la que somos valedores y no una suerte de purismo lingüístico o de corporativismo lacerante. Como iremos viendo, la utilización de ciertos conceptos compromete a su significado, ya que su manejo produce ciertos efectos sociales. Y son esos efectos sociales los que interesan a la Pedagogía, pues como intentaremos describir, los efectos que se producen merman Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 7 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE El problema surge cuando la Pedagogía emplea conceptos que no le son propios y www.pedagogica.fhuce.edu.uy considerablemente una circulación social adecuada de los sujetos, una suerte de “amputación” de ciertos derechos individuales y sociales. Utilizando términos como los anteriormente mencionados (riesgo, intervención o menores) estamos otorgando al discurso educativo con cábalas pertenecientes a otros discursos. Además de estas apreciaciones en torno al uso del lenguaje pedagógico, también consideramos necesario señalar la eliminación sistemática de conceptos aportados a lo largo de la historia de la pedagogía, y su sustitución por otros ciertamente vacíos de contenido y con tintes, sobretodo, psicologicistas. Así pues, parece que ya no es de “buen pedagogo” utilizar términos como instrucción y disciplina, pero en cambio utilizamos frecuentemente motivación, aprendizaje significativo o interacción. Parece dar cierto reparo hablar de instrucción cuando nos referimos a uno de los aspectos de la educación en la escuela, por ejemplo, y para ello inventamos gran cantidad de palabras que suplen ese “no enfrentarse con la instrucción”4. El no hablar de disciplina puede estar teniendo algo que ver con los conceptos que se manejan sobre todo en el entorno escolar: fracaso, violencia, mediación, falta de respeto mutuo,... Es posible que tenga algo que ver con los efectos sociales a los que nos referíamos párrafos atrás. Ambas consideraciones sobre el uso del lenguaje pedagógico ‐ la incorporación de términos de otras disciplinas, y la sustitución y olvido de ciertos conceptos con raigambre pedagógica ‐, erosionan la consistencia del discurso pedagógico, situando a la Pedagogía frente a la necesidad constante de refundarse como disciplina. Incluso podemos afirmar que la propia universidad y las instituciones de formación superior han tendido a uniformizar un discurso pedagógico poco diferenciado de la didáctica, la psicología educativa o la moral. Asimismo, tanto la rigurosidad como la eficacia del discurso se resienten frente a los paradigmas actuales de la ciencia. Tanto el hecho de sojuzgar el discurso pedagógico a imperativos supuestamente científicos, como el de hacer primar unos supuestos empíricos han hecho mella en el rigor teórico de la propia disciplina. La premisa, ampliamente difundida, de la importancia de la práctica por encima de la reflexión y el análisis teórico ha sometido a la Pedagogía a un aislamiento en su estudio, a un vago reconocimiento de las 4 Para cotejar este aspecto nos permitimos recomendar la lectura del magistral artículo de Antonio Muñoz Molina “La disciplina de la imaginación”, publicado en El País (España) el 22 de septiembre de 1998. Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 8 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE pedagógico un contenido que se mantiene al margen de lo pedagógico y distrae el análisis www.pedagogica.fhuce.edu.uy aportaciones a lo largo de su historia y a un menoscabo de una construcción rigurosa del saber pedagógico. Si consideramos la Pedagogía como constructora de modelos educativos (Núñez, 1990, p. 65) y como espacio de saber y disciplina académica (Sáez, 1997, p. 53), el actual de la Pedagogía; una apuesta por la disciplina pedagógica que contempla la eficacia de sus planteamientos desde una consistencia y una rigurosidad que conviene recuperar y reinventar para adentrarnos en el siglo XXI. Por lo tanto, el reto de los precursores de la Pedagogía como disciplina social sigue vigente. Primero Kant, separando disciplina y cultura, y más tarde Herbart, subrayando la necesidad de separar gobierno e instrucción, sentaron las bases de una Pedagogía centrada en la educación. La educación como moralización campó a sus anchas durante el XIX y buena parte del XX (exceptuando períodos concretos). El siglo XXI no puede permitirse el lujo de volver a dejar a la Pedagogía huérfana de educación. EL LUGAR DE LA DISCIPLINA PEDAGOGÍA SOCIAL Si bien hemos situado una actualidad de la Pedagogía con dificultades epistemológicas, y sometida a discursos vaciados de rigor teórico, en no menos dificultades nos encontramos con la Pedagogía Social. Sin embargo, aparecen algunas diferencias tremendamente importantes: la actualidad de la producción discursiva de la Pedagogía Social, así como la reciente profesionalización de la figura del educador social y las actuales situaciones sociales, han abierto una senda diferenciada de los recorridos a los que antes nos referíamos. Así, nos situamos frente a una nueva posibilidad de entroncar la Pedagogía Social con su propia historia. Es decir, retomar “antiguos” discursos para resignificarlos en lo actual. Los propios recorridos históricos de la Pedagogía Social, con sus modelos de época, han otorgado a ésta tiempos y espacios diversos. Si bien el surgimiento de los sistemas escolares nacionales en el siglo XIX significó la cimentación de la Pedagogía como disciplina de lo escolar, centrando las reflexiones y los análisis en el ámbito del aprendizaje y de la enseñanza; la actualidad remite a considerar la educación desde otros lugares. Por lo que refiere a esta cuestión, asumimos las palabras de Petrus (1997, p. 31) que advierten sobre lo ineficaz de contraponer el discurso pedagógico de lo escolar frente al de lo social, creando así otro espacio discursivo que tan sólo se define por eliminación. Flaco favor a la Pedagogía, Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 9 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE camino a recorrer y el reto que se nos presenta supone una consideración diferente a la www.pedagogica.fhuce.edu.uy desde luego. No obstante, y de la misma manera, la Pedagogía escolar no debe concebirse como la Pedagogía en un sentido estricto, asumiendo que la actualidad de época nos convoca a re‐pensar la educación desde diferentes lugares. ello, nos remitimos a una de las recopilaciones de definiciones y de intentos de conceptualización: las realizadas por Caride en Núñez (2002, p. 93‐100) y Caride (2005). No vamos aquí a reproducir todas las ideas aportadas, pero sí recuperar aquéllas que aportan elementos para el análisis y aquellos extractos que nos ayuden a configurar un marco de reflexión en torno a nuestra disciplina. Como hemos señalado con anterioridad, existen conceptualizaciones de la Pedagogía Social cuyo rasgo inicial es el de definirse, explícitamente, en relación a un carácter marcadamente extra‐escolar, a una Pedagogía de lo no‐escolar. Así, existen autores que sostienen una Pedagogía Social referida a “[...] la protección juvenil social y estatal cuando se realice fuera de la escuela” (Baümer); o bien a “la normativa pedagógica referida a la educación que acontece fuera del marco de la institución familiar y de la escuela, o si se prefiere, que acontece en la sociedad” (Sarramona). Ciertamente, este tipo de definiciones tan sólo abre un camino previo, señalan una dirección, y acaban definiendo el concepto como “aquello que está fuera de”. Otros intentos no señalan esa explicitación de lo no‐ escolar, pero sitúan la Pedagogía Social en “contextos o [...] medios educativos no formales” (Trilla); o la definen, de igual manera, como “la ciencia práctica social y educativa no formal” (Fermoso). La clasificación de la educación por ámbitos formales, informales y no formales ya no responde a la actualidad de los procesos educativos, por lo que situar a la Pedagogía Social como “ciencia de la educación no formal” significa seguir circunscribiendo las prácticas educativas “formales” únicamente para contextos escolares, dejando a otras prácticas con calificativos (“no formales” e “informales”) que las ubican en supeditación a la práctica considerada “formal” (la Escuela). Además, los límites que en su momento podían clarificar esta clasificación se han ido difuminando, existiendo cada vez más territorios de frontera, que obligan a pensar en prácticas educativas que acontecen en diferentes espacios y tiempos sociales. Otro de los aspectos que configura la conceptualización de la Pedagogía Social se Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 10 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE Veamos, pues, cómo diferentes autores han conceptualizado la Pedagogía Social. Para www.pedagogica.fhuce.edu.uy sitúa en torno a la idea de la educación de ciertos sectores de la población. Así, autores como Mollenhauer inciden en considerar la Pedagogía Social como la encargada “de aquellas tareas que en la sociedad industrial vienen a ser una ayuda especial a grupos necesitados, aportaciones referidas a la enseñanza de la preparación para la vida social y la intervención educativa “en algunas circunstancias sociales especialmente conflictivas para la calidad básica de la vida humana de ciertos grupos sociales” (Quintana), o como ciencia social y educativa referida a “quienes pueden padecer o padecen, a lo largo de toda su vida, deficiencias en la socialización o en la satisfacción de necesidades básicas amparadas por los derechos humanos” (Fermoso). Paralelamente, hay definiciones centradas en propósitos bienintencionados y, posiblemente, lejos del alcance real de la disciplina: “la teoría de la educación del individuo para una conducta socialmente moral” (Sánchez Sarto) o “la parte de la pedagogía que se ocupa de la educación social del individuo, preparándolo para encajar bien dentro de la vida social” (UNED). Por último, rescatar dos conceptualizaciones de la Pedagogía Social con valor histórico, y con semejanzas en sus planteamientos. Una, la de Natorp, que sitúa el tema de esta ciencia en “las condiciones sociales de la cultura, por tanto, y las condiciones culturales de la vida social”; y otra, la ofrecida por Luzuriaga referida al “... estudio de la educación en sus relaciones con la sociedad”. Ambas apuestan por una relación estrecha educación – sociedad, aunque en el caso de Luzuriaga se concrete en “la acción de los grupos sociales en la formación del hombre y la influencia de la educación en la sociedad humana”. Obviamente, son muchas más las definiciones, conceptualizaciones y aproximaciones que se han realizado. El objetivo de recoger esta muestra responde a poder señalar los ejes de controversia, en el sentido de discusión y debate, en torno a la disciplina Pedagogía Social: • El lugar de la Pedagogía Social respecto de la Pedagogía ¿Qué espacio/s ocupa? • ¿Qué objeto de estudio circunscriben los análisis y las reflexiones de la Pedagogía Social? ¿Se refieren al individuo, a la sociedad, a sectores y grupos específicos de la población con especiales dificultades? • Y, finalmente, ¿cuál es el propósito de la Pedagogía Social? Conveníamos al principio de este texto la necesidad de no contraponer la Pedagogía Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 11 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE realizadas en los lugares conflictivos de dicha sociedad”; en la misma línea se sitúan www.pedagogica.fhuce.edu.uy Escolar y la Pedagogía Social, sobre todo por el espacio discursivo que se crea por eliminación, y que faculta para definir las disciplinas en función de aquello de lo que no se ocupan. No obstante, tal y como sostienen Frigerio y otras (2000) las instituciones actuales disciplinas. En el caso de la Pedagogía también ésta está sujeta a su propio contrato fundacional en relación a la escuela. Es por ello que se trazan caminos paralelos, distanciando otras consideraciones educativas producidas a lo largo de la historia. Así pues, si realizamos un recorrido por la Historia de la Pedagogía contemplamos un elemento primordial en común: la educación del individuo. En un sentido más amplio, la inclusión de ese individuo en el devenir social, en la cultura de época. La herramienta que ha hegemonizado esa introducción en lo social desde el siglo XIX ha sido la escuela, y de ahí esa identificación entre Pedagogía y Escuela. Tanto Núñez (1990, 1999) como García Molina (2003) señalan cómo ese panorama hegemónico ha ido desmoronándose. La escuela, manteniendo su importancia, ya no es “el” lugar de la educación. Las propias características del fin del siglo XX y principios del XXI han supuesto la emergencia de nuevas preocupaciones educativas, la recuperación de instituciones educativas olvidadas o apartadas5 del discurso pedagógico, y el aumento considerable de ejes de reflexión en torno a la relación entre la educación y la sociedad. Por todo esto, la Pedagogía ha de poder dirigir su mirada hacia esas nuevas configuraciones, y no cernirse a lo escolar de la Pedagogía. Es la Pedagogía Social la que está permitiendo incorporar nuevos discursos en torno a las problemáticas actuales de la educación. El hecho de contemplar prácticas educativas fuera de la institución escolar ha supuesto ampliar el campo pedagógico y ha hecho emerger nuevas posibilidades de lo educativo. Es decir, la Pedagogía Social está recogiendo el testigo de la concepción clásica de la Pedagogía. Núñez (1990), Sáez (1997), Caride (2002) y otros han estudiado una de las particularidades que fomenta actualmente la controversia en las relaciones Pedagogía‐ Pedagogía Social: qué es lo que añade, diferencia o explica el calificativo “social” a la Pedagogía. Caride acaba concluyendo que “lo social” acaba siendo un convencionalismo que ayuda a reivindicar una concepción amplia de la educación. No obstante, seguimos 5 Nos referimos, por ejemplo, a las instituciones de protección a la infancia y la adolescencia. Instituciones éstas que a lo largo de la historia pedagógica no se han contemplado como instituciones educativas en sentido estricto, sino como “de reeducación”, “de atención social” o “de recurso terapéutico”. Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 12 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE son deudoras de su propio contrato fundacional. Permítase ubicar esta idea respecto de las www.pedagogica.fhuce.edu.uy asistiendo a una diferenciación identificada con la aplicación de la disciplina. Es decir, la Pedagogía Social sigue, bajo ciertos paradigmas, considerándose una especialización pedagógica encargada del estudio de la educación de una parte de la población, aquella que como un intento de “educativizar” los contenidos asistenciales de las políticas sociales del siglo XX, e incluso de darles una cobertura educativa. Sin embargo, la actualidad de época nos convoca a establecer nuevas condiciones en el estudio de la educación. La complejidad de las situaciones sociales y la emergencia de nuevos retos han de suponer para la Pedagogía Social ejercitar una nueva mirada sobre los efectos sociales de los modelos educativos que propone. Unos efectos que fundamentan la propia disciplina, en tanto que son los que la valúan y otorgan garantía de rigurosidad y eficacia simbólica. En tiempos en los que preocupa más la trayectoria emocional del sujeto que la educativa, la Pedagogía ha de proponer modelos de educación que instauren prácticas verdaderamente articuladoras entre los sujetos y los retos de este momento histórico. Así pues, éste puede ser un propósito a tener en cuenta al incorporar el adjetivo Social a la Pedagogía. Asistimos en la actualidad a una reconstrucción de una denominación (la Pedagogía Social) que se empieza a utilizar en el siglo XIX en Europa, sobre todo en Alemania, y que ha llegado a nuestros días después de diferentes trayectos y vicisitudes, y con diversos significados y sentidos. Dar cuenta de la totalidad de estos recorridos es una tarea imposible de abarcar en estas páginas. El contexto de emergencia de la Pedagogía Social se referencia tanto en el panorama político, social y económico de cambio que atraviesa el siglo XIX europeo, como en los giros de orientación en el desarrollo científico de las disciplinas (Sáez, 2007). Es también en esta época cuando aparecen los primeros intentos de reformas sociales concretadas en medidas de protección social, y adoptadas con el objetivo de hacer frente a las presiones sociales emergentes (Montagut, 2000). Así pues, este contexto de emergencia de la Pedagogía Social propicia dos grandes líneas de orientación de la propia disciplina en sus orígenes. Líneas que, con retoques de época y avances teóricos, perviven en la actualidad: Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 13 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE lo social define como problemática. Una herencia, sin duda, de considerar la Pedagogía Social www.pedagogica.fhuce.edu.uy − Una Pedagogía Social fundamentada en una idea de la educación "en, desde y por la comunidad" (Sáez, 2007, p. 50), por lo que el adjetivo social vendría a remarcar la relación recíproca entre la educación de el individuo y la comunidad, recalcando el componente marca de época en la actualidad la encontramos en modelos de educación social basados en los conceptos de sujeto y ciudadanía. Este planteamiento se encuentra ya en los primeros bocetos de la disciplina realizados por Paul Natorp o en los trabajos de Kerschensteiner. − Una Pedagogía Social centrada, preferentemente, en la atención y educación (ayuda social en los inicios) de poblaciones con dificultades sociales y problemáticas económicas. Una Pedagogía Social, pues, entroncada con las prácticas de Trabajo Social que promovió “el desarrollo y la institucionalización de las prácticas ‘fuera de la familia y de la escuela’” (Sáez, 2007, p. 50). Los máximos exponentes de esta corriente son Herman Nohl y su discípula Gertrud Baümer. Ambas concepciones, decíamos, perduran en los tiempos actuales. Sin embargo, si bien su diferenciación permite establecer líneas de pensamiento que generan los actuales modelos de educación social, la verdad es que ambas se han articulado a lo largo de la historia de la Pedagogía Social, compartiendo premisas y puntos de encuentro. El hecho de contemplar prácticas educativas fuera de la institución escolar ha supuesto ampliar el campo pedagógico y ha hecho emerger nuevas posibilidades del hecho educativo. Así, junto con la conexión con otras disciplinas, la Pedagogía Social propone hacer pivotar estas aportaciones, tal y como señala Núñez (1999, p. 25‐26), en torno a: el análisis crítico de las prácticas sociales educativas, que se instituyen como dispositivos sociales; el análisis de las políticas sociales en las que estas prácticas educativas se inscriben; la valoración de los efectos que producen (en términos de realidad social); y la elaboración y propuesta de nuevos modelos de acción social educativa. Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 14 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE social de la Pedagogía, en tanto remite a una práctica imposible fuera de la comunidad. La www.pedagogica.fhuce.edu.uy NUEVOS ESCENARIOS: ¿HAY LUGAR PARA LA EDUCACIÓN SOCIAL? Vistas estas cuestiones, y teniendo como punto de partida que la Pedagogía Social es la disciplina que ha tomado a cargo el estudio, el análisis y la propuesta de modelos de Decíamos que la devaluación de la Pedagogía como disciplina suponía efectos terribles para la educación. De estos efectos y de nuevos posibles trayectos en el campo de la Educación Social nos vamos a ocupar en este apartado. 6 La noción de campo a la que nos referimos es la heredada de Pierre Bourdieu (1997, p. 48‐85), que lo define como un “universo social relativamente autónomo” (p. 84) y en el que convergen, a la vez, una idea de campo como: “un campo de fuerzas, cuya necesidad se impone a los agentes que se han adentrado en él, y como un campo de luchas dentro del cual los agentes se enfrentan, con medios y fines diferenciados según su posición en la estructura del campo de fuerzas, contribuyendo de este modo a conservar o a transformar su estructura” (p. 48‐49). Así, esta noción de campo aplicada a lo social viene a identificar un sector determinado de la actividad social, definido por la producción, posesión y utilización específica de diferentes posiciones, recursos y relaciones sociales en torno a un nexo de unión: lo que se ha venido llamando “cuestión social”. Precisamente alrededor de este concepto es donde se sitúa la especificidad actual del campo social. Tal y como indica Rosanvallon (1995, p. 85): «la “cuestión social tiempo, no agota la cuestión social. La justa denuncia de la pobreza y la miseria del mundo no debe dispensarnos de un enfoque más global de las tensiones y contradicciones que atraviesan la sociedad” Rosanvallon (1995, p. 86). 6 Cierta tradición pedagógica con gran arraigo en el entorno académico de la Pedagogía Social ha situado a la Educación Social en la órbita del Trabajo Social. Nos estamos refiriendo a la línea pedagógica que se inicia con J.M. Quintana (1986, p. 37), al considerar la educación social del individuo y el trabajo social con enfoque pedagógico como los campos troncales de la Pedagogía Social. Esta concepción supuso una cobertura temporal que retrasó, a nuestro entender, la aproximación epistemológica de la Pedagogía Social, llegando a promoverse incluso políticas sociales donde la confusión entre ambos campos era evidente.El propio recorrido histórico de los conceptos y la actividad profesional, ha generado un traspaso del campo práctico del Trabajo Social al de la Educación Social. Lo constitutivo del Trabajo Social ha sido absorbido por la Educación Social con la excusa de “educativizarlo”. Craso error, sobre todo si tenemos en cuenta que la educación cuenta con su propio recorrido histórico. No creemos que se trate de otorgar valor educativo al Trabajo Social, sino que ambos recorridos epistemológicos (y también profesionales) son diferentes, y como tales han de poder entenderse. El hecho que los campos prácticos promuevan conexiones disciplinares, que se compartan estructuras e instituciones sociales y que existan territorios fronterizos no ha de difuminar las diferencias conceptuales y los objetos disciplinares. Y aquí, consideramos que lo diferenciador se sitúa, precisamente, en lo educativo. 6 Recordemos las consideraciones que hacíamos en anteriores apartados sobre la presencia actual de la educación como la solución a todos los males.” se desplazó: se pasó de un análisis global del sistema (en términos de explotación, repartición, etcétera) a un enfoque centrado en el segmento más vulnerable de la población». El autor sitúa este desplazamiento en torno a los años 80 del siglo XX, tras las crisis económicas y el cambio en las economías occidentales, apareciendo fenómenos como el desempleo de larga duración, nueva pobreza, etc. Esto ha supuesto una suerte de simplificación de la visión amplia y compleja que supone la consideración del campo social en tanto estructura que contempla las condiciones de vida o de existencia de la población. Según el mismo autor, el gran hecho social que ha dirigido este pasaje ha sido el crecimiento de la exclusión y la polarización de las atenciones sobre este fenómeno (p. 85-86). En efecto, “aun cuando deba considerarse con justa razón que ésta [la exclusión] constituye el fenómeno social fundamental en nuestro tiempo, no agota la cuestión social. La justa denuncia de la pobreza y la miseria del mundo no debe dispensarnos de un enfoque más global de las tensiones y contradicciones que atraviesan la sociedad” Rosanvallon (1995, p. 86). Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 15 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE educación social, entendiendo ésta como prácticas educativas en el campo social6. www.pedagogica.fhuce.edu.uy La actualidad de la Educación Social viene conformada por un entendimiento generalizado en torno a los papeles que juegan en el concepto tanto la educación como lo social7. Sin olvidar la confusión que se produce en el desempeño de algunas ocupaciones de si la tarea de estos profesionales es considerada educativa (cosa de la que no participamos), pasan todos a ser considerados educadores. Una nueva manera de introducir todo lo que tiene que ver con “sujetos problemáticos” en el cajón de sastre de la Educación Social8. No obstante, procedamos a ofrecer una relectura de estas cuestiones, que fortalecen la idea de recuperación educativa respecto a la Educación Social. En los actuales panoramas sociales, la Educación Social ha asumido el reto de hacerse cargo, desde lo educativo, de lo que “lo social define como problema” (Núñez, 1999, p. 26). Es decir, trabajar para lo que la educación siempre ha hecho: para establecer vías de acceso e incorporación a la cultura de época. En efecto, las encrucijadas económico‐sociales que se establecen en el devenir contemporáneo promueven nuevas situaciones de fragmentación y exclusión social susceptibles de un análisis con perspectiva pedagógica, que suscite la ampliación de los márgenes del campo educativo. Las miradas dirigidas al concepto de Educación Social abarcan abanicos muy amplios9. 7 Cierta tradición pedagógica con gran arraigo en el entorno académico de la Pedagogía Social ha situado a la Educación Social en la órbita del Trabajo Social. Nos estamos refiriendo a la línea pedagógica que se inicia con J.M. Quintana (1986, p. 37), al considerar la educación social del individuo y el trabajo social con enfoque pedagógico como los campos troncales de la Pedagogía Social. Esta concepción supuso una cobertura temporal que retrasó, a nuestro entender, la aproximación epistemológica de la Pedagogía Social, llegando a promoverse incluso políticas sociales donde la confusión entre ambos campos era evidente.El propio recorrido histórico de los conceptos y la actividad profesional, ha generado un traspaso del campo práctico del Trabajo Social al de la Educación Social. Lo constitutivo del Trabajo Social ha sido absorbido por la Educación Social con la excusa de “educativizarlo”. Craso error, sobre todo si tenemos en cuenta que la educación cuenta con su propio recorrido histórico. No creemos que se trate de otorgar valor educativo al Trabajo Social, sino que ambos recorridos epistemológicos (y también profesionales) son diferentes, y como tales han de poder entenderse. El hecho que los campos prácticos promuevan conexiones disciplinares, que se compartan estructuras e instituciones sociales y que existan territorios fronterizos no ha de difuminar las diferencias conceptuales y los objetos disciplinares. Y aquí, consideramos que lo diferenciador se sitúa, precisamente, en lo educativo. 8 Recordemos las consideraciones que hacíamos en anteriores apartados sobre la presencia actual de la educación como la solución a todos los males. 9 Existen algunas compilaciones al respecto. Entre ellas destacamos la realizada por Caride en Núñez (2002: 103‐ 106) y Caride (2005) en cuanto que recopila algunas definiciones de Educación Social. De reciente publicación, Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 16 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE durante, sobretodo, el siglo XX: celadores, cuidadores, animadores... Independientemente www.pedagogica.fhuce.edu.uy De las definiciones que de Pedagogía Social reseñamos anteriormente se desprenden las prácticas educativas de las que da cuenta la Educación Social. Así, encontramos que algunas de ellas sitúan los efectos educativos en el desarrollo de la personalidad del sujeto, demás y en el aprendizaje social necesario para andar por la vida. Otras, sitúan la Educación Social alrededor de un cúmulo de programas de habilidades sociales capacitadoras de autonomía y participación de los individuos. Si bien muchas de estas definiciones aportan algunas cuestiones interesantes para el análisis del propio concepto, nuestro interés se centra precisamente en su amplitud, porque “[...] la educación es un fenómeno muy complejo, difícil de definir en pocas palabras” (Luzuriaga, 1966, p. 126). Una amplitud, decíamos, que señala diferentes procedencias teóricas que, obviamente, complejizan el campo actual de la Educación Social. Esos posicionamientos teóricos abarcan perspectivas distantes entre sí, fruto de tradiciones diferenciadas y con fines que, si bien convergen en algún postulado, difieren en el lugar otorgado a la educación. Es decir, coexisten planteamientos acerca de la Educación Social, fundamentalmente, en dos grandes direcciones: - Una Educación Social orientada, en su mayor parte, a la ayuda social de los individuos, fijada al adjetivo social y con tendencias a pensar lo educativo tan sólo como elemento agregado a un trabajo social compensatorio más amplio que incluiría cuestiones relacionadas con lo emocional, la contención y la prevención social. En esta línea se situarían algunas propuestas vehiculizadas a partir de la necesidad de empoderamiento10 del pero más centrada en los rasgos que definen ciertas definiciones es la obra de Pérez Serrano (2003, p. 119‐ 141). Desde otra perspectiva, indicar también las aportaciones a la construcción de un modelo profesionalizador de la Educación Social que realizan Sáez y G.Molina (2006). 10 El empoderamiento (traducción literal del término inglés “empowerment”) parece contemplar diferentes fuentes de procedencia. Se utiliza en el campo empresarial, pero también cada vez con mayor profusión en el campo del desarrollo social, el trabajo con la pobreza y por algunas organizaciones feministas. El empoderamiento se entiende de diferentes maneras, aunque fundamentalmente se concreta en las acciones llevadas a cabo para fortalecer (empoderar=dar/coger poder) individuos y comunidades con el fin de aumentar su poder sobre los recursos y las decisiones que afectan a sus vidas. En los últimos años, el concepto se está utilizando en el campo de la educación social, otorgando a los agentes educativos un papel de modelo para el sujeto y de educadores de estilos de vida, de lo que no podemos participar si entendemos que esa visión sobrepasa los encargos específicos de la educación, sobredimensionando las posibilidades del trabajo del educador social. Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 17 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE en la preparación para la convivencia reduciendo el conflicto social, en la comprensión de los www.pedagogica.fhuce.edu.uy individuo o la capacitación para la resiliencia11. - Una Educación Social que plantea lo educativo como constitutivo del concepto, que apuesta por la educación como eje principal de las prácticas que se desarrollan en este articulación de los individuos con las exigencias sociales de época. La educación, en este sentido, se convierte en el pivote configurador de la Educación Social y no en un elemento más. Este último planteamiento dibuja una Educación Social con vocación de superar los lastres de lo compensatorio, lo marginal y lo carencial para subrayar su propósito de transmisión cultural, de adquisición de saberes y de establecimiento de vínculos sociales. Volviendo a la idea de escenario con la que abríamos el apartado, tomaremos éste, de acuerdo a las definiciones de la RAE, como el “lugar en que ocurre o se desarrolla un suceso” pero también como el “conjunto de circunstancias que rodean a una persona o un suceso”. Es decir, en la primera acepción podemos ubicar los escenarios institucionales donde los educadores sociales desarrollan su trabajo: programas y proyectos concretos, organizaciones, entidades, centros, etc. Mientras que, en otro sentido, el escenario es también entendido como las condiciones concretas pero intangibles en las que ese trabajo se realiza: los vínculos, los procesos de formación, la divulgación de la experiencias personales, los discursos que circulan, las tradiciones metodológicas, el acumulado de los equipos de profesionales, etc. 11 El concepto de resiliencia proviene del campo de la física y de su aplicación en ingeniería, entendiéndose como las capacidades de los materiales de recuperar su estado y forma original tras haber sido sometidos a altas presiones. Su introducción en el campo psicológico parece comenzar en los años 70, sobretodo a partir de los trabajos del psiquiatra Michael Rutter. Los estudios posteriores sobre los factores de riesgo de Werner y las aportaciones de Boris Cyrulnik y Michel Manciaux propiciaron su traspaso al campo educativo. En líneas generales, la resiliencia en la educación se ha contemplado a partir de fundamentar que ésta se refiere a la capacidad de los seres humanos para afrontar situaciones adversas y de riesgo, desarrollando un conjunto de cualidades personales. A partir de aquí, se plantea la posibilidad de que la educación colabore en el desarrollo de esas potencialidades. En el campo de la educación social ha sido estudiada a partir del maltrato en niños, indicando las distintas formas que éstos tienen de sobreponerse a esas situaciones. Desde el modelo educativo que estamos defendiendo en este trabajo, este concepto no puede encontrar un lugar, sobretodo porque no entendemos la educación como una actividad dirigida directamente a la identidad del sujeto. 12 Sostenemos que en educación, la Pedagogía es la disciplina de referencia, si bien no podemos entender el trabajo educativo sin la conexión y conversación con otras disciplinas que fundamentan, aportan y confluyen en el quehacer pedagógico de reflexión y análisis de los actos educativos. Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 18 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE campo. Es decir, una propuesta de carácter fundamentalmente pedagógico12 que permita la www.pedagogica.fhuce.edu.uy Para los griegos, el juego del escenario y la persona se desarrolló especialmente en el teatro, en la construcción de la relación del actor y su papel, y su “máscara”. Para Agamben, esta relación “está definida por una doble intensidad: por un lado, el actor no puede identificarse sin más con este rol” (Agamben, 2011, p. 64). Si se pensara esta cita desde el lugar del educador social podemos establecer la relación del profesional de la educación social ‐como actor‐, con el encargo social ‐ como función autoral ‐. La construcción profesional pasa, entonces, por la imposibilidad de identificarse “sin más” con ese encargo y, por tanto, con la necesidad de desarrollar la condición inherente de la alternativa. Como refiere José Manuel Esteve en su libro “El malestar docente”, la cuestión está en qué hace el actor cuando el decorado del escenario se va modificando. ¿Cómo cambian las instituciones, los problemas sociales, los contextos políticos y los educativos? Como en el ejemplo de Esteve el decorado no cambia bruscamente, sin embargo estos cambios ocurren, van alterando ‐ y van a afectar ‐ la respuesta del actor. La convocatoria a los educadores sociales que, desde hace unos años, se realiza desde diversas instituciones con encargos sociales o educativos nos lleva a cuestionar como se ubican allí estos profesionales13. A qué y para qué son convocados y qué respuestas se pueden dar desde una construcción profesional propia. En suma, cuáles son los nuevos guiones que se les solicita interpretar. Ante el desdibujamiento del lugar de lo pedagógico hay que convocar a los educadores sociales a enfatizar el trabajo educativo, siendo ellos los protagonistas en la creación de las nuevas condiciones escénicas. DE LOS ESCENARIOS A LOS DESAFÍOS POR DELANTE Así pues, la convocatoria es a asumir los desafíos que entendemos se nos presentan como impostergables en el campo de la Educación Social: 13 Para una lectura de los encargos desde el lugar del educador social, vid. Fryd (2011) y Moyano (2011), entre otros. Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 19 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE pretender elegir o rechazar el rol que el autor le ha asignado; por otro lado, tampoco puede www.pedagogica.fhuce.edu.uy • Recuperar el espacio educativo como lugar de encuentro y producción formalizando los contenidos de la tarea de los educadores hoy. Establecer vínculos con los sujetos que puedan funcionar como anclajes y despegues. Mantener una posición de crítica y propuesta frente a lógicas institucionales que desdibujan al sujeto y lo hacen perder el sentido de su particularidad transformándolo en un caso, en un número, en un dato. • Sostener un marco para poder generar discursos pedagógicos en educación social de manera compartida con otros. Preguntarse cuáles son los escenarios institucionales de formación, cuáles los de producción y divulgación de discurso y si éstos coinciden. • Analizar los nuevos espacios institucionales a los que somos convocados y los encargos educativos. ¿Quiénes nos convocan? ¿A qué, para qué y con quiénes? • Revisar y renovar las funciones del educador en los diferentes ámbitos en los que realiza su tarea, enfatizando el vínculo con las redes educativas, sociales y culturales de actualidad. Unos desafíos que se enmarcan en la disposición a la ampliación del concepto de educación, teniendo en cuenta la revalorización de lo pedagógico y la ubicación actual de la educación social. Incluir los desafíos una vez señalados los escenarios, además de ubicar las cuestiones indicadas, nos permite insertar el deseo de afrontarlos. Es decir, acumular en la construcción profesional de los educadores sociales, y potenciar la señalización de éstos como una profesión pedagógica. Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 20 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE • www.pedagogica.fhuce.edu.uy REFERENCIAS Agamben, G. (2011). Desnudez. Barcelona: Anagrama. Bourdieu, P. (1997). Razones prácticas. Sobre la teoría de la acción. Barcelona, Anagrama. Caride, J A. (2005). Las fronteras de la Pedagogía Social. Perspectivas científica e histórica. Barcelona: Gedisa. D’Espagnat, B. (1983).En busca de lo real. La visión de un físico. Madrid: Alianza. Esteve, J. M. (2003). El malestar docente. Barcelona: Paidós. Frigerio, G.; Poggi, M. & otras (2000). Las instituciones educativas. Cara y ceca. Buenos Aires: Troquel. Fryd, P. (2011). Bricoleurs. En Metáforas del educador. Valencia: NauLlibres. García Molina, J. (2003). Dar (la) palabra. Barcelona: Gedisa. Montagut, T. (2000). Política Social. Una introducción. Barcelona: Ariel. Moyano, S. (2011). Transmisores. En Metáforas del educador. 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Obtuvo como co‐responsable el Primer Premio Internacional en Educación Social “Joaquim Grau i Fuster” (2009). Autora y coordinadora de diferentes asignaturas en el Grado de Educación Social en la UOC. Docente de la carrera de Educador Social en CENFORES (1997‐2006). [email protected] Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 22 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE Educador social y Doctor en Pedagogía por la Universidad de Barcelona. Profesor del Grado de Educación Social de la UniversitatOberta de Catalunya. (UOC) Director del Laboratorio de Educación Social. Supervisor de equipos educativos en diferentes instituciones de educación social. www.pedagogica.fhuce.edu.uy Dossier “La pedagogía social y la ampliación de la noción de educación” Dalton G. Rodríguez Acosta Resumen La Pedagogía Social como un campo disciplinar que pretende abordar el estudio de la educación en un sentido amplio, se encuentra inmersa en las características generales de nuestra modernidad, siendo la incertidumbre una categoría de amplio consenso en su descripción. Educar en tiempos de incertidumbre resulta ser una formulación recurrente en el actual discurso de la pedagogía, su caracterización conlleva una tarea que debe ser potenciada y asumida por la Pedagogía Social. Este artículo discurre en tal sentido y coloca la incertidumbre como un rasgo distintivo de la actuación teórica y práctica de la educación social, poniendo énfasis en su carácter dinámico orientado hacia el logro de la cohesión social y la integración social de los individuos. Palabras claves: Pedagogía Social; Educación Social; Incertidumbre SOCIAL PEDAGOGY AND SOCIAL EDUCATION IN THE TUDOR OF UNCERTAINTY Abstract The social pedagogy as a disciplinary field that seeks to study education in the broadest sense, is immersed in the general characteristics of our modernity, with uncertainty a broad consensus on category description. Education in times of uncertainty is a recurrent formulation in the current discourse of pedagogy, its characterization involves a task that should be promoted and adopted by the Social Pedagogy. This article runs in this direction and put the uncertainty as a feature performance and training of social education, emphasizing its dynamic character oriented towards social cohesion and social integration of individuals. Keywords: Social Pedagogy; Social Education; Uncertainty. Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 23 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE PEDAGOGÍA SOCIAL Y EDUCACIÓN SOCIAL EN EL ENTRAMADO DE LA INCERTIDUMBRE www.pedagogica.fhuce.edu.uy INTRODUCCIÓN En el pasado, la educación adquiría muchas formas y demostró ser capaz de ajustarse a las cambiantes circunstancias, fijándose nuevos objetivos y diseñando nuevas estrategias (...) ningún otro punto de la inflexión de la historia humana los educadores debieron afrontar un desafío estrictamente comparable con el que nos presenta la divisoria de aguas contemporánea (Bauman, 2007, p. 46). La Pedagogía Social no escapa del necesario ejercicio de demarcación etimológica, en donde el esfuerzo de caracterización se establece desde sus orígenes y atraviesa diversas tonalidades en la trama de su determinación, un ejercicio constitutivo de un estatus científico, del cual muchos teóricos se sienten herederos, la abrumadora tarea intelectual de lidiar con lo contingente que intenta restablecer un orden en la relación sujeto‐objeto del conocimiento (Fermoso, 1994; Quintana, 1984). Variados recorridos interpretativos se han desplegado, y en los últimos 30 años, los ejercicios demarcatorios han tomado impulso, fundamentalmente desde la academia española, sus producciones afectaron construcciones teóricas desde el sur, promoviendo un recorrido que habilite desde una teoría de base científica hasta el enfoque histórico para una conceptualización de la Pedagogía Social, en épocas de una sociedad globalizada. (Caride, 2005, 2002; Núñez, 2002, 1999; Ortega Estaban, 2002, 1997; Petrus, 1997). Así, la Educación Social transita como objeto de la Pedagogía Social como parte constitutiva de las Ciencias de la Educación, cuyo objeto genérico resulta la educación social abordada desde el socializar y el culturizar, de todos ellos un rasgo de certidumbre, la imposibilidad de acordar un enfoque hegemónico, quedando el residuo del debate y la polisemia, “deber ser” en campos disciplinares en construcción. Dentro del proceso de demarcación del objeto existe la pretensión del dominio de los componentes de un campo social y disciplinar1, lo que rige es la confrontación, la cual 1 En el sentido amplio otorgado por Bourdieu (1984) “un campo agentes e instituciones están en lucha, con fuerzas diferentes y de acuerdo a reglas que constituyen el espacio de juego, por la apropiación de ganancias específicas que están en juego en la lucha. Aquellos que dominan el campo tienen los medios para hacerlo funcionar (como un aparato) a su favor, pero tienen que tomar en cuenta la resistencia de los dominados. Un Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 24 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE el cambio actual no es como los cambios del pasado. En www.pedagogica.fhuce.edu.uy quedará establecida en la cristalización conceptual hegemónica, sometida a la contingencia que otorga su historicidad. Es decir, la búsqueda de la conceptualización deviene de la presunción de domino respecto a un recorte arbitrario de la realidad, en nuestro caso la opera como mediación entre el sujeto que conoce – o pretende conocer‐ y el objeto de conocimiento, constituyéndose la condición esencial del ejercicio de demarcación epistemológica. En tal sentido, compartimos con Caride (2002) que “los conceptos son construcciones sociales surgidos de la propuesta y la controversia; también de la tradición y el consenso” (Caride, 2002, p. 82), y en ese acuerdo se suceden las interpretaciones que operan como un marco teórico contingente, donde la selección arbitraria de la cultura encuentra su asidero en la memoria, al menos generacional de los reductos académicos. Desde allí se despliega un crisol de temáticas relacionadas con el diseño de los dispositivos metodológicos que conforman la relación educativa, la determinación del sujeto de la educación, en el papel de los educadores en la constitución de la ciudadanía, todos ellos en la convergencia de la educación como un Derecho Humano fundamental, contribuyendo a la ampliación del concepto de educación, el cual se encuentra limitado en el abordaje teórico de la instituciones educativas del sistema escolar. PEDAGOGÍA SOCIAL BORDEANDO LA PRÁCTICA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL En el terreno de la demarcación epistemológica, donde transita Colom Cañellas (2003) interrogándose sobre la necesidad de una nueva epistemología para la Educación Social, en donde, en el marco de la complejidad social el elemento medicional para su interpretación es: ...la contingencia, pues los grados de desconocimiento de lo complejo nos propician paralelos niveles de inseguridad, enmarcado todo ello en el decorado de la globalidad. Así pues, por una parte, complejidad, cambio y contingencia se nos aparentan como grandes retos sobre los cuales tendrán que desarrollar sus acciones cualquier educador social, y la globalidad, por la otra, se nos presenta como la constante cultural de nuestro tiempo (Colom Cañellas 2003, p. 13). campo deviene en aparato cuando los dominantes tienen los medios para anular la resistencia y las reacciones de los dominados (…).” Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 25 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE realidad educativa, la cual en el distanciamiento promovido en la actividad intelectual, www.pedagogica.fhuce.edu.uy Desde la perspectiva de los escenarios educativos, los grupos etarios y la construcciones de subjetividades, la Pedagogía Social pretender dar luz a los acontecimientos y sucesos que constituyen planos de la realidad educativa. Así, la educación laboral, el papel de lo lúcido y la animación sociocultural, la violencia en la comunidad educativa, ser varón y ser mujer, el impacto de las tecnologías de la información en la configuración de la relación educativa, en otros temas, “saturan” el ejercicio de demarcación epistemológica del “objeto” de la Pedagogía Social como disciplina. Esa saturación dificulta el trazado de los contornos que identifican al objeto, torna difusa su caracterización y promueven un bagaje interpretativo que aleja los acuerdos que definen cierta hegemonía contingente. Lejos de actuar esta situación como un factor de freno o retroceso ha permitido un conjunto de aportes y abordajes de la delimitación del objeto el cual ha enriquecido el campo disciplinar de la Pedagogía sin adjetivaciones. La ausencia de dicha adjetivación amplifica el objeto de conocimiento y retorna la discusión al campo de la Pedagogía ‐a secas‐, no resulta esto una renuncia a la construcción de la especificidad del campo de la Educación Social como actividad profesional y disciplinar, muy por el contrario resulta un movimiento recursivo hacia la fuente de carácter histórico y filosófico de la educación, con el objetivo de precisar conceptualizaciones en tiempos de incertidumbre. Recursividad, en el sentido otorgado por Morin, al formular los principios del pensamiento complejo: El principio del bucle recursivo supera la noción de regulación por la de autoproducción y autoorganización. Se trata de un bucle generador en que los productos y los efectos son en sí mismos productores y causantes de lo que producen (...) somos los productos de un sistema de reproducción que surge de los tiempos mas remotos (Morin, 2001, p. 99‐100). En esta dinámica posicionamos el esfuerzo de demarcación de la Educación Social como objeto de conocimiento de la Pedagogía Social, en dónde su caracterización recogerá los trazos de la historia de la pedagogía, produciendo las categorías que intentan formar parte del proceso de auto producción conceptual. Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 26 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE de adultos, las temáticas inherentes a la educación para el mundo del trabajo y el mercado www.pedagogica.fhuce.edu.uy Para la realidad uruguaya, la Pedagogía Social, en tanto campo disciplinar especifico, no reviste antecedentes académicos de nivel universitario, a fines de los años '90 ensayamos un abordaje de la Educación Social cuya búsqueda estribó en la construcción de un estudio. Abordaje que formulaba la Educación Social como un lugar, un espacio de construcción identitaria de una profesión incipiente relacionada y sujetos de la educación, los cuales actuando en escenarios sociales que configuran desde la cotidianidad situaciones educativas (Miranda y Rodríguez 1997). Siguiendo la tradición de la pedagogía de la proximidad acuñada por Pestalozzi (1927), hasta la formulación de Natorp (1913), del “tercer grado de educación” como espacio de educación superior para todos, distinto a la familia y la instituciones educativas formalizadas, espacio en donde se concretaría la construcción integral del sujeto de la educación, se caracteriza a la Educación Social como un tercer espacio educativo. Puesta en revisión, así entendida la Educación Social encierra aparentemente un movimiento lineal y unidireccional donde sujeto, familia y escuela recurren en una secuencia acoplada al desarrollo etario del sujeto y a sus posibilidades de socialización e institucionalización. Desde la interpretación dada por Berger y Luckmann (1986) referida al proceso de socialización, como socialización primaria y secundaria mediada por la acertada crítica de Tedesco (1995) respecto al énfasis de la carga afectiva que reporta el trámite de los contenidos educativos y la identificación con el mundo presentado por los adultos en donde el proceso de socialización se aparta de una secuencia en donde el ámbito familiar prima sobre lo educativo institucionalizado, el proceso de socialización en los tiempos que transcurren distan de dicha linealidad. Se podría, de una manera un poco esquemática y extrema, formular la hipótesis de la existencia de una especie de secundarización de la socialización primaria y de primarización de la socialización secundaria. La secundarización de la socialización primaria se expresa a través del ingreso más temprano en instituciones escolares, y del menor tiempo pasado con los adultos más significativos (padres y madres), remplazados por otros adultos más distantes y neutrales afectivamente o por el contacto con los medios de comunicación (...) la primarización de la socialización secundaria, en cambio, es un fenómeno que se caracteriza por la incorporación de mayor carga afectiva en el desempeño de las instituciones secundarias Tedesco, 1995, p. 99). Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 27 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE significante relacionado con la tradición de la Pedagogía y de la educación como su objeto de www.pedagogica.fhuce.edu.uy A su vez, la definición de Educación Social como tercer espacio educativo2, se refiere a una modelización contingente y dinámica de la acción educativa enclavada en lo social, en donde su propia caracterización depende de la auto‐organización y auto‐producción de los una definición rígida del objeto de la Educación Social ya que ella dependerá de su contingencia y situacionalidad. Esto no diluye lo posibilidad de determinación del objeto de la Pedagogía Social, o mejor, de la Pedagogía con énfasis en lo social, centrando en su carácter dinámico y cambiante su propia demarcación distintiva. El énfasis en lo social de la Pedagogía nos remite al papel de la Educación Social, en la construcción de la realidad social y en ese sentido compartimos la afirmación de Violeta Núñez, para la cual: la educación habría de reintroducir el enigma en un mundo que aparenta y presume conocerlo todo. Habría de interesarse por cada uno de los sujetos con los cuales trabaja, para tender puentes con el mundo, su actualidad y sus exigencias culturales. Habría de convocarnos a trabajar para un mundo abierto, para la incertidumbre, desde una ética nueva: el reconocimiento de los derechos sociales de inserción social y económica (Núñez, 2002: 37). Un “deber ser” inscripto en tiempos sociales donde prima la certeza de lo incierto, desde la teoría social que da cuenta de los efectos de las nuevas tecnologías y la primacía de los enfoques de género, su impacto en el organización del trabajo y principalmente la dilusión de los mandatos instituyentes tradicionales de la familia y las instituciones educativas, conforman una escenario para la actuación educativa desconcertante (Giddens, 1995; Beck, 2006; Bauman, 2007, 2003; Sennett, 2006). La teoría pedagógica no escapa a tal caracterización de la época, en donde el “mayor aporte de conocimiento del Siglo XX fue el conocimiento de los límites del conocimiento. La mayor certidumbre que no ha dado es la imposibilidad de eliminar lo incierto, no sólo en la acción, sino en el conocimiento” (Morin, 2001, p. 59). La incertidumbre se ha instalado como una categoría consolidada y condicionante de la elaboración conceptual, para la Pedagogía 2 “...configuración educativa dinámica, enmarcada y desarrollada en lo social, cuya delimitación y alcance dependen de la relaciones que se establecen entre los elementos que la conforman” (Miranda y Rodríguez 1997,p. 5). Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 28 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE elementos que la delimitan y la conforman. Es decir, nos parece poco acertado avanzar en www.pedagogica.fhuce.edu.uy como disciplina se produce una tensión epistemológica que cuestiona sus elementos constitutivos, en particular su carácter normativo‐prescriptivo. Si el futuro se torna impreciso, indeterminado y difuso, la tarea de la pedagogía como modelo de hombre, sociedad y cultura, en donde los educadores y las instituciones educativas deberían actuar en consonancia, agrieta la posibilidad de una modelización prospectiva de lo Humano. La incertidumbre, se posiciona como una categoría propulsatoria en la elaboración de los discursos pedagógicos, provocando al menos un disloque en cuanto a la aceptación del carácter conservador de la educación expresado en el discurso pedagógico, declina en función de la aparente pérdida de certezas y erosiona la pretensión de instalar un discurso pedagógico hegemónico. Por otro lado, la incertidumbre instala el reconocimiento del declive de la pretensión del dominio prospectivo de la acción social humana y abre una perspectiva dinamizadora de la investigación y el estudio del fenómeno educativo, en particular la Pedagogía Social, como disciplina contribuiría a recuperar el carácter enigmático de la acción educativa con énfasis en lo social. Esta aproximación a la construcción del discurso pedagógico no inhabilita la planificación educativa, ni la determinación de la intencionalidad del acto educativo, por el contrario otorga un enfoque distinto a la determinación del acto de enseñanza y de aprendizaje, lo provee de la fortaleza que encierra el reconocimiento de lo contingente como magma creador del desarrollo propio de la relación educativa. Asumir la incertidumbre en la relación educativa otorga la posibilidad de concebir, que el acto educativo es esencialmente una mutua provocación creativa, en la medida en que lo que deberá ser aprendido‐educado opera como un guión a ser interpretado en la escena educativa, tornando sustantivo el valor de la confianza que despierta la necesidad del contacto entre sujetos que se complementan circunstancialmente (Rodríguez, 2005). Ello no diluye la importancia de los contenidos que median en la actuación educativa, ni su disposición planificada, resignifica la voluntad de la acción educativa mutuamente Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 29 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE un discurso orientador de la práctica educativa, basado en la determinación histórica de un www.pedagogica.fhuce.edu.uy intencionada y sostenida en el anhelo de búsqueda y reconocimiento del valor de educar. La relevancia del papel del educador en el acto de delimitación de los contenidos culturales se transforma en un acto de conocimiento en sí, acompañado de su contraparte dada en los central al educador como investigador de su propia práctica educativa y lo libra por momentos a un desconcierto creador sumergido en una masa de conocimiento acumulado, que para Zygmunt Bauman: En esa masa se han ido derrumbado y disolviendo progresivamente todos los mecanismos ortodoxos de ordenamiento: temas relevantes, asignación de importancia, necesidad de determinar la utilidad y autoridades que determinen el valor. La masa hace que sus contenidos parezcan uniformemente descoloridos. Podíamos decir que esa masa cada pizca de información fluye con el mismo peso específico. Y la gente, a la que se le niega el derecho a opinar por sí misma por falta de pericia pero que es constantemente abofeteada por las corrientes cruzadas de las contradictorias declaraciones de los expertos, no tiene manera de separara la paja del trigo (Bauman, 2007, p. 37). Así la incertidumbre ubica la problemática de la selección de los contenidos culturales que median la acción educativa como un tema de carácter central, el recorte arbitrario de los contenidos culturales “tensiona” el papel del educador, en tanto la diversidad polisémica y las múltiples reformulaciones que se presentan como información “valiosa” en la disposición de un curriculum flexible, opera como un elemento desconcertante al momento de su prescripción. Aumenta así la exigencia sobre los educadores respecto a los efectos y resultados “positivos” del acto educar, centrándose en ellos los efectos no esperados de la educación, está posición encierra al menos la miopía de no visualizar que el propio educador se encuentra inmerso en el desconcierto circunstancial que arrojan estos tiempos de incertidumbre. La determinación de los contenidos recupera también la dimensión política de lo educativo al considerar que la directividad de la educación reviste la “necesidad de ir más allá de su momento actuante o del momento en que se realiza…impidiendo la neutralidad de la práctica educativa, exigiendo del educador que asuma de forma ética su sueño, que es político” (Freire, 1996, p. 11). Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 30 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE dispositivos metodológicos utilizados para el trámite de esa parcela de cultura, otorga un rol www.pedagogica.fhuce.edu.uy Educar, enseñar para la incertidumbre no puede ser un salto en el vacio, una actividad que despoje al educador de una marco axiológico y epistemológico de su práctica educativa, educar en tiempos de incertidumbre, requiere necesariamente de una práctica profesional, exige establecer dispositivos de reflexión crítica de la acción educativa. Por ello la manera de no sucumbir ante tal desconcierto es avanzar de manera sostenida en la construcción de una Pedagogía Social, que desde su producción crítica contribuya, al menos, a delinear los bordes circunstanciales de la práctica de la Educación Social. TERRITORIO (S) DE LA EDUCACIÓN SOCIAL, ANCLAJE DE LA PEDAGOGÍA SOCIAL Al asumir las afirmaciones, que conciben el surgimiento de la educación social, con el declive del modelo educativo establecido en el sistema escolar desde el Siglo XIX, requerimos de una batería conceptual que nos permita, promover una nueva propuesta para la “modernización‐modelización” del sistema educativo escolar actual. Así se avanza en la interpretación descriptiva de los procesos de formalización educativa, buscando contribuir en los atributos de la educación institucionalizada del presente y del futuro. Para establecer dicha caracterización, un abordaje que resulta impostergable es profundizar en el estudio y sistematización de experiencias y prácticas educativas, así como del análisis de la práctica de los educadores sociales que desde la actividad profesional van construyendo el guión para las formulaciones teóricas de la Pedagogía Social. Por otra parte, debemos atender al marco normativo que prescribe nuevas institucionalidad, la cual deberá concretarse en acciones que terminan otorgándole su tonalidad definitiva. En ese sentido el Uruguay ha avanzado, al formular la Ley General de Educación3, en la demarcación jurídica de la modalidad de la educación no formal. Más allá de la discusión que amerita la conceptualización de la educación en sus modalidades 3 En la Ley General de Educación Nº 18.437de 12/ 2008 se estable en su Cap. IV Art.37 “La educación no formal, en el marco del aprendizaje a lo largo de la vida, comprenderá todas aquellas actividades, medios y ámbitos de educación, que se desarrollan fuera de la eduación formal, dirigidos a personas, que tienen valor educativo en sí mismos y han sido organizados expresamente para satisfacer determinados objetivos educativos en diversos ámbitos de la vida social (capacitación laboral, promoción comunitaria, animación sociocultural, mejoramiento de las condiciones de vida, eduación artística, tecnológica, lúdica o deportiva, entre otros) Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 31 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE multiplicación en los esfuerzos de formación de los educadores como estudiosos de su www.pedagogica.fhuce.edu.uy formales, no formales e informales, desde el punto de vista político resulta un consenso posible y desde el jurídico un potencial marco para la acción, lo cual en tiempo de alto desconcierto no resulta nada desdeñable. educación social, y posibilita una ampliación de la conceptualización de la educación. En un sentido más restringido permite abordar los procesos de formalización de la educación, en tiempos donde el dispositivo escolar institucionalizado, se encuentra requerido por nuevas prácticas educativas que buscan alcanzar resultados integrales e integradores de los sujetos de la educación. Hemos propuesto considerar la educación no formal como un territorio frontera, un lugar de paso, de límites difusos, zona de trasvase, mediante un movimiento bidireccional entre la educación informal y la esfera de la educación formal. La educación no formal, actúa como un espacio para la experimentación y la innovación pedagógica, articulando sus ensayos pedagógicos también las que se desarrollan cotidianamente en la educación formal. La política educativa deberá propiciar el desarrollo de las oportunidades educativas basadas en la articulación, la complementariedad y la convergencia de los diferentes intereses de los sujetos en el quehacer educativo de la tramitación de la herencia cultural (Rodríguez, 2009). No se trata de equiparar la educación social como educación no formal, tal como sostiene Ortega Esteban (1997) , en su referencia a la propuesta de Jacques Delors (1996) de la educación a lo largo de la vida, estamos frente a una “reconceptualización de la educación que revaloriza los aspectos éticos y culturales de la educación, el conocimiento de sí mismo y del ambiente, la capacitación del a persona para vivir en convivencia con los demás, para ser miembro de la familia” (Ortega Esteban, 1997, p. 2). Situar el énfasis en los movimientos de retorno y retención de los sujetos de la educación, principalmente niños y adolescentes, en el marco de las instituciones educativas formales públicas y privadas, estriba necesariamente, en la importancia que le otorgamos a la inserción e integración social de los individuos. Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 32 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE En relación al plano de la Pedagogía Social, sitúa un territorio para la acción de la www.pedagogica.fhuce.edu.uy Para el territorio latinoamericano los procesos de integración social adquieren fundamental relevancia en el marco de nuestras sociedades fragmentadas y de riesgo, poniendo de manifiesto la importancia de la cohesión social entendida como: percepciones y disposiciones de la ciudadanía frente al modo en que ellas operan (...). Suponen, en mayor o menor grado el impacto distributivo de la política social que reduce las dispares oportunidades y capacidades, y la marcada vulnerabilidad ante diversos riesgos (Hopenhayn y Sojo, 2011, p. 14). La Pedagogía Social deberá contribuir en la construcción de lo marcos conceptuales de las políticas educativas que promueva la cohesión social y la integración de los individuos. En los actuales escenarios dinámicos de la educación social aportará en la formulación de la intencionalidad educativa de los proyectos educativos, teniendo presente que los grados de contingencia de la acción educativa y su planificación, persistirán como elementos constitutivos de la misma. El territorio de la educación social, admite la pluralidad de expresiones, así como sus espacios constitutivos también los expresan, concebimos múltiples familias, escenarios educativos diversos y potenciales, tornando la práctica socioeducativa de la educación social en una acción creativa. La supuesta tensión entre la dimensión conservadora y transformadora de la educación se pone de manifiesto en tiempos de incertidumbre, pero no se trata de saltos al vacío promovidos en momentos de inspiración. Por el contrario, la intuición que hoy adquiere cierta centralidad y preponderancia, deviene un acto educativo cuando su dimensión política orienta la intencionalidad y el compromiso profesional. Se alejan las pretensiones que afirman el desconcierto que presupone la admisión de lo incierto en los tiempos que discurren, la Pedagogía Social en su expresión creativa debe operar, al menos como una red de sustentación conceptual de contención y retención, frente a los riesgos que presumen una búsqueda de puntos de referencia que supone la deriva de la práctica educativa. A MODO DE CIERRE La incertidumbre opera como una categoría que impulsa la investigación educativa, potenciando el acervo teórico de la Pedagogía Social, limitando la parálisis y la ambigüedad Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 33 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE la dialéctica entre los mecanismos instituidos de inclusión/exclusión sociales y las respuestas, www.pedagogica.fhuce.edu.uy en la práctica educativa. En la construcción de enfoques renovadores, la Pedagogía Social, deberá poner énfasis en el papel político de la selección de los contenidos de la cultura tramitados en el constitutivo de la educación. Este trámite, se establece conjuntamente con el diseño de los dispositivos metodológicos propuestos para el aprendizaje y la enseñanza, por ello resulta relevante profundizar en los estudios sobre la modelización de los formatos institucionales y en los procesos de formalización normativa de la educación, impulsados e impuestos por los cambios introducidos en la actual escena social. El reconocimiento de los elementos que median en el trámite de la herencia cultural, retroalimenta el discurso interpretativo de la Pedagogía Social, siendo en el estudio de la historia de la educación y de la pedagogía donde podremos fundar el proceso de selección de los contenidos culturales, sosteniendo su identificación en la memoria histórica reflejada en la sistematización y el registro crítico de las experiencias educativas. Desde allí, ampliar la mirada de la educación, admitir que la misma no se encapsula en los ámbitos tradicionales, a través de la promoción de la diversidad de abordajes teóricos y metodológicos frente a la pluralidad de sujetos y territorios que componen la escena educativa. La Pedagogía social en el entramado de la incertidumbre, deberá potenciar la capacidad interpretativa de los fenómenos educativos, ampliando la caracterización de la educación, mediante el desarrollo de una actitud creativa que se ubique atenta al riesgo que encierra la espectacularización de la cultura y de los escenarios educativos. Avanzar hacia la configuración de una Pedagogía Social que impulse a los sujetos en la búsqueda y el descubrimiento de certezas contingentes, depositando en el despliegue de sus capacidades creativas el desligue de situaciones enajenantes. Para ello, se debe contribuir al derrumbe de los fundamentalismos propiciatorios del fin de los tiempos y de la historia, retomando la dimensión enigmática de la cultura en sus Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 34 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE acto educativo, ya que en ellos se expresa la tensión entre el conservar y el transformar, www.pedagogica.fhuce.edu.uy efectos educativos. Recobrar el enigma como propulsor en la formulación de nuevos conocimientos que orienten la acción de los educadores en el compromiso de la edificación de sociedades más justas e igualitarias. Bauman, Z. (2007). Los retos de loa educación en la Modernidad Líquida. Barcelona: Gedisa. Bauman, Z. (2003). Modernidad Líquida. Barcelona: Fondo de Cultura Económica. Beck, U. (2006). La Sociedad del Riesgo. Hacia una nueva modernidad Barcelona: Paidos Ibérica. Berger P. y Amorrortu. Luckman T. (1986). 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Docente de la Unidad de Capacitación y Formación de la Universidad de la República. e‐mail: [email protected] Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 36 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE Núñez, V. (1999). Modelos Integrados, Modelos ¿Integrados o Articulados? En Ortega Esteban J, (coord.) Pedagogía Social Especializada. Pedagogía de menores en dificultad y conflicto social, pp. Madrid: Ariel. www.pedagogica.fhuce.edu.uy Dossier “La pedagogía social y la ampliación de la noción de educación” Diego Silva Balerio y Paola Pastore “La memoria es redundante: repite los signos para que la ciudad empiece a existir” Italo Calvino “¿Qué es escribir?: dejar huella, aceptar lo que deja huella” Laurence Cornu “El recuerdo funda la cadena de la tradición que se retransmite de generación en generación.” Walter Benjamin Resumen Este artículo presenta trazos de un proceso de investigación que está aconteciendo sobre experiencias educativas que son antecedentes históricos relevantes para la educación social en nuestro país. Estamos estudiando la experiencia educativa de la Escuela Martirené desarrollada entre los años 1969 y 1976 en el marco del Consejo del Niño. En este artículo presentamos algunas líneas que fundamentan la necesidad de realizar investigación que permita sistematizar experiencias históricas para dialogar con los discursos y prácticas educativas actuales. Palabras clave: historia; pedagogía social; adolescentes HISTORY AND PAST OF SOCIAL EDUCATION IN URUGUAY Abstract This article designs the outlines of an investigation process that is currently taking part about educational experiences that are historical relevant precedents for the social education in our country. We are studying the educational experience of the Martirené School developed between 1969 and 1976 under the Child Council framework. Through this article we would like to present some of the ideas that support the need of an investigation in this matter. An historical experience systematization will allow us to enrich the current educational speech and dialogue. Key words: history; social pedagogy; adolescent or youth. Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 37 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE Historia y antecedentes de la educación social en Uruguay: Trazos de una construcción que nos debemos www.pedagogica.fhuce.edu.uy POR QUÉ UN PROYECTO SOBRE HISTORIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL Identidad, memoria e historia conforman una terna indisociable tomando como eje las trayectorias de las prácticas institucionales dedicadas la atención la infancia y en el territorio educativo. Buscando conformar un espacio de reflexión, producción y construcción histórica para “…generar en torno a la pedagogía social y a su objeto de estudio (la educación social) un discurso historiográfico propio, singularizado en los modos de conocer e interpretar sus autores, iniciativas y realizaciones” (Caride, 2004, p. 123). Hacer memoria, construir identidad e historizar parece ser materia pendiente para la educación social y la pedagogía social en nuestro país. Curiosos sobre los orígenes, los recorridos de las prácticas y de la reflexión pedagogía es que nos atrevemos a examinar en la historia, deteniéndonos en algunas experiencias que sostendremos han dejado huellas en las prácticas educativas aportando valiosos elementos para la reflexión pedagógica actual. La memoria histórica de la educación social en nuestro país está principalmente nutrida de relatos vivientes y la tradición oral es la principal fuente de acceso a lo que paso, a lo anterior. Convencidos de que, …el presente nunca está completamente libre de las contingencias del pasado, y nunca lo podrá estar porque rememoramos involuntariamente, porque interpretamos el presente a la luz más o menos intensa del pasado. Si fuésemos absolutos podríamos desligar el presente del pasado y comenzaríamos a partir de cero, crearíamos a voluntad. (…) Se hace experiencia del presente desde otra experiencia heredada…” (Mèlich, 2006). Desde estos supuestos es que nos embarcamos a mirar hacia atrás para hacer memoria, asumiendo el desafío de construir relatos históricos que nos permitan inscribir a las prácticas educativas actuales en el entramado de tradiciones, inercias y rupturas que vayan dotando de sentido histórico lo que hoy hacemos. Es claro que este ejercicio de hacer memoria no significa para nosotros solamente relatar lo acontecido, sino mantenerlo vivo, esperando que la interacción con lo actual active pensamiento y la reflexión, que provea rasgos identitarios visualizando cierto devenir histórico. Conocer experiencias, analizar sus fundamentos y supuestos, así como realizar el Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 38 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE adolescencia más desprotegida es que nos proponemos hacer dialogar estas tres categorías www.pedagogica.fhuce.edu.uy ejercicio de narrarlas se convierte en un desafío que enlace diversas formas de relación entre el pasado y el presente. ¿Cuánto sobrevive de las prácticas y concepciones del pasado en la actualidad? ¿Qué Estas preguntas sólo pueden encontrar algunas respuestas si asumimos el compromiso de recoger y visibilizar los trazos de esas historias que sobreviven en los relatos de sus protagonistas. Por ello rescatamos la figura del narrador a la que refiere el filósofo alemán Walter Benjamin, …es así que la figura de narrador adquiere su plena corporeidad sólo en aquel que encarne a ambas. “Cuando alguien realiza un viaje, puede contar algo”, reza el dicho popular, imaginando al narrador como alguien que viene de lejos. Pero con no menos placer se escucha al, que honestamente se ganó su sustento, sin abandonar la tierra de origen y conoce sus tradiciones e historias (Benjamin, 1936, p. 113). Estas dos figuras que propone Benjamin resultan sugestivas para iniciar el trabajo, el viajero que “viene de lejos” porta una narración de la que fue protagonista, da cuenta de una experiencia educativa, y nos posibilita dejar para las nuevas generaciones de educadores los testimonios de esos orígenes, tradiciones e historias. En tiempos de transformaciones profundas en la formación de los educadores sociales, expresado con el cambio de institucionalidad (del INAU al Consejo de Formación en Educación), un nuevo plan de estudios, la llegada de nuevos docentes tornan imprescindible este trabajo que procura construir lazos entre lo nuevo, la actualidad y las tradiciones e historias de la educación social en nuestro país. A través de algunas experiencias, nos proponemos, encontrar en ellas las tramas de relación de un tiempo político, de una cultura institucional, de un hacer epistemológico, de un quehacer profesional, en el que se hacen visibles ciertas concepciones educativas puestas en acción. Desde una perspectiva de trayectoria histórico‐pedagógica buscamos descifrar a partir de lo heredado los desafíos del tiempo actual, “El trabajo de las trayectorias educativas acontece siempre entre sujetos e instituciones, crea subjetividad y la demanda, Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 39 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE hemos olvidado de lo que pudiera ayudarnos a reflexionar en la actualidad? www.pedagogica.fhuce.edu.uy ofrece organización ya establecida y la produce, reinventándola. Cada trayectoria abre a un recorrido que es situado, particular, artesanalmente construido” (Greco, Nicastro, 2009, p.58). Desde esta perspectiva sostenemos que estudiar las trayectorias convirtiéndolas en reflexión pedagógica. La memoria abre el camino de la posibilidad, pero para ello es necesario que se produzcan relatos, narraciones que permitan a la educación social reconocerse heredera de prácticas y reflexiones que se han ido desarrollando y transformando en la trama de las prácticas institucionales de nuestro país. “Es aquí donde `guardar memoria´ resulta efectivamente indisociable de velar por la posibilidad y donde cosechar la posibilidad de lo común y de lo desconocido no puede hacerse sin acoger libres memorias” (Cornu, 2005, p. 80). Reflexión, especulación e intervención sobre lo acontecido, una mirada activa, más aún interactiva, que nos permita dialogar con las experiencias y que nos devuelva la mirada hacia las prácticas actuales; es un modo de entretejer presencias y ausencias, saberes y conocimientos, legados, tradiciones y traiciones, rupturas y continuidades en el acontecer histórico de la pedagogía y la educación social en nuestro país. Convertir las experiencias en objeto de estudio y nárralas aquí el desafío y la responsabilidad, Escribir de esa manera precisa, que preguntemos infatigablemente qué entendemos hoy en esa palabra y que busca a la vez, aquello que fue entendido y aquello que podríamos entender de nuevo (y no sólo a nuevo), ese escribir mismo es “institución”: huella de la memoria e inscripción de la responsabilidad (Cornu, 2005, p. 78). En última instancia de lo que se trata es de contar historias sobre lo que paso y aquello que pensamos sobre esos acontecimientos educativos. Volviendo a tomar la perspectiva de Benjamin, cerramos este apartado con una cita de su ensayo El Narrador: Narrar historias siempre ha sido el arte de seguir contándolas, y este arte se pierde si ya no hay capacidad de retenerlas. Y se pierde porque ya no se teje ni se hila mientras se les presta oído. Cuanto más olvidado de sí mismo está el escucha, tanto más profundamente se impregna su memoria de lo oído. Cuando está poseído por el ritmo de su trabajo, registra las historias de tal Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 40 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE objeto de estudio nos permitirá construir una visión histórica y aportar a lo acumulado en la www.pedagogica.fhuce.edu.uy manera, que es sin más agraciado con el don de narrarlas. Así se constituye, por tanto, la red que sostiene al don de narrar. Y así también se deshace hoy por todos sus cabos, después de que durante milenios se anudara en el entorno de las formas más antiguas de artesanía. […] Narrar historias siempre ha sido el arte de seguir contándolas, y este arte se pierde si ya no hay Cuanto más olvidado de sí mismo está el escucha, tanto más profundamente se impregna su memoria de lo oído. Cuando está poseído por el ritmo de su trabajo, registra las historias de tal manera, que es sin más agraciado con el don de narrarlas. Así se constituye, por tanto, la red que sostiene al don de narrar. Y así también se deshace hoy por todos sus cabos, después de que durante milenios se anudara en el entorno de las formas más antiguas de artesanía” (Benjamin, 1936, p. 119). MARCAR UN COMIENZO Si bien ubicamos que los orígenes de las prácticas socio educativas cercanas a lo que hoy denominamos educación social estuvieron centradas en la atención de los “menores material y moralmente abandonados y delincuentes”, tal como los nombra el Código del Niño de 1934, desde fines del siglo XIX aparecen mandatos institucionales orientados a la instrucción y disciplinamiento de un conjunto de los niños, niñas y adolescentes que no se ajustaban a las pautas de convivencia socialmente esperables, sea por la carencia de contención familiar o porque transgredían las normas penales. Sobre este punto García Méndez da cuenta de la diferencia sociocultural que se establece a la interna de la infancia, …entre aquellos que permanecen vinculados a la escuela y aquellos que no tienen acceso o son expulsados de ella es tal, que el concepto genérico infancia no podrá abarcarlos. Los excluidos se convertirán en menores. Para la infancia, la familia y la escuela cumplirán las funciones de control y socialización. Para los menores será necesaria la creación de una instancia diferenciada de control socio‐penal: el tribunal de menores (García Méndez, 1994, p. 76). Por tanto, los niños a la escuela y los menores a los institutos de contención‐ rehabilitación. La sustitución de las instituciones familiares y escolares por otras que administran dosis indeterminadas de protección‐represión configura mucho más que una clasificación institucional, “…se trató mucho más de la introducción de una cultura socio‐ jurídica de la protección‐represión, que de una implantación institucional sistemática” (García Méndez, 1994, p. 78). Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 41 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE capacidad de retenerlas. Y se pierde porque ya no se teje ni se hila mientras se les presta oído. www.pedagogica.fhuce.edu.uy Desde esta perspectiva, las prácticas socioeducativas previas a la configuración de lo que hoy conocemos como educación social parecerían estar claramente asociadas al accionar de instituciones creadas para responder a niños y adolescentes que no están en la organiza este tipo de prácticas. Si bien los desarrollos de la educación social en la última década desborda el ámbito institucional del INAU, continuador del Consejo del Niño, no hemos avanzado en la investigación de las prácticas educativas precursoras de los actuales educadores sociales. Para iniciar el proceso de investigación tomamos como referencia las décadas del ´60 y ´70, el clima social y político de nuestro país y la región como es de amplio conocimiento estaba marcado por la crisis y el conflicto social, económico y político, pero a la vez, tiempo fértil en el que se producen prácticas de resistencia. En el campo educativo, el país vio desarrollar experiencias innovadoras, de resistencia en el seno mismo de las tradicionales instituciones, pero con cierto dejo amenazante para la cultura institucional haciéndose lugar generando otras formas de acción social y educativa. Prácticas de vanguardia en la acción educativa se desarrollaron, se interrumpieron pero sobreviven en la memoria colectiva. El desafío de los tiempos actuales es no dejar que allí se desvanezcan. Entre los años 1969 y 1976 la vieja Escuela Martirené del Consejo de Niño en el departamento de San José sacudió sus viejas estructuras. Allí llegó Leonardo Clausen junto a su esposa, algunos compañeros de anteriores experiencias y puso en marcha una nueva propuesta de convivencia para los más de 150 adolescentes y jóvenes. Se encontraron no sólo con un establecimiento arruinado sino con un grupo de adolescentes devastados, abatidos, rehenes de las prácticas institucionales represivas; convencido del potencial que ellos tenían se puso en marcha una propuesta de trabajo que les otorgó el lugar protagónico, donde se les devolvió la palabra y la acción como motor para la organización y el desarrollo de la vida en comunidad. Conceptos como autogestión, producción, organización, autoridad, justicia, disciplina, gobierno, ente otros, desde un marco particular fueron pilares para el desarrollo de esta propuesta. Una vida cotidiana organizada con rituales y espacios de responsabilidad, Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 42 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE escuela. Luego de 1934 con la creación del Consejo del Niño se instala una institución que www.pedagogica.fhuce.edu.uy donde cada uno tenía un lugar para ser y desarrollarse con referentes adultos hábiles para conducir procesos de reflexión y aprendizaje. Esta experiencia logró niveles de organización y autogobierno inéditos en nuestro Cómo fue esto posible, cómo fueron evolucionando las categorías básicas organizadoras de la vida cotidiana, cuáles fueron los procesos de los adolescentes y de los adultos referentes. Cuál ha sido el legado de esta experiencia, cómo acceder a ella, cuando en palabras de propio Clausen “paso la aplanadora”, primero la intervención militar en el modelo de gestión y en las prácticas cotidianas, los espacios de discusión y decisión de los adolescentes fueron los primeros en censurarse. Luego el desmantelamiento, todo el equipo fue destituido, y el proyecto de la escuela Martirené retomo los rumbos anteriores al ‘69… A pesar de los devenires, la historia se guarda en la memoria, hacia ella nos dirigimos para convertir en objeto de estudio esta y otras experiencias que sostendremos son fundamentales para pensar la educación social y sus trayectorias en nuestro país. Este proceso de investigación que recién se inicia procura asentarse en un marco institucional que contenga y dinamice procesos de construcción de sentido a partir de la sistematización educativas que de experiencias nos posibiliten reflexionar sobre las diversas formas de hacer educación en la actualidad. Una categoría de análisis con potencia sinérgica remite a la formación para una participación activa de los niños y adolescentes en Martirené, se trata de una dimensión de alta visibilidad en el formato pedagógico impulsado por Clausen, quien puso en juego con radicalidad lo que hoy conocemos como derecho a la participación en los centros educativos. Otorgando centralidad a la función de gobierno en la institución, a los roles de los actores en la organización, lo que resulta sugerente en tiempos donde se reeditan la Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 43 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE país, y más aún en el antiquísimo Consejo del Niño. www.pedagogica.fhuce.edu.uy coerción, la represión como formas de gobierno de la adolescencia. La instalación de un dispositivo de autogobierno hace más de 40 años debería interrogarnos acerca de las formas actuales de administrar las instituciones educativas y el rol que juegan estudiantes y REFERENCIAS Bárcena, F. y Mèlich, J. C. (2000). La educación como acontecimiento ético. Natalidad, narración y hospitalidad. Buenos Aires: Paidós. Benjamin, W. [1936] (2001). El narrador, en Iluminaciones IV, Para una crítica a la violencia y otros ensayos. Pp.111 a 135. Madrid: Taurus. Caetano, G. y Rila, J. (2005). Historia contemporánea del Uruguay. De la colonia la siglddxo XX. Montevideo: Fin de Siglo. Campagno M. y Lewkowicz, I. (2007). La historia sin objeto y derivadas posteriores. Buenos Aires: Ed. Tinta y Limón. Caride, J A. (2005). Las fronteras de la Pedagogía Social. Perspectivas científica e histórica. Barcelona: Gedisa. Frigerio, G. y Skilar, C. (comp.) (2005). Huellas de Derrida. Ensayos pedagógicos no solicitados. Buenos Aires: Del estante. García Méndez, E. (1994). Derecho de la Infancia‐Adolescencia en América Latina: de la situación irregular a la protección integral. Forum,. Santa Fe de Bogotá. Greco, B. y Nicastro, S. (2009). Entre Trayectorias. Escenas y pensamientos en espacios de formación. Rosario: Homo Sapiens. Levi, P. (2006). Deber de memoria. Buenos Aires: Libros del Zorzal. Mèlich, J.C. (2006). Transformación. Tres ensayos de filosofía de la educación. Buenos Aires: Miño y Dávila. Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 44 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE educadores. www.pedagogica.fhuce.edu.uy Diego Silva Balerio Paola Pastore (Montevideo, 1979) Educadora Social y Docente de Educación Media en Matemática. Actualmente es docente en la formación de educadores sociales en el CFE he integrante del equipo de coordinación técnica del Programa Jóvenes en Red; se ha desempeñado profesionalmente en diversos proyectos socioeducativos en OSC, programas estatales y en educación media. Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 45 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE (Montevideo, 1971) Educador Social, Especialización en gestión educativa (Flacso), Maestrando en psicología y educación (Udelar). Docente en la carrera de educación social desde 2004, actualmente docente de Práctico y Pedagogía Social en el CFE. Ha investigado y publicado sobre educación social, sistema penal juvenil y sistema de protección de infancia y adolescencia. www.pedagogica.fhuce.edu.uy ARTÍCULO Alejandro Lucio Añasco Resumen La evolución del concepto de transferencia educativa en la educación comparada a lo largo del siglo XX y lo que va del siglo XXI, a sugerido que los “prestamos” de un sistema educativo a otro no fueran posibles sin tener en cuenta la cultura, objetivos y filosofías de cada contexto local. Luego de la segunda guerra mundial, se crearon agencias internacionales con el objetivo de financiar la reconstrucción de la destruida Europa. Estas agencias fueron auto‐ posicionándose como los expertos científicos que pueden predecir el futuro y planear modelos universales de educación. Llevan a cabo entre otras funciones, lo que se describe como la circulación del conocimiento de punta en educación, donde los discursos producidos por estas agencias se presentan como neutrales y objetivos, y tendrían dificultades para poder plasmarse efectivamente en la práctica a la hora de poner en funcionamiento una política educativa ya que limitan el surgimiento de nuevos significados e interpretaciones del mundo. En este marco, existen ciertos indicios que indican la circulación de un discurso pedagógico en las leyes de Educación Nacional de Argentina y Uruguay sancionadas en 2006 y 2008 respectivamente, lo cual sugiere seguir estudiando y profundizando esta temática. Palabras clave: Transferencia educativa; agencias internacionales; discursos EDUCATIONAL TRANSFER: CIRCULATING DISCOURSE IN THE OF NATIONAL EDUCATION LAWS OF ARGENTINA AND URUGUAY Abstract The evolution of the concept of Educational Transfer in education compared, during the twentieth century up to now, has suggested that the “ loans” of an educational system to another were not possible without taking into account the culture, goals and philosophies of each local context. After World War II, International Agencies were created in order to help the reconstruction of Europe. These agencies, such as the scientific experts were self – consolidated, making predictions in the future and proposing universal models of education. Among other functions, they describe which is known as The Top Educational Transfer, like neutral and objective concepts. These concepts has had some inconveniences in its Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 46 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE TRANSFERENCIA EDUCATIVA: EL DISCURSO CIRCULANTE EN LAS LEYES DE EDUCACIÓN NACIONAL DE ARGENTINA Y URUGUAY www.pedagogica.fhuce.edu.uy implementation because there were not taking into account new interpretations. ideas and Keywords: Educational Transfer; International agencies; discourse Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 47 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE There are some patterns of the Circulating Discourse in the of national education laws of Argentina and Uruguay, which should be deeply explored and studied. These laws were sanctioned between the year 2006 and 2008. www.pedagogica.fhuce.edu.uy TRANSFERENCIA EDUCATIVA: EL DISCURSO CIRCULANTE EN LAS LEYES DE EDUCACIÓN NACIONAL DE ARGENTINA Y URUGUAY La educación comparada desde sus inicios con Jullien de París, como campo educativa y la mayoría de los textos la consideran como un ámbito de investigación clave de este campo de conocimiento (Steiner‐Kamsi, G, 2000). El concepto que se desea analizar ha sido utilizado por la educación comparada para evidenciar los movimientos de instituciones, prácticas e ideas educativas de un contexto a otro. Si nos basamos en la concepción tradicional de transferencia educativa, esta respondía al siguiente modelo: 1. Identificación de un problema local del sistema educativo. 2. Búsqueda de una solución al problema en otro sistema educativo. 3. Una tecnología social que había funcionado era adaptada al nuevo contexto y luego implementada. 4. Estos procesos se daban en orden cronológico (Beech, J, 2002) A raíz de esto, se pensaba que era posible deducir ciertos principios universales para la educación que serían aplicables a cualquier contexto. De esta forma, se podrían utilizar estos principios fundamentales para solucionar los déficits de la educación de los distintos países a través de la transferencia educativa (Fraser, 1964, en Beech, J 2002). Esta concepción se relaciona íntimamente con la lógica del Iluminismo, el cual se centra en la etapa de la modernidad donde la idea de religión es suplantada por el hombre y la ciencia, quienes ocupaban un papel central en el pensamiento de esa época. En oposición al oscurantismo, la razón es la que domina y no el dogma, en donde la linealidad aparece como algo fundamental ya que siempre se va en línea directa hacia el progreso. En referencia a esto, tal como lo señala Giddens (2009), quién sostiene que en la etapa de la modernidad, según el evolucionismo, la “historia” puede ser narrada como una Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 48 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE académico, a principios del siglo XIX, se ha relacionado de forma directa con la transferencia www.pedagogica.fhuce.edu.uy “línea de relato”, que impone una representación ordenada sobre el embrollo de los acontecimientos humanos. Relacionando lo anterior con la “copia” de los sistemas educativos, se creía que si un las expectativas de que tenga el mismo impacto positivo. Con respecto a esto, y siguiendo a Noah (citado por Beech, 2002), las instituciones y las prácticas educativas eran percibidas como tecnologías neutrales que podían ser “usadas” en diversos contextos con objetivos y filosofías muy diferentes. Como señala Robert Cowen (2000a), ninguno de los supuestos referentes a la ciencia, la ingeniería social, al equilibrio, a la linealidad, a los sistemas educativos y aquellos referidos a las sociedades modernas industrializadas ‐todos asociados al iluminismo europeo‐, han podido sobrevivir a la educación comparada contemporánea. Con respecto a la concepción actual de la transferencia educativa, Cowen sostiene que: “La definición y análisis del ‘préstamo cultural’ y de las condiciones en que éste es posible se convierten de esta manera en la agenda intelectual del campo” (2000b, p. 33). Esta concepción se enfrenta con nuevos conceptos de tiempo y espacio, con “transitologías” y con nuevas ideas sobre los sitios de aprendizaje y las pedagogías. En referencia a esto, Sadler (en Beech, 2002), a mediados del siglo XIX sostenía que el contexto es un factor fundamental para definir la configuración de un sistema educativo. Si el contexto socio‐histórico era más importante que las propias instituciones y prácticas educativas, la transferencia de un sistema educativo a otro contexto no era posible. Entonces no es cuestión de plantearse objetivos prácticos, si no de intentar comprender el funcionamiento de distintos sistemas educativos y como estos se relacionan con su contexto Nuevos abordajes de la transferencia educativa se dieron en los años 70 del siglo XX, los cuales se asociaban a la transferencia de la educación occidental a otras partes del mundo como parte de la dominación Imperial. Con distintas variantes cabe ejemplificar este modelo con la implementación que se dio en las colonias francesas, españolas y británicas de la totalidad o parte de sus sistemas educativos (Beech, 2002). Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 49 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE sistema tenía éxito en un país o lugar determinado, podía ser utilizado en otro contexto con www.pedagogica.fhuce.edu.uy En relación a esto Gita Steiner‐Khamsi (2000) sostiene que los Estados dependientes han sido y continúan siendo utilizados como lugares de prueba de reformas escolares que han encontrado oposición a los sistemas dirigentes. países prestatarios se les ha presentado en varias oportunidades como simples receptores pasivos de bienes educativos (de modelos, reformas, políticas) que ponen en práctica en su propio contexto. Además, señala que la transferencia educativa que se da desde los países económicamente “nucleares” a “subnucleares” y “periféricos” como una estrategia diseñada para mantener a otros países económica, política y educativamente dependientes. Steiner‐Khamsi (2000) destaca que utilizar estados dependientes como laboratorios ejemplifica la naturaleza de la transferencia educativa como un desplazamiento de reformas escolares que han encontrado oposición en su propio país. Un importante cambio se dio en el estudio de la transferencia educativa cuando luego de la segunda guerra mundial, se crearon agencias internacionales con el objetivo de financiar la reconstrucción de la destruida Europa. Una vez caducada su función inicial, sus esfuerzos se dirigieron hacia el desarrollo mundial. Estas agencias fueron auto‐ posicionándose como los expertos científicos que pueden predecir el futuro y planear modelos universales de educación. Llevan a cabo entre otras funciones, lo que se describe como la circulación del conocimiento de punta en educación, en donde la transferencia educativa no ocurre de un sistema educativo a otro, si no de un actor que no esta situado en la práctica (las organizaciones internacionales) a ciertos contextos educativos específicos (Beech, 2002). Algunas de las agencias mencionadas son: UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación), Banco Mundial, CEPAL (Comisión económica para América Latina y el Caribe), OCDE (Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico). Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 50 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE El autor argumenta que a educadores y analistas de la política a implantar en los www.pedagogica.fhuce.edu.uy Con diferentes funciones atribuidas, el discurso global que producen en educación, genera un cambio espacial, un cambio en el objeto de la transferencia y un cambio en los tiempos del proceso (Beech, 2002). cambios rápidos y permanentes, que estarán marcados por el progreso tecnológico y que tiene ciertos efectos para la educación. Además de buscar soluciones a los problemas, también identifican y predicen los que surgirán en el futuro. En relación con esto, y teniendo en cuenta las reformas educativas en muchos países de América Latina en las décadas de los 80 y 90, se pueden observar algunas características similares en el discurso y principios de las leyes que impulsaban esas reformas. A modo de ejemplo, algunas de las características comunes de los sistemas educativos afectados por las reformas planteadas en el párrafo anterior son mencionadas por Jason Beech (2002) y Gita Steiner‐Kamsi (2000), a saber: La autonomía escolar donde la escuela tiene mayor autoridad operativa de toma de decisiones. Énfasis puesto en la formación del profesorado. Descentralización de los sistemas educativos, y Promoción de la educación permanente, donde los alumnos deben adquirir competencias que les permitan aprender a lo largo de toda la vida. Algunas de estas son: Comunicación, creatividad, flexibilidad, aprender a aprender, trabajo en equipo y la solución de problemas. Con respecto a las características que deben tener los docentes en la era de la información, estos deben ser adaptables, autónomos y capaces de reflexionar acerca de su propia práctica. Jason Beech (2002) señala que las recomendaciones de las agencias internacionales aparecen como neutrales y objetivas, en donde la educación puede ser considerada como un aspecto independiente de la realidad social. Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 51 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE Por lo tanto, estas organizaciones plantean supuestos que relacionan al futuro con www.pedagogica.fhuce.edu.uy Sin embargo, la transferencia de modelos educativos, como transferencia de discursos académicos y profesionales sobre educación nos hace recordar que no hay desarrollos globales que afecten a las culturas locales de formas idénticas. Aunque tal vez podamos describir una parte del trabajo educativo de Banco Mundial o de la UNESCO, o incluso participar de él, no tenemos una teoría de sus linealidades. O sea, dada la tendencia de estas agencias internacionales a ofrecer soluciones de política educativa universalmente válidas para todos los contextos, no tenemos una teoría de las permeabilidades e inmunologías sociales que nos permitan entender coherentemente mucho mas que un par de casos de “éxito” o de “fracaso” (2000b, p. 35). Si se deja de lado la cuestión si la transferencia es factible y se examina específicamente el proceso en que esta ocurre, se puede observar que en toda transferencia se da un proceso de recontextualización. De esta manera, lo importante es analizar como se ha recontextualizado, modificado, adaptado la cultura e indigenizado localmente una política educativa que se ha tomado prestada para comprender mejor este proceso (Steiner‐ Kamsi, 2000). Los discursos globales basados en modelos universales de educación producidos por las agencias internacionales para implementar políticas educativas similares en diferentes contextos, tendrían dificultades para poder plasmarse efectivamente en la práctica. Estas políticas no se transmiten al vacío, sino que son interpretadas por quienes deberían ponerla en práctica en donde se ponen en juego cuestiones sociales, institucionales y personales. Stephen Ball señala que: Cuando más abstracta ideológicamente sea la política, mas distante será su concepción desde la práctica y menos probable que ella sea adaptada sin mediaciones al contexto de la práctica; esta enfrenta otras realidades, otras circunstancias, como la pobreza, las clases desorganizadas, la carencia de materiales, las clases multilingües (2002, p. 16). Los discursos son un sistema de posibilidad para el conocimiento que limitan el surgimiento de nuevos significados e interpretaciones del mundo. Se dan limitaciones discursivas, donde el plano de discusión sólo acontece con el vocabulario, conceptos y lenguaje que el discurso pone a disposición. Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 52 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE En referencia a esto Robert Cowen sostiene que: www.pedagogica.fhuce.edu.uy Cuando este discurso es reproducido por las agencias y transferido a un contexto especifico se establece como una norma en donde una vez que se detectan los problemas, estos pueden discutirse y resolverse en forma limitada. marca el momento simbólico fundamental que algunos llaman modernidad tardía (Giddens, 1990) y otros pos‐modernidad (Lyotard, 1984). Es a partir de estos cambios entre los que se encuentran los discursos “supranacionales”, que se hace necesario replantear noción de transferencia educativa y sus interpretaciones en el campo de la educación comparada. Hemos formulado a modo de hipótesis correspondiente al tema desarrollado anteriormente que en las leyes nacionales de educación sancionadas en Argentina y Uruguay en el año 2006 y 2008 respectivamente, circularon en sus principios, objetivos y políticas, discursos similares que utilizaron los mismos conceptos, lenguaje y vocabulario específico. A fin de poner a prueba la hipótesis planteada arriba se analizaron la ley de Educación Nacional de Argentina N° 26.206, sancionada en 14 de diciembre de 2006 y la ley General de Educación de Uruguay N° 18.437 sancionada el 12 de diciembre de 2008. Como se observa ambas leyes tienen 2 años de diferencia y a continuación se expondrá un cuadro comparativo en el cual se evidencian los conceptos, vocabularios y lenguajes principales que aparecen en forma similar en ambos documentos: Ley 18.437 (Uruguay) Ley 26.206 (Argentina) • • • • • • Se destina a la educación un 6 % del PBI. El estado garantiza la educación como bien publico, es un derecho personal y social. Promueve una educación integral, permanente, de calidad, igualdad, gratuidad y equidad. Defiende los derechos humanos y la formación de la ciudadanía. La educación atiende la formación integral de las personas, libertad, paz, solidaridad. Igualdad de oportunidades, respeto a la diversidad, justicia, responsabilidad y bien común. • • • • • • Se destina a la educación un 4,5 del PBI. El estado considera a la educación un derecho humano fundamental y un bien publico y social. La educación debe ser de calidad, equidad, relevancia y pertinencia. Promulga la ciudadanía y los derechos humanos. Todos deben participar, se fomenta la inclusión social, educar en la diversidad e inclusión educativa. La educación promueve justicia, solidaridad, libertad, democracia, integración regional e Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 53 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE Para concluir, el fin de la segunda guerra mundial (La bomba atómica y el Holocausto) www.pedagogica.fhuce.edu.uy • • • • • • • • internacional y la convivencia pacifica. Protagonistas de la construcción de su comunidad local, cultura de una sociedad con desarrollo sustentable y equitativo. Arte, salud, Educación Física, recreación y sexualidad como pilares de ciudadano. Se desarrollan la creatividad, reflexión, autonomía, innovación artística, científica y tecnológica. Obligatoriedad desde nivel inicial hasta nivel secundario. Los conceptos volcados en el cuadro anterior se desprenden del análisis de los tres primeros capítulos de las mencionadas leyes que se definen, en el caso de Argentina como: a) Capítulo 1: Principios, derechos y garantías. b) Capítulo 2: Fines y objetivos de la política educativa nacional. c) Capítulo 3: Disposiciones generales. Para el caso de Uruguay como: • Capítulo 1: Definiciones, fines y orientaciones generales de la educación. • Capítulo 2: Principios de la educación. • Capítulo 3: Política educativa nacional. Con lo expuesto hasta aquí, podríamos decir que existen ciertos indicios que indican la circulación de un discurso pedagógico común en algunos países de Latinoamérica como Argentina y Uruguay, temática que será susceptible de seguir siendo estudiada y profundizada para avanzar en el conocimiento de la educación comparada. Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 54 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE • Formar personas que tengan responsabilidad, honestidad, valoración y preservación de patrimonio cultural. Formación en Educación sexual, Educación Física, gusto y comprensión de las distintas manifestaciones del arte y la cultura. Formar personas creativas, con capacidad para resolver conflictos. Con competencias para superar los avances tecnológicos. Obligatoriedad desde nivel inicial hasta nivel secundario. www.pedagogica.fhuce.edu.uy REFERENCIAS Ball, S. (2000)1. What is Policy? Texts, Trayectories and toolboxes. En Sociology of Education: Major Themes Vol IV, editado por Stephen Ball, 1830‐41. London: Routledge Falmer. Beech, J.: Sociedad del conocimiento y politica educativa en Latinoamérica: Invirtiendo los términos de la relación, en Quaderns digitals, quaderns 38 (Número especial sobre educación comparada). Recuperado de http://www.quadernsdigitals.net Cowen, R. (2000a). Introducción al dossier “Nuevas tendencias en Educación Comparada”, Propuesta Educativa, Año 10, N° 23. Cowen, R. (2000b) ¿Comparando pasados o comparando futuros?, Propuesta Educativa, Año 10, N° 23. Cowen, Robert (2005) Los Códigos secretos de los Sistemas Educativos: Leyendo las Piedras Roseta, Conferencia en la Academia Nacional de Educación, Argentina. Disponible en Boletín de la Academia Nacional de Educación, número 63, Argentina. Giddens, A. (2009) Sociology. Policy Press. Textos seleccionados: Globalización, risk and the “revenge” of nature (99‐103); Beyond Burocracy? The Study of Networks (805‐824) Lyotard, J. F. (1993). La condición postmoderna: informe sobre el saber, Madrid: Planeta‐ Agostini. Meyer, J y Ramírez, F. (2000). La institucionalización mundial de la educación en Schriewer, J (Comp.): Formación del discurso en la educación comparada, Barcelona: Pomares. Ministerio de Educación de la Nación Argentina. Ley de Educación Nacional N° 26.206 (2006). Argentina. Buenos Aires. Ministerio de Educación y Cultura de Uruguay. Ley General de Educación N° 18.437 (2008). Uruguay. Montevideo. Steiner‐Khamsi, G. (2000). Transferir la educación y desplazar las reformas. en Schriewer, J (Comp.): Formación del discurso en la educación comparada, Barcelona: Pomares. ALEJANDRO LUCIO AÑASCO Maestrando en Educación con Orientación en Gestión Educativa (Universidad de San Andrés). Prof. Y Lic. En Educación Física (Universidad Nacional de La Matanza, Argentina). Prof. Jefe de Trabajos Prácticos de la Cátedra de Didáctica General Del Departamento de Humanidades y Ciencias Sociales, Profesorado en Educación Física (UNLaM). 1 En castellano se publicó como: Ball Stephen J. 2002. “Textos, discursos y trayectorias de la política: la teoría estratégica”. Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 55 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE Beech, J.: Repensando la Transferencia Educativa: De la transferencia transnacional a los modelos universales de educación, en biblioteca Virtual Fundación Lúminis. Recuperado de www.fundacionluminis.org.ar/biblioteca.html www.pedagogica.fhuce.edu.uy ARTÍCULO Álvaro Silva Muñoz Resumen El presente artículo intenta aportar nuevos elementos para la ampliación de la noción de educación – consigna central de este número de Pedagógica – desde el campo de la prospectiva. En particular, se centra sobre el estudio de la relación estructura – cultura, como eje para conceptualizar las posibilidades del cambio educativo, dado que ambos polos de la relación entran en una suerte de retroalimentación entre la búsqueda de nuevos sentidos para la educación y las instituciones históricas que alojan en su seno las prácticas educacionales. Posteriormente, se abordan tres líneas de política educativa que tuvieron y tienen lugar en Uruguay en los últimos veinte años, de modo de visualizar la compleja articulación a la que nos referíamos. A partir de ellos, se indaga en qué medida constituyen gérmenes de cambio para la construcción de nuevos escenarios futuros, proponiendo la relación estructura–cultura como tensión inevitable a considerar y que los actores en cuestión deben, en cada caso, decidir con qué énfasis “resolverla”. Palabras claves: Prospectiva; estructura – cultura; política educativa. PROSPECTIVES IN EDUCATION: THE RELATION STRUCTURE‐CULTURE AS POSSIBILITY FOR THE EXTENSION OF THE CONCEPT OF EDUCATION Abstract The present article intends to show new elements so as to amplify the notion about education – main objective of this Pedagógica’s Review number – from the prospective studies discipline. In particular, it focus on the consideration of the structure – culture relationship, as a guideline to conceptualize the possibilities of changes in education, since both poles of the relationship feed each other between the research of new senses in education and the historical institutions that accommodate in its inside the pedagogical practices. Afterwards, the article considers three initiatives in educational politics that happened and happen in Uruguay in the last twenty years, so as to study the complex relationship that we have mentioned. From them, the article inquires in what way they constitute the origin of changes so as to construct new future stages, proposing the Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 56 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE PROSPECTIVA EN EDUCACIÓN: LA RELACIÓN ESTRUCTURA – CULTURA COMO POSIBILIDAD PARA LA AMPLIACIÓN DE LA NOCIÓN DE EDUCACIÓN www.pedagogica.fhuce.edu.uy structure–culture relationship as an unavoidable tension that social actors must decide, case by case, with what emphasis it is “solved”. Keywords: Prospective; structure – culture; educational politics. Nociones tales como reforma educativa, cambio educativo e innovación, conllevan en sí mismas una fuerte carga prospectiva, en la medida que se orientan hacia la construcción de nuevos escenarios futuros. De todos modos, en general, se les asigna intrínsecamente un significado positivo, presuponiendo que la situación que vendrá después es inequívocamente mejor que la presente. Esta asunción podría ponerse en tela de juicio, ya que la evidencia empírica nos ha mostrado que sucesivas reformas implementadas no han traído los cambios esperados ni los cambios anidan necesariamente a la innovación, ya que puede cambiar el emergente pero no las concepciones que lo fundamentan. La relación entre estos tres conceptos – y sus ulteriores derivaciones prácticas –, como se podrá apreciar, no se encuentra exenta de tensiones. Las mismas se pueden situar en las más amplias relaciones ente estructura y cultura, haciéndose necesaria una profundización de una teoría del cambio educativo que conjugue los aspectos culturales y políticos de los centros educativos. Esencialmente, […] El problema del cambio se “resuelve” en gran medida en la práctica. Por esto hay que atender a cómo realmente funcionan las culturas colaborativas del trabajo docente, revalorizando el conflicto, la diversidad y la resistencia como fuerzas positivas. Porque que los cambios sean realidad, alterar las prácticas, requiere más que buenas intenciones si bien éstas son importantes a la hora de movilizar y mantenerlo. El cambio precisa de su institucionalización en estructuras, culturas y prácticas (Pérez Gomar, 2000, p. 1403‐1404). Asistimos en Uruguay, como en muchas otras partes del mundo, a un debate central sobre el papel de la educación en su aporte a la formación de ciudadanía, en contextos de dinámicas sociales que basan su desarrollo en el uso intensivo del conocimiento. Dicho debate se traduce, con mayor o menor celeridad, en opciones de política educativa que, en los últimos años, han mostrado matices y continuidades, pero también fuertes rupturas y giros. La mayor parte de las mismas se han centrado, básicamente, en uno de los dos polos Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 57 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE 1. INTRODUCCIÓN www.pedagogica.fhuce.edu.uy estructura–cultura, postergando la búsqueda de una mejor síntesis. Conjugar ambas perspectivas implica sostener que […] el cambio educativo es un problema cultural y por lo tanto de construcción social colectiva: que le otorgan y en su grado de involucramiento. El cambio es lo que los actores creen que es; El cambio educativo […] es político en el sentido que se convierte y se desarrolla dentro de un entramado de relaciones de poder. La construcción social del cambio se da en el marco de luchas que establecen los actores que hacen primar sus intereses sobre los intereses de los otros, más o menos explícitos y ampliamente considerados: ideología, visiones de la educación, motivaciones personales […]; El cambio educativo, como problema cultural y de poder, se relaciona con aspectos estructurales del centro. Tanto lo cultural […] como las relaciones de poder se insertan en un entramado estructural que al mismo tiempo las condiciona y las “construye”, las estructura (Pérez Gomar, 2000: 1404). El presente artículo intenta abordar la cuestión de la estructura y la cultura en clave prospectiva, es decir, como fundamento para los posibles cambios que pueden abrir la construcción de nuevos escenarios educativos y sociales. Aunque será imprescindible una mínima aproximación teórica, se espera sólo remitirse a cómo se vinculan a nivel de los centros educativos, evitando el desarrollo más amplio que abarcaría una escala de macroanálisis social. A su vez, se apostará a privilegiar una mirada pedagógica, es decir, que guarde una estrecha relación con cómo la articulación de ambos núcleos conceptuales – estructura y cultura – podría aportar nuevos elementos para el campo educativo. Finalmente, se estudiarán algunas líneas de política educativa implementadas en Uruguay en el pasado reciente y/o en el presente, de modo de intentar visualizar cómo se tiene presente la relación entre los componentes de este binomio, y en especial cómo se ponen en juego en el terreno de la institución educativa, ya que según Tyler (1991) “[…] la organización interactúa sobre todo de tres formas: es un instrumento de división y dominación; es el patrón de los mitos y de los símbolos y se constituye en el marco dentro del cual se establecen las relaciones interpersonales” (citado por Pérez Gomar, 2000: 1405). Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 58 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE tiene su origen, desarrollo e institucionalización en las prácticas de los agentes, en el significado www.pedagogica.fhuce.edu.uy 2. ESTRUCTURA Y CULTURA EDUCATIVAS: ¿LÍMITE O POSIBILIDAD PARA EL CAMBIO? Actualmente, a nivel mundial, los Estados se encuentran frente al desafío de cambiar sus sistemas educativos, principalmente debido a que las principales transformaciones aplicación a la innovación tecnológica y al sistema productivo. Sin embargo, varios estudios han evidenciado debilidades de los mismos: alta burocratización de la administración, rutinas de las prácticas pedagógicas, fuerte centralización, obsolescencia de los contenidos curriculares e ineficiencia en los logros y los aprendizajes. Esta situación se volvió patente especialmente luego de la Segunda Guerra Mundial, cuando la expansión de los distintos niveles educativos no fue acompañada por un rediseño general de la propuesta educativa (Aguerrondo, 1994); incluso, se agravó con las reducciones presupuestales asignadas a la educación, en contextos de endeudamiento y ajuste. Las problemáticas señaladas anteriormente plantean no sólo una cuestión de escala (y cantidad), sino que colocan en el centro del debate a la calidad educativa. Para aproximarse a la comprensión de la calidad en educación, […] Lo primero que hemos de reconocer es que la educación es un “sistema complejo”, es decir, un sistema en el cual, dentro de la totalidad o unidad, existe diversidad […] Además, un sistema complejo se caracteriza porque contiene múltiples subsistemas fuertemente interconectados, no todos los cuales funcionan al mismo ritmo, o tienen el mismo sentido” (Aguerrondo, 1994, p. 20‐ 21). Este sistema, entonces, se constituye a base de estructuras en un equilibrio dado por la contradicción, logrando la transformación cuando se rompe dicho equilibrio: […] Esto obliga a distinguir estructuras en estos sistemas […] Las estructuras son las formas soportantes del sistema, es decir, las formas básicas desposeídas de su modo de existir, de su modo fenoménico. Si podemos distinguir en el campo educativo cuáles son los elementos estructurales y cuáles los superficiales (o “fenoménicos”) entramos en una interesante vía para definir qué es la “calidad” y orientar nuestros esfuerzos de cambio (Aguerrondo, 1994, p. 21). Arribamos así, pues, a la consideración de la estructura y la cultura como binomio indisoluble en la composición del sistema educativo, aunque, como aquí se viene planteando, se hace necesaria su distinción, tanto conceptual como operativa. Más aún, esta distinción resulta imprescindible a la hora de la introducción de cambios orientados hacia la Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 59 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE globales tienen lugar en torno a la generación de nuevos conocimientos y su eventual www.pedagogica.fhuce.edu.uy consecución de mayor calidad educativa; situamos, de esta manera, la cuestión de la calidad en una clave prospectiva, en el entendido que los cambios pretenden apostar a nuevos escenarios futuros (y, eventualmente, “mejores” con respecto a los presentes), tanto para la Entre otros elementos, la falta de esta adecuada distinción han conducido a que los cambios implementados no necesariamente se han traducido en innovación – refiriéndonos a nivel de centro educativo – y, menos aún, en ejes vertebradores de una fluida sinergia entre el sistema educativo con la sociedad. Tal como lo afirma Pérez Gomar (2000, p. 1401‐ 1402), […] Las propuestas de cambio no obedecen a las necesidades reales de la práctica sino que se fundamentan en cuestiones de índole burocrática y técnica poco comprensibles para los docentes. Se apela a una retórica que sitúa al progreso como necesario pero que no se explicita claramente el porqué y para qué […] no es aventurado afirmar que puede haber cambio sin innovación si las nuevas creencias no se transfieren a las prácticas. O, planteado desde otra mirada, […] En la medida que innovemos en cuestiones “estructurales”, los cambios tienen más posibilidad de afectar la calidad general, y de percibirse a nivel de la totalidad del sistema educativo. Si nos quedamos en innovaciones de aspectos fenoménicos, sólo cambiamos el maquillaje externo pero, en última instancia, no transformamos nada (Aguerrondo, 1994, p. 21). El porqué y para qué al que alude Pérez Gomar guarda relación con la construcción de sentidos y la significación social que se le otorga a la institución educativa. Es decir, no sólo remiten a los fundamentos con que sustentan las líneas de reformas educativas – incluidas, a su vez, en políticas educativas –, sino también a las expectativas y demandas que deposita la sociedad en los sistemas educativos, y, en este sentido, se alinean con los aspectos más “estructurales”. Desde este punto de vista, en la dinámica relación institución educativa – sociedad, pueden apreciarse algunos desajustes, que conducen a una percepción de pérdida de calidad. Tal como lo sostiene Tenti Fanfani (2008), Todo cambia: la economía, la ciencia y la tecnología, la estructura social y la familia, los modelos de distribución de la riqueza, la morfología de la sociedad, la cultura y la subjetividad, las instituciones y prácticas políticas. Estas transformaciones no pueden no afectar “lo que la escuela hace y produce”. La experiencia escolar de docentes, alumnos y grupos familiares cambia de Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 60 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE propia educación como para el conjunto del desarrollo social. www.pedagogica.fhuce.edu.uy sentido, aunque las formas de las instituciones “permanezcan” o parezcan conservar su formato tradicional. Y esto porque las instituciones sociales no son sustancias sino que poseen un significado que deriva de su relación con otras. Cuando las reglas y recursos de la escuela permanecen constantes, pero cambian la familia, la estructura social, la cultura, el mercado de convierte en otra cosa, por ejemplo, en un anacronismo o en algo que ya no tiene el sentido que tenía en el momento fundacional (Tenti Fanfani, 2008, p. 14). Entonces, el desafío resulta múltiple y la relación estructura – cultura debe pensarse, al menos, en dos niveles: en el seno de la relación institución educativa – sociedad y en el seno de la dinámica de los centros educativos, los cuales poseen sus propias dimensiones estructurales y culturales. En una línea coincidente con Pérez Gomar, Gentili (2011) plantea una crítica a los estudios sobre los procesos de reforma escolar – y, por extensión, a esas mismas reformas – que colocan su énfasis […] en el análisis de programas gubernamentales, en los cambios jurídicos o normativos de la educación, en las transformaciones curriculares, en las formas de regulación del trabajo docente, las modalidades que asume la evaluación pedagógica […]. Considero que estos análisis son fundamentales, aunque pueden ser limitados si no van acompañados de una reflexión acerca de los sentidos, los valores y saberes que hacen que una reforma sea posible, viable, percibida como necesaria e, incluso, ineludible (Gentili, 2011, p. 18‐19). De todas formas, estos sentidos cobran existencia histórica en tanto se estructuran y, por lo tanto, constituyen elementos inherentes a las relaciones sociales, organizacionales e institucionales que se entretejen en una sociedad. Se trata de una relación dinámica según la cual dichos sentidos, valores y saberes se constituyen en tales en la medida que se insertan en estructuras precedentes, o toman forma en nuevas estructuras, o se reacomodan en sus vínculos de las estructuras actuales e, incluso, generan nuevas estructuras. Y en este último punto, especialmente, es donde la frontera de la relación resulta permeable y donde tiene lugar una retroalimentación en la que ya no resulta tan claro identificar los componentes de la relación, sino tan sólo remitirse a la consideración simultánea de los polos en relación. Por ejemplo, el trabajo docente presenta características en los que los sentidos que lo fundamentan dan lugar a ciertas estructuras y la realización del trabajo en el seno de dichas estructuras generan unos sentidos compartidos sobre qué es ser docente: Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 61 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE trabajo, la ciencia y la tecnología, ese “permanecer idéntico a sí mismo de la escuela” se www.pedagogica.fhuce.edu.uy […] el hecho de que los maestros elementales tengan prácticamente todo su tiempo programado asignado a clases pone de manifiesto que la concepción dominante y aplastante del trabajo de los docentes está presidida por el trabajo en el aula. Tal como suele entenderse, el trabajo en clase constituye el núcleo central de la enseñanza. Hasta cierto punto, todas las demás fundamental, el tiempo dedicado a planificar, preparar, evaluar y consultar constituye un indicio de categoría y poder que permite al profesor interesado estar “al margen”, como si no se tratara de una necesidad pedagógica específica (Hargreaves, 1998, p. 123). Una reforma educativa que se precie de ser tal aspira a introducir cambios que afectan a las estructuras existentes de modo de lograr alinear las nuevas en sintonía con determinados objetivos perseguidos. De hecho, la proclamación de ciertos fundamentos habilitan a la creación de estructuras que, a su vez, generarían nuevas culturas organizacionales, institucionales y sociales. La reforma educativa, en general, no pretende “quedarse” sólo a nivel de enunciados, sino que apuesta a concretarlos en acciones que son situadas en ciertas estructuras y, en ellas, son productoras de subjetividad y sentidos. La cuestión aquí es problematizar los niveles de estos alcances, es decir, si las reformas entretejen un nueva malla de relaciones entre aspectos fenoménicos y aspectos estructurales, o si sólo fueron capaces de cambiar la forma de las prácticas pedagógicas, sin afectar sus contenidos. Así, pueden quedar algunos aprendizajes planteados para que, prospectivamente, puedan traducirse en nuevos desafíos a emprender. Desde otro lugar, la ciencia política ha profundizado la dimensión institucional de las políticas públicas, reconociendo en ella un componente esencial para la implementación de las mismas. Sobre el punto que venimos discurriendo, Quienes abogan por la identidad básica de las distintas corrientes neoinstitucionalistas, señalan su acuerdo en dos supuestos fundamentales: a) las instituciones influencian los productos políticos porque ellas conforman las identidades, poder y estrategias de los actores; b) a su vez, las instituciones son constituidas históricamente, lo que les otorga inercia y robustez y por ende, la capacidad de influenciar los desarrollos futuros (Bentancur, 2008, p. 106). Sin embargo, yendo más allá de este punto de partida compartido, surgen tres énfasis diferentes en el neoinstitucionalismo: […] el institucionalismo histórico, el de la elección racional y el sociológico. El primero recupera los lazos con las tradiciones más viejas de la ciencia política, al destacar la importancia de las Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 62 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE actividades son, en comparación, periféricas o complementarias. Aparte de este núcleo www.pedagogica.fhuce.edu.uy instituciones políticas formales y desarrollar conceptos más amplios de cómo y cuáles son las instituciones que importan […] Por su parte, para la variante de la elección racional los individuos actúan maximizando el cumplimiento de sus propias preferencias, lo que puede generar un comportamiento sub‐óptimo para la comunidad; son precisamente los arreglos institucionales los institucionalismo sociológico se identifica por la relevancia que le otorga a las instituciones no formales, como los sistemas de simbología, las pautas cognoscitivas y los patrones morales que constituyen marcos de significación orientadores de la acción humana; en esta vertiente, aún las más aparentes prácticas burocráticas tienen que ser explicadas en términos sociales y culturales (Bentancur, 2008, p. 106–107). 3. ALGUNAS INICIATIVAS DE POLÍTICA EDUCATIVA: UN ANÁLISIS DESDE LA RELACIÓN ESTRUCTURA–CULTURA Y SU VÍNCULO CON LA NOCIÓN DE “EDUCACIÓN” 3.1. La educación inicial La apuesta a un fuerte impulso en la educación inicial en Uruguay tuvo su base conceptual en el conjunto de diagnósticos realizados por la Oficina de Montevideo de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) sobre la estado de la educación uruguaya en Primaria (1991), Ciclo Básico (1992) y Bachillerato (1994): según los mismos, una estrategia para reducir la desigualdad social sería la ampliación de la igualdad de oportunidades en los primeros momentos de la vida; entre ellos, el acceso a una institución educativa formal que estimulara, por un lado, procesos cognitivos que constituirían la base para mejores aprovechamientos escolares posteriores y, por otro, procesos de socialización con pares y adultos, incipiente apertura a la inclusión social y a la convivencia en sociedad. Tal como lo afirma Santiago Cardozo (2009), […] Casi sin lugar a dudas, el principal logro del país en las últimas dos décadas en materia educativa consiste en la masiva incorporación a la escuela de los niños de cuatro y cinco años. En la última década aproximadamente, la intensa expansión de la educación inicial ha llevado a logros muy importantes en materia de acceso temprano al sistema educativo. Esta tendencia ha sido constante desde aproximadamente mediados de los noventa. Desde entonces, el sector público lideró un proceso de expansión del nivel inicial que llevó a que, doce años más tarde, el país se encuentre muy cerca de su universalización. Estos resultados han implicado la escolarización temprana de los sectores socialmente más vulnerables, lo cual ubica a esta línea de política como una de las de mayor potencial democratizador y al país en una posición de vanguardia en la región (Cardozo, 2008, p. 8). Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 63 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE que garantizan el comportamiento complementario de los actores […] Por último, el www.pedagogica.fhuce.edu.uy Más aún, se trata de una política de Estado que ha trascendido a los sucesivos cambios de gobierno, lo que muestra el consenso social y las expectativas depositadas en la misma. Sin embargo, la cuasi universalización de este ciclo no ha impactado todo lo que se Educación Primaria y el abatimiento de distintas situaciones de fracaso escolar. Por otro lado, según Cardozo (2008), la asistencia insuficiente (menos de 140 días al año) es cinco veces mayor en educación inicial que en Primaria; un ritmo discontinuo atenta tanto contra la adquisición de competencias para las futuras etapas educativas como contra la formación de hábitos y rutinas de trabajo que construyen su nuevo rol escolar. Entonces, a esta altura, el desafío no se encuentra tanto en el impulso universalizador de la cobertura, sino en el logro de una mejor calidad educativa. Esta iniciativa trajo consigo aparejadas otras apuestas, básicamente orientadas en dos direcciones: de infraestructura, con la construcción de nuevos espacios para la educación inicial, y de disponibilidad de personal docente idóneo para la tarea educativa confiada. Ambas cuestiones requirieron, a su vez, de asignaciones presupuestales pertinentes para semejante emprendimiento. Ahora bien, ¿el trayecto educativo inicial debe asumir el mismo formato que la educación primaria, en cuanto a disposición en clases, en cuanto a ámbitos para la recreación, en cuanto a contar con un programa académico a desarrollar, etcétera, o dadas sus peculiaridades debe remitir a otras nuevas “estructuras” que se deben imaginar? En este sentido, si bien varios nuevos Jardines de Infantes adoptaron un formato organizacional similar a la educación primaria (por ejemplo, una misma forma de pensar las jerarquías institucionales en la dirección y la secretaría), varios de ellos se construyeron en un mismo predio con una escuela preexistente o con una nueva escuela. De esta forma, algunos de los nuevos Jardines conformaron en su seno un Ciclo Formativo Inicial que abarcaba nivel 4, nivel 5, primer y segundo año de Primaria. Si bien la experiencia no se ha evaluado exhaustivamente, de alguna forma se introdujo cierto cambio “cultural”, en la medida debía romperse con una distribución de una Educación Inicial de 2 años y una Educación Primaria de 6 años, sino dos ciclos de 4 años cada uno; ello “obligó” a que docentes de ambos ciclos debieran articular criterios pedagógicos, analizar los tránsitos entre los ciclos, reacomodar líneas de enseñanza, reformular objetivos e, incluso, repensar Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 64 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE ha deseado en los aprendizajes de los años posteriores durante el recorrido por el ciclo de www.pedagogica.fhuce.edu.uy ámbitos institucionales en los que estas prácticas tienen lugar. Se trata de anotar indicios de cambio que, más allá que sean coincidentes con las formas de los que han tenido lugar, puedan contribuir a pensar ejes de transformación estructural y cultural en los centros En otra esfera, la Ley de Educación 2008 ha consolidado la constitución de un nuevo Consejo de Educación Inicial y Primaria (CEIP), afirmando desde el punto de vista institucional la relevancia que ya adquirido la educación inicial en el panorama de la educación nacional. Si bien hasta el momento se ha desarrollado sobre las bases heredadas y acumuladas por el Consejo de Educación Primaria, constituye una oportunidad para introducir nuevos cambios “culturales” en la dinámica de nuestro sistema educativo. Por tan sólo mencionar un aspecto, este Consejo ahora, más que antes, integra una institucionalidad más amplia que trabaja en el área de la estimulación temprana y primera infancia: centros CAIF (con apoyo de INAU y MEC), Programas “Nuestros Niños” (IMM), BPS, MIDES, etcétera. Así, se trasciende a la sola lógica de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) y tiene lugar una peculiar retroalimentación: sitúa la cuestión educativa en diálogo entre diferentes y más amplios actores, a la vez que aporta su tradición y saber educacional acumulado durante más de 140 años. 3.2. – El Bachillerato Artístico En el año 2006, se introdujo una reforma en el plan de estudios, a nivel de educación media superior (Bachillerato Diversificado). Además de cambios en el diseño curricular y en los sistemas de evaluación, se ampliaron las orientaciones a cuatro: además de las ya conocidas Humanística, Biológica y Científica, vigentes desde el anterior plan de estudios de 1976, se incorporó una nueva orientación Artística. Los aspectos fenoménicos de esta iniciativa guardan relación, fundamentalmente, con la apertura de grupos de estudiantes en determinados liceos, con la realización de llamados para ejercer la docencia de tantas asignaturas específicas (danza, teatro, música, por ejemplo) y con la disponibilidad de infraestructura adecuada, ya que el intercambio de conocimientos en estas áreas requieren espacios diferentes a las aulas tradicionales. Pero más allá de estos elementos en cuestión, surgieron un conjunto de debates que abrieron la discusión sobre la pertinencia de ofrecer una orientación artística en el marco de la Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 65 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE educativos. www.pedagogica.fhuce.edu.uy educación formal; los mismos profundizaron líneas de reflexión que apuntaron a diversos aspectos “culturales”, tanto de la propia cultura de los Bachilleratos y de la Educación Media, los códigos del medio artístico y la pertinencia de la apuesta en el seno de un modelo Resultan extendidas, al respecto, dos ideas: que el talento artístico se construye en base a un don que, en el mejor de los casos, el estudio académico sólo puede fortalecer; y que el arte resulta un área propia del desarrollo subjetivo de las personas, difícil de ser susceptibles de evaluaciones “objetivas”, por ejemplo. Junto a ellas, también posee larga data la percepción de que el sistema educativo formal privilegia una formación intelectualista, que posterga, entre otras cosas, la potenciación de dimensiones no racionales de las personas (lo lúdico, lo artístico, lo recreativo, lo relacional, lo afectivo, etcétera). Estas notas “culturales” presagiaban un sinuoso recorrido para la afirmación de este novel Bachillerato, que eventualmente tan sólo se consignara como cambio “estructural” (fenoménico) al ofrecer una nueva orientación. Esta línea de corto alcance puede profundizarse si se piensa la misma sólo en su carácter propedéutico hacia los estudios universitarios o en su vínculo con una actividad económica de creciente desarrollo, como por ejemplo la gestión cultural y/o la aplicación tecnológica a la expresión artística (sonido, imagen, color, etcétera), entre otras. Si bien estos elementos pueden resultar constitutivos de la reforma introducida, se amplía su horizonte cuando la orientación puede adquirir valor “en sí misma”; es decir, […] podría extenderse a todo el proceso de formación del sujeto. Si la concepción que prima acerca del arte implica un enfoque integral de la realidad […] que busca construir una personalidad integrada para cada sujeto, el resto del sistema educativo permitirá que la educación artística se extienda y se arraigue a la vez que puede transformar a la educación en una herramienta esencial que fomente el modelo de sujeto que se necesita para esta sociedad actual […] Sabemos que es cada vez más necesario potenciar la creatividad, en todos los sujetos, para enfrentar las encrucijadas del mundo actual […] Quizás crezca el número de actores involucrados en la educación que vea el arte como un espacio en donde el educando, al encauzar emociones, sueños y anhelos [encuentren] un lugar en que expresarse de otra manera […] una nueva concepción pedagógico‐didáctica que valore el cuerpo (Astapenco, Barraco y Green, 2010, p. 129–130). Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 66 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE de desarrollo nacional. www.pedagogica.fhuce.edu.uy Se trata de un cambio que ampliaría la noción de educación, al rescatar su sentido humanista más profundo, apartándose de concepciones que han privilegiado los tecnicismos y una perspectiva cognitiva racional: “[…] formar artesanos en la verdadera acepción de la Astapenco, Barraco y Green, 1965: 168). Si bien esta propuesta no es reciente, por distintos motivos fue relegada; de esta forma, se enuncia como “[…] objetivo pedagógico formar el criterio y el ingenio, antes que la mera habilidad profesional, la capacidad de iniciativa y creación, antes que la de repetición e imitación” (Astapenco, Barraco y Green, 2010: 119). 3.3. – Los Tecnólogos como Educación Tecnológica Terciaria Se trata de una iniciativa en que se articulan esfuerzos del Consejo de Educación Técnico – Profesional (CETP – UTU) y la Universidad de la República (UdelaR), intentando proponer nuevos trayectos formativos que, simultáneamente, ofrecen espacios de formación superior para los egresados de la Educación Media Profesional y/o de los Bachilleratos Tecnológicos pero que no necesariamente “obliguen” a culminar una formación universitaria, y espacios de calificación laboral para áreas consideradas estratégicas para el desarrollo nacional. Más aún, los Bachilleratos Tecnológicos, creados a fines de la década de los ´90, ya constituyeron una apuesta formativa diferente de los Bachilleratos ofrecidos por la Educación Media General, cercanos a áreas productivas en expansión y que demandaban personal calificado, y como un recorrido distinto también habilitante al ingreso a los estudios universitarios. En su estructura, estos Bachilleratos Tecnológicos ya introducían una serie de cambios relevantes, entre los que se contaba una alta carga horaria (en general mayor que los cursos técnicos del CETP) que implicaba una fuerte dedicación del estudiante. Pero esta estructura no habilitaba a un cambio “cultural”, ya que los ciclos y subsistemas del sistema educativo formal continuaban segmentados. La única posibilidad de emprender estudios en el sistema universitario era la realización de una carrera de grado. Los Tecnólogos, entonces, se enmarcan dentro de una incipiente nueva relación entre diferentes actores del sistema educativo nacional, ofreciendo la continuidad de estudios, sin necesidad de culminar una carrera de grado universitario. Además de esta posibilidad, visualizada como componente de una nueva “estructura”, es posible tejer una Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 67 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE palabra, es decir, obreros–artistas, en todas las gradaciones posibles” (Figari, citado por www.pedagogica.fhuce.edu.uy nueva trama de relaciones institucionales que podrían constituir indicios de una nueva “cultura”: una puesta en común entre dos tradiciones educativas distintas, en la que CETP – UTU pone a disposición un vínculo más cercano con el mundo productivo y del trabajo y la para brindar respuestas a las problemáticas actuales; también, CETP – UTU dispone de ámbitos e infraestructura para dar a conocer su síntesis pedagógica, y UdelaR posee el rigor disciplinar pertinente para una propuesta formativa de este nivel. Estos aspectos tiñen el perfil del egresado, expresado en el caso de Tecnólogo en Informática como Al egresar de la carrera el Tecnólogo en Informática habrá adquirido una formación en las áreas fundamentales de la Computación con una profundización en alguna subárea de la misma. Dicha formación incluirá aspectos teóricos fundamentales y una fuerte componente práctica, incluyendo el manejo de tecnologías actualizadas. También incluirá la experiencia de desarrollo de una solución informática a un problema real, preferentemente realizada en el contexto de una pasantía en una empresa (Proyecto/Pasantía)1 (Tecnólogo en Informática, Plan de Estudios). Entre otros elementos, esta nueva cultura se traduce, en una suerte de juego dialéctico, en una nueva estructura: la carrera está gestionada por una Comisión de Carrera, integrada por personas vinculadas a ambos subsistemas. Es decir, se creó un ámbito de trabajo, en el que poner en común estas miradas diversas. Se amplía la noción de educación cuando convergen esfuerzos productivos y esfuerzos académicos, cuando el sistema educativo se acerca a las necesidades del desarrollo de una sociedad y cuando se ofrecen posibilidades para hacer efectivo el derecho a la educación permanente. 4. ESTRUCTURAS, CULTURAS, CAMBIO EDUCATIVO Y PROSPECTIVA. DOS LÍNEAS A PROFUNDIZAR El presente trabajo ha intentado plantear la complejidad de relaciones de diferente índole que tienen lugar en torno al cambio educativo. En particular, nos hemos preocupado por indagar el vínculo entre las estructuras en que suceden dichos cambios y las culturas que los asimilan, reacomodan y/o rechazan, a través de su visualización en tres casos específicos de política educativa en Uruguay, en los últimos veinte años. A su vez, hemos procurado tender puentes entre estos aspectos a nivel de la institución educativa y el desarrollo, las problemáticas y las demandas de la sociedad en que se sitúa dicha institución. 1 Las cursivas son nuestras. Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 68 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE UdelaR ofrece la permanente investigación académica que intenta generar conocimientos www.pedagogica.fhuce.edu.uy Uno de los ejes que podría atravesar la relación estructura–cultura sería la antigua discusión sobre el alcance de las políticas educativas – entendido como capacidad de abarcar cambios en el sistema educativo – y los efectos de las políticas educativas – entendidos en su alcanzan a una estructura organizativa o no, o si tienen efectos en esas estructuras de modo de generar nuevas estructuras más pertinentes o no en el propio sistema, o si alcanzan institucionalmente a algunos actores o no, si tienen efectos en la dinámica productiva de una sociedad o no, serían elucidaciones a procesar en clave prospectiva. El otro elemento a considerar en el análisis prospectivo sería el discernimiento sobre los énfasis a otorgar a ambos polos de la relación. En ocasiones, los cambios introducidos brindan evidencias que privilegian el cambio “estructural” para luego intentar avanzar en los cambios “culturales”; estos últimos resultan, en general, más lentos, ya que “[…] la función principal de las instituciones en la sociedad es reducir la incertidumbre estableciendo una estructura estable” (Bentancur, 2008, p. 110). En otras ocasiones, los cambios intentan valerse de las estructuras ya consolidadas, generando nuevos rumbos, sentidos, significados, apuestas en ellas – sería el caso de los tecnólogos, en el que no se generó una nueva estructura en el gobierno de la educación, más allá de la creación en el futuro del Instituto Superior Terciario –; en este caso, la experiencia muestra que resultan fundamentales tanto las demandas sociales que se plantean, cada vez más con mayor fuerza, y/o los liderazgos de personas específicas que actúan en el seno de dichas estructuras y que son capaces de plantear causas comunes. De todos modos, lo que sí quedaría claro, a esta altura, es que el cambio educativo es el que, tarde o temprano, tiene lugar en ambos polos de la relación; resultan dimensiones que se retroalimentan, por lo que el cambio que actúe sobre uno solo de ellos resultará incompleto y/o ineficaz, o , sencillamente, no será cambio. Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 69 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE articulación con el conjunto social. Si los cambios introducidos en un sistema educativo www.pedagogica.fhuce.edu.uy REFERENCIAS Astapenco, Tatiana; Barraco, Natalia y Green, Ana. (2010). ¿Por qué el arte en la educación hoy? Reflexiones en torno al Bachillerato Artístico del plan de estudios “Reformulación 2006” (pp. 113‐132). En: Silva Muñoz, Álvaro. (comp.) (2010. ¿Futuro para la educación o educación para el futuro? Algunas claves para el desarrollo de prospectiva en educación a través de breves ejercicios. Montevideo: Ediciones Ideas. Bentancur, Nicolás. (2008). Las reformas educativas de los años noventa en Argentina, Chile y Uruguay. Racionalidad política, impactos y legados para la agenda actual, Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental. Cardozo, Santiago. (2008). Políticas de educación. Cuaderno de la ENIA. 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Licenciado en Ciencias de la Educación ‐ Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de la República. Docente del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad, Instituto de Educación de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad de la República. Docente de Sociología de la Educación en la licenciatura en Psicopedagogía y en la licenciatura en Educación de la Universidad Católica del Uruguay, y docente de Seminarios Temáticos (en educación) en las licenciaturas en Ciencias Sociales y Comunicación Social de la misma Universidad. Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 70 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE Aguerrondo, María Inés. (1994). El compromiso con la calidad de la educación. ¿Desde dónde mejorarla? (pp. 15 – 30). En: Paula Pogré (comp.). La trama de la escuela media. Atando y desatando nudos. Buenos Aires: Paidós. www.pedagogica.fhuce.edu.uy ARTÍCULO ¿ES POSIBLE “OTRA” PEDAGOGIA SOCIAL? Resumen Este trabajo describe la construcción del concepto "pedagogía social", a partir de un llamado para provisión de un cargo docente. Luego de establecer una distinción entre educación social y pedagogía social, define esta última como la tecnología de la educación de los grupos sociales, los que deben alcanzar una etapa de "adultez". Se señalan las características que debe tener un grupo "adulto": capacidad de crear y desarrollar su propia cultura, capacidad para vincularse al contexto social en el que está inserto y capacidad para cumplir adecuadamente sus fines. Se analizan estas tres características y se insinúan normas pedagógicas acordes al objetivo educacional propuesto. Palabras claves: educación; pedagogía; grupos IS IT POSSIBLE “ANOTHER” SOCIAL PEDAGOGY? Abstract This work describes to the construction of the concept "social pedagogy", from a call for provision of an educational position. After to establish a distinction between social education and social pedagogy, it defines this last one like the technology of the education of the social groups, which must reach a stage of "adulthood". The characteristics that indicated that must have a group "adult": capacity to create and to develop its own culture, capacity to tie to the social context in which he is inserted and capacity to fulfill its aims suitably. These three characteristics are analyzed and pedagogical norms are insinuated in accord to the proposed educational objective. Keywords: education; pedagogy; groups Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 71 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE Jorge Bralich www.pedagogica.fhuce.edu.uy INTRODUCCIÓN Este trabajo no pretende ser otra cosa que una historia, la historia de la construcción de un concepto: el de pedagogía social. Toda historia tiene un comienzo y este se produjo en docente: Encargado de Curso (Gr. 3) de Pedagogía Social (incluye Recreaciones), para la recientemente creada Escuela Universitaria de Servicio Social. Como puede apreciarse, la convocatoria no era muy clara ni específica: hacia uso de un término muy en uso en el ámbito educacional (pedagogía social), pero obligaba a incluir una temática no necesariamente vinculada al mismo (recreaciones). Esto nos obligó a definir ante todo, el concepto de pedagogía social, ya que no podía suponerse un acuerdo generalizado respecto a su significado. En efecto, el término Pedagogía Social venía utilizándose desde finales del siglo XIX aplicado a una concepción del fenómeno educacional que partía ‐fundamentalmente‐ de la propuesta de Paul Natorp (1915), que en la obra de ese título, expresaba: El concepto de Pedagogía Social significa, por tanto, el reconocimiento fundado en principios de que la educación del individuo, en toda dirección esencial, está condicionada socialmente, así como, por otra parte, una configuración humana de la vida social está fundamentalmente condicionada por una educación adecuada de los individuos que han de tomar parte en ella (p. 106). El término siguió utilizándose de manera por demás imprecisa, polisémica, confundiéndose los diversos enfoques posibles del fenómeno educacional. “Sociología de la Educación”, “Pedagogía Social”, “Pedagogía Política”, “Política educacional”, todo parecía referirse a lo mismo: las relaciones entre la acción educacional y la sociedad. Expresión paradigmática de este caos conceptual lo encontrábamos en Luzuriaga (1954): La pedagogía social tiene más directa conexión con la sociología en general y con la sociología de la educación en particular, hasta el punto de que pudiera confundirse con ésta (…) la pedagogía social estudia la educación en la sociedad desde un punto de vista teórico, especulativo, también lo hace con el propósito de perfeccionarla o reformarla en vista a ciertos valores y normas, mientras que la sociología de la educación estudia ésta desde un punto de vista empírico, como una realidad social, sin otros fines que el conocimiento y explicación de los hechos sociales (p. 10). Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 72 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE el año 1958 cuando la Universidad de la República llamó a aspiraciones para un cargo www.pedagogica.fhuce.edu.uy El contenido de la pedagogía social viene dado por su objeto mismo: la relación de la educación con la sociedad. Esta ha sido el sostén principal de la educación (…) Vista desde este punto, la pedagogía tiene que ser social. Pero la educación no se agota en la sociedad; se dirige ante todo a la formación del hombre, el cual es algo más que un ser social; es una personalidad tiene que ser individual. Estos dos aspectos de la pedagogía, el social y el individual, no son sin embargo independientes, sino que constituyen una unidad indivisa, como lo son en la vida humana. (…) Más en la pedagogía social adquieren una luz propia. Para ella, la educación vista desde el lado individual se dirige a la integración ‐no a la adaptación‐ del hombre en sociedad, y vista desde el lado social, a la conservación y desarrollo espiritual de esa sociedad (p. 11) (…) la pedagogía social estudia el modo de facilitar el acceso a la educación a los miembros de todas las clases sociales, sea cual fuese su situación en la sociedad (p. 12) Veíamos pues una gran imprecisión conceptual que llevaba a transitar terrenos diferentes: sociología de la educación, política educacional, pedagogía… y hasta antropología filosófica, sin que pudiese alcanzar el desarrollo de una herramienta conceptual precisa para abordar el trabajo del futuro asistente social. Lo que necesitaba para el curso en la nueva Escuela de Servicio Social, era un instrumento apto para el ejercicio de esa profesión, que ‐en ese entonces‐ manejaba como métodos profesionales, el trabajo con individuos, con grupos y con comunidades1. Nos abocamos, entonces, a elaborar un concepto de pedagogía social no sólo adecuado para los futuros asistentes sociales (hoy llamados “trabajadores sociales”), sino que fuera también, preciso, claro y lógicamente integrado al contexto de las disciplinas sociales. EDUCACIÓN Y PEDAGOGÍA La primera etapa consistió en precisar el concepto de pedagogía (a secas, sin ningún adjetivo que lo relativice) que por ese entonces padecía de una seria polisemia. Por ejemplo, René Hubert, en su Tratado de Pedagogía ‐de amplio uso en las aulas‐ describía así esta disciplina: 1 Servicio Social de Caso Individual, S.S. de Grupo y Organización de Comunidad. Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 73 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE con vida propia, intransferible que hay que cultivar o desarrollar; en este sentido, la pedagogía www.pedagogica.fhuce.edu.uy es preciso concebir el conjunto de la pedagogía como un edificio de varios pisos: uno alberga la ciencia, otro la moral o filosofía práctica, el tercero las técnicas y el último la creación estética. Vista de esta manera no le es aplicable ninguna calificación exclusiva: es a la vez ciencia y reflexión práctica, técnica y arte (1952, p. 20). de lo que es, de lo que debe ser y de lo que se hace. Es pues, ciencia descriptiva, teoría normativa, realización práctica” (1964, p. 26). Caracterizaciones como las precedentes no nos resultaban, por cierto, operativas y más allá de la ligereza con que se utilizaban los términos, no ayudaban a deslindar campos, a precisar conceptos. En suma, no ayudarían a los alumnos a clarificar sus ideas, a comprender. El concepto de pedagogía debía ser claramente deslindado ‐por otra parte‐ del concepto educación, con el que se vinculaba permanentemente. A este último lo habíamos definido como "la acción intencional de los adultos de un grupo social para comunicar la cultura de ese grupo a los jóvenes del mismo, con el fin de capacitarlos para su integración social". Significaba esto que educación, socialización y maduración, se referían sustancialmente, al mismo fenómeno: los jóvenes de un grupo social (familia, tribu, nación), al educarse (al integrar la cultura del grupo), maduran (se hacen adultos) y ‐por lo tanto‐ se socializan, (pasan a formar parte del grupo de manera integral). Esta actividad intencional que es la educación, se desarrolló en los primeros tiempos como una actividad corriente de los grupos sociales, que no requería una atención especializada, ya que los componentes culturales a comunicar eran escasos y los tiempos suficientemente amplios. Al volverse más complejas, las sociedades humanas, fueron necesitando ajustar esa actividad, regularla, meditar sobre ella. Así surgieron las primeras reflexiones sobre la educación y las primeras normas acerca de como debía realizarse esa actividad. La pedagogía tuvo allí su origen, como "el conjunto de normas que nos orientan acerca de como educar", es decir, como la técnica2 de la educación. Cuando esas normas se volvieron más y más complejas, fueron suscitando reflexiones, no ya sobre la acción de educar, sino sobre las propias normas que indicaban como hacer: al reflexionar sobre la 2 Del griego: “tekne” = saber hacer. Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 74 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE Para Emile Planchard, por otro lado, “la pedagogía en su acepción más abstracta, trata www.pedagogica.fhuce.edu.uy técnica, se fue consolidando una tecnología. Quedaba definida así la pedagogía como tecnología de la educación, es decir, como el conjunto estructurado de normas (técnicas y métodos) que guían la acción educativa, que nos dicen, simplemente, “como educar”, no relaciones estables y claras, por un lado con la ciencia ‐como corresponde a cualquier tecnología‐ y por otro lado con la filosofía, sin confundirse con ninguna de ellas. Las vinculaciones con la filosofía quedan en claro si recordamos que los fines de la educación reflejan la cultura de la sociedad y dicha cultura incluye como componentes esenciales de la misma las concepciones filosóficas que imperan en esa sociedad, entre las cuales, los valores que orientan el cotidiano quehacer. En este sentido veíamos ‐y seguimos viendo‐ la pedagogía como una disciplina “neutra”, que está al servicio de los objetivos educacionales que en cada momento se formulen. Naturalmente, que un determinado método o técnica no será “neutro” ya que estará al servicio de un determinado objetivo, pero la pedagogía en sí incluye también otros métodos y técnicas contrapuestos a estos. Los objetivos de la educación ‐el “para qué educamos”‐ estará determinado en cada momento por la sociedad que organiza el sistema educativo correspondiente, a través de sus mecanismos políticos: ministerios de educación, consejos de educación, etc. LO “SOCIAL” Definida la educación tal como lo habíamos hecho, quedaba claro que toda educación era “social”, en tanto toda ella consistía en “socializar” al miembro joven del grupo. De esto se desprendía que toda pedagogía era ‐también‐ social, ya que consistía en las normas para socializar al joven y por lo tanto si toda pedagogía es social, un curso de “pedagogía social” no sería más que un curso de “pedagogía”. Esto no nos convencía, ya que resultaba claro que se buscaba que el curso para los futuros asistentes sociales (hoy “trabajadores sociales”), tuviera cierta especificidad, lo que se insinuaba con el (curioso) agregado de “incluye recreaciones”. En la búsqueda de una pista para salir de esta encrucijada, tuvimos presente no sólo nuestra experiencia en las misiones socio‐pedagógicas, en las que buscábamos influir sobre un grupo social (el “rancherío”) más allá de la influencia sobre cada integrante del mismo, sino que recordábamos también las experiencias de “educación fundamental” ‐promovidas Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 75 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE “para que educamos” o “que ser humano queremos formar”. De esta manera mantendría www.pedagogica.fhuce.edu.uy por la UNESCO a mediados del siglo pasado‐ en la que se planteaban similares objetivos3 o la propia actividad profesional de los asistentes sociales que distinguían claramente el trabajo (sustancialmente educativo) con los individuos, del trabajo con los grupos o con las nos recordaba la estrecha relación de la cultura con el grupo social. Así las cosas, definimos la educación social como aquella dirigida a los grupos sociales, entendidos estos como entes distintos al mero agregado de individuos y ‐ consecuentemente‐ la pedagogía social como la tecnología que guía esa acción educativa. Era necesario ‐sin embargo‐ efectuar otras precisiones. Habíamos dicho que educar consistía en transmitir el acervo cultural de un grupo a una generación joven que pasaría a integrarse a él, una vez madura. Es decir, maduración, socialización, educación, eran aproximadamente ‐y para este caso‐ términos intercambiables: el individuo se educaba a través de un proceso de maduración, que consistía en adquirir componentes culturales que lo socializaban, que lo habilitaban para compartir la vida de los adultos del grupo (los seres maduros y socializados). En el caso de la educación de los grupos humanos, cabía preguntarse si esta fórmula era aplicable. ¿Pueden los grupos ser educados, es decir, devenir adultos, a partir de una situación de “niñez” o de “inmadurez”? La maduración de un grupo, su devenir adulto ¿consiste en adquirir, en internalizar, una cultura que aún no posee? La contestación debía ser afirmativa en un caso y negativa en el segundo caso. Los grupos sociales son dinámicos, se adaptan a distintas situaciones, son influenciados por factores diversos, cambian, evolucionan y por tanto, cabe la posibilidad de diversos grados de evolución o madurez. Pero, en este caso, dicha madurez consiste en algo distinto a la adquisición de una cultura ya establecida. El proceso de maduración consistirá en la adquisición de una serie de rasgos y capacidades que caracterizan al grupo adulto. Para que esto no se convierta en una 3 Un manual de UNESCO de aquel entonces (“Educación fundamental. Descripción y programa”. Paris ‐ 1949) definía la educación fundamental como “una educación colectiva en sentido lato, que se refiere tanto a los adultos y adolescentes como a los niños” (p. 10) y que “se refiere a la comunidad como un todo y debe conducir a la acción social” (p.12). Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 76 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE comunidades. Se agregaban a estas reflexiones, los aportes de la Antropología Cultural que www.pedagogica.fhuce.edu.uy perogrullada (maduración significa adquirir los caracteres de la madurez), debemos explicitar cuales son esos rasgos de adultez. EL GRUPO ADULTO como para que se adaptase a diversos tipos de grupos (desde un pequeño grupo de trabajo a una gran comunidad), así como a variadas circunstancias sociales y culturales (filosofías autoritarias o libertarias, competitivas o cooperativas, etc.) Este esquema señalaba tres puntos básicos como definidores del grupo adulto: a) El grupo adulto es capaz de crear y desarrollar su propia cultura. b) Es capaz de integrarse adecuadamente al contexto socio‐cultural en el que está inmerso. c) Es capaz de cumplir adecuadamente con sus fines. a) La capacidad del grupo de crear y desarrollar su cultura es lo que posibilita al mismo su subsistencia. La incapacidad para darse formas propias de conducta (no necesariamente originales o distintas de cualquier otra) conduce al grupo al estancamiento o desintegración. Las variadas circunstancias que va enfrentando un grupo en el correr de su vida, circunstancias derivadas de su propia dinámica o de fuerzas externas, obliga a éste a adaptar su cultura, lo que significa crear nuevas formas culturales; el no hacerlo provocará la inadaptación y eventualmente la desaparición del grupo. b) Difícilmente el grupo subsistirá autárquicamente; tendrá necesidad de otros sectores del todo social, ya sea en los aspectos culturales, económicos, técnicos. Deberá entonces ser capaz de vincularse adecuadamente a ese todo, es decir, vincularse a otros grupos insertos en ese todo, vinculación que no estará libre de casi inevitables tensiones. c) El cumplimiento de los fines es también tarea ineludible, ya que ello justifica la existencia misma del grupo, su razón de ser. Los fines serán genéricos (es decir, aquellos que corresponden al grupo por el mero hecho de serlo) y específicos (los que derivan de una cualidad especial del grupo: ser una familia, o una comunidad, o un grupo laboral, etc.) Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 77 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE Para caracterizar a un grupo adulto elaboramos un esquema suficientemente general www.pedagogica.fhuce.edu.uy La capacidad para crear cultura La estrecha relación entre cultura y grupo social es un dato de la realidad. Decíamos al respecto, en unos apuntes (Bralich, 1966), preparados para el curso que dictábamos: un hecho cualquiera de esa realidad es enfocado desde dos ángulos distintos, por la Antropología Cultural y por la Sociología. Por ejemplo, una forma cualquiera de saludo (reverencia, venia, apretón de manos) implica por un lado una dimensión cultural (una costumbre, basada en tradiciones, unida a ciertos valores) y por otro lado una dimensión sociológica, ya que ese saludo es una forma de interacción, determinada por jerarquías entre los diversos roles (vasallo‐noble, soldado‐capitán, amigos, etc.) (s/p). Esa cultura del grupo debe reunir dos caracteres esenciales: coherencia y plasticidad. La primera puede ser definida operativamente, como la ausencia en dicha cultura de componentes no compatibles entre sí, como podrían serlo los valores de belicismo y pacifismo, la actitud mágica y la actitud científica, técnicas de diverso nivel de desarrollo para un mismo objetivo, etc. La plasticidad, por otra parte, puede ser definida como la capacidad de la cultura para variar sus componentes sin perder ‐por ello‐ aquella coherencia. Con respecto a la coherencia, diremos que si bien ella es sustancial para mantener la permanencia del grupo a lo largo del tiempo, ello no implica una homogeneidad absoluta en cuanto a los componentes culturales que deben portar sus integrantes. Aquí, es preciso recordar las precisiones que realizaba Linton en “El estudio del hombre”. Este clasificaba los componentes culturales en universales, especialidades, alternativas y peculiaridades individuales. Si bien es importante que los universales de un grupo (aquellos componentes portados por todos los integrantes) sea numerosos, aún en las sociedades más homogéneas e integradas, existen especialidades (componentes propios de una parte de los miembros: por ejemplo, los hechiceros, los alfareros, etc.) y aún ‐a veces‐ se permiten alternativas (maneras distintas de comportarse ante una situación cualquiera). Para que un grupo presente una adecuada coherencia, es preciso que sus universales abarquen un área importante de la vida social, sustancialmente que sean valores4 que 4 Conocimientos, técnicas y valores son los componentes básicos de cualquier cultura: los primeros se refieren a lo que se sabe acerca del entorno, las técnicas consisten en las normas que indican como operar en ese Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 78 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE Cultura y sociedad no son más que dos dimensiones de una única realidad, las que surgen cuando www.pedagogica.fhuce.edu.uy orientan al grupo. Las especialidades surgirán naturalmente a medida que comiencen a generarse nuevas técnicas, ya que ningún miembro llegará a dominarlas todas y surgirán entonces los “especialistas”. Las alternativas ‐en tanto‐ se producirán cuando ciertos sea imitada y reproducida por otros miembros. En ciertas culturas, se han mantenido ‐por ejemplo‐ las formas musicales durante siglos, sin presentar modificaciones, en tanto hoy vemos que esas formas se modifican continuamente. Cada cultura determina ‐no necesariamente, de manera expresa‐ que campos de la vida social quedarán abiertos a las alternativas. También aquí observamos cambios: el modelo de integración familiar permaneció inmodificado (e inmodificable) durante siglos; hoy se está presionando para la aceptación de otros modelos alternativos. La capacidad de un grupo para encontrar un equilibro entre la estabilidad y el cambio es sustancial: una rigidez muy grande en la aceptación del cambio (una escasa o nula plasticidad), solo permitirá al grupo subsistir durante largo tiempo si no cambian las circunstancias que lo rodean. En los apuntes (Bralich, 1966) mencionados anteriormente decíamos: La plasticidad de una cultura es esa capacidad para cambiar, para evolucionar, en función de nuevas circunstancias. Muchos son los factores que pueden incidir sobre una cultura para hacer que ella se modifique: invasiones de otros grupos (violentas, como la conquista española en América, pacífica como las oleadas de inmigrantes llegados a nuestro país en el siglo XIX, etc.), cambios de clima y medio natural, progreso tecnológico, etc. Todos estos factores determinan la necesidad de respuestas culturales y si el grupo no es capaz de crearlas, se producirá un inevitable estancamiento cultural (s/p). Los mecanismos mediante los cuales se produce la innovación cultural son tres: el descubrimiento, la invención y la difusión. Por el primero, el grupo integra a su cultura elementos ya existentes, pero que le eran desconocidos (nuevos metales, propiedades de una planta, etc.); por el segundo, se efectúa una ordenación nueva de elementos ya conocidos (invención de una máquina, de un baile, etc.) y por último, por la difusión, el grupo incorpora elementos de otra cultura con la que tomó contacto, directa o entorno, en tanto los valores son los rumbos que eligen los integrantes del grupo: qué cosas privilegiaran ante determinadas alternativas. Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 79 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE miembros “mutantes” opten por enfrentar una situación de manera distinta y esa modalidad www.pedagogica.fhuce.edu.uy indirectamente, como la incorporación del caballo por las culturas precolombinas luego de la conquista. Todos estos procesos de innovación siguen determinados caminos, válidos en general, que ‐generalmente‐ se caracterizan por su atipicidad. Esta atipicidad es la que los hace buscar o percibir una nueva forma de relación con el entorno, cuando consideran que las anteriores no dan respuestas adecuadas a sus necesidades. Es, pues, necesario un cierto desajuste del individuo o individuos que promueven la innovación. b) El grupo no acepta ninguna innovación, a menos que ésta pueda integrarse a su cultura. Si la innovación presenta discordancias muy marcadas con los otros componentes de su cultura, ésta será rechazada, salvo que las ventajas de su aceptación ameriten realizar una reestructuración de aquella. En la aceptación o rechazo de la innovación no siempre influyen factores racionales, sino que ‐muchas veces‐ responde a factores emotivos, intereses económicos o lucha por el poder. c) La incorporación de una innovación se procesa a través de varias etapas lógicas, aunque no necesariamente cronológicas: 1) se comprueba ‐por parte de uno o varios miembros‐una necesidad, un desajuste, una tensión, ante una determinada circunstancia que no puede resolverse adecuadamente con las respuestas culturales existentes; 2) esos miembros formulan respuestas distintas a las existentes: 3) las nuevas conductas son presentadas al grupo; 4) el grupo acepta o rechaza lo propuesto; 5) en caso de aceptarse la innovación, ésta es adaptada a las condiciones culturales pre‐existentes; 6) las nuevas conductas pasan a constituirse en un componente normal de la cultura, aceptado por todos o la mayoría de los miembros. Este proceso, que describimos en sus caracteres generales, variará en los distintos casos en cuanto a su ritmo, la duración o importancia de cada etapa, etc. pudiendo producirse de manera lenta, armoniosa o de manera brusca, tajante, como en el caso de reformas religiosas o revoluciones políticas. Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 80 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE para cualquier cultura: a) la innovación es presentada al grupo por un miembro o varios, los www.pedagogica.fhuce.edu.uy LA CAPACIDAD PARA VINCULARSE CON EL CONTEXTO SOCIAL Los grupos humanos difícilmente se encuentran aislados; salvo algunos escasos ejemplos históricos, todo grupo mantiene con otros grupos vecinos relaciones de algún tipo: inserto en el contexto socio‐cultural, ya que debe necesariamente compartir con los vecinos, al menos, algunos componentes culturales. De todas maneras, estar inserto en un contexto socio‐cultural, formar parte de él, no implica estar integrado a él: la integración entraña un grado más intenso de interacción y ‐por lo tanto‐ una base más firme de componentes culturales comunes. Ejemplos de grupos que sin estar integrados, forman parte de un contexto socio‐cultural, los tenemos en algunas comunidades indígenas de América Latina, que mantienen con su contexto relaciones poco intensas o frecuentes (rudimentario intercambio comercial, utilización de algún servicio asistencial, etc.) Existen, pues, diversos grados de integración de un grupo con los otros grupos vecinos, diversos grados de participación en una cultura común y este pasaje de un grado bajo a un grado alto de integración es algo relativamente corriente: por ejemplo, las familias de inmigrantes que pasan a radicarse en otro país y poco a poco van internalizando los componentes culturales del nuevo medio cultural y ‐al mismo tiempo‐ van aportando los suyos. Por otra parte, debemos considerar de qué manera se procesa esa integración. Una posibilidad es que el grupo se sumerja en un todo socio‐cultural homogéneo, que lleva a aquel a ir desechando poco a poco sus caracteres culturales propios, para irse acomodando a ese conjunto indiferenciado que conforman todos los grupos, lo que podríamos considerar una forma de inserción masificada. Otra posibilidad es que cada grupo mantenga sus características culturales y la unidad del todo se mantenga en base a vinculaciones puramente formales (leyes, reglamentos), que afectan sólo la epidermis de la vida social de cada grupo, como en el caso de familias que conviven en un complejo habitacional, pero que no desarrollan vinculaciones de tipo personal. Por último podríamos mencionar otra forma de inmersión de un grupo en su contexto, que es aquella en la cual el grupo interacciona con los otros, activamente, intercambiando componentes culturales, originando un complejo cultural rico, variado y con Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 81 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE comerciales, políticas, religiosas, etc. Esas relaciones hacen que podamos decir que está www.pedagogica.fhuce.edu.uy relativo peso sobre la vida de cada grupo. Algo de esto ocurrió con el proceso de integración de las oleadas de inmigrantes que llegaron al Río de la Plata, aportando cada grupo características propias que luego se fundieron parcialmente conformando un todo variado, EL CUMPLIMIENTO DE LAS FUNCIONES DEL GRUPO Dijimos antes que los grupos cumplían ciertas funciones con respecto a sus miembros. Algunas de esas funciones son de carácter genérico, es decir, corresponden al grupo en tanto que grupo social, más allá de sus particularidades. Esas funciones ‐que todo grupo debe cumplir necesariamente‐ son: brindar respaldo afectivo, servir como campo de aprendizaje, como marco de referencia y como intermediario. a) Respaldo afectivo Los individuos necesitan encontrar en los demás miembros del grupo, no solamente ayuda o cooperación de tipo material, que haga posible su subsistencia, sino también una respuesta afectiva que lo haga sentir que no se encuentra solo. El aislamiento social ‐que tanto perjudica el normal desarrollo de la personalidad‐ no desaparece con el mero contacto físico, sino que exige la presencia en “el otro” de algún sentimiento, sea éste positivo o negativo (amor, lástima, desprecio, etc.) b) Campo de aprendizaje El grupo es el medio inmediato en el que se desarrolla la vida del individuo y ‐por lo tanto‐ él sirve como campo para la realización de experiencias diversas; ellas permiten el aprendizaje de los elementos fundamentales de la vida social; la diversidad de pareceres y de experiencias de los miembros del grupo, abre a cada uno de ellos un panorama amplio de la cultura y la personalidad humana. Por esta razón, es importante que los grupos posean una integración variada: un grupo homogéneo (en el cual sus miembros difieren poco o nada entre sí), así como un grupo monolítico en sus actividades (en el cual se realizan siempre las mismas cosas y de manera poco variada), resultan poco adecuados para cumplir esta función y tienden a empobrecer la personalidad de sus miembros. En el caso de que el grupo absorba sólo parte de la vida social del individuo (éste participa del grupo familiar, pero Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 82 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE enriquecido. www.pedagogica.fhuce.edu.uy también del grupo laboral, del grupo de amigos, etc.), la homogeneidad de cada uno de esos grupos no resultaría importante. c) Marco de referencia pautas para la orientación de su propia actividad. Lo que los demás hacen es lo que él debe hacer y ‐dentro de ciertos márgenes de tolerancia‐ la imitación y la repetición son la norma de la conducta individual. Si el grupo no proveyera a sus miembros de ese marco de referencia, estos deberían ‐ante cada situación‐ “inventar” una respuesta adecuada, con lo que se produciría un gasto superfluo de energías y se generaría una innecesaria inseguridad: el individuo no sabría de antemano la eficacia o utilidad de su respuesta. Guiándose por la conducta ajena (naturalmente, para situaciones poco significativas), los individuos disponen de más tiempo y energía para encarar de manera personal, propia, aquellas situaciones que exigen respuestas no estereotipadas. Y aún dentro de este tipo de situaciones, las normas del grupo ‐expresadas en la conducta de los otros miembros‐ofrecen un cierto marco o límite a las propuestas personales. Por ejemplo, yo puedo ocupar mis horas de ocio de muy diversas maneras y es importante que lo resuelva de manera personal, pero tendré que hacerlo dentro de las pautas culturales del grupo. d) Intermediación Otra función importante está referida a las relaciones de los miembros con el contexto exterior al grupo. Cuando algún miembro debe encararse con individuos de otro grupo, frecuentemente hace uso del apoyo que significa actuar como representante o integrante de tal o cual grupo. La pertenencia al mismo sirve como marco de referencia, como “tarjeta de presentación” para quien se relaciona con él; quien lo reciba lo hará según sea: vendedor de tal empresa, miembro de tal religión, vecino de tal barrio, ciudadano de tal país, etc. Esa pertenencia da seguridad a quien se vincula que su comportamiento se deslizará según ciertas pautas propias de aquel grupo; por ejemplo, si es un vendedor de cierta empresa, esperamos que no nos ofrezca productos de otra, ni que su información sea totalmente objetiva respecto al producto que ofrece; si es un miembro de una religión, sabremos que alimentos o bebidas podemos ofrecerle, etc. Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 83 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE La actividad de los distintos miembros de un grupo, sirve a cada uno de ellos, de www.pedagogica.fhuce.edu.uy e) Funciones específicas del grupo Además de las funciones genéricas, propias del grupo como tal, cada grupo tiene otras, derivadas de sus características específicas (aquellas que hacen que un grupo sea una funciones específicas se agregan a las funciones genéricas. Así, por ejemplo, en el caso de una familia, pueden agregarse a las funciones genéricas, el constituir una unidad de consumo, ser un instrumento de procreación humana, etc. Pero además, alguna de las funciones genéricas pueden verse especialmente acentuadas: tal el caso del respaldo afectivo, que ‐en el caso de la familia‐ cobra un valor primordial, así como también su función de campo de aprendizaje. En todos los grupos vamos a encontrar ese doble juego de funciones y cada grupo deberá instrumentar adecuadamente los medios adecuados para el cumplimiento de cada una de ellas. Así, por ejemplo, si una comunidad urbana no difunde de forma clara y amplia las resoluciones de sus autoridades, sus miembros carecerán de un adecuado marco de referencia (ignoran cual es la conducta adecuada para cada situación) y la función dejaría de cumplirse en forma correcta. Por otra parte la acentuación de una u otra finalidad puede ir variando con el tiempo: un sindicato puede pasar de dar prioridad a la defensa de sus salarios y condiciones de trabajo, a dar más importancia al respaldo afectivo a sus miembros o a desempeñar un rol importante en las luchas políticas. DE LA EDUCACIÓN SOCIAL A LA PEDAGOGÍA SOCIAL Entendida la educación social como una acción tendiente a desarrollar grupos “maduros” (en el sentido que hemos dado a esta calificación) nos cabía analizar que características tendría la tecnología que apoyaba esa acción: la pedagogía social. En su momento establecimos algunos principios generales al respecto: El educador de grupos debe centrar su actividad en lograr que el grupo adquiera aquellos instrumentos que hagan más viable el desarrollo de las dos características que mencionábamos: coher5encia y plasticidad. Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 84 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE familia, o un equipo de trabajo, o una comunidad urbana, etc.). En algunos casos las www.pedagogica.fhuce.edu.uy La primera de ellas exige ante todo un desarrollo amplio de la comunicación intragrupal, ya que esta es para el grupo la vía de confrontación de los diversos componentes culturales. La mera comunicación, sin embargo no basta, si no va ligada a procesos de racionalización, que fundamentos, de su eficacia y utilidad. El grupo debe ser capaz de mantener este constante intercambio de experiencias y al análisis de las mismas a la luz de los principios y valores universales ya admitidos por el grupo. Respecto a la plasticidad, debemos recordar que si bien es fundamental para el mantenimiento del grupo en circunstancias cambiantes, ella no puede darse aislada de la coherencia. El cambio cultural debe producirse sobre la base de reorganizaciones de la cultura que incorporen innovaciones, ajustándolas a los rasgos ya existentes. El educador debe estimular, no los procesos de cambio ‐cuya oportunidad el grupo debe determinar por sí mismo‐ sino la creación de mecanismos que los hagan factibles, tales como: a) el desarrollo de centros de investigación, no sólo en el plano de las ciencias naturales, sino también en el de las ciencias sociales. b) el establecimiento de vínculos amplios y permanentes con otras culturas, de manera de abrir vías a la difusión cultural. c) el análisis permanente de los componentes culturales (conocimientos, técnicas, valores), a efectos de valorar su adecuación y eficacia. d) la creación de centros o instituciones que sirvan de refugio o conservación de rasgos culturales que han sido desplazados o sustituidos (Bralich, 1966, s/p). Con respecto al punto a), insistíamos en la necesidad de fomentar la investigación y la experimentación en ciencias sociales, de buscar nuevas formas de relación social que atiendan a resolver tensiones o problemas presentes, sin dejar ‐por ello‐ de mantener la investigación en conocimientos científicos o en técnicas de producción, que son los aspectos que hoy suelen contemplarse prioritariamente. Con respecto al punto c) señalábamos que en esa vinculación con otras culturas, debía evitarse la posibilidad de relaciones de tipo imperialista, en las cuales una cultura somete a otra, mediante el artificio de sustituir o desplazar los rasgos culturales originales de la cultura sometida; dicha vinculación debía efectuarse a partir de un equitativo intercambio de experiencias. Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 85 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE permitan una comprensión adecuada de las diversidades culturales, de sus similitudes, de sus www.pedagogica.fhuce.edu.uy Con relación al punto c) señalábamos que una constante revisión crítica y evaluadora de la propia cultura era un factor importante en la creación de un clima propicio al cambio, pero debía evitarse el riesgo de un extremo criticismo, que quiten a los componentes un marco de referencia relativamente estable. Una costumbre, una técnica, que pueden parecer obsoletos en un determinado momento, pueden estar cumpliendo, sin embargo, una función cultural de otro orden, que no llegamos a percibir, pero cuya desaparición puede provocar efectos indeseables. Por último, respecto al punto d) mencionábamos la posibilidad de estimular la creación de “museos de la cultura”. Decíamos al respecto: “Museos de cultura” no significa necesariamente locales especiales y objetos en exhibición (un tranvía, por ejemplo), sino, más bien, lugares y oportunidades aptas para la repetición ‐ abreviada, adaptada‐ de experiencias culturales ya desechadas. Las sociedades nativistas o tradicionalista, podrían constituir un ejemplo de estos "museos". Otro ejemplo podría ser la implantación de una línea de tranvías (con horarios y recorrido reducido) que permitieran la vivencia de ese tipo de transporte (Bralich, 1966, s/d). CONCLUSIÓN Lo anterior reseña, esquemáticamente, el proceso que desarrollamos al enfrentarnos a la necesidad de enseñar “pedagogía social”. Si hoy nos enfrentásemos a esa misma circunstancia, seguramente rescataríamos estos planteamientos y buscaríamos aplicarlos, con los ajustes requeridos por la nueva situación. No nos inclinaríamos a seguir insistiendo ‐ como se suele hacer hoy‐ con la vinculación de la pedagogía social al problema de la “inclusión social”. El problema de incluir en la sociedad a sectores marginados, es algo cuya solución compete a las políticas sociales no a la “educación social”. En todo caso, ante el problema de la marginalidad, la pedagogía social que proponemos puede aportar ‐ justamente‐ en el sentido de que no se trata de “incluir” en nuestra cultura al “marginado”, sino en determinar como es la cultura de ese marginado y que posibilidades tenemos de construir (con él) un nuevo modelo cultural. Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 86 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE culturales toda estabilidad. Los miembros del grupo necesitan contar ‐como ya vimos‐ con www.pedagogica.fhuce.edu.uy REFERENCIAS Bralich, J. (1966). Curso de Pedagogía Social. Multicopiado Hubert, R. (1952). Tratado de Pedagogía General. Buenos Aires: Edit. El Ateneo Natorp, P. (1915). Pedagogía Social – Madrid: La Lectura Planchard, E (1975). La pedagogía contemporánea. Madrid‐ Ed. Rialp. UNESCO. (1949). Educación fundamental. Descripción y programa. París. JORGE BRALICH Profesor (Honorario) de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (UDELAR) Departamento de Filosofía e Historia de la Educación Contacto: [email protected] Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 87 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE Luzuriaga, L. (1954). Pedagogía Social y Política. Buenos Aires: Losada. www.pedagogica.fhuce.edu.uy ARTÍCULO Hernán Espiga, Walter López, Marcelo Morales Resumen Esta presentación recoge nuestra experiencia en el Programa de Formación de Educadores Sociales en Uruguay, primero como estudiantes y ahora como docentes. Haremos un recorrido por dos momentos claves en la concepción de la formación. Al primero, cercano al surgimiento de la carrera, lo describiremos en el apartado “el momento psicológico y la importancia del ser”. La carrera se encuentra ahora en un segundo momento, que se distingue del anterior por un mayor énfasis pedagógico en la formación, colocando el centro de la tarea del Educador Social en los contenidos, lo llamaremos “el momento de Herbart, los contenidos como lugar de encuentro”. Cada uno de estos momentos nos ofrece una serie de pistas para comprender los desafíos que entraña la formación de este profesional de la educación, además, dan cuenta de cómo la mirada pedagógica sobre el sujeto de la educación cambia la mirada sobre el profesional que se necesita y por ende, como se concibe su formación. El segundo momento nos coloca en franca aceptación de las limitaciones del educador frente al acto educativo: lo más cerca que puedo estar de educar, acción en sí inalcanzable, es enseñar algo. Veremos cómo esto resulta un interesante avance con respecto al momento anterior, pero es insuficiente como base única para pensar en el sentido de nuestra tarea: el sujeto de la educación. En el tercer capítulo veremos los límites que nos plantea esta forma de concebir la tarea del Educador Social y el “lado oscuro de la relación educativa”. Palabras Clave: Formación; Educación Social; Pedagogía. SOCIAL EDUCATION IN URUGUAY: NOTES TO THINK OF FORMATION Summary This presentation involves our experience at the Social Educators in Uruguay Formation Programme first as students and now as teachers. We are covering two clue moments in the conception of the formation. The first one, near to the career origin is being described in the section “The psicologic moment and the importance of being”. The career is now in a second moment, different from the one in the focus on pedagogy in the formation, setting the key of Social Educator's work in the contents, we are calling it “Herbart's moment, the contents as a meeting place”. Each moment offers us some clues to understand the challenges that Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 88 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE EDUCACIÓN SOCIAL EN URUGUAY: APUNTES PARA PENSAR LA FORMACIÓN www.pedagogica.fhuce.edu.uy imply the formation of this education professional, moreover take into account how de pedagogic sight on the education subject changes the sight on the professional that is needed and how the formation is conceived. In the third chapter we see the limits of this wat of conceiving the social educator work and the “dark side of the educational relationship”. Keywords: Formation; Social Education; Pedagogy. Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 89 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE The second moment sets us accepting the educator limitations in front of the educative act: the nearest I can be to education, unreacheble action, is teaching something. We show how it results an interesting advance respecting the previous moment, but it is not enough as the unique base to think about the sense of our work: the education subject. www.pedagogica.fhuce.edu.uy INTRODUCCIÓN La educación es una de las actividades humanas por excelencia, quizás la principal a través de la cual intentamos cambiarnos, ser un poco mejores cada vez, más humanos. Pedagogía Social surge como un movimiento, una reflexión sobre prácticas dispersas, con la intuición primero y la certeza luego, de su alto valor educativo y de sus efectos de inclusión social. La profesionalización de estas prácticas exigía (y exige) una nueva figura capaz de pensar el hecho educativo en escenarios diversos; en Uruguay este profesional es el Educador Social. Este artículo recoge nuestra experiencia en el Programa de Formación de Educadores Sociales en Uruguay, primero como estudiantes y ahora como docentes. Haremos un recorrido por dos momentos claves en la concepción de la formación. Al primero, cercano al surgimiento de la carrera, lo describiremos en el apartado “el momento psicológico y la importancia del ser”. La carrera se encuentra ahora en un segundo momento, que se distingue del anterior por un mayor énfasis pedagógico en la formación, colocando el centro de la tarea del Educador Social en los contenidos, lo llamaremos “el momento de Herbart, los contenidos como lugar de encuentro”. Cada uno de estos momentos nos ofrece una serie de pistas para comprender los desafíos que entraña la formación de este profesional de la educación, además, dan cuenta de como la mirada pedagógica sobre el sujeto de la educación cambia la mirada sobre el profesional que se necesita y por ende, como se concibe su formación. El segundo momento nos coloca en franca aceptación de las limitaciones del educador frente al acto educativo: lo más cerca que puedo estar de educar, acción en sí inalcanzable, es enseñar algo. Veremos cómo esto resulta un interesante avance con respecto al momento anterior, pero es insuficiente como base única para pensar en el sentido de nuestra tarea: el sujeto de la educación. En el tercer capítulo veremos los límites que nos plantea esta forma de concebir la tarea del Educador Social y el “lado oscuro de la relación educativa”. La estructura de materias del Programa de Formación de Educadores Sociales en Uruguay, se mantiene prácticamente sin cambios a lo largo de estos años: una columna Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 90 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE Educación implica un sin fin de prácticas sociales donde la escuela es sólo una parte. La www.pedagogica.fhuce.edu.uy vertebral que consiste en los Prácticos (I, II y III) y las respectivas Pedagogías, una serie de materias teóricas dedicadas a pensar la cuestión social, institucional y psicológica (problemas sociales, psicología evolutiva, familia, equipos de trabajo, derecho) y un grupo de metodologías de trabajo (taller lúdico, talleres de expresión, sexualidad, planificación). Por último, queremos explicitar nuestras múltiples implicancias, primero como estudiantes (de tres generaciones diferentes), segundo como profesionales con prácticas en diversos proyectos educativos y tercero como docentes de la materia Práctico II, donde inevitablemente vemos a los estudiantes como futuros colegas. EDUCACIÓN SOCIAL EN URUGUAY I: SURGIMIENTO Y PRIMER MOMENTO El momento psicológico y la importancia del “ser” “… los educadores sociales son los ojos y las manos de los técnicos” (Integrante del equipo técnico de centro INAU1). Los inicios de la formación de educadores sociales en nuestro país se presentan como una respuesta de mejora al tratamiento del abandono (moral y material) y punitivo de los “menores infractores” por parte del Estado. Por ese entonces (fines de los años 80 y principios de los 90) se daban una serie de acontecimientos que coadyuvaron a la creación de esta formación y que a la vez favorecieron la inserción de los egresados en el ámbito de la ejecución de las políticas sociales para la infancia adjetivada2. Mencionamos algunos de estos factores: • reiteradas denuncias de maltrato3, torturas aplicadas en centros de tratamiento del abandono, que obligaron al poder político a intentar dar respuestas de fondo al problema, posibilitando la formación de un técnico en atención a la infancia tutelada; 1 Instituto Nacional del Niño y del Adolescente del Uruguay, órgano rector de las políticas de infancia en nuestro país. 2 Con esto nos referimos a las infancias que merecen un adjetivo, siempre menoscabándola. 3 En particular, dos hechos desencadenantes que tomaron relevancia pública, fueron la muerte de unas adolescentes durante un incendio en un internado de INAU y denuncias de maltrato y torturas, en particular el encierro de adolescentes dentro de una heladera de otro establecimiento, por parte de sus celadores. Esto derivó en una interpelación en el Parlamento a la Directora del aquel entonces Consejo del Niño (actualmente INAU) en el año 1987. En la misma se aprueba el presupuesto para reabrir la “Escuela de Funcionarios” donde comienza a desarrollarse la Carrera de Educación Social. Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 91 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE materias que intentan proveer herramientas y reflexión sobre temas específicos o www.pedagogica.fhuce.edu.uy • la vuelta al país de profesionales que se fueron exiliados durante la dictadura cívico‐ militar, que volcaron sus experiencias en educación especializada adquirida en otros países (principalmente europeos); el nacimiento del “nuevo” paradigma de la “protección integral del niño” a partir de la Convención de los Derechos del Niño dejando de lado en el discurso el “paradigma de la situación irregular”. A esto le sumamos los últimos suspiros del “estado de bienestar” que nos hacía pensarnos como una sociedad homogénea, con igualdad de oportunidades, integrada, donde los niños bajo la tutela del Estado eran vistos como “ovejas descarriadas que había que traer de vuelta al rebaño”. Esta idea pierde valor frente al paradigma de la Protección Integral y al advenimiento de una época de neoliberalismo a ultranza llevado adelante en la década del 90, donde las fragmentaciones sociales se hicieron más visibles e irreconciliables con la idea del “Uruguay integrado”. En sus comienzos, la formación de educadores sociales en nuestro país estaba centrada en la persona, en la capacidad de generar vínculos (¿educativos?) y de organizar la cotidianeidad de los proyectos en los que se insertaba, parecía que eso era suficiente. Esto partía de algunas premisas que sustentaban ese conjunto de ideas sobre la educación y el rol de educador social: Si el vínculo es positivo posibilita una socialización sana, o sea que, si el niño puede vincularse sanamente con el educador, podrá vincularse sanamente con la sociedad. El educador es el representante de la sociedad en ese vínculo: producto de esto es que el educador educa con el ejemplo y es el modelo a seguir. Un mundo externo ordenado posibilita un mundo interno organizado. El orden y la disciplina ocupaban un lugar central en la tarea educativa y en eso se jugaba la pericia del educador a vistas de los otros técnicos. El dominio del grupo y la obediencia era lo que se esperaba del educador. La autoridad del educador estaba centrada en su persona y se ejercía con esos fines. Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 92 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE • www.pedagogica.fhuce.edu.uy Las tareas cotidianas vinculadas a la crianza (higiene, alimentación, salud, rutinas) eran responsabilidad del educador. Además de los dispositivos grupales la entrevista ocupaba un lugar importante en la Historizar. Construir con el otro la temporalidad de los sucesos en contra del determinismo histórico. La premisa era: tomar conciencia de las condiciones objetivas de existencia de los sujetos es el camino de la transformación liberadora. Construir relaciones causa‐efecto. La instauración del pensamiento lógico en contra del mágico. Trascender la inmediatez buscando un pensamiento a largo plazo, identificando un horizonte y objetivos intermedios en la construcción de un “proyecto de vida”. Devolver ordenadamente los sucesos de la vida del sujeto, desde sus afectos a sus actividades. Al final se intentaba llegar a un acuerdo en términos de “contrato pedagógico” donde cada parte asumía responsabilidades y metas en ese “proyecto de vida”. En la materia práctico se trabajaba con dispositivos casi terapéuticos, con referencias directas a los grupos operativos de la psicología social. Fundamentalmente se aprendía sobre el estilo de educador que uno podía ser, no importaba mucho lo que se trasmitía en si, sino la forma en que uno se ponía como ejemplo de la sociedad. Ejemplo y modelo eran dos palabras que acompañaban el rol. El educador era el representante de la sociedad. Los objetivos de la tarea del educador estaban en relación a la “creación de hábitos”, “el fortalecimiento de la autoestima”, “la empatía”, el desarrollo de la sociabilidad del sujeto, el mantenimiento del orden, la concientización y la elaboración del “Proyecto de vida”. Acompañar, aconsejar y ordenar eran verbos que daban sentido a la acción. En estos tiempos se concebía al Educador Social como “un profesional de la acción”: esta máxima venía de la mano de que otros eran los profesionales del pensamiento: los psicólogos, asistentes sociales, médicos, psiquiatras, abogados y en menor medida maestros, Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 93 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE tarea de educar. En esta el educador debía: www.pedagogica.fhuce.edu.uy eran quienes constituían los “equipos técnicos”. Los educadores eran parte de los “equipos de trabajo” que eran dirigidos por los técnicos. El educador se transformaba entonces en un “hacedor de actividades”, que tenía como; “los educadores sociales son los ojos y las manos de los técnicos”. En definitiva el origen del educador social en nuestro país es “auxiliar de técnico” bajo el principio de delación del otro, consistía en ver actitudes, escuchar pensamientos, denunciándolos a los técnicos, luego, recoger las reflexiones y lineamientos de trabajo y ejecutarlos en la vida cotidiana. Por esto, las dos herramientas privilegiadas en el proceso de formación (desde la materia práctico) eran la observación y el registro. Es el momento donde el apellido social toma gran relevancia (en clave de control social), desplazando a nuestro entender, a la educación. En suma: la formación de educadores sociales y su inserción en el campo laboral estaban signados por dos conceptos que abarcaban su accionar: la crianza y el control. Y la mayor cualidad profesional que debía tener un Educador Social era ser buena persona. EDUCACIÓN SOCIAL EN URUGUAY II: LA CENTRALIDAD DE LOS CONTENIDOS El momento de Herbart, los contenidos como lugar de encuentro No aprendemos nada con quien nos dice: «haz como yo». Nuestros únicos maestros son aquellos que nos dicen «hazlo conmigo», y que en vez de proponernos gestos a reproducir, saben emitir signos desplegables en lo heterogéneo (Deleuze, 1988, p. 69). Con la llegada de los pedagogos y pedagogos sociales (con fuerte influencia española) y el largo camino iniciado con el horizonte de la profesionalización, se empezó a enfatizar en el carácter educativo de la profesión, resaltando el nombre (educador) frente al apellido (social). Se instaura entonces una discusión poco productiva entre los pedagogos y los psicólogos sobre la tarea de los educadores sociales (ambas profesiones dirigían los procesos de formación de los educadores): ¿vínculo educativo o relación educativa? Hablar de Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 94 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE como máximo fin el de la organización de la vida cotidiana. Escuchamos alguna vez frases www.pedagogica.fhuce.edu.uy educación sin vínculo era impensable para los psicólogos, hablar de vínculo en la relación educativa era mala palabra para los pedagogos. Se planteaban como posturas excluyentes, antagónicas, estaban los partidarios del “vínculo” y los que defendían la “relación”. que se enseña ocupa la centralidad de nuestra tarea como educadores. En este momento se vuelve evidente que como toda profesión educativa, la educación social se propone llegar a cierto horizonte, pero el modo de avanzar hacia allí –y lo que la vuelve educativa‐ es promoviendo aprendizajes. El sujeto de la educación se concibe entonces como alguien que ocupa un lugar en un momento dado, alguien que acepta situarse en esa relación de tres que nos habla Herbart, dispuesto a esforzarse –en alguna medida al menos‐ por adquirir la selección de la cultura (los contenidos) que el educador pone a su disposición. El “sujeto de la educación” es alguien aceptando ocupar un lugar. Alguien, que además decide ocuparlo porque espera “algo” (¿los contenidos?) de otro “alguien”. Desde esta lógica, las ofertas educativas ofrecen lugares a ser ocupados por personas que devienen en sujetos de la educación, según su voluntad, por más que nos pese. Vale aquí recordar palabras de Hegel: “…el hombre puede ser sojuzgado; es decir, que su parte física, por lo tanto exterior, puede ser sujeta al poder de otros. Pero la voluntad no puede en sí y por sí, ser violentada” (Núñez, 2003, p. 23). La pregunta en este momento es ¿qué enseña el Educador Social? Pregunta que la formación intenta responder fundamentalmente desde la materia Práctico. En Práctico se centran las reflexiones y contenidos curriculares propios del quehacer del Educador Social, en diálogo con las experiencias que los estudiantes van desarrollando como practicantes. El tema contenidos de la educación social es estructurante del proceso formativo, teniendo su mayor énfasis en Práctico II, durante segundo año. La necesidad de dar cuenta de una especificidad profesional, de poder decir lo que nos hace diferentes a otras profesiones recala en la exigencia de trascender el mero cuidado y acompañamiento de los sujetos, aspectos que nos impregna un “aire de familia” (Trilla, 2000) con otros oficios. Esto conlleva la exigencia de objetivar lo “educativo” y lo “cultural”, en tanto dimensiones complejas, subjetivas y materializadas. Es allí en donde los contenidos y métodos de la Educación Social cobran centralidad en la formación profesional. Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 95 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE Esa lucha la ganaron los pedagogos, moviendo el péndulo hacia el otro extremo: lo www.pedagogica.fhuce.edu.uy Acordamos con la definición que Violeta Núñez (1999; 2003) retoma de Herbart, pedagogo del siglo XIX que propone que la educación es la relación entre dos sujetos, mediada por los contenidos. Es un triángulo que no se cierra en la base donde la (inevitable) contenidos. Hemos aprendido en este tiempo, como educadores y como docentes, las dificultades teóricas y los efectos prácticos perjudiciales que representan para un enfoque educativo aquellas prácticas sin contenidos, centradas en la relación entre los sujetos. Entendimos en su momento y sostenemos aún hoy, que es ineludible la necesidad de exigir a los educadores una definición clara de los contenidos a transmitir, explicitando los recortes realizados, la pertinencia de los mismos y los efectos que se espera puedan producir. Nuestras propias experiencias de aprendizaje nos dejan esas matrices de pensarlo como una actividad de recopilación de signos que nos anteceden, a partir de la interpretación de la realidad y orientando nuestro actuar hacia el logro de los objetivos planteados. Se propicia entonces una tendencia a tratar de definir, delimitar (con una precisión casi quirúrgica) que es lo que se tramita (y lo que no) en nuestras propuestas educativas. Desde esta perspectiva, se visualiza la posibilidad de despojarse de viejos ropajes que oscilan entre el uniforme del celador y la túnica del apóstol4. Descentrarnos de la prédica de explorar la personalidad del educando, del “empatizamiento” (parece como “empastillamiento”, algo adormecedor) y avanzar hacia un marco de actuación más claro, que permita operar desde la incertidumbre y la inseguridad que producen las situaciones de la práctica, donde nos enfrentamos con una realidad siempre inabarcable, inobjetivable, que es preciso recortar para tomar decisiones y lograr que algo educativo pase. El segundo momento nos coloca en franca aceptación de las limitaciones del educador frente al acto educativo: lo más cerca que puedo estar de educar, acción en si 4 El Pedagogo Argentino Estanislao Antelo toma a Zizek para reflexionar en torno a las paradojas de la autoridad en educación, concluyendo “O bien, la autoridad está en el maestro o bien está en su enseñanza. O bien la autoridad de la señorita Betty está en sus cualidades personales, o bien está en el contenido de su enseñanza. O bien, no está en ninguna de esas dos opciones” (FLACSO, Diploma Superior en Gestión Educativa Clase 7: Autoridad y transmisión. Pág 7. 2006. Inédito). Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 96 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE relación entre los sujetos no es lo que define lo educativo, sino la presencia de los www.pedagogica.fhuce.edu.uy inalcanzable, es enseñar algo. Esto resulta un avance cualitativo con respecto al anterior, pero resulta insuficiente como base única para pensar en el sentido de nuestra tarea: el sujeto de la educación. Esta focalización en los contenidos ha permitido una mayor formativos en los estudiantes. Pero como contracara vemos una tendencia que sobredimensiona el lugar de los contenidos minimizando otros aspectos de la relación educativa que, entendemos, también la constituyen como tal. Estamos hablando de una tendencia, no de un hecho anacrónicamente consolidado, de un énfasis del educador social preocupado por definir, delimitar, seleccionar, los contenidos de la relación olvidando o descuidando otros aspectos igualmente importantes, por ello entendemos que estamos en un buen momento para resituar los elementos que componen (constituyen) la relación educativa. Dirá Fernando Bárcena: “Aprendemos según ese formato: como un sistema de señalizaciones que nos permite saber a cada momento dónde estamos y hacia dónde queremos dirigirnos. Punto y final de partida claros” (Bárcena, 2000, p. 10). Estos supuestos puntos de partida y llegada claros que nos viene permitiendo esta pragmaticidad, devienen insuficientes, luego dirá: “Pero esta lógica es errónea. Pues es justamente lo nuevo que hay que aprender lo que debe protegerse: la capacidad de novedad y de sorpresa” (Bárcena, 2000, p. 10). Tratando de sintetizar, diremos que estos dos momentos resultan ilustrativos sobre el proceso histórico de la concepción del Educador Social y de su rol en nuestro país. El segundo momento fue ayudado a construir desde la práctica de educadores sociales formados durante el primero y resulta, como ya afirmamos, un avance respecto a la concepción del otro y el esclarecimiento de la intencionalidad del educador, poniendo límites a la discrecionalidad. Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 97 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE objetivación de la práctica de los educadores sociales, con valor didáctico y efectos www.pedagogica.fhuce.edu.uy Cualidades Segundo Momento Buena Persona Ideas Fuerza Verbos que dan sentido a su acción Objetivos Modelo Crianza Acompañar Hábitos Referente Control Aconsejar Autoestima Ejemplo Empatía Ordenar Socialización Transmitir Circulación e Integración Social Contenidos Profesional Mediador Sujeto de la Educación Enseñar Acceso al Patrimonio Cultural Desde nuestra perspectiva, los contenidos son condición necesaria para que esa relación que se establece entre dos sujetos sea educativa, pero no es condición suficiente para ello. Estos, no deben funcionar a la relación educativa a modo de lecho de Procusto5. Frente a la imposibilidad de amputar aquello que excede a los contenidos, aquello que por más que tratamos de capturar se nos vuelve absolutamente escurridizo, nos preguntamos ¿Qué otras dimensiones debe considerar el Educador Social? ¿Dónde radica la esencia de una práctica formativa para el educador social? Tomando palabras de Carlos Skliar “(…) en vez de preguntas habitamos, quietos, la tiranía de la respuesta: me das una respuesta, te doy una respuesta, nos damos una respuesta, damos la respuesta. Sobran respuestas... Lo que hace falta son preguntas sin respuestas” Como atisbo de respuestas, quizás profundizando en las preguntas, pensamos que la fijación en los contenidos racionaliza la acción educativa, dotándola de forma, de estructura metodológica interna y valor profesional externo, pero con altos riesgos de simplificación. Si 5 En la mitología griega Procusto era un bandido y posadero, en su casa, ofrecía posada al viajero solitario, lo seducía y lo invitaba a tumbarse desnudo en una cama de hierro. Si la víctima era alta, Procusto la acostaba en una cama corta y procedía a serrar las partes de su cuerpo que sobresalían. Si por el contrario era más baja, la invitaba a acostarse en una cama larga, donde la maniataba y estiraba a martillazos. Nadie coincidía jamás con el tamaño de la cama porque ésta era secretamente regulable: Procusto la alargaba o acortaba a voluntad antes de la llegada de sus víctimas. Una cama o lecho de Procusto es un estándar arbitrario para el que se fuerza una conformidad exacta (Núñez, 2010, p. 318). Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 98 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE Primer Momento Rol www.pedagogica.fhuce.edu.uy los contenidos se vuelven un aspecto procedimental, estático, de traslación, devienen en la demanda y la oferta, de la adquisición y la instrucción de un conocimiento del cual se desprenderá la educación. carencia, la sobrevaloración lo hace reduciendo al sujeto de la educación a sujeto del aprendizaje. La tendencia marca rumbos más cercanos a la ciencia educativa que al arte educativo, a la profesionalización en detrimento de las habilidades del oficio de educar. Como educadores no tendrán, los estudiantes, un conocimiento estandarizado del que apropiarse y el cual enseñar, el educador no es el que media entre el educando y el conocimiento (matriz pedagógica de formación docente), son los contenidos los que median entre ambos. Los contenidos son la excusa, el pretexto y la necesidad de descubrirse en su desconocimiento al educador y al educando, son el lugar en donde cada uno es lo que es y busca instaurar un lugar de potencialidad de ser lo que no se imaginan, y muchas veces no desean, ser, ni saber. Para ser o saber lo que soy o sé, no es necesario un educador, basta con un compañero, una operador, un monitor o acompañante, ser educador será desde esta perspectiva un heterometido (Antelo, 2005), ser formador es ser un entrometido en las ideas del otro, alguien que te hará las preguntas no deseadas y te propondrá caminos no planteados. En definitiva para, transitar, para hacer lo que ya sabe, lo que ya tiene, no necesitan un educador y menos aún, un educador social docente. El Educador Social se concibe entonces como un profesional de la educación, donde el verbo que da sentido a su acción es trasmitir. La transmisión ocupa el centro de nuestro quehacer como profesionales. Transmisión tomando su raíz etimológica: tradición, traducción y traición. Tradición, porque los contenidos pretenden vincular al sujeto con la historia que lo precede, las costumbres, los modos de hacer, en suma, la cultura. Traducción, porque todo acto de enseñar implica una selección y una interpretación por parte del educador. Y Traición, porque los que se trasmite nunca llega idéntico a sÍ mismo, el sujeto de la educación hace su reinterpretación, se apropia y por suerte, modifica lo recibido. Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 99 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE Así como la ausencia de estos contenidos cosifica y priva al otro por omisión y www.pedagogica.fhuce.edu.uy En síntesis, pensamos que para comprender y reflexionar sobre nuestra tarea como profesionales, los contenidos y la transmisión, deben tener un lugar preponderante en nuestra acción, pero esta no acaba allí. Creemos que esta forma de concebir la tarea del despojando por momentos de la complejidad que el relacionamiento humano conlleva; el que se imponía como el único marco de reflexión en el primer momento. Hoy en día parece que lo único importante son los contenidos, el qué, mientras el cómo y el quién quedan en el lado oscuro de nuestra tarea. El vínculo inevitable entre agente y sujeto es el lado oscuro, lo que queda de lado en esta postura. EDUCACIÓN SOCIAL EN URUGUAY III: EL LADO OSCURO DE LA RELACIÓN EDUCATIVA Nota de campo de una estudiante de Educación Social durante la práctica curricular en 2º año Cuando la Educadora Social abre la puerta se escucha la voz de una señora (que no veíamos pero por su voz sabemos que era una persona mayor), dice: “diagnóstico6, te lo dejo (refiriéndose a un adolescente varón), es de acá, me firmas aquí (dirigiéndose a la educadora)”. En ese instante el chico le dice a la educadora: “no me voy a quedar”, a lo cual ella le contesta: “si te vas a ir andate ahora”. Mientras que la funcionaria de diagnóstico le dice “no, antes firmame acá” (refiriéndose, suponemos a un formulario de ingreso). La educadora se niega a hacerlo ya que dice no conocer al chico (en este momento le pregunta cuándo estuvo en la institución y si recuerda haberla visto en algún momento, el tono de la comunicación entre el chico y la educadora es distendido). A continuación se produce una discusión entre ambas por la firma del formulario: la educadora dice que no firmará ya que el chico no permanecerá en la institución y la funcionaria de diagnóstico le reclama que lo firme porque mientras la educadora no firme la responsable del chico es ella, y la fuga se le atribuiría a ella. La discusión sube de tono ante la insistencia de ésta última porque el formulario sea firmado y la negativa de la educadora a hacerlo. En este momento la educadora cambia el tono de la discusión y accede a firmar, despide a la funcionaria en tono amable. La discusión termina de esta forma, el chico se retira también pero no es notorio el momento en que lo hace ya que la discusión ocupó el lugar protagónico de la situación. 6 Se refiere al Centro de Estudio y Derivación de INAU (CED), llamado diagnóstico en la jerga institucional. La escena se desarrolla en la puerta de un internado entre un funcionario del CED y una Educadora Social titulada que trabaja en el internado. Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 100 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE Educador Social ha derivado hacia cierta pretensión de asepsia, de “tecnicidad” en él, www.pedagogica.fhuce.edu.uy Otra educadora se acerca en el instante en que se cierra la puerta pero la escena que acababa de terminar, en ningún momento es motivo de intercambio entre ambas (Relato de una estudiante de Educación Social sobre una situación de la práctica). contenidos: son necesarios pero no suficientes para una tarea educativa. Sin hospitalidad y trato digno entre los sujetos la educación no es posible. ¿Por dónde pasa la tarea educativa si el otro es una cosa que se intercambia en un acto burocrático? La construcción de espacios educativos, para que sean habitados por otros que son “recién llegados” es responsabilidad de los adultos. La idea de extranjero y la necesidad de hospitalidad, cobran un especial significado si la llevamos a la infancia. La infancia es la razón de ser de la tarea de educar. La construcción espacios educativos no puede eludir esta relación intrínseca, íntima, entre infancia y educación, para lo cual creemos, debemos ir contra la etimología7 que la propia palabra carga y animarse finalmente, a escuchar que es lo que los niños tienen para decirnos. En este caso hasta el mínimo movimiento de acogida fue negado, algo tan simple como: ¿cómo te llamás? ¿de donde venís? ¿cómo te sentís? Reconocer que hay otro adelante y preocuparnos por su estado (más aún sabiendo la situación de vulnerabilidad en la que se encuentra) hace posible un encuentro entre dos sin el cual la educación es impensable y hasta inmoral. Compatía es la posibilidad de participar en el sufrimiento del otro (Mélich, 2006). No es posible pensar en una ética profesional sin la posibilidad de indignarse frente al dolor del otro, no es posible pensar una ética profesional que no parta de un principio más básico de reconocimiento, acogida y hospedaje del que llega a las fronteras de nuestras propuestas educativas. Desde esta perspectiva es que nos preguntamos acerca de nuestra tarea; ¿qué hay en la relación educativa más allá de los contenidos? Entendemos que eso constituye el lado oscuro de la misma. 7 El término Infancia proviene del latín, con el prefijo privativo ‘in’ y el verbo 'fari' (hablar), en forma literal significa ‘sin habla’. (Castello, Ángel‐ Marisco, Claudia, Diccionario Etimológico de términos usuales en la praxis docente, Buenos Aires, Altamira, 2005 en: Kohan, 2007, p. 10) Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 101 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE Este relato nos impacta por su crudeza, cuestionando la omnipotencia de los www.pedagogica.fhuce.edu.uy Entendemos que los contenidos formativos deben operar como un lugar de frontera, terreno confuso, multilingüe, extremadamente inseguro, un lugar de encuentro entre sujetos aprendientes, enseñantes, pero en definitiva entre sujetos predispuestos a que algo remitimos al sentido Derridiano, en donde toda frontera será un borde, una piel que en tanto media separa, pero también une; en tanto está a la espera del contacto con el otro, delimita, configura y da forma al acto educativo. Tratamos que el relato, la anécdota, el conflicto propio de toda organización y de las instituciones, se constituyan en un problema para los estudiantes, que les permita el expresarse y pensarse, que nos permita acercarnos a la experiencia de educar. Experiencia, dice Larrosa, es aquello que nos pasa. Es algo personal e intransferible como un todo que involucra aprendizajes, cambios, ideas, transformaciones en mí y en mi forma de entender. Experiencia implica pensamiento y construcción de conocimiento. Nuestra tarea como docentes es promover en los estudiantes la construcción de su experiencia (Larrosa, 2000). La situación de encuentro se constituye a partir de dos ideas centrales, la posibilidad de desencuentro y de no encuentro a partir de la experiencia. Si la experiencia supone algo que no depende de nosotros, tampoco va a reproducir necesariamente nuestras ideas, ni nuestros proyectos y mucho menos nuestras intenciones. No hay experiencia sin la aparición de un “eso”, el cual puede ser un alguien o un algo, en definitiva un acontecimiento, que es exterior, extranjero a mí, que no pertenece a mi lugar, que no está en el lugar que yo le doy. La “incerteza” como método Estamos convencidos que una de nuestras principales tareas como docentes es deformar, o por buscar un matiz un poco más delicado: des‐formar. La formación se da como una deformación de lo adquirido, una alteración en el sujeto educado, encontramos en la construcción de situaciones grupales de aprendizaje el lugar en donde se da el proceso formativo. Es necesario que quien pretende trabajar en situaciones donde la moral no ofrece respuestas y las recetas tienen siempre un carácter provisional, esté dispuesto a revisar lo Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 102 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE acontezca entre ellos y en ellos. Cuando hablamos de frontera (que significa entre), nos www.pedagogica.fhuce.edu.uy que cree como verdadero, lo que cree como bueno y emprenda un viaje para comprender cómo es que ha llegado a ese pensamiento, a esa certeza. Los estudiantes ‐lógicamente‐ exigen que se les diga qué tienen que hacer, cómo lo proponen una relación con el saber instrumental, que necesita certezas, una estructura epistemológica consistente e invariable, donde frente a una misma situación funcione la misma respuesta. Larrosa nos habla acerca de la necesidad de “dignificar la experiencia, reivindicar la experiencia, y eso supone dignificar y reivindicar todo aquello que tanto la filosofía como la ciencia tradicionalmente menosprecian y rechazan: la subjetividad, la incertidumbre, la provisionalidad, el cuerpo, la fugacidad, la finitud, la vida” (Larrosa, 2003, p. 4). Desde ello entendemos que la experiencia no puede ser alcanzada bajo los cánones de las posturas formativas que reflejen certezas prescriptivas sino desde la coexistencia de la posibilidad de hacer algo juntos y su misma imposibilidad. La tarea como educadores es repartir signos y eso obliga a soportar algo que es insoportable: no saber a priori cuál es el destino de los signos que uno reparte. Los efectos de nuestras acciones escapan a nuestro control y no son más que buenos deseos que el educador pone en juego al elegir los contenidos. Los dos primeros momentos mencionados han colaborado a la formación de un profesional de la Educación Social en el Uruguay con un perfil propio y un campo de acción amplio, entendemos que es el momento de recuperar lo mejor de uno y de otro; no es posible pensar la tarea educativa sin tener en cuenta lo que pasa en el plano de la relación personal, ni reducirla simplemente a eso; no es posible la trasmisión de contenidos sin tener en cuenta quién es el otro que tengo enfrente, porque el otro también lo recibe de acuerdo a quién lo trasmite. Un exceso de confianza en la trasmisión nos puede llevar a pensar, a creer, que mi tarea como educador acaba allí, sin importar los efectos que produce. Pero tampoco es posible pensar en educación únicamente desde una relación personal. Debe ser una exigencia de todo educador social realizar una selección consciente y explícita de los contenidos que pretende trasmitir y los objetivos que en ello persigue. Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 103 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE tienen que hacer para contribuir a la solución del problema que lo convoca a la acción. Nos www.pedagogica.fhuce.edu.uy La idea de hospitalidad resulta poderosa: acoger al que viene de afuera, al extranjero (Derrida, 2000), que quizás no maneje nuestras costumbres o ni siquiera nuestra lengua. Educar implica fundar un encuentro para dejar de ser mutuamente extranjeros. AAVV. (2009). Educación Social. Acto político y ejercicio profesional. Montevideo: ADESU‐ MEC. Antelo, E. (2006). FLACSO, Diploma Superior en Gestión Educativa, Clase 7: Autoridad y transmisión. Inédito. Antelo, E. (2005). Notas sobre la (incalculable) experiencia de educar. En G. Frigerio, & G. Diker, Educar: ese acto político. Buenos Aires: del Estante. Bárcena, F. (2000). El aprendizaje como acontecimiento ético. Sobre las formas del aprender. Madrid: Universidad Complutense de Madrid. Departamento de Teoría e Historia de la Educación. Bauman, Z. (2005). Los retos de la educación en la modernidad líquida. Barcelona: España. Bauman, Z. (2002). Modernidad Líquida. Buenos Aires: Argentina. Derrida, J. (2000). La hospitalidad. Buenos Aires: Ediciones de la Flor. Deleuze, G. (1988). Diferencia y repetición, Gijón: Júcar. Freire, P. (1997). Política y Educación. México: Siglo XXI. García Molina, J. (2003). Dar (la) palabra. Deseo, don y ética en educación social. Barcelona: GEDISA. Kohan, W. (2007). Infancia, política y pensamiento. Ensayos de f¡losofía y educación. Buenos Aires: Del estante. Larrosa, J. (2003). Conferencia: La experiencia y sus lenguajes, Buenos Aires: Disponible en http://www.me.gov.ar/curriform/publica/oei_20031128/ponencia_larrosa.pdf Larrosa, J. (2000). Pedagogía profana : estudios sobre lenguaje, subjetividad, formación. Buenos Aires: Novedades Educativas. Lewkowicz, I., Cantarelli, M., & GrupoDoce. (2003). 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Marcelo Morales | [email protected] Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 105 www.pedagogica.fhuce.edu.uy ARTÍCULO Matías Meerovich, Gabriela Pérez Resumen El siguiente artículo aborda algunas líneas conceptuales y posibilidades que surgen desde la pedagogía social al momento de repensar el formato y funcionamiento de los centros de educación media en el contexto uruguayo actual y las articulaciones factibles con las prácticas educativo sociales. Palabras clave: educación social; educación media; ampliar; pedagógico; sujeto; contenidos. SOME THOUHGTS ABOUT POSSIBILITIES OF SOCIAL EDUCATION IN SECUNDDARY SCHOOL Abstract The following article says about the possibilities and main ideas developed by Pedagogía Social to think about the conditions and structure of high school and relation with social education performances, actually in Uruguay. Keywords: social education; secondary school; broaden; pedagogic; individual; educational contents. Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 106 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE PISTAS PARA UN ITINERARIO. REFLEXIONES EN TORNO A LAS POSIBILIDADES DE LA EDUCACIÓN SOCIAL AL MOMENTO DE REPENSAR LOS FORMATOS DE EDUCACIÓN MEDIA www.pedagogica.fhuce.edu.uy INTRODUCCIÓN Lo que sigue reúne algunos fundamentos y reflexiones que confluyen en torno al interés de explorar las articulaciones entre los centros de enseñanza media y las prácticas de Con la hipótesis de que ese necesario encuentro admite ampliaciones y profundizaciones en relación a la situación actual, y que esos ensanches enriquecerían tanto a la propuesta de los centros como al campo profesional de los educadores sociales, es que pensamos e intentamos sistematizaciones reflexivas en torno a nuestras prácticas. Al inicio de este artículo se establecen algunos parámetros generales que hacen a las experiencias ya existentes de la educación social desempeñándose en la órbita de la enseñanza media, al tiempo que se esbozan, de forma muy general, ciertas características del momento histórico que se encuentra viviendo en la actualidad los formatos escolares modernos. Luego se establecen ciertas ideas comunes a la noción de educación, entendiéndolas como parámetros básicos del lugar social de la educación como institución social, más allá de la forma‐organización que en el devenir de las construcciones culturales tome. Establecidos esos puntos de partida, se establece una suerte de hipótesis de trabajo, según la cual las posibilidades de aporte de la educación social al momento de repensar los formatos de educación media tendría que ver con la imagen de ampliar lo pensable en cada centro. De esta manera se plantea una ampliación de la mirada sobre los sujetos y sobre los aprendizajes. 1 Este artículo contiene las ideas y reflexiones que aparecían en la ponencia “Tono y matiz. Composiciones de la educación social en enseñanza media” (Matías Meerovich, Claudia Moreira, Gabriela Pérez), presentada en el grupo de trabajo sobre Pedagogía Social, en el marco de las Jornadas de Extensión e Investigación en FHCE en noviembre de 2011. Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 107 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE la educación social1. www.pedagogica.fhuce.edu.uy PENSAR Y ARGUMENTAR LA PERTINENCIA DE LA EDUCACIÓN SOCIAL EN ESCENARIOS ESCOLARES Los discursos producidos o asumidos desde la educación social en el devenir de su desarrollo en nuestro país, permiten rastrear cómo se ha ido transformando la mirada de su relación con el ámbito escolar. A riesgo de simplificar, podríamos reconocer dos momentos previos: uno, inicial, donde la definición de lo educativo social radicaba, prácticamente, en su condición de no escolar. Otro, un segundo momento en el que la educación social pasó a decir de sí atendiendo más a su “interior”, que a la comparación y definición a partir de su distancia con otras prácticas educativas. El foco se desplaza de lo educativo social como lo extra escolar a lo educativo social a través de qué contenidos, con qué sujetos, desde qué funciones. Enmarcadas en ese movimiento conceptual se desarrollan algunas experiencias orientadas a pensar las posibles articulaciones de lo educativo social y lo escolar2, que resultan antecedentes relevantes para las posteriores inserciones laborales de los educadores sociales en estos espacios. De este modo, llegamos a un momento actual en el que, por una parte, la educación social cuenta con un acumulado tal de experiencias en campo que debe dar lugar a la producción de un discurso pedagógico social en este sentido; pero además, el tránsito de la formación a la órbita del Consejo de Formación en Educación vuelve especialmente relevante pensarnos y decir sobre las posibilidades de lo educativo social en los distintos escenarios escolares. El cambio de institucionalidad que ha comenzado este año hace que la formación en Educación Social deba enfrentarse a nuevos parámetros y a compartir las lógicas institucionales con otras formaciones en educación. Pensando en que existe algo que podemos denominar “matriz de formación”, es que nos parece necesario poner en palabras 2 Se hacer referencia aquí a los proyectos del Programa de Estudios y Apoyo Académico del CENFORES‐INAU llevados a cabo en las escuelas Nº 42 y 125 (2007 y 2008) y los liceos Nº 19, 39 y 46 (2000 a 2003) y 60 (2008 y 2009). Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 108 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE “Nuestro punto de partida no es ni puede ser la existencia de unos supuestos actores “buenos” y de otros “malos” en la escuela. Todo lo contrario, partimos de una constatación del agotamiento de ciertas dinámicas en relación con las subjetividades no escolares, y, junto a ello, con esbozo de nuevos interrogantes y prácticas que (tanto fuera, como dentro de la escuela) nos aproximan a nuevas imágenes de la experiencia educativa.” (Duschatzky; Sztulwark, 2011, p. 121) www.pedagogica.fhuce.edu.uy algunos elementos que surgen de recorridos que la Educación Social ya ha hecho en nuestro país. Se hace necesario comenzar considerando algunos aspectos por los cuales no resulta sociales en la educación media: • El ingreso de educadores sociales a la educación media se produce en un marco donde, evidenciadas las dificultades del sistema para dar cuenta de sus cometidos históricos, se ensayan políticas educativas focalizadas. • Dichas políticas en líneas generales se plantean objetivos específicos de acuerdo a las características del subsistema donde se proponen, pero con el objetivo común de fortalecer la inclusión educativa y por lo tanto social de los adolescentes. • Las funciones previstas y encomendadas a los educadores sociales varía según el programa y la institución en que se desarrolle. Así en algunos, es ubicado en el equipo multidisciplinario (PIU), en otros en el equipo socio educativo (PAC), o en el equipo docente (FPB). • Esta diversidad de marcos institucionales (Liceos, ONG’s, UTU’s) como de programas impone tonos y matices a las prácticas educativo sociales, que por momentos se vinculan directamente con el trabajo de detección y abordaje de situaciones problema y en ocasiones logran desmarcarse de estos cometidos y desarrollar prácticas educativas. • Por otra parte la propia matriz de formación de la Educación Social se ha ido modificando, tendiendo en los últimos años a pensarse como una profesión más vinculada a lo pedagógico ampliado que al abordaje de problemáticas sociales en clave pedagógica. Conviviendo en la actualidad concepciones y prácticas de educación social permeadas por la impronta de las políticas sociales de protección a la infancia, y aquellas que plantean el vinculo de los sujetos de la educación con el patrimonio cultural de época. Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 109 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE sencilla la tarea de establecer generalidades o rasgos de identidad de las prácticas educativo www.pedagogica.fhuce.edu.uy Acordamos con la idea de que los marcos institucionales nunca determinan, pero siempre inciden. También en que no hay para la educación social contenidos educativos privativos de uno u otro ámbito, hay sí prioridades, énfasis, variedad en la pertinencia dada acción. Del mismo modo, hay rasgos, señas, en nuestras acciones que quisiéramos reconocer como esencias de lo educativo social: modos, sentidos y líneas de responsabilidad desde donde lo educativo social debería desplegarse, invariablemente, allí donde se desarrolle la tarea. Para empezar nos interesa dar cuenta de algunas de estas marcas identitarias de lo educativo social y ponerlas de relevancia al pensar la tarea en el marco de un centro de enseñanza media, no porque sean ellas en sí mismas la tarea, pues no lo son, sino porque representan compromisos y posicionamientos irrenunciables, sin los que se vuelve imposible lo educativo social, sea cuál sea el contexto de acción. Los formatos escolares que se construyeron durante la modernidad hicieron primar la idea de universalidad, dejando de lado o intentando “corregir” aquellas manifestaciones que excedían ciertas normas formuladas a priori. En la actualidad aparecen en los centros escolares nuevas formas de ser y de hacer que parecen desdibujar las reglas universales. Estas nuevas formas entran en tensión con lo instituido y obligan a repensar las prácticas.3 Los Estados‐nacionales han perdido la capacidad de generar subjetividades ciudadanas. La escuela, como agente de este procedimiento, pierde pie y su sentido fundante. Se advierte “(…) el agotamiento de una forma de ser escuela, por lo menos el agotamiento de la universalidad de un mecanismo de construcción de lazo.” (Duschatzky; Sztulwark, 2011, p. 123). Al mismo tiempo, con la masificación que se produce en el siglo XX, se exponen a otras formas unos engranajes pensados para una elite. En el devenir del siglo XX, los centros de educación media han ampliado notoriamente su matrícula. De la mano de la pretensión de la universalización de la enseñanza media, ingresan al liceo otros sectores sociales. A la 3 En este sentido creemos que puede verse: Diker, G en Baquero, Diker y Frigerio (2007), Duschatzky y Sztulwark (2011), Grupo Viernes (2008). Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 110 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE por el “otro” del encuentro, pero también por ese marco institucional en el que se inscribe la www.pedagogica.fhuce.edu.uy escuela ya no llegan sólo quienes la escuela espera o está preparada para recibir, produciéndose en estas condiciones lo que Lewkowicz y Corea (2004) designan como “desacople subjetivo” (expresión que nombra la diferencia entre lo que el sujeto –sea el Duschatzky y Sztulwark (2011) plantean la existencia de formas no escolares dentro de la escuela. Llaman “(…) genérica y provocadoramente ‘no escolar’ a todo aquello que, desafectado del proyecto escolar clásico, plantea desafíos a la escuela” (p. 117). Es en este marco en el que algunas maneras de llevar adelante el entendimiento de lo educativo que en otros contextos puede ser algo corriente y quedar naturalizado en una determinada cultura institucional, puede volverse un aporte, una innovación, una línea de articulación, un rasgo de especificidad en otro contexto institucional. Nos preguntamos si algo de esto sucede con la llegada de lo educativo social a los centros de enseñanza media, ¿qué lleva la educación social a la enseñanza media?, ¿qué de sus tonos, de su identidad es para estos ámbitos una novedad, una diferencia, una apertura en los modos de hacer y ofrecer espacios educativos? Cuando las “imágenes de lo escolar” se redibujan y complejizan, ¿qué puede proponer en términos de líneas conceptuales y modos de hacer la educación social al momento de repensar las “formas” de lo escolar? EDUCACIÓN MEDIA Y EDUCACIÓN SOCIAL. ALGUNOS PUNTOS DE PARTIDA La educación en sentido amplio tiene que ver con un conjunto de prácticas sociales y de relaciones humanas asociadas a ellas, que ponen en juego el manejo de la herencia cultural. Pensando específicamente en la educación de las generaciones jóvenes la educación jugará un papel de humanización del “cachorro humano” (Arendt, 1993) por medio de su inscripción en las redes simbólicas. En este sentido el liceo, como arreglo social específico destinado a resolver el problema de la educación, tiene como mandato la transmisión‐transformación de un recorte específico de la cultura (contenidos curriculares) caracterizado por los conocimientos disciplinares (materias). Más allá de las veces que se ha escrito que el objetivo es “contribuir a formar seres críticos y comprometidos”, creemos que en la práctica se establece como objetivo a cumplir que los/as adolescentes conozcan ciertas premisas disciplinares que le Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 111 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE adulto o el adolescente‐ espera del otro y lo que percibe/ recibe en el encuentro) www.pedagogica.fhuce.edu.uy brinden un conjunto de conocimientos socialmente valorados, y compartimos que esto tiene que ocurrir. A su vez, estos contenidos son pensados en forma abstracta y universal para cualquier otro sujeto de la educación. Esta apreciación para nada intenta desmerecer este jóvenes en la cultura de su tiempo, sino que además se lo evalúa como muy difícil de lograr. Los profesores, dentro del aula, tienen suficiente tarea con transmitir los conocimientos disciplinares específicos, además de los componentes que son inherentes a cualquier acto educativo, y alcanzar esto es un logro muy importante. “AMPLIAR LO PENSABLE”4 EN EDUCACIÓN MEDIA En la expresión del encabezado, Frigerio ubica mucho más que una figura profesional, un rol o una disciplina. Se trata de un posicionamiento conceptual, un modo de entender la institución escuela y sus sentidos, un modo de mirar al otro y de entender la responsabilidad y la tarea por parte de los adultos que encarnan esa institución. Lo escolar –en su versión actual‐ no se amplía solo por la incorporación de nuevas figuras profesionales. Esa búsqueda es colectiva, es de todas las personas que integran los centros. Alcanzar ese modo de “ser liceo” que queremos, requiere de múltiples movimientos institucionales, y de la posibilidad de que todos los actores que se desempeñan en la función educativa enmarquen su tarea atendiendo a algunas “pistas” conceptuales. En este sentido, se nos vuelven insoslayables algunas referencias: las prácticas de acogida que propone Derrida (2008), el riesgo de la deslibidinización de las prácticas del que advierte Frigerio (2007) y la atención a los “gestos mínimos” y “pactos de mediocridad” que menciona Skliar5, son puntos de partida irrenunciables. 4 Frigerio en Baquero, R., Diker, G y Frigerio. G (Comps.) (2007) “Las formas de lo escolar”. Del estante. Bs. As. Ambas expresiones fueron presentadas por Skliar en oportunidad de la conferencia que diera en Montevideo, invitado por ADESU en 2010. Ambas expresiones surgen en el marco de un grupo de discusión coordinado por Skliar e integrado por maestros. Cada una de ellas intenta dar cuenta de un tipo de práctica, con signos diferentes. Los pactos de mediocridad tienen que ver, por ejemplo, con aquellas acciones de rebaja, de entrega del potencial del acto educativo a cambio de la economía del esfuerzo. Los gestos mínimos, en cambio, designan aquellas acciones simples, en apariencia casi imperceptibles, que tienden al lazo, al despliegue, a la posibilidad. 5 Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 112 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE rol. No sólo se lo entiende como necesario e imprescindible para inscribir a las generaciones www.pedagogica.fhuce.edu.uy AMPLIAR LA MIRADA SOBRE EL SUJETO: LO PEDAGÓGICO SINGULAR En términos generales, podríamos establecer que los docentes llevarán en sus prácticas elementos que tienen en cuenta fundamentalmente lo pedagógico. Por otro lado singularidades de cada adolescente, pero no desde un marco pedagógico. Desde la educación social se podrá agregar una mirada diferente, y característica, que tenga en cuenta al mismo tiempo lo pedagógico y lo singular. Creemos que es viable pensar en una matriz de formación, que si bien no condiciona, predispone, a los sujetos a enfrentar la realidad y posicionarse en sus prácticas desde un lugar particular. La educación social entrecruza categorías analíticas que conllevan una forma de entender las prácticas educativas que llamaremos mirada pedagógica singular. Esta mirada está signada por la visualización del otro como un sujeto‐educando, que no se construye a priori, sino en situación; entendiéndolo como devenir simbólico singularizado por un conjunto de inscripciones específicas. En este sentido, la educación social se constituye como una práctica signada por una mirada de lo pedagógico en clave de singularidad, es decir una práctica pedagógica que se desarrolla en situaciones particulares, y con sujetos portadores de trayectos vitales únicos e irrepetibles. La educación social se caracteriza por proponer no a partir de universales sino basándose en lo propio de cada otro; intentando generar propuestas que atiendan a lo singular de cada sujeto en cuanto a la metodología, la selección de la herencia a poner en juego y los objetivos de la acción, buscando potenciar las capacidades personales. Se trata de “(…) situar una acción educativa que presente un plus, algo más que potencie las capacidades de acción de los ciudadanos” (Fryd; Silva, 2010, p. 21). Ampliar la oferta educativa, intentando que en ese movimiento de despliegue, de variedad, algo enlace con la singularidad del sujeto es el aporte que creemos puede realizar la educación social en estos espacios, llevando allí la mirada pedagógica singular, apostando a una búsqueda colectiva para que el centro de enseñanza media se presente ante el adolescente como una Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 113 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE otras figuras profesionales (psicólogos y trabajadores sociales) pondrán énfasis en las www.pedagogica.fhuce.edu.uy plataforma cultural que se dispone a intentar la articulación entre lo que ofrece para todos, con lo que ofrece para cada uno. Intentamos sostener que cierto rasgo de especificidad de la educación social al prácticas y análisis que parten de entender que existe una construcción singular de cada situación pedagógica. La mirada pedagógica singular se relaciona con la concepción de la experiencia (Larrosa; Skliar, 2009) educativa en situación. Esa otra persona con la que entramos en relación en el marco de una experiencia educativa, es un ser devenido sujeto a partir de un cierto conjunto de experiencias, con las que ha conformado una determinada relación con el saber (Charlot, 2006). Entonces, no puede pensarse en una subjetividad esperada‐ prefigurada. Por esto, al cruzar lo pedagógico con lo singular no puede establecerse un determinado modo de abordaje preconcebido, independiente de esa otra persona. En este sentido lo pedagógico singular se vuelve en situación, no regulado por reglas absolutas sino mediado por condiciones de posibilidad. AMPLIAR LA OFERTA: UNA OTRA MIRADA SOBRE LOS APRENDIZAJES La malla curricular de enseñanza media pone a disposición porciones de la cultura (contenidos) ligados a lo disciplinar reconocido por los espacios académicos tradicionales. Queda fuera de esta propuesta una variedad de elementos de la herencia cultural, algunos de los cuales pueden ser tomados por la educación social. Sostener que existen ciertos recortes de la cultura que se pueden sumar a la oferta de los centros de enseñanza media no implica pensar en que todo lo relativo a la cultura deba ocurrir en estos espacios. No se trata de dar lugar a la vocación totalizante que pueda albergar la institución. No todos los encuentros del sujeto con la cultura deben tramitarse dentro de los centros escolares, pero sí sería deseable que se pudieran encontrar algunos contenidos que no se inscriban en lo previsto en el currículum. Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 114 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE interior de los ámbitos de enseñanza media, puede pensarse en el sentido de un conjunto de www.pedagogica.fhuce.edu.uy Estamos convencidos de que en sus tránsitos educativos los sujetos deben circular por espacios, propuestas e instituciones diferentes. El sentido que damos a ampliar la oferta tiene que ver con un posicionamiento en torno a cuáles son los saberes legítimos. metodológico de nuestras prácticas. El trabajo pedagógico en algunas situaciones no logra tanto despliegue y efectos mediante abordajes discursivos directos, como a través de modos oblicuos, entendiendo por éstos los modos más diversos y variados que se pueda ofrecer al sujeto en términos de contenidos, encuadres y lugares a ocupar. De alguna forma, se trata de abordar estos temas de forma indirecta, generando contextos y “espacios de triangulación” en los que cada sujeto pueda integrarse, experimentándolos y mostrándose (quizás) de un modo diferente al que habita otros espacios de la propuesta educativa. Es así que enfocamos el trabajo sobre algunas temáticas a través de propuestas que no consisten en trabajar del modo más directo y explícito la convivencia, el conflicto, la responsabilidad o la participación, por ejemplo. Recurrimos a proyectos de acción que consideramos válidos en sí mismos, pero a los que les otorgamos ‐ a la vez‐ un fuerte potencial como propiciadores de experiencias para los adolescentes que les permitan resignificar su vínculo con la institución educativa. Cuando el sujeto puede participar de una propuesta que, simultáneamente, lo convoca, conecta con sus ganas y concita su interés, a la vez que le ofrece la posibilidad de mostrarse y vincularse con el espacio y los demás integrantes del centro de un modo diferente al que lo hace en su condición de estudiante, pueden producirse efectos de enlace y de “activación de las potencias” (Duschatzky, 2007) que trasunten lo que se abre en estos espacios extra aula, al salón de clases. A MODO DE CIERRE Para “ampliar lo pensable” (Frigerio, 2007) en relación a las formas de los dispositivos de escolarización, no alcanza con una propuesta aislada, ninguna propuesta transforma por sí sola los modos en que todos y cada uno de los sujetos pueden habitar una organización. Es desde ese recaudo que quisimos presentar una experiencia pensada y desarrollada desde la educación social en un ámbito de enseñanza media, reafirmando que el hecho de Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 115 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE Encontramos también un sentido de ampliar la oferta relacionado con lo www.pedagogica.fhuce.edu.uy que el centro educativo ofrezca estas condiciones de posibilidad permite pensar en movimientos en las miradas rígidas (del centro al sujeto y del sujeto al centro) y tales movimientos pueden tener efectos y actualizaciones en el espacio de clase. y los hábitos. Creemos que pueden realizarse propuestas que se pongan en juego contenidos y potencien las posibilidades de los sujetos, propuestas válidas en sí mismas y no con miras a “mejorar el ambiente”. REFERENCIAS A.A.V.V. (2000): “Lo que queda de la escuela”. Cuadernos de Pedagogía. Rosario. Argentina. Arendt, Hannah (1993): "La condición humana". Paidós. Buenos Aires. Baquero, Ricardo; Diker, Gabriela y Frigerio, Graciela (comps.) (2007): “Las formas de lo escolar”. Del estante editorial. Bs. As. Charlot, Bernard (2006): “La relación con el saber. Elementos para una teoría”. Trilce: Montevideo. Derrida, Jacques; Dufourmontelle, Anne (2008): “Hospitalidad”. De la Flor: Buenos Aires. Diker, Gabriela; Frigerio, Graciela (Comps.) (2005): “Educar: ese acto político”. Del estante Duschatzky, Silvia y Sztulwark, Diego (2011): “Imágenes de lo no escolar: en la escuela y más allá”. Paidós: Buenos Aires Duschatzky, Silvia; Farrán, Gabriela y Aguirre, Elina (2010): “Escuelas en escena”. Paidós. Buenos Aires. Duschatzky, Silvia (2007): “Maestros errantes”. Paidós: Buenos Aires. Frigerio, Graciela; Skliar, Carlos (Comps.) (2005): “Huellas de Derrida. Ensayos pedagógicos no solicitados”. Del estante editorial. Buenos Aires. Fryd, Paola; Silva, Diego (Coord.) (2010): “Responsabilidad, pensamiento y acción. Ejercer educación social en una sociedad fragmentada”. Gedisa. Barcelona. Grupo Viernes “Una experiencia de cambio en el formato de la escuela media: las Escuelas de Reingreso de la ciudad de Buenos Aires” en Revista Propuesta Educativa. Año XVII. Número 30. Noviembre, 2008. Editorial Progreso. Buenos Aires. Lewkowicz, Ignacio y Corea, Cristina (2004): “Pedagogía del aburrido”. Paidós. Buenos Aires. Merieu, Philippe (2001): “La Opción de educar. Ética y pedagogía”. Editorial Octaedro. Barcelona. Skliar, Carlos (2007):“La educación (que es) del otro”. Noveduc. Buenos Aires. Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 116 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE La educación social en educación media no se limitará a trabajar sobre la convivencia www.pedagogica.fhuce.edu.uy MATÍAS MEEROVICH GABRIELA PÉREZ Docente de Matemática, egresada del I.P.A. Educadora Social. Actualmente se desempeña como Coordinadora del Aula Comunitaria Nº9 de Delta El Tigre y como docente de la carrera de Educador Social en Censores‐I.N.A.U. Pedagógica (Montevideo), Nº 2, abril 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 117 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE Docente de Historia, egresado del I.P.A. Estudiante avanzado de Educación Social. Actualmente se desempeña como docente de E.C.A. en el Liceo 41 de Montevideo, en el Centro Juvenil Quillapí, en el Aula Comunitaria Nº15 como tallerista de expresión lúdica y participa en el desarrollo de la experiencia que presenta esta propuesta en el Aula Comunitaria Nº9. www.pedagogica.fhuce.edu.uy RESEÑA Iván Pablo Orbuch Reseña: Sandra Carli (2011) La memoria de la infancia. Estudios sobre historia, cultura y sociedad. Buenos Aires: Paidós, 192 páginas. La memoria de la infancia. Estudios sobre historia, cultura y sociedad es el último trabajo de quien, quizás sea la máxima especialista en el área de estudios sobre la infancia y la niñez en la República Argentina, Sandra Carli. La autora quien nos tiene acostumbrados a publicaciones que den cuenta de la exhaustiva labor investigativa que viene desarrollando desde hace al menos veinte años, confirma en este escrito su gran manejo de la problemática. En este caso, la misma se encuentra vinculada a analizar los cambios producidos en el tratamiento de la infancia, para desde ese análisis ayudar a interpretar los vertiginosos cambios sociales y culturales acaecidos en la segunda mitad del siglo pasado. Carli intenta indagar sobre la infancia desde una perspectiva histórica que abarca la segunda mitad del siglo, en un ciclo claramente oscilante que fue desde el reconocimiento de derechos hasta políticas de represión planificadas desde el interior del Estado. A lo largo del libro, lo que se pretende es romper con la extendida idea de infancia como un supuesto o un ideal a alcanzar, ambos objetivos dotados de un fuerte componente ahistórico, que niega los vertiginosos cambios sociales y culturales ocurridos. Analizar a los niños desde los conceptos propiciados por la nueva historia cultural ofrece valiosas herramientas para un mayor entendimiento. La autora considera que una historia del presente atenta a los elementos del pasado favorece una mejor comprensión de los fenómenos actuales. La obra constituye un aporte valioso para empezar a elaborar una Historia Social de la Educación Argentina que debe necesaria y explícitamente hacer mención a las articulaciones que lo educativo establece con el resto de las esferas de lo social para poder dar cuenta de sí misma. Pedagógica (Montevideo), Nº 2, julio 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 118 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE La memoria de la infancia. Estudios sobre historia, cultura y sociedad, de Sandra Carli www.pedagogica.fhuce.edu.uy El libro se encuentra estructurado en seis capítulos. En el primero titulado La memoria de la infancia. Escritos autobiográficos de Norah Lange y Arturo Jauretche se realiza un recorrido por diversas disciplinas que aportan al esclarecimiento de la historia de la entre memoria y experiencia de la infancia. Esta memoria se sitúa tanto en la construcción como en la reconstrucción de la infancia. Desde el campo de la crítica cultural, Walter Benjamin se interroga sobre la relación entre la ausencia de experiencia propia de la modernidad y el problema de la memoria de un tiempo perdido ante el inexorable avance de dos fenómenos que juzga perturbadores en la sociedad de masas, el auge de la tecnología y la soledad. Desde la hermeneútica, Giorgio Agamben establece una filiación entre infancia e historia y recupera el valor del juego como un ámbito adecuado donde captar la temporalidad humana. Los aportes dentro de la literatura autobiográfica se dividen en ensayos, que confrontan cierto número de experiencias que invitan a las conclusiones del lector, y cuadernos, que tratan de episodios seleccionados de la existencia con la finalidad de extraer ciertos conceptos. Dentro de los primeros encontramos los Cuadernos de infancia de Norah Lange, y al segundo grupo pertenece Pantalones cortos, escritos por Arturo Jauretche. Se trata de memorias de escritores que toman sucesos de las primeras décadas del siglo pasado, con la salvedad que presenta que esos tiempos de infancia son narrados en tiempos históricos divergentes. El segundo capítulo, La representación y narración de la infancia. La obra plástica de Antonio Berni, plantea un recorrido de la infancia a través de un análisis de su vasta obra. En efecto, las imágenes de Juanito Laguna, un personaje inventado por el gran pintor argentino, constituyen una interesante vía de acceso para la comprensión de un determinado tiempo histórico, dado que puede pensarse como un producto complejo del mundo contemporáneo, con una identidad definida en un mundo marcado por crecientes desigualdades. La autora indaga en la capacidad representativa de la cultura, usualmente marginada de los estudios historiográficos. La obra de Berni contribuye al conocimiento de la infancia popular, invisibilizada por la mirada homogeneizadora de la pedagogía escolar, monopolizada por las representaciones de las familias burguesas, sólo cuestionadas en el decenio peronista. Para Sandra Carli, parece ser claro que “comprender los avatares de la historia de la infancia en la Argentina contemporánea requiere un enfoque integral que Pedagógica (Montevideo), Nº 2, julio 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 119 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE infancia. Una de ellas es el psicoanálisis, que es una disciplina útil para entender la relación www.pedagogica.fhuce.edu.uy recupere la dimensión cultural, y que explore nuevos objetos de investigación con nuevas preguntas” (2011, p. 57). El siguiente capítulo llamado Clases medias y crianzas familiares. La sociología de perspectiva que estos intelectuales plasmaron sobre la niñez. En Argentina, la impronta cultural de los sectores medios dejó una profunda huella en las representaciones sobre la familia, la escuela pública y la infancia. Lo distintivo fue que estas representaciones muestran una idea de bienestar y progreso que oculta las desigualdades sociales y la conflictividad propia del período. La autora abona la tesis sobre la existencia de una mentalidad propia de la clase media, en cuya formación la educación ocupaba un lugar central. Por otro lado, el vigoroso proceso de crecimiento de los sectores medios urbanos suele vincularse con la expansión de la cultura del psicoanálisis en la Argentina, con lo cual se dio una intervención de la psicología y del psicoanálisis en la modulación de nuevas visiones sobre el niño. Vale la pena aclarar que la expansión de estos saberes se dio de manera paralela a la expansión de saberes pedagógicos. Un fenómeno característico de las décadas del `50 y `60 fue que el crecimiento de los sectores medios se dio en un proceso de aumento de la marginalidad, dando lugar a la creación de numerosos asentamientos precarios en los alrededores de la ciudad. Temática abordada por Vertbisky en su obra Villa Miseria también es América. Mientras que los estudios de Gino Germani buscaban propiciar las primeras herramientas metodológicas y conceptuales a los fines de describir y entender a los sectores medios, los trabajos de Vertbisky buscan establecer una genealogía entre estos sectores, analizados en un trabajo anterior, La pequeña familia, y los sectores populares, vistos hasta ese momento como una anomalía, sin lazos societales en común con otros grupos. La conexión que une a ambos sectores es la idea del trabajo como generador del progreso, con lo cual la estancia en las urbanizaciones precarias era pensada como un lugar de paso, y nunca como un destino permanente e inexorable. En el capítulo cuatro, La infancia como verdad. Tensiones entre psicoanálisis de niños y educación en la trayectoria de Arminda Aberastury, el eje se encuentra puesto en el análisis de una nueva “verdad” epistemológica surgida en la década del `60 del siglo XX, que dotaba al niño de nuevos significados a partir de prácticas discursivas y dispositivos institucionales, en un contexto caracterizado por acontecimientos trascendentes como la Pedagógica (Montevideo), Nº 2, julio 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 120 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE Gino Germani y la literatura de Bernardo Vertbisky se plantea realizar un análisis sobre la www.pedagogica.fhuce.edu.uy Declaración de los derechos del niño a nivel internacional. Los libros y revistas para padres, así como las publicaciones sobre psicología y psicoanálisis contribuyeron en la difusión de una discursividad y subjetividad renovada. El abordaje de los trabajos de Aberastury, a psicoanálisis de niños como discurso que da forma a un nuevo dominio de saber, enfrentado en numerosas ocasiones al lugar educativo, visto como eminentemente prohibitivo. El siguiente capítulo del libro, La pedagogía del niño pequeño en los derroteros del jardín de infancia. El itinerario biográfico de Hebe San Martín de Duprat, en coautoría con Patricia Miranda, analiza la centralidad tomada por la pedagogía del niño en la década del setenta, junto con la caracterización institucional del jardín de infantes como ámbito dedicado al cuidado y educación de la primera infancia. Mediante el análisis del pensamiento de Hebe San Martín de Duprat se abre un camino para entender las fluctuantes etapas de la historia del jardín de infantes en la Argentina. En efecto, puesto que su figura combina la producción intelectual y académica, el desarrollo de prácticas en diversos ámbitos educativos y una decidida intervención en la esfera del Estado, un análisis de su derrotero nos marca el zigzagueante camino emprendido. Su obra Fundamentos y estructura del jardín de infantes, del año 1968, colocó en primer plano la cuestión de la renovación pedagógica del jardín de infantes. Su trayectoria posterior es un buen resumen de la historia argentina: activa participación política en los inicios de la década del `70, repliegue posterior en los duros tiempos dictatoriales y una activa participación en el retorno democrático. Pero siempre a favor de una mirada política y pedagógica de la educación de los niños pequeños. El último capítulo, Infancia, crisis social y memorias culturales, propone analizar la situación de la niñez argentina luego de la debacle del 2001 mediante una serie de fotografías que reflejan momentos y sectores sociales bien diversos. La primera de ellas es la foto de un niño con delantal, no ya el inmaculado guardapolvo blanco, símbolo del ascenso social de numerosas generaciones de argentinos, sino uno sucio y desalineado que nos indica que la fortaleza de ese formidable dispositivo disciplinador que fue la escuela pública empezó a mostrar sus límites en un contexto de crisis sociocultural. La segunda foto nos muestra a unos niños que concurren a una escuela en un barrio cerrado, que la socióloga Maristella Svampa (2001) definió con precisión como el sector social que ganó con el proceso neoliberal de los años `90. En la misma vemos caras alegres, despreocupadas, en Pedagógica (Montevideo), Nº 2, julio 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 121 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE mediados del siglo pasado, nos brinda herramientas conceptuales para entender al www.pedagogica.fhuce.edu.uy palabras de Carli, describen fielmente la iconografía del no sufrimiento en un Estado de bienestar privatizado, y no alcanzado por las acciones del Estado. La siguiente imagen nos muestra a unos niños desnutridos en Tucumán. Son fotos de denuncia social que nos de unas niñas seguidoras de un grupo musical surgido de un reality show, cuya efímera fama se dio en el año 2002, el grupo se llamaba Bandana, y las imágenes nos muestran una multitud de chicas en una situación aparentemente contradictoria como el aumento de la pobreza extrema conviviendo con la aparente riqueza del consumo mass mediático. Se trata del desarrollo de una cultura infantil en torno al consumo televisivo. En síntesis, podemos afirmar que el libro de Sandra Carli constituye un aporte central para entender los cambios producidos en la percepción de la niñez y la infancia en la Argentina, principalmente a partir de la segunda mitad del siglo XX. La autora rastrea indicios normalmente subestimados como las obras de arte, el consumo infantil, la literatura o las fotografías, que dan cuenta con precisión de sensibilidades, prácticas y saberes que fueron mutando al calor de los acontecimientos, puesto que de eso se trata para Carli, de desmitificar la categoría de niñez e infancia como conceptos estáticos y ahistóricos. REFERENCIAS Carli, Sandra. (2011). La memoria de la infancia. Estudios sobre historia, cultura y sociedad. Buenos Aires: Paidós Svampa, Maristella. (2001). Los que ganaron. La vida en los countries y barrios privados. Buenos Aires: Biblos. Iván Pablo Orbuch Profesor de Enseñanza Media y Superior en Historia (UBA), Maestrando en Ciencias Sociales con Orientación en Educación (FLACSO). Miembro del Centro de Estudios del Deporte (CED)‐Escuela de Política y Gobierno‐Universidad Nacional de San Martín (UNSAM). Profesor de Historia Social y Política de la Educación Argentina en Escuela Normal Superior Nº 7 y Nº 11. Email: ivan_pabloo@hotmail. Pedagógica (Montevideo), Nº 2, julio 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 122 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE hablaban a las claras de la crisis por la que atravesaba la Argentina. La última fotografía es la www.pedagogica.fhuce.edu.uy RESEÑA Álvaro Silva Muñoz Reseña: Pablo Gentili (2011) Pedagogía de la igualdad. Ensayos contra la educación excluyente. Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 192 p. ISBN 978‐987‐629‐172‐9 En continuidad con su “Pedagogía de la exclusión. Crítica al neoliberalismo en la educación” (1995) y “Desencanto y utopía. La educación en el laberinto de los nuevos tiempos” (2007), en este nuevo texto Gentili propone, a través de un conjunto de ensayos publicados en otros libros y revistas entre 2008 y 2010, comprender cuáles son las ideas y propuestas que han hecho posible las reformas neoliberales que asolaron América Latina y buena parte del mundo durante las últimas décadas; cómo han incidido en las políticas educativas y cómo han contribuido a modelar un sentido común en cuyo marco las políticas basadas en la intensificación de la exclusión, el abandono y la discriminación resultaron no sólo posibles sino también deseables, no sólo apropiadas sino también inevitables (p. 18). Por ello, uno de los mayores desafíos del presente texto es el de profundizar en los fundamentos teóricos del neoliberalismo. A ello se aboca el primer ensayo, “Nada en común. Sobre la pedagogía del desprecio por el otro”. Recorriendo los aportes de Friedrich von Hayek, Ludwig von Mises, Murray Rothbard y Milton Friedman, Gentili revisa las bases de un movimiento intelectual que logró en la segunda mitad del siglo XX colocar “lo común bajo sospecha”, induciéndonos a renunciar a todo orden social que pretenda apoyarse en la igualdad, los derechos humanos fundamentales y la justicia. El neoliberalismo, como toda otra construcción teórica, adquiere su mayor alcance cuando se imbrica con la vida cotidiana de las sociedades, y es capaz de afectar los sentidos, los valores y los significados que se otorgan a las prácticas que tienen lugar en ella. Pedagógica (Montevideo), Nº 2, julio 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 123 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE Pedagogía de la igualdad. Ensayos contra la educación excluyente, de Pablo Gentili www.pedagogica.fhuce.edu.uy De esta forma, en particular, según Gentili, el derecho a la educación ha caído en este entramado conceptual, quedando cuestionado en su base, ya que según el propio von Hayek “un orden en el que todos tratasen a sus semejantes como a sí mismos desembocaría en un pues cualquier forma de igualitarismo gregario conspira contra el orden extenso que promueve el proceso civilizatorio actual. Queda cuestionado, precisamente, porque el proyecto moderno concibió la educación como un medio privilegiado para distribuir los saberes necesarios para edificar nuestra vida en común, alejando a las masas de la ignorancia y acercándolas a las bondades del progreso, favoreciendo el dominio de competencias para la intervención en el mundo y el aprendizaje de normas y valores, pero ahora los neoliberales afirman que La educación es un factor de producción que nos diferencia y nos califica, nos potencia y nos empodera para la lucha competitiva. Es un medio para convertirnos en lo que queremos ser y diferenciarnos de aquellos que se interponen en nuestro camino con la pretensión de enajenarnos el derecho a ser portadores de nuestro propio destino (p. 62). Así, Gentili coloca en el centro de su planteo a la dimensión política de la educación; no sólo la que guarda relación con el diseño, implementación, monitoreo y evaluación de procesos de reformas llevados a cabo, sino la que remite a una de sus facetas más postergadas: la lucha por los sentidos. En esta dirección, Gentili admite la hegemonía lograda por el neoliberalismo al colonizar pensamientos, afectos, conceptos, acciones, desacreditando toda posibilidad de erigir relaciones en los que reconocernos como sujetos iguales. Es decir, va más allá del sentido estricto de la política, asociada al ejercicio de nuestros gobiernos, sino que la instala en el núcleo de un imperativo ético: la búsqueda y la construcción de una sociedad mejor. En el segundo ensayo, “Marchas y contramarchas. El derecho a la educación y las dinámicas de exclusión en América Latina”, Gentili navega entre los logros realizados en nuestro continente para hacer efectivo el cumplimiento de este derecho y las asignaturas pendientes que le plantean obstáculos al mismo. La expansión cuantitativa y el crecimiento de las tasas brutas de escolarización en los distintos niveles de los sistemas educativos formales nacionales, la disminución de la brecha de género en la educación superior, la fuerte reducción del analfabetismo y el aumento de los planteles docentes figuran entre los Pedagógica (Montevideo), Nº 2, julio 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 124 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE mundo en el que pocos dispondrían de la posibilidad de multiplicarse y fructificar” (p. 24), www.pedagogica.fhuce.edu.uy haberes para la consecución real del derecho a la educación. En contraposición, el mayor riesgo al que se enfrentan los sistemas educativos es el de ser partícipes de una dinámica de exclusión incluyente, según la cual dinámicas de inclusión o inserción institucional, que resultan o bien insuficientes, o bien inocuas para revertir el aislamiento, la marginación y la negación de derechos involucrados en todo esquema de segregación social, dentro y fuera de las instituciones educativas (p. 78). Los contextos sociales de altos niveles de pobreza vinculados con fenómenos de exclusión y desigualdad constituyen un fuerte límite a la apuesta de expansión de los sistemas educativos formales, pues si bien amplias mayorías hoy tienen acceso a la educación, persisten factores que atentan contra su efectivo goce. Se trata de una “universalización sin derechos” y de una “expansión condicionada” por dinámicas de segmentación y diferenciación institucional que hacen que, si bien formalmente todos tienen el mismo derecho a la educación, las instituciones educativas distribuyen los bienes simbólicos y las oportunidades de una forma muy desigual, al igual que los intercambios económicos en América Latina, la parte del planeta con mayor desigualdad en la distribución de la riqueza. En este punto es donde Gentili coloca ambos ensayos en relación, en la medida que El derecho a la educación como derecho humano fundamental, pertenece a todos o no pertenece a nadie. Y si no pertenece a nadie, el principio democrático sobre el cual debe sustentarse cualquier proyecto de sociedad igualitaria y emancipada de poderes arbitrarios y totalitarios se debilita o desvanece. Esto es lo que diferencia el valor público y político de la educación (p. 96), en contraposición a los principios de la teoría del capital humano, renovados en contextos del impulso neoliberal, que establecen una relación lineal entre educación y desarrollo económico, entre educación y empleo, entre educación y aumento del ingreso individual. Rescatar la dimensión política de este derecho implica […] apreciar que la relevancia democrática de la educación reside, desde el punto de vista de los derechos humanos, en que ella constituye un bien que abre, construye, potencia y afirma otros derechos […] nos ayuda a comportarnos y reconocernos como seres humanos libres e iguales ante la ley, a tratarnos fraternalmente, a luchar contra toda forma de esclavitud […]; la educación Pedagógica (Montevideo), Nº 2, julio 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 125 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE los mecanismos de exclusión educativa se recrean y asumen nuevas fisonomías en el marco de www.pedagogica.fhuce.edu.uy nos protege y es salvaguardia de nuestra identidad, de nuestra privacidad y de nuestro honor, de nuestra libertad, de la dignidad, de la felicidad, de toda libertad de pensamiento, del bienestar, del acceso a la riqueza acumulada, a la salud, a la vivencia plena de nuestra sexualidad, nuestra cultura y nuestra moralidad (p. 92). consideración de algunos temas educativos específicos, tales como la crisis actual de la educación media en América Latina, las perspectivas de futuro de las reformas universitarias actuales y la educación en Haití, a propósito del terremoto sufrido por este país en enero 2010. Al plantearlos, Gentili continúa la línea vertebradora de los ensayos anteriores en aras de resaltar la dimensión política de la educación. Así, desvela el supuesto consenso en torno al cual todos aspiramos a democratizar el acceso a la educación de mayores contingentes de jóvenes latinoamericanos y generar estrategias para compartir las riquezas que ella misma brinda, cuando él queda desmentido por la misma realidad social en la que sólo unos pocos acumulan dicha riqueza. De igual manera, al abordar la cuestión de la excelencia académica que las universidades actuales brindan y/o persiguen, la plantea en vínculo indisoluble con la pertinencia de la institución en los tiempos actuales, como “espacios de producción y difusión de los conocimientos socialmente necesarios para comprender y transformar el mundo en que vivimos” (p. 135). En esta línea, Gentili refiere a las ruinas provocadas por el terremoto en Haití como metáfora de una situación históricamente real de la educación en ese país, tanto por el analfabetismo crónico, la insuficiencia de la infraestructura y la reproducción de esquemas coloniales que permean el conjunto de las relaciones sociales. Por último, el último ensayo vuelve a conectar en una fructífera circularidad con el eje central de la exclusión social de los dos primeros, ahora bajo otra perspectiva: la del hambre. El hambre de miles de niños y niñas latinoamericanas ha sido poco abordado en el campo de la educación porque antes, según Gentili, los niños con hambre directamente no llegaban a la institución educativa; hoy, con cerca de un 90% de escolarización a nivel de primaria, el hambre irrumpe en la vida cotidiana de los centros. En este sentido, ha sido lenta la incorporación de la consideración del hambre en la formación de maestros y maestras. Pero a la vez, en una suerte de paradoja argumental, ello no es óbice para atacar a la escuela, cuando se trata de la principal agencia pública que brinda la alimentación a amplios sectores populares. Pedagógica (Montevideo), Nº 2, julio 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 126 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE Los demás ensayos ponen en juego estas afirmaciones y convicciones en la www.pedagogica.fhuce.edu.uy Pero además de alimentarlos, Gentili propone educar a los niños con hambre, ya que en la medida que si lo creyéramos imposible sólo reforzaríamos aún más su exclusión. Es decir, es posible, pero para que efectivamente lo sea, se deben disponer de recursos, resulten insuficientes, la noción de “competencia” sólo servirá para justificar ideológicamente la posición de quien dispone de ventaja. En esa suerte de carrera, se logra volver invisible el hambre de muchos niños y niñas, cuando unos quedan a un costado a través de la resignación y la frustración. Entonces, que estén en la escuela es un problema porque se hace patente el dolor y al desgarro, ya que al decir de Sontag (2003) La persona que esté perennemente sorprendida por la existencia de la depravación, que se muestra desilusionada (incluso incrédula) cuando se le presentan pruebas de lo que uno seres humanos son capaces de infligir a otros […] no han alcanzado la madurez moral o psicológica. A partir de determinada edad nadie tiene derecho a semejante ingenuidad y superficialidad, a este grado de ignorancia o amnesia (p. 177). ALVARO SILVA MUÑOZ Licenciado en Ciencias de la Educación, opción Investigación (Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (FHCE), Universidad de la República). Magíster en Política y gestión de la educación (Instituto Universitario CLAEH, Montevideo). Docente del Depto. de Pedagogía, Política y Sociedad (Instituto de Educación, FHCE). Docente de Sociología de la Educación de la Licenciatura en Psicopedagogía (Facultad de Psicología, Universidad Católica del Uruguay (UCU)) y de la Licenciatura en Educación (Facultad de Ciencias Humanas (FCH), UCU). Docente de Seminarios Temáticos de la Licenciatura en Comunicación Social y en Ciencias Sociales (FCH, UCU) en cuestiones vinculadas a las relaciones entre educación y sociedad. Pedagógica (Montevideo), Nº 2, julio 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 127 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE infraestructura, apoyo, capacidades, esfuerzos y voluntad política; mientras no los haya o www.pedagogica.fhuce.edu.uy ANEXOS Pedagógica invita a la presentación de artículos para su tercer número, cuyo proceso de edición se realizará en el segundo semestre de 2012. Los artículos deben referir a temas de educación, con énfasis en las prácticas sociales, culturales y políticas. El número contará con un dossier sobre “Gubernamentalidad y Educación”. Calendario de la convocatoria para el número III: Recepción de artículos: hasta el 30 de agosto de 2012. Evaluación de artículos: hasta el 15 de octubre de 2012. Recepción de versiones definitivas de los artículos: hasta el 15 de noviembre de 2012. Publicación: 15 de diciembre de 2012. Los artículos deben enviarse a [email protected] , de acuerdo a las normas de publicación establecidas por el Consejo Editorial. Pedagógica (Montevideo), Nº 2, julio 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 128 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE Convocatoria para el tercer número de Pedagógica www.pedagogica.fhuce.edu.uy Normas de publicación 1. Pedagógica aceptará originales inéditos para ser sometidos a la aprobación del Comité Académico. 2. Los trabajos se publicarán en español o portugués. 3. El Comité Editorial se reserva el derecho de introducir modificaciones de forma en los textos originales, siempre que no modifiquen el sentido del texto, a los efectos de preservar la calidad de la publicación y la homogeneidad de sus publicaciones. 4. Las opiniones, juicios y valoraciones emitidas por los autores de los artículos son de su exclusiva responsabilidad. 5. Todas las colaboraciones deberán estar acompañados de Resumen/ Palabras Clave y Abstract/Keywords. 6. Presentación de trabajos para publicar: todas las colaboraciones deben ser enviadas directamente a la revista. Los artículos tendrán una extensión entre 12 y 20 páginas, interlineado 1,5, márgenes estándar, fuente TNR tamaño 12. La primera página el artículo debe contener: a) título del trabajo (en TNR fuente 14 negrita); b) nombre completo del autor (en Times fuente 14 negrita e itálica); c) Resumen de hasta 200 palabras, en portugués o español, acompañado de su traducción para el inglés; d) Palabras clave (3), en español e ingles, separadas por punto y coma. En el final del artículo se debe incluir nuevamente el nombre del autor, su profesión, otros cargos y funciones, institución y complementos, e‐mail. Nota: La corrección ortográfica es de responsabilidad de cada autor. Luego del envío del documento, el mismo será transformado en formato PDF por el equipo técnico de la revista. Normas para referencias y citas de Revista Pedagógica1 Los autores deben incluir todas las referencias bibliográficas que realicen en sus textos y sólo éstas. No deben incluirse referencias que no hayan sido citadas. 1. NORMAS PARA LA PRESENTACIÓN DE LAS REFERENCIAS a. Libros: Apellido, A. A. (año). Título en cursiva. Ciudad: Editorial. Ejemplo: Chartier, R. (1996). Escribir las prácticas. Foucault, de Certeau, Marin. Buenos Aires, Argentina: Manantial. 1 Para la elaboración de esta pauta se ha consultado el manual de estilo de la American Psychological Association (2010). Pedagógica (Montevideo), Nº 2, julio 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 129 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE Reglas Generales para la Publicación de Artículos www.pedagogica.fhuce.edu.uy b. Capítulo de libro en caso de que exista(n) compilador(es): Apellidos, A. A. & Apellidos, B. B. (Año). Título del capítulo o la entrada. En Apellidos, A. A. (Ed.), Título del libro (pp. xx‐xx). Ciudad: Editorial. Apellidos, A. A., Apellidos, B. B. & Apellidos, C. C. (Fecha). Título del artículo. Título de la publicación, volumen(número), pp. xx‐xx. d. Ponencias, póster y otras presentaciones realizadas en reuniones académicas no publicadas2: Apellido, A. A. (Año, mes). Título de la presentación. Ponencia (póster u otros) presentada en “Nombre del evento”, Organización, ciudad. e. Trabajos de grado y posgrado (monografías y tesis) no publicados3: Apellido, A. A. (Año). Título del trabajo (Monografía o tesis de…, no publicada). Nombre de la Institución, Ciudad. f. Publicaciones recuperadas de Internet Apellidos, A. A., Apellidos, B. B. & Apellidos, C. C. (Fecha). Título del artículo. Título de la publicación, volumen(número), pp. xx‐xx. Recuperado de http://www.xxxxxxxxxxx Nota: para otro tipo de referencias (informes técnicos, medios audiovisuales, documentos legales, etcétera), consulte el manual de estilo de la American Psychological Association. 2. ORDEN DE LAS REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Las referencias bibliográficas se ordenan alfabéticamente letra por letra, de acuerdo con el apellido del autor o del primer autor en el caso de que sean varios los autores del documento. a. Varios trabajos del mismo autor de años diferentes: Se ordenan cronológicamente en función del año de publicación, comenzando por el trabajo que fue publicado primero. b. Varios trabajos del mismo autor o autores publicados en el mismo año: Incluya una letra en minúsculas (a, b, c, etc.) a continuación del año de la publicación, dentro del paréntesis. Apellido, A. (1990a). Apellido, A. (1990b). 2 Para memorias de eventos publicadas, utilice el mismo formato que libros y capítulos de libro o publicaciones periódicas, según corresponda. 3 Si el trabajo fue publicado se presenta de la misma forma que un libro. Pedagógica (Montevideo), Nº 2, julio 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 130 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE c. Publicaciones periódicas: www.pedagogica.fhuce.edu.uy 3. CITAS EN EL TEXTO: El apellido del autor y la fecha de la obra deben incluirse en la oración, de la siguiente forma: - Si no se incluye el autor en la oración, se escribe entre paréntesis el apellido y la fecha. a. Citas textuales: Citas con 40 palabras o menos: se incluye en el párrafo, entre comillas, seguida del apellido del autor, año de publicación y número de página del documento del cual fue tomado. Si dentro de la cita aparece algo entre comillas ‐en el original‐ éstas se sustituyen por comillas simples (‘), para diferenciarlas de las comillas dobles (“). Citas con más de 40 palabras: debe escribirse como párrafo aparte y sin comillas. Los márgenes (izquierdo y derecho) del párrafo de la cita deben ser de 1 cm, sin utilizar sangría, excepto que la cita contenga más de un párrafo. La cita se escribe con interlineado 1,5 y en TNR tamaño 10. Si dentro de la cita se omite alguna palabra o frase, en el lugar de la omisión se deben colocar tres puntos suspensivos entre paréntesis (...). b. Cita de trabajo con 3, 4, ó 5 autores: La primera vez que se menciona el trabajo deben nombrarse los apellidos de todos los autores; luego, puede mencionarse solamente el apellido del primer autor, seguido de la abreviación “y cols.” (si el texto citado está escrito en español) o “et al.” (para textos escritos en inglés). c. Cita de trabajo de 6 o más autores: Se cita el apellido del autor principal seguido de “y cols.” (para textos en español), o “et al.” (para textos en inglés). a fecha debe señalarse tanto en la primera cita cómo en las siguientes. En las referencias se deben mencionar los primeros seis autores y para el restos coloque “y cols” o “et al.” d. Cita de cita: El texto debe incluir el apellido del autor original, el año de la obra citada; a continuación: “c.p. Apellido, año, p.” (de la fuente secundaria). Ejemplos: - …Bonald (1818, c.p. Rancière, 2007, p. 74)… - …(Bonald, 1818, c.p. Rancière, 2007, p. 74). Nota: En las referencias sólo se consignarán los datos de la fuente secundaria. De nuestro ejemplo, Rancière. Pedagógica (Montevideo), Nº 2, julio 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 131 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE - Si la oración incluye el apellido del autor, sólo se escribe la fecha entre paréntesis. Ej: Como señala Rancière (2007)… www.pedagogica.fhuce.edu.uy 4. NOTAS DEL PIE DE PÁGINA: Solo deben ser usadas con el objeto de presentar notas aclaratorias. American Psychological Association. (2010). Publication manual of the American Psychological Association. (6th ed.) Washington, DC: American Psychological Association Pedagógica (Montevideo), Nº 2, julio 2012 – ISSN: 1688-8146 Pág. 132 Revista del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la FHUCE REFERENCIAS