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El budismo en Borges; por Betina Barrios Ayala //
#Respiro
Betina Barrios Ayala · Wednesday, September 2nd, 2015
Busto de Jorge Luis Borges (1996), del escultor Carlos Álvarez. Jardín de los Poetas
[Palermo, Buenos Aires] Fotografía de Patricia Damiano
1977: la conferencia en el Teatro Coliseo
El valioso legado reflexivo de Jorge Luis Borges pasa por la exclusión de todo
dogmatismo. Y es posible que este principio rector de su pensamiento sea la razón
esencial por la que el maestro se interesó por el budismo, convirtiéndolo en uno de los
temas en los cuales volcó su curiosidad y, además, buscó adentrarse para comprender
y compartir lo esencial de la religión más difundida del mundo.
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Borges encontró en el budismo belleza y tolerancia. Lo expresa con su propia voz en
esa valiosa conferencia que ofreció, como parte de un ciclo, en el Teatro Coliseo de la
ciudad de Buenos Aires en 1977 y que luego fueron cuidadosamente revisadas por el
autor para su publicación en el libro Siete noches, editado en 1980, donde reúne una
serie de temas que lo tocaban con especial profundidad. Y entre esos estuvo el
budismo, destacando la tolerancia como un rasgo que lo distingue de otras religiones:
“El budismo fue, ante todo, lo que podemos llamar un yoga. ¿Qué es la
palabra yoga? Es la misma palabra que usamos cuando decimos yugo y que
tiene su origen en el latín yugu: un yugo, una disciplina que el hombre se
impone”
La tolerancia del budismo, según Borges, radica especialmente en que
“No ha recurrido nunca al hierro o al fuego, nunca ha pensado que el hierro o
el fuego fueran persuasivos. Cuando Asoka, emperador de la India, se hizo
budista, no trató de imponer a nadie su nueva religión. Un buen budista
puede ser luterano, o metodista, o presbiteriano, o calvinista, o sintoísta, o
taoísta, o católico, puede ser prosélito del Islam o de la religión judía, con
toda libertad. En cambio, no le está permitido a un cristiano, a un judío, a un
musulmán, ser budista”
Esta cualidad Borges no la interpreta como debilidad, sino como parte misma de su
constitución y naturaleza.
El libro ¿Qué es el budismo? tiene a Borges y Alcicia Jurado como autores. En ese libro
explican que, si bien el budismo no tiene una presencia palpable en la narrativa
borgiana, numerosos rasgos de esta religión son comprensiblemente seductores para
el autor de Ficciones. Y entre ellas está la sospecha de que la realidad es un sueño: el
sarcasmo ante la vanidad del yo. Es la convicción de que el tiempo humano está
marcado por un conjunto de casualidades operantes, del rechazo a la violencia y del
uso del recurso de la paradoja.
Este conjunto de factores compartidos hablan por sí solos acerca de la íntima
comunión que puede encontrarse entre la obra literaria de Jorge Luis Borges y las
enseñanzas del budismo. En una de las partes más emotivas de la conferencia, figura
el relato de los milagros del Buddha, entre ellos uno de cortesía que en la voz de
Borges dice:
“Hay un momento en el cual el Buddha tiene que atravesar un desierto
arenoso y es la hora del mediodía. Y entonces los dioses, desde sus
treinta y tres cielos, le arrojan cada uno una sombrilla para que él se
proteja del sol. Entonces el Buddha no quiere desairar a ninguno de los
dioses y se multiplica en treinta y tres Buddhas, de modo que cada uno de
los dioses ve, desde arriba, un Buddha cubierto por la sombrilla, que de
esa manera ha aceptado el regalo”
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Otra es una historia que a Borges le parece iluminativa: La parábola de la flecha
“Un hombre en una batalla ha sido herido por una flecha y no quiere que
le arranquen la flecha, dice el Buddha. Quiere saber antes el nombre del
arquero, a qué casta pertenecía, el material de la flecha, en qué lugar
estaba el arquero, qué longitud tiene la flecha. Mientras está discutiendo
estas cuestiones, se muere. En cambio, dice el Buddha, yo enseño a
arrancar la flecha. Es decir: la flecha. ¿Qué es la flecha? La flecha es el
Universo, la flecha es la idea del yo, todo lo que nosotros llevamos
clavado. […] Se trata de una ley de salvación. Y el Buddha dice… y estas
frases son muy lindas, me parece a mí: ‘Así como el vasto océano tiene un
solo sabor, el sabor de la sal, el sabor de la ley es el sabor de la
salvación’. Es decir, la ley que él enseña es vasta como el mar, pero tiene
un solo sabor: el sabor de la salvación”
Y en otro segmento de esta misma conferencia, Borges explica que:
“El budismo niega el Yo. Una de las desilusiones capitales es el Yo. El
budismo concuerda así con Hume, con Schopenhauer y con nuestro
Macedonio Fernández. No hay un sujeto, lo que hay es una serie de
estados mentales. Si digo ‘Yo pienso’ estoy incurriendo en un error,
porque supongo un sujeto constante y luego una obra de ese sujeto, que
es el pensamiento. No es así. Habría que decir, apunta Hume, no ‘Yo
pienso’ sino ‘Se piensa’ como se dice ‘Llueve’. No pensamos que la lluvia
ejerce una acción. No: está sucediendo algo. De igual modo, como se dice
“Hace calor”, “Hace frío” o “Llueve”, debemos decir ‘Se piensa’, ‘Se
sufre’, y evitar el sujeto”
♦♦♦
1983: la conversación con Roberto Alifano y Sri Lathan Lal Mehrotra
La Universidad de Pittsburgh tiene un centro académico especializado en el trabajo de
Jorge Luis Borges: The Borges Center. En una publicación editada por este centro,
destaca un texto titulado Borges en diálogo sobre el budismo. Es el resultado de la
transcripción de una plática que tuvo lugar en la Casa de las Naciones Unidas de
Buenos Aires, el martes 22 de noviembre de 1983. Los participantes fueron Jorge Luis
Borges, su amigo Roberto Alifano y Sri Lathan Lal Mehrotra, quien entonces era
Embajador de la India en Argentina.
Al inicio de este intercambio, destaca la curiosidad de Borges sobre el concepto de
ética como uno de los pilares del budismo y la forma en que esto está representado en
la idea del karma. Frente a la inquietud de Borges, el embajador Mehrotra explica que
el concepto de karma viene del conocimiento de que en el prakriti (la naturaleza) todo
es acción y reacción. En la India, la muerte no es sinónimo de que la vida ha llegado a
su fin: el Bhagavad-Gita expresa que la muerte es cambiar el cuerpo. Así como para el
humano es natural cambiar de ropa cuando ésta ya no se adapta más a sus
necesidades, cuando el alma siente que ese cuerpo que tiene no le basta o que las
misiones del espíritu rebasan las posibilidades de ese cuerpo, entonces es tiempo de
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irse, tiempo de dejarlo y asumir otro cuerpo. Ésta es básicamente la idea del karma: la
vida vista como un ciclo de nacimiento y muerte marcado por nuestra forma de actuar.
Tras esta breve explicación, Borges replica que, en consecuencia, la única ley del
Universo sería la ley ética, pues de eso, de la conducta, dependerán las futuras
transmigraciones. Y así lo ético sería lo esencial.
Durante esa misma conversación, aparece la idea de que sólo por medio de una vida
ética es posible llegar al nirvana: “¿Y qué significa llegar al nirvana? Simplemente que
nuestros actos ya no arrojan sombras. Somos libres”, dice Borges. Por eso el nirvana
ocurre en vida y no es un fenómeno de la muerte: es la aniquilación del deseo, del
anhelo. La búsqueda del nirvana es sólo posible en vida, como lo señala la leyenda del
Buddha quien alcanzó este estado bajo la sombra de una higuera sagrada, el Árbol de
la Ley. Allí se enfrenta a Mara: sus flechas son rosas y el Buddha yace en el suelo y
luego entra en una meditación que lo conduce al nirvana. Él no piensa que lo atacan:
está pensando en la vida y, con eso, llegando a la salvación. Al amanecer, el mal ha
sido vencido y Siddharta ya no es Siddharta: es el Buddha y resuelve predicar la Ley.
Ya él está a salvo, pero quiere salvar a los otros. El Buddha predica entonces la vía
media: una alternativa entre el ascetismo y la sensualidad.
Ya hacia el final de esta conversación, en la que los participantes se pasean por un
hermoso intercambio que los invito a leer con entusiasmo, Borges comparte su
experiencia de autoconocimiento y describe qué son para él la felicidad, la belleza y la
transmisión del pensamiento. No los ve como hechos excepcionales, sino que asuntos
que se suceden continuamente. Allí, reunidos y conversando, todos los presentes
podían coincidir en lo que habían compartido aquella tarde, en esa conversación como
una hermosa experiencia, que sería recordada con nostalgia a partir de entonces. De
esta manera, Borges explica que la belleza no es inalcanzable, sino que se trata de
eventos que están en la vida común, en la posibilidad de cada día:
“Creo que continuamente la gente alcanza la belleza. Creo que si se perdieran
todos los libros, bueno, volveríamos a reescribirlos. Es decir: creo que la
belleza y la felicidad son hechos comunes y cada día, bueno, hemos estado
quizás muchas veces en el infierno pero alguna vez en el cielo también.
Muchas gracias”
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